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miércoles, 24 de abril de 2013

Paganismo y Nihilismo





Por Daniel Aragón Ortiz


¿Qué es ser pagano? La calificación de pagano no dice nada determinante sobre una persona. Lo mismo que monoteísta no dice nada definitorio, o, al menos, nada concluyente. Desde mi percepción de las cosas el paganismo abarcaría toda una serie de confesiones religiosos más o menos bien estructuradas que pueden llevarnos desde la adoración de diversos dioses hasta un monoteísmo basado en la idolatría y en la negación de las sagradas escrituras; séanse éstas escrituras las de procedencia semítica, como la Biblia. De igual modo, la palabra abrahamismo engloba tres confesiones religiosas monoteístas que parten de un mismo germen pero que no necesariamente son idénticas; no obstante, monoteísmo es un concepto que engloba el anterior, pero que no es exclusivo del abrahamismo; póngase como ejemplo el Zoroastrismo, eminentemente monoteísta. En este texto paganismo hará referencia a las cosmovisiones habidas en Europa a grandes rasgos.

¿En qué se distingue un pagano de lo demás? Bajo mi punto de vista un pagano no necesita creer en sus dioses. Y tal hecho no es un problema. Pues los dioses existen, son reales, viven con el hombre. Así que, ¿qué sentido tiene creer en algo que es por sí mismo? Hay gente que dice que "no cree en la palabra de los políticos", pero no por ello dicha palabra no ha dejado de ser pronunciada. La negación de algo no excluye su existencia, si acaso refuerza la certeza de su realidad. Y es que creer es un verbo que por el hecho de pronunciarse ya incide en cierta duda y en una evidente inseguridad. Por ello religiones como la cristiana necesitan de la fe: y su primordial fe reside en que "Dios existe". Y por supuesto que su Dios existe, aunque sea resultado de un sentimiento de fe que inunda el espíritu y la conciencia de muchas personas; pero dicha realidad es ajena al mundo físico: su existencia es fantasmagórica. Y que nadie se eche las manos a la cabeza, fantasmagórico no lleva ningún ánimo de ofensa; es, ni más ni menos, que el plano de existencia de toda idea. Así que abundando: la única certeza no es la existencia no imaginaria de su Dios, sino la de su fe, que convive con el hombre en su propio plano y consigo mismo.

En un pagano los Dioses no son interiores, sino que son algo externo al propio hombre. Quizá por ello el paganismo sea una religión más avenida a la acción, más vitalista y más positiva, mientras que el abrahamismo, por ejemplo, empuja al hombre al achaque de conciencia, a la introspección, a juzgarse negativamente y a sentir la vida como un calvario, pues tiene prometido un paraíso en un futuro post mortem. Para el pagano la vida es el mayor regalo, para el abrahámico la vida es un camino de redención constante.

Si algo distingue al paganismo de lo demás es que los dioses que hacen de estas cosmovisiones una realidad y que se manifiestan como formas vivas de la naturaleza, juzgan a los hombres por su valor. No hay elegidos por los dioses, sino favoritos. No hay hombre elegido o tocado por la mano de Dios, sino hombre que se gana el favor de sus dioses. No es casualidad entonces que el paganismo le dé mayor valor a la acción que a la palabra, a la demostración más que a las buenas intenciones procedentes de melosas palabras. Expuesto así, el paganismo es certeza, es evidencia, mientras que el monoteísmo parece duda, confusión, imaginación, aunque luego se viva aparentemente como una certeza que convive en el plano de existencia físico.

Este reconocimiento mayor a la acción sea quizá la consecuencia primera que lance a ciertos hombres y mujeres al heroísmo. Estos hombres y mujeres quieren demostrar a los dioses que pueden tener un lugar en la gloria que habita entre ellos. Quieren demostrar su valor, pero hasta un límite que casi les permita dejar de ser hombres. Esta mentalidad de entrega entra en colisión con la sumisión del martirio. Heroísmo y martirio, que son burdamente utilizados como sinónimos y que forman parte de dos formas completamente distintas de pensamiento, sentimiento y proceder. El mártir quiere ganar con una acción -mandato siempre del Dios único- su paraíso prometido (su recompensa por años de fe y sumisión) y descansar de la vida; el héroe, por su parte, ha superado el miedo a la muerte y a la propia muerte con su actitud heroica, que es capaz de llegar a donde haga falta aunque el final, su sino, sea trágico. La orden de tal acometimiento parte del hombre entregado a la existencia y a sus dioses, que conviven en un mismo plano. Es cierto que los dioses pueden determinar negativa o positivamente en el devenir de los acontecimientos y que las luchas que estos tienen entre sí no dejan de tener su eco en la vida de los hombres, y no deja de ser menos cierto que los dioses piden a veces el favor de los hombres para su capricho; pero ahí reside la magia de una cosmovisión grecorromana, por ejemplo. Dioses y hombres viven en un mismo plano, ambos se piden favores mutuos y ambos pueden negarse y obedecer, aunque obviamente el poder de los dioses sea superior, y fulminantemente superior: pero es que es heroico desobedecer y desafiar a un Dios.

Muchos piensan que soy pagano. Más que pagano, soy un paganizado y un paganizante. Mi tendencia es el nihilismo, y digo tendencia porque eso no es una creencia o una fe, tampoco significa necesariamente luchar por y postrarse ante la nada. El nihilismo, bajo mi concepción, es una fuerza creadora. Creadora porque es una fuerza positiva, una fuerza ordenadora que surge de la propia voluntad. Las religiones paganas, con su literatura y ricos detalles, me parece la creación más bella que existe entre todas las cosmovisiones religiosas, una creación que tiene su eco en este mundo y que aspira a ser la representación de este mundo. Muchos podrán burlarse de las manifestaciones escultórico-artísticas que dan vida o representación a los dioses, muchos podrán ver como producto de la barbarie muchas prácticas paganas, pero cierto es que el paganismo te hace más fuerte, te anima a vivir, te hace amar ser hombre y este mundo; y por lo tanto te obliga a luchar por este mundo, y por ti, y no por un más allá incierto.

martes, 16 de abril de 2013

Esclavitud





Por Alexander Wilckens Bruhn


La esclavitud a la que me referiré, es la del "temor al pan", es decir, a perder el trabajo y no poder sostener una familia o a sí mismos. Por esta causa, cuantas personas a diario callan verdades, no se atreven a responder, manifestar sus ideas, etc. Temor al poderoso jefe o que se enteren que sus ideas no son las que se han de llevar en la sociedad, son causales suficientes para mantener un silencio cómplice ante acciones no compartidas o agachar la cabeza ante verdades incomodas e impopulares.

No se trata de ir gritando por las calles nuestras ideas o violentarse ante pensamientos opuestos. Simplemente hay que ser consecuente entre lo que se piensa, dice y hace.

Seguramente, al defender ideas controvertidas o verdades incomodas para la sociedad, seremos tildados de fanáticos intolerantes, ser marginados, golpeados, encarcelados e incluso asesinados. Pero la gran pregunta es: ¿Estamos dispuestos a vivir larga y cómodamente de mentiras o preferimos una vida insegura, difícil, quizá breve, pero en nuestra verdad? Y digo nuestra verdad, pues es la que creemos, pudiendo o no estar equivocados, pero mientras no nos convenzan de lo contrario con argumentos válidos, seguirá siendo nuestra verdad.

¿Será ese "temor al pan" el fin de nuestros actos? ¿La limitante a la acción de la verdad? Alguien podrá decir, ¿y mi familia? Ellos también corren peligro. Por supuesto, todo quien esté dispuesto a luchar con la frente en alto, con orgullo y valor por la verdad, deberá superar incontables peligros. Por eso el camino que nos enseña la verdad, no es para todos y deberemos conformarnos con encontrar solo unos pocos amigos viajeros en nuestro difícil camino.

Por último, no seremos juzgados en esta maltratada tierra por las acciones realizadas, deberemos ser capaces ante nuestros Dioses de defender y justificar las acciones llevadas a cabo y será en ese momento cuando solo la verdad sea de valor.

Arrodillados como esclavos o de pie mirando a los ojos a nuestros Dioses y ancestros, esa decisión es nuestra vida.



viernes, 15 de marzo de 2013

La Realidad que vemos





Por Welsung


¿Qué o quiénes somos?

Lo primero que uno observa cuando se mira es el cuerpo, este cuerpo evidentemente está relacionado con un mundo físico que nos rodea, que participa de las mismas leyes, que está constituido por los mismos elementos. La primera respuesta es entonces que somos una entidad física, más específicamente, biológica.

Un segundo paso es atestiguar que pensamos, imaginamos y sobre todo soñamos. Existe una compleja realidad que no corresponde a un elemento físico puro y que por no tener otro nombre a la mano lo llamaré psíquico. Podría llamarlo de muchas otras maneras, unas más acertadas que otras, pero creo que relacionar nuestra vivencia interior con la palabra psiquis no es tan malo pues la etimología de la palabra es el término griego usado para denominar al alma (en el sentido griego por supuesto, no cristiano).

Tenemos entonces dos mundos que nos rodean, desde el exterior y desde el interior. Podríamos decir que nosotros somos la frontera de ambos mundos, que tanto nos sumergimos en el uno como en el otro y que ambos nos afectan. De hecho podríamos decir que existe un flujo permanente entre ambos mundos que nos atraviesa, no sin dejar huellas y que hay influencia del uno al otro y del otro al uno, a través de nuestro ser.

Todos hemos atestiguado el cómo hechos de la vida cotidiana nos afectan emocionalmente y cómo, también, nuestros estados de ánimo pueden afectar nuestros actos hacia el exterior.
Esta es la primera definición que podemos dar de nosotros mismos, sin ir más allá de lo evidente.

¿Uno o muchos?

Al decir “nuestros estados de ánimo”, estoy dando cuenta de otra verdad que nos asalta en cuanto somos sinceros con nosotros mismos. No somos una persona, somos muchas.

Claro, el que no quería ir a trabajar en la mañana no es el mismo que predica a sus hijos que deben ir al colegio, el que le juró amor eterno a una pareja hoy, no es el mismo que le juraba el mismo amor eterno a otra pareja hace unos años.

Claro, podríamos decir que el que así actúa es en realidad un mentiroso, que no es constante, que es farsante, pero yo creo que todos hemos vivido cosas así y sabemos a ciencia cierta, que en cada momento hemos sido sinceros. NO estábamos mintiendo ni engañando cuando decíamos lo no o lo otro, en ese momento creíamos firmemente que lo decíamos con todo nuestro ser.

Atestiguamos entonces que dentro de nosotros existe una realidad compleja, tal como la que nos rodea desde el exterior y que el que dice “yo” hoy, no es el mismo que dirá “yo” mañana. Nuestro interior parece entonces un reino que no tiene un jefe único, si no que una rotativa de jefes que toman el mando de forma más o menos caótica, dependiendo de las circunstancias.

Uno de los objetivos de la psicología de Jung es lograr imponer un orden dentro de ese caos y establecer un mando que sea permanente. ¿No les parece una acción creadora ese “poner orden”? ¿Les recuerda a la Voluspa? No es casualidad y en su momento veremos el por qué. Además, hay que notar dos cosas: El ser muchos y no uno es una razón más que plausible para ser politeístas y no monoteístas (como decía Nietzsche). Y además nos llama a realizar un esfuerzo por lograr ese orden que nos permitirá ser guerreros siempre consecuentes con nuestros juramentos. ¿Cómo puede prometer alguien que no controla su propia identidad? ¿Quién se compromete cuando dice: “Sí, me comprometo con esta causa”? ¿Será el mismo de mañana? Sólo una persona que logra un grado de orden y control de sí mismo puede prometer, sólo quien lleva un grado de camino de individuación avanzado, puede convertirse en guerrero. 

Porque éste es el propósito de la individuación, poner orden, encontrarse con la autoridad interna que puede dar ese orden, llegar a ser UNO, un individuo y no muchos los que estén a cargo. Significa que aunque existen muchos (por que no se eliminan, se integran), existe un centro alrededor del cual gravitan y se ordenan. Ése es también el sentido del Grial, del mismo Wothan, ambos pueden ser identificados con lo que Jung llamó el Sí mismo, para distinguirlo del pequeño yo, ese que le anda prometiendo cosas a todo el mundo.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Espiritualidad y Materialismo






Por Alexander Wilckens Bruhn


Ninguno de los dos extremos satisfará nuestra alma. En el religioso aislado de la sociedad tenemos uno de los extremos, quien evadiendo la realidad cotidiana, pretende despejar sus limitaciones. Solo quien enfrenta sus temores es capaz de superarlos, evadirlos es cobardía y no lleva a nada. Y el otro en el trabajólico-consumista que solo desea el éxito material; quien cree que el poder a través del éxito en lo tangible, lo convierte en un ser superior. Otra vez tenemos una búsqueda errada e incompleta. La mayoría de los seres que transita a nuestro lado diariamente, son solo zombies, carne muerta sin alma o como en el primer ejemplo seres idos sin consistencia.

No basta con nacer para trascender, debe desarrollarse el canal para ello y sin él solo seremos polvo que vuelve al suelo o aire que se disipa. Para despertar o desarrollar nuestra alma, debemos superar nuestras limitaciones y lograr un verdadero avance en nuestras encarnaciones, debemos aprender estando sumergidos en sociedades materialistas, a enfrentar el medio que desea enajenarnos de nuestro propio ser y extraer del solo lo que le sirve al sistema para su retroalimentación. Nuestro verdadero desarrollo como seres espirituales, se logra enfrentando las manifestaciones ilusorias de una creación hecha a imagen y semejanza de la verdadera. Verdad oculta a nuestro ser, hasta ser capaces conviviendo diariamente con la falsedad, sobreponerse a ella y rescatar así dentro de nosotros la verdadera creación, la espiritualidad que nos lleva al todo y como almas recuperar al Dios que somos y al cual pertenecemos. Esa es la Senda del Guerrero, que enfrentándose a si mismo es capaz de vencerse y resucitar en un nuevo ser completo y superior, un Héroe (Dios-Humano).


viernes, 22 de febrero de 2013

Sobre el Cristianismo





Por Alain de Benoist


Al establecerse en Europa, en una cultura que, cuando apareció, ya tenía tras de sí dos o tres mil de años de existencia, el cristianismo contribuyó enérgicamente a su transformación. Aportaba en efecto "novedades" inauditas. En primer lugar la idea de una humanidad universal, compuesta de individuos iguales esencialmente en tanto que dotados con un alma en igual relación con Dios. Luego la distinción, heredada de los hebreos, entre un ser no creado, necesario y perfecto, y un ser creado, contingente e imperfecto. Colocados como abismalmente distintos, el mundo y Dios debían por lo tanto pensarse separadamente.

El mundo perdía al mismo tiempo su autosuficiencia y su calidad de ser: no sólo ya no era el lugar de lo divino sino que, siendo imperfecto, podía legítimamente garantizar la esperanza de su mejoramiento. Desacralizado, lo existente tal como es, el todo se encontraba sometido a un deber-ser. Se añadía el concepto de una salvación, que se mantenía sobre todo como especie de compensación: confortar el individuo de su pertenencia a este mundo imperfecto. Se añadía aún una concepción de la historia como creación terminada, es decir, como sistema irreversiblemente orientado hacia el futuro. Y finalmente, la idea de pecado, combinada a la de una corrupción original, hereditaria. Estas nuevas ideas contribuyeron a hacer de Europa lo que pasó a ser progresivamente: un mundo ajeno a sí mismo. 

El cristianismo también aportó una intolerancia de una clase nunca vista. Esta intolerancia, ligada a los nuevos conceptos de dogma, herejía y conversión, le han caracterizado desde sus principios. Toda la primera literatura cristiana no es más que un largo grito de odio, de apelaciones a la prohibición, a la destrucción, al saqueo. Más tarde, en todas partes donde tuvo el poder, la Iglesia persiguió. Estas persecuciones, asociadas a las cruzadas, a las conversiones forzadas, a la lucha contra los herejes, los indígenas, los paganos o los judíos hicieron víctimas a decenas de millones. Con la Inquisición, la exigencia de conformidad se extendió hasta el ámbito privado, creando el modelo de todas las futuras "policías del pensamiento". 

La modernidad vio la transferencia sistemática de todos los grandes conceptos teológicos a la teoría del Estado. El modelo de la "monarquía de Dios", transpuesto en el sistema papal, inspiró todas las formas del absolutismo político. El universalismo moderno, que extiende por todas partes el reino de lo mismo (igualitarismo), también es mérito del cristianismo. El universalismo cristiano personifica un elemento de estandarización igualitaria contra un universo concebido en términos de pluralidad: "Quien destruye los cultos nacionales destruye también las particularidades nacionales y ataca al mismo tiempo el Imperium romanum que respeta a los cultos y particularidades nacionales" (Celso).

El mundo moderno nació de un movimiento dialéctico. Por una parte, se emancipó de la religión, que envió al ámbito privado como mera opinión individual, atrayéndose así, inicialmente, la hostilidad de la Iglesia. Del otro, se construyó a sí mismo por medio de un proceso de secularización de ideas cristianas reflejadas de forma profana, es decir, sobre una interpretación "mundana" de los valores inscritos en la fe cristiana y en su concepción del tiempo. 

El cristianismo significó históricamente una preparación para la llegada de la modernidad, por lo tanto termina con ella su papel estrictamente religioso. Esto es lo que explica el carácter paradójico de la situación actual del cristianismo: al mismo tiempo que decae como creencia, triunfa como ideología. El mundo contemporáneo apenas cree ya en Dios, pero sigue más que nunca pensando en categorías cristianas. Se puede, por lo tanto, hablar de una "monoteización" de lo social. El cristianismo puede denunciar el indiferentismo o el materialismo del que ha sido víctima hoy, pero nunca reconocerá que él mismo lo ha generado. Finalmente, la modernidad no es más que la última de las enfermedades cristianas.

La Música: Un Arte Hiperbórico, Una Lengua del Espíritu





Por El Lobo Estepario, Sebastián


He decidido plantear esta idea principalmente por mi cercanía con este hermoso arte, el musical, ya que a través de mi vida ha ocupado un papel fundamental en el desarrollo de esta, como persona, como individuo y como estudiante, puesto que actualmente soy estudiante de música.

A través de la historia de la humanidad, sin darnos cuenta, la música ha ocupado un papel preponderante, pero ahora, es cuando debemos valorar este rol dentro de la vida del ser humano, ya que vivimos en un mundo, aunque ya sea cliché esta frase, cada vez más gris, donde lo único importante es el dinero y el desarrollo económico, fabricando seres sin espíritu, sin humanidad, y quizás por eso las artes han sido relevadas a un segundo plano donde se les llama artes sin utilidad y donde se valora más que nunca el arte a gran escala, hecho en una especie de fábrica sin sentimientos, sin una motivación más que el de llenar un espacio ficticio del sistema imperante hace ya varios años.

Como planteo al comienzo, el arte de la música ha sido preponderante dentro de la historia de nuestra humanidad, el hecho de que en los comienzos conocidos de nuestros antepasados se maravillarán con los sonidos de la naturaleza y empezarán a jugar con los cantos de las aves, con el sonido del mar, con el de los ríos, hasta con el dulce silbar del viento, demuestra que la música es más que simples notas ordenadas de una manera concreta. La música en este sentido es el arte de conjugar sonidos, y si descompones esta palabra (conjugar) podremos asociarla a jugar, con un ente que nos desarrolla un algo que por el momento no sabemos definir, en síntesis el arte de la música, es el arte de jugar con los sonidos; no tiene por qué haber un ordenamiento o leyes en este sentido que concreticen este noble arte. Luego, la música ocuparía un rol de suma importancia dentro de los rituales, esto porque la gran parte de las civilizaciones, la música permitía una comunicación, una cercanía con sus deidades, pero lo que quizás nunca se dieron cuenta que esas deidades más que estar lejos, estaban tan dentro de sí, que la música tan sólo los acercaba a su más puro interior, sus espíritus eran ellos mismos.

Con los griegos, en especial con Pitágoras, quien veía un ordenamiento en el universo, pero no lo como lo entendemos, como algo rígido; más bien, él y su grupo de discípulos, veían al universo y a la vida en general como una red de relaciones precisas y fuertemente ligadas unas a las otras, y en especial complementarias, ellos sentían que este ordenamiento era perfecto, que en este mundo existía la armonía, es decir una relación pura y natural entre las actos de los humanos y entre el universo, el cual para ellos era más que el Sol y los planetas, también encerraba a la Naturaleza y el lado etéreo de esta. Quizás Pitágoras sea la piedra angular de esta manera de ver la Música, puesto que para él y su escuela todos debían conocer las artes musicales, aunque esta no era para la creación, más bien era una forma de entender el mundo, una manera de poder comprender las relaciones armónicas de este, ellos veían la perfección en la Naturaleza, más que en sus dioses, a quienes los veían como seres poderosos y ejemplos de lo que debían seguir. Pero la Naturaleza era muy importante dentro de esta cosmovisión de la escuela pitagórica, esta era la fuente del conocimiento más puro de nuestra esencia, y entender sus relaciones, era más bien entender las nuestras, comprender el mundo de la Naturaleza y como esta conjugaba con nosotros, era comprender cómo nosotros nos relacionábamos en nuestro interior y cómo también nos relacionamos con la Naturaleza. Es de esta escuela donde quiero sentar el primer fundamente de este sencillo artículo, en que la Música, era un puente entre lo menos palpable de nuestra esencia y el mundo, y nosotros, esa relación de cosmos, tan mística como la misma energía nos mueve en esta vida.

Dentro de la cosmovisión pitagórica (quiero aclarar que me referiré así a su escuela, puesto que tanto él como sus discípulos desarrollaron esta visión) todo vibra, todo tiene movimiento interior, y en cierto modo tiene vida, ya que tiene el poder de formar parte del mundo que lo rodea, y eso es de suma importancia, porque para esta escuela hasta los planetas vibran y eso refleja más que nada que la relación con el universo va más allá de lo que vemos, que las energías con un puente entre estos dos mundos, el impalpable y el palpable. Muchos creerán que me estoy alejando del tema principal, que es el de explicar el título de este artículo, pero no es así, porque nuestra relación con los planetas y los astros es muy fuerte, es tan fundamental que nos determina y nos da el fundamento de nuestra personalidad, es por ello que el horóscopo sea importante en el momento que se sepa leer e interpretar sabiamente, porque habla como las energías de estos astros nos influirán en nuestra vida; además la carta astral expresa lo mismo, nos muestra que tipo de alineación tenían los planeta y las estrellas en nuestro día de nacimiento, donde nuestra madre nos da a luz, donde salimos del refugio del útero y salimos por fin al universo que nos guiará y nos alimentará con sus energías; es por ello que para cada fecha hay un signo zodiacal, para cada año un signo del horóscopo chino, porque habla de la relación que existe entre los astros y nosotros. En este sentido quiero relacionarlo con la música de la siguiente forma.

Las energías son fuentes que no podemos ver y es muy difícil manipular, son tan extrañas a nuestra naturaleza que no creemos que formen parte de nosotros, pero es todo lo contrario, nosotros no las comprendemos en nuestra forma física, pero en el plano espiritual (astral) son parte de nuestro alimento, del alimento de nuestra alma, por eso que durante la noche los quedamos viendo a la luna, porque sus energías nos conmueven y nutren nuestro espíritu de una manera; con la música pasa lo mismo, la música es un alimento de nuestro espíritu, como dice un gran músico de mi país (Wilson Cuturrufo), ¿alguien se ha puesto ha meditar lo que sucede después de escuchar música? O ¿después de asistir a un concierto dónde el músico te conmueve con sólo escucharlo?, eso es a lo que me refiero, la música te llega a lo más profundo de tus entrañas, a tu naturaleza menos física, más allá de tu mente, llega al fundamento esencial de tu existencia, aquella que te acoge cuando la necesitas, aquella que te abraza cuando menos acompañado te sientes, aquella esencia cósmica que te anima, en el sentido de darte vida, es por ello que la sociedad actual del Siglo XXI de la era cristiana, muchas personas parezcan pálidas, en el sentido de que no parecen personas felices, relacionadas sanamente consigo mismas y quizás por eso nuestra sociedad cada día caiga en un círculo vicioso donde sólo conseguirá su destrucción como humanidad, alejada de la Naturaleza, la alma mater de su esencia.

Durante los siglos posteriores a la escuela de Pitágoras, la música nos fue tan entendida concientemente como lo fue por ellos, aunque si ocupo un sitial único dentro de la sociedad, también, es mencionable, el hecho que para Platón, cada modo musical griego simbolizaba un sentir, un momento de ver la vida, esto demuestra la fuerte relación entre nuestra alma y la música, en cierta manera, cada modo musical, era una palabra que nos memoraba a un estado.

La música dentro de los siglos siguientes era muy importante, los músicos, aunque no ocupaban cargos políticos, sí eran considerados seres fundamentales dentro de toda sociedad, es por ello que mucha gente los apoyaba monetariamente, y es de ahí donde nacen los mecenas, como una opción de que el músico desarrollara su arte para los demás, sin embargo, muchos creerán que la música estaba limitada a un solo segmento de la sociedad, pero no fue así, la única diferencia es que los estratos más bajos (dentro de la sociedad jerarquizada) sólo querían un momento de redención, de entretención, después de sus largas jornadas, pero siempre la música estaba relacionada con su alma, después de una jornada de trabajo físico, era la hora de alimentar sus almas, con una especie de chocolate, sin aventurarse con platos excéntricos, la música de algunos nobles. Los músicos de esta época, como varios artistas, más que realzar la figura de una persona, lo que trataban de hacer era comunicarnos con nuestro sentir más íntimo, por ello que la música exige un silencio más puro, un silencio de introspección, de meditación casi nirvánica, por la comunicación que se produce con nuestra alma.

Para muchos esto será una forma trivial de justificar la fuente laboral de muchos, pero no lo es, las artes en general forman una piedra angular de nuestras vidas y de nuestra existencia, cada arte es una lengua del espíritu, cada arte es una forma diferente de expresar lo que siente nuestro interior, es como el español, el inglés, el alemán, y todas las lenguas del mundo, donde cada sociedad la ha desarrollado con sus características, con sus comodidades para poder expresar sus ideas y para poder entablar una comunicación con su cercano. Con la música pasa lo mismo, es una lengua de nuestra alma, es una forma en que esta se expresa hacia nosotros y hacia los demás, por eso que hay gente que prefieren algunas ramas del arte sobre otras, por su cercanía y su relación con esa lengua.

Como tal, como un lenguaje, es necesario aprender sus códigos, y comprender su forma estructural, por ello, el estudio de la música tiene distintas fases, y también por eso la música es parte de todos los planes educativos básicos, porque estimula la expresión interior que la lengua a veces no da abasto, a excepción de la poesía, la dramaturgia, y la literatura en general. La música, en su enseñanza y estudio, comprende primero su forma de escritura, sus “lexemas”, sus oraciones, sus conjugaciones y hasta sus formas ya más estructuradas que ayudan a la expresión de sentimiento e ideas tan insustanciales de nuestra esencia. Luego, viene la fase donde uno conoce como esta se ha utilizado a través de la historia, de esta manera uno puede comprender la música de otras épocas y como usaba para expresar el acontecer de ese momento histórico, esta etapa también incluye una estudio de los instrumentos por cada época, ya que cada instrumento musical, como dice la palabra era un medio para expresar una idea musical, que traía una idea mística de nuestra alma. Cada instrumento es la síntesis de un periodo histórico y social, al igual que un músico.

Como una lengua va variando a través del tiempo por millones de factores, la música como tal, ha pasado por lo mismo, por eso muchas veces nos es más fácil comprender la música de ahora, ya que corresponde al momento que estamos viviendo, más allá que sea correspondiente a nuestra realidad o no, y por ello mismo, la música antigua no es más difícil de comprender, o nos genera cierta reticencia a su audición y comprensión, por ello el oír música, requiere una madurez que sólo se desarrolla con el tiempo, también por ello los músicos son seres que se destacan del común de sus seres sociales.

La música es una fuente de conocimiento interior única, una fuente de nuestro autoconocimiento, es por ello que nos acompaña en todo momento, pero si no existe un darse cuenta, un concienciar de nuestra parte, la música sólo sonara como un adorno más de la pragmática realidad.

La música, un arte hiperbórico, un arte más allá del Sol, más allá de la bórea, es un arte de las energías de nuestra más pura esencia, de nuestra más primigenia forma, de nuestra naturaleza más sana de la realidad, pero no la más preocupada por nosotros.

La música un arte más allá de “tocar”, es un arte de interpretar los signos con que nuestro espíritu se intenta acercar a nosotros, como este nos intenta comunicar y a la vez alimentar, un espíritu bien alimentado, te ayudará con sus energías en todo momento y te guiará a una vida plena. La música como una lengua de nuestra alma, una de las tantas formas que esta se intenta comunicar y recordarte que tu naturaleza va más allá de tu cuerpo físico que ves y sientes por el simple hecho de verlo en todo momento.

La música es tan tuya, como tú eres de la música, es tu lengua, es tu arte, es parte de tu esencia como ser humano, es quizás una de las bellezas más asombrosas de la naturaleza, porque con sus energías te transporta a un mundo olvidado, pero que siempre debe ser recordado, el mundo más virgen de nuestra esencia.

jueves, 23 de agosto de 2012

Sobre la Felicidad





Por Séneca

Todos quieren vivir felices, mi querido Galión: pero para ver con claridad en qué consiste lo que hace una vida completamente bienaventurada, andan a ciegas. Y de tal manera no resulta sencillo conseguir esa vida feliz, que cada uno se aparta de ella tanto más, cuanto con mayor ahínco la busca; si ha equivocado el camino: porque, como quiera que éste conduce a la parte contraria, la misma vehemencia los impulsa a una mayor distancia. 

Es necesario, pues, que primeramente estudiemos en qué consiste la felicidad que apetecemos: una vez conseguido esto, hemos de mirar y examinar las cosas que nos rodean, con el fin de encontrar el camino más corto por donde podamos llegar a ella: conoceremos sobre la marcha, y por muy poco recto que sea el camino, el adelanto tan grande que conseguimos cada día, y lo mucho que nos vamos alejando de aquello a que nos empuja nuestro natural apetito. Pero mientras andemos errantes por todas partes, sin seguir los pasos de un guía, sino el estruendo y gritos disonantes que nos llevan a la distracción, la vida se nos irá acabando entre constantes errores y sin darnos tiempo a nada, puesto que ésta resulta muy corta, aun cuando trabajemos noche y día para el bienestar del espíritu.

Por consiguiente, es necesario determinar adónde vamos y por dónde; y no sin la ayuda de algún experto que haya explorado antes los caminos que hemos de recorrer: porque no se da aquí la misma circunstancia que en cualquier otro viaje. En éstas, conocido algún límite del camino, y preguntando a las gentes del país por donde se pase, no se sufren errores: en cambio aquí, cuanto más conocido sea y más trillado esté, nos engaña muchísimo mejor.

En nada, por consiguiente, hemos de poner mayor empeño que en no seguir, según acostumbran las ovejas, al rebaño que va delante y que caminan, no por donde se debe ir, sino por donde va todo el mundo. Porque ninguna cosa nos proporciona mayores desgracias que aquello que se decide por los rumores: convencidos, además, de que lo mejor es aquello que ha sido aceptado por la mayoría de las gentes, y de éstos tenemos muchos ejemplos; vivimos no según nos dicta la razón, sino por imitación.

De ahí ese amontonamiento tan grande de los unos que caen sobre los otros. Es lo mismo que sucede en las grandes aglomeraciones de hombres, cuando la multitud se comprime contra sí misma de tal manera que no cae nadie sin que arrastre a otro tras de sí, y la caída del primero siguen las de los demás: puedes comprobar cuando quieras que lo mismo sucede en todos los órdenes de la vida; nadie se equivoca solamente para él, sino que es causa y autor del error de los demás. Perjudica, pues, ser arrastrado por los que van delante, y mientras cada uno prefiere mejor confiarse que juzgar, jamás se medita sobre la vida, y siempre se cree en los demás; el error, que va pasando de mano en mano, nos hace dar vueltas y nos precipita al abismo, pereciendo por los malos ejemplos de los otros.

Acertaremos tan pronto como nos separemos de los demás; ahora, en cambio, la multitud se ha plantado en contra de la razón, como defensora de su perdición. Sucede aquí lo mismo que en las elecciones, en las cuales, después de haber elegido sus pretores, los mismos que los eligieron se sorprenden de haberlos votado, cuando el favor, en su huida, dio la vuelta alrededor de la asamblea. Aprobamos las mismas cosas que censuramos después; éste es el resultado de cualquier negocio donde se sentencia por el mayor número de votos.

martes, 21 de agosto de 2012

Mi Noción de Libertad





Por Friedrich Nietzsche


A veces el valor de una cosa no reside en lo que con ella se consigue, sino en lo que por ella se paga, en lo que nos cuesta. Consignaré un ejemplo. Las instituciones liberales, una vez impuestas dejan de ser pronto liberales; posterior­mente, nada daña en forma tan grave y radical la libertad como las instituciones liberales. Sabidos son sus efectos: socavan la voluntad de poder, son la nivelación de montaña y valle elevada al plano de la moral, empequeñecen y llevan a la pusilanimidad y a la molicie; con ellas triunfa siempre el hombre-rebaño.

El liberalismo significa el desarrollo del hom­bre-rebaño. Las mismas instituciones, mientras se brega por ellas, producen otros efectos; promueven también, en efecto, poderosamente la libertad. Bien mirado, es la guerra la que produce estos efec­tos; la guerra librada por las instituciones liberales, que como guerra perpetúa los instintos antiliberales. Y la guerra educa para la libertad. Pues ¿qué significa libertad? Que se tiene la voluntad de responsabilidad perso­nal. Que se mantiene la distancia jerárquica que diferen­cia. Que se llega a ser más indiferente hacia la penu­ria, la dureza, la privación y aun hacia la vida. Que se está pronto a sacrificar en aras de su causa vidas humanas, la propia inclusive. Significa la libertad que los instintos viriles, guerreros y triunfantes privan sobre otros instintos, por ejemplo, los de la “felici­dad”. El hombre libertado, y, sobre todo, el espíritu libertado, pisotea el despreciable bienestar con que sueñan mercachifles, cristianos, vacas, mujeres, ingle­ses y demás demócratas. El hombre libre es un gue­rrero.


¿Cuál es el criterio de la libertad en los individuos y los pueblos? La resistencia que es preciso superar, el esfuerzo que demanda el mantenerse arriba. (...) Ningún pueblo importante que llegó a ser un pueblo de valía, llegó a serlo bajo insti­tuciones liberales; solo un grave peligro hizo de él algo dignó de veneración: el peligro nos da la noción de nuestros recursos, nuestras virtudes, nuestras ar­mas, nuestro espíritu, nos obliga, en suma, a ser fuertes... Primer axioma: hay que estar obligado a ser fuerte o si no, no se lo es nunca. Esos grandes semilleros del hombre fuerte, del tipo humano más fuerte que se ha dado jamás, las comunidades aristo­cráticas al estilo de Roma y Venecia, entendían la li­bertad exactamente en el sentido en que yo entiendo la palabra “libertad”: como algo que se tiene y no se tiene; que se quiere, que se conquista ...