miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Qui pa', CHILITO, qui pa'?




Por Ricardo González Ruiz


Nuestro querido CHILE, siempre motivo de profundo cariño y orgullo, hace tiempo que nos viene defraudando lastimosamente. Ese pueblo otrora grande y potente, aguerrido y patriota a más no poder ha sido convertido en un miasma de humanoides abúlicos y descerebrados, carentes de principios y valores, especialmente de respeto y disciplina, valores estos últimos indispensables para el avance de cualquier nación. Tamaño absurdo no puede ser natural ni espontáneo, pues tal como quedó dicho este gran pueblo no se convirtió sino que fue convertido. Hay que escarbar, investigar, averiguar qué se oculta tras este proceso de descomposición y a quiénes beneficia.

He titulado este modesto análisis con una interrogante propia de ejemplares de las más ínfimas variantes de la fauna involucionada que tipifica dicho proceso, deterioradas a tal extremo que están incapacitados para pronunciar correctamente palabras comunes y corrientes, tan comunes y corrientes como “qué pasa”, y la elegí porque encierra la clave del origen del proceso.

Trataré aquí de complementar el trabajo de la prensa corriente, o regular como diría un siútico, que oculta, calla, deforma, distorsiona, revierte o simplemente ignora el trasfondo de las noticias, contribuyendo conscientemente o no a ese proceso.

No disertaré algunas noticias desde un punto de vista independientemente nacionalista, sino que invitaré a reflexionar sobre esas lamentables tendencias de nuestra sociedad chilensis en aciago proceso de descomposición, como no me cansaré de repetir.

Si bien ocasionalmente en algún espacio se logra infiltrar algún ciudadano menos obtuso que la masa y manifiesta su desagrado o por lo menos extrañeza ante la proliferación de programas de farándula y su arrolladora invasión de hogares de todos los estratos, lugares públicos, centros de enseñanza y hasta centros de autoridad, nos parece que esas voces no sólo son muy menguadas sino lamentablemente no llegan jamás al hueso. Hay que dejar claro que esto no es una diatriba más contra la farándula. Tal empeño sería muy barato pues esta última es apenas parte de la epidermis y sólo sirve de ejemplo, puesto que lo que queremos es llegar al hueso e insinuar la médula. Tan sólo insinuarla…

Para que en los últimos tiempos esta invasión masiva se haya arraigado a tal extremo en el ‘alma nacional’ es necesario que algo haya pasado algo muy destructivo en las mentes de la mayoría silenciosa o inconsciente colectivo, algo corrosivo, un proceso achatador que se fue instalando ladinamente en nuestro entorno sin que nadie lo notara, algo imposible de no haber alguna persona o grupo u organización interesados en este retroceso de nuestro querido pueblo.

Repetimos, un proceso, una serie de acciones concatenadas y organizadas temporalmente conducentes a producir un efecto o cambio; acciones planificadas minuciosamente y aplicadas secuencialmente con una paciencia de siglos.

Sabemos de sobra que tan sólo plantear algo así dispara una reacción en la prensa, la que automáticamente empieza a hablar de conspiración, y lo hace porque hace tiempo los buitres se han encargado de teñir esa palabra con un tinte de paranoia que hace que los lectores o espectadores esbocen una sonrisilla y se desentiendan del tema, tal como fueron amaestrados.

Como perritos de Pavlov parten alegremente a buscar otro hueso pues el humano que les desafió a pensar habría hablado de conspiración, por lo tanto está cucú. ¡Listo, Evaristo!

Me arriesgaré igual, esperando que cada lector escuche su propia mente, y no las pantallas, al juzgar estas líneas y llegue a formarse su propia opinión, personal, individual y soberana. Junto a shilenitos y chilenoides, los Chilenos acabamos de cumplir 200 años como país y durante 180 o poco más a nadie le interesó la vida privada de artistas, modelos o personajes públicos, y para ser tomado por personaje público era imperativo tener algún mérito.

Llegada la tv aparecer en un programa de cualquier índole implicaba destacarse en algo, ser realmente alguien, en especial para dar opiniones. Pero en estos últimos 20 años o más nos acostumbraron a contemplar a pelafustanes y vulgares ganapanes sin dotes intelectuales ni artísticas, que de la noche a la mañana se elevan a sitiales que jamás sospecharon, sitiales que en décadas pasadas jamás hubieran podido siquiera soñar, junto con embolsarse emolumentos que muchos obreros no juntarán en toda una vida de sacrificios. Uso esos términos tan gráficos en forma genérica, o sea hombres y mujeres; claro que a causa del mismo fenómeno deberemos incluir otros entes indefinidos que no son lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario ¡zaz!

Coincidentemente, estos últimos entes también se nos han impuesto en una forma dictatorial, tiránica, opresiva, amenazante y asfixiante, a tal punto que personitas que apenas juntan tres o cuatro neuronas para incubar cosillas que pretenden ser ideas, se atreven a alzar sus voces en tono didáctico y simiescamente repiten las explicaciones que los profesionales al servicio de ese alguien o grupo tras bambalinas, les repiten hasta incrustarles el CD que echarán a andar si se presenta alguna mínima crítica hacia algún indefinido, pregonando supuestos derechos y que sólo se trata de su ‘opción’. Pronto una ley amordazará a todas las personas normales ¿o no?

Lo que nos preocupa es esa nueva mentalidad artificial de adoración de ídolos con pies de estiércol, de desprecio a gobernantes que lo hicieron bien, de morder la mano que nos devolvió la libertad, de pérdida del respeto, de indisciplina e insolencia desafiante generalizadas, de trueque de tradicionales valores nobles por antivalores, de emisión de juicios antojadizos basados en apariencias o prejuicios absurdos, de falta de trabajo mental, el aceptar el imperio de lo feo y malsano sin chistar y peor sin tomar conciencia de ello, de veneración de los delincuentes, de adormecimiento de la inteligencia y del espíritu. Sin tomar conciencia.

Capítulo aparte merece la bestialidad con que muchachones y mocosos que fungen como estudiantes se adueñan de la ciudad para destruir salvajemente lo que encuentran a su paso, para asesinar, o por lo menos intentar hacerlo, a ciudadanos cuyo trabajo consiste en mantener el orden, asegurar el cumplimiento de las leyes y proteger al débil, colaborando al funcionamiento normal de la vida en comunidad. No necesito recordar instancias ni fechas dado que las imágenes televisivas están en la memoria de todos. Pero, insisto, no trato de comentar esos hechos sino que pretendo hacer pensar en el origen de ese cambio tan drástico y negativo de la mentalidad Chilena. 

¿Qué sucedió para que niños tradicionalmente respetuosos, educados, especialmente frente a la autoridad, jóvenes conscientes de lo que era propio y qué ajeno, de los derechos de los demás (aunque no fueran comunistas), jóvenes que pensaban en labrarse un futuro (no en que el gobierno se los regalara), de pensar y actuar positivos, se transformaran en estos energúmenos poseídos de una bestialidad desatada, que compiten para ver cuál destruye más o provoca el mayor daño a personas inocentes que ni siquiera conocen.

En fin, la lista de absurdos sigue pero ya debe estar claro el punto, vivimos una época de podredumbre general como si un spray gigantesco hubiera esparcido sobre nuestra Patria una nube de algún gas idiotizante, degradante y deshumanizador que aspirado por la inmensa mayoría la privó de sus dotes humanas, especialmente su inteligencia.

No he visto ni escuchado a un solo comentarista, analista, cientista político o sociólogo que haya enunciado siquiera el tema, menos entonces analizarlo. Eso que no hacen los especialistas es lo que debemos hacer los ciudadanos comunes, es tomar conciencia de este proceso, para que una vez lograda una conclusión lógica y bien fundamentada podamos librarnos de él, diseñando una solución adecuada y definitiva que nos ayude a recuperar nuestro CHILE.


Parecerá exagerado pero invito a detener la lectura y echar una mirada objetiva y muy descarnada a nuestro entorno actual, en especial las repuestas de la gente común entrevistada en radio y tv, cuyo uso del idioma da lástima, cuya cortedad de ideas y confusión mental da náuseas, no escapando a esta realidad las declaraciones de muchas autoridades en los noticiarios, para luego analizar si es verdad que existe tal proceso de imbecilización inducida o si estoy exagerando. De ahí me cuentan…

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