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sábado, 4 de octubre de 2014

La extrema derecha que gobierna el mundo (Segunda Parte)




Por Jaume Farrerons


Caracterización Sociológica -

Toda acción política requiere, en primer lugar, la identificación del enemigo contra el que lucha.

Las caracterizaciones ideológicas, los fines y valores, los principios estratégicos y las metodologías tácticas de un movimiento, partido o grupo político, son conceptos que giran en torno a la sola cuestión de esa "enemistad" fundamental (Carl Schmitt), que nada tiene de "personal"; como en la guerra un general respecto de otro general o un soldado frente al adversario armado, no "odia" el revolucionario a individuos concretos, sino que pugna sin tregua para derrotar a un antagonista político. En condiciones normales es menester distinguir incluso entre el enemigo propiamente dicho y un mero contendiente coyuntural. Al enemigo se le detesta, pero, incluso a él, "políticamente", no "psicológicamente", como podría odiarse al ofensor de nuestra familia, amigos, bienes u honor.

El enemigo de la izquierda nacional es la oligarquía occidentalÉsta cabe definirla provisionalmente como extrema derecha sionistaracistasupremacista y expansionista. Sus integrantes humanos, sociales e institucionales pueden detectarse en cualquier lugar del planeta, pero singularmente en el hemisferio occidental y de forma más concreta todavía en las burguesías financieras de Estados Unidos, Israel y Europa. Los oligarcas no se identifican a partir de una religión, raza o etnia, ni siquiera una clase social, sino de un estamento. Su opuesto simétrico antagónico son los trabajadores autóctonos. Oligarquía mundial y trabajadores nacionales definen la contradicción principal de la society occidental posmoderna.

Aquello que combatimos es, pues, el opresivo dominio oligárquico. Desde una posición de extrema izquierda -patriótica- de lospueblos contra la extrema derecha -transnacional- de las élites. 

Queremos derrotar a los oligarcas en tanto que oligarcas. ¿Judíos, anglosajones protestantes, ingleses, israelíes, jeques saudíes, banqueros suizos? No importa eso. Tienen, los oligarcas, nombres y apellidos. Su neutralización y hasta liquidación física, pero por vías legales (restablecimiento de la pena de muerte contra los genocidas y criminales de guerra o lesa humanidad), forma parte, necesariamente, de la lucha revolucionaria democrática. Negarlo sería incurrir en una repulsiva hipocresía "buenista" de la que es menester desprenderse antes de abordar cualquier compromiso político serio. Al final, las élites financieras pagarán por sus atrocidades y  los responsables serán ejecutados por genocidios, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad o crímenes contra la paz. No hay punto intermedio ni "diálogo pacífico" cuando estamos hablando de enemigos políticos responsables de las peores fechorías que la historia recuerda.

Nos repugnan, sí, los oligarcas, pero se trata, subrayémoslo una vez más, es el mismo tipo de "odio conceptual" que el fiscal Aguilar manifestó contra los acusados del caso Kalki (a la postre inocentes) cuando los insultó de forma pública: nada (o poco) sabemos de los oligarcas como sujetos privados y no nos importa si beben agua mineral, vino de Rioja o prefieren el arte abstracto a la música clásica. Nos resultan indiferentes sus creencias soteriológicas o el color de su piel. Aquello que realmente cuenta es lo siguiente: que los oligarcas son los dirigentes, beneficiarios y responsables directos (o indirectos) del aparato de conversión de los entes en [objetos/mercancía+capital+objetos/mercancía] que aniquila los pueblos, las culturas y la naturaleza. La Gestell de Heidegger. !Nada más "impersonal" que la Gestell! Pero tiene sus sujetos físicos y a éstos es menester localizarlos, detenerlos, procesarlos y, si se demuestra su culpabilidad, encarcelarlos; democráticamente, mas sin compasión. Bastará con aplicar las leyes penales yprocesales del TMI (Nüremberg), es decir, sus propias normas represivas, antijurídicas pero plenamente vigentes hoy.

La oligarquía "autoriza" asesinatos "sin juicio" de menores de edad. El propio Obama, Premio Nobel de la Paz, ha reconocido que es un criminal: http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2013_05_01_archive.html. ¿Quién responde por estas muertes?

De hecho, la oligarquía es muy difícil de "caracterizar", porque, precisamente, una de las claves de su poder consiste en permanecer oculta, es decir, en interponer, entre sus personas físicas y el pueblo de las comunidades nacionales a las que explota, devasta y extermina, unos "testaferros", los políticos profesionales, al servicio de entidades formales como "los mercados financieros", la banca, los "inversores",  el FMI, la "troica", etcétera. Por tanto, el primer rasgo del sistema oligárquico es su total ausencia de autoridad y capitalidad: la invisibilidad. No podemos identificar, a diferencia de otros poderes históricos, dónde se encuentra la sede física o territorial del dispositivo oligárquico de dominación. Ni sus líderes reales. Los vampiros-oligarcas esconden las tumbas donde  húrtanse a la luz diurna (la verdad).

 Hablar de Wall Street, la City de Londres, Washington o Tel Aviv sería expresarse en términos puramente metafóricos. Dicho dispositivo es esencialmente "aéreo" (burbuja financiera) y aterritorial, a la par que críptico y sectario (Club Bilderberg), aunque controle determinados enclaves regionales, ciudades, naciones enteras, estados y espacios "materiales" con sus respectivas sedes capitalinas, administrativas, políticas, económicas... La oligarquía sólo se "territorializa" a medida que desciende de rango en la jerarquía piramidal informal, hecho que permite a los poderes plutocráticos arraigarse y distribuir capilarmente sus tentáculos para extraer los recursos (trabajo, capital) que succiona de manera constante en un ámbito perfectamente acotado (no hay huecos) de vampirización económica. Las élites extractivas.

La oligarquía y las masas

Son parásitos. La celebérrima "ética del trabajo", que difunden a voz en grito los oligarcas y sus esclavos interiorizan con un sentimiento de vergüenza y culpa cuando se encuentran en situación de paro laboral;  aquella moral del hombre honrado que los "inversores" imponen al pueblo por la fuerza del adoctrinamiento y la presión social, calificando de zánganos improductivos a los "pobres" y "fracasados", es sólo la cínica estrategia discursiva de  hediondas garrapatas tumbadas en hamacas junto a piscinas de lujo. El siervo del capitalismo tiene que desear ofrecer su sangre voluntariamente y cifrar en el hecho de ser explotado su identidad y valía personal. El "trabajo" de la sanguijuela financiera consiste, empero, en  llamar por el móvil a su bróker una vez a la semana para informarse sobre el volumen de beneficios succionados al esfuerzo ajeno. !Y ningún desgraciado desprecia a semejante engendro, nadie le acusa, si es el caso, de no haber trabajado jamás -menuda suerte- y engordar aún más su bolsa sin dar un palo al agua! Antes bien, todos los patéticos desgraciados y fanáticos de la "ética del trabajo" (para tontos) querrían ser como el chupóptero bursátil. La estructural "opacidad" del alto poder oligárquico representa la otra cara de su principal instrumento de dominio, a saber, la "información", entendiendo por tal, no tanto un contenido realmente formativo o veraz, cuanto unas cadenas sínicas manipuladas, fraudulentas, propagandísticas o "ideológicas" en el sentido marxista del término. 

El poder de la oligarquía se basa, ante todo, en "lo simbólico" y, captado el signo, en la mentira (el signo está "invertido"), no sólo exclusivamente en la simple coacción o fuerza policial/militar. Es el "lavado de cerebro", vehiculado por los denominados "medios de comunicación", por la propaganda política y comercial, el "mundo de la cultura" y la "educación", aquello que aparece en primera línea para mantener apaciguadas y políticamente sometidas a "las multitudes" (Negri, Hardt). Dicha "información", en el sentido de lo "informe" (carente de forma), constituye mental y axiológicamente al hombre-masa.
 
El hombre-masa es, ante todo, temeroso y obediente, no quiere "problemas", pide únicamente "salario", es decir, ser explotado de forma más o menos razonable, de suerte que pueda disfrutar, como poco, de algunos objetos de consumo que marcarán el estatus del "individuo" como miembro de la society. La masa es el correlato sociológico de las élites en el interior del imaginario oligárquico. Por tanto, la masa es también un estamento. Porque en la sociedad posmoderna ya no existen clases sociales. La movilidad social ha quedado congelada. El hombre-masa sueña con ascender, pero "uno" sólo "asciende" en tanto que afecto a la oligarquía y con independencia de los méritos, capacidad o esfuerzo.

Cuando hablamos de "trabajadores" como antagonistas sociales de la oligarquía, el significado de este término es, por tanto, normativo, no descriptivo; político, no meramente económico. El "trabajo" define aquí una actividad creadora y reproductiva del pueblo que se justifica por sí misma al servicio de la comunidad nacional, nunca jamás en provecho de las "élites" propietarias del capital financiero (que, subrayémoslo, no trabajan nunca). Cuando un poeta escribe poesía, eso es trabajo aunque no reciba un salario "a cambio": su tarea representa un fin en sí mismo.  El trabajo se justifica por su valor social y cultural. La madre trabaja al educar al hijo, pero no "cobra" (normalmente) por ello. Cuando el empleado de un McDonald's sirve, en cambio, una hamburguesa  repleta de gusanos, no trabaja, porque su única finalidad es la remuneración.  Sólo es trabajo aquello que haríamos por deber o vocación en cualquier circunstancia y con orgullo. No será verdadero trabajo las tareas que realicemos únicamente para recibir unas monedas, "puesto" que las abandonaríamos inmediatamente -para disfrutar de unas vacaciones- si el dueño no nos pagara.Obligación y deber son palabras que mientan conceptos éticamente opuestos. 

El deber y la vocación profesional definen al trabajadorLa obligación y el salario caracterizan al semiesclavo hombre-masa bajo el dominio oligárquico. Por eso el hombre-masa es esencialmente un consumidor, un aspirante a oligarca, no un trabajador; y de ahí también que las sociedades oligárquicas estén destinadas a la ruina económica, a la quiebra de las instituciones de protección social y, llegados a este punto fatal e inevitable, al restablecimiento de la esclavitud laboral descrita por Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra (obra que vuelve a estar vigente después de medio siglo de ostracismo literario). 

En segundo lugar, la oligarquía dispone de medios tecnológicos suficientes para aplastar materialmente cualquier revuelta de masas que, en el supuesto de una fractura o brecha en la campana simbólica virtual de narcotización de los productores, consumidores, contribuyentes, (que no "ciudadanos"), pudiera amenazar mediante la violencia física las instituciones políticas del sistema estatal (pseudo) "democrático".

La oligarquía, empero, es muy capaz de utilizar el crimen de forma habitual en la periferia de su dominium, concepto que implica, pese a lo dicho más arriba, una cierta espacialidad concéntrica que se refleja en su estructura social jerarquizada. Centro/periferia son nociones que no identifican las relaciones tradicionales entre una capital imperial y unas colonias, sino "campos operativos" en los que el método de explotación/extracción y el trato dado a los dominados es cualitativamente distinto. El "imperio" no existe, se trata de un invento "antifascista" de Petras y Negri. La oligarquía es anti-imperial por esencia, y quien no entienda esto no ha entendido nada.

En los ruinosos márgenes (vertederos humanos y ecológicos) de la "Franja Aérea" (Orwell), el dispositivo oligárquico sustenta dictaduras policiales dispuestas a exterminar sin contemplaciones a sus súbditos, y así protocoliza los patrones de actuación allí donde la apariencia de la "democracia" es tanto más frágil cuanto más onerosa e "innecesaria" (el montaje de cartón piedra democrático resulta "caro", "insostenible" ya incluso).

En las "zonas centrales" la violencia (secreta, tecnificada, profesional) "sólo" es empleada normalmente de forma selectiva contra los disidentes más peligrosos o contra personas "incontroladas" que, por diversas razones, poseen información capaz de perjudicar a determinados intereses oligárquicos (por ejemplo, Joan Cogul fue asesinado por la mafia catalana, es decir, por la oligarquía local, cuando iba a declarar contra determinados dirigentes políticos nacionalistas). 

Las oligarquías a las que tenemos que enfrentar, en primera instancia, son las que operan como tentáculos del poder oligárquico mundial en nuestra propia patria. Pero si olvidar que la "política nacional" y la "política internacional" jamás funcionan a modo de compartimentos estancos. No existe ya "política nacional", la soberanía de los estados (excepto EEUU/Israel) ha sido suprimida hace décadas. Cuando luchamos contra Rajoy, estamos, al mismo tiempo, luchando contra Bruselas, el FMI, Wall Street y Tel Aviv. Ignorar esta realidad sería ingenuidad o un ejemplo de suicidio político.

La Marca Hispánica
16 de enero de 2014


jueves, 2 de octubre de 2014

La extrema derecha que gobierna el mundo (Primera Parte)




Por Jaume Farrerons


- Esquema básico –

¿Extrema derecha? Sí. A pesar de los repetidos y hegemónicos discursos según los cuales la "ultra" tiene un carácter residual, minoritario, extravagante y poco menos que enfermizo, en realidad la extrema derecha es la fuerza política que -con escasas resistencias- gobierna el hemisferio occidental todo

Ahora bien: ¿de qué extrema derecha estamos hablando? Ésa es la cuestión. Las distintas ultras forman un conjunto de suma cero, o sea, cuyos elementos sólo pueden co-existir excluyéndose mutuamente y, a la postre, suprimiéndose a sí mismos. Cada miembro del conjunto entraña un rasgo característico de negaciónde todos los demás. Si el conjunto fuera (a, b, c), la definición de (a) sería (no-b, no-c); la definición de (b), (no-a, no-c) y la definición de (c), (no-a, no-b). 

Nuestra tesis es que (a), (b) y (c) se definen también respectivamente como (no-a), (no-b), (no-c). Es la comunión o la comunidad eclesial en Cristo de todos los ultraderechistas conservadores. Veámoslo.  

Por supuesto, el conjunto (C) cuenta con cientos de elementos (e), no únicamente tres, pero la formulación de los mismos se basaría en el mismo "modelo". La impotencia de la oposición nacional a la oligarquía mundial pasa por la reducción arbitraria de los nacionalismos a racismos y ultraderechismos de suma cero. 

Y, sin embargo, hay una extrema derecha que "gobierna". ¿Cómo puede hablarse entonces de suma cero? ¿No tenemos un saldo positivo de poder en provecho, precisamente, de los dominadores? ¿Cuál es la explicación de este misterio, es decir, el "misterio del fascismo"?

La extrema derecha imperante (s=sionismo) es "(anti)fascista", entre otras cuestiones harto complejas, porque el elemento (s), como cualesquiera otros de C, se define por la negación uno a uno de todos los elementos del conjunto que a su vez (antisemitismo) la niegan. La sinergia -recíprocamente anulada- de las ultraderechas del planeta y por ende de la gentilidad (g), aquello que se entiende despectivamente -en la política, los medios de comunicación y el "mundo de la cultura" oficiales- por "extrema derecha" (=fascismo, nazismo, antisemitismo = el mal absoluto), redúcese, en una palabra, a "lo mismo" que el poder oligárquico. 

¡Tal es la sorpresa con que tópase uno al ahondar en los resortes básicos de las ideologías ultraderechistas "gentiles"! 

La ultraderecha como negación de la nación

La comprensión de dicho fenómeno pasa de forma necesaria por la caracterización doctrinal e histórica del cristianismo, religión universalista de procedencia judaica que promueve a un dios extranjero para regir "las naciones".

Así, cada elemento (e), excepto uno, (s) (=sionismo), no sólo es negación de los demás, sino, también, negación de sí mismo. Aquél, (s), deviene hegemónico porque, frente al resto, se (auto)afirma en su propia identidad sin ningún tipo de paliativos. Vocifera: "somos el pueblo elegido". 

El misterio del (anti)fascismo entraña la unidad dialéctica de esta dicotomía (fascismo y antifascismo) que posibilita el dominio de todas las naciones "gentiles" desde dentro a partir de su propia afirmación y autosupresión simultáneas en un conjunto de suma cero. Porque al "afirmarse", las ultraderechas gentiles afirman a la par a "Jesús" y a la iglesia de Saulo de Tarso, es decir, afirman su propia negación en tanto que naciones

El concepto "extrema derecha" (="fascismo") ha sido acuñado por una -y muy singular- de las ultraderechas, precisamente la imperante -que nunca aparece (des)calificada en cuanto tal: se habla de ultraortodoxos, no de "extrema derecha judía", contradictio in adjectio dentro del código simbólico de la jerigonza oligárquica-, a efectos de neutralizar, estigmatizar y doblegar hasta la disolución voluntaria las naciones de la gentilidad, cortocircuitadas en el bucle lógico denominado "antisemitismo cristiano"; las "contradicciones" y "negaciones" representan para aquélla y a día de hoy las ultraderechas de esas mismas naciones (gentiles) negadas, las cuales, a su vez, e insisto en subrayarlo, lo son doblemente: respecto de sí mismas (como creyentes en un dios judío, ergo extranjero) y respecto de las demás (como remedos del "pueblo elegido"). 
Conviene no olvidar este último punto, clave de todo el asunto. 

Las ultraderechas no pueden aliarse contra el "enemigo común de los pueblos" porque reproducen entre ellas las pautas racistas y supremacistas inherentes a la idea de un pueblo elegido. El caso del nazismo es aleccionador: el fracaso delTercer Reich se resume en su incapacidad para tratar en pie de igualdad y con dignidad de naciones al resto de los pueblos de Europa. La política de Alemania con los ucranianos decide el destino de la Segunda Guerra Mundial. Un racista cristiano, Erik Koch, hace más en favor de la causa "aliada" que la totalidad del ejército rojo subvencionado por Wall Street. La derrota alemana es política antes que militar. Un fracaso ideológico

Las ultraderechas no pueden tampoco, una a una, combatir el sionismo de frente, porque adoran a un dios inmigrante que sirve al enemigo y, en última instancia, se han maldecido y abortado ad ovo como naciones en el acto mismo de constituir su identidad nacional. Véase los Estados Unidos, arquetipo de la pseudo nación "cristiano-gentil" sin otro imaginario sustentador que la Biblia. Pero también España, esclava de la catolicidad. La "autosupresión" de la nación en la "comunión eclesiástica" opera desde el seno del discurso ontoteológico monoteísta y no hace otra cosa que afirmar sus valores (connotaciones) fundamentales. El islamismo radical sería el ejemplo actual más instructivo de religión judaica antisemita. El musulmán lucha contra Israel para afirmar a Yahvé -el dios de Abraham- y ésta esla mayor victoria espiritual de la extrema derecha oligárquica, ante la cual las ultraderechas "gentiles" nativistas deambulan completamente ciegas, confusas, refutadas y derrotadas de antemano

"Algo igualmente, de mayor trascendencia, si cabe, y posiblemente más desastroso por sus consecuencias a lo largo de la historia occidental, es la idea de la guerra santa. La idea de un dios que lucha en favor de su pueblo contra sus enemigos proviene del período más primitivo de la historia de Israel, y ha dado pie con su influencia sobre judíos, cristianos y musulmanes para legitimar diversos movimientos de violencia internacional, intercultural e interreligiosa hasta la actualidad". (Trevor Ling, Las grandes religiones de oriente y occidente, t. I., Madrid, Itsmo, 1972, p. 46).

La ultra sionista, en cambio, no se niega a sí misma; no adora a un dios-otro, sinoa la nación judía como tal. Yahvé significa, efectivamente, la judeidadpersonificada. Él nos-otros = nosotros absoluto. ¿Por qué los presuntos "patriotas" americanos, alemanes, franceses, ingleses, españoles..., póstranse empero ante la encarnación -Cristo- de una patria extranjera, declaradamente supremacista y hostil?

De ahí también la aparente duplicidad alevosa -y estructuralmente mendaz- de la ideología oligárquicaLa impostura neoliberal

*por delante liberalismo, derechos humanos, democracia, progresismo, antifascismo, relato de la Shoah, racionalidad, cientificidad, etcétera;

*por detrás, ultranacionalismo (sionista), racismo, supremacismo, colonialismo, genocidio, capitalismo, liberticidio, manipulación y oscurantismo religioso.

La unidad de "fascismo" y "antifascismo", (anti)fascismo, esencia del dispositivo de dominación sionista, no es ninguna abstracción filosófica, sino la fórmula que resume el corazón batiente de la realidad histórica contemporánea desde 1945. 


El elemento (s) no forma, pues, parte de C sino como negación del conjunto C en bloque. Es una pertenencia "dialéctica". El (s) se define en términos de la ideología "antifascista", léase: como (no-C). No se incluye, perteneciéndole en el sentido más radical, dentro del conjunto "extrema derecha". Mejor dicho: el elemento (s) entra y sale del conjunto C según sea (s) en la perspectiva emic o (s) en la evidencia racional (perspectiva etic) el criterio que defina la situación. El predominio de la versión etnocéntrica frente a la verdadera y científicamente documentable forma parte de los atributos de la dominación. El lenguaje oligárquico es un discurso emic (tribal) convalidado de facto como discurso etic(con validez universal). Y quien cuestione la "verdad" obligatoria, impuesta por ley, va a la cárcel o como poco padecerá el ostracismo laboral, político y social. 

Se equivocan quienes piensen que esta formulación pretende presentarse con el rango académico de una teoría. Intentamos una metáfora matemática, con fines propedéuticos, para interpretar la hegemonía de la ultraderecha en un mundo donde ese mismo vocablo tiene un significado peyorativo, cuando no infamante. ¿Cómo se explica así la impunidad del sionismo, conceptuado en el molde del "progreso", el "desarrollo", el "humanismo", etcétera?

Las naciones permanecen atrapadas en la telaraña de sus respectivas ultraderechas cristianas. La derecha patriótica se niega a sí misma, y con ella a la nación "gentil" del caso, en "su" dios hebraico

La izquierda marxista, por su parte, es cristianismo secularizado y, por ende, a-nacional. El internacionalismo progresista articula el último estadio -"laico"- de lacatolicidad (del griego katholon = universal).

¿Quién, pues, encarna a la nación gentil, al pueblo, a las gentes? Nadie. Las naciones han quedado huérfanas y a merced del dios de Israel. A un lado y otro del espectro domina Sión. O Esdras o los profetas. O Cristo (derecha) o Marx (izquierda)

Las naciones (gentiles) no pueden afirmar su soberanía y particularidad irreductible, si lo hacen son acusadas de "fascistas" (=anticristo). La población ha interiorizado esa jerga presuntamente "humanitaria": el estigma de "racista", "nazi", etcétera, aplícase así a cualquier signo que identifique la comunidad nacionalcomo valor supremo, por encima del "hombre" (=el judío dios, léase: la "persona" sujeto de derechos, el individuo). Las identidades nacionales fueron envenenadas desde la raíz por una fe milenaria que colonizó las almas europeas y occidentales hasta disolverlas en el individualismo cosmopolita del "yo inmortal". La comunidad nacional resultó traicionada y abandonada a cambio de una fábula indecente: la vida eterna del "ego". 

Excepto Israel. Porque Israel, en este aspecto básico, sí es realmente un pueblo. E "inmortal" en calidad de pueblo (no de individuo); Israel se autoafirma como tal en la nación y en el estado (Estado de Israel); incluidos aquí no sólo la lengua y la cultura, sino nada menos que los genes, la herencia, la sangre, es decir, aquello que fuera rigurosamente prohibido a todos los "pueblos", "naciones" y "estados" del hemisferio "cristiano" (katholon). La iglesia es la comunión genocida sustitutoria de la comunidad nacional pagana originaria, el "pueblo de dios" que, por encima de las naciones, favorece la "hermandad" (=mestizaje) entre unos individuos-masa atomizados, aislados, egoístas, obsesionados sólo con la idea de su "salvación"... El mercado mundial neoliberal consuma, en la modernidad y con una vida centrada en el negocio privado, un proyecto (que no un plan o "conspiración") iniciado milenios atrás por Saulo de Tarso. Mientras tanto, Tel Aviv mantiene vigente el ius sanguinis

Tareas de la filosofía crítica

FILOSOFÍA CRÍTICA, en esta nueva singladura a que nos obliga en España la ley Gallardón, pretende esbozar los fundamentos teóricos de la lucha contra la oligarquía occidental.  Es ésta, sin embargo, una resistencia de las naciones contra la extrema derecha. No puede apoyarse, para tal singular combate, en el tipo de conceptos que tanto la propia oligarquía cuanto sus presuntos adversarios (las ultraderechas no-sionistas) abrigan, abierta o encubiertamente, a fin de interpretar el universo y la historia de acuerdo con los letales intereses de Yahvé.

La extrema derecha, el racismo, la ultra católica y todo aquello que se ha presentado hasta ahora como "patriotismo radical", es para nosotros -en el mejor de los casos- quincalla ideológica y el principal obstáculo para articular una defensa de la nación coherente y eficaz.

FILOSOFÍA CRÍTICA tampoco puede, por otro lado, caer en la trampa que le tiende el discurso liberal-progresista, forjado para desarmar moralmente a lasnaciones gentiles frente a un mundialismo apátrida que es en verdad el rostro maquillado e invertido del más horrendo racismo exterminador. Condenamos por principio la retórica con que preténdese criminalizar como tales los nacionalismos (osen o no "rivalizar" con las ínfulas seculares del "pueblo elegido") en nombre de presuntos "derechos del individuo" y ficciones liberales o ácratas similares. El pueblo es la nación, una comunidad, los "ciudadanos" pertenecen ya al universo cristiano-burgués de la society capitalista. 

En consecuencia, aunque debemos, por imperativo legal, acatar el código penal español, nuestra condena del racismo, del supremacismo, del colonialismo y de los demás elementos ideológicos tácitos (u ocultos) de las extremas derechas (oligárquicas o antioligárquicas) no responde, ni puede honestamente responder, a una reivindicación de los mitos modernos (y aquí Heidegger) con que la ultra yanqui-sionista va disolviendo las identidades nacionales a escala planetaria. 

Entendemos que, en efecto, debe de poder combatirse dicho proyecto racista/universalista occidental, pero jamás desde posiciones ultras no-sionistas u "opuestas" (¿?) posiciones mundialistas y anti-identitarias; sino sólo desde la trinchera de una extrema izquierda nacional onacional-revolucionaria, que será nuestra tarea delimitar. 

Por una izquierda nacional

El identitarismo es -en efecto- extrema izquierda nacional y socialista o no es nada. Hay queapostatar para recuperar la patria enterrada bajo siglos de aculturación etnicida judeocristiana. La extrema izquierda marxista no tiene ni la más remota idea de lo que significa una o-posición racional, laica, griega... En realidad esta "extrema izquierda" (internacionalista, cósmica) es únicamente uno de los brazos del gran pulpo mundialista con sede (mental) en Hollywood. 

Estamos, pues, de camino por otra senda que aspira a la libertad y dignidad de los pueblos, la cual comporta el rechazo de la opresión oligárquica, pero, a la par, decualquier otra forma de opresión nacional racista que conciba el nacionalismo como exclusión o subordinación de una, de "algunas" o del resto de las naciones y etnias, es decir, el delirante esquema ontoteológico monoteísta de la elección divina. 

Las naciones, quiéranlo o no, se salvarán juntas o perecerán juntas; también la nación judía, pero sólo el día en que ésta se libere a su vez... de su propia impostura ultraderechista
La alianza de los pueblos, las etnias, las culturas y las naciones contra la extrema derecha sionista que gobierna el mundo pasa por la superación tanto del racismo y el antisemitismo cuanto del discurso de la (pseudo) "democracia" (=liberalismo, capitalismo) y los "derechos humanos". 


La clave: Martin Heidegger y la pregunta que interroga por el ser. 


Atenas versus Jerusalén. 

La Marca Hispánica
6 de enero de 2014




miércoles, 22 de enero de 2014

La gente feliz no suele consumir




Por Gabriel Asenjo


Serge Latouche propone vivir mejor con menos. Profesor emérito de Economía en la Universidad París-Sud, es una de las voces mundiales del llamado movimiento por el decrecimiento.

Nacido en Vannes (Francia) hace 70 años, ante un público que le escuchaba sentado hasta en los pasillos de acceso al salón de actos del Colegio Mayor Larraona de Pamplona, subrayaba ayer noche que el actual ritmo de crecimiento económico mundial es tan insostenible como el deterioro y la falta de recursos en el planeta.

Invitado por el colectivo Dale Vuelta-Bira Beste Aldera, y bajo el título de su conferencia El decrecimiento, ¿una alternativa al capitalismo? , reclamó que la sociedad establezca una autolimitación de su consumo y de la explotación medioambiental. Desde su punto de vista no se trata de plantear una involución sino acoplar la velocidad de gasto de los recursos naturales con su regeneración.

Especialista en relaciones económicas Norte / Sur, premio europeo Amalfi de sociología y ciencias sociales, su movimiento decrecentista, nacido en los años 70 y extendido en Francia, defiende la sobriedad en la vida y la preservación de los recursos naturales antes de su agotamiento. A su juicio, si el decrecimiento no es controlado "el decrecimiento que ya estamos experimentando" será consecuencia del hundimiento de una forma de capitalismo insostenible, y además será desmesurado y traumático.

Una bomba semántica. Afirma Serge Latouche que el término decrecimiento es un eslogan, "una bomba semántica provocada para contrarrestar la intoxicación del llamado desarrollo sostenible", una forma de pensamiento, la sostenibilidad, extendida por el economicismo liberal de los años ochenta, y que propicia pagar por todo, "por ejemplo, en el caso del trigo, obliga a pagar por los excedentes, por su almacenamiento y también hay que pagar por destruir los sobrantes". "Deberíamos hablar de A-crecimiento", dijo como una invitación hacia la reflexión sobre nuestro estilo de vida, incluso sobre la exhibición de los superfluo y el enriquecimiento desmesurado.

Desde su punto de vista "vivimos fagotizados por la economía de la acumulación que conlleva a la frustración y a querer lo que no tenemos y ni necesitamos", lo cual, afirma, conduce a estados de infelicidad. "Hemos detectado un aumento de suicidios en Francia en niños", agregó, para aludir más adelante a la concesión por parte de los bancos de créditos al consumo a personas sin sueldo y patrimonio como sucedió en Estados Unidos en el inicio de la crisis económica mundial. Para el profesor Latouche, "la gente feliz no suele consumir".

Sus números como economista aseguran que le dan la razón: cada año hay más habitantes en el planeta a la vez que disminuyen los recursos, sin olvidar que consumir significa producir residuos y que el impacto ambiental de un español equivale a 2,2 hectáreas, y que cada año se consumen 15 millones de hectáreas de bosque "esenciales para la vida". "Y si vivimos a este ritmo es porque África lo permite", subrayó. Para el profesor Latouche, cual cualquier tipo de escasez, alimentaria o de petróleo, conducirá a la pobreza de la mayoría y al mayor enriquecimiento de las minorías representadas en las grandes compañías petroleras o agroalimentarias.

Trabajar menos y producir de forma inteligente. Tachado por sus detractores de ingenuo, postuló trabajar menos y repartir el empleo, pero trabajar menos para vivir y cultivar más la vida, insistió. Desde un proyecto que calificó como "ecosocialista", además de consumir menos, la sociedad debería consumir mejor, para lo cual propuso producir cerca de donde se vive y de forma ecológica para evitar que por cualquier puesto fronterizo entre España y Francia circulen hasta 4.000 camiones a la semana "con tomates de Andalucía cruzándose con tomates holandeses". Finalizó con una alabanza al estoicismo representado en España por Séneca: "No se obtiene la felicidad si no podemos limitar nuestros deseos y necesidades".

martes, 3 de diciembre de 2013

Mercado y Sociedad de Consumo




Por el Emboscado


Históricamente, la guerra ha proporcionado al Estado la mejor oportunidad para expandirse y consolidarse, pues la preparación de la guerra y la consecuente organización de la coerción ha traído consigo la creación de las principales estructuras y componentes del Estado para la extracción de los recursos con los que afrontar los gastos que ella acarrea.[1] Debido a esto, y unido al progresivo encarecimiento de la actividad bélica como consecuencia de su evolución tecnológica,[2] las elites dominantes han desarrollado estrategias diferentes para extraer los medios para la guerra.

De un modo u otro los Estados nación han terminado instituyendo el derecho a la propiedad privada en los medios de producción, y con ello han reestructurado y reorganizado el conjunto de las relaciones sociales al transformar las formas de producción. El reconocimiento de la propiedad privada ha tenido unos efectos sociales, económicos, culturales y políticos de gran envergadura al haber contribuido a reforzar el poder del Estado tanto a nivel interno como externo.

La búsqueda de la superioridad militar del Estado frente a las demás potencias exigió la reforma estructural de la sociedad para una mejor y mayor extracción de los recursos necesarios. La propiedad privada facilitó y mejoró esta extracción al establecer el trabajo asalariado como nueva forma de explotación de la sociedad. Así fue como pudo ampliarse el mercado en proporciones colosales en la medida en que los trabajadores comenzaron a producir para este a cambio de un salario. De esta manera la actividad capitalista sirvió para monetizar la economía y la sociedad con el doble objetivo de: por un lado desarrollar la acumulación de capital preciso para que el Estado, en caso de necesidad, pudiera recurrir a los créditos de los capitalistas, y por otro para recaudar los impuestos en dinero.

Al mismo tiempo que los trabajadores comenzaron a recibir un salario a cambio de su trabajo se convirtieron en consumidores al tener que acudir al mercado para adquirir los bienes y servicios necesarios, lo que a la larga conllevó un incremento sustancial de la actividad económica que permitió al Estado gravar todas las transacciones e incrementar así sus ingresos. Asimismo, la monetización de las relaciones sociales facilitó la labor recaudatoria del Estado que pudo así gravar las rentas del trabajo de los asalariados al establecer como obligatoria la cotización a la Seguridad Social, que en el caso del Estado español fue instituida por el régimen fascista con la Ley 193/1963. El Estado se ha convertido de esta forma en el principal y mayor explotador al apropiarse de una parte sustancial de la riqueza de todos los trabajadores asalariados, hasta el punto de que la carga tributaria total que padece un asalariado medio a causa de los impuestos directos e indirectos sobrepasa el 40% de sus ingresos brutos.[3] Esto es lo que explica que de media los Estados desarrollados se apropien de un 50% del PIB.

Por medio de organismos como la Seguridad Social el Estado se ha dotado de un descomunal poder económico y financiero con el que costea los gastos militares, pero también los relacionados con la represión policial a nivel interior. Todo ello viene a corroborar la íntima relación entre impuestos y el pago de los medios de coerción con los fondos así recaudados. La relación entre tributación y coerción fue puesta de manifiesto por Norbert Elias al destacar que el monopolio fiscal y el monopolio de la violencia representan dos caras de la misma moneda, y por tanto aspectos de la misma realidad que encarna el Estado.

“La sociedad de lo que denominamos la edad moderna está caracterizada, ante todo en occidente, por un cierto nivel de monopolización. El libre uso de armas militares le es denegado al individuo y queda reservado a una autoridad central de la índole que sea, y el cobro de impuestos sobre la propiedad o ingresos del individuo está, así mismo, concentrado en manos de una autoridad social central. Los medios económicos que de este modo fluyen hacia la autoridad central mantienen su monopolio sobre la fuerza militar, mientras que ésta a su vez mantiene el monopolio sobre la tributación. Ninguno de los dos tiene preeminencia sobre el otro en ningún sentido, son dos lados del mismo monopolio. Si uno de ellos desaparece el otro le sigue automáticamente, aunque el gobierno monopolista pueda en ocasiones quebrantarse más en uno de los lados que en el otro”.[4]

La propiedad privada, en la medida en que transformó la organización social del trabajo, no sólo expandió y desarrolló el mercado sino que dio lugar a un contexto de creciente actividad económica con el aumento de la producción, y con ello generó la riqueza precisa para costear los crecientes gastos militares y represivos del Estado. En este sentido la propiedad privada, el mercado y en general el capitalismo han facilitado la labor extractora del Estado al poner a su disposición la riqueza producida por los trabajadores asalariados. Todo esto demuestra que cuanto mayor es la concentración de coerción mayor es la concentración de capital necesaria para que el Estado pueda financiar los medios para preparar y hacer la guerra, y por tanto mayor será la explotación económica sobre la sociedad a la que se le extraerá la riqueza por ella producida.

Con la imposición de la propiedad privada en los medios de producción se obligó a los trabajadores a recurrir al mercado para adquirir los bienes y servicios necesarios, lo que supuso la imposición de un modelo de sociedad en el que no existe ya el lazo social, donde han quedado destruidas las redes de solidaridad y apoyo mutuo fruto de unas nuevas relaciones sociales mediatizadas por el dinero y cada vez más deshumanizadas. A lo anterior hay que añadir que todo ello se ha visto agravado por la acción del ente estatal al encargarse de asumir un número creciente de funciones que antes la sociedad satisfacía por sí misma. El resultado final es una sociedad atomizada en la que las personas apenas se relacionan entre sí para hacerlo individualmente con el poder.

Pero la coerción no es suficiente para el mantenimiento de un sistema existencialmente opresivo, es necesario el consentimiento de la mayor parte de la sociedad. De este modo la sociedad de consumo es algo más que el corolario de una economía de mercado capitalista, es la mercantilización de todas las esferas de la vida humana con una finalidad que sobrepasa lo meramente económico y que en modo alguno se reduce a proveer de mayores ingresos al Estado y a los capitalistas. La sociedad de consumo como tal, en tanto en cuanto su base reside en la permanente inducción de necesidades artificiales, consiste en la degradación moral y en el vaciamiento interior del sujeto hasta la completa aniquilación de aquello que es específicamente humano en él: la capacidad reflexiva, la libertad interior, la sociabilidad, etc… El sujeto queda reducido a la condición de homo œconomicus preocupado únicamente en satisfacer su bienestar material y sus instintos más primarios.

La sociedad de consumo es el totalitarismo de nuestro tiempo en el que la publicidad, cada vez más agresiva e intrusiva, viola flagrantemente la libertad de conciencia del sujeto. En este tipo de sociedad al sujeto le es negada la posibilidad de autoconstruirse como persona al ser moldeado desde el exterior por el constante bombardeo de una publicidad cada vez más apabullante y avasalladora.[5] La creciente sofisticación y refinamiento de la publicidad como instrumento de dominación ideológica y cultural hacen de ella un mecanismo eficaz para crear el consentimiento y la legitimidad necesarias para la conservación del orden establecido. Por medio de la publicidad no sólo se induce artificialmente el consumo que mantiene engrasada la maquinaria productiva, sino que al mismo tiempo se le impone al sujeto unas metas culturales, unos gustos y un estilo de vida que se concretan en unas pautas de comportamiento acordes con las exigencias e intereses del poder. La elite dominante ha conseguido crear así una sociedad compuesta por individuos que piensan, sienten y son como ella quiere.

La publicidad, como instrumento de propaganda, demuestra ser un componente de vital importancia del poder ideológico para la reproducción cultural y social del sistema establecido. Los estereotipos y estilos de vida difundidos por la publicidad ejercen un papel adoctrinador que sólo guarda parangón con el sistema educativo y aleccionador. La subcultura comercial, junto a todos los clichés difundidos por la propaganda del mercado, no es otra cosa que la puesta en práctica de una estrategia política de gran calado que, como aquella que en su momento pusieron en práctica los emperadores romanos mediante la distribución de bienes y placeres a través del “panem et circenses”, tiene como finalidad la corrupción moral de la sociedad para destruir toda oposición y resistencia.

La destrucción de lo humano como uno de los objetivos principales del Estado para conseguir el completo sometimiento de su población ha alcanzado, o está muy cerca de alcanzar, sus dimensiones y posibilidades teóricas a través de la propaganda masiva, lo que constituye un éxito arrollador del sistema vigente. La manipulación de las emociones a través de toda clase de medios audiovisuales (radio, televisión, Internet, etc…) y la anulación de la capacidad reflexiva del sujeto han llegado a cotas inimaginables. Todo ello ha servido para generar percepciones distorsionadas de la realidad acordes con los intereses estratégicos del Estado, y que en muchos casos se manifiestan en diferentes formas de fanatismo como lo demuestran las religiones políticas, el hooliganismo, los seguidores de estetócratas de diverso tipo (cantantes, actores, etc…), etc…


La sociedad de consumo demuestra ser un importante sostén del Estado y de su militarismo en una doble vertiente: económica, al favorecer la actividad comercial en grado superlativo para proveer al ente estatal de sus correspondientes ingresos con los que pagar los medios para la guerra; e ideológica, al crear las condiciones de consentimiento social que impiden la contestación y oposición al sistema establecido.

[1] Tilly, Charles, Coerción, capital y los Estados europeos, 990-1990, Madrid, Alianza, 1992, p. 46

[2] Mcneill, William H., La búsqueda del poder: tecnología, fuerzas armadas y sociedad desde el 1000 D.C., Madrid, Siglo XXI, 1988

[3] Rodrigo Mora, Félix, El giro estatolátrico. Repudio experiencial del Estado de bienestar, Alicante, Maldecap, 2011, p. 39

[4] Elias, Norbert, Power and civility. The Civilizing Process, Nueva York, Pantheon, 1982, vol. 2, p. 104

[5] Eguizábal, Raúl, Industrias de la conciencia: Una historia social de la publicidad en España (1975-2009), Barcelona, Península, 2009

miércoles, 2 de octubre de 2013

Organizaciones judías celebran arrestos contra Amanecer Dorado




La American Jewish Comittee (AJC), una de las organizaciones judías más poderosas del mundo, felicitó al gobierno griego por el arresto de numerosos miembros de Amanecer Dorado, entre ellos el líder y varios diputados. 

"La esencia misma de la democracia en Grecia está en juego", dijo David Harris, el Director Ejecutivo del AJC. "El mensaje es claro por parte del gobierno griego, las fuerzas del extremismo violento son una amenaza para la sociedad y no será tolerado".

Estas declaraciones vienen precedidas por la exigencia de la Junta Central de Comunidades Judías de Grecia de detener a Amanecer Dorado, esto en un comunicado al gobierno conservador de Antonis Samaras para que tuviera mano dura contra el movimiento nacionalista. 


Asimismo, no es la primera vez que Amanecer Dorado recibe amenazas por parte de organizaciones judías. Anteriormente organismos como el Congreso Judío Mundial exigió su disolución, o la Liga Anti-Difamación que ha lanzado numerosas alertas a los regímenes occidentales para que realicen acciones contra el movimiento, e incluso, las organizaciones judías han pedido la intervención de Estados Unidos para detenerlo. 

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Por qué existen los Bancos?



Por el Sub-Brigadier


¿Por qué existen los bancos? En la época que luego del trueque se dio un valor de intercambio al oro y la plata, resultaba engorroso y arriesgado viajar con tanto peso, por lo que surgieron astutos individuos que odiaban el trabajo y ofrecían guardar esos capitales entregando un certificado de depósito que permitía hacer gastos al viajero, y cuando los rescataba pagaba una comisión.

La experiencia enseñó a esos sujetos que de los depósitos de diversos caballeros se movía solo un 10%, y el 90% restante permanecía largo tiempo en sus manos. Se les ocurrió entonces “prestar” ese 90% en forma de 9 certificados que emitían como reales exigiendo onerosas garantías: terrenos, propiedades, fábricas, talleres, bienes muebles, etc. De este modo fueron enriqueciéndose a costa de los deudores que no podían devolver a tiempo los préstamos, principalmente por lo elevado de los intereses. Y ya pudieron establecerse en grandes locales con lujosas oficinas y muchos empleados, llegando a ser lo que conocemos hoy.

Su único riesgo, mínimo, es que todos sus depositantes exijan el reintegro de sus certificados al mismo tiempo, por lo que no tendrían que devolver (falta de liquidez). Allí puede producirse su quiebra; no tanto por los malos pagadores, dado que siempre tendrán garantías por valores muy superiores a lo prestado, sino porque no tendrán el oro y la plata que exigirán todos los dueños de los papeles al mismo tiempo. Pero vale la pena, dado que el gran negocio es cuando empiezan a emitir papeles por más del 90% que pueden respaldar, pues al momento que esos certificados (hoy cheques), vuelven los destruyen quedándose con todo lo devengado en intereses. Más aun, muchas veces quienes devuelven esos certificados son también sus clientes y sencillamente los depositan en el mismo banco, con lo que el ‘dinero’ que circuló sólo existió en los libros del banco. Nunca fue dinero real, ni billetes ni monedas.

Siendo claros, lo que hacen es FALSIFICAR dinero. Los papeles que entregan en préstamo no tienen respaldo, valen sólo por la confianza que tiene el mercado en ellos, nada más. Los falsificadores profesionales van a la cárcel, aunque el monto sea muy pequeño. Los banqueros no, aunque los montos son estratosféricos. Y esto a pesar de que roban a todos los ciudadanos sin que se escape nadie, ya que al aumentar la masa del circulante real éste disminuye su valor por la inflación que desatan. Es como si metieran sus manos en los bolsillos de cada trabajador.

Estos falsificadores impunes descubrieron después que podían manejar las vidas de los pueblos entregando o retirando ese crédito intangible a su antojo. Cuando recibían crédito los fabricantes pagaban sus máquinas, herramientas y servicios, y los proveedores a su vez usaban ese ‘dinero’ en sus negocios, y en gastos personales todos por igual. Así se producía mucho y el comercio tenía buenos stocks de mercaderías. El público tenía mucho dinero para comprar y los precios subían, había un boom. Al retirar los créditos se producía la deflación porque el dinero para comprar era muy poco y los precios bajaban demasiado.

Los empresarios despedían a empleados y obreros, menos gente tenía dinero para seguir comprando, los fabricantes no tenían con qué pagar los intereses que el banco exigía, salvo su producción la que debían liquidar para no perder sus garantías, al final adquiridas a vil precio por los banqueros, directa o indirectamente. Acaparada ya toda la producción posible y expropiada las garantías, los banqueros volvían a dar crédito, y así pasaban la escasez, la cesantía y la deflación; esta última se convertía otra vez en inflación. Al normalizarse los precios los falsificadores legales vendían las fábricas y propiedades con pingües ganancias.

Y empezaba todo de nuevo hasta la próxima crisis, por supuesto planificada por ellos. Se produce una paradoja: hay crisis porque hay demasiados productos y la gente no tiene dinero para comprarlos, o sea ¡los ciudadanos productores y consumidores cometieron el error de trabajar mucho y bien! Por eso tienen que morirse de hambre junto a graneros y bodegas repletos. Realidad aceptada fatalmente por todos, como borregos.

En resumen, los banqueros manejan las crisis financieras. Y si los bancos están casi todos en un solo tipo de manos, ese grupo de manos anónimas decide cuándo y cómo se vienen las recesiones y las depresiones en todo el mundo.
Porque al no poder vender los productos decomisados a los deudores que no pudieron pagar, y al haber cesantía e inflación que reducían el número de compradores, los productos robados legalmente se vendían a otros países.

De ahí a que los banqueros de un país le prestaran a otros países sólo un paso. Y así llegó el momento en que ese pequeño grupo que maneja la banca mundial estuvo en condiciones de provocar crisis que afectaran a todo el mundo.

Algunas citas que corroboran lo dicho: “Permitidme fabricar y controlar el dinero de una nación, y ya no me importa quienes sean sus gobernantes” - Mayer Amschel Rothschild, creador de la perniciosa dinastía.

“Poder inmenso y despótica dominación económica están concentrados en manos de unos pocos. Este poder deviene particularmente irresistible cuando es ejercido por los que, controlando el dinero, gobiernan el crédito y determinan su concesión. Ellos suministran, por así decirlo, la sangre de todo el cuerpo económico, y la retiran cuando les conviene; como si estuviera en sus manos el alma de la producción de manera que nadie ose respirar contra su voluntad” S.S.

Pío XI en su Encíclica “Quadragessimo Anno”. Y el Papa es infalible... Es decir, todos los gobiernos son meros títeres del Money Power. Especialmente EEUU e Inglaterra ya que ambos hace mucho que entregaron la fabricación y provisión de su dinero a un grupo de banqueros, los cuales además controlan el oro, petróleo y diamantes fijando su precio y cuotas de producción. Porque se creó una fantasía: los gobiernos no pueden ni deben fabricar su dinero, sino pedirlo prestado a entidades privadas que corren con los gastos de fabricación (papel, tinta y obra de mano), pero cobran intereses por su uso; y al fijar soberanamente la cantidad que produce puede aumentar o disminuir el circulante iniciando inflaciones y deflaciones a paciere. En EEUU dicho grupo de bancos se llama Reserva Federal y en Inglaterra engañosamente Banco de Inglaterra.

Los Bancos Centrales dependen del Estado y por ende promueven el interés público, los bancos privados son comerciales y promueven el interés de sus dueños. La ‘Fed’ y el Banco de Inglaterra son 100% privados. Ergo, no pueden perseguir el bienestar de sus conciudadanos, como creen todos los ingenuos demócratas. Digamos por último que sus dueños y directores no son estadounidenses ni ingleses, ni llaman Patria a ningún país de antes de 1948.

Tal como empezamos terminaremos con una pregunta, sin dar pistas para que cada uno busque su propia respuesta: ¿QUIÉNES serán entonces las cabezas de estas 300 familias?