viernes, 15 de marzo de 2013

La Realidad que vemos





Por Welsung


¿Qué o quiénes somos?

Lo primero que uno observa cuando se mira es el cuerpo, este cuerpo evidentemente está relacionado con un mundo físico que nos rodea, que participa de las mismas leyes, que está constituido por los mismos elementos. La primera respuesta es entonces que somos una entidad física, más específicamente, biológica.

Un segundo paso es atestiguar que pensamos, imaginamos y sobre todo soñamos. Existe una compleja realidad que no corresponde a un elemento físico puro y que por no tener otro nombre a la mano lo llamaré psíquico. Podría llamarlo de muchas otras maneras, unas más acertadas que otras, pero creo que relacionar nuestra vivencia interior con la palabra psiquis no es tan malo pues la etimología de la palabra es el término griego usado para denominar al alma (en el sentido griego por supuesto, no cristiano).

Tenemos entonces dos mundos que nos rodean, desde el exterior y desde el interior. Podríamos decir que nosotros somos la frontera de ambos mundos, que tanto nos sumergimos en el uno como en el otro y que ambos nos afectan. De hecho podríamos decir que existe un flujo permanente entre ambos mundos que nos atraviesa, no sin dejar huellas y que hay influencia del uno al otro y del otro al uno, a través de nuestro ser.

Todos hemos atestiguado el cómo hechos de la vida cotidiana nos afectan emocionalmente y cómo, también, nuestros estados de ánimo pueden afectar nuestros actos hacia el exterior.
Esta es la primera definición que podemos dar de nosotros mismos, sin ir más allá de lo evidente.

¿Uno o muchos?

Al decir “nuestros estados de ánimo”, estoy dando cuenta de otra verdad que nos asalta en cuanto somos sinceros con nosotros mismos. No somos una persona, somos muchas.

Claro, el que no quería ir a trabajar en la mañana no es el mismo que predica a sus hijos que deben ir al colegio, el que le juró amor eterno a una pareja hoy, no es el mismo que le juraba el mismo amor eterno a otra pareja hace unos años.

Claro, podríamos decir que el que así actúa es en realidad un mentiroso, que no es constante, que es farsante, pero yo creo que todos hemos vivido cosas así y sabemos a ciencia cierta, que en cada momento hemos sido sinceros. NO estábamos mintiendo ni engañando cuando decíamos lo no o lo otro, en ese momento creíamos firmemente que lo decíamos con todo nuestro ser.

Atestiguamos entonces que dentro de nosotros existe una realidad compleja, tal como la que nos rodea desde el exterior y que el que dice “yo” hoy, no es el mismo que dirá “yo” mañana. Nuestro interior parece entonces un reino que no tiene un jefe único, si no que una rotativa de jefes que toman el mando de forma más o menos caótica, dependiendo de las circunstancias.

Uno de los objetivos de la psicología de Jung es lograr imponer un orden dentro de ese caos y establecer un mando que sea permanente. ¿No les parece una acción creadora ese “poner orden”? ¿Les recuerda a la Voluspa? No es casualidad y en su momento veremos el por qué. Además, hay que notar dos cosas: El ser muchos y no uno es una razón más que plausible para ser politeístas y no monoteístas (como decía Nietzsche). Y además nos llama a realizar un esfuerzo por lograr ese orden que nos permitirá ser guerreros siempre consecuentes con nuestros juramentos. ¿Cómo puede prometer alguien que no controla su propia identidad? ¿Quién se compromete cuando dice: “Sí, me comprometo con esta causa”? ¿Será el mismo de mañana? Sólo una persona que logra un grado de orden y control de sí mismo puede prometer, sólo quien lleva un grado de camino de individuación avanzado, puede convertirse en guerrero. 

Porque éste es el propósito de la individuación, poner orden, encontrarse con la autoridad interna que puede dar ese orden, llegar a ser UNO, un individuo y no muchos los que estén a cargo. Significa que aunque existen muchos (por que no se eliminan, se integran), existe un centro alrededor del cual gravitan y se ordenan. Ése es también el sentido del Grial, del mismo Wothan, ambos pueden ser identificados con lo que Jung llamó el Sí mismo, para distinguirlo del pequeño yo, ese que le anda prometiendo cosas a todo el mundo.

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