Por Ricardo González Ruiz
Nuestro querido CHILE, siempre motivo de profundo cariño y orgullo,
hace tiempo que nos viene defraudando lastimosamente. Ese pueblo otrora grande
y potente, aguerrido y patriota a más no poder ha sido convertido en un miasma
de humanoides abúlicos y descerebrados, carentes de principios y valores,
especialmente de respeto y disciplina, valores estos últimos indispensables para
el avance de cualquier nación. Tamaño absurdo no puede ser natural ni
espontáneo, pues tal como quedó dicho este gran pueblo no se convirtió sino que
fue convertido. Hay que escarbar, investigar, averiguar qué se oculta tras este
proceso de descomposición y a quiénes beneficia.
He titulado este modesto análisis con una interrogante propia de
ejemplares de las más ínfimas variantes de la fauna involucionada que tipifica
dicho proceso, deterioradas a tal extremo que están incapacitados para
pronunciar correctamente palabras comunes y corrientes, tan comunes y corrientes
como “qué pasa”, y la elegí porque encierra la clave del origen del proceso.
Trataré aquí de complementar el trabajo de la prensa corriente, o
regular como diría un siútico, que oculta, calla, deforma, distorsiona,
revierte o simplemente ignora el trasfondo de las noticias, contribuyendo
conscientemente o no a ese proceso.
No disertaré algunas noticias desde un punto de vista
independientemente nacionalista, sino que invitaré a reflexionar sobre esas lamentables
tendencias de nuestra sociedad chilensis en aciago proceso de descomposición,
como no me cansaré de repetir.
Si bien ocasionalmente en algún espacio se logra infiltrar algún
ciudadano menos obtuso que la masa y manifiesta su desagrado o por lo menos
extrañeza ante la proliferación de programas de farándula y su arrolladora
invasión de hogares de todos los estratos, lugares públicos, centros de enseñanza
y hasta centros de autoridad, nos parece que esas voces no sólo son muy
menguadas sino lamentablemente no llegan jamás al hueso. Hay que dejar claro
que esto no es una diatriba más contra la farándula. Tal empeño sería muy
barato pues esta última es apenas parte de la epidermis y sólo sirve de
ejemplo, puesto que lo que queremos es llegar al hueso e insinuar la médula.
Tan sólo insinuarla…
Para que en los últimos tiempos esta invasión masiva se haya arraigado
a tal extremo en el ‘alma nacional’ es necesario que algo haya pasado algo muy
destructivo en las mentes de la mayoría silenciosa o inconsciente colectivo,
algo corrosivo, un proceso achatador que se fue instalando ladinamente en
nuestro entorno sin que nadie lo notara, algo imposible de no haber alguna
persona o grupo u organización interesados en este retroceso de nuestro querido
pueblo.
Repetimos, un proceso, una serie de acciones concatenadas y
organizadas temporalmente conducentes a producir un efecto o cambio; acciones
planificadas minuciosamente y aplicadas secuencialmente con una paciencia de
siglos.
Sabemos de sobra que tan sólo plantear algo así dispara una reacción
en la prensa, la que automáticamente empieza a hablar de conspiración, y lo
hace porque hace tiempo los buitres se han encargado de teñir esa palabra con
un tinte de paranoia que hace que los lectores o espectadores esbocen una
sonrisilla y se desentiendan del tema, tal como fueron amaestrados.
Como perritos de Pavlov parten alegremente a buscar otro hueso pues el
humano que les desafió a pensar habría hablado de conspiración, por lo tanto
está cucú. ¡Listo, Evaristo!
Me arriesgaré igual, esperando que cada lector escuche su propia
mente, y no las pantallas, al juzgar estas líneas y llegue a formarse su propia
opinión, personal, individual y soberana. Junto a shilenitos y chilenoides, los Chilenos acabamos de cumplir 200
años como país y durante 180 o poco más a nadie le interesó la vida privada de
artistas, modelos o personajes públicos, y para ser tomado por personaje
público era imperativo tener algún mérito.
Llegada la tv aparecer en un programa de cualquier índole implicaba
destacarse en algo, ser realmente alguien, en especial para dar opiniones. Pero
en estos últimos 20 años o más nos acostumbraron a contemplar a pelafustanes y
vulgares ganapanes sin dotes intelectuales ni artísticas, que de la noche a la
mañana se elevan a sitiales que jamás sospecharon, sitiales que en décadas
pasadas jamás hubieran podido siquiera soñar, junto con embolsarse emolumentos
que muchos obreros no juntarán en toda una vida de sacrificios. Uso esos
términos tan gráficos en forma genérica, o sea hombres y mujeres; claro que a
causa del mismo fenómeno deberemos incluir otros entes indefinidos que no son
lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario ¡zaz!
Coincidentemente, estos últimos entes también se nos han impuesto en
una forma dictatorial, tiránica, opresiva, amenazante y asfixiante, a tal punto
que personitas que apenas juntan tres o cuatro neuronas para incubar cosillas
que pretenden ser ideas, se atreven a alzar sus voces en tono didáctico y
simiescamente repiten las explicaciones que los profesionales al servicio de
ese alguien o grupo tras bambalinas, les repiten hasta incrustarles el CD que
echarán a andar si se presenta alguna mínima crítica hacia algún indefinido,
pregonando supuestos derechos y que sólo se trata de su ‘opción’. Pronto una
ley amordazará a todas las personas normales ¿o no?
Lo que nos preocupa es esa nueva mentalidad artificial de adoración de
ídolos con pies de estiércol, de desprecio a gobernantes que lo hicieron bien,
de morder la mano que nos devolvió la libertad, de pérdida del respeto, de
indisciplina e insolencia desafiante generalizadas, de trueque de tradicionales
valores nobles por antivalores, de emisión de juicios antojadizos basados en apariencias
o prejuicios absurdos, de falta de trabajo mental, el aceptar el imperio de lo
feo y malsano sin chistar y peor sin tomar conciencia de ello, de veneración de
los delincuentes, de adormecimiento de la inteligencia y del espíritu. Sin
tomar conciencia.
Capítulo aparte merece la bestialidad con que muchachones y mocosos
que fungen como estudiantes se adueñan de la ciudad para destruir salvajemente
lo que encuentran a su paso, para asesinar, o por lo menos intentar hacerlo, a
ciudadanos cuyo trabajo consiste en mantener el orden, asegurar el cumplimiento
de las leyes y proteger al débil, colaborando al funcionamiento normal de la
vida en comunidad. No necesito recordar instancias ni fechas dado que las
imágenes televisivas están en la memoria de todos. Pero, insisto, no trato de
comentar esos hechos sino que pretendo hacer pensar en el origen de ese cambio
tan drástico y negativo de la mentalidad Chilena.
¿Qué sucedió para que niños
tradicionalmente respetuosos, educados, especialmente frente a la autoridad,
jóvenes conscientes de lo que era propio y qué ajeno, de los derechos de los
demás (aunque no fueran comunistas), jóvenes que pensaban en labrarse un futuro
(no en que el gobierno se los regalara), de pensar y actuar positivos, se
transformaran en estos energúmenos poseídos de una bestialidad desatada, que
compiten para ver cuál destruye más o provoca el mayor daño a personas
inocentes que ni siquiera conocen.
En fin, la lista de absurdos sigue pero ya debe estar claro el punto,
vivimos una época de podredumbre general como si un spray gigantesco hubiera
esparcido sobre nuestra Patria una nube de algún gas idiotizante, degradante y
deshumanizador que aspirado por la inmensa mayoría la privó de sus dotes
humanas, especialmente su inteligencia.
No he visto ni escuchado a un solo comentarista, analista, cientista
político o sociólogo que haya enunciado siquiera el tema, menos entonces
analizarlo. Eso que no hacen los especialistas es lo que debemos hacer los
ciudadanos comunes, es tomar conciencia de este proceso, para que una vez
lograda una conclusión lógica y bien fundamentada podamos librarnos de él,
diseñando una solución adecuada y definitiva que nos ayude a recuperar nuestro
CHILE.
Parecerá exagerado pero invito a detener la lectura y echar una mirada
objetiva y muy descarnada a nuestro entorno actual, en especial las repuestas
de la gente común entrevistada en radio y tv, cuyo uso del idioma da lástima,
cuya cortedad de ideas y confusión mental da náuseas, no escapando a esta
realidad las declaraciones de muchas autoridades en los noticiarios, para luego
analizar si es verdad que existe tal proceso de imbecilización inducida o si estoy
exagerando. De ahí me cuentan…
No hay comentarios:
Publicar un comentario