martes, 21 de agosto de 2012

Mi Noción de Libertad





Por Friedrich Nietzsche


A veces el valor de una cosa no reside en lo que con ella se consigue, sino en lo que por ella se paga, en lo que nos cuesta. Consignaré un ejemplo. Las instituciones liberales, una vez impuestas dejan de ser pronto liberales; posterior­mente, nada daña en forma tan grave y radical la libertad como las instituciones liberales. Sabidos son sus efectos: socavan la voluntad de poder, son la nivelación de montaña y valle elevada al plano de la moral, empequeñecen y llevan a la pusilanimidad y a la molicie; con ellas triunfa siempre el hombre-rebaño.

El liberalismo significa el desarrollo del hom­bre-rebaño. Las mismas instituciones, mientras se brega por ellas, producen otros efectos; promueven también, en efecto, poderosamente la libertad. Bien mirado, es la guerra la que produce estos efec­tos; la guerra librada por las instituciones liberales, que como guerra perpetúa los instintos antiliberales. Y la guerra educa para la libertad. Pues ¿qué significa libertad? Que se tiene la voluntad de responsabilidad perso­nal. Que se mantiene la distancia jerárquica que diferen­cia. Que se llega a ser más indiferente hacia la penu­ria, la dureza, la privación y aun hacia la vida. Que se está pronto a sacrificar en aras de su causa vidas humanas, la propia inclusive. Significa la libertad que los instintos viriles, guerreros y triunfantes privan sobre otros instintos, por ejemplo, los de la “felici­dad”. El hombre libertado, y, sobre todo, el espíritu libertado, pisotea el despreciable bienestar con que sueñan mercachifles, cristianos, vacas, mujeres, ingle­ses y demás demócratas. El hombre libre es un gue­rrero.


¿Cuál es el criterio de la libertad en los individuos y los pueblos? La resistencia que es preciso superar, el esfuerzo que demanda el mantenerse arriba. (...) Ningún pueblo importante que llegó a ser un pueblo de valía, llegó a serlo bajo insti­tuciones liberales; solo un grave peligro hizo de él algo dignó de veneración: el peligro nos da la noción de nuestros recursos, nuestras virtudes, nuestras ar­mas, nuestro espíritu, nos obliga, en suma, a ser fuertes... Primer axioma: hay que estar obligado a ser fuerte o si no, no se lo es nunca. Esos grandes semilleros del hombre fuerte, del tipo humano más fuerte que se ha dado jamás, las comunidades aristo­cráticas al estilo de Roma y Venecia, entendían la li­bertad exactamente en el sentido en que yo entiendo la palabra “libertad”: como algo que se tiene y no se tiene; que se quiere, que se conquista ...

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