martes, 29 de enero de 2013

Nacionalismo: ¿Revolucionario o Reaccionario?


Miembro Fundador de las Panteras Negras. Entrevista realizada por "The Movement" en 1968



Por Huey P. Newton

Hay dos clases de nacionalismo: nacionalismo revolucionario y nacionalismo reaccionario. El nacionalismo revolucionario está en primer lugar dependiente de una revolución popular cuyo fin último es que el pueblo esté en el poder. Lo que es más, para ser un Nacionalista Revolucionario, por necesidad, hay que ser Socialista. Si se es un nacionalista reaccionario no se es socialista y su fin último es la opresión del pueblo.

El nacionalismo cultural -o "nacionalismo de filete de cerdo", como yo le llamo- es básicamente un problema de tener una perspectiva política equivocada. Parece ser una reacción en lugar de responder a la opresión política. Los nacionalistas culturales se definen por una vuelta a la vieja cultura africana para, de ese modo, ganar su identidad y libertad. En otras palabras, sienten que la cultura africana automaticamente les dará la libertad política. Muchas veces los nacionalistas culturales caen en la línea de los nacionalistas reaccionarios.

Papa Doc, en Haití, es un excelente ejemplo de nacionalismo reaccionario. Oprime al pueblo a la vez que promociona la cultura africana. (...) Simplemente expulsó a los racistas y los reemplazó personalmente convirtiéndose él en opresor. Muchos nacionalistas en este país parecen desear los mismos fines. El Partido de las Panteras Negras, que es un grupo revolucionario de gente negra, es consciente que tenemos que tener una identidad. Tenemos que darnos cuenta de nuestra herencia negra para darnos fuerza en movernos y avanzar. Pero volver a la vieja cultura africana es innecesario y, en muchos aspectos, no supone un avance. Creemos que la cultura por sí misma no nos liberará. Vamos a necesitar esfuerzos mucho más duros.

Un buen ejemplo de Nacionalismo Revolucionario fue la revolución en Argelia cuando Ben Bella llegó al poder. Los franceses fueron expulsados pero fue una revolución popular porque el pueblo terminó en el poder. Los líderes que llegaron al poder no estaban interesados en buscar su propio beneficio explotando al pueblo y mantenerlo en un estado de esclavitud. 

Nacionalizaron la industria y sus beneficios fueron a la comunidad. Eso es de lo que se trata el socialismo en resumidas cuentas. Los representantes popular están al mando estrictamente por el consentimiento del pueblo. La riqueza del país está controlada por el pueblo y es él el consultado sobre cuantas modificaciones en la industria tengan lugar.

El Partido de las Panteras Negras es un grupo nacionalista revolucionario y vemos una gran contradicción entre el capitalismo en este país y nuestros intereses. Nos damos cuenta que este país llegó a ser muy rico durante la esclavitud y la esclavitud es capitalismo extremo. 

Tenemos dos enemigos a luchar: el capitalismo y el racismo.

jueves, 17 de enero de 2013

En Defensa de la Intolerancia





Por Slavoj Zizek

La prensa liberal nos bombardea a diario con la idea de que el mayor peligro de nuestra época es el fundamentalismo intolerante (étnico, religioso, sexista...), y que el único modo de resistir y poder derrotarlo consistiría en asumir una posición multicultural. Pero, ¿es realmente así? ¿Y si la forma habitual en que se manifiesta la tolerancia multicultural no fuese, en última instancia, tan inocente como se nos quiere hacer creer, por cuanto, tácitamente, acepta la despolitización de la economía? Esta forma hegemónica del multiculturalismo se basa en la tesis de que vivimos en un universo post-ideológico, en el que habríamos superado esos viejos conflictos entre izquierda y derecha, que tantos problemas causaron, y en el que las batallas más importantes serían aquellas que se libran por conseguir el reconocimiento de los diversos estilos de vida. Pero, ¿y si este multiculturalismo despolitizado fuese precisamente la ideología del actual capitalismo global? De ahí que crea necesario, en nuestros días, suministrar una buena dosis de intolerancia, aunque sólo sea con el propósito de suscitar esa pasión política que alimenta la discordia. Quizás ha llegado el momento de criticar desde la izquierda esa actitud dominante, ese multiculturalismo, y apostar por la defensa de una renovada politización de la economía.

Un Vistazo a la Crisis






Por el Emboscado


La actual crisis económica y financiera mundial parece responder a un plan perfectamente trazado en el que de manera totalmente premeditada se persigue destruir la economía mundial de forma controlada. Los hechos son una realidad insoslayable a pesar de todas las pseudoexplicaciones de los problemas que nos ofrecen los intelectuales del sistema para ocultar las causas reales que los originaron, y esos hechos son que los hidrocarburos se terminan, que en los últimos años hemos asistido a un crecimiento constante del consumo de energía, que la población ha crecido y que el consumo también, unido a la incorporación de decenas de millones de personas a los estándares de vida occidentales. ¿Pero en qué consiste realmente esta crisis?.

Asistimos a la demolición controlada de la economía mundial, prueba de ello es la quiebra de miles de empresas y los despidos masivos. Esta coyuntura de desempleo elevado repercute en un menor consumo a todos los niveles, pero esta contracción del consumo no se queda ahí. La burbuja financiera ha significado que la deuda privada se haya convertido en pública, que las pérdidas se hayan socializado al no permitir el Estado dejar caer a bancos que eran, a juicio de algunos, demasiado grandes como para que cayeran. La deuda de los Estados ha significado su completa alienación al depender financieramente de los bancos y grandes fondos de inversión que son, junto a los organismos supranacionales (FMI, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, etc.), los que han utilizado la deuda pública para chantajear a los Estados e imponerles medidas de reajuste a través del abaratamiento del despido y de la mano de obra, de las privatizaciones de empresas y servicios públicos, de la subida de impuestos, de los recortes presupuestarios, de la imposición en la legislación constitucional de medidas económicas restrictivas, etc.

¿Cuál es la situación? Que vivimos en un mundo con más de 6.000 millones de personas en el que el consumo crece al mismo tiempo que se agotan los hidrocarburos, y que a medio plazo no habrá suficientes recursos para satisfacer la demanda global. La destrucción de la economía real mediante la gran burbuja financiera que se generó en torno al mercado inmobiliario ha servido para contraer el consumo, tanto en las sociedades occidentales como en los países emergentes. Quebraron bancos que se compraron a precios irrisorios, quebraron empresas compradas por menos que nada, se cortó el crédito a la inversión y con ello se eliminó aún más competencia, se crearon grandes monopolios al mismo tiempo que la riqueza se superconcentraba. No hay dinero para la inversión, pero tampoco para el consumo por efecto de la inflación, los recortes sociales y presupuestarios, como también por el descenso de los sueldos. Es una espiral que tiene su propia dinámica que agrava y profundiza todavía más la situación.

Las elites plutocráticas globales llegaron a una conclusión hace mucho tiempo que quedó reflejada en los informes producidos por el Club de Roma, o mismamente en el memorando Kissinger de los 70: en el mundo capitalista actual sobra mucha población para la cantidad de recursos que existen, por lo que la única forma de mantener este sistema económico en el tiempo es a través de una disminución drástica del consumo y de la población. Resultado final: la exclusión de una inmensa franja de la población mundial que ha quedado relegada a la marginalidad, a no tener acceso al consumo de los bienes y servicios más básicos. Según estas mismas elites únicamente un 20% de la población global es necesaria para mantener el funcionamiento del actual sistema, el 80% es prescindible. La cuestión no está en saber si conseguirán sus objetivos de desembarazarse de ese 80% de la población de forma pacífica, a través de la alienación cultural y del entretenimiento consumista, o a través de la fuerza, sino en saber cómo reaccionará la población frente a una situación que le condena no sólo a la exclusión, sino a la mismísima desaparición física.