martes, 19 de marzo de 2013

El Genocidio Invisible en Sudáfrica: Los granjeros lanzan un SOS al mundo ante los ataques de la población negra





Alberto Granados Garmendia.- Henk van de Graaf, vicepresidente de la Unión de Agricultores de Transvaal (Sudáfrica), ha lanzado un SOS al mundo frente a los ataques planeados por motivos políticos y raciales contra los afrikáners y que cuentan con el silencio cómplice de los organismos internacionales.

Más de tres mil granjeros eurodescendientes (conocidos como “Boer”) han sido asesinados y varios miles más han sufrido ataques raciales, según informó Graaf, quien ha pedido que se investiguen estos horrendos crímenes, como los cometidos contra un matrimonio y su hija de tres años, que fueron torturados hasta la muerte.

El partido gobernante en Sudáfrica es el ANC (Congreso Nacional Africano), cuyo líder popularizó en su juventud las consignas “matar a un Boer, matar a un granjero” o “Un Boer, una bala”.

“Cuando los campesinos llaman a la policía para denunciar algún intento de ataque, ésta se niega a acudir bajo cualquier excusa, como que no tienen combustible”, dijo.

También denunció que durante la Copa del Mundo en Sudáfrica (cuando el Gobierno sudafricano estaba preocupado por su imagen), los asesinatos se detuvieron milagrosamente, pero solo de forma temporal.

El número de población eurodescendiente se ha reducido a la mitad en lo que puede calificarse como una auténtica limpieza étnica. Las propiedades de los blancos se han reducido un 33% al serles confiscadas sus tierras para entregárselas a la población negra. En la actualidad esas tierras han dejado de ser productivas.

La ironía es que Sudáfrica tenía excedencia de producción hasta hace una década, pero la producción de alimentos empezó a decaer conforme las tierras les eran confiscadas a los blancos, y ahora es insuficiente.

Los medios de comunicación internacionales también son conniventes con este genocidio, pues se niegan a escribir sobre la verdadera historia de Sudáfrica después del Apartheid, silenciando las atrocidades cometidas contra la población blanca.

Un informe del parlamento europeo, sobre países emergentes, describe la situación en los siguientes términos: “Sudáfrica tiene un historial de transición exitosa y pacífica a la democracia y hacia un Gobierno idóneo, donde se fomenta la integración económica regional y se apoyo la reconciliación nacional…”.



FUENTE: http://www.alertadigital.com/

Hacia una Ciencia del Hombre




Por Alexis Carrel


En suma, las ciencias de la materia han hecho inmensos progresos, mientras que las de los seres vivientes han permanecido en estado rudimentario. El retardo de la biología es atribuido a las condiciones de existencia de nuestros antepasados, a la complejidad de los fenómenos de la vida y a la naturaleza misma de nuestro espíritu que se complace en las construcciones mecánicas y las abstracciones matemáticas. Las aplicaciones de los descubrimientos científicos han transformado nuestro mundo material y mental. Estas transformaciones han tenido sobre nosotros una influencia profunda y sus efectos nefastos provienen de que han sido hechas sin consideración hacia nosotros. Y es la ignorancia sobre nosotros mismos, lo que ha dado a la mecánica, a la física y a la química, el poder de modificar, al azar, las formas antiguas de la vida.

El hombre debería ser la medida de todo. En realidad, es un extranjero en el mundo que ha creado. No ha sabido organizar este mundo para él porque no poseía un conocimiento positivo de su propia naturaleza. El avance enorme de las ciencias inanimadas sobre las ciencias de los seres vivientes es uno de los sucesos más trágicos de la historia de la humanidad. El medio construido por nuestra inteligencia y nuestras invenciones no se ajusta ni a nuestro tamaño ni a nuestra forma. No nos queda bien. Somos desgraciados. Degeneramos moral y mentalmente. Y son precisamente los grupos y las naciones en que la civilización industrial ha alcanzado su apogeo los que se debilitan más. Es allí donde el retorno a la barbarie es más rápido. Permanecen sin defensa ante el medio adverso que les ha proporcionado la ciencia. En verdad, nuestra civilización como las que la han precedido, ha creado condiciones que, por razones que no conocemos exactamente, hacen que la vida misma se torne imposible. La inquietud y las desgracias de la Ciudad Nueva provienen de sus instituciones políticas, económicas y sociales, pero, sobre todo, de su propia decadencia. Son víctimas del retardo de las ciencias de la vida sobre las de la materia.

Solamente un conocimiento mucho más profundo de nosotros mismos puede aportar un remedio a este mal. Gracias a ello veremos por qué mecanismos la existencia moderna afecta nuestra conciencia y nuestro cuerpo. Sabremos cómo adaptarnos a este medio, cómo defendernos, y también cómo reemplazarlo, en caso de que una revolución dentro del mismo se hiciera indispensable. Mostrándonos a nosotros mismos lo que somos, nuestras potencias y la manera de actualizar con ellas, este conocimiento nos dará la explicación de nuestra debilidad fisiológica, de nuestras enfermedades morales e intelectuales. Y sólo él puede revelarnos las leyes inexorables en las cuales están encerradas nuestras actividades orgánicas y espirituales, hacernos distinguir lo prohibido de lo permitido y enseñarnos que no somos libres para modificar, según nuestra fantasía, ya sea nuestro medio, ya sea a nosotros mismos. En verdad, desde que las condiciones naturales de la existencia han sido suprimidas por la civilización moderna, la ciencia del hombre ha llegado a ser la más necesaria de todas las ciencias.

lunes, 18 de marzo de 2013

La Reconstrucción del Hombre





Por Alexis Carrel


Ha llegado el momento de comenzar la obra de nuestra renovación. Sin embargo, no estableceremos el programa porque hacerlo ahogaría la realidad viviente en una armadura rígida, impediría la aparición de lo imprevisible y fijaría el porvenir en los límites de nuestro espíritu.

Es preciso que nos levantemos y que nos pongamos en camino, que nos libertemos de la tecnología ciega y que realicemos, en su complejidad y su riqueza, todas nuestras virtualidades. Las ciencias de la vida nos han mostrado cual es nuestro fin y han puesto a nuestra disposición los medios de alcanzarlo. Estamos sumergidos, sin embargo, en el mundo que las ciencias de la materia inerte han construido sin respetar las leyes de nuestra naturaleza. En un mundo al que no podemos adaptarnos porque, nacido de un error de nuestra razón y del desconocimiento de nosotros mismos, no está hecho para nosotros. Nos rebelaremos, pues, contra él. Transformaremos sus valores y le daremos un orden con relación a nosotros. La ciencia nos permite hoy desenvolver todas las potencialidades escondidas en nosotros al mismo tiempo que nos deja conocer los mecanismos secretos de nuestras actividades fisiológicas y mentales y las causas de nuestra debilidad. Con saber que hemos violado las leyes naturales sabemos por qué somos castigados y la razón de que estemos perdidos en la oscuridad; pero comenzamos, al mismo tiempo, a distinguir a través de las nieblas de la aurora, la ruta de nuestra salvación.

Por la primera vez en la historia del mundo, una civilización llegada al comienzo de su decadencia, puede discernir las causas de su mal. Puede que sepa servirse de este conocimiento y evitar, gracias a la fuerza maravillosa de la ciencia, el destino común a todos los grandes pueblos del pasado... 

Es necesario que desde este momento iniciemos nuestra marcha por la vía nueva.

viernes, 15 de marzo de 2013

Capitalismo de Estado a todo tren





Por el Emboscado


En 2007-2008 estalló la crisis financiera mundial con gravísimas consecuencias de índole social, económica, política y militar entre otras. En esas fechas el capitalismo se desplomó completamente con la quiebra, y en algunos casos desaparición, de infinidad de bancos y grandes empresas. Sin embargo, fueron los Estados los que salieron al rescate del capitalismo al reflotarlo con multimillonarias inyecciones de dinero en forma de préstamos, subvenciones, avales, etc…, que fueron directamente a parar a las grandes empresas y bancos afectados. En la práctica la economía fue estatizada en su mayor parte a través de sucesivas nacionalizaciones, y por medio de un creciente intervencionismo económico de las diferentes empresas y agencias reguladoras estatales, lo que en la práctica significó la transición hacia un capitalismo de Estado.

El rescate económico y financiero del capitalismo por los Estados dejó boquiabiertos a muchos que no llegaban a comprender, y mucho menos a explicar coherentemente, dentro de sus averiados esquemas políticos e ideológicos por qué el Estado, con todos sus recursos, reflotaba a empresas y bancos que estaban en la quiebra. Las razones son muy obvias, a pesar de que toda la propaganda se empeña en presentar los hechos de forma tergiversada. El sistema económico capitalista es tremendamente funcional para los intereses estratégicos del Estado al proveerle de ingentes ingresos vía impuestos, pues toda la actividad económica que genera a través de la plusvalía, el comercio y la monetización del conjunto de las relaciones sociales constituyen la base económica que provee al Estado de los recursos para costear sus instrumentos de dominación, y con ello poder competir con otros Estados por mayores cotas de poder en la esfera internacional. Prueba de esto es que un tercio de los beneficios de las grandes corporaciones van a las arcas del Estado, lo que explica que le interese que las empresas tengan las mayores ganancias posibles. Asimismo, en el caso concreto de España nos encontramos con que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria desencadenó una fortísima caída en los ingresos del Estado, pues la actividad económica que producía este sector al que estaban vinculados, a su vez, otros sectores auxiliares proveía de importantes ingresos al ente estatal. El capitalismo lejos de debilitar al Estado lo refuerza económica y financieramente, de tal forma que el Estado se sirve del capitalismo para conseguir sus propios intereses.

La hipertrofia estatal es un hecho desde el momento en el que el Estado español constituye la mayor corporación con más de 3 millones de asalariados a su cargo, lo que supone casi el 20% de la población activa. Pero esta hipertrofia se ve agravada por el hecho de que el sector estatal es por definición improductivo y despilfarrador de recursos, lo que exige nuevos y mayores impuestos para su mantenimiento. Debido a esto el Estado, vía impuestos directos e indirectos, acapara el 45% del PIB, más que ninguna otra empresa, lo que nos da una imagen muy clara acerca de dónde reside realmente el poder económico. Por otro lado es importante destacar que, al menos en el caso del Estado español, la mayor parte de sus ingresos provienen de las cotizaciones realizadas por los trabajadores a la Seguridad Social, de la que recauda unos ingresos que constituyen el 47% de sus presupuestos. Esto es lo que explica que el Estado esté tan interesado en reimpulsar el capitalismo mediante inyecciones de dinero a gran escala en empresas y bancos, pues el Estado se queda en torno a un 40% del total del sueldo bruto de cada trabajador. Así, cuanta mayor sea la actividad económica dentro de un sistema en el que su principio rector es la búsqueda del máximo beneficio particular, mayores serán los ingresos del Estado derivados de las plusvalías de los trabajadores, de los beneficios de las empresas y del trasiego de mercancías que produce el propio comercio.

Además de todo lo anterior hay que apuntar que los mercados, tras un período de liberalización, demostraron ser irracionales, lo que exigió la consiguiente intervención estatal para restablecer el capitalismo que ya en 2008 se había desmoronado. En este sentido es muy significativa la siguiente declaración de la que fuera vicepresidenta del gobierno del PSOE Mª Teresa Fernández de la Vega: “la mano invisible del mercado necesita la mano visible del Estado”. Esto viene a probar una vez más que no es posible un capitalismo sin subsidios y sin asistencia estatal, pues como los hechos han demostrado el Estado es mucho más estable al disponer de muchísimos más recursos que cualquier multinacional que, como hemos visto, son débiles y susceptibles de ser barridas por alguno de los ciclos del capitalismo. Sin subvenciones, sin determinadas regulaciones fiscales, en definitiva, sin la acción ordenadora, en tanto que reguladora, y directora del Estado en la economía el capitalismo no es viable, como tampoco la empresa capitalista. Son ilustrativas las partidas presupuestarias anuales destinadas a subvencionar la empresa privada con fondos estatales, y que todos los años se ven reflejadas en el BOE y en los demás boletines oficiales de las comunidades autónomas, lo que expresa con meridiana claridad no sólo los intereses estratégicos del Estado en el ámbito económico para su control y dirección, sino el simple y mero hecho de que la mayoría de esas empresas receptoras de subsidios no serían viables sin ellos.

En cuanto el funcionamiento contradictorio del capitalismo pone en peligro el sistema económico y social que le es inherente, y con ello deja de servir a los intereses estratégicos del Estado, es cuando este último interviene directamente, tal y como hemos observado los últimos años, con la ampliación de su poder a escala colosal en el conjunto de la economía a través de sucesivas nacionalizaciones de empresas y bancos, por medio de nuevas leyes, normas y reglamentos reguladores, así como diferentes protocolos de supervisión y control de las multinacionales y entidades financieras. Pero esta hiperextensión del Estado tiene una factura muy grande que se la pasa a los ciudadanos mediante nuevos y mayores impuestos, al mismo tiempo que se llevan a cabo recortes en los presupuestos y reformas laborales que devalúan la mano de obra.

La socialdemocracia y la izquierda subvencionada sostienen un discurso político totalmente irrealista al abogar por un incremento de los impuestos sobre las empresas y bancos, todos o la inmensa mayoría de ellos en quiebra de no ser por la ayuda estatal. Naturalmente este tipo de propuestas se inscriben en el contexto ideológico de quienes consideran que el Estado, este Estado capitalista, desempeña una función salvífica como redentor de la sociedad frente a las empresas, los bancos y en general el Capital. Todo ello parte de la ingenua, y por lo demás falsa, idea de que el Estado, de manera completamente altruista, renuncia a sus propios intereses para salvaguardar los del conjunto de la sociedad, lo cual es posible, siempre según ellos, mediante otro tipo de gestión de sus instituciones que anteponga esos intereses frente a los del gran Capital.

Pero la realidad es muy tozuda al negar todo lo anterior en la medida en que el Estado es un ente político anterior al capitalismo, que se sirve a sí mismo antes que nada tal y como históricamente queda demostrado en su obrar. De esta manera es imposible otra gestión distinta de la que los sucesivos gobiernos de derechas e izquierdas vienen realizando en el contexto general de la crisis, y prueba de ello es que en Andalucía la izquierda gobernante está aplicando recortes y medidas semejantes a las que el gobierno central, de derechas, lleva a cabo. Pero esto también es extensible a Asturias como un ejemplo más de esta realidad. Lo cierto es que la lógica que impone la razón de Estado obedece a sus intereses definidos en términos de poder, los cuales prevalecen por encima de cualquier gobierno de derechas o de izquierdas.

El elevado tamaño del Estado hay que pagarlo, y cuando el capitalismo ha naufragado y el Estado lo ha ido a rescatar la factura se hace todavía mayor en la forma de más impuestos a cambio de menos. El Ministerio de Hacienda, la Agencia Tributaria, el Banco de España (de capital estatal y con amplios poderes de supervisión y regulación aunque supeditado al BCE), el ICO con participación en multitud de empresas del capitalismo privado, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la Comisión Nacional de la Competencia, el FROB, y tantos otros organismos estatales son los que ejercen el poder real sobre la economía con sus regulaciones, supervisiones y toda clase de normativas que hacen de ella un instrumento al servicio del poder de poderes encarnado por el Estado. El capitalismo es de Estado porque sin él no puede existir ni sobrevivir, lo que le permite profundizar su dominio sobre las personas.

Pero el poder económico del Estado no sólo ha aumentado a nivel interno con un control sobre las personas nunca antes conocido, sino que a nivel internacional su presencia se ha hecho todavía mayor a través de un creciente y cada vez más virulento imperialismo en el que las instituciones supranacionales, lejos de ser organismos neutrales, son su más viva expresión al operar como instrumentos al servicio de los intereses estratégicos de estas potencias. Así comprobamos cómo la UE, el BCE, etc., son herramientas del imperialismo del gobierno alemán para la consecución de mayores cotas poder en la esfera internacional con la extensión de su influencia a lo largo del continente europeo y del mundo. 

La pertenencia del Estado español a estas instituciones es lo que ha facilitado que en la actualidad esté directamente supeditado, política y económicamente, a las directrices del gobierno alemán al ser los principales bancos alemanes, ahora de propiedad estatal tras la inyección de más de 500.000 millones de euros gubernamentales, los mayores tenedores de deuda soberana española. Vemos cómo el imperialismo es la máxima expresión del poder estatal al adquirir unas dimensiones colosales a través de las instituciones supranacionales, con lo que dicho poder ya no sólo se ejerce sobre los nacionales propios sino también sobre otros pueblos a los que se vampiriza, subyuga y desintegra al modo de cómo ocurre en Grecia. Por esta razón hablar hoy de desregulaciones, retroceso del Estado, de liberalización económica, etc., carece de completo sentido cuando los hechos demuestran que estamos completamente inmersos en un proceso de capitalismo de Estado a todo tren.

La Realidad que vemos





Por Welsung


¿Qué o quiénes somos?

Lo primero que uno observa cuando se mira es el cuerpo, este cuerpo evidentemente está relacionado con un mundo físico que nos rodea, que participa de las mismas leyes, que está constituido por los mismos elementos. La primera respuesta es entonces que somos una entidad física, más específicamente, biológica.

Un segundo paso es atestiguar que pensamos, imaginamos y sobre todo soñamos. Existe una compleja realidad que no corresponde a un elemento físico puro y que por no tener otro nombre a la mano lo llamaré psíquico. Podría llamarlo de muchas otras maneras, unas más acertadas que otras, pero creo que relacionar nuestra vivencia interior con la palabra psiquis no es tan malo pues la etimología de la palabra es el término griego usado para denominar al alma (en el sentido griego por supuesto, no cristiano).

Tenemos entonces dos mundos que nos rodean, desde el exterior y desde el interior. Podríamos decir que nosotros somos la frontera de ambos mundos, que tanto nos sumergimos en el uno como en el otro y que ambos nos afectan. De hecho podríamos decir que existe un flujo permanente entre ambos mundos que nos atraviesa, no sin dejar huellas y que hay influencia del uno al otro y del otro al uno, a través de nuestro ser.

Todos hemos atestiguado el cómo hechos de la vida cotidiana nos afectan emocionalmente y cómo, también, nuestros estados de ánimo pueden afectar nuestros actos hacia el exterior.
Esta es la primera definición que podemos dar de nosotros mismos, sin ir más allá de lo evidente.

¿Uno o muchos?

Al decir “nuestros estados de ánimo”, estoy dando cuenta de otra verdad que nos asalta en cuanto somos sinceros con nosotros mismos. No somos una persona, somos muchas.

Claro, el que no quería ir a trabajar en la mañana no es el mismo que predica a sus hijos que deben ir al colegio, el que le juró amor eterno a una pareja hoy, no es el mismo que le juraba el mismo amor eterno a otra pareja hace unos años.

Claro, podríamos decir que el que así actúa es en realidad un mentiroso, que no es constante, que es farsante, pero yo creo que todos hemos vivido cosas así y sabemos a ciencia cierta, que en cada momento hemos sido sinceros. NO estábamos mintiendo ni engañando cuando decíamos lo no o lo otro, en ese momento creíamos firmemente que lo decíamos con todo nuestro ser.

Atestiguamos entonces que dentro de nosotros existe una realidad compleja, tal como la que nos rodea desde el exterior y que el que dice “yo” hoy, no es el mismo que dirá “yo” mañana. Nuestro interior parece entonces un reino que no tiene un jefe único, si no que una rotativa de jefes que toman el mando de forma más o menos caótica, dependiendo de las circunstancias.

Uno de los objetivos de la psicología de Jung es lograr imponer un orden dentro de ese caos y establecer un mando que sea permanente. ¿No les parece una acción creadora ese “poner orden”? ¿Les recuerda a la Voluspa? No es casualidad y en su momento veremos el por qué. Además, hay que notar dos cosas: El ser muchos y no uno es una razón más que plausible para ser politeístas y no monoteístas (como decía Nietzsche). Y además nos llama a realizar un esfuerzo por lograr ese orden que nos permitirá ser guerreros siempre consecuentes con nuestros juramentos. ¿Cómo puede prometer alguien que no controla su propia identidad? ¿Quién se compromete cuando dice: “Sí, me comprometo con esta causa”? ¿Será el mismo de mañana? Sólo una persona que logra un grado de orden y control de sí mismo puede prometer, sólo quien lleva un grado de camino de individuación avanzado, puede convertirse en guerrero. 

Porque éste es el propósito de la individuación, poner orden, encontrarse con la autoridad interna que puede dar ese orden, llegar a ser UNO, un individuo y no muchos los que estén a cargo. Significa que aunque existen muchos (por que no se eliminan, se integran), existe un centro alrededor del cual gravitan y se ordenan. Ése es también el sentido del Grial, del mismo Wothan, ambos pueden ser identificados con lo que Jung llamó el Sí mismo, para distinguirlo del pequeño yo, ese que le anda prometiendo cosas a todo el mundo.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Espiritualidad y Materialismo






Por Alexander Wilckens Bruhn


Ninguno de los dos extremos satisfará nuestra alma. En el religioso aislado de la sociedad tenemos uno de los extremos, quien evadiendo la realidad cotidiana, pretende despejar sus limitaciones. Solo quien enfrenta sus temores es capaz de superarlos, evadirlos es cobardía y no lleva a nada. Y el otro en el trabajólico-consumista que solo desea el éxito material; quien cree que el poder a través del éxito en lo tangible, lo convierte en un ser superior. Otra vez tenemos una búsqueda errada e incompleta. La mayoría de los seres que transita a nuestro lado diariamente, son solo zombies, carne muerta sin alma o como en el primer ejemplo seres idos sin consistencia.

No basta con nacer para trascender, debe desarrollarse el canal para ello y sin él solo seremos polvo que vuelve al suelo o aire que se disipa. Para despertar o desarrollar nuestra alma, debemos superar nuestras limitaciones y lograr un verdadero avance en nuestras encarnaciones, debemos aprender estando sumergidos en sociedades materialistas, a enfrentar el medio que desea enajenarnos de nuestro propio ser y extraer del solo lo que le sirve al sistema para su retroalimentación. Nuestro verdadero desarrollo como seres espirituales, se logra enfrentando las manifestaciones ilusorias de una creación hecha a imagen y semejanza de la verdadera. Verdad oculta a nuestro ser, hasta ser capaces conviviendo diariamente con la falsedad, sobreponerse a ella y rescatar así dentro de nosotros la verdadera creación, la espiritualidad que nos lleva al todo y como almas recuperar al Dios que somos y al cual pertenecemos. Esa es la Senda del Guerrero, que enfrentándose a si mismo es capaz de vencerse y resucitar en un nuevo ser completo y superior, un Héroe (Dios-Humano).


jueves, 7 de marzo de 2013

El Gran Timo





Por Joaquin Bochaca


La inmensa mayoría de la gente imagina que un banco es un lugar respetable y seguro, para depositar, o bien para ir a tomar prestado dinero que otras personas han depositado. No obstante, los bancos prestan hasta nueve veces más dinero que el que realmente guardan en sus cajas. ¿Cómo es esto posible? Porque los bancos, realmente, no prestan nada. Sólo lo hacen ver.

Cuando un banco presta dinero, o, para emplear la terminología bancaria, abre un crédito, lo único que realmente hace es aceptar el crédito del prestatario. Vamos a exponer, tratando de aunar brevedad y claridad, cómo se perpetra este auténtico timo, porque timo es al concurrir en su comisión todos los requisitos de tal delito.

Aun cuando el negocio bancario y su corolario, la usura, se remontan a la época de Babilonia, la Banca, en su forma moderna, apareció en Europa a principios del siglo XVII, primero en Lombardía y en Holanda, luego, inmediatamente, en Inglaterra va renglón seguido en los demás países de nuestro Continente, para aparecer en los Estados Unidos poco después de su configuración como Estado independiente.

En aquéllas épocas, los poseedores de oro y plata -metales que, por su relativa escasez, eran los más adecuados para servir de .moneda oficial ténder en un tiempo, precisamente de escasez- lo entregaban, para su custodia, al banquero que los guardaba en una caja fuerte.

Evidentemente, no era cómodo, ni seguro, desplazarse llevando constantemente encima el oro y la plata -o las monedas que de ambos metales más adelante se hicieron- y, por otra parte, era recomendable guardar el dinero en un banco, dotado de una sólida caja fuerte, custodiada constantemente por un guardián armado. El banquero prestaba, pues, un servicio, y por tal servicio era lógico que cobrara, decimos “cobrara”, unos honorarios. Al entregar su dinero en el banco, los depositarios obtenían un recibo que les entregaba el banquero, y sobre tal recibo -documento, en sí, intachable- se iba a montar el mayor timo de todos los tiempos.

En efecto, el banquero era un hombre observador y pronto se dió cuenta de que la gente utilizaba esos recibos como si de auténtico dinero se tratara. Esos recibos, respaldados por dinero auténtico, hacían la misma función que el dinero, es decir, servían para adquirir mercancías y contratar servicios. Como tales recibos no eran nominativos, cualquier persona, que a lo mejor nunca había depositado dinero en el banco, podía presentarse en la ventanilla de pagos del mismo, y, exhibiendo un recibo por una cantidad determinada de dinero oficial, o legal, exigir tal cantidad en el acto. Un inciso imprescindible: decimos dinero oficial, o legal, porque esos recibos, al ser aceptados por la comunidad como medio de pago, se convertían automáticamente, de hecho, en dinero. También se dió cuenta, el banquero, de que, en promedio, los impositores sólo retiraban, en un período determinado de tiempo, el diez por ciento del dinero depositado. O dicho en otras palabras, que el noventa por ciento de sus depósitos permanecían en sus cofres, y que con el diez restante tenía suficiente para hacer frente a los recibos que se le irían presentando al cobro.

La tentación era demasiado grande para el banquero, hombre cuya conciencia no sentía excesivamente el embarazo de los escrúpulos, o no podía sentirlos por sus condiciones étnicas y religiosas. Y se formuló a sí mismo la siguiente pregunta: ¿Por qué no poner en circulación más recibos, representando nueve veces más valor que el dinero que, efectivamente, tenía en su caja fuerte? Para él, formular así esa pregunta equivalía a responderla en el sentido deseado por su yo íntimo. Es decir, que multiplicó por nueve sus recibos -comprometiéndose a pagar un dinero que no tenía, o, como máximo, sólo tenía en una novena parte -y empezó a prestarlo a particulares y, sobre todo, a comerciantes, cobrando un interés por ese dinero inexistente. 

En realidad, más que inexistente, ficticio; pues existencia, aunque fraudulenta, la tenía, al entregarse mercancías y servicios por él. Este fue el fraude original, que ha perdurado hasta nuestros días, y que está en la raíz de todos nuestros males económicos. Como dice Gertrude Coogan, “los banqueros pueden justificar sus prácticas como gusten, pero el hecho es que cuando prestan su ‘crédito’ a interés lo único que hacen es crear dinero privado, que luego pueden reclamar y destruir a su voluntad para desesperación y empobrecimiento del prestatario” quien periódicamente se ve obligado, por la artificial escasez del dinero-crédito, a entregar bienes auténticos por el dinero-crédito que tomó en préstamo.

El banquero, al proceder de esta guisa, efectivamente, ha creado dinero. Y para crearlo lo único que ha necesitado ha sido que un empleado del banco tomara una pluma, o un bolígrafo, y escribiera en el Libro Mayor del banco, una cifra cualquiera, pongamos diez millones de pesetas, en el saldo deudor del prestatario. Pero, al mismo tiempo, en el saldo acreedor del mismo, se ha anotado la garantía que éste ha debido ofrecer contra el préstamo bancario. Dicha garantía, que siempre debe ser un bien tangible, una casa, unos terrenos, unas cosechas o el título de propiedad de una industria, siempre vale más que el dinero que el banco presta. Al prestatario se le entrega un talonario de cheques, que permiten fraccionar cómodamente el importe del préstamo, luego se le carga en cuenta un interés por dicho préstamo, interés que oscila entre un cinco y un nueve por ciento en las épocas relativamente “tranquilas”, pero que puede ser mucho más elevado en las épocas turbias y la operación ha sido puesta en marcha.

Detengámonos un momento para hacer las siguientes observaciones:

a) Al poner en circulación de hecho, más dinero, que aparece en el mercado antes de que el mismo haya podido generar más riqueza, se ha puesto en movimiento un proceso inflacionario, es decir, se ha hecho perder valor al dinero que existía ya en circulación.

b) Las mercancías que, con el nuevo dinero, irán apareciendo en el mercado, llevarán su costo gravado con el interés bancario -como ya hemos dicho, de un 5 a un 9 por ciento- que deberán pagar, en última instancia, los consumidores. Nueva contribución al proceso inflacionario.

c) Mientras el banquero ha entregado sus “promesas de pagar” dinero -pues nadie, por muy banquero que sea, puede crear algo de la Nada, y así, lo que él presta no son más que promesas- en cambio, el prestario ha entregado al banquero títulos que representan una riqueza que, aparte de ser muy superior al préstamo, es real. Ha habido, pues, un notorio abuso de confianza por parte del banco. Como decíamos en otro lugar 2 “mientras el banco dispone contra la comunidad de garantías representando una riqueza real, tal como fábricas, fincas, cosechas, etc. la comunidad no dispone, contra los bancos, de ninguna garantía. La menor tentativa hecha por los acreedores de un banco para ejercitar sus garantías contra éste, pone de manifiesto que dichas garantías, de hecho, no tienen substancia alguna. Si tales acreedores le “aprietan demasiado las clavijas” al banco, son castigados perdiendo todos sus ahorros. El banco cierra sus puertas poniendo de manifiesto que sus “promesas de pagar” son falsas promesas... a menos que el gobierno no acuda en su ayuda con una moratoria.... moratoria cuyas consecuencias serán que, al fin y a la postre, la comunidad en bloque deberá pagar para cubrir las falsas promesas del banquero”. La objeción de que esto muy raramente ocurre no tiene validez alguna. Si ocurre raramente es porque en todos los países existe un Consejo Superior Bancario cuya principal misión consiste, precisamente, en corregir las desviaciones excesivas de la permanente inflación crediticia procurando que ningún banco sobrepase el fatídico cociente 9 en la división entre los créditos abiertos y el dinero registrado en las cuentas corrientes. Y cuando, no obstante, un banco se dispara y franquea el límite de la zona de peligro, los demás acuden en su ayuda, pues la Finanza funciona como un todo, a escala nacional para lo ordinario, e internacional para los grandes problemas económicos. Pero esa ayuda, en definitiva, la pagará el pueblo, es decir, cada ciudadano o ciudadana que van al mercado, pues hemos dicho, y hay que tenerlo bien presente, que los llamados gastos bancarios se incluyen en los costos de producción.

Según se demuestra en los apartados a) y b) el banco, al crear una situación inflacionaria, ha robado a todos y cada uno de los miembros de la comunidad. El hecho de que las actividades bancarias hayan sido legalizadas por la Administración Pública en todos los países no disminuye  en un ápice su ilegitimidad fundamental. El que un Estado, o cien Estados, decreten, como testaferros que son de la Alta Finanza, que la creación privada de Dinero es legal cuando la realiza un banco e ilegal cuando la lleva a cabo un falsificador de moneda no modifica en absoluto el hecho de su radical inmoralidad, desde el punto de vista ético, y de su inoperancia, desde el punto de vista económico, exceptuando, claro está, la privada economía de los bancos y sus adláteres.

Y tal como queda demostrado en el apartado c), no contento con robar a la comunidad, el banco ha cometido, con su cliente al que ha concedido un préstamo, un verdadero abuso de confianza, al cambiar una promesa que vale, digamos X menos los intereses cobrados anticipadamente, por una realidad (títulos de propiedad de bienes tangibles) que vale, por lo menos X multiplicado por dos. Y que no se objete que el cliente es muy libre de aceptar o no el “cambio” que le propone el banco. El cliente está convencido de que lo que el banco le presta son los ahorros de otro conciudadano y que por este préstamo hay que pagar un alquiler, llamado “interés”. Pero no terminan aquí las actividades del banco; en realidad, los funestos efectos de sus actividades apenas tienen relieve alguno si se comparan con lo que sigue.

Volvamos al momento en que el banco -en realidad, más que el banco o los bancos se trata del sistema bancario, pues todos actúan de manera mancomunada- ha abierto créditos representando hasta nueve veces más dinero del que realmente tienen en caja. De momento, el sistema parece dar resultado. La euforia general disimula el robo que se ha cometido. Pues es evidente que un auténtico robo ha tenido lugar; al crear dinero nuevo, el banquero, al igual que un vulgar falsificador, ha robado un poco a cada uno de sus conciudadanos y ha obtenido interés sobre el “dinero” robado. Gracias a la emisión brusca de dinero nuevo se ha podido desarrollar nueva riqueza, el comercio se halla en pleno apogeo y se ha llegado al, por todos, soñado “pleno empleo”. Cada vez que un prestatario devuelve un préstamo al banco, con sus intereses acumulados, el banco se apresura a ponerlo de nuevo en circulación. Se ha originado lo que los economistas clásicos llaman el “boom” que en los países latinos se denomina “euforia de mercado”. Los precios suben en vertical, mientras toda clase de productos se ofrecen a la venta. Pero el banquero se da cuenta de que esta subida de precios continúa sólo mientras continúan produciéndose préstamos. Cada vez que el banquero deja de hacer dichos préstamos - o, en otras palabras, de crear nuevo dinero- los precios dejan de subir, y al dejar de subir, los negocios se hunden.

La posibilidad de continuar haciendo más negocios en un mercado alcista ha desaparecido. ¿Por qué? Pues porque ahora el banquero empieza a verse en dificultades, a causa de que el volumen de sus préstamos se halla ya rondando el 900 por ciento de sus reservas en caja. Ya corre el riesgo de que cualquier demanda de dinero auténtico por parte de sus impositores, que por cualquier motivo se produzca en un momento dado, ponga en evidencia, ante toda la comunidad, el verdadero timo a que ésta se ha visto sometida por parte del aludido banquero. Cada crédito que él ha abierto, representado por cheques, así como cada recibo que ha extendido a sus impositores por el dinero que le han cedido temporalmente para que los custodie, representan promesas de pagar oro y plata (en la actualidad papel moneda ténder del Estado). Es decir, que tanto sus impositores como sus prestatarios pueden exigir, de un momento a otro, dinero auténtico, es decir, oficial, emitido por el Estado, a cambio de sus recibos.

¿Qué le queda por hacer al banquero en la circunstancia dada? Sólo una cosa: cancelar una parte sustancial de los créditos que ha abierto. En consecuencia, llama a su oficina a algunos de los industriales a quienes ha prestado sus “promesas de pagar” y les invita a devolver, digamos, la mitad del crédito. Los industriales, probablemente, protestarán, no comprenderán nada ante la súbita demanda del banquero en unos momentos en que todo parece ir a las mil maravillas, pero, finalmente, en vista de la cada vez más firme insistencia del banquero, deberán devolver la cantidad solicitada. Para convertir en dinero líquido -el dinero que les exige el banquero con tan súbita celeridad- sus stocks, los industriales deberán vender como sea, es decir, deberán malvender una parte substancial de los mismos, y, al mismo tiempo, se verán obligados a forzar a un pago inmediato a algunos de sus clientes Que habían comprado sus mercancías a plazos. Toda la operación generará, en cascada, una serie de pérdidas para industriales e intermediarios del comercio y, por vía de consecuencia, provocará una reducción general del volumen de los negocios, es decir, en última instancia, el paro.

Pero éste es sólo un aspecto del caso, ya que, en muchas de las situaciones que se van creando, los industriales no logran realizar sus stocks cuándo y cómo lo exige el banquero, y éste ejecuta las garantías que contra ellos posee, apoderándose así, a cambio de nada, -pues nada más que falsas promesas les prestó- de bienes reales, que pasan, de este modo, con toda la legalidad y toda la inmoralidad del mundo, a ser propiedad del banco.

La normalidad ha vuelto. Entretanto, muchos industriales y comerciantes -más de aquéllos que de éstos- se han arruinado. Los precios de todos los artículos han subido; los salarios, por fuerza, también, pero menos que aquellos. Una gran parte de la sociedad, sobre todo las llamadas clases medias, se ha proletarizado un poco más. El único ganador, en toda la línea, es el banquero. El, que no ha hecho nada, aparte de perpetrar una falsificación de moneda en gran escala, ha obtenido beneficios inmensos, en bienes tangibles, y, lo que es más importante, ha visto confirmada su facultad de continuar creando dinero a expensas de la comunidad, lo que le convierte en el hombre más poderoso del país.

Todavía más, en el colmo del cinismo, aún se permite amonestar severamente a sus conciudadanos, diciéndoles que la reciente crisis se ha producido porque han querido vivir por encima de sus medios. La sencilla objeción de que la comunidad sólo pretendía consumir lo que había producido con su trabajo, es olímpicamente despreciada. La ignorancia general en asuntos financieros, cuidadosamente cultivada por los testaferros al servicio de la misma. Es el muro del silencio ante el que se estrellan el sentido común y el instinto popular, que rechazan vigorosamente la idea de que una gran parte de los miembros de una comunidad se hayan arruinado precisamente porque han trabajado demasiado y han producido, con su trabajo, una oferta de bienes que no ha colmado aún la demanda de los mismos.

La normalidad ha vuelto, decíamos. Nuestro banquero ya puede volver a poner en funcionamiento la máquina del Gran Timo. Las ovejas del humano rebaño ya se hallan prestas a ser esquiladas una vez más.