miércoles, 6 de febrero de 2013

Los conceptos de "Máquina" y "Manpower"







Por Joaquin Bochaca


“LA MÁQUINA”

Hasta mediados del siglo XVIII, la Agricultura y la Industria se basaban, primordialmente en el poder muscular de caballos y bueyes, y en el muscular y cerebral del hombre. Pero a principios de 1765, un escocés, James Watt, ideó la máquina de vapor, que fue acoplada al mecanismo de un telar de algodón.

Acababa de empezar la revolución industrial. Por los resultados de la misma se demuestra hasta la saciedad, sin lugar para el menor resquicio de duda, que el punto a) que mencionábamos en el anterior epígrafe, es rotundamente cierto, porque, en efecto, en el mundo civilizado hay suficientes materias primas para satisfacer las necesidades de sus habitantes, y esas materias primas han sido desarrolladas y puestas al abasto del hombre gracias al concurso de la máquina.

Es necesario hacer un inciso. En el citado punto a), aparte de las materias primas, se trata de otros factores, tales como mano de obra y conocimientos científicos. De ello hablaremos más adelante. Circunscribámonos, de momento, a las primeras materias, desarrolladas por la máquina.

Una vez puesta en el disparadero del éxito, ya nada pudo mediatizar el proceso de la máquina. La ciencia se convirtió en su aliada, y los asombrosos descubrimientos se fueron sucediendo, y ya no sólo en el campo del vapor, sino en el de la energía hidráulica, la electricidad, la química, los nuevos combustibles, especialmente carbón y petróleo, los gases industriales, etc. Vino luego el uso de la energía atómica, y hacia 1938 en Alemania empezaron las primeras tentativas para explotar el manantial de todo poder: la energía solar, investigaciones que fueron interrumpidas con la guerra y han vuelto a tomar auge en Francia. Hogaño, con sólo dos siglos de inventos y desarrollo, la máquina domina en el mundo. Sus asombrosas realizaciones han hecho del hombre el Señor de la Tierra, y al pasar de una época de escasez -antes de Watt- a una de abundancia -después de Watt- han modificado totalmente el planteamiento de la Economía, aún cuando los sumos sacerdotes de esta “ciencia” sigan aferrados a unos dogmas que eran, tal vez, válidos para tiempos pretéritos -en que una mala cosecha a causa de la sequía o de la plaga de la langosta ponía a un país al borde del colapso, pero que resultan ridículamente desfasados en nuestros tiempos.

Sabemos que en 1935, en los países de Europa (exceptuando, naturalmente Rusia y Turquía), en Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia, la máquina había puesto a disposición del hombre algo más de mil millones de Caballos de Vapor. En la actualidad, y pese al sabotaje político y social a que se ha visto sometida, hemos sobrepasado los tres mil millones  yeso que la energía atómica, la radioactividad, la energía solar y la energía de las mareas están aún lejos de haber dicho su última palabra.

El Premio Nobel británico, Profesor Soddy, calculaba, en 1935, que sólo 4.000 hombres, provistos de maquinaria moderna -repetimos, maquinaria de hace cuarenta años- podían recoger toda la cosecha de trigo de Estados Unidos 3. Precisemos que Estados Unidos es el segundo productor potencial de trigo en todo el mundo, pero que gracias al admirable sistema socialista implantado en Ucrania, ha pasado a un indiscutible primer lugar y aún se permite el discutible lujo político de vender a bajo precio, ya plazos, sus excedentes de trigo a la URSS, cuya producción es apenas superior a la de Europa Occidental.

Una incubadora australiana, con una capacidad de 1.100.000 huevos, incuba 6.600.000 pollitos al año por medio de la electricidad 4. La plaga de la filoxera, que en 1846 arruinó la cosecha de patatas de Silesia y el Palatinado, puede ser eliminada, actualmente, por dos aviones equipados con gas venenoso, en un par de horas, como máximo.

Los ingleses, en 1925, y los alemanes, en 1934, descubrieron sendos sistemas para la fabricación de nitratos sintéticos, los cuales, aparte de resultar mucho más baratos que los naturales -que en todo caso, eran insuficientes para nuestras necesidades y debían irse a buscar a Chile- obtenían rendimientos netamente superiores.

En 1933, en Alemania se inventó una máquina para fabricar bombillas que permitía a la conocida firma Osram abastecer todo el mercado en pocas semanas.

El autor inglés Colbourne cita un ejemplo revelador que, hacemos notar, se refiere al año... ¡1930! : “La población mundial en 1930 es de unos 2.000 millones de personas. En el mismo año (según Mr. Donald Ferguson, del Departamento de Estadística, de la Asociación Inglesa de Electricidad y Manufacturas Reunidas) ‘la capacidad total de la maquinaria era de 390 millones de Caballos’ (esta cifra excluye los automóviles). Así pues, el mundo, aparte de sus automóviles, tenía una maquinaria equivalente a 3.900 millones de hombres robustos. Es decir, que por cada unidad consumidora hay dos unidades no consumidoras”. 

Repetimos, estos datos se refieren al año 1930, pero, como ya hemos visto, en 1939, es decir, sólo nueve años después, en el Mundo Blanco -que entonces representaba las cuatro quintas partes de la potencia industrial del mundo entero - se había llegado a los mil millones de Caballos, lo que, para una población de unos seiscientos millones de habitantes, representaba que para cada unidad consumidora había, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, dieciséis unidades no consumidoras, en el Mundo Occidental. En tales condiciones, pretender -como lo han hecho, con milogroso cinismo, los budas economistas adeptos del dios Marx- que la Gran Guerra estalló por razones económicas es algo que debiera impulsar al sindicato de artistas de circo a querellarse contra dichos economistas por intrusismo profesional y competencial desleal.

Ahora bien, si se substituyera la palabra “económicas” por “financieras” ya se hallarían en el camino de la Verdad, pero ya saben muy bien tales budas que dicho camino, a ellos, les está vedado ¿Problemas económicos en Occidente, cuando las fábricas Ford, en Estados Unidos, construyen, en promedio, un coche cada cuatro segundos? ¿Problemas económicos cuando las fábricas Bayer, en Alemania, pueden abastecer, también en promedio, su rico mercado interior en dos meses y dedicar el resto del tiempo a trabajar para los mercados exteriores? ¿Problemas económicos cuando la Agricultura de Alemania Federal produce lo mismo que la Alemania real -la de 1939- con una extensión reducida en un 40 por ciento y una población en un 30 por ciento?

No. Hablar de problemas económicos no tiene sentido en la época actual. Precisamente la vida cotidiana no tiene sentido en la época actual. Precisamente la vida cotidiana está llena de ejemplos, estadísticas y datos que demuestran que, aún sin haber llegado a su estado de madurez, a pesar de los sabotajes que, bajo cien mil formas le imponen nuestros infaustos politicastros, la máquina está en disposición de abastecer a Occidente y, si insisten nuestros lacrimógenos mundialistas, a toda la Humanidad, en todas sus necesidades vitales y aún secundarias, al ciento por uno.


EL “MANPOWER”

En el punto a) del epígrafe referido al Planteamiento del Problema, aludíamos no sólo a las materias primas, sino también a la mano de obra especializada, al peonaje ya los conocimientos científicos “suficientes para satisfacer abundantemente las necesidades de sus habitantes”.

El trabajo humano, englobando al de investigadores, ejecutivos, obreros cualificados y sin cualificar recibe, en Inglaterra y América, el nombre genérico de “Manpower” -poder, o potencia del hombre- que nos parece mucho más descriptivo que las perífrasis que usamos en castellano para denominar, conjuntamente a trabajadores manuales, técnicos, capataces y ejecutivos.

Según datos oficiales, entresacados de publicaciones de las Naciones Unidas, mientras la población de los países Occidentales aumentaba en un 14 por ciento, su “manpower” se incrementaba en un  por ciento 1, en el período 1940-1970. En el mismo lapso de tiempo, su producción alimenticia subía, en valores absolutos, un 21 por ciento.

En cambio, la producción de artículos industriales y de servicios casi se triplicaba. Es imposible conocer datos exactos, y únicamente pueden obtenerse aproximados, basándose en referencias parciales y comparativas. En todo caso, también aquí la simple aritmética acude en apoyo de la tesis de que la mano de obra, especializada o no y la producción, han aumentado más, en valores absolutos y relativos, que la población total de Occidente. De todo ello se deduce la misma conclusión que se obtuvo al analizar la incidencia de la Máquina en la Economía de Occidente, es decir, que éste debería atravesar por un período de bienestar económico, más aún, de verdadera opulencia, sin paralelo en toda su Historia.

Esto, en cuanto se refiere a la mano de obra, cuantitativamente hablando. Porque, en términos cualitativos, también nuestro “manpower” ha experimentado un progreso notable. El número, per cápita, de técnicos y obreros cualificados, en el peor de los casos, -Inglaterra, Italiaes el mismo de hace treinta años 3 pero es preciso tener muy en cuenta que en los años cuarenta, Inglaterra tenía a su cargo un enorme Imperio, circunstancia que, desgraciadamente para ella y para Europa, ya no se da en la actualidad. Con respecto a Alemania nos ha sido imposible encontrar datos comparativos, pero el progreso es innegable y contrastado en Francia y España, e incluso en Estados Unidos. En ciertos países occidentales, como el Canadá, el aumento de mano de obra cualificada ha sido espectacular, del orden del cien por cien.

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