Por el Sub-Brigadier
Uno de los peores efectos de los
desastrosos gobiernos democratosos de los últimos 18 años es la degradación
psicológica de nuestro pueblo. Creemos que ningún profesional se ha ocupado de
este tema, ni siquiera los gurús de la psicología que pululan en la TV y
radios. La clave para detectar este fenómeno radica en la forma de expresarse
de nuestro querido pueblo, especialmente de los shilenitos. Junto con simples
muletillas-pregunta como .cachái, entendís, viste, ¿ya? Otras que no son
muletillas inocuas se han hecho increíblemente populares, no por el estrato
social en que abunden sino por su extensión en todos los estratos, incluidos
catedráticos, profesores y locutores. Empecemos por el inefable “digamos”. El
que habla es uno, singular. Afirma algo, lo que sea, y adiciona la partícula,
más bien perversa muletilla "digamos", plural. ¿Qué hay detrás de
esto? Inseguridad, falta de compromiso, de coraje incluso.
Al coronar su probablemente correcto
aserto con aquel digamos escabulle su responsabilidad personal por lo que ha
expresado, porque teme la desaprobación de su eventual auditorio con el
consiguiente golpe a su ego. Decide sin pensarlo esconderse en una multitud
indefinida, desconocida, en la que hasta pretende englobar a su interlocutor o
interlocutores, quienes por supuesto no tienen nada que ver con lo que él
afirma, estén o no de acuerdo después de escucharlo. Distinto eso sí al
“digamos”, que se usa cuando debemos recurrir a una palabra que sabemos no es
la exacta sino sólo una aproximación que no nos satisface.
Peor, pero igualmente expandido es el
nefasto ¿no es cierto?. Está aún más clara la inseguridad. Afirma o niega algo,
es su idea o posición personal sobre el punto específico. Mas, tras expresarla
interroga a la otra parte, que sólo escucha, si lo que él ha dicho es cierto o
no. Si no es cierto ¿para qué lo afirmó, si no quería mentir?
Tan nefasto es asimismo el .poco., y peor
aún “poquito” con que los mismos conciudadanos liliputizan sus adjetivos y
adverbios. Trasunta esta partícula un manifiesto sentimiento, quizás complejo,
de inferioridad.
Es la eterna costumbre, caricaturizada
acerbamente por nuestros “hermanos” tras las fronteras, de hablar en
“chiquitito”. Tomamos tecito o cafecito, y no té o café, más tantísimos otros
ejemplos que evidencian esta autodegradación inconsciente. Inconsciente pero
evidente.
Menos abrumadora es la “de alguna manera”.
Lo hemos escuchado tantas veces en miles de declaraciones de entrevistados,
periodistas y autoridades de todo pelaje. Quizás en alguna oportunidad
corresponde aclarar que lo dicho es válido pero sólo “de alguna manera”. Eso
estaría bien, sin embargo no puede ser así en más del 99% de los casos. Al
revés sí. No falta mucho para que escuchemos la noticia de que tal persona de
alguna manera se murió un poquito...
Tenemos un país maravilloso, envidiado por
la mayoría de otros no tan favorecidos por la Naturaleza. El Gobierno Chileno
en 17 años nos hizo alcanzar alturas jamás soñadas y miramos por mucho tiempo
hacia abajo al resto. Hemos avanzado en muchísimos campos. Tenemos una Raza
privilegiada, con todas las excepciones que se nos quiera enrostrar que
conocemos y lamentamos, pero que no cambiarán esa realidad. Fuerzas ocultas han
animalizado a nuestra juventud, pero queda un buen porcentaje que todavía se
salva y augura cierta esperanza. Soportamos un sistema legal que prostituye la
justicia pero que un buen gobierno apolítico podrá cambiar fácilmente, junto
con eliminar la delincuencia, la droga, la corrupción, la ignorancia y la
injusticia social. Somos jaguares, aunque el contubernio demomarxista nos haga
parecer gatos mojados. Entonces ¿por qué rebajarnos? ¿Por qué empequeñecernos
sin motivo?
Dejamos estas preguntas a nuestros amables
lectores para que de alguna manera tomen caldito de cabeza; un poquito, claro
¿no es cierto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario