lunes, 27 de mayo de 2013

El Suicidio Heroico de Dominique Venner




Algo tardía subo esta información, pero la considero de una relevancia de peso. Todos los datos y reseñas sobre su auge y caída de éste Nacionalista están a continuación.


Por Javier Ruiz Portella


Homenaje a Dominique Venner

Dominique Venner, historiador y ensayista francés que estuvo en los orígenes de la corriente de pensamiento mal llamada “Nueva Derecha”, se ha suicidado este 21 de mayo a los 78 años de edad. Lo ha hecho, además, de la forma más simbólica y espectacular posible: ante el altar mayor de la catedral Notre-Dame de París.

“Su muerte no es la de Drieu-la-Rochelle, no es la de Montherlant. Es la de Mishima”, decía alguien comentando en Radio Courtoisie el acto sacrificial del pensador francés, bien conocido por nuestros lectores.

Un acto sacrificial, en efecto. Un acto destinado a dar testimonio, a sacudir las conciencias. “Serán necesarios —escribía esta misma mañana en su página web— gestos nuevos, espectaculares y simbólicos, para conmover las somnolencias, sacudir las conciencias anestesiadas y despertar la memoria de nuestros orígenes. Entramos en unos tiempos en los que las palabras tienen que ser autentificadas con actos”. Y éste es el acto que tú, amigo, camarada, has realizado, ante el mundo, esta mañana.

Mientras tanto braman las hienas en el desierto. Escupen al pasado de quien sufrió cárcel por haber defendido la Argelia francesa. Se olvidan de tu crucial aportación —es la primera vez que te tuteo, tú, tan “vieille France”— al mundo del pensamiento, de las ideas y de la acción. Olvidemos las hienas. Resbalan sus escupitajos al lado de la grandeza de tu gesto.

Como decimos en esta España a la que tanto querías y para la que escribiste expresamente uno de tus libros: Dominique Venner, ¡presente!

Declaración de Dominique Venner

Las razones de una muerte voluntaria

Estoy sano de cuerpo y de espíritu, y estoy lleno de amor hacia mi mujer y mis hijos. Quiero la vida y no espero nada más allá de ella, salvo la perpetuación de mi raza y de mi espíritu. Sin embargo, en el ocaso de esta vida, ante peligros ingentes que se alzan para mi patria francesa y europea, siento el deber de actuar hasta que aún tenga fuerzas para ello. Juzgo necesario sacrificarme para romper el letargo que nos agobia. Ofrezco lo que me queda de vida con intención de protesta y de fundación.Escojo un lugar altamente simbólico, la catedral Notre-Dame de París que respeto y admiro, esa catedral edificada por el genio de mis antepasados en sitios de culto más antiguos que recuerdan nuestros orígenes inmemoriales.

Cuando tantos hombres se hacen esclavos de su vida, mi gesto encarna una ética de la voluntad. Me doy la muerte con el fin de despertar las conciencias adormecidas. Me sublevo contra la fatalidad. Me sublevo contra los venenos del alma y contra los deseos individuales que, invadiéndolo todo, destruyen nuestros anclajes identitarios y especialmente la familia, base íntima de nuestra civilización multimilenaria. Al tiempo que defiendo la identidad de todos los pueblos en su propia patria, me sublevo también contra el crimen encaminado a remplazar nuestras poblaciones.

Como el discurso dominante no puede abandonar sus ambigüedades tóxicas, les corresponde a los europeos sacar las consecuencias que de ello se imponen. No poseyendo una religión identitaria a la cual amarrarnos, compartimos desde Homero una memoria propia, depósito de todos los valores en los cuales podremos volver a fundar nuestro futuro renacimiento rompiendo con la metafísica de lo ilimitado, origen nefasto de todas las derivas modernas.
Pido de antemano perdón a todos aquellos a quienes mi muerte causará dolor, y en primer lugar a mi mujer, a mis hijos  y nietos, así como a mis amigos y fieles. Pero, una vez desvanecido el choque del dolor, estoy convencido de que unos y otros comprenderán el sentido de mi gesto y trascenderán, transformándolo en orgullo, su pesar. Deseo que éstos se concierten para durar. Encontrarán en mis escritos recientes la prefiguración y la explicación de mi gesto.



Entrevista a Alain de Benoist




Tengo aquí una entrevista al intelectual francés, Alain de Benoist. Él ha sido parte de una corriente ideológica denominada "Nueva Derecha", pero aclaro de forma inmediata para los incautos, que nada tiene que ver con la brutal Derecha neoliberal capitalista que, desde hace más de 20 años, está vendiendo CHILE. Reivindica también una "Democracia" participativa y las organizaciones de base frente a la partidocracia y al Estado Burgués, oponiéndose al Capitalismo salvaje y consumista, teniendo como corazón a Estados Unidos de Norteamérica. Los invito a leer esta interesante entrevista y a conocer más sobre éste notable pensador-escritor.


Se le considera como el fundador de la Nueva Derecha. ¿Cómo "resumir" ésta? ¿Es una escuela política en el mismo sentido que la Action Française, una filosofía, o solo un método de pensamiento?

¡Es difícil "resumir" una trayectoria de 35 años! Lo que los medios de comunicación a partir de 1979 llamaron la "Nueva Derecha" es una escuela de pensamiento, fundada a principios de 1968, que se proponía reconsiderar la filosofía política y trabajar, más generalmente, en el ámbito de las ideas. Al principio, era un grupo de estudiantes. En principio, algunos millares de páginas de libros, revistas, actos de coloquios, conferencias, etc. y una etiqueta que no han dejado de clavarme en la piel, como una túnica de Nessus, pero que siempre he encontrado inadecuada, ya que es ambigua. Daba en efecto una resonancia política a una esfera de influencia esencialmente intelectual y cultural, y la encerraba en una polaridad derecha- izquierda que la clase mediatica-politica tiene todo el interés en intentar hacer persistir, pero que no se corresponde ya en nada a la problemática de nuestro tiempo.

Cuando esta corriente de pensamiento aparece, yo esperaba hacer a la vez un equivalente de la Escuela de Frankfort y del CNRS. Se es idealista cuando se tienen veinte años (y lo peor es que nunca he dejado de serlo). Sigue siendo una multitud de trabajos que ejercieron y todavía ejercen una determinada influencia. Para el futuro, se verá bien: cuando se lanzan botellas al mar, no se prejuzga de las islas a donde llegarán. Pero no es erróneo hablar de método de pensamiento. El método nunca consistió en tener los resultados de estos trabajos para acervos definitivos. La Nueva Derecha evolucionó, no dejó de precisar y hacer avanzar su discurso. Comprendo que eso haya podido desviar a algunos agitados y a los aficionados de excursiones, los que esperan pequeños catecismos y no gusta oír sino lo que ya saben. Nunca he pretendido ser agradable ¡Por esto quizás nunca podría haber sido un buen político!

Su pensamiento ha sido relacionado desde hace tiempo, erróneamente o con razón, con el antiamericanismo, lo que ha sido una especie de revolución copernicana en las derechas francesas de los años setenta. ¿Su posición evolucionó después?

¿Revolución copernicana? Pero si las derechas francesas nunca han sido pro americanas. A excepción de su componente liberal, que incluso solo lo fue raramente. Releed a Maurras, a Barrès, a Bonald o a Joseph de Maistre, o al El cáncer americano, de Arnaud Dandieu y Robert Aron. La derecha francesa desde sus inicios denunció a América como la primera civilización exclusivamente comercial de la historia, como una nación basada en los principios de las Luces, cuya breve historia se confunde con la de la modernidad: individualismo, materialismo práctico, culto del performance y la rentabilidad. Es cierto que en cambio, en la época de la guerra fría, mucha gente de derechas pudo creer, por anticomunismo, que los Estados Unidos defendían al "mundo libre". Ese no fue mi caso. Ahora que el sistema soviético ha desaparecido, se ve por otra parte claramente que el "mundo libre" no es más que el lugar de un tipo diferente de enajenación generalizada.

Sobre los Estados Unidos, mi posición no cambió, pero se precisó y matizó. No soy américanofobo. En primer lugar porque tengo horror a las fobias y no detesto a ningún pueblo; a continuación porque en América como en cualquier otra parte, hay por supuesto cosas de mi agrado. Sin embargo el basamento histórico del americanismo reside en una ideología providencialista de origen puritano que, desde el tiempo de los Padres fundadores, asigna una misión universal a los Estados Unidos (el Manifest Destiny), en este caso la transformación del planeta en un extenso mercado homogéneo exclusivamente regulado por los valores del liberalismo y basado en el modelo antropológico normativo de un individuo dedicado unicamente buscar permanentemente su mejor interés, éste se confunde en general con una cantidad cada vez mayor de objetos consumidos. Centro del "turbocapitalismo", América sigue siendo por otra parte el principal beneficiario y el principal enlace, y también la principal herramienta, de la Forma-Capital. Pienso que el americanismo cultural es la principal amenaza hoy que pesa sobre las culturas y los estilos de vida diferenciados, y que la política exterior americana es el factor principal de brutalización de las relaciones internacionales. Amenaza que se trasluce en el unilateralismo y el aventurerismo militar del equipo actualmente en poder en Washington.

¿A juzgar por los acontecimientos iraquíes, cree que ocurra un próximo choque de civilizaciones?

Los Estados Unidos, que pretenden combatir un islamismo que no dejaron de fomentar durante décadas, eligieron hacer la guerra al único país laico de Oriente Medio. Los resultados confirmaron las peores predicciones de los adversarios de esta guerra ilegal e ilegítima, fundada por añadidura sobre una abominable mentira de Estado (las pretendidas "armas de destrucción masiva"): un caos generalizado que amenaza ahora con extenderse a los países vecinos y dar nuevas razones y motivos a los grupos terroristas para actuar. Es la vieja historia del bombero pirómano.

El tema del "choque de las civilizaciones", teorizado por Samuel Huntington, es una fórmula fácil que sacude inmediatamente a los espíritus perezosos, cada vez más llevados a repetir lemas que les satisfacen que a las exigencias del análisis y la reflexión. Más allá de las fricciones culturales que se producen necesariamente en un mundo globalizado, pienso que esta fórmula no corresponde prácticamente a nada. Las "civilizaciones" no son bloques homogéneos, y no se ve comó podrían transformarse en protagonistas de las relaciones internacionales. La tesis de Huntington aparece en cambio en el momento justo para favorecer la confusión entre las patologías sociales nacidas de la inmigración y el islam, el islam y el islamismo, el islamismo y el terrorismo global. Por ahora, legitima la islamofobia que los Estados Unidos y sus aliados, que estaban en busca de un enemigo absoluto sustituto desde la desaparición de la Unión Soviética, emplean e instrumentalizan muy inteligentemente. George W. Bush llama exactamente a la "cruzada" de la misma forma en que Bin Laden apela a la "guerra santa" -- fundamentalismo musulmán contra monoteísmo del mercado, mientras que en Francia aquellos mismos que, en la época de Sos-Racisme, denunciaban la estigmatización xenófoba de los inmigrantes no dudan ya en denostarlos desde que descubrieron que este grupo de población profesa sobre el Oriente Medio puntos de vistas políticamente incorrectos. Curiosa inversión.

No es un secreto para nadie que Ud. no está realmente en el mismo campo político que Jean-Marie Le Pen. ¿Qué es lo que le separa y qué es lo que podría eventualmente acercarle?

No tengo ninguna enemistad personal hacia Jean-Marie Le Pen. Es un hombre indiscutiblemente valiente, y seguramente uno de los pocos verdaderos hombres políticos de nuestro tiempo. Además, y sobre todo, no soy uno de esos que grita que viene el lobo. Cuando he tenido que criticar al Front National, no lo he hecho para contribuir a su demonización (ya que por otra parte nunca he creído por un momento que el FN representaba una "amenaza para la República"). Pero puesto que me pides resumir esta crítica, quiero responder francamente. El Front National registró resultados electorales importantes, pero no pienso que haya hecho reaparecer a la derecha en la esfera política en una forma que haya sido favorable. Centrar su discurso en la inmigración, como ha ocurrido durante mucho tiempo, inmediatamente lo presentó (a pesar de todas las precauciones de lenguaje empleadas) como un partido antiinmigrantes, por lo tanto como el partido de la xenofobia y la exclusión. Era seguramente electoralmente rentable, pero también era dar a creer que todos los problemas a los cuales se enfrenta a nuestro país se resumen a la cuestión de la inmigración, lo que yo no he creido en ningún momento. La consecuencia fue el renacimiento inmediato de un "antifascismo" -- tan anticuado como el fascismo -- que solidificó el debate en términos anacrónicos. Así, la inmigración se convirtió en un problema silenciado, del cual ya no fue posible hablar normalmente. Y por supuesto, los cuatro millones de votos del FN no hicieron disminuir el número de los inmigrantes ni en un décimo.

Su tendencia a inclinarse a la derecha tampoco me agrada, sobre todo en un tiempo en el que, como ya lo dije, la separación izquierda-derecha ya no significa nada. Era condenarse por adelantado a un guetto con toda clase de agraviados, perdedores perpetuos, de vejestorios, con sus nostalgias, sus ideas fijas, sus crispaciones y sus lemas. Un movimiento político es siempre más o menos prisionero de su público. No es a ese público al que uno pueda transmitirle algo diferente de las trivialidades como propuestas sobre qué hacer frente a temas tan importantes como la desestructuración del vínculo social y la desintegración de la comunidad, la colonización del imaginario simbólico por los valores del mercado, la entrada en el universo postmoderno de las comunidades y redes, las perspectivas abiertas por las biotecnologías, etc.

Permítame añadir que el partido político me parece por otra parte una forma pasada de acceder al poder. Fue la forma de acción política privilegiada en la época de la modernidad: se creaba un partido, se intentaba obtener la mayor cantidad de votos posibles y un buen día, con un poco de oportunidad, se accedía al poder y se aplicaba un programa. En la actualidad, los que acceden al poder constatan que su margen de maniobra es exiguo y que, siempre que tengan un programa, deben sacrificarlo porque las influencias los sobrepasan. La política dejó sus instancias tradicionales, y los mercados financieros tienen más poder que la mayoría de los Estados y Gobiernos. Las cosas quedan aún más claras en el caso de un movimiento protestatario, que no es más que una adición de descontentos. Tal movimiento no tiene ninguna oportunidad de llegar al poder en un sistema donde las posiciones de poder estan predeterminadas de tal forma que sólo gobernarán aquellos que por adelantado prometan que no cambiarán básicamente nada. No le queda mas posibilidad que convertirse en un partido como los demás, pero en este caso significaría la pérdida de su razón de ser. Yo pienso que se pierde el tiempo al intentar una vía intermedia que permita mantener una alternativa.

Escribo eso sabiendo que la crítica es fácil. Y sobre todo sabiendo que la relación entre los hombres políticos y los intelectuales siempre ha sido difícil (sobre todo en la derecha, dónde las reacciones emocionales dominan siempre frente a la reflexión). Los intelectuales de los partidos son siempre desesperados -- y así se vuelven tan rápido como pretendan hablar en nombre de un "nosotros". En cuanto a los hombres políticos, observan inevitablemente a los intelectuales como complicados, cuyos puntos de vista dividen al electorado que pretenden reunir. Mejor es dejar a los nuestros observarse desde sus respectivos planetas.

En resumen, todo lo que, en Francia, no es de izquierdas es demonizado después de Mayo del 68. Ud. no es en realidad "de derechas", pero esta demonización también le afecta. ¿Por qué? ¿Desde cuándo? ¿Cómo?

La demonización es, en mi opinión, un fenómeno más reciente. En los años sesenta, y, en particular, inmediatamente después de Mayo del 68, existía una hegemonía intelectual de la izquierda y la extrema-izquierda, que se manifestaba, entre otras cosas, en el poder del marxismo en la Universidad. Esta hegemonía no era verdaderamente sinónima de demonización. Se ejercía a partir de cenáculos ideológicamente bien estructurados, alrededor de algunas figuras emblemáticas, como Jean-Paul Sartre, y en un clima de politización relativamente intenso. Eso no impedía a los autores "de derechas" publicar (en los años setenta y a principios de los años ochenta, yo mismo tengo libros publicados en los editores más grandes: Albin Michel, Robert Laffont, Plon, etc., lo que no sería ya posible hoy). La demonización apareció en torno a 1985-87, al mismo tiempo que las escuelas de pensamiento de izquierdas y extrema izquierda ampliamente se habían debilitado, cuando el marxismo y el freudianismo habían pasado de moda, y las experiencias históricas a las cuales muchos se habían referido (comunismo soviético, castrismo, "modelo yugoslavo", "Revolución cultural" china, etc.) se habían caracterizado por ser fracasos evidentes, mientras que la despolitización se extendía poco a poco por todas partes, comenzando por el mundo estudiantil.

Analizo esta demonización como un resultado de la conjunción de dos factores principales. Por una parte el resurgimiento de ese "antifascismo" anticuado, vinculado al avance del Front National, del que ya hablé, que sirvió de identidad política sustituta a una gran cantidad de hombres de izquierdas que por otra parte habían abandonado sus antiguas convicciones políticas: decirse "antifascistas" pese que se habían sumido al estado sin alma del reformismo y de la sociedad de mercado les permitía mantener la ilusión de una identidad. Este "antifascismo" sin riesgos (a diferencia del antifascismo histórico), es eminentemente rentable, ya que es consonante con el espíritu del tiempo, tomó la forma de un psicodrama, que se tradujo en la instauración de "Comités de Vigilancia", de prácticas inquisitoriales generalizadas, de escándalos a grandes espectáculos, de recitación ritual de mantras sobre la "memoria histórica", de purificaciones retrospectivas, etc. El segundo factor fue la instauración de lo que se llama el "pensamiento único", fenómeno que es necesario interpretar de una manera sistémica más que ideológica. El fracaso de las grandes experiencias alternativas del siglo XX generalizó la idea que vivimos bajo el horizonte del "único" modelo de sociedad posible. Es la idea que no dejan de repetir implícitamente los medios de comunicación, y que Fukuyama teorizó en su libro sobre el "fin de la historia". Se desprendió la ilusión que no existe más que una única solución a los problemas políticos y sociales, solución técnica y no ideológica, que la gestión pública es un asunto esencialmente tecnocrático, y que todo lo que se diferencie de este "círculo de razón" debe descartarse despiadadamente. Los partidos políticos ya no tienen diferencias ideológicas importantes sino tan solo una imagen mediática, mientras tanto han constituido un gran bloque central, un "extremismo de centro", cuya característica principal es que es intercambiable y homogéneo.

Sobre la base de esa doble vulgata mínima, se estableció de manera acelerada un proceso de exclusión-demonización. Se amplió progresivamente en círculos concéntricos, en relación inicialmente contra gente muy conocida de "extrema derecha", pero extendiéndose muy rápidamente contra todas las voces discordantes cualquiera que fuera la procedencia (incluidas las voces discordantes de izquierdas). En resumen, todos los espíritus libres vieron como poco a poco se les cortaba el altavoz. Para dar ejemplos, sería necesario llenar decenas de páginas. Solo daré uno, totalmente personal, pero que da una idea del camino recorrido: en 1981, Le Monde todavía podía publicar un texto mío que cubría dos plenas páginas de este diario, mientras que hoy no podría ya publicar ni una sola linea de mi autoría. En 1977, más de 300 artículos habían saludado la publicación de mi libro titulado Vu de Droite, que luego fue premiado con el Gran Premio para Ensayo de la Academia Francesa. En la actualidad, he renunciado simplemente hacer servicios de prensa. Queda claro que al hacer un trabajo de orden intelectual, es decir, intervenir en un campo teórico que algunos han querido silenciar, no he tenido otra opción, en un entorno así, que ser enviado al ostracismo. Como nunca me he retractado de ninguna línea de lo que he escrito, se me envía al silencio, método muy eficaz en la época en que todo depende de los medios de comunicación e información. Al hacer silencio se ahorran el tener que refutarme, que es más difícil. Eso no me impide que duerma. El ostracismo, hoy, es el otro nombre de la libertad.

Basta con viajar un poco por Europa, o a otra parte, para darse cuenta de que le reconocen más en Italia o en los EE.UU que en Francia. ¿Cómo explicar tal estado de hecho?

En efecto todos los meses viajo a Italia, donde se publicaron varios libros y donde mis propias obras han sido agregadas al programa de varios ciclos de estudios universitarios. Regularmente soy invitado allí a discutir, en coloquios o en la televisión, con autores o personalidades de todas las opiniones políticas. Después de haber conocido el triste período de los "años de plomo", Italia es un país con más libertad, o más bien, con una libertad intelectual normal. Cuando se invita a alguien para discutir, se preocupa en general de una cosa: que tenga algo que decir. Es decir que la "vigilancia" y los "cordones sanitarios" a la francesa, las contorsiones dialécticas sobre los riesgos de "contaminación", los cálculos sobre la necesidad de "no legitimar", la presunta importancia de "no hacer el juego", son un objeto de estupor para la mayoría de los intelectuales italianos que, por lo demás, se preguntan por qué el medio intelectual francés se ha agotado. Añado que la ausencia de centralización jacobina favorece en Italia el pluralismo editorial y cultural, contrariamente a lo que se ve en Francia, donde un cuarto de pequeños marqueses rigen el mundo de las letras e ideas desde dos o tres distritos de la capital. Por eso tengo seguramente hoy más lectores en Italia que en Francia. Como ya fue en otro tiempo el caso de Georges Sorel.

Fuerte es la impresión de que en Francia, todo está paralizado. Tanto en términos de reformas, de instituciones nacionales como europeas e incluso de debate intelectual. ¿Esta situación le parece definitiva o se encuentra condenada a evolucionar?

Francia es en efecto hoy un país completamente bloqueado. Mientras que hace quince años, hombres tan diferentes como José Maria Aznar, Berlusconi, Gerhard Schröder o Tony Blair eran aun prácticamente desconocidos, nuestra clase política data de la era Brezhnev. A nivel económico e industrial, la actitud más corriente, ante la problemática planetaria actual, es la del repliegue sobre un capullo protector que debe desaparecer. En cuanto al debate intelectual, reducido a un diálogo incestuoso entre los que piensan la misma cosa, desapareció completamente. Los grandes autores, de izquierdas como derechas, murieron sin haber sido sustituidos, y no se traducen ya ninguno de los libros que suscitan en el extranjero los debates más estimulantes (con la consecuencia que resulta completamente imposible estar al corriente de la evolución de algunas disciplinas si no se lee al menos el inglés, el alemán y el italiano). ¿Saldremos un día de esta situación? Por supuesto. En los asuntos humanos, nada es definitivo. Toda la cuestión consiste en saber en qué estado se saldrá. Mi convicción personal es que las cosas comenzarán a evolucionar cuando nuevas separaciones, producidas por la actualidad, se impongan a los que siguen hoy razonando en categorías anacrónicas.

Hace algunos años, Alain Madelin garantizaba que estábamos en un período asimilable al de 1789, con élites tecnócratas en lugar de nobles cuyos privilegios no correspondían ya de ningún modo a los servicios al mismo tiempo prestados a la nación. ¿Este paralelo le parece pertinente?

Yo desconfío siempre un poco de los paralelos históricos; como decía Lénin, la historia no reconstruye los platos rotos. Alain Madelin, por otra parte un agradable muchacho, pero que pertenece también a la Nueva Clase dirigente, creía seguramente, haciendo esta comparación, que la hora del liberalismo llegaba a su fin. Sin tener por supuesto la menor simpatía por las élites tecnócratas, yo creo al contrario que es al fracaso generalizado de las prácticas liberales hacia donde nos dirigimos. Desde los tiempos de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher, el poder mundial del neoliberalismo salvaje ha implicado por todas partes la agravación de desigualdades (entre países como dentro de cada país), ha causado la aparición de una "nueva cuestión social", dónde la exclusión de los "inútiles" tiende a sustituir a la simple explotación en el trabajo por la lógica del beneficio, y ha empeorado de manera dramática la desintegración del lazo social. Y sólo menciono de memoria las deslocalizaciones, la erradicación de las culturas y las catástrofes ecológicas. La globalización neoliberal, al mismo tiempo que intensifica las rivalidades y vuelve cada vez más divergentes los intereses europeos y los intereses americanos, creó un mundo fluido, sin fronteras, donde la instantaneidad de los flujos suprime el espacio y el tiempo permitiendo al mismo tiempo a las crisis locales extenderse de manera viral a escala planetaria. El sistema financiero internacional, donde la burbuja especulativa no deja de extenderse en detrimento de la producción real, se debilita tanto, mientras que se resume en una crisis generalizada de los suministros energéticos, comenzando por el petróleo. La "megamáquina" occidental, llevada por la fuga hacia adelante del productivismo, se asemeja más que nunca a un bólido desprovisto de frenos. En absoluto estamos sobre un volcán, pero dudo mucho que un nuevo "después de 1789" se asemeje a lo que espera el simpático Madelin.

"Le Figaro" recientemente preguntó a numerosos escritores y intelectuales sobre este tema: ¿Qué es lo que significa ser Francés? ¿Cómo respondería a esta pregunta?

La buena pregunta es en efecto: ¿Qué es lo que significa ser francés?, y no: ¿Quién es francés? Difícil responder en una época en la que el mantenimiento de las fronteras ya no garantiza nada, y sobre todo ni la identidad del pueblo o la especificidad de las culturas. Es difícil responder cuando la lógica de la ideología de lo Mismo no deja de extenderse, y cuando el estilo de vida de los franceses no se distingue ya fundamentalmente del de sus vecinos (o del de países del mismo nivel de consumo). La primera respuesta que viene al espíritu: "ser francés consiste en practicar, o más exactamente a vivir la lengua francesa, en lo que tiene de irreducible a cualquier otra", no es obviamente falsa, sino sólo es medianamente satisfactoria. Al menos la pregunta tiene el mérito de decir que no son los inmigrantes que hicieron desaparecer nuestra identidad, sino que tendemos más bien a rechazar las suyas porque ya perdimos la nuestra.

En realidad, tal pregunta invita a meditar sobre el concepto de identidad, y a hacerlo sin sucumbir a las definiciones simplistas, ingenuas o convulsivas, que se dan aquí o allí. En la época postmoderna, incluso las identidades heredadas sólo se vuelven activas siempre que se quieran, se elijan y se reconozcan. La identidad no es una esencia, un depósito intangible, unas simples herencias del pasado que se remiten a algunos grandes mitos fundadores. La identidad es una sustancia, un relato sustancial, un proceso narrativo, dialéctico, donde se combinan permanentemente una parte objetiva y una parte subjetiva, y donde el intercambio con el otro forma también parte de la construcción del sí mismo. La identidad no es lo que no cambia nunca, sino lo que define nuestra manera específica de enfrentar el cambio. No reside ni anteriormente ni en la tradición, sino en la clara conciencia que nos corresponde proseguir una narración que excede ampliamente a nuestra persona. Es esta clara conciencia que me parece que falta hoy.

Sus escritos demuestran que promueve una Europa federal, pero no se priva de criticar agudamente la actual construcción europea, sin embargo considerada como federalista. ¿Por qué razones?

Pienso, en efecto, que el sistema federalista es el único que está en condiciones de reconciliar los imperativos aparentemente contradictorios de la unidad, que es necesaria para la decisión, y de la libertad, que es necesaria para el mantenimiento de la diversidad y para el pleno ejercicio de la responsabilidad. Los que califican la Europa actual de Europa federal ponen de manifiesto por allí que no tienen ni la menor idea de lo que es el federalismo. El federalismo se basa en el principio de subsidiariedad, competencia suficiente y soberanía compartida. Una sociedad federal se organiza, no a partir de arriba, sino a partir de la base, recurriendo a todos los recursos de la democracia participativa. La idea general es que los problemas estén regulados al nivel mas local posible, es decir, que los ciudadanos tengan la posibilidad de decidir concretamente sobre lo que les concierne, solo remontando a un nivel superior las decisiones que interesan a colectividades más extensas o que los niveles inferiores no tienen la posibilidad material de tomar. Un Estado federal es, pues, lo contrario de un Estado jacobino: lejos de pretenderse omnicompetente y querer regular lo que pasa a todos los niveles, se define solamente como el nivel de competencia más general, el nivel donde se trata exclusivamente lo que no puede tratarse en otra parte. Al querer inmiscuirse en todo (desde el diámetro de los quesos italianos, a la caza, a las aves migratorias en el Suroeste de Francia), al querer, no añadir, sino substituir a las autoridades públicas de las naciones y las regiones, las actuales instituciones europeas, esencialmente burocráticas, se conducen, no como un poder federal, sino como un poder jacobino. Son, por añadidura, tan "ilegibles" para el ciudadano medio, que eligieron deliberadamente dar la prioridad a la ampliación de sus estructuras de competencia y no a la profundización de sus estructuras institucionales, que pretenden hoy dotarse con una Constitución sin haber creado un poder constituyente, y finalmente que los que las personifican no están obviamente de acuerdo ni sobre los límites geográficos de Europa ni sobre las finalidades de la construcción europea (extensa zona de libre comercio o potencia independiente, espacio transatlántico o proyecto de civilización), es desgraciadamente bien comprensible que muchos de nuestros conciudadanos observan como un problema suplementario lo que habría debido normalmente ser una solución.

¿Ud. piensa que lo peor siempre está cerca o que al contrario, el futuro puede siempre comenzar mañana?


¡Si el futuro comienza siempre mañana, el pasado se termina siempre ayer, lo que nos hace apenas salir de las trivialidades! La historia, en realidad, está siempre abierta, y por eso optimismo y pesimismo son inadecuados igualmente para enfrentarla. Los hombres no saben la historia que hacen, no más de lo que saben acerca de la naturaleza de la historia que los hace. Al menos podrían intentar tomar conciencia del momento histórico en el cual se encuentran. Desgraciadamente lo hacen raramente, en tanto que es potente la tendencia del espíritu a examinar la novedad con herramientas conceptuales erróneas. La ruptura histórica de los años 1989-91 nos hizo salir a la vez del siglo XX y del extenso ciclo de la modernidad, para hacernos volver a entrar en una era radicalmente nueva. Incluso si está bien claro que el Muro de Berlín no cayó todavía en todas las cabezas, sería hora de analizar las señales de forma diferente que mirando por el retrovisor. "Todo lo que llega es adorable", decía Léon Bloy.

Sobre "La Nueva Derecha"





Por Eduardo Hernan Nieto


Hace ya algún tiempo que la derecha viene recuperando paulatinamente el espacio intelectual copado casi en su totalidad por el pensamiento gnóstico (Voegelin), es decir por las corrientes positivistas, historicistas y escépticas. En este sentido, llama la atención por ejemplo el concepto de "Nouvelle Droite" o Nueva Derechaque se gestó en la Francia setentera, y que tuvo como animador más visible al notable intelectual francés Alain De Benoist ("La Nueva Derecha", Planeta, Barcelona, 1982).

En realidad, la tarea emprendida por de Benoist y otros colaboradores, fue admirable, pues se trató de un intento de síntesis de todo aquello que había sido escrito en Occidente desde una original mirada crítica a la ilustración francesa, la abstracción de los derechos humanos, el igualitarismo, el materialismo, y el nihilismo que se decantó como una sombra por todos los espacios a partir del siglo XIX.

Así, personajes singulares como Weber, Pareto, Evola, Nietzsche, Schmitt, Eliade, Céline, D.H Lawrence, Marineti, Jünger, Lorenz, Jung, entre otros, compartieron esta visión que reivindicaba el espíritu antes que la materia, la diferencia antes que la homogeneidad insípida, los valores de la vida y la naturaleza antes que el nihilismo, y por supuesto la acción antes que la comodidad burguesa. Ciertamente, esta síntesis desarrollada en Francia después de Mayo del 69, era heredera directa de la "Revolución Conservadora", que se dio en la Alemania de Entre Guerras y que proponía e impulsaba estas mismas ideas.

Sin embargo, llamaba también la atención el interés de la nueva derecha por el pensamiento del intelectual marxista Gramsci. Empero, estar referencia a Gramsci, dentro del pensamiento de la Nueva Derecha, resultaba tangencial y no esencial, pues sólo se trató del empleo de sus ideas respecto a la relevancia del pensamiento para conseguir el poder y sobre todo para hacerlo durar.

En este sentido, cualquier acción política exitosa debía ser "gramsciana" si es que quería tener alguna opción dentro de la lucha por el espacio político y por ello la verdadera colisión política era la GUERRA CULTURAL. De allí, lo trascendente que resultaba el dominio y control sobre la Universidad como medio para conquistar después el espacio político.

La intención de la "Nouvelle Droite" era pues convertirse en una plataforma política y quizá hasta en un partido, por ello, resultaba sensata su apuesta Gramsciana. Sin embargo, entre sus propuestas no se advertía por cierto ningún sesgo racista, como podrían pensar sus detractores marxistas y liberales, así De Benoist comentaba: "Condeno, sin ninguna excepción, los racismos, comprendidos, por supuesto, los que se ocultan tras la máscara de un antirracismo de conveniencia"("La Nueva Derecha" p.115), en cambio, si era visible su cuestionamiento al cristianismo en especial por su carácter mesiánico y maniqueo, y por haber permitido la sublevación de la masa respecto a las élites (de allí la denominación del Cristianismo como "Bolchevismo Antiguo"), lo cual, a su vez, no haría ilógica y extraña la aparición por ejemplo de algo como la "Teología de la Liberación".

Así pues, la fuerza de la nueva derecha descansaba en la posibilidad de utilizar las mismas herramientas que le sirvió a la izquierda para conquistar la Academia, pero evidentemente la superioridad del pensamiento de la Nueva derecha hacía que éste se viera como una amenaza y por eso la izquierda tenía que recurrir al poder económico y sobre todo al de la prensa para fustigar la legitimidad de este discurso tachándolo como suele hacer con todo lo que le incomoda al apelar a la salvadora etiqueta del "temible" Fascismo.

sábado, 25 de mayo de 2013

Patria y Nacionalidad




Por Mijail Bakunin


El Estado no es la patria; es la abstracción, la ficción metafísica, mística, política y jurídica de la patria. La gente sencilla de todos los países ama profundamente a su patria; pero éste es un amor natural y real. El patriotismo del pueblo no es sólo una idea, es un hecho; pero el patriotismo político, el amor al Estado, no es la expresión fiel de este hecho: es una expresión distorsionada por medio de una falsa abstracción, siempre en beneficio de una minoría explotadora.

La patria y la nacionalidad son, como la individualidad, hechos naturales y sociales, fisiológicos e históricos al mismo tiempo; ninguno de ellos es un principio. Sólo puede considerarse como un principio humano aquello que es universal y común a todos los hombres; la nacionalidad separa a los hombres y, por tanto, no es un principio. Un principio es el respeto que cada uno debe tener por los hechos naturales, reales o sociales.


La nacionalidad, como la individualidad, es uno de esos hechos; y por ello debemos respetarla. Violarla seria cometer un crimen; y, hablando el lenguaje de Mazzini, se convierte en un principio sagrado cada vez que es amenazada y violada. Por eso me siento siempre y sinceramente el patriota de todas las patrias oprimidas.

La esencia de la nacionalidad. Una patria representa el derecho incuestionable y sagrado de cada hombre, de cada grupo humano, asociación, comuna, región y nación a vivir, sentir, pensar, desear y actuar a su propio modo; y esta manera de vivir y de sentir es siempre el resultado indiscutible de un largo desarrollo histórico.

Por tanto, nos inclinamos ante la tradición y la historia; o, más bien, las reconocemos, y no porque se nos presenten como barreras abstractas levantadas metafísica, jurídica y políticamente por intérpretes instruidos y profesores del pasado, sino sólo porque se han incorporado de hecho a la carne y a la sangre, a los pensamientos reales y a la voluntad de las poblaciones. 

Se nos dice que tal o cual región - el cantón de Tesino [en Suiza], por ejemplo -pertenece evidentemente a la familia italiana: su lenguaje, sus costumbres y sus restantes características son idénticos a los de la población de Lombardía y, en consecuencia, debería pasar a formar parte del Estado italiano unificado.

Creemos que se trata de una conclusión radicalmente falsa. Si existiera realmente una identidad sustancial entre el cantón de Tesino y Lombardía, no hay duda alguna de que Tesino se uniría espontáneamente a Lombardía. Si no es así, si no siente el más leve deseo de hacerlo, ello demuestra simplemente que la Historia real - la vigente de generación en generación en la vida real del pueblo del cantón de Tesino, y responsable de su disposición contraria a la unión con Lombardía - es algo completamente distinto de la historia escrita en los libros. Por otra parte, debe señalarse que la historia real de los individuos y los pueblos no sólo procede por el desarrollo positivo, sino muy a menudo por la negación del pasado y por la rebelión contra él; y que este es el derecho de la vida, el inalienable derecho de la presente generación, la garantía de su libertad.

La nacionalidad y la solidaridad universal. No hay nada más absurdo y al mismo tiempo más dañino y mortífero para el pueblo que erigir el principio ficticio de la nacionalidad como ideal de todas las aspiraciones populares. El nacionalismo no es un principio humano universal. Es un hecho histórico y local que, como todos los hechos reales e inofensivos, tiene derecho a exigir general aceptación. 

Cada pueblo y hasta la más pequeña unidad étnica o tradicional tiene su propio carácter, su específico modo de existencia, su propia manera de hablar, de sentir, de pensar y de actuar; y esta idiosincrasia constituye la esencia de la nacionalidad, resultado de toda la vida histórica y suma total de las condiciones vitales de ese pueblo.

Cada pueblo, como cada persona, es involuntariamente lo que es, y por eso tiene un derecho a ser él mismo. En eso consisten los llamados derechos nacionales. Pero si un pueblo o una persona existe de hecho de una forma determinada, no se sigue de ello que uno u otra tengan derecho a elevar la nacionalidad, en un caso, y la individualidad en otro como principios específicos, ni que deban pasarse la vida discutiendo sobre la cuestión. Por el contrario, cuanto menos piensen en si mismos y más imbuidos estén de valores humanos universales, más se vitalizan y cargan de sentido tanto la nacionalidad como la individualidad.

La responsabilidad histórica de toda nación. La dignidad de toda nación, como la de todo individuo, debe consistir fundamentalmente en que cada uno acepte la plena responsabilidad de sus actos, sin tratar de desplazarla a otros. ¿No son muy estúpidas todas esas lamentaciones de un muchachote quejándose con lágrimas en los ojos de que alguien lo ha corrompido y le ha puesto en el mal camino? Y lo que es impropio en el caso de un muchacho está ciertamente fuera de lugar en el caso de una nación, cuyo mismo sentimiento de autoestima debería excluir cualquier intento de cargar a otros con la culpa de sus propios errores.

Patriotismo y justicia universal. Cada uno de nosotros debería elevarse sobre ese patriotismo estrecho y mezquino para el cual el propio país es el centro del mundo, y que considera grande a una nación cuando se hace temer por sus vecinos. Deberíamos situar la justicia humana universal sobre todos los intereses nacionales. Y abandonar de una vez por todas, el falso principio de la nacionalidad, inventado recientemente por los déspotas de Francia, Prusia y Rusia para aplastar el soberano principio de la libertad. La nacionalidad no es un principio; es un hecho legitimado, como la individualidad. Cada nación, grande o pequeña, tiene el indiscutible derecho a ser ella misma, a vivir de acuerdo con su propia naturaleza. Este derecho es simplemente él corolario del principio general de libertad. 

Todo aquél que desee sinceramente la paz y la justicia internacional debería renunciar de una vez y para siempre a lo que se llama la gloria, el poder y la grandeza de la patria, a todos los intereses egoístas y vanos del patriotismo. 


sábado, 18 de mayo de 2013

Crónica de una estafa abortada: El fracaso del ¿Royalty?





Por Alexis López Tapia


Una vieja historia de “nacis”

En las elecciones parlamentarias de 1937, el Movimiento Nacional Socialista Chileno (MNS) obtuvo tres bancas, resultando electos los Diputados Jorge González Von Mareés por Santiago; Fernando Guarello Fitz–Henry, por Valparaíso y Quillota; y Gustavo Vargas Molinare, elegido por Temuco; perdiéndose por un estrecho margen, la candidatura de Carlos Keller Rueff por Concepción.

En materia económica, los representantes nacistas fueron los primeros en presentar al parlamento dos proyectos de ley, que proponían entre otros, la derogación momentánea del pago de la deuda externa y la necesidad de gravar un impuesto progresivo a las exportaciones de cobre: así por primera vez, se comenzó a hablar en CHILE de un impuesto sobre nuestro principal producto de exportación, con el objetivo explícito de llegar a la “Nacionalización” del Cobre, que el partido había venido sosteniendo desde su creación.

En 1939, el presidente Pedro Aguirre Cerda consultó al MNS, qué ideas tenían para poder resolver el grave estado en que había quedado el país después del terremoto de enero de ese año.

El Movimiento le respondió que –con suma urgencia- debía crearse una Corporación de Desarrollo basada en un impuesto al Cobre, particularmente considerando que se tenía la noción de que Europa entraría en Guerra a corto plazo, y que si ello ocurría, EE.UU. no permitiría un impuesto de esa naturaleza.

La idea tuvo un largo debate en el Parlamento, pero finalmente, el 29 de abril de 1939, se aprobó la Ley Nº 6.434 “De Reconstrucción y Auxilio y Fomento de la Producción”: así nacía Corfo (Corporación de Fomento) apenas cinco meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Esa fue la primera vez que en CHILE se aplicó un impuesto específico a la extracción de Cobre, no obstante, el Estado chileno recibía muy pocos beneficios, hasta que -recién en 1951- la firma del “Convenio de Washington” le permitió a CHILE disponer de 20 por ciento de la producción cuprífera.

Sólo en 1955, el parlamento comenzó a legislar sobre la producción de Cobre y se dictaron las primeras leyes específicas sobre tributación de esta actividad, destinadas a garantizar un ingreso mínimo al Estado. Ese mismo año fue creado el “Departamento del Cobre”, con atribuciones de fiscalización y de participación en los mercados internacionales del metal.

Retomando la vieja idea de los nacistas, sólo en 1966 se inició la llamada “chilenización del cobre”, que partió con la aprobación por parte del Congreso de la ley 16.425, que determinaba la creación de sociedades mixtas con las empresas extranjeras, en las cuales el Estado tendría 51 por ciento de la propiedad de los yacimientos.

Este proceso determinó la transformación del “Departamento del Cobre” en una “Corporación del Cobre”. Así, por primera vez, el Estado de Chile asumió un papel decisivo en la producción y comercialización del mineral.

La participación de 51 por ciento del Estado se concretó en los yacimientos más importantes y emblemáticos: Chuquicamata, El Teniente y Salvador, que como resultado de este proceso recibieron inversiones de importancia. Entre los objetivos de la “chilenización” también se buscaba refinar todo el cobre dentro de este país y aumentar la producción hasta un millón de toneladas.

El escenario de la industria cambió radicalmente en julio de 1971 cuando el Congreso aprobó por unanimidad el proyecto sobre “Nacionalización de la Gran Minería del Cobre”, promulgado en la ley 17.450.

Para concretar este llamado “proceso de nacionalización” fue necesario modificar el artículo 10 de la Constitución Política del Estado de Chile, al cual se le agregó una disposición transitoria en la cual se planteaba que “por exigirlo el interés nacional y en ejercicio del derecho soberano e inalienable del Estado de disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales, se nacionalizan y declaran por tanto incorporadas al pleno y exclusivo dominio de la Nación las empresas extranjeras que constituyen la gran minería del cobre…”.

Los bienes y las instalaciones de estas empresas pasaron a ser propiedad del Estado de CHILE, que –sin embargo- creó “sociedades colectivas” para hacerse cargo de las operaciones, coordinadas por la Corporación del Cobre de aquel entonces: de este modo, la llamada nacionalización, en realidad operó como una “colectivización”, imitando de algún modo el modelo de los soviets.

La nueva normativa facultó al Gobierno chileno para que dispusiera sobre la organización, explotación y administración de las empresas “nacionalizadas”, es decir, “colectivizadas”.
También determinó que sólo podrían enajenarse o constituirse derechos de explotación sobre concesiones mineras para yacimientos que no estuvieran en explotación para ese momento, previa autorización por ley.

Como resultado de estas atribuciones fueron dictados los decretos ley 1.349 y 1.350 publicados en 1 de abril de 1976, que formalizaron la creación de una empresa minera, la Corporación Nacional del Cobre de CHILE, Codelco.

LA SITUACIÓN ACTUAL

En los años 1989-1990 el aporte de Codelco al erario Nacional se aproximó a los 2.000 millones de dólares promedio anual.

En 1995, el Estado chileno recibió de Codelco 1.735 millones de dólares, que correspondían al 57% del valor total de las ventas de cobre de Codelco.

En el 2001, el Estado sólo recibió 344 millones de dólares de Codelco. Es decir, un 80% menos que el período anterior, a pesar que la producción de Codelco había aumentado.
En 1995 el Estado recibió de Codelco 72 centavos de dólar por libra y en el 2001 sólo 9,4 centavos de dólar por libra.

Sin embargo, las empresas privadas, que controlan cerca del 70% de la producción, doblando la producción de Codelco, sólo aportaron 100 millones de dólares anuales aproximadamente.
 En el 2002, sólo aportaron 20 millones de dólares, según declaró el Tesorero General de la República, en el Senado de la época.

¿A qué se debió esto?

A tres factores principales.

1.       A la sobreproducción de cobre creada desde CHILE por las empresas extranjeras, con el consiguiente derrumbe del precio internacional del mineral.

2.       A que las empresas extranjeras no pagaban renta por tonelada de cobre extraída.

3.       Debido a que la mayoría de las empresas privadas no pagan impuestos.

Confirmando los planteamientos realizados a mediados de los 90, Chile incrementó la producción de cobre en el período 1995-1999, en 1,9 millones de toneladas métricas de cobre fino.

Las importaciones mundiales de los 140 países del mundo se incrementaron sólo en 1,3 millones.

CHILE cubre el 100% del incremento de las importaciones mundiales, y adicionalmente produce un excedente de más de 46%. El stock -cobre que no se vende- llegó a los más altos niveles de la historia. La sobreproducción continúa hasta hoy.

El precio del cobre se derrumbó a partir de 1995, a pesar de que la demanda mundial como promedio anual ha crecido sustancialmente hasta ahora, -incluso durante la crisis asiática. 

El precio del cobre de 1995 fue de 133,2 centavos de dólar la libra. Durante los 30 años previos a 1995, estuvo en torno a los 140 centavos y en los últimos años -en dólares de 1995- es menor a 70 centavos de dólar la libra.

CHILE aumenta las cantidades exportadas y el ingreso en dólares para el país disminuye. Se produce el llamado “Crecimiento Empobrecedor”.

Las exportaciones se incrementaron para llegar a 4,65 millones de TM y recibe menos que cuando exportaba 2,41 millones de toneladas métricas [TM]. Es decir, en la práctica esto opera como si en el año 2001 se hubiesen regalado más de 2,2 millones de TM.
De este modo, el modelo de explotación de cobre existente en el país logró que el cobre cada año valga menos.

En 2005, durante el gobierno de Ricardo Lagos, se aprobó un denominado “Royalty” a la minería, que gravó la exportación de Cobre con un 4%, a cambio de nada menos que 12 años de invariabilidad tributaria para las mineras: es decir, durante 12 años los impuestos no serían modificados, y las mineras podrían explotar todo el cobre que quisieran pagando un impuesto fijo.

En países como Australia, el royalty aplicado a recursos no renovables alcanza un 40%. Sin embargo, las mismas mineras australianas que explotan cobre en Chile pagan sólo un 4%.

LA ESTAFA QUE FRACASÓ Y LO QUE DEBERÍAMOS HACER

Después del terremoto, una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Sebastián Piñera fue un paquete de impuestos, que incluía una nueva alza del impuesto específico al Cobre: se pretendía pasar de una recaudación de 600 millones de dólares a una de 1.000 millones, pero… ¡a cambio de mantener la invariabilidad tributaria hasta el año 2025! La oposición se pronunció en contra de la medida.

Según el Gobierno, ellos no tenían ningún argumento para oponerse, ya que –cuando eran gobierno-, fueron los primeros en aprobar la invariabilidad tributaria para la explotación del recurso por 12 años.

Es decir, como el Gobierno de Lagos estafó a todo Chile por 12 años… ¡Piñera pretendía volver a estafarnos por seis años más! 

Efectivamente, porque el mal llamado “Royalty” a la minería es apenas un mínimo tributo sobre nuestro principal recurso de exportación NO RENOVABLE.

Si usted fuera dueño de una Minera, y le dijeran que durante los próximos 20 años va a poder explotar todo el Cobre que quiera, pagando sólo un 4, un 8 o incluso un 10 por ciento ¿qué haría usted?

Por supuesto: ¡explotar la mayor cantidad de mineral posible en ese período!

El llamado “royalty” es una estafa, porque produce la falsa sensación de que estamos verdaderamente cobrando un “impuesto” por nuestra principal riqueza, cuando la verdad es que el aporte de las mineras privadas al Estado es una ínfima parte de lo que Codelco tributa, pese a que las mineras transnacionales producen más de 70% del cobre del país.

La verdad es que ni la Concertación ni la Alianza tienen el valor político de hacer lo único que debemos hacer: exactamente lo mismo que los diputados “nacistas” pidieron en ya en los años ‘30:

¡DEBEMOS NACIONALIZAR EL COBRE!

Y a quienes quieran seguir explotándolo, simplemente exigirles al menos un 50% de las utilidades, y punto.

Adicionalmente, debemos crear una Bolsa de Metales propia:

¡HAY QUE DECIRLE ADIOS A LA BOLSA DE LONDRES!

 Hay que decirle ¡ya basta! a los que durante los últimos 100 años han profitado de nuestra riqueza: primero con el Salitre y ahora con el Cobre.

Llegará el día –más temprano que tarde-, en que el Cobre chileno se acabará: entonces ninguno de los cobardes que no se atrevió a hacer lo que debe hacerse, vendrá a darle explicaciones por la miseria del país a sus hijos o sus nietos. 

La responsabilidad de cambiar esto es suya, es mía y es nuestra: de cada uno de los chilenos.

Por CHILE.

Por el Futuro.

¡HAY QUE NACIONALIZAR EL COBRE!

lunes, 13 de mayo de 2013

Doctrina Socialista Nacional de la Acción (UN CAMINO PARA LA REALIZACIÓN DEL CUERPO Y LA MENTE)






Por el Profesor Wolfram


“Quien permanece en el deber, lo hace en el honor. Sin honor es el que traiciona su deber”.

”La vida no es sólo Ser, la vida es llegar a Ser, es formarse espiritual y corporalmente. Se llama vida a disponer diariamente de una nueva Fuerza, y cada hora alumbrar un nuevo Valor.”


UN CAMINO PARA LA REALIZACIÓN DEL CUERPO Y DE LA MENTE

A menudo, durante el transcurso de nuestras breves existencias, muchos interrogantes afloran a nuestra consciencia, como pueden ser el preguntarse por quiénes somos, qué hacemos en esta vida y cuál es el futuro que nos depara. Estas cuestiones metafísicas inevitablemente no tienen respuesta por la misma razón que su presupuesto excede a la lógica y al raciocinio, simplemente; es como si , delante de un precipicio, comenzásemos a divagar sobre la profundidad del mismo, si tiene o si no tiene fin, qué ocurrirá si nos caemos por el mismo, etc.

Este breve ejemplo, que es fácilmente comprensible, ilustra la situación del hombre moderno y su actitud general ante la vida, con la diferencia que el hombre común no se plantea dichos interrogantes, sino que elude hablar sobre ellos. Pero, ¿qué es el hombre moderno? Atendiendo a su origen etimológico, vendría del latín "modus", que significa modo, manera. Así pues, el hombre moderno es el que se adecúa a los planteamientos, modos y maneras que, de alguna forma, no nacen en él, sino que son adquiridos en un determinado ambiente o entorno.

Por esta razón y esta pasividad del hombre moderno, lejos está el mismo de comprender el mundo de un modo filosófico, y por supuesto tampoco cultural. Sencillamente, el hombre moderno no se plantea ninguna cuestión sobre su existencia sobre la tierra, sino que SUFRE SUS ACCIDENTES. Volviendo al mismo ejemplo del precipicio, con el que hemos ilustrado los misterios que envuelven nuestra existencia, el hombre moderno, al contrario que un Sócrates o un Platón, NO VE el precipicio, sino que se limita a caminar junto a él.

Este no ver o no querer ver la realidad de las cosas del hombre moderno, hace que su existencia esté dominada por una pasividad general que se manifiesta en una determinada actitud individualista y tendente sólo a la satisfacción de los placeres y las sensaciones más inmediatas, dado que su intelecto o mente no discrimina ni tampoco realiza un juicio, siquiera aproximativo, sobre los elementos que podría discernir de un modo racional. Al carecer de una mentalidad crítica sobre el entorno circundante, el hombre moderno cae víctima de las fantasías y de las ilusiones que son generadas por el bombardeo masivo de información e imágenes que pueden llegar a sus sentidos.

Otro ejemplo ilustrativo nos ayudará a comprender esta situación de apatía y pasividad del hombre moderno. Supongamos que un individuo, que llamaremos A, tiene predilección por un producto que ha visto anunciado en TV, que llamaremos Z. En principio, los medios publicitarios han hecho atractivo ese producto llamado Z a ojos de A, de manera que se sienta impelido a su compra. Pero, en el fondo, A sabe que la publicidad del producto Z es engañosa, y que es fruto de un trabajo de efectos especiales y de actores que HACEN CREER en el consumidor A que con su adquisición podrá alcanzar una felicidad que es la que los actores están simulando en su anuncio televisado.

Es fácil deducir que este tipo de hombre o mujer modernos, si asimila como una droga toda esta publicidad televisada, si acepta como propia la felicidad prefabricada en las fiestas patronales, o si sus intereses no pasan más allá de la lectura de las revistas del corazón y los cotilleos económicos o deportivos, nunca podrá plantearse una concepción de la vida que fuese diametralmente opuesta a lo que ha conocido, puesto que él sólo busca la satisfacción de sus deseos materiales, la mayoría de los cuales, como hemos visto, son sugestiones cuidadosamente dirigidas por los publicistas y los creadores de "marketing".

El primer paso para romper el cascarón que impide ver realmente a ese hombre moderno sería, precisamente, cortar de raíz cualquier impresión o cualquier sugestión procedente de la publicidad, la propaganda y los actos organizados por el sistema socioeconómico imperante. Si se lograse hacer vívida la presencia de un espíritu independiente, que discriminase precisamente la información recibida, y desechase toda aquella que no sirviese a sus intereses o convicciones más profundas, ya habríamos logrado la superación de un estado de conciencia anterior, en el que situamos la existencia del hombre moderno. Un estado que, como hemos visto, se caracteriza por la somnolencia y la sugestión hipnótica que contribuyen a hacer la mayoría de los actos del hombre moderno como actos reflejos y autómatas.

Es decir, resumiendo las premisas que hemos analizado anteriormente, es muy difícil, casi imposible, que el hombre moderno pudiera ser o comprender siquiera una visión de la realidad que no sea la que le ha sido fabricada expresamente. En consecuencia, su comprensión sobre las razones profundas de una concepción política como el Nacionalsocialismo siempre será limitada y asociada a imágenes y contenidos audiovisuales cuidadosamente seleccionados para producir en su ánimo un determinado efecto. Los psicólogos norteamericanos, formados la mayoría en la escuela del conductismo y de los experimentos de Pavlov, podrían hacer maravillas con un hombre de estas características, que realmente no piensa el mundo, sino que devora como un consumidor los productos que le ofrece el sistema. Y, al igual que los perros del laboratorio de Pavlov, bien lloran, bien ríen, bien disfrutan, bien sufren, dependiendo de los estímulos que le son ofrecidos a su piel o sus sentidos.

Sí, gracias a estas técnicas de persuasión psicológicas, se logra asociar, merced a la repetición incesante y al bombardeo continuado de las mismas imágenes y los mismos contenidos, que el Nacionalsocialismo alemán era criminal por naturaleza, la gran mayoría de los hombres y mujeres modernos acabará aceptando pasivamente esta consideración del Nacionalsocialista como partido político criminal. Si se presenta a los judíos como víctimas siempre de los gobiernos y los regímenes políticos, obviando la participación de los judíos en hechos también censurables, evidentemente se estará manipulando la realidad, pero ello no importará, por cuanto que la gran mayoría de la sociedad, compuesta por hombres modernos, aceptará sin rechistar la consideración de los judíos como pueblo injustamente perseguido y víctima de todos los males de las sociedades gentiles.

Esta podría ser, en grandes rasgos, la situación general en la que se encuentra la mayor parte de nuestra sociedad. Partiendo de este punto, es lógico que, como personas razonables, intentemos buscar una salida honorable FUERA DEL SISTEMA, una salida política que esté legitimada por las aspiraciones de quienes no aceptan vivir bajo la costra de la manipulación informativa y de las sugestiones de la publicidad. Ya hemos visto que, como requisito previo, se necesita en primer lugar la presencia de un espíritu lúcido e independiente, crítico y racional, capaz de discriminar y refutar los argumentos y las persuasiones que le son ofrecidas. Veamos ahora el segundo presupuesto o requisito también para los hombres y las mujeres despiertos o lúcidos, que quieran seguir una vía política alternativa y radical, y que es el de la voluntad y el ánimo de ejercitar su opción de manera libre e incondicionada.

A la conciencia o conocimiento de obrar como sujeto libre, autónomo y no dependiente del entorno le seguirá, por tanto, el "animus" o la voluntad decidida de adoptar un camino o una vía particulares, voluntad que, como decimos, ha de ser firme, y no debe estar influenciada por ningún deseo de satisfacción personal. Se ha hablado muchas veces de una "voluntad de hierro", para figurar un ánimo o talante indomable y un espíritu que no se doblega ante las dificultades. Esto sería lo deseable, es decir, que al convencimiento más profundo siguiera una capacidad volitiva capaz de allanar los obstáculos por difíciles e inalcanzables que los mismos parecieran, y que lo mismo sirviera para fortalecer y convertir en "hierro" al cuerpo físico como para desarrollar las capacidades intelectuales y científico-culturales latentes en nuestra raza. 

Sería bueno que estos ejercicios fuesen practicados de modo continuado tanto por los chicos como por las chicas, para desarrollar su fuerza física y también una claridad de mente, siguiendo con el adagio clásico "MENS SANA IN CORPORE SANO". Y así, en contraposición al hombre moderno, tendremos al hombre o la mujer creado por el Nacionalsocialismo: el hombre heroico. Ahora bien, no deberemos quedarnos tan sólo en el aspecto externo de la ejercitación física, es decir, no nos atraparemos en la consideración de los ejercicios saludables que benefician a la constitución corporal, sino que formarán los mismos unos preliminares para la práctica general de una vía o camino particular en el que se incluye también al espíritu.

En la Antigüedad Aria clásica, los héroes eran, como Hércules, los hijos de un dios y una mortal que, sobre la tierra, seguían un camino hacia su divinización y retorno al Olimpo. El ideal griego ha sido siempre la cumbre de la perfección artística, cultural y filosófica, y sus modelos han inspirado a muchísimos creadores del Renacimiento en Europa.

No ha de seguirse el camino para fortalecer el "ego" individual, pues se caería en una lamentable trampa y luego en desilusión. Se ha de romper todo lazo con el individualismo egocéntrico, con el "yo", el "a mí me gusta", o el "yo opino", "yo creo" o "soy el más guapo", "me voy a comer el mundo" que, como ya hemos visto, son "yoes" compuestos de sugestiones prefabricadas por las sociedades modernas, y, por lo mismo, tan vanos y efímeros como muchos productos que las mismas ofrecen.

En la vía del Hombre heroico, la Acción ha de ser pura y desinteresada, tal y como nos lo describe el Bhagavad Gita, un texto del siglo II A.C., cuando habla del Yoga o el camino Ario hacia el Despertar:

"Quien domina los órganos de la acción, pero sigue mentalmente unido a los objetos de los sentidos, se extravía acerca del alcance de la disciplina de sí mismo." (III-6).
De la acción posible en este mundo, como hemos visto, sólo la acción sacrificial, es decir, cumplida con la única finalidad de buscar el desapego de los objetos ofrecidos a los sentidos, y sin ningún interés propio, o lucrativo, puede denominarse con toda propiedad acción liberadora.

En este mundo, propiamente hablando, sólo los sujetos que obedecen un deber, como los soldados, o un imperativo de honor, como los caballeros, puede decirse propiamente que realizan acciones sacrificiales y, por tanto, liberadoras para con las sociedades humanas.

La acción liberadora es, propiamente, fulgurante y conlleva una bocanada de aire fresco en un mundo dominado por el materialismo y el egocentrismo, puesto que es la única que está animada de una voluntad real, no imaginada, de estar cumpliendo con un deber o una obligación de orden superior al de la mera satisfacción de los instintos o placeres del individuo. Deber superior al que, no debemos olvidarlo, SE SACRIFICA Y SE SOMETE LA VOLUNTAD PROPIA. En un texto de la caballería nandante española, el Amadís de Gaula, escrito a principios del siglo XVI, se afirma lo siguiente:

"Como todas las cosas pospongamos por la honra, y la honra sea negar la propia voluntad por seguir aquello a que hombre es obligado..." (cap.65).

¿Qué cosa puede ser la honra, o el honor, que sea precisamente el móvil de la acción caballeresca en la Edad Media, o de la acción heroica en el mundo tradicional europeo? En el Código Sajón del siglo XIII puede leerse que "Mi honor se llama lealtad" (Meine Ehre heisst Treue), divisa que luego pasará a las S.S. nacionalsocialistas, y, asimismo, el lema que ostentaba Louis d´Estouteville, un caballero francés de la guerra de los Cien Años no era otro que: "Là oú est l´honneur, là où est la fidelité, là seulement est ma patrie" (Allí donde está el honor, y donde esté la lealtad, allí sólamente se encuentra mi patria).

Como propiamente escribiera Kurt Eggers, pensador y oficial alemán de las Waffen SS, y con cuya cita abríamos el presente trabajo, sólo quien permanece en el deber, permanece asimismo en el honor, (Wer in der Pflicht steht, der steht in der Ehre), y quien traiciona a su propio deber es sujeto de deshonra. La lealtad del individuo hacia los deberes generados por el honor, es cualidad espiritual del hombre, que define su mismo concepto de dignidad y de libertad interiores, significa adhesión inquebrantable a los principios a los cuales se ha hecho acreedor, es decir, que el hombre que sigue unos principios o un código de conducta basado en el honor es, por definición, un hombre leal. "Sé fiel a ti mismo -leemos en el Hamlet de William Shakespeare- y a eso seguirá, como la noche al día, que no podrás ser falso para nadie."

Los antiguos nobles de las estirpes helenas decían orgullosamente de sí mismos, según afirmaba Friedrich Nietzsche, Nosotros los Veraces. Cualidad del espíritu aristocrático o heroico es, por tanto, la imposibilidad de decir mentiras o retorcer el pensamiento con ideas falaces y subversivas. Por el contrario, se decía que los mentirosos, los demagogos, figuran entre las grandes masas de quienes no han accedido a la cualidad noble y que, por tanto, no eran de confianza ni tampoco de fiar.

En la evolución del antiguo Derecho Romano podemos apreciar, por ejemplo, que mientras en la remota antigüedad los litigios entre ciudadanos romanos se solventaban con la "buena fe" (bona fides) y el honor entre caballeros, sometiendo la cuestión a hombre de probada honradez elegido por ellos (iudex, juez), conforme avanza la decadencia moral y racial del Imperio tienen que ser funcionarios designados expresamente quienes han de imponer su autoridad, ante el relajamiento de las costumbres, con medidas coactivas. La presencia de unas costumbres sanas y la fidelidad o el honor en el matrimonio, entre los pueblos nórdicos, fue ya puesta de relieve por el historiador romano Tácito (Germania), aseverando que era preferible que tuviesen menos leyes pero costumbres morales firmes (consuetudo). Si esto sucedía en la primitiva Germania cuántos estarían hoy escandalizados ante semejante punto de vista, en la propia Alemania tan "progresista", ante el avance de las ideologías disolventes como el neofeminismo, con su defensa del aborto libre, el individualismo y liberalismo.

La costumbre, también de origen romano, de cerrar los pactos y sellar la paz mediante un apretón de manos ha perdido, igualmente, su simbolismo y su significado en el mundo moderno.

En los magníficos "Emblemas" de Alciato, cuya obra conocemos a través de la traducción de Bernardino Daza, que data de 1549, podemos apreciar un grabado en el que dos soldados se dan un apretón, tras lo cual se dice: "Cuando Roma tenía a sus jefes en la guerra civil, y sus hombres morían por honor en el campo de batalla, fue costumbre, cuando las tropas se juntaban para formar alianza, saludarse mutuamente dándose la mano derecha." En el famoso cuadro de Velázquez, "Las Lanzas" o "La rendición de Breda", ha sido fundamental recurrir al emblema de Alciato para comentar la posición de los capitanes enfrentados en este célebre episodio ubicado en la guerra de los Treinta Años, Ambrosio de Spínola, Justino y Nassau. Sin embargo no dejaría de ser una hipótesis, dentro de la larga literatura crítica destilada a propósito del cuadro velazqueño, destinado al Salón de Reinos de la villa y corte de Madrid.

Volviendo al tema principal de nuestro trabajo, el honor, cualidad del hombre heroico como ya se ha dicho, ha sido también objeto de estudio recientemente por el pensador nacionalsocialista Alfred Rosenberg, autor de la archiconocida obra "El Mito del siglo XX" (Der Mythus des 20 Jahrhunderts).

En un pasaje del citado libro, podemos leer: "En el vikingo escandinavo, en el oficial prusiano, en el caballero germánico, en el comerciante de la Hansa, y en el campesino centroeuropeo, reconocemos el concepto del honor plasmador de vida en el conjunto de sus manifestaciones telúricas. En las viejas poesías vemos aparecer las viejas epopeyas, pasando por Walter von der Vogelweide, los cantares de gesta, hasta Kleist y Goethe el motivo del honor y del contenido de la libertad interior como más importante ley (Gesetz) configuradora." (I, 3).

En efecto, sin la presencia vivificadora de esta fuerza inmaterial y, a la vez omnipresente, manifestada en los hechos de honor, la historia, la cultura y la civilización de Europa, obra paciente y tenaz de muchas generaciones y familias pertenecientes a nuestra raza, quizás habría conocido otro destino que podría haberse parecido más bien al de las innumerables granos de arena del desierto, estériles y movidos tan sólo por el viento. 

El dinamismo de la fuerza histórica y cultural de la civilización de Europa no conoce otro parangón en ninguna otra parte de nuestro planeta; es, sencillamente, único e irrepetible. Con su destrucción quizás disfruten los renegados, los enemigos de nuestra civilización, los abanderados de la izquierda más radical que quisieran que el Sáhara se trasplantara a los Alpes y más allá, borrando cuanto de hermoso y divino hay en nuestra cultura y en nuestros pueblos. Pero debemos advertirles que su batalla aún no está ganada, y que quizás nosotros, nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos decidan defender, por honor y por dignidad, lo que de hecho y de derecho legítimamente les pertenece, y que les ha sido otorgado en herencia por hombres y mujeres más sabios y más valerosos que nosotros. A defender este legado preciosísimo hemos sido llamados en estos tiempos de confusión, pero también de esperanza.