Por Joaquin Bochaca
“LA MÁQUINA”
Hasta mediados del siglo
XVIII, la Agricultura y la Industria se basaban, primordialmente en el poder
muscular de caballos y bueyes, y en el muscular y cerebral del hombre. Pero a
principios de 1765, un escocés, James Watt, ideó la máquina de vapor, que fue acoplada
al mecanismo de un telar de algodón.
Acababa de empezar la
revolución industrial. Por los resultados de la misma se demuestra hasta la
saciedad, sin lugar para el menor resquicio de duda, que el punto a) que
mencionábamos en el anterior epígrafe, es rotundamente cierto, porque, en
efecto, en el mundo civilizado hay suficientes materias primas para satisfacer
las necesidades de sus habitantes, y esas materias primas han sido
desarrolladas y puestas al abasto del hombre gracias al concurso de la máquina.
Es necesario hacer un
inciso. En el citado punto a), aparte de las materias primas, se trata de otros
factores, tales como mano de obra y conocimientos científicos. De ello
hablaremos más adelante. Circunscribámonos, de momento, a las primeras
materias, desarrolladas por la máquina.
Una vez puesta en el
disparadero del éxito, ya nada pudo mediatizar el proceso de la máquina. La
ciencia se convirtió en su aliada, y los asombrosos descubrimientos se fueron sucediendo,
y ya no sólo en el campo del vapor, sino en el de la energía hidráulica, la electricidad,
la química, los nuevos combustibles, especialmente carbón y petróleo, los gases
industriales, etc. Vino luego el uso de la energía atómica, y hacia 1938 en
Alemania empezaron las primeras tentativas para explotar el manantial de todo
poder: la energía solar, investigaciones que fueron interrumpidas con la guerra
y han vuelto a tomar auge en Francia. Hogaño, con sólo dos siglos de inventos y
desarrollo, la máquina domina en el mundo. Sus asombrosas realizaciones han
hecho del hombre el Señor de la Tierra, y al pasar de una época de escasez -antes
de Watt- a una de abundancia -después de Watt- han modificado totalmente el planteamiento
de la Economía, aún cuando los sumos sacerdotes de esta “ciencia” sigan aferrados
a unos dogmas que eran, tal vez, válidos para tiempos pretéritos -en que una
mala cosecha a causa de la sequía o de la plaga de la langosta ponía a un país
al borde del colapso, pero que resultan ridículamente desfasados en nuestros
tiempos.
Sabemos que en 1935, en
los países de Europa (exceptuando, naturalmente Rusia y Turquía), en Estados
Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia, la máquina había puesto a disposición
del hombre algo más de mil millones de Caballos de Vapor. En la actualidad, y pese
al sabotaje político y social a que se ha visto sometida, hemos sobrepasado los
tres mil millones yeso que la energía
atómica, la radioactividad, la energía solar y la energía de las mareas están
aún lejos de haber dicho su última palabra.
El Premio Nobel
británico, Profesor Soddy, calculaba, en 1935, que sólo 4.000 hombres, provistos
de maquinaria moderna -repetimos, maquinaria de hace cuarenta años- podían
recoger toda la cosecha de trigo de Estados Unidos 3. Precisemos que Estados
Unidos es el segundo productor potencial de trigo en todo el mundo, pero que
gracias al admirable sistema socialista implantado en Ucrania, ha pasado a un
indiscutible primer lugar y aún se permite el discutible lujo político de
vender a bajo precio, ya plazos, sus excedentes de trigo a la URSS, cuya producción
es apenas superior a la de Europa Occidental.
Una incubadora
australiana, con una capacidad de 1.100.000 huevos, incuba 6.600.000 pollitos
al año por medio de la electricidad 4. La plaga de la filoxera, que en 1846
arruinó la cosecha de patatas de Silesia y el Palatinado, puede ser eliminada,
actualmente, por dos aviones equipados con gas venenoso, en un par de horas,
como máximo.
Los ingleses, en 1925, y
los alemanes, en 1934, descubrieron sendos sistemas para la fabricación de
nitratos sintéticos, los cuales, aparte de resultar mucho más baratos que los naturales
-que en todo caso, eran insuficientes para nuestras necesidades y debían irse a
buscar a Chile- obtenían rendimientos netamente superiores.
En 1933, en Alemania se
inventó una máquina para fabricar bombillas que permitía a la conocida firma
Osram abastecer todo el mercado en pocas semanas.
El autor inglés
Colbourne cita un ejemplo revelador que, hacemos notar, se refiere al año...
¡1930! : “La población mundial en 1930 es de unos 2.000 millones de personas.
En el mismo año (según Mr. Donald Ferguson, del Departamento de Estadística, de
la Asociación Inglesa de Electricidad y Manufacturas Reunidas) ‘la capacidad
total de la maquinaria era de 390 millones de Caballos’ (esta cifra excluye los
automóviles). Así pues, el mundo, aparte de sus automóviles, tenía una
maquinaria equivalente a 3.900 millones de hombres robustos. Es decir, que por
cada unidad consumidora hay dos unidades no consumidoras”.
Repetimos, estos datos
se refieren al año 1930, pero, como ya hemos visto, en 1939, es decir, sólo
nueve años después, en el Mundo Blanco -que entonces representaba las cuatro
quintas partes de la potencia industrial del mundo entero - se había llegado a
los mil millones de Caballos, lo que, para una población de unos seiscientos
millones de habitantes, representaba que para cada unidad consumidora había, en
vísperas de la Segunda Guerra Mundial, dieciséis unidades no consumidoras, en
el Mundo Occidental. En tales condiciones, pretender -como lo han hecho, con
milogroso cinismo, los budas economistas adeptos del dios Marx- que la Gran
Guerra estalló por razones económicas es algo que debiera impulsar al sindicato
de artistas de circo a querellarse contra dichos economistas por intrusismo
profesional y competencial desleal.
Ahora bien, si se substituyera
la palabra “económicas” por “financieras” ya se hallarían en el camino de la
Verdad, pero ya saben muy bien tales budas que dicho camino, a ellos, les está
vedado ¿Problemas económicos en Occidente, cuando las fábricas Ford, en Estados
Unidos, construyen, en promedio, un coche cada cuatro segundos? ¿Problemas
económicos cuando las fábricas Bayer, en Alemania, pueden abastecer, también en
promedio, su rico mercado interior en dos meses y dedicar el resto del tiempo a
trabajar para los mercados exteriores? ¿Problemas económicos cuando la
Agricultura de Alemania Federal produce lo mismo que la Alemania real -la de
1939- con una extensión reducida en un 40 por ciento y una población en un 30
por ciento?
No. Hablar de problemas
económicos no tiene sentido en la época actual. Precisamente la vida cotidiana
no tiene sentido en la época actual. Precisamente la vida cotidiana está llena
de ejemplos, estadísticas y datos que demuestran que, aún sin haber llegado a
su estado de madurez, a pesar de los sabotajes que, bajo cien mil formas le
imponen nuestros infaustos politicastros, la máquina está en disposición de
abastecer a Occidente y, si insisten nuestros lacrimógenos mundialistas, a toda
la Humanidad, en todas sus necesidades vitales y aún secundarias, al ciento por
uno.
EL “MANPOWER”
En el punto a) del
epígrafe referido al Planteamiento del Problema, aludíamos no sólo a las
materias primas, sino también a la mano de obra especializada, al peonaje ya
los conocimientos científicos “suficientes para satisfacer abundantemente las
necesidades de sus habitantes”.
El trabajo humano,
englobando al de investigadores, ejecutivos, obreros cualificados y sin
cualificar recibe, en Inglaterra y América, el nombre genérico de “Manpower”
-poder, o potencia del hombre- que nos parece mucho más descriptivo que las
perífrasis que usamos en castellano para denominar, conjuntamente a
trabajadores manuales, técnicos, capataces y ejecutivos.
Según datos oficiales,
entresacados de publicaciones de las Naciones Unidas, mientras la población de
los países Occidentales aumentaba en un 14 por ciento, su “manpower” se incrementaba
en un por ciento 1, en el período
1940-1970. En el mismo lapso de tiempo, su producción alimenticia subía, en
valores absolutos, un 21 por ciento.
En cambio, la producción
de artículos industriales y de servicios casi se triplicaba. Es imposible
conocer datos exactos, y únicamente pueden obtenerse aproximados, basándose en referencias
parciales y comparativas. En todo caso, también aquí la simple aritmética acude
en apoyo de la tesis de que la mano de obra, especializada o no y la
producción, han aumentado más, en valores absolutos y relativos, que la
población total de Occidente. De todo ello se deduce la misma conclusión que se
obtuvo al analizar la incidencia de la Máquina en la Economía de Occidente, es
decir, que éste debería atravesar por un período de bienestar económico, más
aún, de verdadera opulencia, sin paralelo en toda su Historia.
Esto, en cuanto se
refiere a la mano de obra, cuantitativamente hablando. Porque, en términos
cualitativos, también nuestro “manpower” ha experimentado un progreso notable.
El número, per cápita, de técnicos y obreros cualificados, en el peor de los
casos, -Inglaterra, Italiaes el mismo de hace treinta años 3 pero es preciso
tener muy en cuenta que en los años cuarenta, Inglaterra tenía a su cargo un
enorme Imperio, circunstancia que, desgraciadamente para ella y para Europa, ya
no se da en la actualidad. Con respecto a Alemania nos ha sido imposible encontrar
datos comparativos, pero el progreso es innegable y contrastado en Francia y
España, e incluso en Estados Unidos. En ciertos países occidentales, como el
Canadá, el aumento de mano de obra cualificada ha sido espectacular, del orden
del cien por cien.
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