CLASE SOCIAL
En un principio, el término clase social no connota otras ideas que las
de clasificación o tipología. Una clase no sería más que una de las formas de
clasificar a determinados individuos o grupos, de acuerdo con algunas
características comunes.
Se trata pues de un término genérico y flexible, con el que es posible
referirse a muchas cosas y que no prejuzga inicialmente ninguna idea ni
valoración. Siempre nos ha llamado la atención la preferencia de los
conservadores por términos como estrato o capa social para sustituir al de
clase; cuando este último es un término neutro y genérico, meramente
descriptivo mientras que el término estrato está asociado por sus orígenes
(metáfora geológica) a ideas de rigidez y de inmodificabilidad.
En cuanto a su origen no puede decirse que el concepto de clase social
tenga antecedentes remotos en el pensamiento social. No obstante
terminológicamente, la expresión nos remite a un término latino - classis- que
los censores romanos utilizaron para referirse a los distintos grupos
contributivos en que se dividía la población de acuerdo con la cuantía de
impuestos que pagaban, eran pues grupos de referencia económica (1).
Pero el término clase no se utiliza con el significado que tiene hoy en
día hasta que se produce la quiebra de la sociedad estamental y comienza el
desarrollo industrial capitalista; y su plena utilización tendrá lugar en el
siglo XVIII, no llegando a ser vocablo de uso corriente hasta el mismo siglo
XIX.
Generalmente existe una cierta imagen que asocia el concepto de clase
social a la reflexión marxista sobre este tema, a pesar de que el propio Marx
señaló que no le correspondía a él "el mérito de haber descubierto la
existencia de las clases en la sociedad moderna, como tampoco, la lucha
que libran entre sí en esa sociedad.
Historiadores burgueses habían expuesto mucho antes que yo la evolución histórica
de la lucha de clases, y economistas burgueses habían descrito su anatomía
económica'' (2).
Como apunta Marx, una interpretación económica de la realidad de las
clases, vinculada a la dinámica de los sistemas productivos, ya había sido dada
por Adam Ferguson, John Millar y por Adam Smith; interpretación económica que
no les impidió referirse a otros aspectos políticos, sociológicos y culturales
de la realidad de las clases sociales.
Estos aspectos políticos habían sido especialmente resaltados por los
socialistas utópicos franceses a nivel teórico (énfasis en la idea de lucha de
clases) y a nivel práctico, por los primeros movimientos obreros organizados.
Luego los orígenes sobre la reflexión teórica en torno a las clases
sociales es preciso señalar tres fuentes: el pensamiento de los economistas
clásicos ingleses, el pensamiento de los socialistas utópicos franceses y el
ejemplo de algunas clases sociales concretas que se van a tomar como modelo
paradigmático de lo que es una clase social (nos estamos refiriendo en
concreto, a la burguesía, los obreros fabriles y la clase terrateniente
inglesa).
Sin embargo, y pese a estos antecedentes la popularización de este
término y la carga de contenido que hoy tiene se debe al curso de unos procesos
políticos y a la elaboración teórica de los pensadores socialistas.
De la gran diversidad de enfoques planteados por los estudiosos de las
clases sociales podemos destacar dos puntos de coincidencia en todos ellos, que
nos parecen fundamentales:
- En primer lugar, que los sistemas de jerarquías sociales que son las
clases no forman parte de un orden de cosas natural e invariable, sino que son
un artificio o producto humano sometido a cambios de carácter histórico.
- Y, en segundo lugar, que las clases en contraste con las castas o los
estados feudales son grupos económicos en un sentido más exclusivo.
LUCHA POLÍTICA
Como las anteriores características son comunes para la estructura de
clases que presenta el capitalismo, de la primera de ellas debemos sacar una
conclusión para la lucha política: puesto que la estructura social del
capitalismo es injusta, pero artificial o histórica, debemos aspirar a
derribarla contando con la participación en primer lugar de los principales
perjudicados por esta injusticia, es decir las clases trabajadoras o asalariadas.
Pero en este plano de lucha política no debemos descartar la colaboración de
otras clases, que aun estando ligadas económicamente al mantenimiento del
sistema capitalista, pueden cuestionar éste en términos teóricos, nos referimos
concretamente a sectores de las clases medias y profesionales. Aunque hemos de
decir que no confiamos mucho en su participación dado su papel histórico limitado
a mejorar su nivel de vida renunciando a la participación pública; es decir las
clases medias han sido siempre un factor de desmovilización y desideologización
social. Esto lo vemos claramente en el momento actual cuando ante puntuales retrocesos
en su nivel de vida, debido a las crisis cíclicas del sistema, en lugar de movilizarse
contra éste y denunciar a sus dirigentes políticos y financieros, lo único que
piden es una rebaja de impuestos para poder seguir mandando a sus hijos a colegios
privados, ser asistidos por sanidad privada y cobrar la jubilación de un fondo privado
de pensiones, sin importarles la situación de aquellos que deben recibir estos servicios
de un irrisorio Estado del Bienestar (por lo menos en el caso español).
Aun así, esta es la clase que un partido "antisistema" español
presentaba como revolucionaria y se marcaba como objetivo principal atraerla a
sus filas para desencadenar la lucha contra el capitalismo, en uno de sus
últimos documentos estratégicos (3).
En cuanto a la segunda característica común del concepto de clase, que
nos presentan los estudios sociales actuales, es decir la de ser grupos
económicos nos marca el camino de la lucha en el campo social, que ha de ser de
defensa de los derechos de los trabajadores y contra las ofensivas de los
capitalistas, pero también reivindicativo y de movilización de masas, en lo que
conecta con la lucha política de que nos ocupábamos anteriormente; por lo que
abogamos por un sindicalismo sociopolítico, de clase y unitario, que desde la
defensa de los trabajadores vaya sentando las bases para el futuro modelo
político superador del capitalismo: la
República del Trabajo.
Terminaremos citando una carta del revolucionario americano Juan Domingo
Perón, que creemos resume perfectamente nuestras posiciones: "no
intentamos de ninguna manera sustituir a un hombre por otro; sino un
sistema por otro sistema. No buscamos el triunfo de un hombre o de otro,
sino el triunfo de una clase mayoritaria que conforma el Pueblo
Argentino: la clase trabajadora. Y porque buscamos el poder, para esa clase
mayoritaria, es que debemos prevenirnos contra el posible 'espíritu
revolucionario de la burguesía'. Para la burguesía la toma del poder
significa el fin de la revolución. Para el proletariado - la clase trabajadora
de todo el país- la toma del poder es el principio de esta revolución que
anhelamos, para el cambio total de las viejas y caducas estructuras demoliberales.
Si realmente trabajamos por la liberación de la Patria, si realmente comprendemos
la enorme responsabilidad que ya pesa sobre nuestra juventud debemos insistir
en lo señalado. Es fundamental que nuestros jóvenes comprendan, que
deben tener siempre presente en la lucha y en la preparación de la
organización que: es imposible la coexistencia pacífica entre las clases oprimidas
y opresoras. Nos hemos planteado la tarea fundamental de triunfar sobre
¡os explotadores, aun si ellos están infiltrados en nuestro propio movimiento político". (4)
(1) La influencia de esta terminología romana está también presente en
el mismo concepto de "proletariado"; los "proletarii" eran
aquellos que no tenían más propiedad que su "prole".
(2) Marx, K. y Engels, F. Cartas sobre "El Capital". Laia.
Barcelona. 1974.
(3) Nos referimos al documento: Democracia Nacional. Propuesta de
discurso políticoestratégico,
Nov. 95?
(4) Carta de Juan Domingo Perón a la Juventud Peronista. Octubre de
1965. Citada en
Iglesias, F. J. "Juan Domingo Perón y el socialismo nacional (I):
la empresa para quien la
trabaja". Ediciones Guerra Gaucha. Buenos Aires 1993.
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