Por Jaume Farrerons
- Caracterización
Sociológica -
Toda acción política requiere,
en primer lugar, la identificación del enemigo contra
el que lucha.
Las caracterizaciones
ideológicas, los fines y valores, los principios estratégicos y las
metodologías tácticas de un movimiento, partido o grupo político, son conceptos
que giran en torno a la sola cuestión de esa
"enemistad" fundamental (Carl Schmitt), que nada tiene de
"personal"; como en la guerra un general respecto de otro
general o un soldado frente al adversario armado, no "odia" el
revolucionario a individuos concretos, sino que pugna sin
tregua para derrotar a un antagonista político. En
condiciones normales es menester distinguir incluso entre el
enemigo propiamente dicho y un mero contendiente coyuntural.
Al enemigo se le detesta, pero, incluso a
él, "políticamente", no "psicológicamente", como
podría odiarse al ofensor de nuestra familia, amigos, bienes u honor.
El enemigo de
la izquierda nacional es la oligarquía
occidental. Ésta cabe
definirla provisionalmente como extrema derecha sionista, racista, supremacista y expansionista.
Sus integrantes humanos, sociales e institucionales pueden detectarse en
cualquier lugar del planeta, pero singularmente en el hemisferio occidental y
de forma más concreta todavía en las burguesías financieras de
Estados Unidos, Israel y Europa. Los oligarcas no se identifican
a partir de una religión, raza o etnia, ni siquiera una clase social,
sino de un estamento. Su opuesto simétrico antagónico
son los trabajadores autóctonos. Oligarquía mundial y
trabajadores nacionales definen la contradicción principal de
la society occidental posmoderna.
Aquello que combatimos es,
pues, el opresivo dominio oligárquico. Desde una
posición de extrema izquierda -patriótica- de lospueblos contra
la extrema derecha -transnacional- de las élites.
Queremos derrotar a
los oligarcas en tanto que oligarcas.
¿Judíos, anglosajones protestantes, ingleses, israelíes, jeques saudíes,
banqueros suizos? No importa eso. Tienen, los oligarcas, nombres y apellidos.
Su neutralización y hasta liquidación física, pero por vías legales (restablecimiento
de la pena de muerte contra los genocidas y criminales de guerra o lesa humanidad),
forma parte, necesariamente, de la lucha revolucionaria democrática. Negarlo
sería incurrir en una repulsiva hipocresía "buenista" de la que
es menester desprenderse antes de abordar cualquier compromiso político serio.
Al final, las élites financieras pagarán por sus atrocidades y los
responsables serán ejecutados por genocidios, crímenes de guerra, crímenes
contra la humanidad o crímenes contra la paz. No hay punto intermedio ni
"diálogo pacífico" cuando estamos hablando de enemigos
políticos responsables de las peores fechorías que la historia
recuerda.
Nos repugnan, sí, los
oligarcas, pero se trata, subrayémoslo una vez más, es el mismo tipo
de "odio conceptual" que el fiscal Aguilar manifestó contra los
acusados del caso Kalki (a la postre inocentes) cuando los insultó de forma
pública: nada (o poco) sabemos de los oligarcas como sujetos
privados y no nos importa si beben agua mineral, vino de Rioja o
prefieren el arte abstracto a la música clásica. Nos resultan
indiferentes sus creencias soteriológicas o el color de su piel.
Aquello que realmente cuenta es lo siguiente: que los oligarcas son
los dirigentes, beneficiarios y responsables directos (o
indirectos) del aparato de conversión de los entes en
[objetos/mercancía+capital+objetos/mercancía] que aniquila los pueblos,
las culturas y la naturaleza. La Gestell de Heidegger. !Nada
más "impersonal" que la Gestell! Pero tiene sus sujetos
físicos y a éstos es menester localizarlos, detenerlos,
procesarlos y, si se demuestra su culpabilidad, encarcelarlos;
democráticamente, mas sin compasión. Bastará con aplicar
las leyes penales yprocesales del TMI (Nüremberg),
es decir, sus propias normas represivas,
antijurídicas pero plenamente vigentes hoy.
La oligarquía
"autoriza" asesinatos "sin juicio" de menores de edad. El
propio Obama, Premio Nobel de la Paz, ha reconocido que es un criminal: http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2013_05_01_archive.html. ¿Quién
responde por estas muertes?
De hecho, la oligarquía es
muy difícil de "caracterizar", porque, precisamente, una
de las claves de su poder consiste en permanecer oculta, es decir,
en interponer, entre sus personas físicas y el pueblo de las
comunidades nacionales a las que explota, devasta y extermina, unos
"testaferros", los políticos profesionales, al
servicio de entidades formales como "los mercados financieros",
la banca, los "inversores", el FMI, la "troica",
etcétera. Por tanto, el primer rasgo del sistema oligárquico es su total
ausencia de autoridad y capitalidad: la
invisibilidad. No podemos identificar, a diferencia de otros poderes
históricos, dónde se encuentra la sede física o territorial del dispositivo
oligárquico de dominación. Ni sus líderes reales. Los
vampiros-oligarcas esconden las tumbas donde húrtanse a la luz diurna (la
verdad).
Hablar de Wall Street, la City de
Londres, Washington o Tel Aviv sería expresarse en términos puramente
metafóricos. Dicho dispositivo es esencialmente "aéreo" (burbuja
financiera) y aterritorial, a la par que críptico y sectario (Club
Bilderberg), aunque controle determinados enclaves regionales, ciudades,
naciones enteras, estados y espacios "materiales" con sus respectivas sedes
capitalinas, administrativas, políticas, económicas... La oligarquía sólo se
"territorializa" a medida que desciende de rango en la jerarquía
piramidal informal, hecho que permite a los poderes plutocráticos
arraigarse y distribuir capilarmente sus tentáculos para extraer los recursos
(trabajo, capital) que succiona de manera constante en un ámbito
perfectamente acotado (no hay huecos) de vampirización
económica. Las élites extractivas.
La oligarquía y las masas
Son parásitos. La
celebérrima "ética del trabajo", que difunden a voz en
grito los oligarcas y sus esclavos interiorizan con un sentimiento de
vergüenza y culpa cuando se encuentran en situación de paro
laboral; aquella moral del hombre honrado que
los "inversores" imponen al pueblo por la fuerza del
adoctrinamiento y la presión social, calificando de zánganos improductivos a
los "pobres" y "fracasados", es sólo la cínica estrategia
discursiva de hediondas garrapatas tumbadas
en hamacas junto a piscinas de lujo. El siervo del
capitalismo tiene que desear ofrecer su sangre
voluntariamente y cifrar en el hecho de ser explotado su identidad y
valía personal. El "trabajo" de la sanguijuela financiera
consiste, empero, en llamar por el móvil a su bróker una vez a la
semana para informarse sobre el volumen de beneficios succionados al
esfuerzo ajeno. !Y ningún desgraciado desprecia a semejante engendro, nadie le
acusa, si es el caso, de no haber trabajado jamás -menuda suerte- y
engordar aún más su bolsa sin dar un palo al agua! Antes bien, todos
los patéticos desgraciados y fanáticos de la "ética del trabajo"
(para tontos) querrían ser como el chupóptero bursátil. La
estructural "opacidad" del alto poder oligárquico
representa la otra cara de su principal instrumento de dominio, a saber,
la "información", entendiendo por tal, no tanto un contenido
realmente formativo o veraz, cuanto unas cadenas sínicas manipuladas,
fraudulentas, propagandísticas o "ideológicas" en el sentido marxista
del término.
El poder de la oligarquía se basa,
ante todo, en "lo simbólico" y, captado el signo, en la mentira (el
signo está "invertido"), no sólo exclusivamente en la simple coacción
o fuerza policial/militar. Es el "lavado de cerebro", vehiculado por
los denominados "medios de comunicación", por la propaganda política
y comercial, el "mundo de la cultura" y la "educación",
aquello que aparece en primera línea para mantener apaciguadas y
políticamente sometidas a "las multitudes" (Negri,
Hardt). Dicha "información", en el sentido de lo "informe"
(carente de forma), constituye mental y axiológicamente al hombre-masa.
El hombre-masa es, ante
todo, temeroso y obediente, no quiere "problemas",
pide únicamente "salario", es decir, ser explotado de forma más o
menos razonable, de suerte que pueda disfrutar, como poco, de algunos objetos
de consumo que marcarán el estatus del "individuo" como miembro de
la society. La masa es el correlato sociológico de
las élites en el interior del imaginario oligárquico. Por
tanto, la masa es también un estamento. Porque en la sociedad posmoderna ya no
existen clases sociales. La movilidad social ha quedado congelada. El
hombre-masa sueña con ascender, pero "uno" sólo "asciende"
en tanto que afecto a la oligarquía y con independencia
de los méritos, capacidad o esfuerzo.
Cuando hablamos de "trabajadores" como antagonistas sociales de la oligarquía, el significado de este término es, por tanto, normativo, no descriptivo; político, no meramente económico. El "trabajo" define aquí una actividad creadora y reproductiva del pueblo que se justifica por sí misma al servicio de la comunidad nacional, nunca jamás en provecho de las "élites" propietarias del capital financiero (que, subrayémoslo, no trabajan nunca). Cuando un poeta escribe poesía, eso es trabajo aunque no reciba un salario "a cambio": su tarea representa un fin en sí mismo. El trabajo se justifica por su valor social y cultural. La madre trabaja al educar al hijo, pero no "cobra" (normalmente) por ello. Cuando el empleado de un McDonald's sirve, en cambio, una hamburguesa repleta de gusanos, no trabaja, porque su única finalidad es la remuneración. Sólo es trabajo aquello que haríamos por deber o vocación en cualquier circunstancia y con orgullo. No será verdadero trabajo las tareas que realicemos únicamente para recibir unas monedas, "puesto" que las abandonaríamos inmediatamente -para disfrutar de unas vacaciones- si el dueño no nos pagara.Obligación y deber son palabras que mientan conceptos éticamente opuestos.
El deber y la vocación
profesional definen al trabajador. La
obligación y el salario caracterizan al semiesclavo hombre-masa bajo el dominio
oligárquico. Por eso el hombre-masa es esencialmente un
consumidor, un aspirante a oligarca, no un trabajador; y de ahí también
que las sociedades oligárquicas estén destinadas a la ruina económica, a la
quiebra de las instituciones de protección social y, llegados a este punto
fatal e inevitable, al restablecimiento de la esclavitud laboral descrita por
Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra (obra
que vuelve a estar vigente después de medio siglo de ostracismo
literario).
En segundo lugar, la
oligarquía dispone de medios tecnológicos suficientes para aplastar
materialmente cualquier revuelta de masas que, en el supuesto de
una fractura o brecha en la campana simbólica virtual de narcotización de
los productores, consumidores, contribuyentes, (que no "ciudadanos"),
pudiera amenazar mediante la violencia física las
instituciones políticas del sistema estatal (pseudo) "democrático".
La oligarquía, empero, es muy capaz de utilizar el crimen de forma habitual en la periferia de su dominium, concepto que implica, pese a lo dicho más arriba, una cierta espacialidad concéntrica que se refleja en su estructura social jerarquizada. Centro/periferia son nociones que no identifican las relaciones tradicionales entre una capital imperial y unas colonias, sino "campos operativos" en los que el método de explotación/extracción y el trato dado a los dominados es cualitativamente distinto. El "imperio" no existe, se trata de un invento "antifascista" de Petras y Negri. La oligarquía es anti-imperial por esencia, y quien no entienda esto no ha entendido nada.
En los ruinosos márgenes (vertederos humanos y ecológicos) de la "Franja Aérea" (Orwell), el dispositivo oligárquico sustenta dictaduras policiales dispuestas a exterminar sin contemplaciones a sus súbditos, y así protocoliza los patrones de actuación allí donde la apariencia de la "democracia" es tanto más frágil cuanto más onerosa e "innecesaria" (el montaje de cartón piedra democrático resulta "caro", "insostenible" ya incluso).
En las "zonas
centrales" la violencia (secreta, tecnificada, profesional)
"sólo" es empleada normalmente de forma selectiva contra los
disidentes más peligrosos o contra personas "incontroladas" que, por
diversas razones, poseen información capaz de perjudicar a determinados
intereses oligárquicos (por ejemplo, Joan
Cogul fue asesinado por la mafia catalana, es decir, por la oligarquía
local, cuando iba a declarar contra determinados dirigentes políticos
nacionalistas).
Las oligarquías a las que tenemos que enfrentar, en primera instancia, son las que operan como tentáculos del poder oligárquico mundial en nuestra propia patria. Pero si olvidar que la "política nacional" y la "política internacional" jamás funcionan a modo de compartimentos estancos. No existe ya "política nacional", la soberanía de los estados (excepto EEUU/Israel) ha sido suprimida hace décadas. Cuando luchamos contra Rajoy, estamos, al mismo tiempo, luchando contra Bruselas, el FMI, Wall Street y Tel Aviv. Ignorar esta realidad sería ingenuidad o un ejemplo de suicidio político.
La Marca Hispánica
16 de enero de 2014
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