Por Fernando Trujillo
“El pacifismo del siglo liberal
ha de ser superado si queremos seguir viviendo.”
- Oswald Spengler
Dentro de
las sociedades crepusculares de Occidente contaminadas por los virus del
humanismo y el pacifismo la guerra es vista desde el punto de vista
material-económico como pura barbarie sin sentido y la cual debe ser evitada en
pro de un estado vegetativo al que los pacifistas llaman con eufemismo “paz”,
para los pueblos tradicionales la guerra era una forma de superar lo humano
trascendiendo a un estado superior, es en el campo de batalla donde el hombre
rompe con la rutina burguesa descubriendo (y liberando) al héroe que lleva dentro.
El heroísmo
de un pueblo compensa la crudeza y horror de la guerra. Los pacifistas llaman a
la guerra genocidio, el verdadero genocidio es dejar que los jóvenes se
consuman en drogas y viendo por televisión los bailoteos grotescos de Michael
Jackson, genocidio es asesinar la sensibilidad de los niños en las escuelas,
ese es el verdadero genocidio que sucede ante nuestros ojos y nadie protesta o
hace algo.
Hay que
decirlo aunque sea un golpe para los discípulos de Gandhi, la historia del
mundo ha sido movida por las guerras. Se podría decir que la historia del hombre
es la historia de la guerra, la guerra es rejuvenecimiento constante, rompe con
el aletargamiento de la paz y despierta la naturaleza viril e indomable del hombre.
Los hippies no escriben la historia con sus lágrimas, la historia la escriben
con sangre los guerreros.
Las lágrimas
se evaporan, la sangre perdura. El pacifismo ha oscurecido la civilización con
la monserga hippie de “amor y paz” tan repetida hasta el cansancio por
políticos, actorcillos y pacifistas llorones de pacotilla. El único logro que
ha tenido la doctrina pacifista es en haber inculcado la cobardía en
generaciones enteras desde la nefasta época de la “revolución de las flores”
que a las juventudes de ahora y al Sistema democrático tanto idolatran.
En este
Occidente envejecido los hombres han perdido todo coraje, el fuego de la
virilidad se ha apagado, los hombres viven por puro principio el placer; comer
comida rápida, conducir autos de lujo, placeres sensuales, escuchar la música
de moda y mirar el futbol en televisión.
Se ha
convertido al hombre en un borrego hedonista sin un sentido de trascendencia y
heroísmo acostumbrado al Happy End del cine, las nuevas generaciones nacen
envejecidas en este mundo que permanece dormido bajo el sueño progresista de
paz y confort. El hombre moderno quiere vivir más años aunque su vida carezca de
sentido, la longevidad es la obsesión de hombres y mujeres y esa obsesión pasa
a los niños. Crecer, reproducirse y morir sin pena ni gloria es la vida que
quiere tener el hombre del mundo moderno, sin aspiraciones ni espíritu.
Hombres y
mujeres incómodos con la vida cómoda y con una cosmovisión superior al hombre
promedio como lo fueron Alejandro Magno, el emperador Juliano, Juana de Arco,
Hypatia de Alejandría, Cornelio Codreanu, Robert Howard y muchos otros que
pudiera citar murieron jóvenes pero con sus hechos habían escrito su nombre en
la historia y conquistado la inmortalidad, hombres que combatieron en distintos
planos de la vida y habían superado la condición de lo meramente humano.
¿Cuántos hombres valientes muertos en las trincheras?
¿Cuántos
intelectuales visionarios castrados por una sociedad insensible? Una raza de
héroes que ya no existe dentro del reino de la cantidad. ¿Qué puede decir de
ellos un hombre prepotente en su auto último modelo? Nada porque los hombrecillos
afeminados de esta época no saben nada de combatir o conquistar la
inmortalidad, solo saben de vivir para consumirse en su propia idiotez escuchando
el mensaje pacifista de John Lennon en una grabadora. La humanidad crece en
número pero la calidad de los hombres disminuye a una velocidad alarmante, el
mundo está sobre poblado de pseudohombres afeminados y pusilánimes aficionados a
los medicamentos para remediar el estrés de la vida diaria. La guerra a este
respecto es higiene, limpia al mundo de la mayoría de cobardes permitiendo que
los mejores sobrevivan para forjar un nuevo mundo.
Todo esto
forma parte del espíritu de la burguesía, el burgués es un espíritu cobarde, un
ser débil que teme a todo lo que no está dentro de su pequeño mundo de lo
económico, eso a lo que el burgués teme es al mundo de lo sapiencial y lo
heroico, ese mundo oculto de las Elites, la Belleza, de la poesía vigorosa, del
espíritu del sacrificio, de la Gnosis y del Hombre Superior. El burgués ignora
o se burla de ese mundo por qué no puede entender todo lo que sobrepase los
límites de su visión materialista. El burgués no se entrega a una causa ni a un
ideal superior, el único ideal para vivir que posee es el de tener lo mejor,
tener más dinero, tener un auto nuevo, tener lo mejor para sí mismo, así el
burgués prefiere que las mayorías gobiernen por él mientras tenga una nueva
televisión todo estará bien.
La burguesía
es una raza de cobardes que son mayoría en Occidente, seres asustadizos de
espiritualidad débil, seres intrascendentes y patéticos sin fuerza, ni valor,
una generación muerta desde que nació. Mientras Occidente se pudre en el
conformismo, en Oriente el islam une a los pueblos árabes y africanos, los
niños se contagian del fundamentalismo islámico uniéndose a la guerra santa con
sus padres y hermanos, en China y Corea del Norte el maoísmo unifica a esos
pueblos bajo una identidad fuerte y vigorosa. Occidente produce burgueses en
número, Oriente produce guerreros en número.
Hoy
Occidente es esclavo de la televisión, mañana será esclavo de Oriente. En la guerra
siempre combaten dos bandos antagónicos, no importa cuanto sea el número de
contendientes al final se reduce a dos bandos cada uno defendiendo su cosmovisión
del mundo.
De un lado
se encuentra el Occidente aristocrático, viril e hiperbórea, el mundo de los
emperadores, los legionarios y los patricios. Del otro lado está el Occidente
plebeyo y femenino de los banqueros, pacifistas y los hombres-maquinas. El imperio
del trabajador contra el imperio del dólar. Dos concepciones enfrentadas a lo
largo de siglos de historia bajo distintos nombres y dos maneras de ver la
guerra.
Mientras que
para el Occidente heroico del estado aristocrático la guerra tiene un sentido
sacro, en el Occidente plebeyo regido por el Tercer Estado el guerrero se
convierte en soldado y la guerra es ejercida con motivos económicos y materiales
perdiendo su sentido sagrado y siendo guiada por un grupo de plutócratas con el
fin de enriquecer sus bolsillos. Luchar y vencer pero no luchar para enriquecer
a un grupo de plutócratas petroleros si no por defender una patria, una familia
y luchar para superar la condición humana.
Arrojemos
las pancartas a la basura y tomemos la espada de nuestros antepasados. Los
imperios fueron creados bajo el fuego de la guerra no por medio de una estúpida
canción de protesta. Si queremos sobrevivir es hora de dejar el pacifismo
burgués, Occidente se está extinguiendo ¡Salvémoslo! Que el espíritu de Gandhi
y Lennon muera de una vez y que el espíritu de los espartanos, romanos,
vikingos y aztecas vuelva para el nacimiento de una nueva raza heroica.
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