lunes, 18 de febrero de 2013

Contra los "Derechos Humanos"





Por Fernando Trujillo


La doctrina de los derechos humanos nació con las ideas filosóficas de la Ilustración que sirvieron de base para las revoluciones democráticas en Estados Unidos y en Francia, la subida al poder del tercer estado derrocando a la aristocracia que ya estaba en decadencia e imponiendo la dictadura democrática. Sin embargo, la doctrina de los derechos humanos es mucho más antigua, en la ilustración tomo una forma pero su espíritu viene de los primeros tiempos del cristianismo cuyos jefes iniciaron la primera gran revolución de los esclavos contra los amos. Tras la muerte de Cristo sus seguidores alentaron a la chusma de plebeyos a rebelarse contra los romanos, poniendo en el mismo plano de igualdad a todo este vulgo con la estirpe conquistadora de los romanos.

Es precisamente a ellos a quienes hablan los derechos humanos, a la plebe de ladrones, enfermos mentales, usureros, putas, viciosos, asesinos, violadores y a toda esa chusma vil y repugnante de parias que en el mundo moderno de las democracias burguesas son tolerados y defendidos. “Todos los hombres son iguales” es la principal proclama de esta doctrina que se ha convertido en la religión del mundo moderno, así un violador, un secuestrador o un pederasta está en el mismo plano de igualdad que un trabajador honesto o un hombre de familia, a esto nos ha llevado la “maravillosa” igualdad que tanto proclaman los progresistas políticamente correctos. Los derechos humanos y sus profetas defienden a los criminales (y a los criminales más sanguinarios), les dan un abogado, una defensa, hablan sobre el “arrepentimiento” de un violador, asesino, hacen proclamas contra la pena de muerte pero al mismo tiempo defienden el aborto. 

Este es el mundo de los derechos humanos, el mundo de los criminales, de la chusma, es el mundo de la igualdad caótica e histérica. ¿Hasta cuándo se va a aguantar esta faena? Cada día los politiquillos democráticos aprueban más leyes para beneficiar a esa horda de piojosos que hoy son mayoría en este asqueroso mundo moderno plagado de masas imbéciles. 

Metafísicamente hablando, estamos en una regresión de castas, se ha pasado de la casta de los aristócratas a la de los comerciantes, de esta se ha pasado por medio de la revolución roja a la casta de los trabajadores y ahora el quinto estado el de los parias es el que está en el poder. 

En este mundo “perfecto” tenemos en el poder a violadores, narcos, asesinos, mediocres, no es nada raro entonces que sea al vulgo de parias a quienes van dirigidos los derechos humanos del mundo democrático.

Desde que estamos en la escuela se nos lava el cerebro diciéndonos que el periodo de la Ilustración llamado “Siglo de las luces” fue el periodo en que el hombre alcanzo el derecho a la “libertad” y la “igualdad”, se nos enseña que el mundo “progreso” de la monarquía absoluta a la democracia el gobierno “perfecto” según se nos enseña en la sociedad moderna. 

Se nos enseña igual que antes de la Ilustración el hombre era un ser “ignorante” y “esclavo” que vivía en una “horrible” desigualdad, en un periodo “primitivo” de la historia lleno de guerras, ignorancia y superstición, es así como los historiadores progresistas ven la historia antigua mientras la historia moderna de las revoluciones democráticas lo ven como un periodo de “luz” para el pensamiento racional del hombre moderno. La igualdad es una utopía progresista, es imposible que los hombres sean iguales, los hombres son desiguales culturalmente, biológicamente y espiritualmente, no existe la igualdad eso es solo una fantasía de los optimistas ilusos. 

La igualdad lleva a la mediocridad ya que el hombre superior está en la misma condición de igualdad que el plebeyo y el idiota, es imposible que los hombres vivan en paz, fraternidad e igualdad como predican los hippies-progresistas, la violencia es natural en los seres humanos, ni la educación ni el progreso podrán cambiar la naturaleza violenta del hombre como nos quieren hacer creer los amanerados progresistas democráticos. Biológicamente, culturalmente y espiritualmente el hombre nació para la guerra, el hombre es un guerrero por naturaleza y el odio, el sentimiento de superioridad están en su sangre. Ninguna idea moderna-pacifista podrá cambiar eso. Así las ideas de los filósofos de la Ilustración son gigantes de pies de barro que son derribadas por el poder de la historia, es la historia la que nos ha demostrado lo risible que es el lema “igualdad, paz y fraternidad” que tanto proclaman los defensores acérrimos de los derechos humanos. 

La historia de la humanidad desde el hombre de las cavernas hasta el militar moderno ha sido una continua sucesión de guerras, conquistas, ambición pero más que nada ha demostrado la desigualdad natural del hombre, el hombre superior siempre sobresale entre la masa. La historia nunca ha pertenecido a los llorones hippies, ni a los progresistas optimistas, ha pertenecido a los guerreros y a los inconformes con una visión superior a las aspiraciones del hombre mediocre. 

Según el etnólogo Robert Ardrey “Una sociedad es un grupo de seres desiguales organizados para hacer frente a las necesidades comunes. En toda sociedad fundada sobre la reproducción sexual, la igualdad de los individuos es una imposibilidad natural. La desigualdad debe ser considerada la primera ley de las estructuras sociales, que incluye tanto a las sociedades humanas, como a las demás.” Es así todas las grandes civilizaciones han estado regidas por una JERARQUIA sagrada, natural, esta jerarquía no debe ser vista como algo meramente material si no como algo metafísico, que va más allá de lo simplemente político o social, una jerarquía que vaya hacia lo divino, que oriente a su pueblo hacia un ideal superior al consumismo y mediocridad hacia el que va dirigido el mundo democrático. 

Otra cosa que hay que entender de esta jerarquía es que esta jerarquía no diferencia a ricos y pobres, si no que diferencia al hombre superior del hombre común, debajo de los ascetas-aristócratas se encontraban los trabajadores y mercaderes, todos estos grupos desiguales estaban unidos como Pueblo trabajando hombro con hombro para mantener su sociedad y guiarla hasta un ideal en común. Digo esto ya que muchas veces los historiadores políticamente correctos hablan de las sociedades de castas como sociedades llenas de discriminación entre ricos y pobres, obviamente estos mediocres ven la historia antigua desde un punto de vista acorde con el establishment actual.

Irónicamente, es en esta sociedad democrática donde se tiene a la igualdad como religión es donde más discriminación y división hay entre trabajadores, empresarios y militares, el Sistema ha logrado que cada uno de estos grupos se vea como un enemigo todo para que sea el Sistema gobernado por usureros el que termine ganando siempre a costa de la división del pueblo. 

La igualdad, los derechos humanos todo es ilusión, la realidad es que vivimos en la oscuridad de la decadencia democrática, quienes verdaderamente gobiernan son los usureros amados por la plebe de parias a los que van dirigidos los derechos humanos. 

Contra los derechos humanos se debe reafirmar que todos los humanos son desiguales, que jerárquicamente el hombre superior debe de estar por encima de las hordas de hombres comunes sin aspiraciones más que consumir y vivir de placeres, que los parias e infrahumanos no tienen derechos ya que ellos no cuentan como seres humanos, que las ideas sentimentaloides judeocristianas de compasión y perdón deben ser borradas de la historia. El Sistema nos pide (léase ordena) que debemos ser tolerantes, que debemos tolerar a quienes nos escupen y nos hacen daño, tolerancia es la palabra más amada por la escoria políticamente correcta. Yo prefiero la palabra intolerancia porque soy intolerante ante esa doctrina repugnante y ante la plebe de piojosos que se benefician de ella. 

Ya no tolero a los parias ni que la justicia los prefiera sobre a las víctimas de sus crímenes. No queremos seguir tolerando a los parias, si alguien me daña a mí o a los míos le pego un tiro, ya basta de dar la otra mejilla, ya basta de no arrojar piedras, yo doy un puñetazo a quien me ataca, yo tiro mil piedras sobre los derechos humanos y aquellos que los defienden, ya no los toleraremos más. Que las mentiras políticamente correctas se las siga tragando la masa, que la ilusiones de progreso se las sigan creyendo los imbéciles, a nosotros no nos van a mentir más. Liberémonos de esas cadenas llamadas tolerancia, progreso e igualdad, seamos guerreros como nuestra naturaleza manda y saquemos a occidente de esta oscuridad democrática a la que ha estado sumidad desde que el tercer estado gobierna por medio de sus nefastas doctrinas. 

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