martes, 3 de diciembre de 2013

Mercado y Sociedad de Consumo




Por el Emboscado


Históricamente, la guerra ha proporcionado al Estado la mejor oportunidad para expandirse y consolidarse, pues la preparación de la guerra y la consecuente organización de la coerción ha traído consigo la creación de las principales estructuras y componentes del Estado para la extracción de los recursos con los que afrontar los gastos que ella acarrea.[1] Debido a esto, y unido al progresivo encarecimiento de la actividad bélica como consecuencia de su evolución tecnológica,[2] las elites dominantes han desarrollado estrategias diferentes para extraer los medios para la guerra.

De un modo u otro los Estados nación han terminado instituyendo el derecho a la propiedad privada en los medios de producción, y con ello han reestructurado y reorganizado el conjunto de las relaciones sociales al transformar las formas de producción. El reconocimiento de la propiedad privada ha tenido unos efectos sociales, económicos, culturales y políticos de gran envergadura al haber contribuido a reforzar el poder del Estado tanto a nivel interno como externo.

La búsqueda de la superioridad militar del Estado frente a las demás potencias exigió la reforma estructural de la sociedad para una mejor y mayor extracción de los recursos necesarios. La propiedad privada facilitó y mejoró esta extracción al establecer el trabajo asalariado como nueva forma de explotación de la sociedad. Así fue como pudo ampliarse el mercado en proporciones colosales en la medida en que los trabajadores comenzaron a producir para este a cambio de un salario. De esta manera la actividad capitalista sirvió para monetizar la economía y la sociedad con el doble objetivo de: por un lado desarrollar la acumulación de capital preciso para que el Estado, en caso de necesidad, pudiera recurrir a los créditos de los capitalistas, y por otro para recaudar los impuestos en dinero.

Al mismo tiempo que los trabajadores comenzaron a recibir un salario a cambio de su trabajo se convirtieron en consumidores al tener que acudir al mercado para adquirir los bienes y servicios necesarios, lo que a la larga conllevó un incremento sustancial de la actividad económica que permitió al Estado gravar todas las transacciones e incrementar así sus ingresos. Asimismo, la monetización de las relaciones sociales facilitó la labor recaudatoria del Estado que pudo así gravar las rentas del trabajo de los asalariados al establecer como obligatoria la cotización a la Seguridad Social, que en el caso del Estado español fue instituida por el régimen fascista con la Ley 193/1963. El Estado se ha convertido de esta forma en el principal y mayor explotador al apropiarse de una parte sustancial de la riqueza de todos los trabajadores asalariados, hasta el punto de que la carga tributaria total que padece un asalariado medio a causa de los impuestos directos e indirectos sobrepasa el 40% de sus ingresos brutos.[3] Esto es lo que explica que de media los Estados desarrollados se apropien de un 50% del PIB.

Por medio de organismos como la Seguridad Social el Estado se ha dotado de un descomunal poder económico y financiero con el que costea los gastos militares, pero también los relacionados con la represión policial a nivel interior. Todo ello viene a corroborar la íntima relación entre impuestos y el pago de los medios de coerción con los fondos así recaudados. La relación entre tributación y coerción fue puesta de manifiesto por Norbert Elias al destacar que el monopolio fiscal y el monopolio de la violencia representan dos caras de la misma moneda, y por tanto aspectos de la misma realidad que encarna el Estado.

“La sociedad de lo que denominamos la edad moderna está caracterizada, ante todo en occidente, por un cierto nivel de monopolización. El libre uso de armas militares le es denegado al individuo y queda reservado a una autoridad central de la índole que sea, y el cobro de impuestos sobre la propiedad o ingresos del individuo está, así mismo, concentrado en manos de una autoridad social central. Los medios económicos que de este modo fluyen hacia la autoridad central mantienen su monopolio sobre la fuerza militar, mientras que ésta a su vez mantiene el monopolio sobre la tributación. Ninguno de los dos tiene preeminencia sobre el otro en ningún sentido, son dos lados del mismo monopolio. Si uno de ellos desaparece el otro le sigue automáticamente, aunque el gobierno monopolista pueda en ocasiones quebrantarse más en uno de los lados que en el otro”.[4]

La propiedad privada, en la medida en que transformó la organización social del trabajo, no sólo expandió y desarrolló el mercado sino que dio lugar a un contexto de creciente actividad económica con el aumento de la producción, y con ello generó la riqueza precisa para costear los crecientes gastos militares y represivos del Estado. En este sentido la propiedad privada, el mercado y en general el capitalismo han facilitado la labor extractora del Estado al poner a su disposición la riqueza producida por los trabajadores asalariados. Todo esto demuestra que cuanto mayor es la concentración de coerción mayor es la concentración de capital necesaria para que el Estado pueda financiar los medios para preparar y hacer la guerra, y por tanto mayor será la explotación económica sobre la sociedad a la que se le extraerá la riqueza por ella producida.

Con la imposición de la propiedad privada en los medios de producción se obligó a los trabajadores a recurrir al mercado para adquirir los bienes y servicios necesarios, lo que supuso la imposición de un modelo de sociedad en el que no existe ya el lazo social, donde han quedado destruidas las redes de solidaridad y apoyo mutuo fruto de unas nuevas relaciones sociales mediatizadas por el dinero y cada vez más deshumanizadas. A lo anterior hay que añadir que todo ello se ha visto agravado por la acción del ente estatal al encargarse de asumir un número creciente de funciones que antes la sociedad satisfacía por sí misma. El resultado final es una sociedad atomizada en la que las personas apenas se relacionan entre sí para hacerlo individualmente con el poder.

Pero la coerción no es suficiente para el mantenimiento de un sistema existencialmente opresivo, es necesario el consentimiento de la mayor parte de la sociedad. De este modo la sociedad de consumo es algo más que el corolario de una economía de mercado capitalista, es la mercantilización de todas las esferas de la vida humana con una finalidad que sobrepasa lo meramente económico y que en modo alguno se reduce a proveer de mayores ingresos al Estado y a los capitalistas. La sociedad de consumo como tal, en tanto en cuanto su base reside en la permanente inducción de necesidades artificiales, consiste en la degradación moral y en el vaciamiento interior del sujeto hasta la completa aniquilación de aquello que es específicamente humano en él: la capacidad reflexiva, la libertad interior, la sociabilidad, etc… El sujeto queda reducido a la condición de homo œconomicus preocupado únicamente en satisfacer su bienestar material y sus instintos más primarios.

La sociedad de consumo es el totalitarismo de nuestro tiempo en el que la publicidad, cada vez más agresiva e intrusiva, viola flagrantemente la libertad de conciencia del sujeto. En este tipo de sociedad al sujeto le es negada la posibilidad de autoconstruirse como persona al ser moldeado desde el exterior por el constante bombardeo de una publicidad cada vez más apabullante y avasalladora.[5] La creciente sofisticación y refinamiento de la publicidad como instrumento de dominación ideológica y cultural hacen de ella un mecanismo eficaz para crear el consentimiento y la legitimidad necesarias para la conservación del orden establecido. Por medio de la publicidad no sólo se induce artificialmente el consumo que mantiene engrasada la maquinaria productiva, sino que al mismo tiempo se le impone al sujeto unas metas culturales, unos gustos y un estilo de vida que se concretan en unas pautas de comportamiento acordes con las exigencias e intereses del poder. La elite dominante ha conseguido crear así una sociedad compuesta por individuos que piensan, sienten y son como ella quiere.

La publicidad, como instrumento de propaganda, demuestra ser un componente de vital importancia del poder ideológico para la reproducción cultural y social del sistema establecido. Los estereotipos y estilos de vida difundidos por la publicidad ejercen un papel adoctrinador que sólo guarda parangón con el sistema educativo y aleccionador. La subcultura comercial, junto a todos los clichés difundidos por la propaganda del mercado, no es otra cosa que la puesta en práctica de una estrategia política de gran calado que, como aquella que en su momento pusieron en práctica los emperadores romanos mediante la distribución de bienes y placeres a través del “panem et circenses”, tiene como finalidad la corrupción moral de la sociedad para destruir toda oposición y resistencia.

La destrucción de lo humano como uno de los objetivos principales del Estado para conseguir el completo sometimiento de su población ha alcanzado, o está muy cerca de alcanzar, sus dimensiones y posibilidades teóricas a través de la propaganda masiva, lo que constituye un éxito arrollador del sistema vigente. La manipulación de las emociones a través de toda clase de medios audiovisuales (radio, televisión, Internet, etc…) y la anulación de la capacidad reflexiva del sujeto han llegado a cotas inimaginables. Todo ello ha servido para generar percepciones distorsionadas de la realidad acordes con los intereses estratégicos del Estado, y que en muchos casos se manifiestan en diferentes formas de fanatismo como lo demuestran las religiones políticas, el hooliganismo, los seguidores de estetócratas de diverso tipo (cantantes, actores, etc…), etc…


La sociedad de consumo demuestra ser un importante sostén del Estado y de su militarismo en una doble vertiente: económica, al favorecer la actividad comercial en grado superlativo para proveer al ente estatal de sus correspondientes ingresos con los que pagar los medios para la guerra; e ideológica, al crear las condiciones de consentimiento social que impiden la contestación y oposición al sistema establecido.

[1] Tilly, Charles, Coerción, capital y los Estados europeos, 990-1990, Madrid, Alianza, 1992, p. 46

[2] Mcneill, William H., La búsqueda del poder: tecnología, fuerzas armadas y sociedad desde el 1000 D.C., Madrid, Siglo XXI, 1988

[3] Rodrigo Mora, Félix, El giro estatolátrico. Repudio experiencial del Estado de bienestar, Alicante, Maldecap, 2011, p. 39

[4] Elias, Norbert, Power and civility. The Civilizing Process, Nueva York, Pantheon, 1982, vol. 2, p. 104

[5] Eguizábal, Raúl, Industrias de la conciencia: Una historia social de la publicidad en España (1975-2009), Barcelona, Península, 2009

Pablo Escobar: Un capo de culto



Por Rafaél Croda


Para las autoridades colombianas y para el mundo Pablo Escobar era un asesino sin escrúpulos, el jefe de un poderoso cártel que puso en jaque al Estado. Para los habitantes de los barrios más pobres de Medellín, en cambio, el capo fue un benefactor a quien rinden culto y al cual han convertido en un santo, como ocurrió con Jesús Malverde en Sinaloa. A 20 años de la muerte del Patrón, su tumba es ahora un lugar obligado de peregrinación.

Desde hace 20 años la tumba 032-7-1 del cementerio Jardines Montesacro de Medellín no ha dejado de tener flores frescas y visitantes. A ella se acercan cada día decenas de curiosos, turistas y personajes del ámbito popular en lentes oscuros, circunspectos, que llevan a cuestas su devoción por el difunto.

Muchos le rezan, tallan la lápida y dicen que hace milagros –afirma la empleada administrativa del cementerio, Silvia Restrepo.

El sitio de peregrinación es la tumba del narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, quien este lunes 2 cumplirá 20 años de muerto. Convertido en un mito y un capo de culto para amplios sectores marginales de su natal Medellín, es visto por éstos como un modelo, como un bandido icónico capaz de hacer que las “vueltas” del bajo mundo –desde el envío de un cargamento de cocaína a México hasta un homicidio por encargo– salgan bien.

Hace un mes sus familiares mandaron remodelar la tumba. Se trata de un espacio de cinco metros cuadrados a un costado de la iglesia del cementerio y sobre el cual ahora se tiende una capa de grava blanca de la cual sobresalen dos lajas y un bonsái.
Es un diseño austero pero digno del Patrón, a quien acompañan en su última morada sus padresHermilda y Abel; su hermano menor, Luis Fernando; su tío Juan Manuel Escobar; su nana Teresa Vergara y su guardaespaldas Alfonso de Jesús Agudelo, Limón, quien murió con él en un enfrentamiento con la policía.

Antes de la remodelación del mausoleo familiar, al pie de las siete lápidas de mármol verde sólo había pasto. Con frecuencia el jardinero encargado del mantenimiento del lugar encontraba entre la hierba casquillos y municiones. Desde que desapareció el pasto del módulo central, los casquillos son arrojados tras la lápida de Escobar.
Por aquí se encuentra uno de todo. Drogas, mariguana, polvito blanco que le arrojan a su tumba esas gentes (narcotraficantes, delincuentes); muchas balas, estampitas del Santo Niño de Atocha y mensajes de gracias por favores recibidos –dice a Proceso un trabajador del cementerio quien se identifica como Andrés–, pero eso no le gusta a su familia y por eso limpian diario.

Un hombre de unos 40 años con lentes Ray-Ban de gota, tenis amarillos y gorra café llega a visitar la tumba. Permanece en silencio frente a la lápida de Escobar 10 minutos, al cabo de los cuales se persigna y se retira. Más tarde llega un grupo de turistas en un pequeño autobús. Todos posan para la foto junto a la sepultura del abatido jefe del Cártel de Medellín.
Juan Carlos Velázquez, sacerdote dedicado a trabajar con jóvenes de las pandillas de Medellín, considera que desde la muerte de Escobar la figura del capo ha vivido “un proceso de mitificación el cual lo tiene convertido en una leyenda: es el modelo a seguir para la masa reprimida, olvidada, para los delincuentes de las comunas que no encuentran otra salida y se ven abocados al narcotráfico y al sicariato.

“Ellos lo ven como un santo y un personaje que, de la pobreza, llegó a ser uno de los hombre más ricos del mundo (con una fortuna de tres mil millones de dólares, según la revista Forbes)”.

–¿No le preocupa la religiosidad distorsionada que Pablo Escobar suscita entre esos jóvenes? –preguntamos al sacerdote.
–No me escandalizo –afirma–. Son jóvenes que nunca han tenido una formación en la fe y han buscado su propia religiosidad. Si Pablo Escobar es visto como un santo es porque para ellos es una figura cautivadora con plata y poder y relativizó criterios morales y religiosos. Relativizó el robo, el asesinato, como muchos de ellos lo hacen.
El politólogo colombiano Gustavo Duncan, estudioso del narcotráfico, considera que Escobar se ha convertido “en el Malverde paisa (forma popular para referirse a los oriundos del departamento de Antioquia, cuya capital es Medellín)”. Los bandidos paisas le rinden culto y lo veneran, como los delincuentes del noroeste mexicano con Jesús Malverde.
Bandido social

Para Duncan, Escobar fue “un bandido social y debe ser comprendido en esos términos. Fue alguien que organizó a los bandidos rasos de las comunas (las barriadas pobres de Medellín), los sacó de robar bancos y carros y los convirtió en delincuentes de primer orden a su servicio”.
“Escobar”, explica, “asumió el control de quienes manejan la violencia y lo hizo además con una aspiración de dominación social y control político. A través de los bandidos de barrio repartía plata en las comunidades y ante ellas asumía funciones de autoridad.
“Ocupó los vacíos que dejó el Estado, les prometió a esos sectores excluidos que a través del crimen obtendrían lo que nunca han tenido. Y lo cumplió. Por eso era demasiado poderoso. Era una fuerza criminal, social, política y económica.”
–¿En ese sentido fue un mafioso innovador? –preguntamos al autor del ensayo Una lectura política de Pablo Escobar.
–¡Claro! Fue uno de los tipos más talentosos del siglo XX. Él inventó esa superestructura en Medellín y él decide usar esa fuerza no sólo para someter a los narcotraficantes y hacer funcionar su negocio de exportación de droga, sino inclusive para declararle la guerra al Estado.
Además de ser un pionero en la industrialización del negocio de la cocaína, la cual según estudios le generó a Colombia al menos 18 mil millones de dólares en los ochenta –equivalentes a 3.6% del producto nacional de la época–, Escobar usó la base social que creó en Medellín para hacerse elegir congresista en 1982.
El entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, emprendió una cruzada en su contra hasta lograr, en octubre de 1983, que la Cámara de Representantes (diputados) le retirara el fuero para juzgarlo por los homicidios de dos policías, lo que lo obligó a anunciar su retiro de la política.
El 30 de abril de 1984 Lara Bonilla fue asesinado por dos sicarios de Escobar en Bogotá en una acción que marcó el principio de una guerra del jefe del Cártel de Medellín contra el Estado colombiano y la cual se prolongó casi una década. El entonces presidente Belisario Betancur respondió ante el homicidio de su ministro de Justicia con la reactivación de un tratado de extradición con Estados Unidos. El capo y sus socios se convirtieron en objetivos de la justicia estadunidense, lo que dio un sentido político a la narcoguerra contra el Estado.
“Preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”, fue el lema con el que surgió en 1984 el grupo de Los Extraditables, brazo armado del Cártel de Medellín que desató una ofensiva militar y narcoterrorista. Según estimaciones oficiales, ese embate dejó 5 mil 500 víctimas, entre ellas el director del diario El Espectador, Guillermo Cano; el procurador Carlos Mauro Hoyos; el exdirector de la policía antinarcóticos Jaime Ramírez; el comandante de la policía de Medellín, Valdemar Franklin Quintero; el exministro de Justicia Enrique Low Murtra y el candidato presidencial Luis Carlos Galán.
Tras la muerte de Galán en agosto 1989, su sucesor como candidato presidencial del Partido Liberal, César Gaviria Trujillo, debía abordar un vuelo de Avianca de Bogotá a Cali; era el 27 de noviembre de ese mismo año. Gaviria no llegó a tiempo y el avión explotó en el aire poco después de despegar. Escobar había hecho colocar una bomba en la aeronave, cuyos 110 ocupantes murieron.
Para Fernando Cepeda, exministro de Gobierno del presidente Virgilio Barco (1986-1990), Escobar representa “la mayor amenaza que haya enfrentado la gobernabilidad democrática en Colombia. Penetró todas las instituciones del Estado, corrompió todas las instituciones y esto ocurrió porque hubo importantes sectores del país que se relajaron frente al fenómeno del narcotráfico y no sólo lo toleraron, sino que se beneficiaron del mismo”.
Memorial

La alcaldía de Medellín prepara un memorial de las víctimas de Escobar. Será el primer paso de un proceso que busca la reparación simbólica para los miles de coterráneos del capo que padecieron su violencia.
“Queremos que esa reparación contribuya a que los habitantes de la ciudad tomen conciencia real de lo que significó ese periodo negro de nuestra historia. En esa época surgió el sicariato y miles de jóvenes fueron reclutados por Escobar porque no tenían otra manera de hacerse de ingresos.
“En lo económico muchos sectores se vieron beneficiados de esta actividad criminal y en lo cultural hubo un trastocamiento de los valores. Muchas personas de Medellín consideraron que el dinero fácil proveniente de esa actividad ilícita podría ser una fuente de ingresos legítima, y no el trabajo y la educación”, dice el consejero de la alcaldía para la Convivencia y la Reconciliación, Jorge Mejía.
Según la investigación de Mejía, la guerra de Escobar produjo en Medellín unos 200 atentados explosivos, más de 500 policías asesinados y 38 mil 400 homicidios entre 1984 y 1993, lo que convirtió a esta urbe –la segunda más importante de Colombia– en la más violenta del mundo. Sólo en 1991 la cifra de homicidios llegó a 6 mil 349, cinco veces más que la de 2012.
De acuerdo con Mejía, el jefe del Cártel de Medellín fue “una tragedia para el país y para la ciudad y las consecuencias de sus acciones criminales y corruptoras las estamos sufriendo hoy, cuando tenemos un sector de la población que todavía no distingue claramente las fronteras de lo legal y lo ilegal y al cual le da lo mismo moverse en uno u otro ámbito. Estos sectores son lo que lo han convertido en un mito”.
Para Mejía las labores de tipo social que desarrolló Escobar en la ciudad, como la construcción de casas y deportivos, “simplemente eran parte de una estrategia política clientelista en busca de un respaldo social que le permitiera potenciar sus ambiciones políticas y hacer frente a la persecución de las autoridades”.
El barrio

Por más que las autoridades de Medellín se han empeñado en cambiar el nombre del barrio, no hay remedio. Sus 16 mil habitantes lo llaman “Pablo Escobar” y ni siquiera en los actos oficiales de titulación de viviendas aceptan omitir la marca de la casa.
Se trata de un conjunto de casas de ladrillo apiladas en la pendiente de un cerro en la Comuna 9 de Medellín. Hay largas escaleras en vez de aceras y sólo la calle principal, la 38-B, está pavimentada. No hay cómo perderse para dar con el lugar. Basta seguir cuesta arriba por la 38-B hasta que aparece un anuncio sobre una gran pared en vistosas letras azules: “Bienvenidos al barrio Pablo Escobar. ¡Aquí se respira paz!”
El presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio, Wberney Zabala Miranda, exmilitar lisiado en un combate con la guerrilla, dice que los habitantes de ese asentamiento popular han pagado un precio alto en su empeño por reivindicar la figura y el “buen nombre” de Escobar. “No tenemos escuela, centro de salud, parque ni cancha de juegos”, se queja.
El barrio tiene, en cambio, un santuario dedicado al capo, construido con los aportes de la comunidad y en el que sobresale una imagen del Santo Niño de Atocha. Está colocada sobre un pedestal y bajo una media cúpula decorada con la pintura de un jardín y un cielo muy azul. Varias placas alrededor del santo, del cual Escobar era devoto, patentizan la gratitud de más de una decena de fieles por los favores recibidos y por las labores de protección que cumple la efigie.
Zabala no considera que el jefe del Cártel de Medellín sea un santo “porque aún no ha sido canonizado, pero de que fue un hombre supremamente bueno, lo fue, y también fue muy católico”.
–¿Está consciente de que fue un narcotraficante y un asesino?
–Claro –sostiene–, y esto sonará feo decirlo, pero si no fuera porque él abrió las puertas al mercado de drogas, Colombia fuera un país pobre como Haití. Como ser humano quizá cometió errores, pero por todo lo bueno que hizo Diosito le abona eso a favor.
–¿No le parece poco edificante convertirlo en una figura casi religiosa?
–¿Se imagina lo que es vivir en un basurero y que de un día a otro le den una casa digna gratis, a cambio de nada? Pues eso es un milagro de Dios y pues a Dios se le agradece a través de la persona que hizo posible ese milagro.
Hace 29 años, doña Irene Gaviria era pepenadora en el basurero de Moravia, en el centro de la ciudad, cuando Escobar fundó este barrio y le regaló una casa donde vive desde entonces con su esposo, Francisco Flores Berrío.
“Todos los días oro por él. Era un hombre muy amable, educado, que quería mucho a los pobres. Debe estar en el reino de los cielos intercediendo por nosotros”, asegura mientras sostiene un viejo retrato del Patrón, quien en 1984 construyó 443 viviendas en este asentamiento. Todas las regaló a pepenadores de Moravia. Ahora son más de 4 mil casas con servicios básicos y “diablitos” en el tendido eléctrico.
Iván Hernández, uno de los fundadores del barrio, afirma que “los problemas de Pablo eran con el gobierno, no con la comunidad; ahí es donde hay un malentendido y por eso hemos sido víctimas del abandono estatal”.
Escobar se proclamaba nacionalista y de izquierda. Simpatizó con la guerrilla del M-19, desmovilizada en 1990, y mantenía duras posiciones contra “la oligarquía nacional”. En 1991, en el prólogo de un libro sobre la extradición, escribió que la guerra de esos años en Colombia no era entre el Estado y un grupo de delincuentes.
“Todo lo contrario”, agregó: “Es la lucha de una clase dirigente vetusta y caduca que quiere, con el pretexto de estar luchando contra el narcotráfico y el terrorismo, erradicar las fuerzas sociales comprometidas con el cambio institucional.”
El 19 de junio de 1991 Escobar se entregó a la justicia colombiana horas después de que la Asamblea Nacional Constituyente prohibiera la extradición.
Lo recluyeron en “La Catedral” –prisión en un cerro en la zona metropolitana de Medellín–, donde tenía billar, jacuzzi, chef personal, armas, mariguana (su vicio favorito) y una guardia pretoriana con sus sicarios de mayor confianza. Siguió manejando su empresa trasnacional desde las sombras y convirtió el recinto en un centro de tortura y muerte para sus enemigos.
El 21 de julio de 1992 él y sus escoltas huyeron de ahí en medio de un errático operativo del gobierno para trasladarlo a un penal militar. Exhausto de la persecución policiaca y del acoso de sus enemigos, Los Pepes (alianza entre paramilitares y el Cártel de Cali), El Patrón fue ubicado mediante seguimiento de sus llamadas telefónicas en una casa del sector Los Olivos de Medellín, donde fue abatido el 2 de diciembre de 1993 junto con Limón, su último sicario y quien hoy yace junto a él en Jardines Montesacro.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Clase Social y Lucha Política



CLASE SOCIAL

En un principio, el término clase social no connota otras ideas que las de clasificación o tipología. Una clase no sería más que una de las formas de clasificar a determinados individuos o grupos, de acuerdo con algunas características comunes.

Se trata pues de un término genérico y flexible, con el que es posible referirse a muchas cosas y que no prejuzga inicialmente ninguna idea ni valoración. Siempre nos ha llamado la atención la preferencia de los conservadores por términos como estrato o capa social para sustituir al de clase; cuando este último es un término neutro y genérico, meramente descriptivo mientras que el término estrato está asociado por sus orígenes (metáfora geológica) a ideas de rigidez y de inmodificabilidad.

En cuanto a su origen no puede decirse que el concepto de clase social tenga antecedentes remotos en el pensamiento social. No obstante terminológicamente, la expresión nos remite a un término latino - classis- que los censores romanos utilizaron para referirse a los distintos grupos contributivos en que se dividía la población de acuerdo con la cuantía de impuestos que pagaban, eran pues grupos de referencia económica (1).

Pero el término clase no se utiliza con el significado que tiene hoy en día hasta que se produce la quiebra de la sociedad estamental y comienza el desarrollo industrial capitalista; y su plena utilización tendrá lugar en el siglo XVIII, no llegando a ser vocablo de uso corriente hasta el mismo siglo XIX.

Generalmente existe una cierta imagen que asocia el concepto de clase social a la reflexión marxista sobre este tema, a pesar de que el propio Marx señaló que no le correspondía a él "el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna, como tampoco, la lucha que libran entre sí en esa sociedad.
Historiadores burgueses habían expuesto mucho antes que yo la evolución histórica de la lucha de clases, y economistas burgueses habían descrito su anatomía económica'' (2).

Como apunta Marx, una interpretación económica de la realidad de las clases, vinculada a la dinámica de los sistemas productivos, ya había sido dada por Adam Ferguson, John Millar y por Adam Smith; interpretación económica que no les impidió referirse a otros aspectos políticos, sociológicos y culturales de la realidad de las clases sociales.

Estos aspectos políticos habían sido especialmente resaltados por los socialistas utópicos franceses a nivel teórico (énfasis en la idea de lucha de clases) y a nivel práctico, por los primeros movimientos obreros organizados.

Luego los orígenes sobre la reflexión teórica en torno a las clases sociales es preciso señalar tres fuentes: el pensamiento de los economistas clásicos ingleses, el pensamiento de los socialistas utópicos franceses y el ejemplo de algunas clases sociales concretas que se van a tomar como modelo paradigmático de lo que es una clase social (nos estamos refiriendo en concreto, a la burguesía, los obreros fabriles y la clase terrateniente inglesa).

Sin embargo, y pese a estos antecedentes la popularización de este término y la carga de contenido que hoy tiene se debe al curso de unos procesos políticos y a la elaboración teórica de los pensadores socialistas.

De la gran diversidad de enfoques planteados por los estudiosos de las clases sociales podemos destacar dos puntos de coincidencia en todos ellos, que nos parecen fundamentales:

- En primer lugar, que los sistemas de jerarquías sociales que son las clases no forman parte de un orden de cosas natural e invariable, sino que son un artificio o producto humano sometido a cambios de carácter histórico.

- Y, en segundo lugar, que las clases en contraste con las castas o los estados feudales son grupos económicos en un sentido más exclusivo.

LUCHA POLÍTICA

Como las anteriores características son comunes para la estructura de clases que presenta el capitalismo, de la primera de ellas debemos sacar una conclusión para la lucha política: puesto que la estructura social del capitalismo es injusta, pero artificial o histórica, debemos aspirar a derribarla contando con la participación en primer lugar de los principales perjudicados por esta injusticia, es decir las clases trabajadoras o asalariadas. Pero en este plano de lucha política no debemos descartar la colaboración de otras clases, que aun estando ligadas económicamente al mantenimiento del sistema capitalista, pueden cuestionar éste en términos teóricos, nos referimos concretamente a sectores de las clases medias y profesionales. Aunque hemos de decir que no confiamos mucho en su participación dado su papel histórico limitado a mejorar su nivel de vida renunciando a la participación pública; es decir las clases medias han sido siempre un factor de desmovilización y desideologización social. Esto lo vemos claramente en el momento actual cuando ante puntuales retrocesos en su nivel de vida, debido a las crisis cíclicas del sistema, en lugar de movilizarse contra éste y denunciar a sus dirigentes políticos y financieros, lo único que piden es una rebaja de impuestos para poder seguir mandando a sus hijos a colegios privados, ser asistidos por sanidad privada y cobrar la jubilación de un fondo privado de pensiones, sin importarles la situación de aquellos que deben recibir estos servicios de un irrisorio Estado del Bienestar (por lo menos en el caso español).

Aun así, esta es la clase que un partido "antisistema" español presentaba como revolucionaria y se marcaba como objetivo principal atraerla a sus filas para desencadenar la lucha contra el capitalismo, en uno de sus últimos documentos estratégicos (3).

En cuanto a la segunda característica común del concepto de clase, que nos presentan los estudios sociales actuales, es decir la de ser grupos económicos nos marca el camino de la lucha en el campo social, que ha de ser de defensa de los derechos de los trabajadores y contra las ofensivas de los capitalistas, pero también reivindicativo y de movilización de masas, en lo que conecta con la lucha política de que nos ocupábamos anteriormente; por lo que abogamos por un sindicalismo sociopolítico, de clase y unitario, que desde la defensa de los trabajadores vaya sentando las bases para el futuro modelo político superador del capitalismo: la
República del Trabajo.

Terminaremos citando una carta del revolucionario americano Juan Domingo Perón, que creemos resume perfectamente nuestras posiciones: "no intentamos de ninguna manera sustituir a un hombre por otro; sino un sistema por otro sistema. No buscamos el triunfo de un hombre o de otro, sino el triunfo de una clase mayoritaria que conforma el Pueblo Argentino: la clase trabajadora. Y porque buscamos el poder, para esa clase mayoritaria, es que debemos prevenirnos contra el posible 'espíritu revolucionario de la burguesía'. Para la burguesía la toma del poder significa el fin de la revolución. Para el proletariado - la clase trabajadora de todo el país- la toma del poder es el principio de esta revolución que anhelamos, para el cambio total de las viejas y caducas estructuras demoliberales.

Si realmente trabajamos por la liberación de la Patria, si realmente comprendemos la enorme responsabilidad que ya pesa sobre nuestra juventud debemos insistir en lo señalado. Es fundamental que nuestros jóvenes comprendan, que deben tener siempre presente en la lucha y en la preparación de la organización que: es imposible la coexistencia pacífica entre las clases oprimidas y opresoras. Nos hemos planteado la tarea fundamental de triunfar sobre ¡os explotadores, aun si ellos están infiltrados en nuestro propio movimiento político". (4)

(1) La influencia de esta terminología romana está también presente en el mismo concepto de "proletariado"; los "proletarii" eran aquellos que no tenían más propiedad que su "prole".
(2) Marx, K. y Engels, F. Cartas sobre "El Capital". Laia. Barcelona. 1974.
(3) Nos referimos al documento: Democracia Nacional. Propuesta de discurso políticoestratégico,
Nov. 95?
(4) Carta de Juan Domingo Perón a la Juventud Peronista. Octubre de 1965. Citada en
Iglesias, F. J. "Juan Domingo Perón y el socialismo nacional (I): la empresa para quien la trabaja". Ediciones Guerra Gaucha. Buenos Aires 1993.

martes, 26 de noviembre de 2013

43 años sin Yukio Mishima




Se suele decir que Mishima ha sido el más grande escritor japonés de su generación. No recibió el Premio Nobel, pero indudablemente tuvo una fama más amplia que Kawataba que si lo obtuvo y que fue su descubridor. Los editores sabían que cada novela de Mishima iba a ser un éxito de ventas y los propietarios de salas de teatro e incluso de cabaret hubieran dado varios años de su vida para que Mishima trabajara en ellos, ya fuera interpretando, escribiendo el libreto o simplemente estando presente en el local. Tal era la fama de Mishima en el Japón...

Su fama llegó a Europa poco después de su muerte. Hasta entonces fue un ilustre desconocido, e incluso en los ambientes más conocedores de la literatura. El 26 de noviembre de 1970 los más grandes rotativos nacionales publicaron la foto de Mishima encaramado en el balcón  de un cuartel del ejército japonés. Minutos después de auqella foto, se haría el hara-kiri. No es la primera tentativa de suicidio del autor japonés; cuando era un desconocido, en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, enrolado como voluntario en las escuadrillas "Kamikaces", debía haberse estrellado contra algún barco americano si no hubiera sido porque una gripe de última hora le impidió morir por el emperador. 

Mishima era un tipo sumamente extravagante en su proyección exterior; famoso escritor, candidato al Premio Nobel de literatura, exhibicionista, atleta, director teatral, actor de cine, teatro, televisión y cabaret, escritor de una exhuberante prodigalidad, investigador de las inmemoriales tradiciones imperiales japonesas, coleccionista de espadas samurais y un largo etc., talesson los atributos que deben ir necesariamente unidos al nombre de Mishima. Sus doscientos cuarenta y cuatro volúmenes de gran calidad literaria atestiguan su personalidad. En España Barral y Caralt han editado algunos textos de los cuales, sin duda alguna, el más brillante de todos es "Caballos Desbocados".

Los escándalos de Mishima hicieron furor en el Japón de los años 50-60. No reparaba en besar a un travestido en una escena de cabaret para acto seguido cumplir con sus deberes de padre de familia; consideraba uno de sus momentos más felices el que una enciclopedia reclamara una foto suya para acompañar el vocablo "culturismo" y con la misma facilidad demandaba a otra revista que publicó sin permiso "una foto en la que parecía menos hercúleo". 

Hombre extremadamente controvertido, contradictorio, lo menos que puede decirse de él es que seguía la fórmula extremo oriental de "cabalgar el tigre", participando activamente en la vida cotidiana y no como uno más, sino como una figuera que atraía la atención , pero que en medio de sus excentricidades mantenía una sólida y tradicional visión del mundo. Algo más que imposible. Se puede decir que sus obras, y en especial "Caballos Desbocados", representaban la válvula de escape que Mishima tenía frente al Japón occidentalizado. Pero esta contradicción entre un "Hombre tradicional" en su interior y un exhibicionista y genial literato en su aspecto público no podían durar mucho tiempo.

Justo mientras está escribiendo las páginas de "Caballos Desbocados", concibe la idea de formar el "Tateno Kai", la "Sociedad del Escudo". Esta asociación era bastante más que una una mera agrupación de extrema derecha, de las que se pueden contabilizar en el Japón no menos de 500. Concebida como "el escudo que debía proteger al Japón, y especialmente al Emperador, de la embestida occidental" (de lo que de burgués, consumista y antitradicional tiene "lo occidental"), se podía asemejar a una orden mística y combatiente. Sus miembros, instruidos en artes marciales, tenían una composición social interclasista. Quienes entraban en ella dejaban de pertenecer al mundo de lo contingente, dedicaban su tiempo a la práctica de las artes marciales y a dialogar con Mishima. 

El "Take no kai" estaba concebida como una estructura de choque: su actuación primera sería también la última: su debut, una despedida. Mishima pensó en quemar, inicialmente, a medio centenar de hombres luchando con las manos desnudas contra los estudiantes del Zengakaguren (movimiento estudiantil de ultra izquierda japonés). Dicho enfrentamiento supondría la muerte de todos ellos aplastados por la horda izquierdista y obligaría a los militares a actuar, restableciendo el código de honor japonés y aboliendo las costumbres occidentales. Pero al producirse en 1969 una de las más gigantescas y violentas manifestaciones izquierdistas, y de ser disuelta por los antidisturbios sin producirse ni una sola víctima, comprendieron que tal proyecto dejaba de tener interés: el emperador no estaba indefenso, tenía los "grises" locales. Laacción determinativa debía ser otra.

Hasta llegar el 26 de noviembre de 1970, su tarea literaria había sido extraordinariamente prodiga, como hemos dicho. Tocó todos los temas que un autor puede tocar. Su genio parecía no tener límites y tan pronto escribía e interpretaba un libreto para café teatro, no precisamente muy moralista, como concebía, escribía y dirigía un Kabuki. Tan pronto actuaba en el teatro interpretando obras de Moliére como en el papel protagonista de su película "El rito del amor y de la muerte", película que terminaba con el hara-kiri del mismo Mishima en una escenificación perfecta de lo que luego sería su suicidio ritual en el despacho del general Morita. 

La poesía japonesa no tenía secretos para él, la novelística era su especialidad y, dentro de este género, la novela síntesis de las tradiciones japonesas fue su constante. La trilogía "Sed de Amor", "Nieve de primavera" y "Caballos Desbocados" son buenas muestras de cómo una novela estéticamente, perfecta, sea cual sea su ambientación, es asequible al público de cualquier latitud, aun a pesar de la localización geográfica de la trama. Si así ocurre con "El Quijote" o con el teatro de Shakespeare, otro tanto se puede decir de la producción de Mishima.

Pero la vida de Mishima se deslizaba rápidamente por la pendiente. La exposición-homenaje, que curiosamente se auto-organizó en unos grandes almacenes de Tokio, fue un gran éxito. Allí estaban expuestas la totalidad de las ediciones de sus obras, las fotografías por él más queridas (Mishima consideraba que mediante la cámara fotográfica el cuerpo podía apurar sus posibilidades hasta el límite) y en un puesto privilegiado la misma espada samurai que en dos semanas después le acompañaría al despacho del general Morita. Aquella exposición revistió los caracteres de una despedida, pero sólo Mishima y tres camaradas más de la "Sociedad del Escudo" que habían sido seleccionados para protagonizar el "incidente" lo sabían.


Aquel día de noviembre del 70, cuando en España las turbulencias desatadas por el proceso de Burgos apenas dejaban espacio para noticias de otro tipo que no fueran las relacionadas con el orden público, Yukio Mishima "tuvo el placer de morir", demostró ser el último samurai. Japón se sorprendió de que el gesto de Mishima fuera comprendido y acogido por la joven generación. Su ejemplo debía de servir para algo.

martes, 19 de noviembre de 2013

El Nacionalismo después de las elecciones




Por Alexis López Tapia


Independientemente de cómo se presente el próximo resultado electoral, tanto a nivel presidencial como parlamentario, y a las diferentes e incluso contradictorias posiciones que diversos grupos y movimientos de carácter nacionalista han adoptado respecto del voto en las mismas, es indudable que existen hechos permiten proyectar un cambio bastante radical en las tendencias que este sector ha venido sosteniendo hasta el presente.

En este breve análisis, quisiera presentar algunos de estos hechos, y comentar mi visión sobre su potencial desarrollo a mediano plazo.

a) El quiebre con la derecha:

Aunque desearíamos que se tratara de una ruptura político-ideológica definitiva, y no un mero quiebre circunstancial como es el caso, hay evidencia clara de que un amplio sector del nacionalismo en cualquiera de sus variantes, ha optado por no concurrir a votar por Evelyn Matthei, ni en primera ni en segunda vuelta, incluso arriesgando el triunfo de Bachelet en la primera –cosa que a nuestro juicio no ocurrirá pese a sus deseos–, marcando una inflexión bastante notoria en las relaciones tradicionales del sector con los partidos de la Alianza y con la derecha en general.

El principal responsable de este hecho, y habrá que saber agradecerle por ello en el futuro, ha sido el Presidente Sebastián Piñera, que motivado por un enorme voluntarismo ideológico y electoral, tensó sistemáticamente durante su gobierno las relaciones con los sectores más conservadores de la derecha, con los militares en retiro, y con el mundo nacionalista en general, situación que llego a su clímax con el suicidio dl General (R) Odlanier Mena, quien en un acto absolutamente consciente de sus efectos políticos, estuvo dispuesto a entregar su vida para provocar un quiebre definitivo de estos sectores, no sólo con el mandatario, sino de paso, con los sectores claramente (neo)liberales y globalistas de la derecha en el poder.

Si bien no creo que sea posible cuantificar electoralmente los efectos de este hecho –ya que veo gran dificultad técnica en contabilizar los votos que dejará de recibir Matthei producto de su respaldo al mandatario en el caso mencionado–, al menos Políticamente es claro que se trata de una situación nueva, que no ha tenido precedentes similares durante los últimos 30 años.

La profundidad de este quiebre, sus efectos políticos a mediano plazo, y las reacciones que estos efectos provocarán tanto al interior del nacionalismo, como en la propia derecha a la que hasta ahora había venido apoyando, serán determinantes para definir el futuro tanto de estas relaciones, como aún más importante, la potencial articulación de este sector como un actor operativo dentro de la realidad política nacional.

b) Las estructuras políticas que vienen:

La llegada al poder de la Derecha, lejos de constituir un freno como probablemente habría sido su intención, sirvió de acicate a las intenciones de diversos sectores por constituir nuevos referentes políticos en torno a las ideas del Nacionalismo.

Sumado a ello, la desaparición o mejor dicho, descomposición, de algunos grupos y pequeños movimientos juveniles que habían venido intentando articularse a nivel nacional, ha dejado un amplio margen para el surgimiento de estructuras de mayor relevancia y consolidación político-ideológica, directamente Partidos Políticos, varios de los cuales se encuentran o bien en formación, o bien a punto de lograr su constitución a nivel regional.

Si bien esas iniciativas son incipientes, permiten determinar una tendencia que seguramente irá en aumento en los próximos años: daba la actual factibilidad cuantitativa de reunir las firmas necesarias para inscribir Partidos –gracias al voto voluntario que ha reducido la cantidad necesaria para generar esas estructuras–, es claro que asistiremos a muchos intentos y algunos éxitos por inscribir nuevos partidos de carácter nacionalista.

Independientemente de qué organización lo logre, este será un hecho políticamente novedoso, ya que desde el Partido Nacional, salvando las críticas ideológicas que se pueden hacer a esta calificación, el nacionalismo no ha contado con partidos propios desde hace más de 40 años.

Es claro que este hecho no augura el éxito electoral de esas organizaciones, que como muchas otras, pueden desaparecer tras la primera barrera electoral que les toque sortear. Sin embargo, permitirán por primera vez que el sector posea algunos candidatos propios enmarcados en esas estructuras, lo que a su vez permitirá medir electoralmente al sector.

Quizá la probabilidad más interesante, sea la potencial formación de un pacto o coalición entre diversos partidos regionales, e incluso nacionales, para lograr obtener mejores resultados electorales que los que obtendrían en forma aislada, y a la vez, para presentar mayor cantidad de candidatos en cada elección.

Pese a ello, estimamos que estos esfuerzos aislados –aunque incluso lleguen a coordinarse electoralmente–, no lograrán transformarse en partidos de masas con capacidad política y electoral suficiente para comenzar a incidir de manera relevante en las tendencias actualmente vigentes.

Se requerirá además, una dosis bastante elevada de altruismo y realismo político para que esos referentes logren coordinarse, y aún más para que acierten estrategia de trabajo en conjunto que les permitan obtener algunos resultados viables a mediano plazo. Aun así, el hecho político es que habrá algunos o varios partidos de carácter nacionalista que comenzarán a actuar en el país durante los próximos años, y eso constituye un avance.

c) La necesaria redefinición ideológica

Aunque la tendencia anterior es predecible, no necesariamente ocurre lo mismo con las definiciones ideológicas de estos posibles referentes.

En general, la tendencia a comprender el nacionalismo desde perspectivas tradicionales, occidentales o eurocéntricas, hispanistas, románicas, raciales e incluso de clase, sigue pesando gravemente en el sector.

Esta herencia del Determinismo –biológico, cultural o materialista–, supone un escollo muy difícil de superar para la mayoría de los referentes a nivel nacional, y por ende, es muy posible que durante las primeras etapas de este nuevo proceso veamos repetidas, una vez más, consignas que se encuentran completamente superadas tanto desde la perspectiva ideológica estricta, como aún más importante, de la doctrina y los hechos políticos que estas determinan.

Es en este ámbito, a nuestro juicio, que se hace absolutamente necesaria la redefinición ideológica del nacionalismo chileno, no como una simple reiteración de las ideas de la Generación del Centenario en el Bicentenario, sino efectivamente como una nueva concepción que dé cuenta cabal de los procesos políticos que vivimos tanto a nivel Nacional, del Continente y el Mundo.

Esta es sin duda la labor más difícil, tanto porque se enfrenta al lastre de la tradición mal entendida, como al desafío del Deconstruccionismo, el Asistemismo y la Globalización como principales contradictores en el campo ideológico y político.

Por ello, la tentación siempre presente del nacionalismo por actuar en “reacción” ante el proceso en desarrollo, y con ello volverse nuevamente funcional a los intereses de la derecha, será uno de los principales obstáculos que deberá sortear en el futuro próximo.

Ello será aún más evidente en el caso del posible triunfo total de Bachelet, en primera vuelta y con mayoría parlamentaria, en que las presiones para “acelerar el proceso revolucionario” se volverán imperiosas.

Ante este escenario potencial, el primer requerimiento que deberá hacerse es que las sean las propias bases fundantes del nacionalismo del bicentenario las que cambien, y claramente, su eje fundamental deberá ser la Identidad, como concepto básico de la Nacionalidad, a partir de bases que superen ampliamente las conocidas críticas ideológicas que han minado y vaciado de contenido las concepciones tradicionales.

Cómo se logre realizar este cambio y quiénes están llamados a hacerlo escapa a este análisis de coyuntura, pero resulta evidente que se trata del desafío inmediato más relevante que deberá asumir este sector si quiere ser algo más que “el tonto útil de la derecha”, en los hechos que comenzarán a ocurrir pasadas las elecciones.

d) Los liderazgos requeridos

De todo este análisis fluye la necesidad básica de contar con liderazgos eficaces, pragmáticos, políticamente realistas, comunicacionalmente eficientes, y formados estratégicamente para los desafíos que comenzarán a hacerse presentes tras las elecciones.

Y adicionalmente, es claro que esos liderazgos deberán tener una amplia capacidad de diálogo, de transversalidad y de capacidad de concitar acuerdos, tanto a nivel de base como a nivel político operante, toda vez que la magnitud de los desafíos hace improbable que un único referente logre alcanzar relevancia nacional a corto plazo.

De allí que desde ya dejemos planteados que los mesianismos deberán o deberían estar excluidos por defecto en el nuevo escenario que se está desarrollando. No se requieren salvadores, iluminados, caciques, caudillos ni héroes de pacotilla.

Se requiere básicamente mucho sentido común y mucha sabiduría popular, que son a la vez, el menos común de los sentidos así como de la sabiduría. Y por cierto se requiere trabajo, intelectual, ideológico, doctrinario y fundamentalmente político.

Pero por sobre todo, se requiere de un verdadero Sentido de lo Relevante, de lo Nacionalmente Relevante. De aquello que –cuando se entiende y se aplica correctamente–, ha hecho y hace que las ideas nacionales logren encarnar la fuerza y el poder suficiente, para transformar radicalmente la realidad de la comunidad del pueblo en función de un objetivo nacional ampliamente compartido.

Esperamos que este breve análisis ayude, junto a muchos otros, a dar el primer paso en esa dirección.


Saludos a todos.