Por Gabriel Asenjo
Serge Latouche propone vivir
mejor con menos. Profesor emérito de Economía en la Universidad París-Sud, es
una de las voces mundiales del llamado movimiento por el decrecimiento.
Nacido en Vannes (Francia) hace
70 años, ante un público que le escuchaba sentado hasta en los pasillos de
acceso al salón de actos del Colegio Mayor Larraona de Pamplona, subrayaba ayer
noche que el actual ritmo de crecimiento económico mundial es tan insostenible
como el deterioro y la falta de recursos en el planeta.
Invitado por el colectivo Dale
Vuelta-Bira Beste Aldera, y bajo el título de su conferencia El decrecimiento,
¿una alternativa al capitalismo? , reclamó que la sociedad establezca una
autolimitación de su consumo y de la explotación medioambiental. Desde su punto
de vista no se trata de plantear una involución sino acoplar la velocidad de
gasto de los recursos naturales con su regeneración.
Especialista en relaciones
económicas Norte / Sur, premio europeo Amalfi de sociología y ciencias
sociales, su movimiento decrecentista, nacido en los años 70 y extendido en
Francia, defiende la sobriedad en la vida y la preservación de los recursos
naturales antes de su agotamiento. A su juicio, si el decrecimiento no es
controlado "el decrecimiento que ya estamos experimentando" será
consecuencia del hundimiento de una forma de capitalismo insostenible, y además
será desmesurado y traumático.
Una bomba semántica. Afirma
Serge Latouche que el término decrecimiento es un eslogan, "una bomba
semántica provocada para contrarrestar la intoxicación del llamado desarrollo
sostenible", una forma de pensamiento, la sostenibilidad, extendida por el
economicismo liberal de los años ochenta, y que propicia pagar por todo,
"por ejemplo, en el caso del trigo, obliga a pagar por los excedentes, por
su almacenamiento y también hay que pagar por destruir los sobrantes".
"Deberíamos hablar de A-crecimiento", dijo como una invitación hacia
la reflexión sobre nuestro estilo de vida, incluso sobre la exhibición de los
superfluo y el enriquecimiento desmesurado.
Desde su punto de vista
"vivimos fagotizados por la economía de la acumulación que conlleva a la
frustración y a querer lo que no tenemos y ni necesitamos", lo cual,
afirma, conduce a estados de infelicidad. "Hemos detectado un aumento de
suicidios en Francia en niños", agregó, para aludir más adelante a la
concesión por parte de los bancos de créditos al consumo a personas sin sueldo
y patrimonio como sucedió en Estados Unidos en el inicio de la crisis económica
mundial. Para el profesor Latouche, "la gente feliz no suele
consumir".
Sus números como economista
aseguran que le dan la razón: cada año hay más habitantes en el planeta a la
vez que disminuyen los recursos, sin olvidar que consumir significa producir
residuos y que el impacto ambiental de un español equivale a 2,2 hectáreas, y
que cada año se consumen 15 millones de hectáreas de bosque "esenciales
para la vida". "Y si vivimos a este ritmo es porque África lo
permite", subrayó. Para el profesor Latouche, cual cualquier tipo de escasez,
alimentaria o de petróleo, conducirá a la pobreza de la mayoría y al mayor
enriquecimiento de las minorías representadas en las grandes compañías
petroleras o agroalimentarias.
Trabajar menos y producir de
forma inteligente. Tachado por sus detractores de ingenuo, postuló trabajar
menos y repartir el empleo, pero trabajar menos para vivir y cultivar más la
vida, insistió. Desde un proyecto que calificó como "ecosocialista",
además de consumir menos, la sociedad debería consumir mejor, para lo cual propuso
producir cerca de donde se vive y de forma ecológica para evitar que por
cualquier puesto fronterizo entre España y Francia circulen hasta 4.000
camiones a la semana "con tomates de Andalucía cruzándose con tomates
holandeses". Finalizó con una alabanza al estoicismo representado en
España por Séneca: "No se obtiene la felicidad si no podemos limitar
nuestros deseos y necesidades".
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