miércoles, 20 de marzo de 2013

Sudáfrica: PAÍS BLANCO





Por el Sub-Brigadier


La República de Sudáfrica, en el extremo sur del continente africano consiste básicamente en una extensa meseta rodeada de "velder" o planicies cubiertas de verdor y algunos montes. En la Edad de Piedra recibió diversas migraciones desde el valle del primitivo Nilo, las que no pasaron jamás del estado paleolítico. 

Aunque descubiertas por portugueses en el siglo XVI, fue en l652 que los holandeses establecen en El Cabo un puerto para el avituallamiento de sus barcos. Los descendientes de estos primeros colonos constructores y creadores, blancos holandeses y alemanes, recibieron el nombre de BOERS (del holandés "boeren": cultivadores). Convertidos en ganaderos fueron adentrándose en busca de nuevos pastos y se encontraron sorpresivamente con indígenas, hotentotes y bantúes. Esto es de singular importancia pues los Blancos no sólo llevan allí más de 3 siglos sino que además se establecieron en tierras africanas deshabitadas, por lo que son tan africanos como las 20 o más tribus negras que pueblan o poblaban una porción de esta superficie, aún cuando sigan manteniendo por supuesto sus características de europeos arios.

Acertadamente el Dr. Peter Aldag nos dice que 'De la estrecha unión entre los hebreos y el Reino Unido resultan también las causas de la Guerra de los Boers', en su libro "La Dominación de los Judíos en Inglaterra". En 1806 la eterna voracidad de la pérfida Albión sojuzgó a los legítimos dueños del suelo sudafricano, los que ante múltiples atropellos y abusos optaron por emigrar pacíficamente al interior creando los estados de Transvaal y Orange, mientras que los invasores judeo-británicos se apoderaban de El Cabo y Natal, despojo legitimado en 1815 por el Congreso de Viena. 

En 1884 estos estados boers y otros más pequeños se fusionan creando la República Sudafricana. Quiso el destino que precisamente estos nuevos territorios fueran ricos en oro y diamantes, lo cual atrajo a una avalancha de aventureros y abrió nuevamente el apetito insaciable del gobierno inglés, a esas alturas ya inexorablemente bajo la sombra ominosa de los Rothschild.

Tal riqueza atrajo a muchos británicos y a un número considerable de judíos procedentes del Reino Unido y posesiones inglesas. Johannesburg, la capital del oro, llegó a tener 100.000 habitantes y rápidamente los cabarets, salas de juego, prostíbulos y garitos hicieron prosperar a sus dueños judaicos. Luego, con el apogeo de la banca internacional y el control de los bancos centrales, dominaron la vida económica del país hasta convertirse en propietarios exclusivos de las minas de oro. Por ejemplo, la firma Wernher Beit & Co. llegó a poseer 29 minas. Y todo a costa del esfuerzo y sacrificios de mineros y trabajadores, mediante la concesión o incluso imposición de créditos en condiciones usurarias. La City de Londres, y en especial los Rothschild, se apoderaron de la Bolsa, instaurándose la extraña costumbre de cerrarla los días de fiesta judíos, costumbre que con el tiempo se extendió a todas las demás actividades.

También la prensa fue poco a poco engullida y los usureros controlaron así la llamada 'opinión pública', la que igual que hoy no era más que la opinión de los propietarios de los medios de difusión, quienes dictan qué, cuándo, cuánto y especialmente cómo se informa. Pero todavía el gobierno seguía en manos Boers, quienes mantenían el control de la dinamita y de los ferrocarriles; situación enojosa para los amos económicos de la población productiva, algo que la City en Londres no estaba dispuesta a seguir tolerando pasivamente.

Asiéndose del débil pretexto de que los Boers negaban la ciudadanía a los ingleses, o por lo menos "sus plenos derechos" (léase control de la dinamita y de los ferrocarriles), añadiendo supuestos malos tratos orquestaron una gran campaña de prensa encabezada por sus órganos "The Cape Times" y "The Cape Argus", para convencer a la población de que las autoridades Boers eran responsables del clima bélico y de inseguridad que ellos mismos, judíos y británicos, habían provocado artificialmente.

Simultáneamente la prensa aparentemente boer, como el "Leader" y el "Star", se dedicó a zaherir el orgullo inglés. En fin, la prensa concertada en manos judías se concentró en predisponer a la población inglesa en Sudáfrica primero, y luego a exacerbar los ánimos en Gran Bretaña. En estas circunstancias y aferrándose descaradamente a que el gobierno boer había dejado insatisfechas una o dos de las interminables peticiones británicas es que estalló la guerra que necesitaban los Rothschild y sus asociados.

Tras algunas victorias de los sudafricanos dirigidos por Paul Krüger, éstos son finalmente derrotados por los ingleses, apertrechados desde Londres por Joseph Chamberlain y desde El Cabo por Cecil B. Rhodes, socio de Albert Beit en la formación de un imperio colonial; ambos lograron con sus típicas argucias y malas artes que el rey de los matabelés, Lobengula, les cediera derechos exclusivos sobre todos los minerales y metales hallados en su territorio y autorización para atacar a todos los que osaran buscar algo en sus tierras. 

Formaron la Cía. Británico-Sudafricana con jurisdicción sobre 450.000 millas cuadradas y que contó entre sus directores a los judíos Ernest Oppenheimer, Frederic y Emile D'Erlanger y Edmund Davis, amasando fortunas fabulosas. Es en esta guerra, que se extiende de 1899 a 1902, que estos grandes benefactores de la Humanidad inauguraron el uso de CAMPOS DE CONCENTRACIÓN encerrando a 117.000 mujeres y niños Boers, de los cuales perecieron por hambre y carencia de atención sanitaria 26.370 mujeres y niños sudafricanos arios, según las propias estadísticas británicas.

En 1909 el parlamento británico creó el Dominio de la Unión Sudafricana, el cual encubierto por el Dictado de Versalles rapiñó en 1919 la colonia Alemana de Africa del Sudoeste. En las elecciones de 1948 triunfó la Coalición Nacionalista Africana que implantó el Apartheid. Gracias a un plebiscito se independizó de la Comunidad Británica el 31 de mayo de 1961 naciendo la República de Sudáfrica. 

Es este sistema de Apartheid el que ha significado la desalmada persecución contra la joven república europea enclavada en el sur de Africa, con una población mayoritariamente negra que dista mucho de ser homogénea o siquiera unitaria, pues la veintena de tribus que la componen pasan en guerra entre sí. A pesar de ello la ONU, el Consejo Mundial de las Iglesias, la Unesco y cuanta entelequia tercermundista pergeñada por el judaismo exista, condenó el Apartheid y terminó entronizando la implantación de la obligada 'igualdad', pusilánime eufemismo para la deleznable mezcla racial, pretendiendo a la larga el sojuzgamiento de los Blancos por los negros. La calidad aplastada bajo la cantidad.

La conspiración mundial judeosionista ha conseguido ya despojar a los creadores de Sudáfrica y entregar la presidencia a un mono controlado por ellos, el que junto a su hembra cuentan con un grupo de sicarios que han cometido ya decenas de asesinatos políticos, contando con la más absoluta impunidad, garantizada por la ONU. Lo consiguieron pujando torcidamente y con tozudez contra un sistema lógico que promovía el desarrollo por separado de las diversas comunidades que conviven en la RSA: Blancos, hindúes, mestizos y negros de diferentes tribus. Cada comunidad tenía sus propias universidades, sus propios entornos, su propia administración interna, todas tuteladas por el gobierno central, elegido por los creadores europeos casi exclusivamente. Este era el ultraje supremo que las autonominadas vestales de la sacrosanta democracia igualitarista no podían tragar.

Que el país más moderno y pujante de toda Africa haya sido construido durante más de tres siglos por Blancos europeos, partiendo de la selva inhóspita, entre pantanos y bajo un clima adverso, y no con la ayuda sino contra la desidia e ineficiencia de los nativos negros, es algo que se olvida u oculta deliberadamente sin reconocerlo jamás.

Los títeres del judaismo en su afán de destruir este país africano Blanco, recurren a la abyecta mentira de que todos los portentos que muestra Sudáfrica fueron obtenidos sólo gracias a la explotación del negro. La verdad es que la alergia al trabajo de parte del negro hacía de él más un estorbo que una ayuda, y sólo se le contrataba para poder trabajar libre de la amenaza de disturbios o ataques de sus diversas tribus. Fueron en realidad los judíos quienes, para bajar sus costos, obtuvieron del gobierno de Transvaal autorización para ocupar negros en las minas, con lo que ocasionaron cesantía y graves repercusiones en la economía de los Boers.

Además, negros procedentes de Mozambique, Malawi, Botswana, Angola y otros, cruzaban ilegalmente las fronteras dando la espalda a las bendiciones de sus flamantes gobiernos democráticos rojos para vivir bajo la 'atroz tiranía racista' de Sudáfrica. Notable.

Esto no lo niegan ni los más feroces difamadores de la RSA, quienes concentran su ácido en el problema de la 'igualdad', callando que la llegada de la sacrosanta igualdad, desde El Chad hasta Mozambique y desde Angola hasta Somalía, no haya traído más que hambruna, miseria, abyección y muerte; paradojalmente trajo también desigualdad presidida por reyezuelos tribales que ungidos como 'presidentes' se asoman grotescamente a la ONU, cada vez más digna de ellos por lo demás. Lo que se persigue es la expulsión sangrienta de los europeos que crearon esos países de la nada, para que los usurpen títeres de los yanquis o de los bolcheviques, los verdaderos mandatarios, pero a su vez obedientes a la sinarquía del Nuevo Orden.

Lo justo, natural y humano es la EQUIDAD, la que definiríamos como el trato desigual a seres desiguales, pues eso somos todos: desiguales. Ayudaría algo despejar las siguientes incógnitas para entenderlo mejor:

- ¿Conocían los negros el uso de la rueda antes de la llegada del hombre Blanco?

- ¿Conocían asimismo la navegación a vela, siendo su continente una inmensa isla?


- ¿Poseían algún idioma escrito?


- ¿Tenían alguna arquitectura, más allá de la choza de follaje recubierto con excremento?


- ¿Algún código o sistema legal?


- ¿Algún tipo de vestimenta, más allá del taparrabos o las plumas del hechicero?

Para qué seguir. El negro no tiene la culpa de ser lo que es. Pero que no vengan algunos, o muchos no-negros a culpar al Blanco sudafricano, pues todo lo que éste ha hecho es elevar el nivel de vida de las tribus que se cobijaron bajo su alero de progreso y darles estándares que ya se quisieran los pobres negros de Etiopía y Haití, las dos naciones negras más antiguas de la tierra. 

Da que pensar, siempre que se cuente con esa tan poco común facultad, el hecho de que al momento de salmodiar la gastada cantinela de que 'todos los hombres somos hermanos' formen un insólito coro curas y comunistas por igual, en abigarrada y nauseabunda mescolanza.

Desde el asesinato del gran estadista Dr. Verwoerd, siguiendo con Vorster, Botha hasta el rastrero De Klerk, el sistema natural de Apartheid fue desmoronándose. Y cada gobierno bailó al son que le tocaba el multimillonario Oppenheimer, el rey de los diamantes, de acuerdo con los intereses de sus 350.000 hermanos de sangre, los que gozando de todas las ventajas del Apartheid lo corroen escupiendo canallescamente la mano que les da de comer.


Sí, definitivamente ¡Sí! No es un bantú, sino el judío Joe Slowo, el que desde Mozambique, dirigía las bandas de terroristas que descarrilaban trenes y ponían bombas en los colegios. No fue un matabelé, sino el judío griego David Pratt, quien atentó contra el Dr. Verwoerd. No fue un xhosa, sino el judío Cooper quien defendió a ese magnicida ante los tribunales. No eran bosquimanos los jefes del movimiento terrorista 'Pogo' pues se llamaban Goldreich, Goldberg, Bernstein y Finkelstein.

No cabe duda entonces QUIEN es el verdadero enemigo de Sudáfrica, en su eterno caballo de Troya. Y no es ninguna sorpresa. No es más que el único y gran enemigo de toda la Humanidad, que va gangrenándola quejumbrosamente encubierto por barricadas de oro, gobiernos corruptos y la prensa internacional. 

Para complementar esta presentación objetiva y real sobre la República de Sudáfrica reproduciremos información textual de "La Historia Ilustrada del Pueblo Judío", del rabino Nathan Ausubel, editada en 1960 en Buenos Aires: 'Saúl Solomon, el mayor, fue un antiguo colonizador de Colonia del Cabo (1806). Trató de ayudar a Napoleón para que huyese de Santa Elena pero la conspiración fue descubierta y fracasó.

A su sobrino se le conoció como el 'Disraeli de Sudáfrica'. Fue dirigente del Partido Liberal en el Parlamento de El Cabo, y rechazó varias ofertas para asumir el cargo de Primer Ministro. Sus hijos y nietos también se destacaron en la política de El Cabo. Sir Richard Solomon llegó a Fiscal del estado, sir William Henry Solomon fue presidente de la Corte Suprema de Justicia y Saul Solomon nieto, juez de la Corte Suprema. Muchos otros judíos se distinguieron en la vida pública de Sudáfrica. Sir Matthew Nathan fue gobernador de Natal (1907-1910), Max Danziger, ministro de Finanzas de Rhodesia del Sur (1941), el juez Leopold Greenberg es actualmente juez presidente del Transvaal. Otros distinguidos juristas son el juez Manfred Nathan y el juez Phillip Millin, esposo de Sara Gertrud Millin la popular novelista. Ha habido alcaldes judíos en todas las principales ciudades: Ciudad del Cabo, Johannesburgo, Durban, Pretoria,etc. También los judíos han ocupado bancas en todos los parlamentos provinciales de la Unión Sudafricana.

El descubrimiento de los campos diamantíferos en 1871, seguido entre 1875 y 1885 por el de los yacimientos de oro en el Transvaal, provocó un nuevo flujo de inmigantes judíos desde Lituania, Galitzia y Polonia'.

Estas y otras aseveraciones del distinguido rabino confirman plenamente lo aseverado respecto del control judío del poder y la fortísima atracción que sobre ellos ejercieron el oro y los diamantes. También vemos que como jueces, parlamentarios y alcaldes tuvieron el poder para terminar con el supuestamente odioso sistema de Apartheid, pero jamás lo hicieron, sino que se aprovecharon de todas sus ventajas al tiempo que su prensa bastarda se desgañitaba denunciándolo y atacándolo. Todo esto en el más estricto seguimiento de las precisas instrucciones contenidas en el tan poco conocido texto de 'LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION'

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