martes, 26 de marzo de 2013

El Error de la "Raza Pura"





Por Jacques de Mahieu


Hemos considerado hasta ahora el conjunto racial como conglomerado estático de individuos. Corresponde, para poder contestar la pregunta anterior, examinarlo en su aspecto evolutivo. ¿Cuándo decimos que un ovejero alemán es de raza pura? No cuando alcanza la perfección teórica del tipo, sino cuando es nacido de padres no mestizados. 

Remontándonos así generación tras generación, llegaremos al origen de la raza, vale decir al momento en que, por mutación o de cualquier otro modo, una camada de ovejeros alemanes nació de padres que no eran tales. Podríamos remontarnos así, de raza en especie y de especie en género, hasta la pequeña masa de proteínas que, un día, se puso a vivir. Todo eso carecería de sentido. Si consideramos el origen común, la raza abarca la animalidad entera. Si fijamos arbitrariamente su principio en el instante de su última diferenciación, está fundada en una heterogeneidad originaria aunque se suponga que ninguna mestización haya intervenido desde entonces, lo que difícilmente se podrá afirmar aun en lo que atañe a las razas animales mejor y más antiguamente fiscalizadas. Esto no significa, ni mucho menos, que los datos genealógicos carezcan de interés, puesto que los caracteres comunes y la frecuencia de su aparición dimanan de ellos según un proceso que examinaremos más adelante, sino que es erróneo hacer de la pureza un criterio de existencia y, con más razón, de valía de la raza. 

En lo que concierne, a los conjuntos humanos, se necesitaría, si se admitiera su filiación a partir de una pareja primitiva, considerarlos como perteneciendo a una raza única, lo que es contrario a los hechos. Y si se considerara una multiplicidad de mutaciones originarias, tendríamos todavía que olvidarnos del factor mestización. Las definiciones teóricas que no corresponden a la realidad no sirven en biopolítica. Lo que se llama "grado de pureza" de una raza es simplemente su homogeneidad relativa, vale decir el hecho de que cada uno de sus componentes posea en mayor o menor número y grado los caracteres distintivos del conjunto en cuestión.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Sudáfrica: PAÍS BLANCO





Por el Sub-Brigadier


La República de Sudáfrica, en el extremo sur del continente africano consiste básicamente en una extensa meseta rodeada de "velder" o planicies cubiertas de verdor y algunos montes. En la Edad de Piedra recibió diversas migraciones desde el valle del primitivo Nilo, las que no pasaron jamás del estado paleolítico. 

Aunque descubiertas por portugueses en el siglo XVI, fue en l652 que los holandeses establecen en El Cabo un puerto para el avituallamiento de sus barcos. Los descendientes de estos primeros colonos constructores y creadores, blancos holandeses y alemanes, recibieron el nombre de BOERS (del holandés "boeren": cultivadores). Convertidos en ganaderos fueron adentrándose en busca de nuevos pastos y se encontraron sorpresivamente con indígenas, hotentotes y bantúes. Esto es de singular importancia pues los Blancos no sólo llevan allí más de 3 siglos sino que además se establecieron en tierras africanas deshabitadas, por lo que son tan africanos como las 20 o más tribus negras que pueblan o poblaban una porción de esta superficie, aún cuando sigan manteniendo por supuesto sus características de europeos arios.

Acertadamente el Dr. Peter Aldag nos dice que 'De la estrecha unión entre los hebreos y el Reino Unido resultan también las causas de la Guerra de los Boers', en su libro "La Dominación de los Judíos en Inglaterra". En 1806 la eterna voracidad de la pérfida Albión sojuzgó a los legítimos dueños del suelo sudafricano, los que ante múltiples atropellos y abusos optaron por emigrar pacíficamente al interior creando los estados de Transvaal y Orange, mientras que los invasores judeo-británicos se apoderaban de El Cabo y Natal, despojo legitimado en 1815 por el Congreso de Viena. 

En 1884 estos estados boers y otros más pequeños se fusionan creando la República Sudafricana. Quiso el destino que precisamente estos nuevos territorios fueran ricos en oro y diamantes, lo cual atrajo a una avalancha de aventureros y abrió nuevamente el apetito insaciable del gobierno inglés, a esas alturas ya inexorablemente bajo la sombra ominosa de los Rothschild.

Tal riqueza atrajo a muchos británicos y a un número considerable de judíos procedentes del Reino Unido y posesiones inglesas. Johannesburg, la capital del oro, llegó a tener 100.000 habitantes y rápidamente los cabarets, salas de juego, prostíbulos y garitos hicieron prosperar a sus dueños judaicos. Luego, con el apogeo de la banca internacional y el control de los bancos centrales, dominaron la vida económica del país hasta convertirse en propietarios exclusivos de las minas de oro. Por ejemplo, la firma Wernher Beit & Co. llegó a poseer 29 minas. Y todo a costa del esfuerzo y sacrificios de mineros y trabajadores, mediante la concesión o incluso imposición de créditos en condiciones usurarias. La City de Londres, y en especial los Rothschild, se apoderaron de la Bolsa, instaurándose la extraña costumbre de cerrarla los días de fiesta judíos, costumbre que con el tiempo se extendió a todas las demás actividades.

También la prensa fue poco a poco engullida y los usureros controlaron así la llamada 'opinión pública', la que igual que hoy no era más que la opinión de los propietarios de los medios de difusión, quienes dictan qué, cuándo, cuánto y especialmente cómo se informa. Pero todavía el gobierno seguía en manos Boers, quienes mantenían el control de la dinamita y de los ferrocarriles; situación enojosa para los amos económicos de la población productiva, algo que la City en Londres no estaba dispuesta a seguir tolerando pasivamente.

Asiéndose del débil pretexto de que los Boers negaban la ciudadanía a los ingleses, o por lo menos "sus plenos derechos" (léase control de la dinamita y de los ferrocarriles), añadiendo supuestos malos tratos orquestaron una gran campaña de prensa encabezada por sus órganos "The Cape Times" y "The Cape Argus", para convencer a la población de que las autoridades Boers eran responsables del clima bélico y de inseguridad que ellos mismos, judíos y británicos, habían provocado artificialmente.

Simultáneamente la prensa aparentemente boer, como el "Leader" y el "Star", se dedicó a zaherir el orgullo inglés. En fin, la prensa concertada en manos judías se concentró en predisponer a la población inglesa en Sudáfrica primero, y luego a exacerbar los ánimos en Gran Bretaña. En estas circunstancias y aferrándose descaradamente a que el gobierno boer había dejado insatisfechas una o dos de las interminables peticiones británicas es que estalló la guerra que necesitaban los Rothschild y sus asociados.

Tras algunas victorias de los sudafricanos dirigidos por Paul Krüger, éstos son finalmente derrotados por los ingleses, apertrechados desde Londres por Joseph Chamberlain y desde El Cabo por Cecil B. Rhodes, socio de Albert Beit en la formación de un imperio colonial; ambos lograron con sus típicas argucias y malas artes que el rey de los matabelés, Lobengula, les cediera derechos exclusivos sobre todos los minerales y metales hallados en su territorio y autorización para atacar a todos los que osaran buscar algo en sus tierras. 

Formaron la Cía. Británico-Sudafricana con jurisdicción sobre 450.000 millas cuadradas y que contó entre sus directores a los judíos Ernest Oppenheimer, Frederic y Emile D'Erlanger y Edmund Davis, amasando fortunas fabulosas. Es en esta guerra, que se extiende de 1899 a 1902, que estos grandes benefactores de la Humanidad inauguraron el uso de CAMPOS DE CONCENTRACIÓN encerrando a 117.000 mujeres y niños Boers, de los cuales perecieron por hambre y carencia de atención sanitaria 26.370 mujeres y niños sudafricanos arios, según las propias estadísticas británicas.

En 1909 el parlamento británico creó el Dominio de la Unión Sudafricana, el cual encubierto por el Dictado de Versalles rapiñó en 1919 la colonia Alemana de Africa del Sudoeste. En las elecciones de 1948 triunfó la Coalición Nacionalista Africana que implantó el Apartheid. Gracias a un plebiscito se independizó de la Comunidad Británica el 31 de mayo de 1961 naciendo la República de Sudáfrica. 

Es este sistema de Apartheid el que ha significado la desalmada persecución contra la joven república europea enclavada en el sur de Africa, con una población mayoritariamente negra que dista mucho de ser homogénea o siquiera unitaria, pues la veintena de tribus que la componen pasan en guerra entre sí. A pesar de ello la ONU, el Consejo Mundial de las Iglesias, la Unesco y cuanta entelequia tercermundista pergeñada por el judaismo exista, condenó el Apartheid y terminó entronizando la implantación de la obligada 'igualdad', pusilánime eufemismo para la deleznable mezcla racial, pretendiendo a la larga el sojuzgamiento de los Blancos por los negros. La calidad aplastada bajo la cantidad.

La conspiración mundial judeosionista ha conseguido ya despojar a los creadores de Sudáfrica y entregar la presidencia a un mono controlado por ellos, el que junto a su hembra cuentan con un grupo de sicarios que han cometido ya decenas de asesinatos políticos, contando con la más absoluta impunidad, garantizada por la ONU. Lo consiguieron pujando torcidamente y con tozudez contra un sistema lógico que promovía el desarrollo por separado de las diversas comunidades que conviven en la RSA: Blancos, hindúes, mestizos y negros de diferentes tribus. Cada comunidad tenía sus propias universidades, sus propios entornos, su propia administración interna, todas tuteladas por el gobierno central, elegido por los creadores europeos casi exclusivamente. Este era el ultraje supremo que las autonominadas vestales de la sacrosanta democracia igualitarista no podían tragar.

Que el país más moderno y pujante de toda Africa haya sido construido durante más de tres siglos por Blancos europeos, partiendo de la selva inhóspita, entre pantanos y bajo un clima adverso, y no con la ayuda sino contra la desidia e ineficiencia de los nativos negros, es algo que se olvida u oculta deliberadamente sin reconocerlo jamás.

Los títeres del judaismo en su afán de destruir este país africano Blanco, recurren a la abyecta mentira de que todos los portentos que muestra Sudáfrica fueron obtenidos sólo gracias a la explotación del negro. La verdad es que la alergia al trabajo de parte del negro hacía de él más un estorbo que una ayuda, y sólo se le contrataba para poder trabajar libre de la amenaza de disturbios o ataques de sus diversas tribus. Fueron en realidad los judíos quienes, para bajar sus costos, obtuvieron del gobierno de Transvaal autorización para ocupar negros en las minas, con lo que ocasionaron cesantía y graves repercusiones en la economía de los Boers.

Además, negros procedentes de Mozambique, Malawi, Botswana, Angola y otros, cruzaban ilegalmente las fronteras dando la espalda a las bendiciones de sus flamantes gobiernos democráticos rojos para vivir bajo la 'atroz tiranía racista' de Sudáfrica. Notable.

Esto no lo niegan ni los más feroces difamadores de la RSA, quienes concentran su ácido en el problema de la 'igualdad', callando que la llegada de la sacrosanta igualdad, desde El Chad hasta Mozambique y desde Angola hasta Somalía, no haya traído más que hambruna, miseria, abyección y muerte; paradojalmente trajo también desigualdad presidida por reyezuelos tribales que ungidos como 'presidentes' se asoman grotescamente a la ONU, cada vez más digna de ellos por lo demás. Lo que se persigue es la expulsión sangrienta de los europeos que crearon esos países de la nada, para que los usurpen títeres de los yanquis o de los bolcheviques, los verdaderos mandatarios, pero a su vez obedientes a la sinarquía del Nuevo Orden.

Lo justo, natural y humano es la EQUIDAD, la que definiríamos como el trato desigual a seres desiguales, pues eso somos todos: desiguales. Ayudaría algo despejar las siguientes incógnitas para entenderlo mejor:

- ¿Conocían los negros el uso de la rueda antes de la llegada del hombre Blanco?

- ¿Conocían asimismo la navegación a vela, siendo su continente una inmensa isla?


- ¿Poseían algún idioma escrito?


- ¿Tenían alguna arquitectura, más allá de la choza de follaje recubierto con excremento?


- ¿Algún código o sistema legal?


- ¿Algún tipo de vestimenta, más allá del taparrabos o las plumas del hechicero?

Para qué seguir. El negro no tiene la culpa de ser lo que es. Pero que no vengan algunos, o muchos no-negros a culpar al Blanco sudafricano, pues todo lo que éste ha hecho es elevar el nivel de vida de las tribus que se cobijaron bajo su alero de progreso y darles estándares que ya se quisieran los pobres negros de Etiopía y Haití, las dos naciones negras más antiguas de la tierra. 

Da que pensar, siempre que se cuente con esa tan poco común facultad, el hecho de que al momento de salmodiar la gastada cantinela de que 'todos los hombres somos hermanos' formen un insólito coro curas y comunistas por igual, en abigarrada y nauseabunda mescolanza.

Desde el asesinato del gran estadista Dr. Verwoerd, siguiendo con Vorster, Botha hasta el rastrero De Klerk, el sistema natural de Apartheid fue desmoronándose. Y cada gobierno bailó al son que le tocaba el multimillonario Oppenheimer, el rey de los diamantes, de acuerdo con los intereses de sus 350.000 hermanos de sangre, los que gozando de todas las ventajas del Apartheid lo corroen escupiendo canallescamente la mano que les da de comer.


Sí, definitivamente ¡Sí! No es un bantú, sino el judío Joe Slowo, el que desde Mozambique, dirigía las bandas de terroristas que descarrilaban trenes y ponían bombas en los colegios. No fue un matabelé, sino el judío griego David Pratt, quien atentó contra el Dr. Verwoerd. No fue un xhosa, sino el judío Cooper quien defendió a ese magnicida ante los tribunales. No eran bosquimanos los jefes del movimiento terrorista 'Pogo' pues se llamaban Goldreich, Goldberg, Bernstein y Finkelstein.

No cabe duda entonces QUIEN es el verdadero enemigo de Sudáfrica, en su eterno caballo de Troya. Y no es ninguna sorpresa. No es más que el único y gran enemigo de toda la Humanidad, que va gangrenándola quejumbrosamente encubierto por barricadas de oro, gobiernos corruptos y la prensa internacional. 

Para complementar esta presentación objetiva y real sobre la República de Sudáfrica reproduciremos información textual de "La Historia Ilustrada del Pueblo Judío", del rabino Nathan Ausubel, editada en 1960 en Buenos Aires: 'Saúl Solomon, el mayor, fue un antiguo colonizador de Colonia del Cabo (1806). Trató de ayudar a Napoleón para que huyese de Santa Elena pero la conspiración fue descubierta y fracasó.

A su sobrino se le conoció como el 'Disraeli de Sudáfrica'. Fue dirigente del Partido Liberal en el Parlamento de El Cabo, y rechazó varias ofertas para asumir el cargo de Primer Ministro. Sus hijos y nietos también se destacaron en la política de El Cabo. Sir Richard Solomon llegó a Fiscal del estado, sir William Henry Solomon fue presidente de la Corte Suprema de Justicia y Saul Solomon nieto, juez de la Corte Suprema. Muchos otros judíos se distinguieron en la vida pública de Sudáfrica. Sir Matthew Nathan fue gobernador de Natal (1907-1910), Max Danziger, ministro de Finanzas de Rhodesia del Sur (1941), el juez Leopold Greenberg es actualmente juez presidente del Transvaal. Otros distinguidos juristas son el juez Manfred Nathan y el juez Phillip Millin, esposo de Sara Gertrud Millin la popular novelista. Ha habido alcaldes judíos en todas las principales ciudades: Ciudad del Cabo, Johannesburgo, Durban, Pretoria,etc. También los judíos han ocupado bancas en todos los parlamentos provinciales de la Unión Sudafricana.

El descubrimiento de los campos diamantíferos en 1871, seguido entre 1875 y 1885 por el de los yacimientos de oro en el Transvaal, provocó un nuevo flujo de inmigantes judíos desde Lituania, Galitzia y Polonia'.

Estas y otras aseveraciones del distinguido rabino confirman plenamente lo aseverado respecto del control judío del poder y la fortísima atracción que sobre ellos ejercieron el oro y los diamantes. También vemos que como jueces, parlamentarios y alcaldes tuvieron el poder para terminar con el supuestamente odioso sistema de Apartheid, pero jamás lo hicieron, sino que se aprovecharon de todas sus ventajas al tiempo que su prensa bastarda se desgañitaba denunciándolo y atacándolo. Todo esto en el más estricto seguimiento de las precisas instrucciones contenidas en el tan poco conocido texto de 'LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION'

martes, 19 de marzo de 2013

Genocidio Blanco en Sudáfrica



Por David Duke

El Genocidio Invisible en Sudáfrica: Los granjeros lanzan un SOS al mundo ante los ataques de la población negra





Alberto Granados Garmendia.- Henk van de Graaf, vicepresidente de la Unión de Agricultores de Transvaal (Sudáfrica), ha lanzado un SOS al mundo frente a los ataques planeados por motivos políticos y raciales contra los afrikáners y que cuentan con el silencio cómplice de los organismos internacionales.

Más de tres mil granjeros eurodescendientes (conocidos como “Boer”) han sido asesinados y varios miles más han sufrido ataques raciales, según informó Graaf, quien ha pedido que se investiguen estos horrendos crímenes, como los cometidos contra un matrimonio y su hija de tres años, que fueron torturados hasta la muerte.

El partido gobernante en Sudáfrica es el ANC (Congreso Nacional Africano), cuyo líder popularizó en su juventud las consignas “matar a un Boer, matar a un granjero” o “Un Boer, una bala”.

“Cuando los campesinos llaman a la policía para denunciar algún intento de ataque, ésta se niega a acudir bajo cualquier excusa, como que no tienen combustible”, dijo.

También denunció que durante la Copa del Mundo en Sudáfrica (cuando el Gobierno sudafricano estaba preocupado por su imagen), los asesinatos se detuvieron milagrosamente, pero solo de forma temporal.

El número de población eurodescendiente se ha reducido a la mitad en lo que puede calificarse como una auténtica limpieza étnica. Las propiedades de los blancos se han reducido un 33% al serles confiscadas sus tierras para entregárselas a la población negra. En la actualidad esas tierras han dejado de ser productivas.

La ironía es que Sudáfrica tenía excedencia de producción hasta hace una década, pero la producción de alimentos empezó a decaer conforme las tierras les eran confiscadas a los blancos, y ahora es insuficiente.

Los medios de comunicación internacionales también son conniventes con este genocidio, pues se niegan a escribir sobre la verdadera historia de Sudáfrica después del Apartheid, silenciando las atrocidades cometidas contra la población blanca.

Un informe del parlamento europeo, sobre países emergentes, describe la situación en los siguientes términos: “Sudáfrica tiene un historial de transición exitosa y pacífica a la democracia y hacia un Gobierno idóneo, donde se fomenta la integración económica regional y se apoyo la reconciliación nacional…”.



FUENTE: http://www.alertadigital.com/

Hacia una Ciencia del Hombre




Por Alexis Carrel


En suma, las ciencias de la materia han hecho inmensos progresos, mientras que las de los seres vivientes han permanecido en estado rudimentario. El retardo de la biología es atribuido a las condiciones de existencia de nuestros antepasados, a la complejidad de los fenómenos de la vida y a la naturaleza misma de nuestro espíritu que se complace en las construcciones mecánicas y las abstracciones matemáticas. Las aplicaciones de los descubrimientos científicos han transformado nuestro mundo material y mental. Estas transformaciones han tenido sobre nosotros una influencia profunda y sus efectos nefastos provienen de que han sido hechas sin consideración hacia nosotros. Y es la ignorancia sobre nosotros mismos, lo que ha dado a la mecánica, a la física y a la química, el poder de modificar, al azar, las formas antiguas de la vida.

El hombre debería ser la medida de todo. En realidad, es un extranjero en el mundo que ha creado. No ha sabido organizar este mundo para él porque no poseía un conocimiento positivo de su propia naturaleza. El avance enorme de las ciencias inanimadas sobre las ciencias de los seres vivientes es uno de los sucesos más trágicos de la historia de la humanidad. El medio construido por nuestra inteligencia y nuestras invenciones no se ajusta ni a nuestro tamaño ni a nuestra forma. No nos queda bien. Somos desgraciados. Degeneramos moral y mentalmente. Y son precisamente los grupos y las naciones en que la civilización industrial ha alcanzado su apogeo los que se debilitan más. Es allí donde el retorno a la barbarie es más rápido. Permanecen sin defensa ante el medio adverso que les ha proporcionado la ciencia. En verdad, nuestra civilización como las que la han precedido, ha creado condiciones que, por razones que no conocemos exactamente, hacen que la vida misma se torne imposible. La inquietud y las desgracias de la Ciudad Nueva provienen de sus instituciones políticas, económicas y sociales, pero, sobre todo, de su propia decadencia. Son víctimas del retardo de las ciencias de la vida sobre las de la materia.

Solamente un conocimiento mucho más profundo de nosotros mismos puede aportar un remedio a este mal. Gracias a ello veremos por qué mecanismos la existencia moderna afecta nuestra conciencia y nuestro cuerpo. Sabremos cómo adaptarnos a este medio, cómo defendernos, y también cómo reemplazarlo, en caso de que una revolución dentro del mismo se hiciera indispensable. Mostrándonos a nosotros mismos lo que somos, nuestras potencias y la manera de actualizar con ellas, este conocimiento nos dará la explicación de nuestra debilidad fisiológica, de nuestras enfermedades morales e intelectuales. Y sólo él puede revelarnos las leyes inexorables en las cuales están encerradas nuestras actividades orgánicas y espirituales, hacernos distinguir lo prohibido de lo permitido y enseñarnos que no somos libres para modificar, según nuestra fantasía, ya sea nuestro medio, ya sea a nosotros mismos. En verdad, desde que las condiciones naturales de la existencia han sido suprimidas por la civilización moderna, la ciencia del hombre ha llegado a ser la más necesaria de todas las ciencias.

lunes, 18 de marzo de 2013

La Reconstrucción del Hombre





Por Alexis Carrel


Ha llegado el momento de comenzar la obra de nuestra renovación. Sin embargo, no estableceremos el programa porque hacerlo ahogaría la realidad viviente en una armadura rígida, impediría la aparición de lo imprevisible y fijaría el porvenir en los límites de nuestro espíritu.

Es preciso que nos levantemos y que nos pongamos en camino, que nos libertemos de la tecnología ciega y que realicemos, en su complejidad y su riqueza, todas nuestras virtualidades. Las ciencias de la vida nos han mostrado cual es nuestro fin y han puesto a nuestra disposición los medios de alcanzarlo. Estamos sumergidos, sin embargo, en el mundo que las ciencias de la materia inerte han construido sin respetar las leyes de nuestra naturaleza. En un mundo al que no podemos adaptarnos porque, nacido de un error de nuestra razón y del desconocimiento de nosotros mismos, no está hecho para nosotros. Nos rebelaremos, pues, contra él. Transformaremos sus valores y le daremos un orden con relación a nosotros. La ciencia nos permite hoy desenvolver todas las potencialidades escondidas en nosotros al mismo tiempo que nos deja conocer los mecanismos secretos de nuestras actividades fisiológicas y mentales y las causas de nuestra debilidad. Con saber que hemos violado las leyes naturales sabemos por qué somos castigados y la razón de que estemos perdidos en la oscuridad; pero comenzamos, al mismo tiempo, a distinguir a través de las nieblas de la aurora, la ruta de nuestra salvación.

Por la primera vez en la historia del mundo, una civilización llegada al comienzo de su decadencia, puede discernir las causas de su mal. Puede que sepa servirse de este conocimiento y evitar, gracias a la fuerza maravillosa de la ciencia, el destino común a todos los grandes pueblos del pasado... 

Es necesario que desde este momento iniciemos nuestra marcha por la vía nueva.

viernes, 15 de marzo de 2013

Capitalismo de Estado a todo tren





Por el Emboscado


En 2007-2008 estalló la crisis financiera mundial con gravísimas consecuencias de índole social, económica, política y militar entre otras. En esas fechas el capitalismo se desplomó completamente con la quiebra, y en algunos casos desaparición, de infinidad de bancos y grandes empresas. Sin embargo, fueron los Estados los que salieron al rescate del capitalismo al reflotarlo con multimillonarias inyecciones de dinero en forma de préstamos, subvenciones, avales, etc…, que fueron directamente a parar a las grandes empresas y bancos afectados. En la práctica la economía fue estatizada en su mayor parte a través de sucesivas nacionalizaciones, y por medio de un creciente intervencionismo económico de las diferentes empresas y agencias reguladoras estatales, lo que en la práctica significó la transición hacia un capitalismo de Estado.

El rescate económico y financiero del capitalismo por los Estados dejó boquiabiertos a muchos que no llegaban a comprender, y mucho menos a explicar coherentemente, dentro de sus averiados esquemas políticos e ideológicos por qué el Estado, con todos sus recursos, reflotaba a empresas y bancos que estaban en la quiebra. Las razones son muy obvias, a pesar de que toda la propaganda se empeña en presentar los hechos de forma tergiversada. El sistema económico capitalista es tremendamente funcional para los intereses estratégicos del Estado al proveerle de ingentes ingresos vía impuestos, pues toda la actividad económica que genera a través de la plusvalía, el comercio y la monetización del conjunto de las relaciones sociales constituyen la base económica que provee al Estado de los recursos para costear sus instrumentos de dominación, y con ello poder competir con otros Estados por mayores cotas de poder en la esfera internacional. Prueba de esto es que un tercio de los beneficios de las grandes corporaciones van a las arcas del Estado, lo que explica que le interese que las empresas tengan las mayores ganancias posibles. Asimismo, en el caso concreto de España nos encontramos con que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria desencadenó una fortísima caída en los ingresos del Estado, pues la actividad económica que producía este sector al que estaban vinculados, a su vez, otros sectores auxiliares proveía de importantes ingresos al ente estatal. El capitalismo lejos de debilitar al Estado lo refuerza económica y financieramente, de tal forma que el Estado se sirve del capitalismo para conseguir sus propios intereses.

La hipertrofia estatal es un hecho desde el momento en el que el Estado español constituye la mayor corporación con más de 3 millones de asalariados a su cargo, lo que supone casi el 20% de la población activa. Pero esta hipertrofia se ve agravada por el hecho de que el sector estatal es por definición improductivo y despilfarrador de recursos, lo que exige nuevos y mayores impuestos para su mantenimiento. Debido a esto el Estado, vía impuestos directos e indirectos, acapara el 45% del PIB, más que ninguna otra empresa, lo que nos da una imagen muy clara acerca de dónde reside realmente el poder económico. Por otro lado es importante destacar que, al menos en el caso del Estado español, la mayor parte de sus ingresos provienen de las cotizaciones realizadas por los trabajadores a la Seguridad Social, de la que recauda unos ingresos que constituyen el 47% de sus presupuestos. Esto es lo que explica que el Estado esté tan interesado en reimpulsar el capitalismo mediante inyecciones de dinero a gran escala en empresas y bancos, pues el Estado se queda en torno a un 40% del total del sueldo bruto de cada trabajador. Así, cuanta mayor sea la actividad económica dentro de un sistema en el que su principio rector es la búsqueda del máximo beneficio particular, mayores serán los ingresos del Estado derivados de las plusvalías de los trabajadores, de los beneficios de las empresas y del trasiego de mercancías que produce el propio comercio.

Además de todo lo anterior hay que apuntar que los mercados, tras un período de liberalización, demostraron ser irracionales, lo que exigió la consiguiente intervención estatal para restablecer el capitalismo que ya en 2008 se había desmoronado. En este sentido es muy significativa la siguiente declaración de la que fuera vicepresidenta del gobierno del PSOE Mª Teresa Fernández de la Vega: “la mano invisible del mercado necesita la mano visible del Estado”. Esto viene a probar una vez más que no es posible un capitalismo sin subsidios y sin asistencia estatal, pues como los hechos han demostrado el Estado es mucho más estable al disponer de muchísimos más recursos que cualquier multinacional que, como hemos visto, son débiles y susceptibles de ser barridas por alguno de los ciclos del capitalismo. Sin subvenciones, sin determinadas regulaciones fiscales, en definitiva, sin la acción ordenadora, en tanto que reguladora, y directora del Estado en la economía el capitalismo no es viable, como tampoco la empresa capitalista. Son ilustrativas las partidas presupuestarias anuales destinadas a subvencionar la empresa privada con fondos estatales, y que todos los años se ven reflejadas en el BOE y en los demás boletines oficiales de las comunidades autónomas, lo que expresa con meridiana claridad no sólo los intereses estratégicos del Estado en el ámbito económico para su control y dirección, sino el simple y mero hecho de que la mayoría de esas empresas receptoras de subsidios no serían viables sin ellos.

En cuanto el funcionamiento contradictorio del capitalismo pone en peligro el sistema económico y social que le es inherente, y con ello deja de servir a los intereses estratégicos del Estado, es cuando este último interviene directamente, tal y como hemos observado los últimos años, con la ampliación de su poder a escala colosal en el conjunto de la economía a través de sucesivas nacionalizaciones de empresas y bancos, por medio de nuevas leyes, normas y reglamentos reguladores, así como diferentes protocolos de supervisión y control de las multinacionales y entidades financieras. Pero esta hiperextensión del Estado tiene una factura muy grande que se la pasa a los ciudadanos mediante nuevos y mayores impuestos, al mismo tiempo que se llevan a cabo recortes en los presupuestos y reformas laborales que devalúan la mano de obra.

La socialdemocracia y la izquierda subvencionada sostienen un discurso político totalmente irrealista al abogar por un incremento de los impuestos sobre las empresas y bancos, todos o la inmensa mayoría de ellos en quiebra de no ser por la ayuda estatal. Naturalmente este tipo de propuestas se inscriben en el contexto ideológico de quienes consideran que el Estado, este Estado capitalista, desempeña una función salvífica como redentor de la sociedad frente a las empresas, los bancos y en general el Capital. Todo ello parte de la ingenua, y por lo demás falsa, idea de que el Estado, de manera completamente altruista, renuncia a sus propios intereses para salvaguardar los del conjunto de la sociedad, lo cual es posible, siempre según ellos, mediante otro tipo de gestión de sus instituciones que anteponga esos intereses frente a los del gran Capital.

Pero la realidad es muy tozuda al negar todo lo anterior en la medida en que el Estado es un ente político anterior al capitalismo, que se sirve a sí mismo antes que nada tal y como históricamente queda demostrado en su obrar. De esta manera es imposible otra gestión distinta de la que los sucesivos gobiernos de derechas e izquierdas vienen realizando en el contexto general de la crisis, y prueba de ello es que en Andalucía la izquierda gobernante está aplicando recortes y medidas semejantes a las que el gobierno central, de derechas, lleva a cabo. Pero esto también es extensible a Asturias como un ejemplo más de esta realidad. Lo cierto es que la lógica que impone la razón de Estado obedece a sus intereses definidos en términos de poder, los cuales prevalecen por encima de cualquier gobierno de derechas o de izquierdas.

El elevado tamaño del Estado hay que pagarlo, y cuando el capitalismo ha naufragado y el Estado lo ha ido a rescatar la factura se hace todavía mayor en la forma de más impuestos a cambio de menos. El Ministerio de Hacienda, la Agencia Tributaria, el Banco de España (de capital estatal y con amplios poderes de supervisión y regulación aunque supeditado al BCE), el ICO con participación en multitud de empresas del capitalismo privado, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la Comisión Nacional de la Competencia, el FROB, y tantos otros organismos estatales son los que ejercen el poder real sobre la economía con sus regulaciones, supervisiones y toda clase de normativas que hacen de ella un instrumento al servicio del poder de poderes encarnado por el Estado. El capitalismo es de Estado porque sin él no puede existir ni sobrevivir, lo que le permite profundizar su dominio sobre las personas.

Pero el poder económico del Estado no sólo ha aumentado a nivel interno con un control sobre las personas nunca antes conocido, sino que a nivel internacional su presencia se ha hecho todavía mayor a través de un creciente y cada vez más virulento imperialismo en el que las instituciones supranacionales, lejos de ser organismos neutrales, son su más viva expresión al operar como instrumentos al servicio de los intereses estratégicos de estas potencias. Así comprobamos cómo la UE, el BCE, etc., son herramientas del imperialismo del gobierno alemán para la consecución de mayores cotas poder en la esfera internacional con la extensión de su influencia a lo largo del continente europeo y del mundo. 

La pertenencia del Estado español a estas instituciones es lo que ha facilitado que en la actualidad esté directamente supeditado, política y económicamente, a las directrices del gobierno alemán al ser los principales bancos alemanes, ahora de propiedad estatal tras la inyección de más de 500.000 millones de euros gubernamentales, los mayores tenedores de deuda soberana española. Vemos cómo el imperialismo es la máxima expresión del poder estatal al adquirir unas dimensiones colosales a través de las instituciones supranacionales, con lo que dicho poder ya no sólo se ejerce sobre los nacionales propios sino también sobre otros pueblos a los que se vampiriza, subyuga y desintegra al modo de cómo ocurre en Grecia. Por esta razón hablar hoy de desregulaciones, retroceso del Estado, de liberalización económica, etc., carece de completo sentido cuando los hechos demuestran que estamos completamente inmersos en un proceso de capitalismo de Estado a todo tren.