Por Jaume Farrerons
- Esquema básico –
¿Extrema derecha? Sí. A pesar
de los repetidos y hegemónicos discursos según los cuales la "ultra"
tiene un carácter residual, minoritario, extravagante y poco menos que
enfermizo, en realidad la extrema derecha es la fuerza política que -con
escasas resistencias- gobierna el hemisferio occidental todo.
Ahora bien: ¿de qué extrema
derecha estamos hablando? Ésa es la cuestión. Las distintas ultras forman
un conjunto de suma cero, o sea, cuyos elementos sólo pueden
co-existir excluyéndose mutuamente y, a la postre, suprimiéndose a sí mismos.
Cada miembro del conjunto entraña un rasgo característico de negaciónde
todos los demás. Si el conjunto fuera (a, b, c), la definición de (a) sería
(no-b, no-c); la definición de (b), (no-a, no-c) y la definición de (c), (no-a,
no-b).
Nuestra tesis es que (a), (b) y
(c) se definen también respectivamente como (no-a),
(no-b), (no-c). Es la comunión o la comunidad eclesial en Cristo de todos los
ultraderechistas conservadores. Veámoslo.
Por supuesto, el conjunto (C)
cuenta con cientos de elementos (e), no únicamente tres, pero la formulación de
los mismos se basaría en el mismo "modelo". La impotencia
de la oposición nacional a la oligarquía mundial pasa por
la reducción arbitraria de los nacionalismos a racismos y ultraderechismos de
suma cero.
Y, sin embargo, hay una extrema
derecha que "gobierna". ¿Cómo puede hablarse entonces de suma cero?
¿No tenemos un saldo positivo de poder en provecho, precisamente, de los
dominadores? ¿Cuál es la explicación de este misterio, es decir, el
"misterio del fascismo"?
La extrema derecha imperante (s=sionismo)
es "(anti)fascista", entre otras cuestiones harto complejas, porque
el elemento (s), como cualesquiera otros de C, se define por
la negación uno a uno de todos los elementos del conjunto que a su
vez (antisemitismo) la niegan. La sinergia -recíprocamente anulada- de
las ultraderechas del planeta y por ende de la gentilidad (g), aquello que
se entiende despectivamente -en la política, los medios de comunicación y el
"mundo de la cultura" oficiales- por "extrema derecha"
(=fascismo, nazismo, antisemitismo = el mal absoluto),
redúcese, en una palabra, a "lo mismo" que el poder
oligárquico.
¡Tal es la sorpresa con que
tópase uno al ahondar en los resortes básicos de las ideologías
ultraderechistas "gentiles"!
La ultraderecha como negación
de la nación
La comprensión de dicho
fenómeno pasa de forma necesaria por la caracterización doctrinal e histórica
del cristianismo, religión universalista de procedencia judaica que
promueve a un dios extranjero para regir "las naciones".
Así, cada elemento (e), excepto
uno, (s) (=sionismo), no sólo es negación de los demás, sino,
también, negación de sí mismo. Aquél, (s), deviene
hegemónico porque, frente al resto, se (auto)afirma en su propia
identidad sin ningún tipo de paliativos. Vocifera: "somos el
pueblo elegido".
El misterio del (anti)fascismo
entraña la unidad dialéctica de esta dicotomía (fascismo y antifascismo) que
posibilita el dominio de todas las naciones "gentiles" desde dentro a
partir de su propia afirmación y autosupresión simultáneas en un
conjunto de suma cero. Porque al "afirmarse", las
ultraderechas gentiles afirman a la par a "Jesús" y a la iglesia de
Saulo de Tarso, es decir, afirman su propia negación en tanto que
naciones.
El concepto "extrema
derecha" (="fascismo") ha sido acuñado por una -y
muy singular- de las ultraderechas, precisamente la
imperante -que nunca aparece (des)calificada en cuanto tal: se
habla de ultraortodoxos, no de "extrema derecha
judía", contradictio in adjectio dentro del código simbólico de la
jerigonza oligárquica-, a efectos de neutralizar, estigmatizar y doblegar hasta
la disolución voluntaria las naciones de la gentilidad, cortocircuitadas
en el bucle lógico denominado "antisemitismo cristiano";
las "contradicciones" y "negaciones" representan para
aquélla y a día de hoy las ultraderechas de esas mismas naciones
(gentiles) negadas, las cuales, a su vez, e insisto en
subrayarlo, lo son doblemente: respecto de sí mismas (como creyentes
en un dios judío, ergo extranjero) y respecto de las demás (como remedos del
"pueblo elegido").
Conviene no olvidar este último
punto, clave de todo el asunto.
Las ultraderechas no pueden
aliarse contra el "enemigo común de los pueblos" porque reproducen
entre ellas las pautas racistas y supremacistas inherentes a la idea de
un pueblo elegido. El caso del nazismo es aleccionador: el fracaso
delTercer Reich se resume en su incapacidad para tratar en pie de
igualdad y con dignidad de naciones al resto de los pueblos de Europa. La
política de Alemania con los ucranianos decide el destino de la Segunda Guerra
Mundial. Un racista cristiano, Erik Koch, hace más en favor de la causa
"aliada" que la totalidad del ejército rojo subvencionado por Wall
Street. La derrota alemana es política antes que militar. Un fracaso
ideológico.
Las ultraderechas no pueden
tampoco, una a una, combatir el sionismo de frente, porque adoran a un
dios inmigrante que sirve al enemigo y, en última instancia, se
han maldecido y abortado ad ovo como naciones en el
acto mismo de constituir su identidad nacional. Véase los Estados
Unidos, arquetipo de la pseudo nación "cristiano-gentil" sin
otro imaginario sustentador que la Biblia. Pero también España,
esclava de la catolicidad. La "autosupresión" de la nación en
la "comunión eclesiástica" opera desde el seno del discurso
ontoteológico monoteísta y no hace otra cosa que afirmar sus valores
(connotaciones) fundamentales. El islamismo radical sería
el ejemplo actual más instructivo de religión judaica antisemita.
El musulmán lucha contra Israel para afirmar a Yahvé -el
dios de Abraham- y ésta esla mayor victoria espiritual de
la extrema derecha oligárquica, ante la cual las ultraderechas
"gentiles" nativistas deambulan completamente ciegas, confusas,
refutadas y derrotadas de antemano.
"Algo igualmente, de mayor
trascendencia, si cabe, y posiblemente más desastroso por sus consecuencias a
lo largo de la historia occidental, es la idea de la guerra santa. La idea de
un dios que lucha en favor de su pueblo contra sus enemigos proviene del
período más primitivo de la historia de Israel, y ha dado pie con su influencia
sobre judíos, cristianos y musulmanes para legitimar diversos movimientos de
violencia internacional, intercultural e interreligiosa hasta la
actualidad". (Trevor Ling, Las grandes religiones de
oriente y occidente, t. I., Madrid, Itsmo, 1972, p. 46).
La ultra sionista, en
cambio, no se niega a sí misma; no adora a un dios-otro,
sinoa la nación judía como tal. Yahvé significa, efectivamente,
la judeidadpersonificada. Él nos-otros = nosotros
absoluto. ¿Por qué los presuntos "patriotas" americanos,
alemanes, franceses, ingleses, españoles..., póstranse empero ante la
encarnación -Cristo- de una patria extranjera, declaradamente supremacista y
hostil?
De ahí también la
aparente duplicidad alevosa -y estructuralmente mendaz-
de la ideología oligárquica: La impostura neoliberal
*por delante liberalismo,
derechos humanos, democracia, progresismo, antifascismo, relato de la Shoah,
racionalidad, cientificidad, etcétera;
*por detrás, ultranacionalismo
(sionista), racismo, supremacismo, colonialismo, genocidio, capitalismo,
liberticidio, manipulación y oscurantismo religioso.
La unidad de
"fascismo" y "antifascismo", (anti)fascismo,
esencia del dispositivo de dominación sionista, no es ninguna
abstracción filosófica, sino la fórmula que resume el corazón batiente de la
realidad histórica contemporánea desde 1945.
El elemento (s) no forma, pues,
parte de C sino como negación del conjunto C en bloque. Es una pertenencia
"dialéctica". El (s) se define en términos de la ideología
"antifascista", léase: como (no-C). No se incluye, perteneciéndole en
el sentido más radical, dentro del conjunto "extrema derecha". Mejor
dicho: el elemento (s) entra y sale del conjunto C según sea (s) en la perspectiva emic o (s)
en la evidencia racional (perspectiva
etic) el criterio que defina la situación. El predominio de la versión
etnocéntrica frente a la verdadera y científicamente documentable forma parte
de los atributos de la dominación. El lenguaje oligárquico es un discurso
emic (tribal) convalidado de facto como discurso etic(con
validez universal). Y quien cuestione la "verdad" obligatoria,
impuesta por ley, va a la cárcel o como poco padecerá el ostracismo laboral,
político y social.
Se equivocan quienes piensen
que esta formulación pretende presentarse con el rango académico de una teoría.
Intentamos una metáfora matemática, con fines
propedéuticos, para interpretar la hegemonía de la ultraderecha en un
mundo donde ese mismo vocablo tiene un significado peyorativo, cuando no
infamante. ¿Cómo se explica así la impunidad del sionismo, conceptuado en el
molde del "progreso", el "desarrollo", el
"humanismo", etcétera?
Las naciones permanecen
atrapadas en la telaraña de sus respectivas ultraderechas cristianas.
La derecha patriótica se niega a sí misma, y con ella a la nación
"gentil" del caso, en "su" dios hebraico.
La izquierda marxista, por su
parte, es cristianismo secularizado y, por ende,
a-nacional. El internacionalismo progresista articula el último estadio -"laico"-
de lacatolicidad (del griego katholon =
universal).
¿Quién, pues, encarna a la
nación gentil, al pueblo, a las gentes? Nadie. Las naciones
han quedado huérfanas y a merced del dios de Israel. A un
lado y otro del espectro domina Sión. O Esdras o los profetas. O
Cristo (derecha) o Marx (izquierda).
Las naciones (gentiles) no
pueden afirmar su soberanía y particularidad irreductible, si lo hacen son
acusadas de "fascistas" (=anticristo). La población ha interiorizado
esa jerga presuntamente "humanitaria": el estigma de
"racista", "nazi", etcétera, aplícase así a cualquier signo
que identifique la comunidad nacionalcomo valor supremo, por
encima del "hombre" (=el judío dios, léase: la "persona"
sujeto de derechos, el individuo). Las identidades
nacionales fueron envenenadas desde la raíz por una fe milenaria que colonizó
las almas europeas y occidentales hasta disolverlas en el individualismo
cosmopolita del "yo inmortal". La comunidad nacional resultó
traicionada y abandonada a cambio de una fábula indecente: la
vida eterna del "ego".
Excepto Israel. Porque
Israel, en este aspecto básico, sí es realmente un pueblo. E
"inmortal" en calidad de pueblo (no de
individuo); Israel se autoafirma como tal en la nación y en el estado (Estado
de Israel); incluidos aquí no sólo la lengua y la cultura, sino nada menos que
los genes, la herencia, la sangre, es decir, aquello que fuera rigurosamente
prohibido a todos los "pueblos", "naciones" y
"estados" del hemisferio "cristiano" (katholon). La iglesia
es la comunión genocida sustitutoria de la comunidad nacional pagana
originaria, el "pueblo de dios" que, por encima de las
naciones, favorece la "hermandad" (=mestizaje) entre unos
individuos-masa atomizados, aislados, egoístas, obsesionados sólo con la idea
de su "salvación"... El mercado mundial neoliberal consuma, en la
modernidad y con una vida centrada en el negocio privado, un proyecto (que no
un plan o "conspiración") iniciado milenios atrás por Saulo de
Tarso. Mientras tanto, Tel Aviv mantiene vigente el ius
sanguinis.
Tareas de la filosofía crítica
FILOSOFÍA CRÍTICA,
en esta nueva singladura a que nos obliga en España la ley
Gallardón, pretende esbozar los fundamentos teóricos de la lucha
contra la oligarquía occidental. Es ésta, sin embargo, una
resistencia de las naciones contra la extrema derecha. No
puede apoyarse, para tal singular combate, en el tipo de conceptos que tanto
la propia oligarquía cuanto sus presuntos adversarios (las ultraderechas
no-sionistas) abrigan, abierta o encubiertamente, a fin de interpretar el
universo y la historia de acuerdo con los letales intereses de Yahvé.
La extrema derecha, el racismo,
la ultra católica y todo aquello que se ha presentado hasta ahora como
"patriotismo radical", es para nosotros -en el mejor de los
casos- quincalla ideológica y el principal obstáculo
para articular una defensa de la nación coherente y eficaz.
FILOSOFÍA CRÍTICA tampoco
puede, por otro lado, caer en la trampa que le tiende el discurso
liberal-progresista, forjado para desarmar moralmente a lasnaciones
gentiles frente a un mundialismo apátrida que es en verdad el
rostro maquillado e invertido del más horrendo racismo exterminador. Condenamos
por principio la retórica con que preténdese criminalizar como tales los
nacionalismos (osen o no "rivalizar" con las ínfulas seculares del
"pueblo elegido") en nombre de presuntos "derechos del
individuo" y ficciones liberales o ácratas similares. El pueblo es la
nación, una comunidad, los
"ciudadanos" pertenecen ya al universo cristiano-burgués de la
society capitalista.
En consecuencia, aunque
debemos, por imperativo legal, acatar el código penal español, nuestra condena
del racismo, del supremacismo, del colonialismo y de los demás elementos
ideológicos tácitos (u ocultos) de las extremas derechas (oligárquicas o
antioligárquicas) no responde, ni puede honestamente responder, a una
reivindicación de los mitos modernos (y aquí Heidegger) con que la ultra
yanqui-sionista va disolviendo las identidades nacionales a
escala planetaria.
Entendemos que, en efecto, debe
de poder combatirse dicho proyecto racista/universalista occidental, pero jamás
desde posiciones ultras no-sionistas u "opuestas" (¿?) posiciones
mundialistas y anti-identitarias; sino sólo desde la trinchera de una extrema
izquierda nacional onacional-revolucionaria, que
será nuestra tarea delimitar.
Por una izquierda nacional
El identitarismo es
-en efecto- extrema izquierda nacional y socialista o no es nada.
Hay queapostatar para recuperar la patria enterrada bajo
siglos de aculturación etnicida judeocristiana. La extrema izquierda
marxista no tiene ni la más remota idea de lo que significa una o-posición
racional, laica, griega... En realidad esta "extrema
izquierda" (internacionalista, cósmica) es únicamente uno de
los brazos del gran pulpo mundialista con sede (mental) en Hollywood.
Estamos, pues, de camino por
otra senda que aspira a la libertad y dignidad de los pueblos,
la cual comporta el rechazo de la opresión oligárquica, pero, a la par, decualquier
otra forma de opresión nacional racista que conciba el
nacionalismo como exclusión o subordinación de una, de "algunas" o
del resto de las naciones y etnias, es decir, el
delirante esquema ontoteológico monoteísta de la elección divina.
Las naciones, quiéranlo o no,
se salvarán juntas o perecerán juntas; también la nación judía, pero sólo
el día en que ésta se libere a su vez... de su propia impostura
ultraderechista.
La alianza de los pueblos, las
etnias, las culturas y las naciones contra la extrema derecha
sionista que gobierna el mundo pasa por la superación tanto del
racismo y el antisemitismo cuanto del discurso de la (pseudo)
"democracia" (=liberalismo, capitalismo) y los "derechos
humanos".
La clave: Martin Heidegger y la
pregunta que interroga por el ser.
Atenas versus Jerusalén.
La Marca Hispánica
6 de enero de 2014
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