sábado, 2 de agosto de 2014

El Resentimiento Terrorista




Por Slavoj Žižek


"Si los llamados fundamentalistas de hoy creen realmente que han encontrado su camino hacia la verdad, ¿por qué habrían de verse amenazados por los no creyentes, por qué deberían envidiarles? Cuando un budista se encuentra con un hedonista occidental, raramente lo culpará. Sólo advertirá con benevolencia que la búsqueda hedonista de la felicidad es una derrota anunciada. A diferencia de los verdaderos fundamentalistas, los terroristas pseudofundamentalistas se ven profundamente perturbados, intrigados, fascinados, por la vida pecaminosa de los no creyentes."


"El Segundo Advenimiento" de William Butler Yeats parece expresar perfectametne nuestra situación: «Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están llenos de intensidad apasionada». He aquí una excelente descripción del corte actual entre los anémicos liberales y los exaltados fundamentalistas. Los «mejores» no son ya capaces de implicarse, mientras que «los peores» se implican con el fanatismo racista, religioso y sexista.

Sin embargo, ¿son los terroristas fundamentalistas, sean cristianos o musulmanes, realmente fundamentalistas en el sentido auténtico del término? ¿Creen realmente? De lo que carecen es de una característica fácil de discernir en todos los fundamentalistas auténticos, desde los budistas tibetanos a los amish en Estados Unidos: la ausencia de resentimiento y envidia, una profunda indiferencia hacia el modo de vida de los no creyentes. Si los llamados fundamentalistas de hoy creen realmente que han encontrado su camino hacia la verdad, ¿por qué habrían de verse amenazados por los no creyentes, por qué deberían envidiarles? Cuando un budista se encuentra con un hedonista occidental, raramente lo culpará. Sólo advertirá con benevolencia que la búsqueda hedonista de la felicidad es una derrota anunciada. A diferencia de los verdaderos fundamentalistas, los terroristas pseudofundamentalistas se ven profundamente perturbados, intrigados, fascinados, por la vida pecaminosa de los no creyentes. Queda patente que al luchar contra el otro pecador están luchando contra su propia tentación. Estos llamados «cristianos» o «musulmanes» son una desgracia para el auténtico fundamentalismo.

Es aquí donde el diagnóstico de Yeats falla respecto a la situación actual: la intensidad apasionada de una turba delata una ausencia de auténtica convicción. En lo más profundo de sí mismos los fundamentalistas también carecen de una convicción real, y sus arranques de violencia son prueba de ello. Cuán frágil debe de ser la creencia de un musulmán si se siente amenazado por una estúpida caricatura en un periódico danés de circulación limitada. El terror fundamentalista islámico no está basado en la convicción por los terroristas de su propia superioridad y en su deseo de salvaguardar su identidad cultural y religiosa de la embestida de la civilización global de consumo. El problema de los fundamentalistas no es que los consideremos inferiores a nosotros, sino más bien que secretamente ellos mismos se consideran inferiores. Por eso nuestra condescendiente y políticamente correcta aseveración de que no sentimos superioridad respecto de ellos sólo los pone más furiosos y alimenta su resentimiento. El problema no es la diferencia cultural (su esfuerzo por preservar su identidad), sino el hecho opuesto de que los fundamentalistas son ya como nosotros, pues han interiorizado secretamente nuestros hábitos y se miden por ellos. (Está claro que lo mismo puede decirse también del Dalai Lama, que justifica el budismo tibetano en los términos occidentales de búsqueda de la felicidad y alejamiento del sufrimiento.) La paradoja subyacente en todo esto es que en realidad carecen precisamente de una dosis de esa convicción «racista» en la propia superioridad.

El hecho desconcertante de los ataques «terroristas» es que no encajan bien en nuestra oposición típica entre el mal como egoísmo o desprecio del bien común y el bien como el espíritu para y la disposición al sacrificio en nombre de alguna causa mayor. Los terroristas no pueden parecer sino algo semejante al Satán de Milton con su «Maldad, se tú mi Bien»:(9) mientras ellos persiguen lo que nos parecen objetivos malvados mediante medios malvados, la forma misma de su actividad alcanza el máximo valor del bien. La solución de este enigma no es difícil y ya era conocida por Rousseau. El egoísmo, o la preocupación por el bienestar de uno mismo, no se opone al bien común, puesto que las normas altruistas pueden ser deducidas fácilmente de las preocupaciones egoístas.(10) El individualismo frente al «comunitarismo» y el utilitarismo frente a la afirmación de normas universales son oposiciones falsas, puesto que dos opciones opuestas llegan a idéntico resultado. Los críticos que se quejan de que en la sociedad egoísta y hedonista de hoy faltan valores auténticos se equivocan por completo. Lo auténticamente opuesto al amor propio egoísta no es el altruismo, la preocupación por el bien común, sino la envidia, el resentimiento que me hace actuar contra mis propios intereses. Freud lo sabía bien: la pulsión de muerte se opone tanto al principio del placer como al principio de realidad. El verdadero mal, que es la pulsión de muerte, implica el sabotaje de uno mismo. Nos hace actuar contra nuestros propios intereses. (11)

El problema del deseo humano es que, como dijo Lacan, siempre es «deseo del otro» en todos los sentidos del término: deseo por el otro, deseo de ser deseado por el otro, y especialmente deseo de lo que el otro desea.(12) Esto último hace de la envidia, que incluye el resentimiento, un componente constitutivo del deseo humano, algo que Agustín ya sabía. Recordemos el pasaje de sus Confesiones, a menudo citado por Lacan, que retrata la escena de un bebé celoso del hermano que mama del pecho de la madre: «Yo mismo he visto y comprobado cómo un infante puede estar celoso aunque no pueda hablar. Palidece y lanza miradas furtivas a su hermano de leche».

Desde esta percepción, Jean-Pierre Dupuy propone una crítica convincente de la teoría de la justicia de John Rawls.(13) En el modelo rawlsiano de una sociedad justa, las desigualdades sociales sólo se toleran si los favorecidos también ayudan a los de la parte más baja de la escala social y mientras no se basen en jerarquías heredadas, sino en desigualdades naturales, que son consideradas contingentes, no merecidas. (14) Incluso los conservadores británicos parecen estar ahora preparados para aprobar la noción de justicia de Rawls: en diciembre de 2005, David Cameron, líder tory recién elegido, propuso al Partido Conservador la defensa de los desafortunados, declarando: «Creo que el test de nuestras políticas debe consistir en la pregunta: ¿qué hacen por los que tiene menos las personas que no tienen nada?». Pero Rawls no ve que una sociedad tal crearía las condiciones para una explosión incontrolada de resentimiento: en ella podría percatarme de que mi situación inferior está plenamente «justificada» y podría por ello verme desposeído del recurso de excusar mi fracaso como resultado de la injusticia social.

Rawls propone así un modelo terrorífico de una sociedad en que la jerarquía está directamente legitimada por propiedades naturales, y por ello se desvía de la lección que enseña una sencilla anécdota acerca de un campesino esloveno. Una bruja bondadosa le da a elegir entre entregarle a él una vaca y dos a su vecino, o llevarse una de sus vacas y dos de su vecino. El campesino inmediatamente elige la segunda opción.(15) Gore Vidal demuestra la cuestión sucintamente: «No me basta con ganar, el otro debe perder». La trampa de la envidia/resentimiento es que no sólo aprueba el principio del juego de suma cero, en que mi victoria es igual a la pérdida del otro, sino que implica además un intervalo entre los dos, que no es un intervalo positivo (todos podemos ganar sin ningún perdedor), sino negativo. Si tengo que elegir entre mi ganancia y la pérdida de mi oponente, prefiero la pérdida de mi oponente, incluso si eso significa también una pérdida para mí. Es como si mi ganancia, sin la pérdida del oponente, funcionase como una especie de elemento patológico que contamina la pureza de mi victoria.

Friedrich Hayek supo que era mucho más fácil aceptar las desigualdades si uno puede decir que son el resultado de una fuerza ciega impersonal: lo bueno de la «irracionalidad» del mercado y del éxito o fracaso en el capitalismo es que me permite precisamente percibir mi fracaso o éxito como «inmerecido», contingente.(16) Recordemos el viejo tema del mercado como la versión moderna de un destino imponderable. El hecho de que el capitalismo no sea «justo» es una característica clave que le permite resultar aceptable para la mayoría. Puedo convivir con mi fracaso mucho más fácilmente si sé que no es debido a mis cualidades inferiores, sino al azar.

Lo que Nietzsche y Freud comparten es la idea de que la justicia como igualdad está fundada en la envidia, en la envidia del otro que tiene lo que nosotros no tenemos, y que disfruta de ello. Así pues, en definitiva la exigencia de justicia es la exigencia de que el goce excesivo del otro haya de ser restringido de modo que el acceso de todo el mundo a la jouissance sea el mismo. El resultado necesario de esta demanda, desde luego, es el ascetismo. Puesto que no es posible imponer igual jouissance, lo impuesto, en vez de lo compartido con equidad, es la prohibición. Con todo, en nuestra sociedad presuntamente permisiva, hoy día este ascetismo asume la forma de su opuesto, un imperativo generalizado del superyó, el mandato de «¡goza!». Todos estamos bajo el hechizo de este mandato. El resultado es que nuestro goce se ve más perturbado que nunca. Pensemos en el yuppie que combina la «autorrealización» personal con disciplinas totalmente ascéticas como el jogging, la comida sana y demás. Quizá fuera esto lo que Nietzsche tenía en mente con su noción del «último hombre», aunque sólo hoy podamos discernir realmente sus contornos bajo el disfraz del ascetismo hedonista de los yuppies. Nietzsche no defendía sólo la afirmación de la vida frente al ascetismo: era consciente de que cierto ascetismo es el anverso de una sensualidad excesiva y decadente. Su crítica del Parsifal de Wagner, y más en general de la decadencia tardorromántica que oscila entre la lúbrica sensualidad y el espiritualismo oscuro, da totalmente en el clavo.(17)

Entonces, ¿qué es la envidia? Volvamos a la escena agustiniana del hermano envidioso. El sujeto no envidia del otro la posesión del objeto preciado como tal, sino más bien el modo en que el otro es capaz de gozar de este objeto, por lo que para él no basta con robar y recuperar la posesión del objeto. Su objetivo verdadero es destruir la capacidad/habilidad del otro para gozar del objeto. Así pues, vemos que la envidia ha de situarse en la tríada de la envidia, la avaricia y la melancolía, las tres formas de no ser capaz de gozar del objeto y, desde luego, de gozar de forma reflexiva de esa misma imposibilidad. A diferencia del sujeto de la envidia, que envidia la posesión del otro o la jouissance del objeto, o ambas, el avaro posee el objeto, pero no puede gozado/ consumirlo. Su satisfacción deriva tan sólo de poseerlo elevándolo a una entidad sagrada, intocable/prohibida, que no debe ser consumida bajo ningún concepto. La figura proverbial del avaro solitario es aquella en que lo vemos volver a casa, cerrar con llave las puertas, abrir su cofre y echar entonces un vistazo al preciado objeto, observándolo con ansia. Lo que evita que el objeto sea consumido garantiza su estatus como objeto del deseo. Igual sucede con el sujeto melancólico que posee el objeto, como el avaro, pero pierde la razón que le hizo desearlo. Lo más trágico es que el melancólico tiene libre acceso a todo lo que desea, pero no encuentra satisfacción en ello. (18)

Este exceso de envidia es la base de la conocida aunque no plenamente explotada distinción de Rousseau entre egoísmo, amour de soi (ese amor del yo que es natural) y amour propre, la preferencia perversa de uno mismo sobre los otros en que una persona se centra no en la consecución de un objetivo, sino en destruir el obstáculo para alcanzarlo:

«Las pasiones primitivas, que apuntan todas a nuestra propia felicidad y que no nos ocupan sino con objetos que se relacionan con ellas y no tienen por principio otra cosa que el amour de soi, son en esencia todas amorosas y tiernas. Pero cuando; desviadas de su objeto por los obstáculos, se preocupan más del obstáculo que debe ser apartado que del objeto por alcanzar, entonces cambian de naturaleza y se hacen irascibles y odiosas, y de este modo el amour de soi, que es un sentimiento bueno y absoluto, se convierte en amour propre, es decir, un sentimiento relativo por el que nos comparamos, que pide preferencias, por el que el disfrute es puramente negativo y no busca ya satisfacerse por nuestro propio bien, sino sólo por el mal de los otros. (19)

Así pues, una persona malvada no es egoísta «cuando piensa sólo en sus propios intereses». Un auténtico egoísta está demasiado ocupado preocupándose de su propio bien como para tener tiempo para causar mal a otros. El vicio primario de una mala persona es precisamente estar más preocupada por los demás que por sí mismo. Rousseau está por tanto describiendo un mecanismo libidinoso preciso: la inversión que genera un cambio de la asignación libidinosa, del objeto al obstáculo mismo. Esto podría aplicarse a la violencia fundamentalista, sea en los atentados de Oklahoma o en el ataque a las Torres Gemelas. En ambos casos se trata de odio puro y simple: lo que realmente importaba era destruir el obstáculo (la sede federal de Oklahoma City, el World Trade Center) no alcanzar el noble objetivo de una sociedad verdaderamente cristiana o musulmana. (20)

He aquí la razón por la que el igualitarismo nunca debería ser aceptado en su sentido literal: la noción (y práctica) de la justicia igualitaria, en tanto que esté sostenida por la envidia, yace en la inversión de la típica renuncia realizada para beneficiar a otros: «Estoy listo para renunciar a ello, así que (TAMPOCO) los demás podrán tenerlo!». Lejos de oponerse al espíritu del sacrificio, el mal emerge aquí como el auténtico espíritu del sacrificio, preparado para ignorar el propio bienestar si, a través de mi sacrificio, puedo despojar al otro de su goce...


miércoles, 16 de julio de 2014

Visión Crítica de Israel




Por el Sub-Brigadier


Introducción

Las raíces de la nación judía se remontan a 4.000 años, cuando un pueblo semítico, los hebreos, se establecieron en la zona entonces llamada Canaan. Expulsados por los romanos de sus tierras tras varias rebeliones contra el poder imperial, los judíos fueron forzados a abandonar una zona a la que ya no volverían hasta el año 1948, llamada Palestina.

La creación del Estado israelí comenzó a gestarse con el establecimiento del movimiento sionista a finales del siglo XIX. Entre 1882 y 1897, muchos judíos rusos que huían de las persecuciones se asentaron en Palestina fundando la ciudad de Tel Aviv-Yafo y los primeros 'kibutz' (comunidades cooperativas agrícolas). En 1917 el gobierno británico hizo pública la Declaración Balfour, en la cual se solicitaba la creación de un Estado judío en Palestina. En 1920 la Liga de Naciones puso a Palestina bajo mandato de Gran Bretaña hasta su independencia.

Mientras tanto, la inmigración judía siguió creciendo, provocando la oposición árabe que desembocó en una revuelta islámica en el año 1936. Tras la Segunda Guerra Mundial se redoblaron las presiones para crear un Estado judío, mientras Gran Bretaña imponía serias restricciones a la inmigración hebrea, lo que motivó que grupos armados judíos realizaran ataques contra tropas e instalaciones británicas.

En abril de 1947, Gran Bretaña traspasó el problema de Palestina a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la cual el 29 de noviembre se votó por la partición de Palestina y la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe. Los judíos aceptaron la resolución, pero los árabes no. En mayo de 1948, tras expirar el mandato británico, fue proclamado el Estado de Israel. Casi de forma inmediata a la proclamación, fue atacado por seis naciones árabes, comenzando, así, la primera de las guerras que enfrentaría a israelíes y árabes. La movilización general subsiguiente, junto a la influencia de la comunidad judía en el mundo entero, permitió al nuevo Estado obtener una victoria a través de la cual no sólo logró mantener los territorios que le habían sido adjudicados, sino ganar y conservar otros nuevos ocupados durante la contienda.

Maltrecho pero victorioso, el nuevo Estado comenzó a acoger a emigrantes judíos de todo el mundo. Cientos de miles de judíos que erraban por tierras europeas como consecuencia de la guerra encontraron en el nuevo Estado la tierra prometida donde poder asentarse. En 1956, tras la nacionalización egipcia del canal de Suez, los israelíes ocuparon el Sinaí y Gaza hasta que las fuerzas de la ONU se establecieron en esos territorios. En 1964 se fundó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Tres años después, ante el bloqueo egipcio, Israel atacó el Sinaí así como una parte de los territorios de Jordania y Siria. Al final de la guerra de los Seis Días - así se llamó esta contienda–, los israelíes ocupaban todo el Sinaí, Gaza, la orilla este del canal de Suez y las alturas del Golán, en Siria.

En 1973 estalló de nuevo la guerra cuando tropas egipcias, sirias e iraquíes atacaron Israel. Terminado el conflicto, Israel consiguió mantener la totalidad de los territorios conquistados en la anterior guerra. En 1979 Israel y Egipto firmaron un tratado de paz gracias al cual se abrieron las fronteras entre ambos países, e Israel se retiró de los campos petrolíferos del Sinaí. En 1982, fuerzas del ejército israelí invadieron Líbano sitiando Beirut, donde se encontraban los guerrilleros palestinos. Tras una lucha cruenta que terminó con la práctica destrucción de la capital libanesa, Israel abandonó Líbano.

En 1991 se iniciaron en Madrid las conversaciones de paz entre delegaciones israelíes, palestinas y árabes, cuya base de negociación fue la de obtener la paz a cambio de los territorios ocupados por Israel en las sucesivas contiendas. Como consecuencia de estas conversaciones, se concedió a los palestinos (la antigua OLP dirigida por Yasir Arafat), la plena autonomía de los territorios de Gaza y Jericó, así como una limitada autonomía en la orilla oeste, la antigua Cisjordania. Estos territorios pasaron a ser gestionados por la Autoridad Nacional Palestina como paso previo hacia una autonomía total.

La intifada, que se inició en 1987, es, en los últimos años, un constante foco de tensión social entre judíos y palestinos que no ha desaparecido con el reconocimiento de la Autoridad Nacional Palestina por parte israelí. Los ultranacionalistas israelíes tampoco ayudan a la pacificación del territorio.

En la actualidad, los palestinos ejercen un control relativo del territorio asignado y tratan de desligarlo del control y la dependencia económica israelí a la espera de conseguir la independencia total. Mientras, los israelíes pretenden asegurarse el reconocimiento de todos los países árabes y la obtención de un compromiso de paz firme y duradera que garantice su seguridad. Las cuestiones más candentes para conseguir este difícil equilibrio son, por una parte, la complicada situación de la simbólica ciudad de Jerusalén, especialmente significativa para todas las partes en conflicto y, por otra, la postura de algunos países árabes de la zona que no están dispuestos a negociar la paz con Israel.

La historia no contada del conflicto palestino-israelí

Se ha dicho que criminal de guerra o criminal contra la humanidad no es el que comete delitos contra la misma, sino el que pierde las guerras o el que no tiene el poder del sistema en sus manos. Cuatro millones de palestinos expulsados de su tierra por el sionismo internacional, por el terror del ejército judío en los últimos 50 años siguen privados de sus derechos humanos. Israel no quiere ratificar el Tribunal Penal Internacional. De existir un Tribunal Mundial independiente, el estado de Israel sería el primero en ser juzgado : expulsiones masivas de población , destrucción de archivos , voladuras de barrios para sustituirlas por colonias de judíos , bombardeo de ciudades civiles en Siria y Líbano , detenciones administrativas (sin juicio) , terrorismo de estado ( Mossad ) , incumplimiento de resoluciones de la ONU , guerras de agresión , un largo etcétera de crímenes no sancionados al estado del pueblo elegido.

La provocación consentida de Ariel Sharon y la desde un primer momento desmedida represión de las fuerzas militares y de seguridad israelíes han prendido la mecha de una frustración y descontento cuyo poso ha ido alimentándose de manera intensiva en los años precedentes, fruto de un marco negociador que se ha traducido mucho más en seguridad que en territorios, y en el que los palestinos nunca han sido vistos como socios, sino como un riesgo para la seguridad que había que contener.

En consecuencia, territorialmente, el proceso de paz se ha centrado en satisfacer la concepción de seguridad israelí. Esto es, conservar territorio sin población palestina y aislar los pedazos de territorio bajo control palestino. El reducido traspaso territorial a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) se ha limitado al 60% de la banda de Gaza y a las siete principales ciudades de Cisjordania (3% del territorio, donde se concentra el 70% de la población), mientras que en Hebrón, habitado por 140.000 palestinos, Israel ha conservado el 20% de la ciudad para una colonia de 400 judíos instalados en pleno centro urbano.

En el 24% restante de Cisjordania, a los palestinos sólo se les ha concedido la gestión municipal, en tanto que Israel conserva la seguridad. En consecuencia, Israel ha conservado el control absoluto sobre el 69% del territorio cisjordano, donde sólo habitan unos 2.000 palestinos, y el 30% del de Gaza, donde 6.000 colonos controlan el 42% de las tierras cultivables (y el 58% restante es para 1.200.000 palestinos). Mientras tanto, se ampliaban las colonias judías y se construían más carreteras para colonos, encerrando aún más el territorio bajo control palestino en islotes inconexos.

En los acuerdos de Wye Plantation (1998), Israel no cumplirá el repliegue acordado para ampliar el territorio palestino de Cisjordania hasta el 13%, pero Arafat sí cumplirá con celo los acuerdos sobre seguridad allí decididos, por los cuales la ANP se comprometió a perseguir y encarcelar a los contrarios a Oslo, principalmente los militantes de Hamás. Al revés, en Israel los contrarios al proceso de paz son invitados a formar parte de los Gobiernos.

En conclusión, a la exigüidad del territorio devuelto a los palestinos se sumará su extrema discontinuidad y fragmentación en pequeñas porciones, de manera que se va a reducir drásticamente la libertad de desplazamiento de los palestinos fuera de los islotes bajo control de la ANP, en tanto que aumentará la capacidad israelí de aislar y encerrar a dichos palestinos no ya dentro de Cisjordania y Gaza como antes, sino incluso en su minúscula aldea o ciudad. El sitio al que Israel está sometiendo a los palestinos actualmente así lo demuestra, excediendo con mucho la situación vivida en los peores momentos de la anterior Intifada, entre 1987 y 1993.

Por ello, la aparentemente generosa propuesta que se dice que Barak hizo a Arafat en Camp David no podía tener viabilidad para los palestinos. Según publicó el periódico israelí Haaretz, la propuesta israelí se basó en la oferta del 90% de Cisjordania a cambio de anexionarse un 10% en el que se agruparía el 80% de los colonos (y 40 pueblos palestinos con 80.000 habitantes de futuro incierto).

Otros 40.000 colonos quedarían en lo que se denominó settlement clusters, que son aquellos situados en el centro de los territorios palestinos y que serían como islas de soberanía israelí. De acuerdo con este plan, Palestina sería un conglomerado de guetos territoriales separados por colonias, carreteras y controles israelíes con capacidad para sitiar a los palestinos cuando la seguridad israelí lo decidiese. Además, esta propuesta israelí iba unida a que los palestinos renunciasen al control de las principales arterias de transporte y del valle del Jordán.

Ningún reconocimiento de los refugiados palestinos por parte israelí se consiguió en Camp David. Así, llegado ese momento, se podría decir que la cuestión de Jerusalén no fue más que el escenario grandilocuente tras el que se levantaba un proyecto americano-israelí de una Palestina inviable. Pero esa inviabilidad no es sólo político-territorial, sino también económica. En el proceso de paz, los israelíes han cedido a los palestinos la jurisdicción en los ámbitos de sanidad, educación y bienestar social, de manera que se han desembarazado de dichos gastos y responsabilidades, pero se han negado a la creación de un banco central palestino y a la emisión de una moneda palestina propia, manteniéndose el shekel israelí como moneda de curso legal.

Se aceptó la construcción de un aeropuerto y de un puerto en Gaza (con financiación europea), si bien el atraque de buques y el vuelo de aviones sigue sometido a la autorización israelí. El sistema fiscal acordado establece que el 60% de los impuestos que deben ser recaudados por los palestinos es recogido en primera instancia por Israel y transferido posteriormente a la Autoridad Nacional Palestina.

De esta situación se deriva una insoportable dependencia palestina de Israel, que retrasa o suspende las transferencias según su criterio, como está haciendo en la actualidad. A esto se añade que en torno al 92% de las tierras agrícolas y el 80% de los recursos hídricos de los territorios palestinos siguen bajo dominio israelí.

El control en materia de empleo y comercio por parte de Israel sigue siendo también una constante. Los territorios palestinos son un mercado cerrado al comercio exterior y una cantera de mano de obra barata para Israel supeditada a su sistema productivo (más del 40% de los trabajadores palestinos ganan sus salarios en este país en sectores poco calificados, como construcción, industria textil y agricultura).

Su escasa productividad procede de la imposición israelí de normas que protegen la potencial competencia palestina para sus industrias. Así, mientras las exportaciones palestinas a Israel son muy reducidas, el gran contingente de importación que los palestinos tienen que realizar procede en su 90% de Israel. De ahí la capacidad israelí de estrangular económicamente a los palestinos como está ocurriendo hoy día, pudiendo desencadenarse un escenario catastrófico de hambre y enfermedades.

Los colonos, población judía civil armada, han incentivado sus agresiones no sólo contra la población palestina, por supuesto, sino también contra los campos de olivos en plena campaña de recogida de la aceituna, clave en la economía palestina, y mientras Israel pide a la ANP que contenga las manifestaciones, los palestinos no ven que los militares contengan la violencia de los colonos.

Y no hay que olvidar que esa población de colonos está implantada ilegítimamente en territorio palestino y que sus miembros provienen de los sectores fundamentalistas judíos más ultras de Israel, con una mentalidad violentamente antipalestina y que disponen de un amplio armamento y protección militar. Es decir, no se trata de una pobre población acosada por elementos invasores que les atacan a ellos y a "sus" tierras, tal y como la propaganda israelí ha logrado filtrar en muchos medios de comunicación.

Es el rechazo a este marco, utilizado como camuflaje para perpetuar la ocupación y control israelíes, lo que ha precipitado la Intifada actual. Dicha Intifada, lejos de ser objeto de la manipulación de un perverso Arafat que sacrifica a sus niños para perjudicar la imagen de Israel, como han expuesto también muchos medios de comunicación voluntariamente manejados por el influyente lobby israelí, ha procedido tanto de un movimiento de masas políticamente desorganizado, compuesto principalmente por jóvenes entre 15 y 25 años, como de sectores armados irregulares (armados quiere decir que tienen pistolas y metralletas frente a los tiradores de elite y los sofisticados tanques, helicópteros y misiles israelíes).

La estructura organizativa del levantamiento está siendo provista por un bloque de fuerzas de oposición nacionalistas e islamistas en conjunción con Al Fatah, que viene a ser algo así como el partido gubernamental palestino. Esta coalición está dominada por el sector Tanzim de Al Fatah sobre la base de un entendimiento informal con la oposición. Las relaciones entre dicha coalición y el Gobierno palestino no son de independencia, pero tampoco de subordinación; más bien varían según la zona y según las circunstancias lo piden o permiten.

Probablemente, Israel está determinado a continuar las radicales presiones políticas, económicas y militares hasta que la ANP acepte volver al marco de Camp David o logre imponérselo con la ayuda estadounidense y la hiriente ausencia europea como parte de pleno derecho en la mediación. En ese punto, los palestinos estarán cada vez más decididos a convertir el levantamiento en una auténtica guerra de liberación nacional de grandes consecuencias en la zona.

Agresiones contra Palestina

Livianamente se habla hoy de terrorismo y éste se endilga desenfadadamente al pueblo palestino, y mundo musulmán en general, como un producto exclusivo de su cultura, cada vez que algún fundamentalista se inmola por su Patria y su libertad.

La fundación misma de Israel se ejecutó en baños de sangre inocente y crímenes de insospechada barbarie. Palestina, el territorio que los judíos demandaban como propio, estaba bajo control británico en forma de un protectorado hasta el 14 de mayo de 1948, día en que los británicos lo abandonaron. Ese mismo día, David Ben-Gurión proclamó unilateralmente el Estado Judío Sionista, realizando el compromiso adquirido por el primer ministro inglés Lord Balfour, cercano al clan Rothschild, con los dirigentes sionistas durante la Primera Guerra Mundial. Las consecuencias han sido el desplazamiento forzado de grandes masas de ciudadanos árabes, demolición de ciudades y hogares, guerras invasivas y genocidio desatado, todo con total impunidad.

En las noticias oímos hablar de Deir Yassin, como antes oímos de Sabra y Shatila, pero no existe un detalle preciso de las incursiones criminales de los terroristas judíos. Éstas pueden separarse entre antes y después de la fundación de Israel:

13.XII.47
En cuatro autos llega una banda de judíos en uniforme inglés a un café lleno de árabes en la ciudad de Yehida, barriendo el interior con nutrido fuego de ametralladoras. Asesinados 7 árabes. El mismo día había estallado una bomba en medio de una multitud de árabes cerca de la Puerta de Damasco. Otra bomba fue arrojada a una muchedumbre árabe en Yaffa matando a 6 e hiriendo a 40.

18.XII.47
Dos camiones repletos de criminales de la Haganá, organización terrorista judía, atravesó veloz la ciudad de Khisas cerca la frontera con El Líbano, lanzando fuego de metralla y granadas indiscriminadamente. Diez palestinos fueron asesinados.

19.XII.47
Al día siguiente cinco niños son asesinados por terroristas judíos que arrojan una bomba a un hogar palestino en Mukhtar.

01.I.48
Doscientos terroristas judíos se deslizan en la ciudad de Al-Shaikh y lanzan granadas al interior de los hogares palestinos. Luego esperan a los que huyen para ametrallarlos. La matanza es de 40, la mayoría mujeres y niños.

09.IV.48
En Deir Yassin se perpetra uno de los más desalmados genocidios contra su población. La Haganá acompañada de la siniestra Banda Stern y el no menos tétrico Irgún atacan en masa las 4.00 am. Recorren casa por casa sembrando la muerte. Este crimen tiene un ribete particular que lo hace aún más canallesco. Los sionistas habían conseguido que los ancianos se comprometieran a denunciar ante ellos a todo árabe que entrara armado al pueblo, ganando así su misericordia. Al día siguiente un médico de la Cruz Roja se atrevió a informar la atrocidad. Comprobó que unos 250 árabes habían sido asesinados a sangre fría y todos los que sobrevivieron habían sido pasados a cuchillo. Además habían atravesado con bayonetas el vientre de 25 mujeres embarazadas antes de rematarlas. De los niños 52 fueron mutilados ante los ojos espantados de sus madres, para luego acuchillarlos y cortar sus cabezas. Tanto la Agencia Judía como las tropas británicas sabían de esta masacre pero no hicieron ni dijeron nada. Esta es la carnicería que desató la primera huida en masa de los palestinos abandonando sus granjas y sus casas.

13-14.IV.48
Asesinos de la Banda Stern y del Irgún entran en Naser-al-Din disfrazados con uniformes árabes. Cuando los aldeanos salen engañados a recibirlos abren fuego matando a 40.

14.V.48
Fundación del Estado de Israel. Ésta necesitó el visto bueno de una mayoría de países en la ONU, obtenida con la intervención personal de Harry Truman. Él amenazó a Grecia con cortar la ayuda que le entregaba y a Liberia con un embargo si no votaban favorablemente el reconocimiento oficial de este estado, cuando los judíos llegaban sólo a 37% de la población del territorio arrebatado.

21.V.48
La ciudad de Beit Daras fue rodeada y se acordó una tregua para permitir la salida de mujeres y niños. No obstante, a medida que iban saliendo fueron todos ametrallados.

11.VII.48
El 89º Batallón de Comandos dirigido por Moshe Dayan ocupó Lydda y mediante altavoces alertó a la población diciendo que aquellos que se refugiaran en determinada mezquita estarían a salvo. Una vez llena ésta, los judíos lanzaron granadas al interior matando entre 80 y 100 árabes. Luego impidieron que se retiraran los cuerpos durante 10 días en pleno verano. Esa mezquita permanece abandonada hasta hoy. Yitzhak Rabin ordenó a los 60.000 habitantes que marcharan 25 Km hasta las líneas árabes. Más tarde escribiría: “No hubo manera de evitar el uso de la fuerza y disparos esporádicos para hacerlos marchar hasta el campo de refugiados de Ramallah”. No les proveyeron agua y menos algún medio de transporte. El sol ardiente y la deshidratación causaron la muerte de unos 350 ancianos y enfermos. Muchos sobrevivieron bebiendo su propia orina.

29.X.48
Los sucesos de este día son relatados por uno de los homicidas: “Se mataron entre 80 y 100 árabes, hombres, mujeres y niños. Para matar los niños se les rompía la cabeza con un garrote. No quedó una sola casa sin cadáveres. Un oficial ordenó a un soldado llevar dos mujeres al interior de una casa que se apestaba a dinamitar. Otro se jactaba de haber violado a una mujer árabe antes de matarla a balazos”.
Esta atrocidad fue cometida por el mismo Batallón 89 de Moshe Dayan, que había masacrado Lydda antes.

07.II.51
Pasan los años y el genocidio continúa. Violando el armisticio, soldados judíos cruzan la frontera de Mukhtar y vuelan casas árabes matando a 10 ancianos, 3 mujeres y 5 niños.

14.X.53
Unos 700 soldados atacan Kibya, al oeste de Jerusalén. Usaron morteros para volar 42 casas, una escuela y una mezquita. Asesinaron a 75 civiles. La orden la dio Ariel Sharon.

29.X.56
Guardias armados rodean Mukhtar y declaran que el toque de queda se cambió de las 6 pm a las 5 pm. Los aldeanos protestan indicando que muchos se encuentran trabajando y no alcanzarán a llegar antes de esa nueva hora. De éstos, 43 fueron ametrallados a medida que regresaban, mujeres y niños incluidos. La ONU hizo investigar este crimen masivo pero no hubo sanciones puesto que EE.UU. vetó cualquier medida punitiva contra Israel.

13.XI.82
Durante la invasión a El Líbano, el actual primer ministro israelí autorizó a milicianos locales para que arrasaran los campos de refugiados de Sabra y Shatila. La Cruz Roja contó 2750 muertos, mujeres y niños incluidos.

20.V.90
Un soldado judío alineó trabajadores palestinos ante un paredón y con su metralleta asesinó a 13.

08.X.90
La policía judía invade a sangre y fuego la mezquita de Aqsa. Mueren 22 palestinos.

24.II.94
Un inmigrante judío de Nueva York, Baruch Goldstein, entró a la mezquita de Ibrahimi y masacró a 50 feligreses dejando heridos a más de 200. La población salió a las calles en protesta y la policía mató a 23 más. Hoy, Goldstein es venerado como héroe entre los judíos neoyorkinos.

De esa fecha hasta hoy las víctimas fatales del odio sionista llegan a más de 1.700. Ninguna atrocidad ha podido ser investigada por la ONU pues siempre lo impide el veto de EE.UU.

Todas estas muertes a sangre fría tenían como fin tanto el despoblamiento de los territorios que Israel codiciaba, como lo que hoy se llama “limpieza étnica”, lo que denunció Jeff White en “The Report’ del 22 de Octubre tras una ardua y profunda investigación periodística y que sirve de base para este escrito

Herzl escribió en 1895: ‘Debemos tratar de empujar a la población sin recursos al otro lado de la frontera después de apoderarnos de sus tierras’. Y en 1937 Ben Gurión declaró: “La expulsión forzada de los árabes de los valles del futuro estado judío nos dará algo que nunca tuvimos, ni siquiera en tiempos antiguo”’. A estas clarísimas declaraciones se agrega un informe secreto de la inteligencia judía que propone técnicas para aterrorizar a la población y hacerla huir. Incluían “el factor sorpresa, prolongados barridos con artillería, provocar atronadoras explosiones, y altoparlantes para esparcir el terror”. Sobra decir hasta qué punto y en qué forma estas técnicas, y otras peores, han sido y siguen siendo empleadas contra el pueblo palestino.

Hay otro informe que detalla masacres en 110 aldeas y reconoce que Deir Yassin fue “un factor acelerador decisivo”. No hay duda que los ciudadanos aterrorizados huirían de sus hogares en abierto pánico. Pero como existía la posibilidad de que el terror pasara y decidieran regresar a lo suyo, el parlamento sionista aprobó una moción que les prohibía hacerlo y autorizaba a la policía israelí dispararles a matar si lo intentaban. Además se organizó un “Comité de Transferencia” encargado de destruir las casas palestinas, cuidar que ningún refugiado regresara, el exilio de los que quedaban y la planificación de asentamientos judíos, dando especial atención a los agricultores colocando minas para impedir su regreso, dinamitando sus casas y asesinando a los que se atrevían a cosechar el fruto de su trabajo.

Un buen ejemplo es Lydda, donde, tras asesinar 250 personas, David Ben Gurión, futuro primer ministro, ordenó la expulsión de los 60.000 residentes, y Yitzhak Rabin confiscó todas las viviendas y negocios sin compensación. Entre tantos crímenes ese día un padre fue acribillado por tratar de impedir que su hija fuera violada por una banda de terroristas judíos.

La Cruz Roja ha definido esta situación como “crimen de guerra” y “una afrenta a la civilización”.

Israel y las resoluciones de la ONU

Tanto el establecimiento del Estado de Israel en 1948, como su historia en los 50 años posteriores hasta la actualidad, están esencialmente unidos a las resoluciones que de forma periódica y abundante adopta la Asamblea General y el Consejo de Seguridad (CS) de las Naciones Unidas (ONU) respecto a aquél. En la mayor parte de estas resoluciones, la ONU deplora, advierte, censura, exige y condena acciones de Israel, uno de sus Estados miembros. El número de resoluciones asciende a varias docenas, aunque los asuntos de que se ocupan son siempre los mismos. Esta prodigalidad y repetición permite, a primera vista, destacar dos notas de estas resoluciones: que Israel hace caso omiso de las mismas y que las resoluciones se suceden sin que por ello se aprecie un avance en el cumplimiento de los fines de la Carta de la ONU.

Por ejemplo, la resolución 799 del CS, de 18 de diciembre de 1992, sobre el retorno de los palestinos expulsados por Israel a Líbano, en violación de la legislación internacional (Convención de Ginebra de 1949, de la que Israel es Estado miembro), comienza "reafirmando sus resoluciones 607 (1988), 636 (1989), 641 (1990), 694 (1991) y 726 (1992)", las cuales se ocupan del mismo asunto: la violación de esta Convención y de otros instrumentos internacionales de salvaguardia de los derechos humanos y políticos por parte de Israel. Se trata, en definitiva, de una letanía interminable de condenas que no producen ningún efecto.

Debido a esa desobediencia reiterada sin consecuencias para el infractor, que al ser Estado miembro se compromete a cumplir con las resoluciones, son muchos los millones de personas que ponen en duda la capacidad de ONU para hacer cumplir los fines de su Carta fundacional relativos a la paz internacional y los derechos políticos de los pueblos. También son muchos los millones que no sólo dudan sino que desconfían del papel de ONU como mediador justo en el conflicto que enfrenta a Israel con varios países árabes, y sobre todo con el pueblo palestino. A la vista de lo que ocurre con otras resoluciones a pocos kilómetros de Israel, en Iraq, no son los palestinos los únicos que se escandalizan por lo que califican de doble estándar de las Naciones Unidas a la hora de hacer cumplir aquéllas, aunque formen uno de los pueblos que más sufren esta injusticia internacional continuada.

Las principales resoluciones incumplidas se pueden analizar en diversos ítemes:

El establecimiento de Israel

- Resolución 181 de la Asamblea General, de 29 de noviembre de 1947 (Plan de Partición), sobre el futuro gobierno de Palestina. En esta larguísima resolución, se reconoce en primer lugar que la situación en Palestina en 1947 es una amenaza para la paz. Se propone luego un plan de partición de la tierra con unión económica: "Se establecerá una Estado árabe y otro judío independientes y un Régimen Internacional Especial para la ciudad de Jerusalén (...)". Luego se abordan los pasos necesarios para el logro de la independencia y más adelante los "lugares santos y los edificios y lugares religiosos". Se trata posteriormente de los derechos de las minorías, de la ciudadanía y de las relaciones internacionales. Un capítulo especial se dedica a la unión económica, mientras que toda la parte segunda se ocupa de las fronteras y toda la tercera de Jerusalén.

La cuestión de los refugiados

- Resolución 212 (III) de la Asamblea General, de 19 de noviembre de 1948: Asistencia a los refugiados palestinos. Se reconoce que, para ONU, "la elección es entre salvar la vida de muchos miles de personas ahora o permitir que mueran". El resto se ocupa principalmente de la logística de las actuaciones para salvar a los palestinos.

- Resolución 194 de la Asamblea General, de 11 de diciembre de 1948 : se "resuelve que los refugiados que deseen volver a sus casas y vivir en paz con sus vecinos, deben ser autorizados a hacerlo lo antes posible, y se debe pagar una compensación a los que decidan no volver, así como a los que sufrieron daños o perdidas en sus propiedades (...)" La resolución, que es conocida fundamentalmente por ocuparse del retorno de los refugiados, se ocupa también de más cuestiones de la mayor importancia: "establece una Comisión de Conciliación", "resuelve que los lugares santos y los lugares y edificios religiosos de Palestina deben ser protegidos y de libre acceso", y resuelve que "debe darse la máxima libertad de acceso a Jerusalén por carretera, ferrocarril y aire, a todos los habitantes de Palestina".

Jerusalén y la capitalidad de Israel

- Resolución 303 de la Asamblea General, de 9 de diciembre de 1949, sobre Jerusalén: "La ciudad de Jerusalén se establecerá como un corpus separatum bajo un régimen internacional especial y será administrada por las Naciones Unidas".

La expansión territorial de Israel y los asentamientos

- Resolución 242 del CS, de 22 de noviembre de 1967: esta brevísima resolución comienza "expresando su constante preocupación por la grave situación de Oriente Medio" y "enfatizando la inadmisibilidad de la adquisición de territorio mediante la guerra, y la necesidad de trabajar por una paz justa y duradera en la que cada Estado de la zona pueda vivir con seguridad". A renglón seguido pide "la retirada de las fuerzas armadas de Israel de los territorios ocupados en el conflicto reciente" y "la consecución de una solución justa al problema de los refugiados".

- Resolución 33/71 de la Asamblea General, de 14 de diciembre de 1978, prohibiendo la cooperación militar con Israel: en ella se expresa "grave preocupación por el continuo y rápido crecimiento militar de Israel ", y "alarma por el empleo por parte de Israel de bombas de fragmentación contra campos de refugiados y objetivos civiles en el sur del Líbano". A continuación "reconoce que la continua escalada del armamento israelí constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales y subraya el persistente desafío de Israel a las resoluciones de la Asamblea General y su política de expansión, ocupación y negación de los derechos inalienables del pueblo palestino". También repite anteriores "condenas de la intensificación de la cooperación militar entre Israel y Africa del Sur". Concluye solicitando a "todos los Estados, bajo el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, que se abstengan de suministrar armas, munición, equipos y vehículos militares, o repuestos a Israel, sin ninguna excepción".

- Resolución 446 del CS, de 22 de marzo de 1979, sobre los asentamientos: "Determina que la política y las actuaciones de Israel de establecimiento de asentamientos en los territorios palestinos y árabes ocupados desde 1969, no tienen validez legal y constituyen un serio obstáculo para la consecución de una paz justa, global y duradera en Oriente Medio".

Los derechos humanos y la seguridad de Israel

- Resolución 2443 de la Asamblea General, de 19 de diciembre de 1968, para establecer un comité de investigación sobre las actuaciones israelíes. Esta resolución "se guía por los fines y principios de la Carta de las Naciones Unidas y por la Declaración Universal de los Derechos Humanos". En ella se recuerda a Israel que "desista de destruir casas de la población civil árabe en las áreas ocupadas", y expresa su “grave preocupación por la violación de los derechos humanos en los territorios árabes ocupados".

- Resolución 3379 de la Asamblea General, de 10 de noviembre de 1975, que califica al sionismo como una forma de racismo. Se recuerda que la Asamblea General condenó la alianza entre el racismo de Africa del Sur y el sionismo (14 de diciembre de 1973), y "determina que el sionismo es una forma de racismo y de discriminación racial". Esta resolución ha sido revocada recientemente.

- Resolución 471 del CS, de 5 de junio de 1980. "Horrorizado por el intento de asesinato de los alcaldes de Nablus, Ramala y Al Bire, gravemente preocupado porque se autoriza a los colonos judíos en los territorios ocupados a llevar armas, lo que les permite perpetrar crímenes contra la población civil árabe, condena el intento de asesinato" y "manifiesta honda preocupación porque Israel, potencia ocupante, no ha facilitado la protección adecuada a la población civil en los territorios ocupados”.

- Resolución ES-7/9 de la Asamblea General, de 24 de septiembre de 1982, que condena la masacre de civiles palestinos en Beirut : Recuerda las resoluciones del CS 508 (1982) de 5 de junio de 1982, 509 (1982) de 6 de junio de 1982, 513 (1982) de 4 de julio de 1982, 520 (1982) de 17 de septiembre de 1982 y 521 (1982) de 19 de septiembre de 1982, "reafirma en particular su resolución 194 (III) de 11 de diciembre de 1948 y condena la masacre criminal de palestinos y otros civiles en Beirut el 17 de septiembre de 1982".

- Resolución 904 del CS, de 18 de marzo de 1994, respecto de la masacre de Hebron: "Condena fuertemente la masacre de Hebron y sus secuelas, lo que costó la vida a más de cincuenta civiles palestinos e hirió a varios centenares más; pide a Israel, la potencia ocupante, (...) la confiscación de las armas, con el fin de impedir las acciones violentas ilegales por parte de los colonos israelíes.

Israel y Estados Unidos, una relación única

Las relaciones entre EE.UU e Israel han sido descritas de distintas maneras. Los políticos se refieren a Israel como el mejor aliado de EE.UU en Oriente Medio, si no en el mundo. Otros lo consideran un aliado estratégico. Algunos piensan que Israel y EE.UU comparten valores democráticos comunes en la guerra contra el terrorismo. Dentro de la izquierda, los críticos consideran a Israel una herramienta del imperialismo norteamericano para minar el nacionalismo árabe, un baluarte contra el terrorismo fundamentalista islámico. Unos pocos escritores señalan el "exceso de influencia" que el gobierno israelí ejerce en la política del gobierno norteamericano a través de los poderosos lobbies y personalidades judíos en los círculos mediáticos, financieros y políticos.

Aun cuando haya algo de verdad en lo anterior, existe un aspecto único en esta relación entre una potencia imperial como EE.UU y una potencia regional como Israel. A diferencia de la relación de Washington con la Unión Europea (UE), Japón y Oceanía, Israel es quien presiona y obtiene vastas transferencias de recursos financieros (2,8 mil millones de dólares al año; 84 mil millones en 30 años). Israel obtiene transferencias de los más modernos armamentos y tecnología, acceso sin restricciones a los mercados de EE.UU, libre acceso de emigrantes, el compromiso de apoyo incondicional de EE.UU en caso de guerra y represión del pueblo palestino colonizado, y la garantía del voto de EE.UU en contra de cualquier resolución de Naciones Unidas.

Desde el punto de vista de las relaciones entre Estados, la potencia menor regional es la que arranca un tributo al Imperio, un resultado aparentemente único o paradójico. La explicación de esta paradoja se encuentra en el poderoso e influyente papel de los judíos proisraelíes en sectores estratégicos de la economía norteamericana, partidos políticos, el Congreso y el poder Ejecutivo. El equivalente más próximo con imperios del pasado es el de los influyentes colonizadores blancos de las colonias, que por medio de sus vínculos en el extranjero fueron capaces de obtener subsidios y relaciones comerciales especiales.

Los "colonos" israelíes en EE.UU han invertido y donado miles de millones de dólares a Israel, en algunos casos desviando fondos de las cuotas de los sindicatos de trabajadores con bajos sueldos para comprar bonos israelíes empleados para financiar nuevos asentamientos coloniales en los territorios ocupados. En otros casos, el Estado de Israel ha protegido a judíos fugitivos de la justicia norteamericana, especialmente a riquísimos estafadores como Mark Rich. Las ocasionales demandas oficiales de extradición por parte de la justicia norteamericana han sido ignoradas.

El imperio colonizado se ha desvivido por ocultar su sumisión ciega a su supuesto aliado, pero poder hegemónico de hecho. La relación entre EE.UU e Israel es la primera de la historia contemporánea en la que el país imperial encubre un importante ataque militar deliberado de un supuesto aliado. En 1967 el U.S. Liberty, un barco de comunicaciones y de reconocimiento, fue bombardeado y destruido durante casi una hora por aviones de combate israelíes en aguas internacionales, lo que provocó cientos de muertos y heridos entre los marineros y oficiales. Mensajes por radio israelíes interceptados así como el hecho es que se mostrara muy claramente la bandera norteamericana demuestran que fue un acto deliberado de agresión.

Washington actuó como habría actuado cualquier dirigente del tercer mundo ante un embarazoso ataque a su hegemonía: silenció a sus oficiales de marina que habían sido testigos del ataque y aceptó discretamente una compensación y una disculpa formal. Aparte del hecho de que esto fuera una acción sin precedentes en las relaciones militares y diplomáticas de EE.UU con cualquier aliado, no se conoce ningún caso de un país imperial que encubra un ataque de un aliado regional. Muy al contrario, a circunstancias similares han seguido respuestas diplomáticas y militares belicosas.

En ningún caso se puede explicar esta aparente anomalía por medio de la debilidad militar o la ineficacia diplomática: el armamento de Washington es claramente superior y sus diplomáticos son capaces de elevar una enérgica protesta ante aliados o adversarios cuando existe voluntad política. El lobby judío- norteamericano, los congresistas, los medios y los magnates de Wall Street estratégicamente situados en el sistema político económico de EE.UU, garantizaron que el Presidente Johnson actuara dócilmente. Ni fueron necesarias presiones directas porque un liderazgo político hegemónico actúa, aparentemente, según sus propias creencias una vez aprendidas las reglas del juego político. La relación entre EE.UU. e Israel es una relación única, que ni siquiera un ataque militar no provocado puede poner en cuestión. Como todos los poderes hegemónicos, Washington amenazó a los testigos de la marina norteamericana con un juicio militar si hablaban mientras que mimaban a sus agresores en Tel Aviv.

Otro ejemplo de la asimétrica relación se encuentra en uno de los principales casos de espionaje durante la Guerra Fría que implicó a un agente israelí, Jonathan Pollard, y al Pentágono. Pollard robó y copió durante varios años bolsas llenas de documentos reservados sobre el servicio de inteligencia norteamericano, la contrainteligencia, planes estratégicos y armamento militar, y los puso en manos israelíes. Fue el caso de espionaje más importante llevado a cabo contra EE.UU por cualquier aliado en la historia reciente. Pollard y su mujer fueron declarados culpables. El gobierno norteamericano protestó en privado al israelí. Los israelíes, por su parte, organizaron, por medio de sus aliados judío-norteamericanos, un lobby para hacer propaganda a su favor. Finalmente, todos los principales dirigentes israelíes e integrantes de los lobbies hicieron campaña a favor de su amnistía y estuvieron a punto de lograrlo con el presidente Clinton.

La desigual relación se hace claramente patente en el caso de un importante fugitivo de la justicia, Mark Rich. Financiero y comerciante, el tribunal federal norteamericano lo condenó por diversos casos de clientes estafados y timados. Huyó a Suiza y posteriormente obtuvo el pasaporte y la ciudadanía israelí al invertir fuertes cantidades de su fortuna en industrias y obras benéficas israelíes. A pesar de la gravedad de su delito, Rich se codeó con los principales líderes en Israel y con su elite económica. En el año 2000 el primer ministro israelí y numerosas personalidades judías pro-israelíes, incluyendo a la ex-esposa de Rich, convencieron a Clinton de que lo amnistiara. Mientras se alzaban protestas por la relación entre la amnistía de Rich y la contribución de más de 100.000 dólares realizada por su esposa al Partido Demócrata, la subyacente relación de subordinación a la influencia israelí y al poder del lobby israelí en EE.UU se hacía claramente más importante. Vale la pena señalar que es extraordinariamente poco frecuente que un presidente de EE.UU consulte a un gobernante extranjero (como hizo Clinton con Barak) en relación a un estafador convicto. No tiene precedentes el perdonar a un acusado fugitivo de la justicia y que nunca cumplió condena.

El poder de Israel se manifiesta en los numerosos peregrinajes anuales que influyentes políticos norteamericanos hacen a Israel para declarar su lealtad al Estado israelí, incluso durante periodos de represión intensiva de los rebeldes. Por el contrario, los norteamericanos del mini-imperio israelí aplaudieron la invasión del Líbano por parte del Estado judío, su sangrienta represión de la primera y segunda Intifada y se opusieron a cualquier mediación internacional para prevenir más masacres israelíes, sacrificando así cualquier credibilidad en la ONU.

En las votaciones en la ONU, incluso en el Consejo de Seguridad, a pesar de la abrumadora evidencia de violaciones de los derechos humanos presentada por los aliados de la UE, Washington ha trabajado duro al servicio de su hegemonía. Sacrificando su credibilidad internacional y distanciándose deliberadamente de otras 150 naciones, Washington calificó las críticas al racismo israelí de antisemitismo. Esto no constituye el punto culminante del servilismo de Washington ante Israel.

El caso más reciente y quizá más importante sucedió en los meses anteriores y posteriores al ataque del 11 de septiembre al World Trade Center y al Pentágono. El 12 de diciembre de 2001, los informativos de la Fox supieron por fuentes del servicio de inteligencia de EE.UU e investigadores federales que desde el 11 de septiembre habían sido detenidos 60 israelíes implicados en una campaña mantenida durante largo tiempo para espiar a funcionarios del gobierno norteamericano. Muchos de estos detenidos son agentes israelíes activos, militares o de la inteligencia. Fueron arrestados según la Ley Patriótica antiterrorista. Muchos fueron descubiertos en el detector de mentiras al responder a preguntas relativas a actividades de vigilancia contra y en EE.UU. Aún más grave, investigadores federales creen con razón que los agentes israelíes habían recopilado previamente informaciones acerca de los atentados del 11 de septiembre y que no informaron a su aliado de Washington. El grado de implicación de Israel en los hechos del 11 de septiembre es un secreto celosamente guardado. Un importante investigador federal dijo a los informativos de la Fox que existen "conexiones". Cuando se le pidió que diera detalles, el investigador federal se negó: "las pruebas que vinculan a estos israelíes con el 11 de septiembre están clasificadas. No puedo hablarles de las pruebas que se han reunido. Es información clasificada".

Nada como este caso de espionaje israelí ejemplifica el poder que Israel tiene sobre Washington. Incluso en el caso del peor bombardeo en la historia de EE.UU., Washington suprime pruebas reunidas federalmente que vinculan a conocidos espías israelíes con posibles evidencias de un conocimiento previo. Es evidente que estas pruebas pueden plantear preguntas acerca de los vínculos y lazos entre elites políticas y económicas así como minar las relaciones estratégicas en Oriente Medio. Lo que es más importante, puede enfrentar a la Administración Bush con el lobby judío norteamericano y su poderosa red formal e informal en los medios, las finanzas y el gobierno. Los informativos de la Fox obtuvieron numerosos documentos clasificados de investigadores federales, probablemente frustrados por el encubrimiento del espionaje israelí por parte de dirigentes políticos en Washington. Estos documentos revelan que incluso antes del 11 de septiembre, a los menos otros 140 israelís habían sido detenidos o arrestados en una investigación secreta sobre el espionaje israelí, a gran escala y durante muchos años, en EE.UU. Ninguno de los principales medios escritos o electrónicos informó de estas detenciones. Ni el presidente ni ninguna de las principales figuras del Congreso habló acerca de los continuos y persistentes esfuerzos de Israel por obtener datos militares y de inteligencia claves de EE.UU.

Los documentos clasificados detallan "cientos de incidentes en ciudades y pueblos por todo el país", que los investigadores aseguran que pueden ser una creciente actividad de la inteligencia israelí organizada. Según los documentos federales citados por los informativos de la Fox, los agentes israelíes seleccionaron y penetraron en bases militares, en la DEA (Agencia contra la droga), en el FBI y en docenas de centros gubernamentales e incluso en oficinas secretas y domicilios particulares (no incluidos en ninguna guía) de personal de los departamentos de justicia e inteligencia. El documento de la General Accounting Office (Oficina General de Cuentas) -una sección de investigación de Congreso norteamericano- se refiere a Israel como "País A" y afirma que "el gobierno del País A lleva a cabo la más agresiva operación de espionaje contra EE.UU de todos los países aliados de EE.UU". Un informe de la Inteligencia de Defensa afirma que Israel tiene una "voraz apetito de información... Recopila agresivamente tecnología militar e industrial, y EE.UU. es su principal prioridad".

El Informe de la Fox escrito por Carl Cameron apareció en Internet un día (el 12 de diciembre de 2001) y luego desapareció; no hubo continuación. Ninguno de los demás medios aprovechó este importante informe sobre espionaje. Mientras que la red de agentes israelíes a veces es objeto de arrestos, interrogatorios y expulsiones, el Estado israelí y sus ministros en activo nunca son condenados públicamente, ni hay nunca respuesta oficial alguna como la simbólica retirada temporal del embajador norteamericano.

El paralelismo más cercano con el comportamiento estadounidense respecto a los espías israelíes es la respuesta de los países pobres y dependientes del Tercer Mundo ante casos de espionaje norteamericano. En este contexto, los dóciles gobernantes piden discretamente al embajador que refrene a algunos de los más agresivos agentes.


Acerca del Sionismo

La sociedad contemporánea está siendo testigo de una cierta homogeneización política y económica en todo el globo terráqueo. El interés por la diversidad como contrapartida, está cada vez más arraigado en amplios sectores de la población. Y a la diversidad en otros campos debe añadirse el derecho a la diversidad intelectual. El derecho a la discrepancia. El investigar o profundizar en aspectos poco conocidos u ocultos de nuestra historia más próxima, es uno de los retos más apasionantes de este fin de siglo. El releer la historia al margen de tabúes políticos impuestos por la moda del momento, una de las asignaturas pendientes de la historia contemporánea.

Por eso es que es importante leer Los mitos fundacionales del Estado de Israel, de Roger Garaudy, que denuncia la herejía del sionismo político, la que consiste en sustituir al Dios de Israel por el Estado de Israel, portaaviones nuclear e insumergible de los maestros provisionales del mundo: los Estados Unidos, que pretenden apoderarse del petróleo de Oriente Medio, nervio del desarrollo occidental, este modelo de crecimiento que, por mediación del Fondo Monetario Internacional (F.M.I.), le cuesta al Tercer Mundo el equivalente en muertos a los de Hiroshima cada dos días).

Valerosamente, en el propio Israel, quedan judíos fieles a sus profetas, los nuevos historiadores de la Universidad Hebraica de Jerusalén y los partidarios israelíes de una paz justa que tras la revelación de su malignidad se interrogan preocupados por la política del Estado de Israel y por la paz del mundo sobre los mitos del sionismo político que han llevado a los asesinatos cometidos por Baruch Goldstein en Hebrón y por Ygal Amir contra el Primer Ministro Ytzhak Rabin.

¿Qué es el Sionismo? Se define frecuentemente por sí mismo:
1) Es una doctrina política. Desde 1896, se refiere al movimiento político fundado por Théodore Herzl ).
2) Es una doctrina nacionalista que no ha nacido del judaísmo, sino del nacionalismo europeo del siglo XIX. El fundador del sionismo político, Herzl, no apelaba a la religión: “No obedezco a un impulso religioso. Soy un agnóstico”.

Lo que le interesa, no es particularmente la tierra santa; acepta de buen grado, para sus objetivos nacionalistas, Uganda o Libia, Chipre o Argentina, Mozambique o el Congo. Pero ante la oposición de sus amigos de fe judía, toma conciencia de la importancia de la “poderosa leyenda”, como él dice, que “constituye una llamada de reunión de una irresistible fuerza” .
Es un slogan movilizador que este eminente político realista no podía ignorar. De esta manera proclama, transformando la poderosa leyenda del retorno en realidad histórica: “Palestina es nuestra inolvidable patria histórica: este solo nombre sería un grito de reunión poderoso para nuestro pueblo. La cuestión judía no es para mí ni una cuestión social, ni una cuestión religiosa , es una cuestión nacional”.

Pero también tiene su política colonial. Medio siglo más tarde es, en efecto, esta política la que aplicarán escrupulosamente sus discípulos al crear, según sus métodos y siguiendo su línea política, el Estado de Israel (inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial). Pero esta empresa política, nacionalista y colonial, no tenía nada de la proyección de la fe y la espiritualidad judías. Al tiempo del Congreso de Basilea que no pudo celebrarse en Munich (como lo había previsto Herzl) por la oposición de la comunidad judía alemana, se celebraba en América la Conferencia de Montreal (1897) donde, a propuesta del Rabino Isaac Meyer Wise, la personalidad judía más representativa de la América de entonces, se votó una moción que se oponía radicalmente a dos lecturas de la Biblia, la lectura política y tribal del sionismo y la lectura espiritual y universalista de los Profetas: “Desaprobamos completamente cualquier iniciativa tendente a la creación de un Estado judío. Tentativas de este género ponen en evidencia una concepción errónea de la misión de Israel que los Profetas judíos fueron los primeros en proclamar Afirmamos que el objetivo del judaísmo no es ni político, ni nacional, sino espiritual Apunta hacia una época mesiánica en la que todos los hombres reconocerán pertenecer a una sola gran comunidad para el establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra”.


Ésta fue la primera reacción de las organizaciones judías desde La Asociación de los rabinos de Alemania, hasta la Alianza Israelita Universal de Francia, la Israelitische Allianz de Austria, al igual que las Asociaciones judías de Londres. Esta oposición al sionismo político, inspirado por el vínculo a la espiritualidad de la fe judía, no ha cesado de expresarse. A continuación de la Segunda Guerra Mundial, se aprovechó en la ONU, la rivalidad entre las naciones, y sobre todo el apoyo incondicional de los Estados Unidos, para que el sionismo israelí se impusiera como fuerza dominante y, gracias a sus lobbies, invirtió la tendencia e hizo triunfar la política israelí-sionista de poder, contra la admirable tradición profética. Sin embargo no logró acallar la crítica de los grandes místicos. Martin Buber, una de las más grandes voces judías de este siglo, no cesó, hasta su muerte en Israel, de denunciar la degeneración e incluso la conversión del sionismo religioso en sionismo político.

jueves, 12 de junio de 2014

El Suicidio: ¿Pasión por la vida?




Por Carlos Javier González Serrano


El deseo es el motor de la vida, pero su exceso –un ansia ilimitado y perverso– puede ser también motor de la propia muerte.

A lo largo de la historia de la Filosofía y la Literatura, numerosos autores han tratado de buscar y desentrañar el mecanismo por el que los seres humanos podríamos contrarrestar la incansable fuerza por la que nos vemos impelidos a cumplir nuestros anhelos, fueran estos perseguidos inconscientemente o no. Si acudimos a los poemas de Homero, a las funestas tragedias de Shakespeare, a las novelas de Hermann Hesse o Thomas Mann, o al pensamiento de Aristóteles, Kant o Foucault, observaremos cómo la capacidad de desear ha ocupado desde siempre un primer plano en sus reflexiones, ya fuera en forma de adoctrinamiento o como intento de mostrar la complejidad de aquella alma para la que Madame de Staël reclama un necesario reposo. 

A pesar de la dificultad  que presenta el autoconocimiento (denunciada también en toda época por literatos y filósofos), y aunque constituya en innumerables ocasiones la fuente de todo dolor (como no dudaría en afirmar Schopenhauer), quizás hayamos de conceder al deseo el privilegio de ser el auténtico motor que nos permite no desfallecer en el empeño de vivir cuando, por ejemplo, el hastío o la desesperación se adueñan de nosotros. Dicho brevemente: el deseo define la existencia como una sed sin posibilidad de saciarse.  

Pero ¿esconde algún peligro el hecho de observar la vida como un desajuste insalvable entre la aparición de los deseos y su satisfacción o insatisfacción en el orden fáctico? O de otra manera: ¿es la vehemencia de nuestros deseos la que nos precipita contra los obstáculos que encontramos a nuestro paso? ¿Pueden nuestras querencias y esperanzas –aquello que nos invita a perseverar en la existencia– convertirse en el acicate que nos empuje a no querer vivir? ¿Cómo transita aquel deseo de vida hacia un apremiante deseo de muerte?

Pocos temas han levantado tantas ampollas en la historia del pensamiento como la decisión de poner fin voluntariamente a nuestra vida. Arthur Schopenhauer escribía al final del primer volumen de El mundo como voluntad y representación que el suicidio (en alemán, Selbstmord), lejos de ser la negación de nuestra voluntad, supone por el contrario el fenómeno de su más fuerte afirmación. Si algo desea el suicida por encima de todo es, a su juicio, la propia existencia; la única nota que distingue al suicida de una persona que permanece en este mundo es la de hallarse especialmente descontento con las condiciones en que tal vida se le da, pues “él quiere la vida, quiere una existencia y una afirmación sin trabas del cuerpo”. Así pues, en la persona que decide cometer un suicidio se daría un “exceso” de voluntad de vivir que, por otra parte, se vería inhibida al saberse esclava de un fútil y efímero fenómeno individual (el cuerpo físico).

Varias pueden ser las causas de este descontento. Baltasar Gracián explicaba sin miramientos en la “Crisis Quinta” de El Criticón que con la llegada a la vida, el hombre parece introducido “en un reino de felicidades y no es sino un cautiverio de desdichas; que cuando llega a abrir los ojos del alma, dando en la cuenta de su engaño, hállase empeñado sin remedio, vese metido en el lodo de que fue formado: y ya, ¿qué puede hacer sino pisarlo, procurando salir de él como mejor pudiere? […] Ninguno quisiera entrar en un tan engañoso mundo y que poco aceptaran la vida después si tuvieran estas noticias antes”. Si retornamos a los escritos de Madame de Staël, quien considera que el suicidio no es justificable aunque este sea un mundo repleto de maldades y problemas innumerables, leemos que “al hombre le está permitido intentar curarse de todos los males: lo que le está prohibido es destruir su ser, el poder que le ha sido concedido para escoger entre el bien y el mal. Existe por este poder, y por él debe renacer. Todo está subordinado a este principio de actuación, en el que se fundamenta por entero el ejercicio de la libertad”. 


Sin embargo, debemos preguntarnos si puede darse alguna circunstancia en la que se rompa esta “lógica de la vida”, un momento en el que aquella libertad se quiebre de tal forma que no se desee poner límites a un destino que aparece no solo como inexpugnable, sino también como poseedor de una fuerza que arrasa con cualquier atisbo de iniciativa o acción. Es entonces cuando el sinsentido se apodera de nuestra conciencia y nuestro universo emocional se tiñe de negro. Frente a la concepción clásica de un infierno vertical, al que somos llamados en virtud de una condena que nos es impuesta tras juicio sumarísimo y decisión inapelable, Ana Carrasco Conde, profesora de Filosofía de la Universidad Carlos III de Madrid, se refiere en una obra de reciente publicación (Infierno horizontal, Plaza y Valdés) a una nueva concepción de infierno, impuesta por una mismidad (o yo) que se vuelve destructiva a fuerza de encerrarse en los límites de su –autocreada– prisión. Ya no es necesario ser enviado a un lugar ignoto, plagado de seres que pagan eternamente su condena: en esta nueva concepción, el infierno se padece en vida.  

El auténtico infierno no es el impuesto desde fuera, sino el que el condenado se impone a sí mismo. El suicida renuncia a ser quien es a base de encerrarse en su mismidad, carece de medios para encumbrarse a un horizonte exterior. Así lo explica Carrasco Conde en la obra mencionada: “Sin afuera. La conciencia extrema desemboca en obsesión: es opresión, aplastamiento contra un muro. Mismidad opaca que atrapa al yo. La conciencia extrema es la conciencia de la imposibilidad de salida […]. Y ese es el infierno: cuando no hay salida ni nada que hacer, cuando lo que hay es yo y solo yo, cuando no hay diferencias ni percepciones nuevas, sino la amargura del siempre lo mismo. Nada puede cambiarse. Nada varía. […] No hay lugar para el olvido porque el condenado vive en el eterno presente del dolor. Nada pasa. Nada cura. Nada puede ser superado. Locura del ahora. Imposibilidad de cicatrización”.  ¿Pero qué ocurre, como decíamos, cuando la lógica de la vida, la que nos empuja a persistir en la existencia con su misteriosa inercia, parece truncarse? ¿Qué nos empuja –siguiendo la expresión de Jean Améry– a “levantar la mano” sobre nosotros mismos?

¿Se trata, como asegura Schopenhauer, de una batalla en la que somos vencidos por la incapacidad de hacer frente a las circunstancias que nos son dadas, como si la vida fuera querida hasta el punto de cambiarla por la muerte? Frente a esta perspectiva, en la que el suicida no sale bien parado, podemos traer a colación a un filósofo absolutamente olvidado por la cultura española (quizás por la falta de traducciones a nuestro idioma): Philipp Mainländer. Su pensamiento fue tildado desde el principio como pesimismo radical, y en él lleva hasta las últimas consecuencias las tesis defendidas por el propio Schopenhauer: “Dios ha muerto y su muerte es la vida del mundo”. Para Mainländer, el universo no es más que el cadáver resultante del suicidio de Dios; Dios ha muerto, como poco tiempo después anunciaría Nietzsche, pero no porque los hombres lo hayamos matado, sino porque él mismo eligió libremente morir, aniquilarse. ¿Por qué? Al cobrar conciencia de que el ser es insoportable, y que por tanto, el no ser o la nada resultan preferibles. Observamos así la radicalización desaforada de las tesis de Schopenhauer. En uno de sus poemas de juventud, escribía un convencido Mainländer: “En la oscura vida humana/ solo una cosa brilla por la que merezca la pena esforzarse;/ y esa es la tumba; admitámoslo/ sinceramente”. Si alguna vez existió en el mundo una unidad o una armonía simple, para Mainländer ha quedado destruida, está muerta, y el universo entero es presidido por una única ley: la del debilitamiento de la fuerza en general, la ley del dolor en la humanidad en particular. Si Schopenhauer situaba lo metafísico en la voluntad, Mainländer aprovechará tal apelativo para referirse al “exterminio” (al fin de la vida) como aquello que se encuentra fuera o más allá del mundo.

Desde la visión de Mainländer, y tomando también en consideración las tesis de alguien como Améry, quien vivió en primera persona las atrocidades cometidas por el Tercer Reich alemán de Hitler en los campos de concentración de Buchenwald y Auschwitz, el suicida vive intensa y plenamente cuando decide dar el paso voluntario hacia su muerte, es él quien dice la primera palabra y se cree legitimado para no esperar a morir de forma “natural”. Para ellos, la vida no es el bien supremo. El acto de “saltar” hacia la muerte está repleto de sentido para el suicida. Para el que comete suicidio – o muerte voluntaria, como prefería llamarlo Améry–, el indulto solo puede ser concedido por el que lo lleva a cabo, en ello consiste su verdadera libertad: “De este modo la muerte se torna vida, así como la vida desde el nacimiento es ya morir. De pronto, la negación se torna positividad”.

Para terminar, podemos preguntarnos de la mano de Camus en El mito de Sísifo si las verdades aplastantes no desaparecen cuando son reconocidas. Aunque ¿es suficiente con asumir todo cuanto conlleva la existencia, o se hace necesaria la rebelión frente a un destino que no duda en cargar contra nosotros cuando parecemos más desvalidos e inermes? Y esta forma de rebelión, ¿quién la decide cuando creemos haber llegado a un límite en el que ni siquiera “la lógica de la vida” puede empujarnos a seguir con este negocio que no cubre gastos… hasta la próxima batalla?