Por Welsung
Érase una vez un país en el que
las calles que se comenzaban a teñir de rojo y gritos de odio, acicates a la
lucha de clases, de materialismo y desprecio por las personas, vieron avanzar
columnas de hombres vestidos de gris que cantaban canciones de honor, de valor
y muerte, de felicidad de vivir la vida en forma heroica. Estos hombres
avanzaron y arrollaron al fango rojo que todo lo teñía, estos hombres querían
barrer también con el poder de las oligarquías y unir al pueblo en un abrazo:
“fundiendo en yunque de otra vida, al hijo del palacio y al hijo del taller”.
Porque estos hombres sabían que
el poder de una nación está en sus raíces y por ello invocaban las fuerzas
telúricas que habían forjado a esa nación, aún incipiente, aún llena de
esperanzas.
Miles eran convocados a las
reuniones del Movimiento: obreros, hombres del campo, profesionales,
comerciantes, industriales. La camisa gris les recordaba que eran todos iguales
en cuanto a valer, y el colorido de sus vidas se proyectaba en la bandera
tricolor que guarda el secreto del nacimiento de su Patria. Junto a la bandera
de la Tierra que los vio nacer se alzaba la otra que anunciaba lo que venía, la
bandera de la "Patria Vieja" usada por los fundadores, cruzada por un
rayo.
El rayo que cae del cielo y con estruendo anuncia la llegada de la
tormenta, el desencadenar de las fuerzas naturales. Porque que el Movimiento
era eso: fuerzas naturales en acción. Nada de afiebradas diquisiciones
políticas o filosóficas alejadas de la naturaleza y retorcidas en las cloacas
de la mente humana desviada de su curso natural, mucho de acción: Pan, Trabajo,
Honor, Lealtad, Alegría, Belleza.
Al grito de ¡Jefe!, ¡Jefe!, los
hombres aunaban sus corazones que palpitaban juntos al ritmo de la Patria, los
brazos en alto saludaban al Jefe, al guía, que reunía en sí la voluntad de un
pueblo, era el Movimiento Nacional Socialista Chileno, con sus banderas izadas
en varas de coligüe como lo hicieran los hijos de Arauco más de trescientos
años antes. Rostros alegres, vidas elevadas al heroísmo por la voluntad de ser.
Una Patria amada por sus hijos se levantaba orgullosa para mostrar al mundo que
en esta Tierra, tan alejada de todo, palpitaba el espíritu antiguo, el corazón
de una estirpe indómita que despertaba después de un largo periplo de siglos.
Pero aquél fatídico día, hoy
hace 75 años, todo cambió. Se unieron las traiciones, los de izquierda y
derecha mostraron su verdadera cara. La traición, el asesinato, la ineficacia
del Jefe. Todo se confabuló para la tragedia. La juventud de la Patria murió
ese día asesinada por la legalidad de un régimen liberal, bajo la mirada asesina
de la izquierda comunista.
Ya nada queda del sueño, sólo
adivinar lo que pudo ser. Un país libre y orgulloso, con un destino claro en
que todos tuvieran un ideal por el cual luchar. Incluso pudimos haber
intervenido en la Gran Guerra. Tal vez los flancos en Stalingrado hubiesen
estado protegidos por el tricolor de nuestro pabellón, siempre vencedor y jamás
vencido, tal vez, tal vez...O tal vez no, tal vez igual la Gran Guerra se
hubiera perdido, pero el honor de la Patria estaría a salvo.
Hoy sólo queda recordar y mirar
con nostalgia ese otro camino que pudo tomar la historia. Hoy en un país donde
el escudo nacional se ha cambiado por un esquema de cubos de colores estilo
Lego, donde la cultura se cambió por saltimbanquis, donde la pureza del campo
se trastocó y se cambió por resorts; nada se puede esperar de masas
vociferantes que sólo conocen el nihilismo, por viejas mojigatas y remilgonas
que todo lo dejan con ese olor nauseabundo de lo rancio, de la juventud
arrasada por la droga y el hedonismo. Nada, nada, ya no queda nada.
Para empeorar las cosas cada
cierto tiempo aparecen grupúsculos de enanos que pretenden vestirse con los
ropajes de aquellos gigantes, pero sólo consiguen hacer el ridículo y asustar a
una que otra viejecita. Nada más penoso y más lejano de la verdad que un
uniforme de los viejos tiempos en esos cuerpos esmirriados y en esas mentes
torcidas; nada más alejado de la verdad.
Porque ya no queda nada, porque
no hay esperanza, nuestra misión es seguir marchando aunque todo se caiga a
pedazos. Ya no están las banderas, ya no se escuchan los cantos, pero el ideal,
la Patria está aún en nuestros corazones. La república de Chile ha muerto, que
Viva la Patria.
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