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jueves, 29 de agosto de 2013

¿Qué es el rendimiento íntegro del Trabajo?




Por Silvio Gesell


Calificamos de trabajador, en el sentido de esta disertación, a todo aquel que vive del fruto de su trabajo. Chacareros, artesanos, jornaleros, empleados, ingenieros, artistas, sacerdotes, militares, médicos, reyes, etc., son trabajadores en nuestro sentido. La única antítesis a todos estos trabajadores la constituyen en nuestra economía social, pura y exclusivamente los rentistas, pues a éstos les llegan los ingresos independientemente de todo trabajo.

Distinguimos: producto del trabajo, el resultado monetario del trabajo y el rendimiento del trabajo. El producto del trabajo es todo aquello que se engendra por el trabajo. El resultado del trabajo es el dinero que aporta la venta del producto del trabajo o el contrato de salario. El rendimiento del trabajo es lo que se puede adquirir con el resultado monetario del trabajo y se puede llevar al lugar de consumo.

Los términos: salario, honorarios, sueldo, en lugar de resultado monetario del trabajo, se emplean cuando el producto del trabajo no es de naturaleza material, como por ejemplo: el barrer la calle, el escribir poesías o el gobernar. Si el producto del trabajo es tangible, como ser una silla, y al mismo tiempo propiedad del trabajador, ya no se hablará de un salario u honorarios, sino del precio de la silla vendida. En todos estos términos se trata siempre de la misma cosa, del resultado monetario del trabajo realizado.

Las ganancias de un empresario y el beneficio comercial deben considerarse asimismo, siempre que se les descuente el interés del capital invertido o la renta inmobiliaria que generalmente contienen, como un resultado del trabajo. El gerente de una sociedad anónima minera percibe su sueldo exclusivamente por su actividad, por su trabajo. Si ese gerente es al mismo tiempo accionista, sus ingresos se aumentan por el importe de los dividendos. Es entonces trabajador y rentista al mismo tiempo. Por lo general los ingresos de los agricultores, comerciantes y empresarios se componen del resultado del trabajo y rentas (resp. intereses). Un agricultor que cultiva con capital prestado un campo arrendado, vive única y exclusivamente del rendimiento de su trabajo. Lo que, después de haber descontado el arriendo y los intereses, resta del producto del trabajo, corresponde a su actividad y está sujeto a las leyes generales que rigen al salario.

Entre el producto del trabajo (o su prestación) y el rendimiento se hallan los diferentes contratos comerciales que realizamos diariamente por la compra de mercancías. Estos contratos influyen notablemente sobre el rendimiento del trabajo. A diario se observa cómo individuos que presentan en plaza los mismos productos, obtienen de ellos sin embargo un rendimiento diferente. Ello se debe al hecho, de que si bien estos individuos son equivalentes como trabajadores, no lo son en cambio como comerciantes. Unos tienen mayor habilidad para vender sus productos a buen precio, y a su vez, al realizar sus adquisiciones, distinguen lo bueno de lo de inferior calidad. Para el intercambio y negociado de mercancías destinadas a la venta, los conocimientos especializados son tan necesarios para el éxito del trabajo (rendimiento del trabajo), como las habilidades técnicas para su fabricación. El cambio del producto debe ser considerado como acción final del trabajo. Por ello todo trabajador es también comerciante.

Si los productos del trabajo y los de su rendimiento tuviesen una cualidad común que permitiese compararlos y aún medirlos, podría eliminarse el comercio que debe transformar al producto en rendimiento. Vale decir, que con sólo medir, contar o pesar exactamente, el producto del trabajo siempre debería ser igual al rendimiento del mismo (descontado el interés o la renta), y la prueba fehaciente de que no ha habido engaño podría darse inmediatamente por los objetos adquiridos como rendimiento del trabajo. Exactamente en la misma forma como en casa puede controlarse con una simple pesada, si la balanza del almacenero es exacta o no. Sin embargo, esta cualidad común de las mercancías no existe. Siempre el intercambio de mercancías se realizará por negociación, jamás por el empleo de alguna medida. El uso de la moneda no nos exime tampoco de la necesidad de realizar el cambio por medio del comercio. La expresión de „medidor de valor“ que suele emplearse aún en la bibliografía político-económica, para definir a la moneda, induce a error. Ni una sola cualidad de un canario, de una píldora o de una manzana puede medirse con una moneda.

De ahí que es imposible, dar fundamento legal a una demanda al derecho sobre el rendimiento íntegro del trabajo, por el parangón inmediato entre el producto del trabajo y el rendimiento del mismo. Más aún, hemos de calificar directamente de ilusión el derecho al rendimiento íntegro del trabajo, si con ello se quiere comprender el derecho del individuo aislado al rendimiento integral de su trabajo.
Muy diferentes se presentan sin embargo las cosas en lo que se refiere al rendimiento íntegro de la colectividad. Éste requiere tan sólo que los productos del trabajo sean distribuidos totalmente entre los trabajadores. De ningún modo deben entregarse productos del trabajo al rentista en concepto de intereses o rentas. Ésta es la única condición que la realización del derecho colectivo al rendimiento íntegro que el trabajo impone.

El derecho al rendimiento integral colectivo del trabajo no nos exige que nos ocupemos también del rendimiento individual del trabajo de cada trabajador. Lo que un trabajador percibe de menos, otro lo obtiene de más. La distribución entre los trabajadores se realiza, como hasta ahora, de acuerdo con las leyes de la competencia, y por regla general en forma tal, que la competencia será tanto mayor y el rendimiento individual del trabajo tanto menor, cuanto más fácil y sencillo sea el trabajo. Aquellos trabajadores que emplean la mayor habilidad en su trabajo, son los que más eficazmente eluden la competencia de las masas y podrán en consecuencia obtener los mejores precios por sus prestaciones. Con frecuencia una simple disposición física (el caso de los cantantes, p. ej.) reemplaza a la habilidad o inteligencia en la eliminación de la competencia de las masas. Dichoso aquél, que en sus actividades no necesita temer la competencia de los demás.

La realización del derecho al rendimiento íntegro del trabajo favorece a todos los rendimientos individuales con un aumento proporcional de los rendimientos actuales del trabajo. Éstos se duplicarán tal vez, pero nunca se nivelarán. La igualación de los rendimientos es aspiración comunista. En nuestro caso se trata empero del derecho al rendimiento íntegro del trabajo, determinado por la competencia, por el concurso. Bien es cierto, que como efecto secundario de las innovaciones que deben dar vida real al derecho sobre el rendimiento colectivo íntegro del trabajo, ciertas discrepancias de los rendimientos individuales, que actualmente son enormes, especialmente en el comercio, serán retrotraídas a un nivel más razonable; pero, como ya se ha dicho, se trata meramente de un efecto secundario. El derecho que nosotros queremos realizar no implica la nivelación. Por lo tanto, los trabajadores capaces, laboriosos e industriosos, obtendrán un rendimiento mayor, proporcional al producto, también mayor, de su trabajo. A ello se agrega el aumento general del salario por eliminación del rédito sin trabajo.

Resumen de lo expuesto hasta ahora:

1º. El producto del trabajo, el resultado monetario y el rendimiento no son directamente comparables. No existe para estas tres magnitudes una medida común. La conversión de una a otra, no se realiza por medición sino por contrato comercial.
2º. No es posible demostrar evidentemente si el rendimiento del trabajo de un obrero, individualmente considerado, es íntegro o no.

3º. El rendimiento íntegro del trabajo sólo puede concebirse y medirse como rendimiento colectivo.

4º. El rendimiento íntegro del trabajo de la colectividad impone como condición, la eliminación de todo crédito sin trabajo, es decir del interés del capital y de la renta territorial.

5º. La eliminación completa del interés y de la renta, de la economía social es la prueba fehaciente de la realización del derecho al rendimiento íntegro del trabajo, es decir que el rendimiento colectivo es igual al producto colectivo del trabajo.
6º. Por la eliminación del rédito sin trabajo se elevan, duplican o triplican los rendimientos individuales del trabajo. Una nivelación no se produce o tan sólo en parte. Las diferencias en el producto individual del trabajo se manifiestan íntegramente en el rendimiento del trabajo individual.

7º. Todas las leyes generales de la competencia que determinan el nivel proporcional del rendimiento individual del trabajo quedan subsistentes. Al más capaz, el mayor rendimiento de su trabajo, del que puede disponer libremente.

Actualmente, el rendimiento del trabajo sufre una serie de quitas en forma de renta territorial o intereses del capital. El monto de éstas no se determina, por cierto, arbitrariamente, sino que está supeditado a las condiciones generales del mercado. Cada cual toma todo lo que las condiciones del mercado le permiten tomar.



jueves, 2 de mayo de 2013

Libertad y Propiedad





Por el Emboscado


La propiedad (privada o estatal) de los medios de producción (tierra, fábricas, utensilios de trabajo, etc…) niega la libertad al dar poder sobre las personas. En la medida en que los propietarios concentran en sus manos los recursos económicos de un país, el resto de la población pasa a ser dependiente de ellos, pues al estar desposeída se ve obligada por la necesidad económica a vender su mano de obra a dichos propietarios. En esta situación son los propietarios quienes aprovechan la necesidad ajena para imponer sus condiciones laborales, con lo que se desarrollan las correspondientes condiciones de explotación laboral inherentes al capitalismo (tanto privado como de Estado).

No existe libertad cuando la necesidad obliga al trabajador o trabajadora no sólo a venderse sino también a aceptar unas condiciones de trabajo que le son impuestas, a participar en una actividad económica que en muchas ocasiones no corresponde con su formación profesional o simplemente a hacer un trabajo que no querría. Pero juntamente con esto hay que sumar el hecho de que la organización del trabajo se lleva a cabo según un modelo autoritario, en el que el propietario de la empresa es el que da las órdenes mientras que sus asalariados las obedecen. Los trabajadores y trabajadoras quedan relegados a la condición de un objeto pasivo, abocados a ser un engranaje más de la maquinaria económica, a no pensar y solamente a ejecutar las directrices de sus superiores jerárquicos.

La organización del trabajo en el seno de la empresa no atiende a las necesidades de sus trabajadores, sino que muy al contrario responde a los intereses de su propietario que es quien determina la estructura organizativa con el propósito de maximizar sus beneficios. El plan de división del trabajo está sujeta a una voluntad exterior a los trabajadores que puede ser el Capital o el Estado.

La apropiación de la plusvalía creada por los trabajadores, las condiciones de desigualdad económica, la concentración de la riqueza, etc., únicamente son consecuencias de la existencia de la propiedad (estatal o privada) y no la causa originaria de los problemas sociales producidos por el capitalismo. El fondo del problema social generado por el capitalismo no se encuentra en las condiciones económicas que crea para la clase trabajadora, sino en la negación de la libertad al hacer económicamente dependiente al trabajador del propietario que lo contrata, y quedar así relegado a la condición de neoesclavo.

Otra de las consecuencias de la existencia de la propiedad es la parcelación del trabajo con la hiperespecialización, lo que contribuye a insectificar la vida de los trabajadores y trabajadoras hasta el punto de convertir la sociedad en un hormiguero. Las relaciones sociales son sometidas a la lógica inherente a la estructura de dominación en las que se desenvuelven, de forma que se desarrollan verticalmente con la dependencia de los trabajadores con su patrón. No sólo se impiden las relaciones horizontales entre trabajadores, que es lo que en última instancia permitiría su unidad para oponerse a sus opresores, sino que se crean individuos incapaces en tanto en cuanto la especialización excesiva les dificulta desempeñar otro tipo de tareas, con lo que se justifica la existencia de directivas y entes burocráticos para la administración y gestión de la propia empresa. En este sentido la propiedad constituye la transposición del modelo de organización jerárquico, piramidal y autoritario del ejército al terreno económico donde el empresario, privado o estatal, establece unilateralmente sus propias directrices y donde la junta directiva opera como un Alto Estado Mayor que vela por los intereses del conjunto de la organización al determinar las relaciones que se dan en su seno.

El trabajo asalariado atrofia las facultades reflexivas del trabajador y tiende a anular el instinto de inteligencia inherente al ser humano. Esta situación es creada premeditadamente para hacer permanecer a los trabajadores en un status de aprendices toda su vida. El capitalismo incapacita a los trabajadores para participar en la gestión de sus respectivas empresas a través de la organización jerárquica del trabajo y la hiperespecialización. El dueño de los medios de producción impone su voluntad sobre sus asalariados con la organización y división del trabajo, por lo que no existe la asociación como tal sino el simple y puro sometimiento.

La propiedad constituye una forma de dominación en la que el trabajador queda alienado al no pertenecerse a sí mismo, pues es convertido en un objeto sin voluntad propia. Estas condiciones sociales y económicas tienen un trasfondo político al ser fruto de un orden social en el que prevalece un sistema de obligaciones. Así es como las categorías centrales de lo político, la libertad y la dominación, cobran pleno protagonismo. De esta forma en el mundo del trabajo se plantea como primera exigencia la conquista de la autodeterminación de las condiciones laborales, y con ello la superación de las simples reivindicaciones dirigidas a conquistar ventajas materiales inmediatas que abandonan al patrono la organización de la producción. Por este motivo la conquista de la libertad en el ámbito laboral pasa por la revolución que sustituya el actual sistema de obligaciones por un sistema de derechos que haga posible la autodeterminación de los trabajadores, para que de este modo la economía sea sometida a las necesidades y condiciones de producción del conjunto de la sociedad.

La ruptura del orden opresivo inherente al régimen de propiedad, privada o estatal, en los medios de producción sólo es posible con la ruptura del sistema político que sostiene dicho orden de cosas. La desaparición de la propiedad en los medios de producción y la instauración de un régimen de posesión y gestión social de los mismos es lo que, en definitiva, traería consigo la instauración de un sistema de derechos que pusiera fin al trabajo asalariado y que hiciera posible la libertad en el ámbito laboral. Sólo así se pondría fin a las relaciones de dominación y sometimiento que prevalecen en la sociedad capitalista. Pero para la realización de la libertad en términos políticos y económicos, es decir, para la conquista de los medios de producción por los trabajadores con el establecimiento de la autogestión social y el autogobierno, es ineludible la revolución. Sin el inicio de un proceso de ruptura que ponga fin a una sociedad y a un sistema existencialmente opresivo no podrá aspirarse a construirse un mundo nuevo y libre.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Los conceptos de "Máquina" y "Manpower"







Por Joaquin Bochaca


“LA MÁQUINA”

Hasta mediados del siglo XVIII, la Agricultura y la Industria se basaban, primordialmente en el poder muscular de caballos y bueyes, y en el muscular y cerebral del hombre. Pero a principios de 1765, un escocés, James Watt, ideó la máquina de vapor, que fue acoplada al mecanismo de un telar de algodón.

Acababa de empezar la revolución industrial. Por los resultados de la misma se demuestra hasta la saciedad, sin lugar para el menor resquicio de duda, que el punto a) que mencionábamos en el anterior epígrafe, es rotundamente cierto, porque, en efecto, en el mundo civilizado hay suficientes materias primas para satisfacer las necesidades de sus habitantes, y esas materias primas han sido desarrolladas y puestas al abasto del hombre gracias al concurso de la máquina.

Es necesario hacer un inciso. En el citado punto a), aparte de las materias primas, se trata de otros factores, tales como mano de obra y conocimientos científicos. De ello hablaremos más adelante. Circunscribámonos, de momento, a las primeras materias, desarrolladas por la máquina.

Una vez puesta en el disparadero del éxito, ya nada pudo mediatizar el proceso de la máquina. La ciencia se convirtió en su aliada, y los asombrosos descubrimientos se fueron sucediendo, y ya no sólo en el campo del vapor, sino en el de la energía hidráulica, la electricidad, la química, los nuevos combustibles, especialmente carbón y petróleo, los gases industriales, etc. Vino luego el uso de la energía atómica, y hacia 1938 en Alemania empezaron las primeras tentativas para explotar el manantial de todo poder: la energía solar, investigaciones que fueron interrumpidas con la guerra y han vuelto a tomar auge en Francia. Hogaño, con sólo dos siglos de inventos y desarrollo, la máquina domina en el mundo. Sus asombrosas realizaciones han hecho del hombre el Señor de la Tierra, y al pasar de una época de escasez -antes de Watt- a una de abundancia -después de Watt- han modificado totalmente el planteamiento de la Economía, aún cuando los sumos sacerdotes de esta “ciencia” sigan aferrados a unos dogmas que eran, tal vez, válidos para tiempos pretéritos -en que una mala cosecha a causa de la sequía o de la plaga de la langosta ponía a un país al borde del colapso, pero que resultan ridículamente desfasados en nuestros tiempos.

Sabemos que en 1935, en los países de Europa (exceptuando, naturalmente Rusia y Turquía), en Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia, la máquina había puesto a disposición del hombre algo más de mil millones de Caballos de Vapor. En la actualidad, y pese al sabotaje político y social a que se ha visto sometida, hemos sobrepasado los tres mil millones  yeso que la energía atómica, la radioactividad, la energía solar y la energía de las mareas están aún lejos de haber dicho su última palabra.

El Premio Nobel británico, Profesor Soddy, calculaba, en 1935, que sólo 4.000 hombres, provistos de maquinaria moderna -repetimos, maquinaria de hace cuarenta años- podían recoger toda la cosecha de trigo de Estados Unidos 3. Precisemos que Estados Unidos es el segundo productor potencial de trigo en todo el mundo, pero que gracias al admirable sistema socialista implantado en Ucrania, ha pasado a un indiscutible primer lugar y aún se permite el discutible lujo político de vender a bajo precio, ya plazos, sus excedentes de trigo a la URSS, cuya producción es apenas superior a la de Europa Occidental.

Una incubadora australiana, con una capacidad de 1.100.000 huevos, incuba 6.600.000 pollitos al año por medio de la electricidad 4. La plaga de la filoxera, que en 1846 arruinó la cosecha de patatas de Silesia y el Palatinado, puede ser eliminada, actualmente, por dos aviones equipados con gas venenoso, en un par de horas, como máximo.

Los ingleses, en 1925, y los alemanes, en 1934, descubrieron sendos sistemas para la fabricación de nitratos sintéticos, los cuales, aparte de resultar mucho más baratos que los naturales -que en todo caso, eran insuficientes para nuestras necesidades y debían irse a buscar a Chile- obtenían rendimientos netamente superiores.

En 1933, en Alemania se inventó una máquina para fabricar bombillas que permitía a la conocida firma Osram abastecer todo el mercado en pocas semanas.

El autor inglés Colbourne cita un ejemplo revelador que, hacemos notar, se refiere al año... ¡1930! : “La población mundial en 1930 es de unos 2.000 millones de personas. En el mismo año (según Mr. Donald Ferguson, del Departamento de Estadística, de la Asociación Inglesa de Electricidad y Manufacturas Reunidas) ‘la capacidad total de la maquinaria era de 390 millones de Caballos’ (esta cifra excluye los automóviles). Así pues, el mundo, aparte de sus automóviles, tenía una maquinaria equivalente a 3.900 millones de hombres robustos. Es decir, que por cada unidad consumidora hay dos unidades no consumidoras”. 

Repetimos, estos datos se refieren al año 1930, pero, como ya hemos visto, en 1939, es decir, sólo nueve años después, en el Mundo Blanco -que entonces representaba las cuatro quintas partes de la potencia industrial del mundo entero - se había llegado a los mil millones de Caballos, lo que, para una población de unos seiscientos millones de habitantes, representaba que para cada unidad consumidora había, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, dieciséis unidades no consumidoras, en el Mundo Occidental. En tales condiciones, pretender -como lo han hecho, con milogroso cinismo, los budas economistas adeptos del dios Marx- que la Gran Guerra estalló por razones económicas es algo que debiera impulsar al sindicato de artistas de circo a querellarse contra dichos economistas por intrusismo profesional y competencial desleal.

Ahora bien, si se substituyera la palabra “económicas” por “financieras” ya se hallarían en el camino de la Verdad, pero ya saben muy bien tales budas que dicho camino, a ellos, les está vedado ¿Problemas económicos en Occidente, cuando las fábricas Ford, en Estados Unidos, construyen, en promedio, un coche cada cuatro segundos? ¿Problemas económicos cuando las fábricas Bayer, en Alemania, pueden abastecer, también en promedio, su rico mercado interior en dos meses y dedicar el resto del tiempo a trabajar para los mercados exteriores? ¿Problemas económicos cuando la Agricultura de Alemania Federal produce lo mismo que la Alemania real -la de 1939- con una extensión reducida en un 40 por ciento y una población en un 30 por ciento?

No. Hablar de problemas económicos no tiene sentido en la época actual. Precisamente la vida cotidiana no tiene sentido en la época actual. Precisamente la vida cotidiana está llena de ejemplos, estadísticas y datos que demuestran que, aún sin haber llegado a su estado de madurez, a pesar de los sabotajes que, bajo cien mil formas le imponen nuestros infaustos politicastros, la máquina está en disposición de abastecer a Occidente y, si insisten nuestros lacrimógenos mundialistas, a toda la Humanidad, en todas sus necesidades vitales y aún secundarias, al ciento por uno.


EL “MANPOWER”

En el punto a) del epígrafe referido al Planteamiento del Problema, aludíamos no sólo a las materias primas, sino también a la mano de obra especializada, al peonaje ya los conocimientos científicos “suficientes para satisfacer abundantemente las necesidades de sus habitantes”.

El trabajo humano, englobando al de investigadores, ejecutivos, obreros cualificados y sin cualificar recibe, en Inglaterra y América, el nombre genérico de “Manpower” -poder, o potencia del hombre- que nos parece mucho más descriptivo que las perífrasis que usamos en castellano para denominar, conjuntamente a trabajadores manuales, técnicos, capataces y ejecutivos.

Según datos oficiales, entresacados de publicaciones de las Naciones Unidas, mientras la población de los países Occidentales aumentaba en un 14 por ciento, su “manpower” se incrementaba en un  por ciento 1, en el período 1940-1970. En el mismo lapso de tiempo, su producción alimenticia subía, en valores absolutos, un 21 por ciento.

En cambio, la producción de artículos industriales y de servicios casi se triplicaba. Es imposible conocer datos exactos, y únicamente pueden obtenerse aproximados, basándose en referencias parciales y comparativas. En todo caso, también aquí la simple aritmética acude en apoyo de la tesis de que la mano de obra, especializada o no y la producción, han aumentado más, en valores absolutos y relativos, que la población total de Occidente. De todo ello se deduce la misma conclusión que se obtuvo al analizar la incidencia de la Máquina en la Economía de Occidente, es decir, que éste debería atravesar por un período de bienestar económico, más aún, de verdadera opulencia, sin paralelo en toda su Historia.

Esto, en cuanto se refiere a la mano de obra, cuantitativamente hablando. Porque, en términos cualitativos, también nuestro “manpower” ha experimentado un progreso notable. El número, per cápita, de técnicos y obreros cualificados, en el peor de los casos, -Inglaterra, Italiaes el mismo de hace treinta años 3 pero es preciso tener muy en cuenta que en los años cuarenta, Inglaterra tenía a su cargo un enorme Imperio, circunstancia que, desgraciadamente para ella y para Europa, ya no se da en la actualidad. Con respecto a Alemania nos ha sido imposible encontrar datos comparativos, pero el progreso es innegable y contrastado en Francia y España, e incluso en Estados Unidos. En ciertos países occidentales, como el Canadá, el aumento de mano de obra cualificada ha sido espectacular, del orden del cien por cien.

Economía Orgánica




Por Joaquin Bochaca

La Economía es una manera de pensar, como lo son la mora, la estética, la ética, la política. Cada una de esas formas de pensamiento aisla una parte de la totalidad del mundo y la reivindica para sí. La Moral distingue entre bien y mal; la Estética entre belleza y fealdad: la economía entre útil e inútil, y, en su última fase puramente comercial entre beneficiario y deficitario.

Hemos aludido a la Política, la cual divide a los hombres en amigos y enemigos. Considerando el cuerpo político como un todo orgánico, no cabe la menor duda de que la Economía forma parte de la Política. Una parte subordinada, en su totalidad, al conjunto político.

La Economía es al todo político lo que el sistema digestivo es a la totalidad de un ser orgánico y sí, conforme se asciende en la escala orgánica, desde el vegetal hasta el ser humano, pasando por el animal, menos importancia tiene, relativamente -insistimos en esa relatividad- el sistema digestivo, tal importancia desciende aún más al llegar al ser orgánico superior por excelencia, la Gran Cultura.

Es, entonces, entre sus órganos constitutivos, un “ultimus inter pares” y su función, aun siendo vital, es la menos noble de todas. Hecha esta salvedad, consideramos imprescindible insistir en el hecho de que igual que un individuo puede morir a causa de una parálisis intestinal que, a su vez, provoque una peritonitis, también una Gran Cultura, y, “a fortiori”, una nación puede enfermar gravemente e incluso perecer -desaparecer- a causa del caos creado por una enfermedad económica mal diagnosticada y, en consecuencia, inadecuadamente tratada. y no creemos que el espectáculo actual de la miseria en medio de la abundancia permita duda alguna sobre el hecho de la enfermedad de la Economía Occidental. Enfermedad, además, degenerativa, pues del sistema digestivo ha pasado a esparcerse por todo el cuerpo del organismo, incluyendo su cerebro, pues algo debe funcionar mal en éste si admite sin rebeldía situaciones que repugnan al simple buen sentido, como la destrucción deliberada de cosechas para “mantener el curso de los precios agrícolas”.

Hemos dicho que la Economía es una parte subordinada al todo político. Un ejemplo más de lo patológico de la actual situación nos lo da el hecho de que lo contrario se tenga por real, es decir, que la Política este subordinada a la Economía, y que ésta sea el motor de la Historia, absurdo propalado por Marx, pero insólitamente refrendado, en diversos grados de sentimiento, por sus enemigos de clase, los llamados “capitalistas”... aparente paradoja de la que nos ocuparemos más adelante.

lunes, 4 de febrero de 2013

El Trabajo ¿Es una necesidad fisiológica?





Por Ricardo Mella

No me propongo hacer ahora detenido estudio de esta cuestión. Limitarme a exponer algunos razonamientos que puedan servir de punto de partida para un más profundo análisis del problema.

A las objeciones de los autoritarios hacen a la practicabilidad de las ideas anarquistas y, sobre todo a la afirmación del trabajo voluntario en una sociedad libremente organizada. Replicase generalmente que, siendo el trabajo necesidad fisiológica para el individuo, todos trabajaran voluntaria y espontáneamente, supuestas las condiciones de igualdad y solidaridad entre los hombres.

La réplica en tales términos hecha contiene una petición de principio: ¿Es el trabajo necesidad fisiológica?

Modo de actividad es el trabajo. El individuo en su estado normal, es necesariamente activo porque el ejercicio, se derivan inmediatamente de órganos y de músculos. Es por tanto el ejercicio necesidad fisiológica a las que nadie puede escapar.

Pero el trabajo no es el ejercicio propiamente dicho, no es el ejercicio en su sentido genérico, sino una determinada y bien definida especie de ejercicio en vista de un fin dado. El trabajo es el ejercicio útil. Útil entiéndase, no sólo para el sujeto que lo ejecuta, sino también para sus semejantes; útil para aquel en lo que afecta a su organismo por la satisfacción de la necesidad de ejercicio, y útil también por lo que atañe a la economía individual y social, a la alimentación, al abrigo, al vestido, etc. Porque el ejercicio, en general, puede carecer de la condición de utilidad fuera del beneficio fisiológico del individuo que lo ejecuta, y en esto precisamente se diferencia del trabajo propiamente dicho. 

Un individuo cualquiera emplea sus energías, su actividad, en la gimnasia, en los ejercicios atléticos, en el deporte hípico o velocipédico, en la caza, etc. Lo hace, al parecer, por recreo y pasatiempo, responde de hecho a necesidades fuertemente sentidas. Para él, pues, es útil este ejercicio pero resulta, bajo el punto de vista social y económico, improductivo para los demás y para sí mismo. En este caso, el sujeto en cuestión hace ejercicio, pero no trabaja.

Otro individuo, por el contrario, aun sin necesidad de ello por su posición en la sociedad, dedica su actividad a la producción de artefactos cualesquiera, o bien cultiva su huerto, al parecer por pasatiempo también, pero respondiendo de hecho a las mismas necesidades del primero. Pues para este segundo sujeto es útil el ejercicio que ejecuta y lo es asimismo para sus semejantes, útil para él fisiológica y económicamente; productivo para él y para los demás hombres. En este caso hay ejercicio y hay trabajo.

Es pues, el trabajo un modo especial de la actividad, como ya queda dicho, es una determinada clase de ejercicio; pero no es toda la actividad ni todo el ejercicio. Se puede hacer ejercicio muscular y mental sin trabajar, en el sentido social y económico de la palabra, y, por consiguiente así mismo satisfacer la necesidad fisiológica del ejercicio mental y corporal sin trabajar.

La conclusión es terminante y precisa. Contestar que era una sociedad libre todo el mundo trabajará porque el trabajo es necesidad fisiológica de la que nadie se puede excusar, equivale a sustituir una incógnita por otra en el problema, dejando la cuestión en pie y conduciendo los razonamientos del común de las gentes a la negación de la posibilidad del trabajo libre.

Cualquiera podrá replicar que muchos satisfarán la incuestionable necesidad de ejercicio en diversiones y pasatiempos inútiles por lo improductivos. En mi opinión, no es la necesidad fisiológica del ejercicio muscular y mental la que hace posible el trabajo voluntario.

Es más bien la necesidad poderosísima de alimentarse, de vestirse, de abrigarse; es la necesidad de «vivir» la que nos induce a trabajar, es decir, la que nos dirige al ejercicio útil, la que nos obliga a emplear nuestra actividad en vista de un fin común por beneficio propio y ajeno.

Sin el acicate de estas necesidades, la actividad humana marcharía sin rumbo y sin objeto positivo en el orden social y económico de la existencia. Tal ocurre a las clases aristocráticas y adineradas.

Prevista de antemano la satisfacción de las necesidades primordiales, malgastan su actividad en juegos y vicios que fomenta la holganza. Pero en una sociedad libre, donde todos los individuos se hallarán en condiciones de igualdad económica, donde las riqueza no fuera el patrimonio de unos cuantos, sino de todos, ¿sería de temer que la mayor parte de los hombres no quisiera trabajar voluntariamente? Yo digo que no, sin necesidad de afirmar que trabajarían porque es necesidad fisiológica el trabajo. Trabajarían voluntariamente, porque tendrían necesidad de comer, de vestir, de leer, de pintar, etc., y los medios de satisfacer todas estas necesidades no les serían dados graciosamente por ninguna providencia de nuevo cuño.

Se me dirá que resulta entonces, en fin de cuentas, que el trabajo es necesario para vivir. Sí, lo es, sin duda alguna; es necesario individual y socialmente, como derivación de las necesidades fundamentales de alimentarse, vestirse, etc. Es, no obstante, una necesidad de segundo orden para el organismo, no sentida mecánicamente; una necesidad de la que el individuo se da cuenta después de una operación analítica provocada por el hecho de la convivencia en sociedad; mientras que las otras necesidades son primarias, son las que nos conducen a la sociabilidad, y, por tanto, al trabajo y a la comunidad.

Por esto mismo, porque la razón positiva del trabajo voluntario y libre descansa en todas las necesidades fisiológicas, psíquicas y mentales, es de todo punto inconveniente argumentar en falso con la afirmación de que el trabajo es necesidad fisiológica cuando, como hemos visto, esta afirmación se reduce al ejercicio muscular y mental que, sin duda, puede ser ejecutado sin provecho para el individuo y para la comunidad, aun cuando al individual organismo acomode y plazca.

La mayor o menor facilidad en resolver un problema depende en gran parte de la forma en que se plantea, de los elementos suministrados para el cálculo. Así, la demostración de la practicabilidad de una doctrina corresponde a la manera más o menos fundada de establecer sus elementos lógicos.

Reducida la cuestión a sus verdaderos y más sencillos términos, es siempre fácil resolverla si la razón y la experiencia abonan la solución propuesta. Tal es en mi concepto, el medio adecuado para demostrar la posibilidad del trabajo voluntario, sin apelaciones a principios no bien fundados.




miércoles, 24 de octubre de 2012

El Espíritu de la Economía






Por Gregor Strasser

Nosotros somos Socialistas, enemigos mortales del sistema capitalista actual y sus modos económicos de explotación, con su injusticia del sistema de asalariados, con su inmoral valoración del ser humano según sus propiedades y riquezas en lugar de según su servicio y responsabilidad. Nosotros estamos decididos a destruir este sistema del modo que sea necesario.

Y respecto a esto, no es en absoluto suficiente el substituir  un sistema económico por otro – sino que lo que es absolutamente necesario por encima de todo es un absoluto cambio de mentalidad. La mentalidad que debe ser superada, es la mentalidad materalista. ¡Debemos alcanzar una mentalidad económica totalmente nueva! – un  pensamiento que se libere de los conceptos actuales, cuyas raíces se hallan en el dinero, la posesión, la rentabilidad y una falsa idea del éxito. Es característico del marxismo, el falso socialismo, que su orden de ideas sea exactamente el mismo que el del capitalismo, por ello los considero desde hace algunos años y ya para siempre a ambos unidos en espíritu, sólo diversos en su diseño. El Socialismo Nacional,  directamente originario de la vida orgánica,  destruye las mentirosas palabras de una teoría ajena al mundo así como también los conceptos sin vida de una moribunda civilización.

Nosotros debemos aprender, que en la economía de un pueblo la cosa no depende de la rentabilidad, ni del beneficio, sino  sólo y exclusivamente de la cobertura de las necesidades de cada uno de los miembros de ese pueblo. Ésta y no otra cosa es la tarea de la  economía de la Nación. Nosotros debemos aprender que los conceptos como “economía mundial” – “balanza de pagos” – “nivel de exportaciones”, son únicamente conceptos de una época que se apaga, que desde ya hace demasiado tiempo llevan hacia el absurdo, pues chocan directamente contra lo que hay de eterno en la vida orgánica, que ha nacido EXCLUSIVAMENTE  de especulaciones y no de la TIERRA.   También debemos aprender que es un engaño, cuando la producción especuladora crea necesidades artificiales, ficticias, mediante reclamos y estímulos – esto es una burla al trabajo de las personas y sus vidas.

La excitada avidez acrecienta las exigencias, las acrecentadas exigencias multiplican la esclavitud humana, la cual es una esclavitud mental que ha tomado posesión de la vida en el lugar del alma. ¿Qué saben todavía  los hombres actuales sobre lo que significa vivir? Ellos corren y se ajetrean, se torturan, se esfuerzan, se esclavizan como los remeros de las galeras – todo para llevar una vida cuya vacuidad, cuyo vacío, es indescriptiblemente cruel. Y la cuestión no es relativa al excedente (sobreproducción), tal y como afirma el marxismo, sino  al alma de las personas. Y la producción, la economía,  tiene aquí sólo una tarea: cubrir las necesidades económicas de cada persona del pueblo, y la negación de los bienes que sólo existen a causa de necesidades artificialmente creadas, con la negación también de la esclavitud de la  “Rentabilidad y Beneficio”.

¡Nosotros debemos aprender que el trabajo es más que la propiedad, que el servicio es más que el dividendo! Es la más funesta herencia del sistema económico capitalista, el que la medida del valor de todas las cosas sea el dinero, la propiedad, la posesión. El hundimiento, la disolución de los pueblos es la consecuencia directa del uso de esta falsa escala de valores, pues la elección según las propiedades es el enemigo mortal de la raza, de la sangre y de la vida auténtica. Nosotros nunca hemos dejado duda alguna en que nuestro Socialismo Nacional  rompe con  este privilegio de la posesión y que la liberación del trabajador alemán debe extenderse en  su  participación en la ganancia, su participación en la propiedad y su participación en el servicio. Pero significaría volver a usar la vieja vara de medir si lo dejásemos aquí y no se iniciara también la necesaria revolución de las mentes, que nos libere de la mentalidad del sistema materialista actual. Nosotros ponemos conscientemente  el valor del servicio por encima del valor de la propiedad, ¡el valor del servicio es el único valor que realmente reconocemos! Nosotros ponemos el servicio en el punto central y no los dividendos. ¡Del mismo modo consideramos que la responsabilidad es  la coronación de las aspiraciones humanas, nunca las riquezas o el lujo! Esta es la nueva cosmovisión, la nueva religión de la economía y con ella se establecerá el final del cruel gobierno del becerro de oro y las diferencias de los seres humanos y de los derechos – serán sólo las diferencias del servicio, diferencias en el grado de responsabilidad; diferencias, en fin,  que provienen de Dios y son sagradas.

sábado, 23 de junio de 2012

NueStra Economía







Por Augusto Bleda

1) La Economía de la Catástrofe: Lo que se debe discutir en primer lugar no es el valor de un sistema económico u otro, sino el verdadero lugar que ocupa la economía. Y en una sociedad sana la economía está subordinada al factor político, en beneficio del pueblo.

Hoy gobierna la ética del mercader, con las reglas de los banqueros, apoyados en la complacencia servil y hedonista de las mayorías narcotizadas. Pero los tiempos están exigiendo cambios, pues cada vez es más evidente que las falencias del capitalismo desembocarán en una catástrofe natural, sin precedentes en la historia. Ante la realidad de la destrucción de la naturaleza perpetrada por la explotación desmedida de recursos naturales y la contaminación, varios ya están tomando conciencia de que es preciso un cambio en el trasfondo cosmovisional, en la existencia del hombre.

Los países ricos nos están haciendo pagar a todos el precio de la industrialización tecnologicista y el lujo enfermizo que los caracteriza. Es por está impuesta realidad globalizada, que para la resolución de esta crisis, no alcanza con respuestas o medidas de ámbito nacional, sino que a estos hechos deben darse respuestas y conclusiones globales. Todos estamos involucrados, pues compartimos un enemigo. Todos nosotros, las minorías activas disidentes. Quienes luchamos por convicciones y consideraciones éticas profundas, buscamos la liberación y destrucción de este sistema injusto. Este sistema que se basa en invasiones, saqueos, y se sostiene en sus crisis gracias a los negocios más inmorales: farmacología, armamento, narcotráfico, pedofilia, saqueo de recursos naturales, destrucción del suelo con fertilizantes, herbicidas, y otros agro-tóxicos, etc. Todo, absolutamente, se lo devora el capital, en su se por acaparar cada vez más a cambio de cada vez menos.

Este es el mundo que ha tomado como medida el dinero, como destino la economía, como valor último el placer egoísta, como líderes supremos, los usureros. Algo debe replantearse entre los Hombres, algo profundo y serio, que no solo precisa conciencia y comunicación, acciones de repudio y organización: sino que es en primer lugar necesario un despertar heroico dentro de cada uno de nosotros, que ponga el deber antes que el placer, superponiendo el bien común por sobre el egoísmo individual, y sosteniéndonos firmes en la verdad hasta las ultimas consecuencias. Sin este despertar espiritual en el hombre, no habrá futuro.

El camino que Occidente impuso al resto del mundo es un error, el error que más le costará a los Europeos de hoy, que pagarán el precio de haber sido, a través de su cultura, el baluarte y la columna vertebral del Imperialismo promovido por los financistas capitalistas apátridas. Spengler, magistralmente, definió que sin una “revolución” en los pueblos “blancos”, las crecientes demandas sociales de los pueblos de color, iban a terminar invadiendo la realidad virtual y egoísta de la civilización, de las urbes mundiales, del hedonismo estructural para acabar con ellas y con toda la “cultura” subyacente.

Cada vez más inmigrantes llegan a las grandes ciudades, con hambre, sed de placer, buscando una porción de los privilegios del american way of life, que los ha saqueado y ha hecho imposible la subsistencia digna en sus países. Justamente por haberles injertado la
“superior cultura europea” del lujo, la ostentación, del “tener”, la cosificación, la obsesión con los entes, hoy están siendo invadidos magistralmente, alegando a las mismas armas que su invasor les dio: la cultura liberal y la prédica igualitaria.
Si Europa no despierta de su letargo, pagará muy caro el precio de sus lujos y sus ideales más nefastos. Lo mismo se extiende a todos los centros urbanos enriquecidos de este modelo de civilización alrededor del mundo.


2) La Economía de la Resistencia: La Economía de la Resistencia es Economía de Guerra, de Guerra Revolucionaria. La economía toma de nuevo su verdadera dimensión en nuestra liberación, como medio, y no como fin. Pues está subordinada a nuestra voluntad política comunitaria. Esta es una Guerra Espiritual. Con esto queremos decir que es la expresión propia de lo que consideramos un deber, un compromiso indelegable. Algo que nace de nosotros mismos y no de elementos externos a nuestro Ser. La Resistencia es austera porque es combativa, no despilfarra ni gasta en ningún lujo innecesario, elimina todo lo secundario, lo accesorio, lo superficial. Es extremadamente austera, pues lo invierte todo en su propia organización, en su formación, en la acción.

Trata por todos los medios de hacer pensar a sus pares, de expresarse de manera firme con un estilo propio, con altura. Todo Guerrero es en el fondo un Poeta. En su gesta integra los siguientes elementos indispensables: pensamiento, disciplina, creatividad, acción y reflexión. Se considera, por esto, agradecido y distinto, por el conocimiento y la amplitud de miras de la que es poseedor, pero de ninguna manera se pretende superior. No es soberbio ni se considera iluminado. El reconocimiento a lo que es, se lo da honrando su propio deber, sus imperativos solidarios por sobre las contingencias y gustos individuales.
“El contenido último de esta
Es de estos imperativos supra-individuales de austeridad y solidaridad, que el Hombre Nuevo, resiste a la deblace económica y moral capitalista con su austeridad de carácter ascético. Lucha por crear las estructuras que le permitan expresar su voluntad más íntima: encontrar en lo social, un orden que refleje su espíritu combativo, aguerrido, indomable. Por eso es Antiimperialista, y en consecuencia, por eso es Socialista. Y quiere deshacerse de los colaboradores de la dominación foránea, empezando por los banqueros, por todos quienes se benefician del trabajo de otros sin aportar a la comunidad sus ganancias. Sabe que eliminando a los ricos, no cambiará el sistema, por lo que hace de su organización una Escuela. Su escuela forma a los hombres, los integra, los hace participes de la liberación nacional y social. Y los encuadra en buscas de conformar una Milicia de predicadores que disparan pensando. La necesaria Milicia Nacional y Popular, que se inserta en la misma lucha de todos los pueblos explotados y oprimidos del mundo que buscan encontrarse con si mismos en la hora decisiva.

Aunque a muchos les duela, estamos seguros que llegará la Hora de los Pueblos, el día en que ellos mismos elijan su destino y su fatalidad, su tragedia, en libertad. Por eso somos solidarios, y sabemos que el combate, más que nunca, es universal, aunque la organización conserve las formas, las identidades, la particularidades nacionales, el contenido último, ético, espiritual de nuestra revolución pertenece por igual a todos los Hombres que se afirmen por sobre la masa egoísta de devoradores rapaces, por sobre la economía individualista de la catástrofe.

La Economía de la Resistencia, la Economía de la Guerra Revolucionaria, dirige e invierte todo su tiempo, recursos y esfuerzos a la construcción de la Escuela, su organización, ocupándose siempre de los sacrificios que fuesen necesarios, alcanzar la autarquía material, la independencia completa que integra lo material con lo espiritual, la mayor amplitud comunicativa y la sencillez que el hombre del pueblo exige. Hasta ese día, combatiremos y ejerceremos la crítica demoledora que esta civilización se merece.

Esta Idea es NueStra Patria. No tiene punto final, porque es una Obra Atemporal, a través de la cual, peleando por ella, nos eternizamos nosotros mismos. Esta es nuestra Revolución. Queremos que sea la Revolución de los Mejores, queremos que nuestra Política, y la organización económica de nuestra Resistencia, hable de nosotros mismos por si sola y hable del futuro de nuestros pueblos. Por todo ello, combatimos.

3) La Economía en el Estado Popular: Consideramos que se debe socializar la riqueza, garantizando la igualdad de posibilidades para que cada uno ocupe el lugar que le pertenece. Justicia social, ni más ni menos, significa esto. Poner a disponibilidad de todos, desarrollarse individualmente en su vocación y de acuerdo también a las necesidades de la sociedad. El Bien Común se antepondrá a los deseos del individuo, para garantizar la subsistencia de todos, es decir, el porvenir independiente de la Nación. El Estado dispondrá de una fuerte y nueva legislación para hacer imposible el resurgimiento de las actividades improductivas y de los negocios perjudiciales a la comunidad.

Se Nacionalizará el comercio exterior y la banca, así como todos los servicios estratégicos para garantizar la independencia económica del Estado.
Se fomentarán todo tipo de cooperativas y asociaciones productivas que busquen deshacerse de

Patrones y Gerentes. Se descentralizará la población mediante planes de vuelta al trabajo agrícola orgánico.

Las huertas comunitarias formarán central parte de una nueva forma de entender la vida social, asegurando al Estado, la soberanía alimentaria y la erradicación del flagelo capitalista por excelencia: el hambre.

La jornada laboral se reducirá todo lo necesario para que la creatividad, el deporte, las vocaciones, la cultura, el arte, y la vida en familia, vuelvan a tomar preponderancia.
El Estado solo garantizará todos los derechos, beneficios y conquistas a una sola clase de hombres: los que trabajan. Quienes ni siquiera producen lo que consumen deberán adecuarse a las necesidades de la comunidad y ponerse a trabajar. Nuestras más profundas consideraciones éticas y morales hacen impensable que alguien pueda vivir sin trabajar, sin aportar, sin producir, a la sociedad que le da sustento. Esta clase de tipo humano parasitario, promovido por el liberalismo oligárquico y sus entes financieros, no tendrá lugar en una Patria que busque liberarse de su condición dependiente y periférica.

A cambio de la eliminación de toda la clase improductiva de intermediarios, parásitos y usureros, todos los trabajadores gozarán de un sueldo mínimo alto acorde a las necesidades básicas de cualquier canasta familiar, que eliminando los intermediarios de la producción de alimentos, gozará de un precio mucho menor al actual. La reducción de la jornada laboral permitirá ocupar a todos los hombres, educar a todos los hombres y a su vez, darles tiempo de ocio amplio, para desarrollar sus tendencias y vocaciones innatas. Al liberar al trabajador de la imposición liberal de luchar por la supervivencia material, se le abrirán las miras y las posibilidades individuales, pudiendo cumplir su vocación, reencontrarse con su ser, ocupándose y formando parte de la producción cultural nacional, del pensamiento, de la filosofía, del arte, haciendo lo que más le plazca.

El ambiente intoxicado de las grandes urbes, deberá ser purificado, para que el ocio creciente que gocen nuestros compatriotas, no sea explotado ni desperdiciado por ningún vicio. Se limitará la venta de alcohol con precios altos e impuestos a su producción. Su contraparte será la promoción del deporte y la instrucción en defensa nacional y comunitaria. Se prohibirá la venta de cigarros, golosinas, y gaseosas, que perjudiquen la salud del pueblo.

Se condenará con cadena perpetua efectiva (de por vida) a todo cómplice y partícipe del narcotráfico. Se alentará a través de una democratización de los medios de comunicación la participación política y cultural, garantizando un alto porcentaje de contenido educativo, y limpiando los contenidos que reflejen la ética paria de los egoístas que solo buscan acaparar dinero y alentar el consumo. Se prohibirá la publicidad comercial que atrofie el juicio de valor de las personas. De todos modos, este control, no implica un cercenamiento de la libertad de expresión, sino una medida de lucha contra la colonización pedagógica del mercado y la oligarquía que ha sido desplazada del poder. Toda opinión política, credo, religión o práctica privada que no atente contra la comunidad y su desarrollo, será respetada y tendrá su merecida difusión, su voz, su derecho.

En el terreno financiero, el Estado garantizará a través de la emisión de dinero y el control de la banca, frenar todo tipo de inflación, promoviendo créditos solidarios sin intereses exclusivamente para fines productivos, culturales, sociales, o cooperativos. La eliminación del interés prestamista, es decir, la usura, es una necesidad de todo Estado de carácter Social, pues es justamente a través de la creación de dinero improductivo, que no refleja ninguna realidad concreta de las riquezas nacionales y sociales, que se genera la inflación, pues justamente, se devalúa el valor del dinero al aumentar la cantidad de divisas en circulación.

El Dinero, la moneda nacional, es solo un reflejo de la riqueza nacional, lo que equivale a la suma de los recursos de nuestro suelo y nuestra capacidad de trabajo. De ninguna manera el dinero habilitará la capacidad de explotar a otros compatriotas, pues se garantizará una democratización plena y radical de la riqueza. Ni los funcionarios públicos ni los jefes de empresa tendrán derecho a acaparar más dinero en salario que un obrero calificado  o un trabajador agrícola. Garantizando esta igualdad monetaria, se organizará la sociedad en torno al mérito, a las reales capacidades de los hombres, a su responsabilidad, a sus valores éticos, y no se establecerá absolutamente ninguna jerarquía en torno a la riqueza.

Se respetará la propiedad privada, siempre y cuando, no sea un obstáculo, un impedimento, o una exageración, de acuerdo a los parámetros generales de la comunidad, establecidos en el derecho a todos a poseer vivienda, salud, alimentación, educación y trabajo. El Estado solo intervendrá para establecer la justicia social en torno a juicios éticos socialistas que desplacen el predominio y el culto hedonista a la riqueza y el lujo.

Las Tierras improductivas y extranjerizadas, o dedicadas a exportaciones que den la espalda a las necesidades alimentarías nacionales o regionales, serán expropiadas y puestas al servicio del campesinado y el peón rural, para garantizar la soberanía alimentaría en lugar de trabajar para las necesidades y el follaje de algún cerdo foráneo. Se sustituirá el modelo latifundista por una red de cooperativas agrícolas y ganaderas que cubran las necesidades de la comunidad toda, y no solo el ansia de negocios de unos pocos.

De este modo, aumentando la cantidad de trabajadores agrícolas, y promoviendo la repoblación de las zonas rurales, se buscará eliminar todo tipo de fertilizantes, agroquímicos, y elementos alógenos al entorno natural en cuestión.

Sustituyéndolos por estos lineamientos ideales: la huerta orgánica, la polis griega, la eco-aldea y la Permacultura.

Este nuevo ideal económico, intenta restituir la dignidad y los derechos al individuo al reubicarlo como parte de una comunidad organizada, de la cual forma parte, compartiendo necesidades y compartiendo una comunidad de destino: la Nación. El Rol del Estado es darle y asegurarle larga vida a la Nación sin interferir en su libre desenvolvimiento y en su previsible integración continental.

La Economía, por ello, está al servicio, por ser un medio, de dichos fines trascendentes.

Apuntes y consideraciones esenciales sobre la Economía Socialista y Nacional





ECONOMÍA Y COSMOVISIÓN

"La decadencia y el renacimiento de un pueblo no dependen de un programa económico malo o bueno, sino de la debilidad o consistencia de la cosmovisión que ese pueblo sostiene".

A - LA ESENCIA DE LA ECONOMÍA Y DE LA POLÍTICA ECONÓMICA

I. La economía es, para el nacionalismo, un objetivo querido y procurado en función de fines más elevados, un sistema de medios dirigidos a un fin.
Esta definición se explica así:

1) La economía es un medio para lograr un fin, nunca un fin en sí mismo.
Al individuo se le pregunta: ¿para qué está bien alimentado? ¿para qué posee buena situación?. Nuestra respuesta es: para el cumplimiento de una misión política, para la constitución y estructuración del estado.

2) La vida económica está moralmente ligada y es expresión de la vida anímica.
Con la metodología de la investigación científica económica del presente, no se puede aprender el nuevo concepto de la economía, pues lo económico no es una cuestión de causas puramente racionales, ni de efectos de la naturaleza puramente económica, muy por el contrario, a la economía pertenecen también todos los valores de la nacionalidad.
A la actividad económica concierne también el desarrollo de todas las fuerzas morales y anímicas de la nación.
Lo económico está, por otra parte, determinado por lo irracional. Lo económico no es una actividad ajena a la vida espiritual y anímica del pueblo, sino que este campo de la actividad humana está indisolublemente unido a la total e indivisible vida del pueblo.

3) La economía es servicio a la comunidad.
La economía es la voluntad y la acción creadora de los miembros de una comunidad forjada en una unidad en libre subordinación, bajo el pensamiento rector de servicio a la totalidad del pueblo, con el fin de conformar y estructurar el Estado (Schilitter). La vida económica, como toda la vida humana, solamente es posible en comunidad. Toda comunidad puede solamente vivir y desarrollarse, si dentro de la comunidad cada miembro está consustanciado con el espíritu y sacrificio, es decir, si cada compatriota se incorpora a la comunidad para los otros y no se allega desde el comienzo con el espíritu de reivindicación.

II. La política económica representa una doctrina del servicio, del valor y de la energía, que saca sus fuerzas de la conciencia de la íntima unión de la sangre, del común destino del pueblo y de la forma política de estructurarse el Estado (Buchnr). La Política económica es correctamente conducida, por lo tanto, si las medidas estatales coinciden, sostienen y fortalecen los valores de la nacionalidad. No se trata, entonces, de que la economía procure ventajas a los individuos, no se trata, en ningún caso, de colocar en primer lugar, la mejor y más barata provisión de bienes materiales, sino que están decididamente en la primer línea, los valores del pueblo y la salvaguardia de la independencia y del valor nacional.
La nueva política económica, en consecuencia, nunca debe considerar la rentabilidad inmediata (así, por ejemplo en una medida destinada a crear trabajo), sino que debe ocuparse a largo plazo, por el bienestar del pueblo por generaciones. Debe custodiar, como lo ha expresado Federico Lizt, "el desarrollo de las fuerzas productivas".

III. La economía no es una creación de existencia independiente, que pueda ser considerada y regida en forma aislada, sino que está económicamente ligada a la concepción del Estado y del mundo del nacionalsocialismo. Para entender la doctrina económica del nacionalsocialismo (concepción orgánica de la economía) por lo tanto, es necesario en principio, explicar las ideas fundamentales de la cosmovisión del nacionalsocialismo.




 
B - LA COSMOVISION DEL LIBERALISMO Y DEL MARXISMO

Dado que la cosmovisión del nacionalsocialismo está en abierta oposición con la del liberalismo y la del marxismo, cabe bosquejar brevemente la esencia de ambas corrientes, para que se conozca por qué razones son rechazados el liberalismo y el marxismo.
 
1 - LIBERALISMO E INDIVIDUALISMO


El individualismo pospone totalmente el Estado, la comunidad y la economía al individuo; y ve en él la medida de todas las cosas. En el campo de la vida económica aparece el individualismo como liberalismo y afirma que el ser individual necesita la total libertad para su desarrollo.

l. El punto histórico de partida está en las corrientes intelectuales de los Siglos XVII y  XVIII.
Estas corrientes se caracterizan por los descubrimientos, el progreso de experimentación en las ciencias naturales; por el relegamiento de la metafísica; el aflojamiento de los lazos religiosos; disolución de los vínculos profesionales que en la edad media ligaban a los hombres; por el espíritu de las luces y por el derecho natural. Las doctrinas de aquellos tiempos se llaman:

1) Filosofía de las luces: en oposición al oscurantismo medieval.


2) Racionalismo: porque están fundadas en la razón. Se quiso llegar al dominio de la naturaleza y del mundo, el Estado y la Sociedad, por el pensamiento puro.


3) Derecho natural: en cuanto sostiene que el hombre está investido de derechos   inalienables, desde su nacimiento.


4) Individualismo: porque el hombre es el punto de partida de toda consideración.


5) Liberalismo: en cuanto sostiene que, la libertad del individuo despojado de toda ligadura, conduce al mejor desarrollo de la vida social y económica.
El consecuente desarrollo del individualismo debió conducir a la falsa democracia, en oposición a la soberanía popular nacionalsocialista.

II. El liberalismo y el individualismo encontraron su desarrollo socialfilosófico y socioeconómico en las teorías de la fisiocracia y en las teorías de la escuela inglesa clásica de la economía política (Adam Smith, Ricardo).


De acuerdo con estas teorías, la exaltación del bien privado como norma, debía conducir, supuestamente, al mejor y más armónico desarrollo de la sociedad. Se quiso liberar la economía de todas las ataduras y tutelas mercantilistas, y se aceptó que, de la libre actividad del hombre, habría de nacer un nuevo mundo organizado, capaz de hacer feliz a todos los hombres. Esta concepción podría haber sido válida y hubiese tenido tal vez sentido ético en épocas pasadas, en la que solamente existía la pequeña industria y en la cual una libre y total concurrencia de artesanos de igual poder económico y social, podría haber conducido, a la selección de los mejores. Los representantes originarios del liberalismo no pudieron prever de ningún modo, lo que las siguientes generaciones extraerían de sus teorías y el desarrollo de la técnica en los siglos venideros. De la libertad se llegó al libertinaje. La técnica y el desarrollo del capitalismo han conducido a la desigualdad social y a la desnaturalización del poderío social.

"La economía capitalista se originó en un espíritu que subordina todo medio, técnica y economía, capital y trabajo, al servicio de los objetivos del dinero"   (F. Lawaczek). 


El derrumbamiento económico desmesurado, la crisis económica mundial, es en gran parte, sólo una consecuencia de una economía totalmente libre, que carece de toda técnica, de todo pensamiento, de toda conducción. (Gottfried Feder).

III. La culpa del individualismo reside en que sus teorías, que tenían originariamente sentido ético -pero sólo originariamente - influyen nocivamente en la vida social, del tiempo presente y pasado.
Los oponentes al individualismo, sobre todo el profesor vienés Spann han señalado reiteradamente los perjuicios culturales, económicos, así como los concernientes a la concepción jurídica y política del Estado.
La concepción del Estado del individualismo se apoya en los partidos. En los partidos, las personas, que el individualismo ha atomizado, son sumadas a la mayoría y comienza la patológica realidad del número y del azar. La responsabilidad es relegada, y el Gobierno se convierte rápidamente en una masa de funcionarios autómatas. Los gobernantes no se sienten más como verdaderos conductores, sino como exponentes de un grupo de poder (Grimme) que, como lo expresó en su tiempo el líder socialista Wells, "prefieren errar con la masa antes que sostener el derecho contra ellas". La oposición de todas las fuerzas en la representación popular, tiene por consecuencia, de múltiples maneras, la nulidad total de la capacidad de acción, como lo hemos experimentado en los años transcurridos. La persona que por obra del liberalismo había sido sacada de su estamento social, no se sintió más como miembro de una totalidad mayor.
El liberalismo condujo a una sobrevaloración de la economía. Los valores económicos son considerados como los mas altos, y dignos del mayor esfuerzo. El éxito económico llega a ser determinante para la apreciación del hombre. El "homo economicus" de la escuela clásica, que los clásicos mismos habían concebido inicialmente sólo como una abstracción, como un medio de pensamiento y de conocimiento, de pensamientos y sentimientos universales, y nunca como el hombre ligado al suelo y a la sangre, llegó a ser realidad, y se consideró principalmente a la economía, como el campo mas importante del ser humano. Se acuñó la siniestra frase: "la economía es nuestro destino".
La consecuencia de esta posición espiritual y económica fue una concepción del mundo, de la cual surgió, que la suprema finalidad en la vida del hombre, es la mas completa como posible satisfacción de las necesidades. Contra tal ideología ha emprendido el nacionalismo la más dura lucha.
 
2 - EL MARXISMO

"El marxismo representa el intento mas perfeccionado del judío por eliminar, en todos los campos de la vida humana, la suprema importancia de la personalidad, a fin de   sustituirla por el número de la masa."

El pensamiento económico liberal, en especial la teoría de un Ricardo, ha dado los fundamentos para el nacimiento del marxismo y del comunismo.
I. Las siguientes teorías de Marx (Mordochai) son culpables, ante todo, del materialismo y de la lucha de clases.
1. El materialismo filosófico. Según él, todo ser es materia y la manera de existir de la materia es la contradicción dialéctica. El pensamiento mundial es nada mas que el reflejo del mundo material. Verdades abstractas y principalmente verdades absolutas y eternas deben ser rechazadas.
2. La concepción materialista de la historia.

La historia de una época no deriva de la religión, de la filosofía, o de la política, sino de lo económico, es decir, de la actividad económica. Los más importantes principios de la concepción materialista de la historia son:

A) Las relaciones materiales, económicas, determinan la historia de los pueblos.
Sobre el fundamento de esas relaciones materiales, se erige la llamada superestructura de la sociedad; en ella se cuentan: la religión, el derecho, la moral, la política, la cultura, la ciencia, etc. El ámbito total de la cultura es, según ello, inequívocamente determinado por la economía.

B) La historia hasta el presente, toda la vida social, es la historia de la lucha de   clases.  El progreso se realiza solamente por la lucha de una clase contra otra.  En la vida económica no se encuentran compatriotas, sino expoliados y expoliadores.
 
II. El nacionalismo ha marcado duramente, en primer término, los daños morales del marxismo, cuyas deplorables consecuencias fueron:

1. La decadencia cultural a causa del materialismo.
El materialismo histórico es la más grande, general y desgraciada consecuencia del marxismo. Es propiamente el veneno cultural que el marxismo ha inyectado en el espíritu de la época moderna (Spann). El marxismo ha sometido al espíritu, destruido la bondad, y excitado los mas bajos instintos del pueblo. (Banger).

2. La disgregación del pueblo por la lucha de las clases.
Empresarios y trabajadores se consideran enemigos y no como miembros de un pueblo. Uno llama al otro apátrida y este responde perro capitalista (Ley).
Hoy la desconfianza ha sido superada y los trabajadores alemanes son organizados en el frente alemán del trabajo e incorporados a la comunidad.
Una gran parte de las fuerzas del trabajo, fue alejada de la patria por el marxismo. En Alemania fue particularmente perjudicial la fe en la internacional. Por las razones anteriormente expuestas debió, el nacionalsocialismo fijarse como objetivo, desarraigar al marxismo. Sin embargo, el marxismo no pudo matar el alma del pueblo alemán; sólo ha herido temporariamente sus fuerzas vivas, que ahora retoman a su pleno desarrollo y realidad por el Nacionalsocialismo.