martes, 26 de marzo de 2013

El Socialismo Heroico de Georges Sorel




George Sorel y Sindicalismo Revolucionario. PRESENTE.




Por Jacques de Mahieu


Egresado de la Escuela Politécnica, en la cual se forman, en Francia, los ingenieros civiles y militares del más alto nivel,) e ingeniero de los Ponts et .Chaussées ( Vialidad”) Georges Sorel es un desconocido, salvo para los escasos lectores de revistas filosóficas a las cuales había dado artículos de poca trascendencia, cuando, en 1892, renuncia a su cargo para dedicarse al análisis del socialismo e Colabora entonces, hasta su muerte, (1922) en varias revistas francesas, italianas y alemanas, recopilando sus artículos en libros entre los cuales se destacan, por su importancia, Las Ilusiones del progreso y Las Reflexiones sobre la Violencia, ambos publicados en 1906. Escribe un francés pésimo, cuyas incorrecciones no siempre pudieron corregirse en la presente traducción, con una puntuación estrafalaria que sí se rectificó. Pero lo que nos importa no es el aspecto literario de su obra, sino las ideas que ésta contiene.

Sorel ya ha recibido la influencia de Proudhon' cuando, en 1892, descubre el marxismo del que jamás renegará. Pero muy pronto se da cuenta que la sistematización del pensamiento del maestro por discípulos abusivos no responde a la realidad de la evolución histórica y que el mismo Marx se había equivocado, no sólo en Sus previsiones, sino también en la elaboración de lo que consideraba como las leyes del dinamismo social. El marxismo, pues, no es más que el punto de partida de un análisis que lo lleva, a lo largo de treinta años, a poner en tela de juicio las bases mismas del socialismo "científico".

La teoria marxista de las clases, es en primer lugar para Sorel Una “abstraccíon”, una “simplificación• La historia no se reduce a una pugna entre dos clases, sino que defiende el dinamismo cambiante de una multiplicidad de conjuntos sociales. Es cierto que la conquista del Estado por la burguesia, en 1789, ha suscitado, a lo largo del sglo XIX, un antagonismo preponderante entre ésta y el proletariado. Pero se trata de un proceso momentáneo. Las llamadas clases medias, en particular, muy lejos de desaparecer, como lo había anunciado Marx, ejercen una influencia creciente sobre la evolución social. Por otro lado, El materialismo, según el cual, dicha evolución procede exclusivamente de factores económicos, sólo es válido, y hasta cierto punto, para la sociedad capitalista que Marx estaba observando y que había nacido afuera, medio siglo antes del Manifiesto Comunista. Tratar de interpretar el pasado y de prever el porvenir en función de constantes inducidas de una situación, temporal es idealismo puro, heredado de la filosofía de Hegel.

Por fin, el determinismo histórico, según el cual la revolución socialista sería fatal, está en contradicción con la misma naturaleza humana y, para peor, con las necesidades de la acción. En resumidas cuentas, el marxismo no es una "religión revelada" : es preciso revisarlo profundamente para que pueda dar cuenta de la realidad social.

En el momento en que Sorel inicia su crítica del "marxismo de los marxistas “para reivindicar un mítico "marxismo de Marx” estalla, en Francia, el affaire Dreyfus: el enjuiciamiento y condenación de un oficial judío del ejército por alta traición. Independientemente de la culpabilidad o inocencia del hombre, el país se divide en dos bandos' por un lado, los nacionalistas antisemitas que respaldan un ejército tradicionalista y, en gran parte, legitimista (no olvidemos que sólo veinte años antes, el conde de Chambord, jefe de la rama mayor de los Borbones, había estado a punto de ascender al trono con el nombre de Enrique V); por otro, la burguesía liberal orleanista, los francmasones, los socialistas y, por supuesto, los judíos. Llevado por sus tendencias anarquistas y por su anticlericalismo, Sorel se une a la coalición dreyfusista. Esta no se apoya en infraestructura económica alguna; las clases sociales están divididas y sus fracciones, asociadas con elementos que, según Marx, hubieran debido ser sus antagonistas. 

Los socialistas parlamentarios, liderados por Jean Jaures, proclaman, la unión en la democracia por ella se llegará al socialismo mediante ' reformas graduales concedidas por, la Burguesía liberal. Sorel vacila. El reformismo de juares durante algún tiempo coincide coincide con el de Bernstein y de Kautsky', quienes, en Alemania, están desarrollando una crítica del "marxismo vulgar" muy semejante a la suya. Rápidamente, sin embargo, se da cuenta del engaño por lo que buscan los reformistas no es la revolución por medios legales, sino la mediatización de la clase obrera mediante concesiones, por la burguesía capitalista, de mejoras materiales, vale decir la absorción del proletariado en el sistema. Lo que le abre los ojos es que la minoría activa de los trabajadores, agrupada en las Bolsas del Trabajo, no entran en este juego muchos de sus integrantes son antidreyfusistas; Todos, antidemocráticos. Hasta el punto que, el primero de mayo de 1900 Perlloutier dirigente máximo de las bolsas llega hasta colgar el Busto de Marianne, símbolo de la República, en la ventana de la sede de París. Para los sindicalistas revolucionarios, el enemigo primordial es la democracia.

Ya de vuelta de la "unión dreyfusista”, del jauresismo que lo asquea¡ y del reformismo de Bernstein, Sorel se encuentra entonces, por su antidemocratismo, muy cerca de los nacionalistas de la Acción Francesa' cuyo jefe y maestro, Charles Maurras, veía en el capitalismo la cara de la democracia y no había vacilado en escribir, en su Enquete sur le monarchie; "La antropofagia aparece a las mentes superficiales: como un carácter peculiar de algunas hordas, tan lejanas como salvajes, y que decrece cada día más. Qué ceguera! La antropofagia no decrece ni desaparece sino que se transforma. Ya comemos carne humana, comemos trabajo humano". Y también, en la misma obra de 1909 una nueva escuela, representada por Georges Sorel y Hubert Lagardelle ha hecho perfectamente sentir la oposición que existe entre el régimen sindicalista, basado en un interés social común, y el régimen democrático, fundado en derecho en la voluntad o la opinión del .

Individuo”. No es de extrañar, en estas condiciones, que la Acción Francesa y la Nueva Escuela lleguen a programar con iniciativa de Sorel una revista común, Cité Francaise”, cuyo manifiesto• proclama: "La democracia confunde las clases… Es preciso, pues, organizar las clases al margen de la democracia, a pesar de la democracia y contra ella”. Esta revista nunca salió. Fue remplazada por L’Independance, nacionalista y socialista, en la cual Sorel colabora durante dos años -1911- 1912- de su publicación. Pero, ya en 1910, aparece en el diario de Maurras, L’Action Francaise, un artículo con su firma. Discípulos de ambos fundan, en 1911, EL Círculo Proudhon. La guerra del 14 interrumpe una colaboración que hubiera podido modificar, en Francia, el curso de los acontecimientos. En 1911, Sorel se entusiasma por el bolchevismo. Ve en la Repú¬blica de los Soviets la realización de su proyecto de, sociedad sin Estado y de manejo de las fábricas por los trabajadores. No tiene tiempo de desengañarse fallece antes de que se imponga en Rusia el socialismo de Estado que tanto odiaba Pero, en sus últimos meses de vida, sigue atentamente la ac¬ción de Mussolini que, socializando a los nacionalistas y nacionalizando a los socialistas, estructura un movimiento que, pronto, va a liberar El Estado y el Proletariado del yugo burgués Ignoramos cuál hubiera sido su actitud ante el fascismo. Pero sí sabemos que su discípulo predilecto, Hubert Lagardelle, fue uno de los asesores del Duce antes de convertirse en el ministro de Trabajo del mariscal Petain.

La obra de Sorel es la expresi6n de la larga búsqueda que lo lleva del democratismo dreyfusiano a una concepción del socialismo que llamamos, en nuestro ensayo Maurras y Sorel., la fase del humanismo heroico. Tomando de Proudhon su visión de la sociedad orgánica como creaci6n de los mismos productores y de Marx su tesis de la evolución dialéctica, pero sin el finalismo mesiánico ni el materialismo, Sorel, por otro lado fuertemente influido por el intuicionismo bergsoniano, trató de realizar una síntesis original de esas doctrinas tan desemejantes. No lo hizo mediante una elaboración sistemática sino por saltos provocados por acontecimientos temporales. No es de extrañar, pues, que se encuentre en sus escritos, además de una redacción desprolija, cierta incoherencia que proviene de resabios de opiniones abandonadas y de previsiones falladas. De ahí la necesidad de extraer de su obra, y en especial de sus Reflexiones sobre la violencia-, las aportaciones positivas que se le deben.

La primera es su concepción del productor. El obrero no es una máquina y su papel social no se reduce al gesto más o menos automático exigido por su trabajo. El proletario, en cuanto proletario, es un hombre, con sus pensamientos y sus pasiones, un hombre viviente y no un 'instrumento para producir y hacer la revolución. Este hombre se encuentra disminuido por el sistema capitalista que le niega su condición humana y por el socialismo democrático, que lo considera exclusivamente como un elector que hay que ganar, inclusive engañándolo. La lucha no es una penosa necesidad impuesta a la clase obrera, sino, por lo contrario, el factor esencial de su rehabilitación humana. El sindicalista revolucionario de Sorel no es el casi autómata del marxismo vulgar, empujado a la acción por la fatalidad de la evolución social, sino un héroe que se realiza en la lucha violenta. El proletariado no es una masa de maniobra, una “carne de cañón" en manos de un Estado Mayor partidista de pequeños burgueses o de un "faraón', sino una sociedad de productores que se alza a la altura de un nuevo patriciado, como decía Proudhon, Su unanimidad heroica romperá la resistencia del desorden burgués para constituir un orden libre de la producción. El éxito de la revolución proletaria no consistirá tanto en la toma del poder como en la redención de los combatientes por el combate. Pero los héroes son pocos: a una minoría militante corresponde la misión de arrastrar la masa.

La evolución social es el producto deconflicto de fuerzas humanas y la revolución, el resultado de una guerra entre hombres agrupados en dos ejércitos. El vencedor no está designado por una historia que imponga su solución a los combatientes, sino por el valor de estos últimos, creadores de la historia. Pero cómo transformar a los proletarios en combatientes, y en combatientes provistos de las más altas calidades del guerrero? Explicándoles las leyes de la economía política y el principio de la dialéctica de Hegel? Cómo hombres sencillos incapaces de tener en la mente más de una idea a la vez podrían entender doctrinas tan complejas?. Entonces”, hablándoles de sus intereses inmediatos? Pero el éxito puede lograr sino con el sacrificio de los mejores y, además, el capitalismo reformista perfectamente capaz de satisfacer, por lo menos en apariencias, las necesidades de los más exaltados. La utopía, por otro lado, no pasa de una construcción imaginaria que responde muy bien a los deseos de intelectuales analistas, pero no, en absoluto, a las exigencias de los hombres de acción. Estos se representan su lucha en forma de imágenes de batalla que aseguren el triunfo de su causa. 

Hay, por tanto, que presentarles el combate necesario y su fin, no mediante razonamientos, sino en forma de mito, de un conjunto de imágenes capaz de "evocar el bloque y por una única intuición, antes de todo análisis reflexionado, la masa de los sentimientos que corresponden a las varías manifestaciones de la guerra iniciada por el socialismo contra la sociedad moderna" Poco importa que los detalles que el análisis percibiría en el mito deban o no realizarse en la historia futura. Solo se trata de un medio de acción presente, de un motor del hombre social. ¿Qué ha quedado del Imperio napoleónico, escribe Sorel? Nada sino la epopeya del Gran Ejército. Lo que quedará del movimiento socialista actual será la epopeya de las huelgas". De ahí el mito de la huelga general, irrealizable, que constituye el incentivo de las huelgas parciales, instrumento de lucha del sindicalismo revolucionario. 

El mito social no es, para Sorel, sino un medio destinado a suscitar, en la minoría Sindicalista, una moral heroica. 
Esta no vale solamente para el ejército sindicalista, sino también para la sociedad futura. La sociedad proletaria tendrá, en efecto, para/permanecer, que ganar la batalla de la producción, batalla jamás acabada. En el taller diríamos hoy día la empresa- "sin amos, cada productor actuará por entusiasmo individual, como un verdadero artista, sin preocuparse por recibir una recompensa proporcional al trabajo efectuado. Trabajará en "un estado de espíritu épico”. La sociedad proletaria nacerá, no de la realización de, un plan, necesariamente utópico, sino de la evolución normal de los• sindicatos obreros por efecto del mito heroico de la huelga general. Será, por consiguiente, una unión de sindicatos, como el sindicato será, después de la eliminación del capitalismo, una unión de empresas. La influencia del federalismo anarquista sobre el pensamiento de Sorel es aquí evidente, como lo es también en lo que atañe a la negación del Estado Socialista, que no sería sino el amo monopólico de los medios de producción. Sorel no vio que el socialismo de Estado no es la consecuencia necesaria de la conquista del Estado burgués por las fuerzas revolucionarias ni que es posible concebir un Estado otra vez libre como el federador de las comunidades de producción. Ahora bien: la teoría de una sociedad sin órgano rector -de una federación sin federador- es el tipo por excelencia de la utopía.

El sindicalismo revolucionario no concretó las esperanzas que Sorel había depositado en él. Fue copado por dirigentes reformistas a las órdenes de partidos socialdemócratas y por comunistas que sólo respondían a los intereses cambiantes de la Unión Soviética en la cual se había implantado el socialismo de Estado tan temido. La minoría de los combatientes "homéricos de la "epopeya de las huelgas fueron sustituidos, en el mundo Pluto democrático, por profesionales del regateo y, en el mundo" socialista, por policías trabajo. Sin embargo, su teoría del mito social fue retomada por movimientos revolucionarios que Sorel, antes de la primera guerra mundial, había contribuido a suscitar. La fusión de las minorías heroicas del nacionalismo y del Socialismo se realizó, en Europa y en Sudamérica, bajo el influjo de los mitos del Imperio, del suelo y la sangre, de la tercera posición. Esos movimientos fueron aplastados por las fuerzas aliadas de la democracia y el comunismo. La historia venidera nos dirá si el heroísmo revolucionario murió con ellos.

El Error de la "Raza Pura"





Por Jacques de Mahieu


Hemos considerado hasta ahora el conjunto racial como conglomerado estático de individuos. Corresponde, para poder contestar la pregunta anterior, examinarlo en su aspecto evolutivo. ¿Cuándo decimos que un ovejero alemán es de raza pura? No cuando alcanza la perfección teórica del tipo, sino cuando es nacido de padres no mestizados. 

Remontándonos así generación tras generación, llegaremos al origen de la raza, vale decir al momento en que, por mutación o de cualquier otro modo, una camada de ovejeros alemanes nació de padres que no eran tales. Podríamos remontarnos así, de raza en especie y de especie en género, hasta la pequeña masa de proteínas que, un día, se puso a vivir. Todo eso carecería de sentido. Si consideramos el origen común, la raza abarca la animalidad entera. Si fijamos arbitrariamente su principio en el instante de su última diferenciación, está fundada en una heterogeneidad originaria aunque se suponga que ninguna mestización haya intervenido desde entonces, lo que difícilmente se podrá afirmar aun en lo que atañe a las razas animales mejor y más antiguamente fiscalizadas. Esto no significa, ni mucho menos, que los datos genealógicos carezcan de interés, puesto que los caracteres comunes y la frecuencia de su aparición dimanan de ellos según un proceso que examinaremos más adelante, sino que es erróneo hacer de la pureza un criterio de existencia y, con más razón, de valía de la raza. 

En lo que concierne, a los conjuntos humanos, se necesitaría, si se admitiera su filiación a partir de una pareja primitiva, considerarlos como perteneciendo a una raza única, lo que es contrario a los hechos. Y si se considerara una multiplicidad de mutaciones originarias, tendríamos todavía que olvidarnos del factor mestización. Las definiciones teóricas que no corresponden a la realidad no sirven en biopolítica. Lo que se llama "grado de pureza" de una raza es simplemente su homogeneidad relativa, vale decir el hecho de que cada uno de sus componentes posea en mayor o menor número y grado los caracteres distintivos del conjunto en cuestión.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Sudáfrica: PAÍS BLANCO





Por el Sub-Brigadier


La República de Sudáfrica, en el extremo sur del continente africano consiste básicamente en una extensa meseta rodeada de "velder" o planicies cubiertas de verdor y algunos montes. En la Edad de Piedra recibió diversas migraciones desde el valle del primitivo Nilo, las que no pasaron jamás del estado paleolítico. 

Aunque descubiertas por portugueses en el siglo XVI, fue en l652 que los holandeses establecen en El Cabo un puerto para el avituallamiento de sus barcos. Los descendientes de estos primeros colonos constructores y creadores, blancos holandeses y alemanes, recibieron el nombre de BOERS (del holandés "boeren": cultivadores). Convertidos en ganaderos fueron adentrándose en busca de nuevos pastos y se encontraron sorpresivamente con indígenas, hotentotes y bantúes. Esto es de singular importancia pues los Blancos no sólo llevan allí más de 3 siglos sino que además se establecieron en tierras africanas deshabitadas, por lo que son tan africanos como las 20 o más tribus negras que pueblan o poblaban una porción de esta superficie, aún cuando sigan manteniendo por supuesto sus características de europeos arios.

Acertadamente el Dr. Peter Aldag nos dice que 'De la estrecha unión entre los hebreos y el Reino Unido resultan también las causas de la Guerra de los Boers', en su libro "La Dominación de los Judíos en Inglaterra". En 1806 la eterna voracidad de la pérfida Albión sojuzgó a los legítimos dueños del suelo sudafricano, los que ante múltiples atropellos y abusos optaron por emigrar pacíficamente al interior creando los estados de Transvaal y Orange, mientras que los invasores judeo-británicos se apoderaban de El Cabo y Natal, despojo legitimado en 1815 por el Congreso de Viena. 

En 1884 estos estados boers y otros más pequeños se fusionan creando la República Sudafricana. Quiso el destino que precisamente estos nuevos territorios fueran ricos en oro y diamantes, lo cual atrajo a una avalancha de aventureros y abrió nuevamente el apetito insaciable del gobierno inglés, a esas alturas ya inexorablemente bajo la sombra ominosa de los Rothschild.

Tal riqueza atrajo a muchos británicos y a un número considerable de judíos procedentes del Reino Unido y posesiones inglesas. Johannesburg, la capital del oro, llegó a tener 100.000 habitantes y rápidamente los cabarets, salas de juego, prostíbulos y garitos hicieron prosperar a sus dueños judaicos. Luego, con el apogeo de la banca internacional y el control de los bancos centrales, dominaron la vida económica del país hasta convertirse en propietarios exclusivos de las minas de oro. Por ejemplo, la firma Wernher Beit & Co. llegó a poseer 29 minas. Y todo a costa del esfuerzo y sacrificios de mineros y trabajadores, mediante la concesión o incluso imposición de créditos en condiciones usurarias. La City de Londres, y en especial los Rothschild, se apoderaron de la Bolsa, instaurándose la extraña costumbre de cerrarla los días de fiesta judíos, costumbre que con el tiempo se extendió a todas las demás actividades.

También la prensa fue poco a poco engullida y los usureros controlaron así la llamada 'opinión pública', la que igual que hoy no era más que la opinión de los propietarios de los medios de difusión, quienes dictan qué, cuándo, cuánto y especialmente cómo se informa. Pero todavía el gobierno seguía en manos Boers, quienes mantenían el control de la dinamita y de los ferrocarriles; situación enojosa para los amos económicos de la población productiva, algo que la City en Londres no estaba dispuesta a seguir tolerando pasivamente.

Asiéndose del débil pretexto de que los Boers negaban la ciudadanía a los ingleses, o por lo menos "sus plenos derechos" (léase control de la dinamita y de los ferrocarriles), añadiendo supuestos malos tratos orquestaron una gran campaña de prensa encabezada por sus órganos "The Cape Times" y "The Cape Argus", para convencer a la población de que las autoridades Boers eran responsables del clima bélico y de inseguridad que ellos mismos, judíos y británicos, habían provocado artificialmente.

Simultáneamente la prensa aparentemente boer, como el "Leader" y el "Star", se dedicó a zaherir el orgullo inglés. En fin, la prensa concertada en manos judías se concentró en predisponer a la población inglesa en Sudáfrica primero, y luego a exacerbar los ánimos en Gran Bretaña. En estas circunstancias y aferrándose descaradamente a que el gobierno boer había dejado insatisfechas una o dos de las interminables peticiones británicas es que estalló la guerra que necesitaban los Rothschild y sus asociados.

Tras algunas victorias de los sudafricanos dirigidos por Paul Krüger, éstos son finalmente derrotados por los ingleses, apertrechados desde Londres por Joseph Chamberlain y desde El Cabo por Cecil B. Rhodes, socio de Albert Beit en la formación de un imperio colonial; ambos lograron con sus típicas argucias y malas artes que el rey de los matabelés, Lobengula, les cediera derechos exclusivos sobre todos los minerales y metales hallados en su territorio y autorización para atacar a todos los que osaran buscar algo en sus tierras. 

Formaron la Cía. Británico-Sudafricana con jurisdicción sobre 450.000 millas cuadradas y que contó entre sus directores a los judíos Ernest Oppenheimer, Frederic y Emile D'Erlanger y Edmund Davis, amasando fortunas fabulosas. Es en esta guerra, que se extiende de 1899 a 1902, que estos grandes benefactores de la Humanidad inauguraron el uso de CAMPOS DE CONCENTRACIÓN encerrando a 117.000 mujeres y niños Boers, de los cuales perecieron por hambre y carencia de atención sanitaria 26.370 mujeres y niños sudafricanos arios, según las propias estadísticas británicas.

En 1909 el parlamento británico creó el Dominio de la Unión Sudafricana, el cual encubierto por el Dictado de Versalles rapiñó en 1919 la colonia Alemana de Africa del Sudoeste. En las elecciones de 1948 triunfó la Coalición Nacionalista Africana que implantó el Apartheid. Gracias a un plebiscito se independizó de la Comunidad Británica el 31 de mayo de 1961 naciendo la República de Sudáfrica. 

Es este sistema de Apartheid el que ha significado la desalmada persecución contra la joven república europea enclavada en el sur de Africa, con una población mayoritariamente negra que dista mucho de ser homogénea o siquiera unitaria, pues la veintena de tribus que la componen pasan en guerra entre sí. A pesar de ello la ONU, el Consejo Mundial de las Iglesias, la Unesco y cuanta entelequia tercermundista pergeñada por el judaismo exista, condenó el Apartheid y terminó entronizando la implantación de la obligada 'igualdad', pusilánime eufemismo para la deleznable mezcla racial, pretendiendo a la larga el sojuzgamiento de los Blancos por los negros. La calidad aplastada bajo la cantidad.

La conspiración mundial judeosionista ha conseguido ya despojar a los creadores de Sudáfrica y entregar la presidencia a un mono controlado por ellos, el que junto a su hembra cuentan con un grupo de sicarios que han cometido ya decenas de asesinatos políticos, contando con la más absoluta impunidad, garantizada por la ONU. Lo consiguieron pujando torcidamente y con tozudez contra un sistema lógico que promovía el desarrollo por separado de las diversas comunidades que conviven en la RSA: Blancos, hindúes, mestizos y negros de diferentes tribus. Cada comunidad tenía sus propias universidades, sus propios entornos, su propia administración interna, todas tuteladas por el gobierno central, elegido por los creadores europeos casi exclusivamente. Este era el ultraje supremo que las autonominadas vestales de la sacrosanta democracia igualitarista no podían tragar.

Que el país más moderno y pujante de toda Africa haya sido construido durante más de tres siglos por Blancos europeos, partiendo de la selva inhóspita, entre pantanos y bajo un clima adverso, y no con la ayuda sino contra la desidia e ineficiencia de los nativos negros, es algo que se olvida u oculta deliberadamente sin reconocerlo jamás.

Los títeres del judaismo en su afán de destruir este país africano Blanco, recurren a la abyecta mentira de que todos los portentos que muestra Sudáfrica fueron obtenidos sólo gracias a la explotación del negro. La verdad es que la alergia al trabajo de parte del negro hacía de él más un estorbo que una ayuda, y sólo se le contrataba para poder trabajar libre de la amenaza de disturbios o ataques de sus diversas tribus. Fueron en realidad los judíos quienes, para bajar sus costos, obtuvieron del gobierno de Transvaal autorización para ocupar negros en las minas, con lo que ocasionaron cesantía y graves repercusiones en la economía de los Boers.

Además, negros procedentes de Mozambique, Malawi, Botswana, Angola y otros, cruzaban ilegalmente las fronteras dando la espalda a las bendiciones de sus flamantes gobiernos democráticos rojos para vivir bajo la 'atroz tiranía racista' de Sudáfrica. Notable.

Esto no lo niegan ni los más feroces difamadores de la RSA, quienes concentran su ácido en el problema de la 'igualdad', callando que la llegada de la sacrosanta igualdad, desde El Chad hasta Mozambique y desde Angola hasta Somalía, no haya traído más que hambruna, miseria, abyección y muerte; paradojalmente trajo también desigualdad presidida por reyezuelos tribales que ungidos como 'presidentes' se asoman grotescamente a la ONU, cada vez más digna de ellos por lo demás. Lo que se persigue es la expulsión sangrienta de los europeos que crearon esos países de la nada, para que los usurpen títeres de los yanquis o de los bolcheviques, los verdaderos mandatarios, pero a su vez obedientes a la sinarquía del Nuevo Orden.

Lo justo, natural y humano es la EQUIDAD, la que definiríamos como el trato desigual a seres desiguales, pues eso somos todos: desiguales. Ayudaría algo despejar las siguientes incógnitas para entenderlo mejor:

- ¿Conocían los negros el uso de la rueda antes de la llegada del hombre Blanco?

- ¿Conocían asimismo la navegación a vela, siendo su continente una inmensa isla?


- ¿Poseían algún idioma escrito?


- ¿Tenían alguna arquitectura, más allá de la choza de follaje recubierto con excremento?


- ¿Algún código o sistema legal?


- ¿Algún tipo de vestimenta, más allá del taparrabos o las plumas del hechicero?

Para qué seguir. El negro no tiene la culpa de ser lo que es. Pero que no vengan algunos, o muchos no-negros a culpar al Blanco sudafricano, pues todo lo que éste ha hecho es elevar el nivel de vida de las tribus que se cobijaron bajo su alero de progreso y darles estándares que ya se quisieran los pobres negros de Etiopía y Haití, las dos naciones negras más antiguas de la tierra. 

Da que pensar, siempre que se cuente con esa tan poco común facultad, el hecho de que al momento de salmodiar la gastada cantinela de que 'todos los hombres somos hermanos' formen un insólito coro curas y comunistas por igual, en abigarrada y nauseabunda mescolanza.

Desde el asesinato del gran estadista Dr. Verwoerd, siguiendo con Vorster, Botha hasta el rastrero De Klerk, el sistema natural de Apartheid fue desmoronándose. Y cada gobierno bailó al son que le tocaba el multimillonario Oppenheimer, el rey de los diamantes, de acuerdo con los intereses de sus 350.000 hermanos de sangre, los que gozando de todas las ventajas del Apartheid lo corroen escupiendo canallescamente la mano que les da de comer.


Sí, definitivamente ¡Sí! No es un bantú, sino el judío Joe Slowo, el que desde Mozambique, dirigía las bandas de terroristas que descarrilaban trenes y ponían bombas en los colegios. No fue un matabelé, sino el judío griego David Pratt, quien atentó contra el Dr. Verwoerd. No fue un xhosa, sino el judío Cooper quien defendió a ese magnicida ante los tribunales. No eran bosquimanos los jefes del movimiento terrorista 'Pogo' pues se llamaban Goldreich, Goldberg, Bernstein y Finkelstein.

No cabe duda entonces QUIEN es el verdadero enemigo de Sudáfrica, en su eterno caballo de Troya. Y no es ninguna sorpresa. No es más que el único y gran enemigo de toda la Humanidad, que va gangrenándola quejumbrosamente encubierto por barricadas de oro, gobiernos corruptos y la prensa internacional. 

Para complementar esta presentación objetiva y real sobre la República de Sudáfrica reproduciremos información textual de "La Historia Ilustrada del Pueblo Judío", del rabino Nathan Ausubel, editada en 1960 en Buenos Aires: 'Saúl Solomon, el mayor, fue un antiguo colonizador de Colonia del Cabo (1806). Trató de ayudar a Napoleón para que huyese de Santa Elena pero la conspiración fue descubierta y fracasó.

A su sobrino se le conoció como el 'Disraeli de Sudáfrica'. Fue dirigente del Partido Liberal en el Parlamento de El Cabo, y rechazó varias ofertas para asumir el cargo de Primer Ministro. Sus hijos y nietos también se destacaron en la política de El Cabo. Sir Richard Solomon llegó a Fiscal del estado, sir William Henry Solomon fue presidente de la Corte Suprema de Justicia y Saul Solomon nieto, juez de la Corte Suprema. Muchos otros judíos se distinguieron en la vida pública de Sudáfrica. Sir Matthew Nathan fue gobernador de Natal (1907-1910), Max Danziger, ministro de Finanzas de Rhodesia del Sur (1941), el juez Leopold Greenberg es actualmente juez presidente del Transvaal. Otros distinguidos juristas son el juez Manfred Nathan y el juez Phillip Millin, esposo de Sara Gertrud Millin la popular novelista. Ha habido alcaldes judíos en todas las principales ciudades: Ciudad del Cabo, Johannesburgo, Durban, Pretoria,etc. También los judíos han ocupado bancas en todos los parlamentos provinciales de la Unión Sudafricana.

El descubrimiento de los campos diamantíferos en 1871, seguido entre 1875 y 1885 por el de los yacimientos de oro en el Transvaal, provocó un nuevo flujo de inmigantes judíos desde Lituania, Galitzia y Polonia'.

Estas y otras aseveraciones del distinguido rabino confirman plenamente lo aseverado respecto del control judío del poder y la fortísima atracción que sobre ellos ejercieron el oro y los diamantes. También vemos que como jueces, parlamentarios y alcaldes tuvieron el poder para terminar con el supuestamente odioso sistema de Apartheid, pero jamás lo hicieron, sino que se aprovecharon de todas sus ventajas al tiempo que su prensa bastarda se desgañitaba denunciándolo y atacándolo. Todo esto en el más estricto seguimiento de las precisas instrucciones contenidas en el tan poco conocido texto de 'LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION'

martes, 19 de marzo de 2013

Genocidio Blanco en Sudáfrica



Por David Duke

El Genocidio Invisible en Sudáfrica: Los granjeros lanzan un SOS al mundo ante los ataques de la población negra





Alberto Granados Garmendia.- Henk van de Graaf, vicepresidente de la Unión de Agricultores de Transvaal (Sudáfrica), ha lanzado un SOS al mundo frente a los ataques planeados por motivos políticos y raciales contra los afrikáners y que cuentan con el silencio cómplice de los organismos internacionales.

Más de tres mil granjeros eurodescendientes (conocidos como “Boer”) han sido asesinados y varios miles más han sufrido ataques raciales, según informó Graaf, quien ha pedido que se investiguen estos horrendos crímenes, como los cometidos contra un matrimonio y su hija de tres años, que fueron torturados hasta la muerte.

El partido gobernante en Sudáfrica es el ANC (Congreso Nacional Africano), cuyo líder popularizó en su juventud las consignas “matar a un Boer, matar a un granjero” o “Un Boer, una bala”.

“Cuando los campesinos llaman a la policía para denunciar algún intento de ataque, ésta se niega a acudir bajo cualquier excusa, como que no tienen combustible”, dijo.

También denunció que durante la Copa del Mundo en Sudáfrica (cuando el Gobierno sudafricano estaba preocupado por su imagen), los asesinatos se detuvieron milagrosamente, pero solo de forma temporal.

El número de población eurodescendiente se ha reducido a la mitad en lo que puede calificarse como una auténtica limpieza étnica. Las propiedades de los blancos se han reducido un 33% al serles confiscadas sus tierras para entregárselas a la población negra. En la actualidad esas tierras han dejado de ser productivas.

La ironía es que Sudáfrica tenía excedencia de producción hasta hace una década, pero la producción de alimentos empezó a decaer conforme las tierras les eran confiscadas a los blancos, y ahora es insuficiente.

Los medios de comunicación internacionales también son conniventes con este genocidio, pues se niegan a escribir sobre la verdadera historia de Sudáfrica después del Apartheid, silenciando las atrocidades cometidas contra la población blanca.

Un informe del parlamento europeo, sobre países emergentes, describe la situación en los siguientes términos: “Sudáfrica tiene un historial de transición exitosa y pacífica a la democracia y hacia un Gobierno idóneo, donde se fomenta la integración económica regional y se apoyo la reconciliación nacional…”.



FUENTE: http://www.alertadigital.com/

Hacia una Ciencia del Hombre




Por Alexis Carrel


En suma, las ciencias de la materia han hecho inmensos progresos, mientras que las de los seres vivientes han permanecido en estado rudimentario. El retardo de la biología es atribuido a las condiciones de existencia de nuestros antepasados, a la complejidad de los fenómenos de la vida y a la naturaleza misma de nuestro espíritu que se complace en las construcciones mecánicas y las abstracciones matemáticas. Las aplicaciones de los descubrimientos científicos han transformado nuestro mundo material y mental. Estas transformaciones han tenido sobre nosotros una influencia profunda y sus efectos nefastos provienen de que han sido hechas sin consideración hacia nosotros. Y es la ignorancia sobre nosotros mismos, lo que ha dado a la mecánica, a la física y a la química, el poder de modificar, al azar, las formas antiguas de la vida.

El hombre debería ser la medida de todo. En realidad, es un extranjero en el mundo que ha creado. No ha sabido organizar este mundo para él porque no poseía un conocimiento positivo de su propia naturaleza. El avance enorme de las ciencias inanimadas sobre las ciencias de los seres vivientes es uno de los sucesos más trágicos de la historia de la humanidad. El medio construido por nuestra inteligencia y nuestras invenciones no se ajusta ni a nuestro tamaño ni a nuestra forma. No nos queda bien. Somos desgraciados. Degeneramos moral y mentalmente. Y son precisamente los grupos y las naciones en que la civilización industrial ha alcanzado su apogeo los que se debilitan más. Es allí donde el retorno a la barbarie es más rápido. Permanecen sin defensa ante el medio adverso que les ha proporcionado la ciencia. En verdad, nuestra civilización como las que la han precedido, ha creado condiciones que, por razones que no conocemos exactamente, hacen que la vida misma se torne imposible. La inquietud y las desgracias de la Ciudad Nueva provienen de sus instituciones políticas, económicas y sociales, pero, sobre todo, de su propia decadencia. Son víctimas del retardo de las ciencias de la vida sobre las de la materia.

Solamente un conocimiento mucho más profundo de nosotros mismos puede aportar un remedio a este mal. Gracias a ello veremos por qué mecanismos la existencia moderna afecta nuestra conciencia y nuestro cuerpo. Sabremos cómo adaptarnos a este medio, cómo defendernos, y también cómo reemplazarlo, en caso de que una revolución dentro del mismo se hiciera indispensable. Mostrándonos a nosotros mismos lo que somos, nuestras potencias y la manera de actualizar con ellas, este conocimiento nos dará la explicación de nuestra debilidad fisiológica, de nuestras enfermedades morales e intelectuales. Y sólo él puede revelarnos las leyes inexorables en las cuales están encerradas nuestras actividades orgánicas y espirituales, hacernos distinguir lo prohibido de lo permitido y enseñarnos que no somos libres para modificar, según nuestra fantasía, ya sea nuestro medio, ya sea a nosotros mismos. En verdad, desde que las condiciones naturales de la existencia han sido suprimidas por la civilización moderna, la ciencia del hombre ha llegado a ser la más necesaria de todas las ciencias.

lunes, 18 de marzo de 2013

La Reconstrucción del Hombre





Por Alexis Carrel


Ha llegado el momento de comenzar la obra de nuestra renovación. Sin embargo, no estableceremos el programa porque hacerlo ahogaría la realidad viviente en una armadura rígida, impediría la aparición de lo imprevisible y fijaría el porvenir en los límites de nuestro espíritu.

Es preciso que nos levantemos y que nos pongamos en camino, que nos libertemos de la tecnología ciega y que realicemos, en su complejidad y su riqueza, todas nuestras virtualidades. Las ciencias de la vida nos han mostrado cual es nuestro fin y han puesto a nuestra disposición los medios de alcanzarlo. Estamos sumergidos, sin embargo, en el mundo que las ciencias de la materia inerte han construido sin respetar las leyes de nuestra naturaleza. En un mundo al que no podemos adaptarnos porque, nacido de un error de nuestra razón y del desconocimiento de nosotros mismos, no está hecho para nosotros. Nos rebelaremos, pues, contra él. Transformaremos sus valores y le daremos un orden con relación a nosotros. La ciencia nos permite hoy desenvolver todas las potencialidades escondidas en nosotros al mismo tiempo que nos deja conocer los mecanismos secretos de nuestras actividades fisiológicas y mentales y las causas de nuestra debilidad. Con saber que hemos violado las leyes naturales sabemos por qué somos castigados y la razón de que estemos perdidos en la oscuridad; pero comenzamos, al mismo tiempo, a distinguir a través de las nieblas de la aurora, la ruta de nuestra salvación.

Por la primera vez en la historia del mundo, una civilización llegada al comienzo de su decadencia, puede discernir las causas de su mal. Puede que sepa servirse de este conocimiento y evitar, gracias a la fuerza maravillosa de la ciencia, el destino común a todos los grandes pueblos del pasado... 

Es necesario que desde este momento iniciemos nuestra marcha por la vía nueva.