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martes, 30 de julio de 2013

Historia del Movimiento Nacional Socialista de CHILE



MOVIMIENTO NACIONAL SOCIALISTA DE CHILE

Movimiento político creado el 5 de abril de 1932 y extinto en 1938. Originado como un verdadero reflejo local de los partidos fascistas de Italia y nazistas de Alemania, fue fundado entre otros, por el abogado Jorge González Von Mareés y Carlos Keller.


En las elecciones parlamentarias de 1937, obtuvo tres diputados. En 1938 el MNSCH, junto a otras agrupaciones forma la Alianza Popular Libertadora, y apoya la candidatura de Carlos Ibáñez del Campo. A comienzos de 1939, el Movimiento Nacional Socialista de Chile, se reestructuró y tomó el nombre de Vanguardia Popular Socialista.

lunes, 29 de abril de 2013

Historia, Economía y Política





Por Carl Schmitt


El punto de vista para comprender la historia económica de las culturas superiores no debe buscarse en el terreno mismo de la economía. El pensamiento y la acción económicos son un aspecto de la vida, aspecto que recibe una falsa luz, si se le considera como una especie substantiva de la vida. Y mucho menos podrá encontrarse dicho punto de vista en el terreno de la economía mundial de hoy, que desde hace ciento cincuenta años ha tomado un vuelo fantástico, peligroso y al postre casi desesperado, vuelo que es exclusivamente occidental y dinámico y en modo alguno universal humano.

Lo que hoy llamamos economía nacional (economía política) está asentado sobre supuestos específicamente ingleses, La industria maquinista, desconocida de todas las demás culturas, ocupa su centro, como si esto fuera evidente, y domina por completo la conceptuación y la deducción de llamadas leyes, sin que los economistas se den cuenta de ello. El crédito, en la figura especial que resulta de la relación inglesa entre el comercio mundial y la industria de exportación, en un país sin aldeanos, sirve de base para definir las palabras capital, valor, precio, fortuna, las cuales son, sin más ni más, aplicadas a otros estadios de cultura y a otros círculos de vida. La insularidad de Inglaterra ha determinado en todas las teorías económicas la concepción de la política y de su relación con la economía. Los creadores de la visión económica fueron David Hume y Adam Smith. Todo lo que después se ha escrito por encima de ellos y contra ellos supone siempre inconscientemente la disposición critica y el método de sus sistemas. Y esto vale para Carey y List, como para Fourier y Lassalle. Y por lo que se refiere a Marx, el gran enemigo de Adam Smith, ¿qué importa que se proteste contra el capitalismo, si se está de lleno en el mundo de las representaciones del capitalismo inglés? Es reconocerlo implícitamente y el intento se limita a cambiar el orden de las cuentas para que los objetos de éstas reciban el provecho de sujetos.

Desde Smith hasta Marx todos han practicado el análisis del pensamiento económico de una sola cultura y en un solo período de su desarrollo. Es un análisis totalmente racionalista y parte, por lo tanto, de la materia y sus condiciones, de las necesidades y de los estímulos, en vez de partir del alma de las generaciones, clases, pueblos y de su fuerza morfogenética. Considera al hombre como un elemento más de la situación e ignora la gran personalidad y la voluntad histórica de individuos y grupos enteros, que en los hechos económicos ven medios y no fines. Considera la vida económica como algo que puede explicarse sin residuo, por causas y efectos visibles, algo que está dispuesto mecánicamente y encerrado en sí mismo, manteniendo cierta relación causal con los círculos de la política y de la religión—que también son pensados en si mismos—. Esta manera de consideración es sistemática, no histórica; por eso cree en la validez intemporal de sus conceptos y reglas y tiene la ambición de establecer la única regla justa de «la» economía. Por eso dondequiera que sus verdades han entrado en contacto con los hechos han tenido que sufrir un perfecto fracaso, como ha sucedido igualmente con las profecías sobre el estallido de la guerra por teóricos burgueses y con la institución de la Rusia soviética por los teóricos proletarios.

No existe, pues, economía, si por economía se entiende una morfología del aspecto económico de la vida, esto es, de la vida de las grandes culturas con su evolución de cierto estilo económico, evolución homogénea en sus períodos, en su tiempo y en su duración. La economía, en efecto, no posee sistema, sino fisonomía. Para descubrir el secreto de su forma interior, de su alma, hace falta tacto fisiognómico. Para tener éxito en ella hay que ser conocedor, como se es entendido en hombres o entendido en caballos; no se necesita «saber», como tampoco el jinete necesita saber zoología. Pero ese conocimiento del conocedor o entendido puede ser estimulado en el caso de la economía por una visión lanzada sobre la historia. La mirada histórica puede rastrear impulsos raciales obscuros que actúan en los seres económicos para dar a la actuación exterior—a la «materia» económica—una figura que corresponda simbólicamente a la propia forma interior. Toda vida económica es la expresión de una vida psíquica.

Es ésta una concepción nueva, una concepción alemana de la economía, que está situada allende el capitalismo y el socialismo. Estos dos sistemas, nacidos de la inteligencia sobria, burguesa, del siglo XVIII, no querían ser otra cosa que análisis material—y sobre éste una construcción—de la superficie económica. Lo que hasta ahora se ha enseñado es mera preparación. El pensamiento económico, como el jurídico, aguarda todavía su desenvolvimiento propiamente dicho [289], que hoy, como en la época helenístico-romana, no puede iniciarse hasta que el arte y la filosofía hayan ingresado definitivamente en el pretérito.

La economía y la política son aspectos de la existencia una, viviente y fluyente; no, pues, de la conciencia vigilante, no del espíritu. En la economía, como en la política, se manifiesta el ritmo de las oleadas cósmicas que están presas en la sucesión generadora de los seres individuales. Ni la economía, ni la política tienen historia, sino que ellas mismas son historia. Rige en ellas el tiempo irreversible, el cuándo. Ambas pertenecen a la raza y no al idioma, con sus tensiones espaciales y causales, como la religión y la ciencia. Ambas se rigen por los hechos, no por las verdades. Existen sinos políticos y económicos, así como, en todas las doctrinas religiosas y científicas, existe un nexo intemporal de causa y efecto.

La vida tiene, pues, una manera política y una manera económica de estar «en forma» para la historia. Esas dos maneras, la política y la económica, podrán superponerse, o apoyarse una en otra, o combatirse una a otra; pero la política es siempre absolutamente la primera. La vida quiere conservarse e imponerse, o, mejor dicho, quiere hacerse más fuerte para imponerse, «En forma» económica se encuentran los torrentes de existencia para sí mismos; pero «en forma» política se encuentran para su relación con los demás. Lo mismo sucede en la más sencilla planta monocelular que en los enjambres y pueblos de los seres más libres y móviles en el espacio. ¡Alimentarse y combatirse! La diferencia de rango entre ambos aspectos vitales se reconoce fácilmente en su relación con la muerte. No hay contradicción más honda que la que media entre la muerte de inanición y la muerte heroica. Económicamente la vida es amenazada, indignificada, rebajada por el hambre—en el sentido más amplio de la palabra—-; a esto mismo se refiere la imposibilidad de desenvolver plenamente las fuerzas, la estrechez del espacio vital, la obscuridad, la presión, no sólo el peligro inmediato. Pueblos enteros hay que han perdido la energía racial, por la mezquindad de su vida. En estos casos el hombre muere de algo, no por algo. La política sacrifica los hombres a un fin; caen los hombres por una idea. Pero la economía los hace periclitar. La guerra es la creadora, el hambre es la aniquiladora de todas las grandes cosas. En la guerra la vida es realzada por la muerte, a veces hasta llegar a esa fuerza invencible que por si sola es ya la victoria. El hambre provoca esa especie de miedo vital, índole fea, ordinaria e inmetafísica en que el mundo de las formas superiores de una cultura se sumerge, para dar comienzo a la desnuda lucha por la existencia entre bestias humanas.

Ya hemos hablado del doble sentido que hay en toca historia y hemos visto cómo se revela en la oposición entre el varón y la mujer. Existe una historia privada que representa la «vida en el espacio» como sucesión de las generaciones, y existe una historia pública que la defiende y asegura mediante el «estar en forma» política. Estos dos aspectos—el huso y la espada—de la existencia hallan su expresión en las ideas de la familia y del Estado; pero también en la figura primordial de la casa, en donde los buenos espíritus del lecho conyugal—el Genio y la Juno de los domicilios romanos—son protegidos por la puerta, por Jano. Pues bien: junto a la historia privada de la generación camina la historia económica. Su fuerza es inseparable de la duración asignada a una vida floreciente; la alimentación va estrechamente unida al misterio de la generación y de la concepción. Este nexo aparece en toda su pureza en la existencia de las fuertes estirpes aldeanas, que radican sanas y fecundas en el seno de la tierra. Y así como en la imagen del cuerpo el órgano sexual está enlazado con el de la circulación de la sangre, así el hogar sagrado, Vesta, constituye en el otro sentido el centro de la casa.

Precisamente, por eso la historia económica significa algo muy distinto de la historia política. En ésta ocupan el primer plano los grandes sinos singulares, que aunque se realizan en las formas necesarias de la época, son, sin embargo, cada uno por si estrictamente personales. En aquélla, como en la historia de la familia, tratase del curso evolutivo que sigue el idioma de las formas, y lo singular y personal constituye el sino privado, poco importante. Sólo la forma fundamental de millares de casos entra en consideración. Pero la economía no es, sin embargo, más que la base de toda vida significativa. No es lo importante, propiamente, el estar bien nutrido, bien dispuesto y capaz de fecundación, como individuo o como pueblo, sino el para qué de esa buena disposición. Cuanto más alto se encumbra el hombre en la historia, tanto más excede su voluntad política y religiosa en intimidad de simbolismo y en poder de expresión a todas las formas y profundidades que pueda poseer la vida económica. Sólo cuando, al despuntar la civilización, se inicia el reflujo de todas las formas, sólo entonces es cuando los contornos del mero vivir aparecen desnudos e imperiosos. Esta es la época en que la mezquina frase del «hambre y el amor», como fuerzas impulsivas de la existencia, cesa de ser un dicho desvergonzado; esta es la época en que el sentido de la vida ya no es el ser más fuerte, sino la felicidad del mayor número, la bienandanza y la comodidad, «panem et circenses», y en lugar de la gran política aparece la política económica como un fin en sí.

martes, 5 de marzo de 2013

Hugo Chávez: Un Anti-Capitalismo de cartón





Por el Emboscado


La salud del teniente coronel Hugo Chávez ha generado mucha expectación durante las últimas semanas debido a su reciente hospitalización a raíz de su grave estado de salud. Estas circunstancias y la incertidumbre por ellas creadas han originado en el ámbito mediático, y particularmente en ambientes “radicales”, un debate acerca del carácter anticapitalista del régimen bolivariano establecido por Chávez en Venezuela. Nada más lejos de la realidad.

A lo largo de la historia, salvo en muy contadas ocasiones, las diferentes revoluciones políticas han tenido como resultado una mayor concentración del poder en manos del Estado, y con ello su reforzamiento y extensión. La revolución inglesa dio lugar a una virulenta dictadura militar bajo el caudillaje de Oliver Cromwell. Lo mismo cabe decir de la revolución francesa que significó la militarización del conjunto de la sociedad hasta el establecimiento del régimen imperialista y militarista de Napoleón. A esta lista también habría que añadir a la revolución rusa que significó un agrandamiento sin precedentes del aparato estatal ruso, y que culminó con un militarismo desenfrenado del que su máximo exponente fue Stalin. En este sentido la revolución bolivariana comandada por Hugo Chávez no ha sido una excepción.

El poder no sólo se ejerce a través de la coacción, también es necesario cierto grado de consentimiento entre la población que facilite su obediencia. Por esta razón el poder se convierte en un aliado de las clases populares en tanto en cuanto logra presentarse como un gran benefactor, pues al asumir un creciente número de funciones con las que provee de cierto grado de utilidad social logra granjearse la adhesión popular. Como consecuencia de esto el poder adquiere una dimensión todavía mayor al basar su legitimidad en la realización del bien del conjunto de la sociedad. De esta forma el Estado es presentado por los intelectuales de servicio como un justiciero que redime al pueblo de sus opresores a los que el discurso izquierdista identifica exclusivamente con el capitalismo de las empresas multinacionales, los bancos y el mercado en general. Asimismo, el contexto de creciente escasez general contribuye en gran medida a la búsqueda de mayor seguridad, de forma que el Estado, con un uso desproporcionado de la manipulación mediática e ideológica, logra presentarse como el gran protector frente a determinados poderes.

Hoy, en los medios “radicales”, está muy difundida la, por lo demás falsa, idea de que Chávez es anticapitalista en tanto en cuanto es presentado como un redentor de las clases populares de Venezuela, y al mismo tiempo como un opositor al imperialismo estadounidense. Sin embargo, se obvia completamente el hecho de que Chávez es un militar y que como tal es parte integrante de la oligarquía militar mandante en dicho país, la cual acapara los principales recursos naturales de Venezuela como son los  metales preciosos y otros recursos de gran valor  estratégico como el coltán. Juntamente con esto hay que añadir que los ingresos derivados de la venta de petróleo van a parar a un fondo de reserva que Chávez, de manera personal y exclusiva, gestiona a su antojo. Pero la izquierda estatolátrica y su entorno insisten en presentar a Chávez como un justiciero que combate al capitalismo cuando realmente es su principal sostenedor. La revolución bolivariana ha desarrollado un potentísimo capitalismo de Estado producto de las sucesivas nacionalizaciones que el gobierno de Chávez ha efectuado, lo que ha permitido un colosal enriquecimiento de la oligarquía militar que ha devenido así en una plutocracia. Todo esto demuestra que Chávez, lejos de ser un anticapitalista, es el principal promotor del capitalismo en su país.

Pero tampoco hay que olvidar que los militares constituyen por su propia condición una clase capitalista, pues al no ser productores de absolutamente nada son las clases populares las que se ven obligadas a mantenerlos con su trabajo. Los militares, al vivir de las rentas del trabajo ajeno, no se diferencian en nada de cualquier otro parásito capitalista. Esto explica que el ejército disponga de unos inmensos recursos monetarios que se reflejan en unos abultados presupuestos que, gracias a los dividendos obtenidos del comercio de petróleo y metales preciosos, han facilitado el rearme de Venezuela para su transformación en una nueva potencia regional. Bajo el pretexto de una constante amenaza de intervención norteamericana en el país sudamericano Chávez ha utilizado los recursos financieros de los que le ha provisto la venta de recursos naturales para rearmar a su ejército. Al menos así lo demuestra la compra de armas a Rusia por un valor de 11.000 millones de dólares, entre las que destacan sistemas antimisiles S-300, una flota de cazas sujoi SU-35, 100.000 fusiles Kalashnikov AK-103, tanques T-52, blindados BTR-80, lanzaderas múltiples Smerch, misiles antiaéreos ZU-23, helicópteros Mi-35 y Mi-37, 92 tanques T-72, etc.

El denominado socialismo del siglo XXI ha demostrado ser un camelo para justificar el crecimiento y la extensión ilimitada del aparato estatal, el cual ha reordenado las relaciones sociales conforme a las exigencias de rearme militar de la política exterior venezolana. La recuperación y reivindicación de la figura de Simón Bolívar, no olvidemos que también fue un militar, como símbolo del militarismo patriotero ha servido para dotarle al proyecto político encabezado por Chávez de una dimensión y una proyección continental, y por ello imperialista, que ha justificado la expansión del ente estatal.

Asimismo, el Socialismo del que Hugo Chávez se ha hecho el principal adalid ha estado acompañado de la estatización de la economía bajo el pretexto de rescatar a los venezolanos del capitalismo, lo que ha provocado una concentración de la riqueza en manos del ente estatal que no tiene parangón en la historia de este país. La parafernalia mediática del propio régimen con los constantes baños de multitudes del gran líder Hugo Chávez, han estado acompañados de la consecuente grandilocuencia del teniente coronel a la hora de vender su proyecto político totalitario con la magnificación de diferentes medidas de carácter populista. De este modo Chávez ha conseguido presentarse como un justiciero al servicio de las clases populares que ha facilitado la adhesión de la sociedad venezolana al régimen bolivariano. El desarrollo de todo un discurso vacío de contenido pero lleno de proclamas contra el capitalismo y el imperialismo ha servido para facilitar la asunción por parte del Estado de un número creciente de funciones, de manera que ha aparecido ante la opinión pública como un gran benefactor que recaba su legitimidad de la finalidad que se atribuye a sí mismo: realizar el Bien Común.

Sin embargo, lo más preocupante es comprobar que a nivel mediático hay un interés desmedido en presentar a Chávez como un anticapitalista. Este es el caso de profesores universitarios a sueldo del régimen bolivariano como es Juan Carlos Monedero, mercenario ideológico sin parangón, que no duda en calificar a Chávez y a su régimen como anticapitalistas, y a ensalzar así el militarismo por el simple y mero hecho de llamarse de izquierdas. Todo esto porque, como afirman algunos activistas como Alex Corrons, nada impide que un militar pueda estar contra el capitalismo cuando, tal y como los hechos lo demuestran, el ejército, y por ende el Estado, es el principal sostenedor y promotor del capitalismo al acaparar ingentes recursos monetarios procedentes de las rentas del trabajo de las clases asalariadas para, así, satisfacer sus intereses estratégicos en el ámbito internacional. De este modo se excusa por completo el rampante capitalismo de Estado que se ha instalado en Venezuela, y se justifican al mismo tiempo las nada novedosas uniones cívico-militares que evocan a otras que en su día nos impuso el fascismo patrio.

viernes, 8 de febrero de 2013

Castas y Clases Sociales





Por Fernando Trujillo

Los términos casta y clase social mayormente son considerados sinónimos por la sociedad actual, un grave error que sin embargo casi nadie se ha tomado la molestia de corregir. Esta confusión de términos se hizo más patente con la llegada del marxismo cuya terminología fusionó estos dos conceptos en uno solo y lo asoció al capitalismo.

En la actualidad, diferentes grupos de tendencias marxistas usan el término casta para definir a la oligarquía. En los colegios el termino—igual simbiotizado—se usa para definir la desigualdad en el mundo antiguo y esta confusión lo que ha provocado es que nuestra sociedad piense que ambos términos son lo mismo.

El origen de la confusión de estos términos está en la Ilustración y en el nacimiento del marxismo. Tanto los pensadores de la Ilustración como Marx veían a las clases altas como una continuación de las castas antiguas, vieron un enemigo al que se debía destruir para imponer la igualdad.

No era suficiente con derrocar a una aristocracia decadente si no también tergiversar la historia de manera que solo hubiera dos bandos, las clases oprimidas y las clases altas, obreros y burguesía.

El concepto de “lucha de clases” se fundamenta entonces en la ridícula hipótesis de que toda la historia ha sido una lucha entre los oprimidos contra las castas, idea absurda que sin embargo ha sido la base de la educación moderna.

Ambos términos no son sólo antónimos si no que también son totalmente opuestos, el concepto de casta de la antigüedad es algo que se opone al concepto de clase social de la época moderna. Esta diferencia se basa en algo muy sencillo: casta es un término biológico no económico.

La gran diferencia entre casta y clase social reside en que la primera es cerrada mientras que la segunda es abierta.

Un hombre puede aspirar a ser de una clase social alta por medio de un matrimonio, ganando la lotería, cometiendo un fraude, siendo un mafioso, pero para pertenecer a una casta se debe de nacer dentro de ella.

En las clases sociales uno puede ascender o descender de acuerdo a la economía, es decir, que si una familia es de clase social elevada y por una crisis cae de posición mientras que caso contrario una familia de clase media baja debido a una buena economía pude ascender hasta una posición y será considerada de clase alta.

En las castas esto no sucede, el mundo de las castas no conoce las crisis económicas ni está sujeta a intereses monetarios. Un hombre puede ser expulsado de su casta si deshonra a los suyos o si traiciona el código ético de esta.

Las clases sociales siempre están abiertas, pero las castas permanecen cerradas para mantener puro su linaje y para evitar que costumbres extrañas entren en ella, esto para la mentalidad moderna puede parecer un acto de soberbia, pero en el mundo antiguo se veía como una forma de proteger la sangre y el espíritu de una casta.

El hombre de una clase social ha sido educado para pensar de forma económica, todo su mundo gira en torno a la economía.

El hombre de casta era un espíritu ascético, duro, reflexivo y elevado espiritualmente. En el hombre de casta se conjugaba el guerrero, el sacerdote y el poeta.

He dicho que el término casta es biológico. La sociedad de castas fue fundada por guerreros, hombres de sangre fuerte y por lo tanto de un material genético de alta calidad por lo que se prohibía mezclarse con castas inferiores. Los matrimonios eran entre los mejores, la mejor mujer para el mejor hombre. Sucede lo contrario en las clases sociales, donde pesa más el dinero que la calidad genética, si el hombre tiene una posición alta no importa si su material genético es deficiente entonces podrá casarse con la hija de papi.

La sociedad de castas es patriarcal. En ella es el guerrero, el hombre sabio y el asceta el jefe mientras que las clases sociales son matriarcales, la figura de la madre, socialite, de ropa cara, que dona cada cierto tiempo a fundaciones de caridad sobresale en revistas y en televisión.

En las castas es el hombre fuerte el que sobresale, en las clases sociales es el hijo mimado de mami. El hombre de una casta elevada era sometido desde temprana edad a un entrenamiento tanto militar como ascético para fortalecer su cuerpo y su espíritu, un hombre de casta iba a ser quien gobernara por lo que debía de ser endurecido desde la infancia.

En las clases sociales si el niño se tropieza la madre va a socorrerlo, mimarlo, tenerlo en su pecho y abrigarlo con toneladas de suéteres en invierno. Así, mientras el hombre de casta era un guerrero capaz de soportar el dolor, sabio y de espíritu elevado. El hombre de la casta social es inepto y siempre preocupado por la economía.

Las civilizaciones pre-cristianas eran regidas en su totalidad por un sistema de castas en cuya cima estaban los sacerdotes-iniciados y los aristócratas-guerreros. Este tipo de jerarquía era el que imperaba en todas las culturas indo-europeas y en civilizaciones de América como los aztecas, mayas e incas. De todas estas culturas son dos las que serian el mejor ejemplo de la sociedad de castas, me refiero a la civilización hindú y a la antigua Roma.

Estas dos culturas llevaron una sociedad jerarquizada, totalitaria y ascética que les permitió ser civilizaciones elevadas espiritualmente y admiradas.

El sistema de castas de la India fue fundado por los invasores indoeuropeos que llegaron a ese territorio en el año 1400 A.C, fue el periodo de la India Védica cuando la civilización estaba dividida en castas regidas por una aristocracia de iniciados y aristócratas.

La primera casta era la casta Brahmánica que correspondía a los sabios e iniciados, esta casta estaba representada por el color blanco, se trataba como su color lo indica de una casta con altos valores espirituales quienes eran los asesores del rey.

La aristocracia estaba conformada por la casta Chatria, según el Código Manu la función del Chatria era la de proteger a sus súbditos y este título no era hereditario, quien aspirara a tener el poder debía tener aptitudes y valores propios de un guerrero.

Con esto vemos que nacer en una casta no era el único requisito para pertenecer a ella, se debía pasar por pruebas iniciáticas tanto físicas como espirituales, el superar estas pruebas era como un segundo nacimiento, por eso los Chatrias y Brahmanes eran llamados “Nacidos dos veces” porque nacían como humanos una vez superado este duro entrenamiento pasaban a ser Chatrias.

En la antigua sociedad hindú cada casta tenía su lugar. Los mejores elementos convivían con los mejores mientras que los peores elementos de la sociedad se encontraban aislados. El dalit, el chandala( termino que usaba Nietszche para referirse al judío o al cristiano), el sin-casta es decir los más bajos elementos convivían entre ellos sin mezclarse con los más altos elementos, asilados en los más miserables lugares.

En palabras del científico ucraniano Theodosius Dobzhansky "El sistema de castas de la India ha sido el mayor experimento genético jamás realizado por el hombre". Los mejores elementos se reproducían mientras que los peores elementos iba muriendo debido a enfermedades, asesinándose entre sí, de ese modo su número disminuía.

La sociedad romana por otro lado estaba dividida en dos castas, patricios y plebeyos, la primera era la clase dirigente mientras que la segunda era el populacho.

Los patricios eran los patriarcas o jefes de cada una de las 300 familias nobles que gobernaban Roma y eran descendientes directos de los invasores itálicos que fundaron Roma y expulsaron a los etruscos.

Estos invasores eran de sangre nórdica y fueron ellos quienes fundaron el patriarcado romano, el patriciado era una aristocracia guerrera en el que imperaba el culto al padre y a los antepasados, los patricios eran respetados por su sabiduría y su autoridad.

Desde temprana edad los jóvenes patricios eran sometidos a duras pruebas físicas, a soportar el dolor. También se les enseñaban las tradiciones ancestrales y religiosas, los cultos y como debían llevarlos a cabo.

De esta manera los patricios eran hombres sabios, duros, ascéticos, disciplinados y con un alto sentido del honor. Los patricios eran llamados Hijos del Cielo ya que tenían un origen divino, entre sus rituales se encontraba el rito funerario de incinerar el cuerpo en una pira funeraria, ceremonia propiamente indoeuropea mientras que por el contrario los plebeyos eran llamados Hijos de la Tierra y tenían como principal rito funerario enterrar a sus muertos, algo que más tarde heredaría el judeo-cristianismo.

Eran patricios Julio Cesar, el emperador Octavio-Augusto, Pompeyo Magno, los grandes generales que lucharon contra Cartago, todos ellos grandes hombres de un genio nunca visto. No obstante las guerras Púnicas diezmaron a las familias patricias, los pocos que quedaron fueron quienes gobernaron el imperio sin embargo con el paso del tiempo el patriciado fue perdiendo su poder cuando elementos extranjeros se mezclaron, cuando su sangre y su espíritu fueron contaminados por un orientalismo que se iba extendiendo por el imperio.
Entonces el patriciado paso de ser una casta a ser una clase social, un ser aberrante que fue exterminado por los barbaros germanos.

Las clases sociales de la época moderna vienen a ser entonces una parodia de las castas, cuando una casta abre sus puertas a elementos extraños entonces es cuando llega a su decadencia y pasa a ser una clase social. Actualmente, las modernas “aristocracias” de Europa no son más que una burguesía, una clase social bonita y que brilla en cada revista de categoría, pero nada más.

No se puede considerar una casta a la familia real española o a la familia real británica cuando su sangre y su espíritu permanecen contaminados. No se puede considerar una casta a los Rockefeller o a los Hilton porque carecen del espíritu aristocrático que tuvieron los Chatrias y patricios.

Por más que nos intenten vender el que casta y clase social son lo mismo, no lo son. Ambas palabras están fusionadas pero sus caracteres son distintos. Solo hay que mirar un busto que representa a un patricio romano y mirar la foto del príncipe Charles, en el primero se verá un rostro severo y sabio, en el segundo se verá a un idiota.

Tiene más porte una joven iraní con su sangre pura que el fantoche príncipe Harry, tiene más sangre noble una niña palestina que un miembro de la familia Bush.

Ser aristócrata no es ser millonario, para ser aristócrata se nace, se tiene sangre y espíritu no millones de dólares y un rostro en una revista.

Actualmente, en la India existen lugares que todavía se rigen por castas. El socialista Gandhi suprimió este régimen, pero existen comunidades que todavía son gobernadas a través del sistema de castas y los Vedas, comunidades que se niegan a abandonar su tradición.

Asociaciones de derechos humanos y el gobierno hindú (influenciado por el colonialismo británico) quieren suprimir por completo este sistema, pero aun encuentran la oposición de la sociedad hindú. Las castas se fueron y en su lugar quedaron las clases sociales, pero sin la cosmovisión, jerarquía y espiritualidad de las grandes castas.

jueves, 1 de noviembre de 2012

El Movimiento Nacional Socialista Chileno (MNSCH) (1932 - 1938)

Bandera de la PATRIA VIEJA con rayo ascendente.


Por el Frente Orden Nacional


El 3 de abril de 1932, mucho antes de que Adolf Hitler asumiera la cancillería de la nación alemana, es fundado el Movimiento Nacionalsocialista Chileno, en una oficina ubicada en un edificio de la calle Teatinos. Sus principales líderes, fueron el abogado Jorge Gonzalez Von Mareés y el economista Carlos Keller Rueff.

Dicha agrupación, se inspiró ideológicamente en las corrientes “nazi” y “fascistas” entonces en boga, propiciando un nacionalismo basado en la concepción Portaliana y un socialismo no marxista, basado en el trabajo como valor esencial y la unión de las clases sociales.

Su símbolo fue la bandera de la patria vieja, la cual exhibía en su centro un rayo ascendente de color rojo.

El uniforme del militante, estaba compuesto por una camisa gris oscuro, al que se le sumaba una corbata y sombrero militar de igual color.

De este último, prendía una piocha, donde se distinguía el brazo musculoso de un trabajador.

Esta indumentaria, era complementada con un terciado café oscuro, cuyo cinturón presentaba una hebilla de forma circular, cuyo centro contiene un rayo similar al de la bandera de la organización.

Sus principales medios de propagación de sus ideas, fueron la revista “Acción Chilena” y el diario quincenal “Trabajo”.

Otras iniciativas del movimiento fueron el Cuerpo Voluntario del Trabajo (CVT), organización partidaria que efectuaba trabajo social en los barrios, poblaciones etc..; El Grupo Dador de Sangre (GDS); Las Brigadas Femeninas (BF); El grupo Nacista Universitario (GNU): La Juventud Nacionalsocialista (JNS); El Ropero del Pueblo, grupo encargado de confeccionar, arreglar, recolectar prendas de vestir para su donación a la gente necesitada, además de la Bolsa del Trabajo.

El MNS al poco tiempo de su fundación, logro una gran adhesión en los sectores medios y acomodados, perseguidos por los partidos de derecha, atacados sus locales y militantes por los grupos marxistas-estalinistas, formara en 1933 las Tropas nacistas de asalto (TNA), cuya misión fue la de protección y disuasión de las fuerzas atacantes, falleciendo en violentos enfrentamientos callejeros cuatro de sus militantes.

En 1935, esta agrupación, cuenta a lo largo del país con un numero de 20.000 militantes, logrando una importante presencia en las federaciones de estudiantes universitarios y un regidor por la ciudad de Santiago (Mauricio MENA).

En las elecciones parlamentarias de 1937, dicha organización obtiene 3 escaños en el parlamento: Jorge Gonzalez Von Mareés por Santiago, Guarello Fritz Henry por Valparaíso, Gustavo Vargas por Temuco; Perdiéndose la candidatura de Carlos Kéller por Concepción.

En el congreso, los nacistas presentarán los proyectos de Voto femenino, la creación de corporaciones de reconstrucción y fomento, impuesto extraordinario a las empresas del cobre norteamericanas, ubicadas en nuestro país, la suspensión del pago de la deuda externa y la reserva de millas marítimas, para la explotación exclusiva nacional.

Para las elecciones presidenciales de 1938, el MNS conforma junto a sectores independientes la Alianza Popular Libertadora, que eleva la candidatura del General (R) Carlos Ibáñez del Campo.

El 4 de septiembre de ese año, se desarrolla una de las mayores concentraciones de la época, que reúne a 100.000 personas, esta marcha es llamada “La marcha de la Victoria”.

Sin embargo, al otro día tras un frustrado intento de conato en contra del gobierno de Alessandri Palma, el MNS sufre la pérdida de 59 militantes, que una vez rendidos son asesinados por orden del presidente de la república en el edificio del Seguro Obrero.

Caída la candidatura del General (R) Ibáñez, el nacismo vota por el candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda, quien vence por estrecho margen al continuista Gustavo Ross Santa María.

A comienzos del verano de 1939, en un congreso de dirigentes, el Movimiento Nacionalsocialista pasa a llamarse Vanguardia Popular Socialista (VPS), que significó un viraje de dicha agrupación hacia la izquierda, hecho que encontró en la militancia rechazo y significó su posterior disolución.

domingo, 28 de octubre de 2012

El Movimiento Nacional Socialista en CHILE (1932 - 1938)

Jefe del NaCismo en un acto político en el Teatro Carrera.


Por Juan Bragassi Hurtado

Con la desaparición, a comienzos de los años 20', del Partido Nacionalista -agrupación política integrada entre otras destacadas personalidades por: Francisco Antonio Encina, Alberto Edwards, Guillermo Subercaseaux y Tancredo Pinochet Le brum -, pasará prácticamente una década, en que el nacionalismo chileno no logrará encontrar una expresión pública, capaz de proyectarse como una fuerza política popular organizada.

Sin embargo, este estado no durará mucho tiempo, ya que a comienzos de la década de los años treinta, aparecerá una agrupación política, que por su definición “Nacionalista” y su anexión con un “Socialismo” no marxista, será catalogada por la propaganda opositora en relación con el Partido Nacional Socialista Alemán (NSDAOP) y al “Hitlerismo”, estableciéndose con ello un estigma muy difícil de poder sobrellevar, tanto para esta colectividad como para las que en el futuro tomaron la bandera del nacionalismo criollo.

Del Movimiento Nacional Socialista de Chile (MNS), con suerte en los textos escolares existen tres o cuatro líneas escritas, las cuales se remiten principalmente – y en forma muy superficial – a los acontecimientos ocurridos el la escala del Seguro Obrero, siendo una organización de la cual hoy se habla y supone mucho, sin tener muy en claro su realidad histórica, fundamentos, trayectoria política y aporte al escenario público nacional.

Ello es lo que nos impulsa a desarrollar este trabajo, el cual pretende esclarecer su particular relación con el concepto “nacionalismo”, cómo es que se dio su filiación con la idea “socialista” y por su puesto –como tarea para el lector-, si era o no una simple copia de fenómenos, tales como: el Fascismo italiano y el Nazismo alemán.

Orígenes del Movimiento Nacional Socialista

El 5 de abril de 1932, días antes que en Chile se implantara por la fuerza una breve dictadura socialista, es fundado el Movimiento Nacional Socialista (MNS). La ceremonia se desarrolló en una oficina ubicada en el segundo piso de un edificio ubicado en Calle Agustinas con Teatinos, de la ciudad de Santiago de Chile.

La actividad se desarrolló en presencia de Emilio Aldunate, Fernando Calvo, Francisco Infante, Carlos Keller, Mauricio Mena, Eduardo Undurraga, Raúl Valdivieso, Benjamín Pizarro, Alberto Bravo Walter y Jorge Gonzáles Von Mareés, quienes establecieron tiempo después, la sede nacional de la agrupación, en un local ubicado en la Calle Huérfanos 1540.

Sus principales líderes fueron, el abogado Jorge González Von Mareés (“El Jefe”), quien se desempeñó entre los años 1925 a 1932, como jurista, secretario municipal y Alcalde de la Comuna de Ñuñoa; así también González fue un destacado dirigente de la agrupación denominada Nueva Acción Pública (NAP), siendo autor de algunos ensayos relacionados con temáticas sociales.

Otro cuadro importante fue el economista, filósofo y sociólogo con estudios en jurisprudencia Carlos Keller Rueff, quien entre los años 1916 a 1921 fue alumno del destacado filósofo Oswal Spengler (autor del conocido libro “La decadencia de Occidente”).

Keller fue un prolífico estudioso de la realidad, teniendo entre sus más destacadas obras el libro titulado “La eterna crisis chilena”, desempeñándose respectivamente como secretario y posteriormente como director del Departamento de Estadística en el gobierno del Presidente Carlos Ibáñez y Juan Esteban Montero.

Nacionalismo criollo y socialismo no marxista

En sus bases fundamentales, el MNS abogó por la implantación de un gobierno nacional fuerte, capáz de superar las divisiones partidistas, devolviéndole a las instituciones del Estado el impulso de eficiencia y austeridad que le había caracterizado hasta antes de la caída de Balmaceda.

En el orden social y económico, proclamaba la caducidad del régimen individualista y la necesidad de su reemplazo por la concepción socialista de vida en común, a través del predominio de los intereses de la colectividad nacional sobre todo interés individual, de grupo o de clase.

En el orden moral, se impuso como misión, el reestablecimiento de las virtudes ancestrales del pueblo chileno por medio de su práctica, vislumbrándolo como el camino hacia el reencuentro de la Patria, en el camino de la justicia, de la grandeza material y la dignificación.

Expresaba Keller en un escrito publicado en la revista “Acción Chilena”: “(…) Para el liberalismo, el motor de toda la vida económica lo constituye el afán de lucro del “homo economicus”, para el marxismo la solución de todos los problemas consiste en el colectivismo (…) socialismo no es colectivismo, como suponen los marxistas.

Socialismo no es una fórmula económica, sino que es un estado de ánimo, una conciencia social. El socialismo no se realiza por fuera, sino que por dentro. El verdadero socialista es aquel que es capaz de dar un ejemplo personal de realizar en su vida, por sus actos, lo que reclama la sociedad.

Precisamente es la conciencia social, este genuino y verdadero socialismo que propiciamos, constituye la única manera de superar a la escisión que separa al liberalismo del marxismo. La primera de las escuelas, defiende al criterio patronal; la segunda, el proletariado. En la práctica, ambas han fracasado. El liberalismo ha desencadenado las luchas sociales, que amenazan arrasar con toda la civilización cristiano-occidental. El marxismo ha educado al obrero en el sentido de ver a un enemigo en la empresa, en la máquina y en el mismo trabajo. Sin embargo, todos los elementos son indispensables para que pueda funcionar la economía (…)”.

Uniformes, desfiles, canciones y discursos

El emblema de esa colectividad, fue la bandera de la Patria Vieja, cruzada por un rayo ascendente de color rojo y no como algunos han declarado la svástica, propia del partido nazi alemán.

En su insignia, se destacaba la presencia de un brazo musculoso empuñado, con un fondo tricolor entre cielo mar y e
l saludo del militante, se hacía extendiendo el brazo derecho en ángulo, reflejo de las influencias “nazi-fascistas” entonces en boga, que al hacerse era acompañado por el grito: ¡Chilenos a la Acción!

El uniforme del militante nacista, estaba compuesto por una camisa, corbata y sombrero militar de color gris oscuro; una piocha metálica con la insignia del movimiento; un terciado de cuero y un cinturón de gruesa hebilla circular, adornada con un rayo ascendente; más en el varón, de un pantalón y calzado oscuro y en la mujer de una pollera y calzado oscuro.

Sus himnos más populares fueron “En alto banderas” (inspirado en el himno de las S.A.) utilizado por las TNA; “Chilenos a la acción” canto oficial de la agrupación; y la “Canción del Machitún”, la cual era entonada en las actividades de camaradería.

El MNS, poseía dos medios escritos para propagación de sus ideas, el diario nacista “Trabajo” y la revista de formación política “Acción chilena”.

Otra forma de promocionar sus ideas, fueron los discursos radiales; la producción y distribución de afiches, volantes y panfletos; las concentraciones y desfiles públicos, acompañado por la música marcial producida por sus bandas de guerra; la gira a lo largo del país de sus principales dirigentes; y los trabajos sociales, desarrollados por su Cuerpo Voluntario del Trabajo, Brigadas Femeninas, Cuerpo de Dadores de Sangre, Grupo Nacista Universitario y la Juventudes Nacistas, conocidas en ese tiempo como “ La jota”.

“Un partido con un “Jefe”, en este país de rebeldes e insubordinados, resultaba algo simplemente ridículo. Y el hombre que se atreviese a afrontar ese ridículo, no podía ser sino un loco. Un partido cuyos miembros vestían uniforme y saludaban con el brazo en alto, y que, en vez de las tradicionales “asambleas”, realizaba “concentraciones”, en que se entonaba el Himno Nacional y otros cantos patrióticos; un partido que desfilaba marcialmente por las calles, precedido de bandas de músicos y banderas; un partido así no podía responder a la mentalidad chilena, tan contraria a todas estas exterioridades.

Por las razones dichas, nuestra organización fue tildada de artificial y extranjerizante. Y a decir verdad, algunas de sus exterioridades parecían confirmar este aserto.

Desde luego, el nombre. Es cierto que los ideales “nacionalistas” y “socialistas” que el Movimiento preconizaba, no podían quedar mejor definidos que con la denominación de “nacional- socialista” que había adoptado. Pero el hecho era que en Alemania acababa de triunfar un grupo político que llevaba ese mismo nombre. Por consiguiente, el movimiento político chileno no podía ser sino un prolongación, en nuestro país, de la organización germana. Por más que la lógica de semejante argumentación no era muy fuerte – ya que con igual razonamiento podría haberse sostenido que todos los partidos chilenos no eran sino prolongaciones y agencias de sus similares europeos- el hecho es que la similitud de nombre dio base para que, de buena y de mala fe, se nos supusiera en concomitancia directa con el nacional socialismo alemán.” (“El Jefe habla a los chilenos”; discurso radial de 1941)

La violencia callejera hacia el nacismo

Hacia 1933, la violencia física se desató tanto hacia el nacismo, sus locales fueron objeto de ataques, así como su militancia, obligando a la creación de las Tropas Nacistas de Asalto (TNA), organización defensiva militarizada, que se enfrentará en las calles a los variados grupos de choque existentes en los demás partidos políticos.

La violencia política hacia el nacismo, significó además de los daños materiales, un gran número de contusos y heridos.

Sin embargo, un cuadro más pasmoso, fue el asesinato en 1935, del joven nacista Pablo Acuña y en el otoño de 1936 de los nacistas porteños Moisés Carreño, Blas Riquelme y Armando Muñoz.

Por su parte sus rivales, debieron lamentar la muerte de tres de sus hombres, uno de ellos el joven poeta Héctor Barreto.

Los políticos macucos, que hasta entonces habían despreciado olímpicamente al organismo en ciernes, experimentaron cierta inquietud por su incesante desarrollo. Ello los impulsó a iniciar, en la prensa y en el Congreso, una violenta campaña de desprestigio en su contra. Al mismo tiempo, urdieron la manera de ponerle cortapisas desde el Gobierno.

A su vez, los partidos marxistas – el socialista y el comunista – contrariamente a lo que pensaban en 1932 los “conocedores” de la idiosincrasia popular, adquirieron en los años siguientes un auge insospechado. Des de un comienzo, esos partidos concentraron sus ataques sobre nosotros.

A una voz de orden, surgieron en todas partes las “consignas” en contra nuestra. Las más socorridas fueron la de estar nosotros “vendidos a Hitler” y la de ser “asesinos del pueblo”. Al éxito de la primera de estas consignas ayudaba poderosamente nuestro nombre; a la segunda, el hecho de que en las refriegas callejeras a que habíamos sido provocados, hubiesen caído algunos militantes comunistas o socialistas” (Jorge González, 1941).

Ese año de 1935, el MNS cuenta con un número de 20.000 afiliados, logrando además una significativa presencia en las federaciones de estudiantes universitarios (Universidad Católica y de Chile) y el cargo municipal de Regidor por Santiago, en la persona de Mauricio Mena.

Su distanciamiento con el nazismo y hitlerismo alemán

Por esa época el movimiento nacista chileno, desarrolla un mayor distanciamiento con el Hitlerismo alemán, declarando públicamente en 1936, la incompatibilidad de sus ideas con las del NSDAP, prohibiendo a sus cuadros la doble militancia, en consideración a la presencia en el Sur de Chile de una filial de la Jungebund, denunciando y condenando paralelamente su accionar en nuestro país.

Desde el plano ideológico, el MNS se diferenciará del partido nazi alemán, tomando como base para su concepción ideológica no el fenómeno material de la “Raza”, sino que hablará de ella desde una concepción espiritual, cultural e idiosincrática, denominada por ese tiempo como “el alma de la raza” (A. Cabero; “Chile y los chilenos”) o “Ser nacional”, concepto el cual derivará en su discurso, en una nueva concepción nacional: el de la “Chilenidad”. Proyectando esto, hacia el ámbito continental, reconociendo, valorando y defendiendo las diversas expresiones que conforman la “raza y cultura americana”, vislumbrándolas como el resultado y muestra de lo que ellos denominarán como: “crisol de razas” (E. Zorrilla; “La nueva emancipación”).

Respecto a las influencias nazi-fascista sobre el MNS, Jorge González se refería el 25 de octubre de 1932: “Consideramos que el fascismo, en sus ideas fundamentales, no es un movimiento italiano, sino mundial. El encarna la reacción espontánea y natural de los pueblos contra la descomposición política producida por el estado democrático liberal (...) Significa también el predominio de la sangre y de la raza, sobre el materialismo económico y el internacionalismo.

En este sentido somos fascistas, sin que ello signifique, por ningún motivo, que pretendamos copiar el fascismo italiano o el hitlerismo alemán. Nuestro movimiento se caracteriza por su tendencia esencialmente nacionalista. Los problemas colectivos sólo nos interesan desde el punto de vista chileno, y las soluciones que les daremos serán también genuinamente chilenas (…)”

Su presencia en el parlamento

Ya en las elecciones parlamentarias del 7 de marzo de 1937, los nacistas obtienen un número de tres bancas: Jorge González Von Mareés por Santiago; Fernando Guarello Fitz – Henry; Y Gustavo Vargas Molinare, elegido por Temuco; perdiéndose por un estrecho margen, la candidatura de Carlos Keller por Concepción.

Los parlamentarios nacistas ejercerán sus cargos para el período comprendido entre los años 1937 a 1941, pasando el MNS a ser una fuerza representativa del 3,5 % del electorado con derecho a voto.

En materias económicas y sociales, los representantes nacistas, presentaron en el parlamento sendos proyectos de ley, los que proponían entre otros, la derogación momentánea del pago de la deuda externa y la necesidad de gravar un impuesto progresivo a las exportaciones de cobre; la reforma agraria; la instauración de un servicio obligatorio del trabajo; más otras en relación con la mejora en la situación de los conventillos y otros referidos a materias particulares, de mejoramiento de las condiciones de trabajo y retiro de los funcionarios de Gendarmería de Chile.

Elecciones presidenciales con olor a sangre

Para las elecciones presidenciales de 1938, el nacismo propone la candidatura del general (R) Carlos Ibáñez del Campo, formando para ello la coalición llamada “Alianza Popular Libertadora”.

Este pacto político, congregará no sólo a los nacistas, sino que también a sectores de izquierda disconformes con la formación del Frente Popular y a un vasto sector de independientes, simpatizantes de la figura del general.

El 4 de septiembre de 1938, el nacismo organizará una de las más numerosos concentraciones de la época, la “Marcha de la Victoria”, la cual congregó en el Parque Cousiño un número superior a las 100.000 personas en apoyo de Ibáñez.

Al otro día, lunes 5 de septiembre, se produce un sorpresivo intento de conato, el cual culmina con el asesinato a manos de las fuerzas policiales de Carabineros de Chile, de 59 nacistas y tres civiles inocentes rendidos, hecho que se conoció como la “matanza del Seguro Obrero”.

“La sangre de nuestra juventud corrió a raudales, y oleadas de odio se vaciaron sobre nuestras cabezas. No sólo se nos cubrió de los más viles improperios, sino que se nos imputó la intención de cometer los crímenes más nefastos. Durante días y semanas, después del 5 de septiembre, diarios que se dicen serios, publicaron, con respecto a nuestros propósitos en caso de que la revolución hubiese triunfado, las más absurdas y escalofriantes mentiras.

Nuestros muertos, que aun en sus últimos estertores habían balbuceado el nombre de la Patria, fueron calificados de “criminales del hampa”. Yo recibí, entre innumerables otros, el calificativo de “monstruo”.

Toda la furia gubernamental se desató en contra nuestra. Centenares de nuestros hombres fueron encarcelados o desterrados. Nuestros locales fueron ocupados por la policía y saqueados sin piedad. Nuestro diario fue clausurado y empastelada la imprenta en que se editaba. Se nos persiguió en toda forma y por todas partes como perros rabiosos, con el decidido propósito de exterminarnos” (Jorge González, 1941).

Meses después del trágico suceso, se formará en el parlamento una comisión investigadora, figurando en ella la presencia del joven parlamentario Salvador Allende, estableciéndose la responsabilidad en la matanza del mismísimo presidente de la república don Arturo Alessandri Palma.

El apoyo del nacismo al Frente Popular y su cambio de nombre

El alzamiento del 5 de septiembre, echó por tierra la candidatura de Ibáñez, plegándose formalmente el apoyo nacista y del resto de la “Alianza Popular Libertadora”, hacia el abanderado del Frente Popular Pedro Aguirre Cerda, quien es finalmente elegido Presidente de la República por un estrecho margen de votos sobre sus contendor, el derechista Gustavo Ross Santa María.

Así mismo, la trágica aventura del 5 de septiembre, propiciada personalmente por Von Mareés, al igual que el mencionado apoyo hacia el “frentismo”, generará el retiro de Carlos Keller Rueff, una de las figuras más emblemáticas y estimadas al interior del MNS.

A comienzos del verano de 1939, tras un congreso de dirigentes y a sugerencia del “Jefe” nacista, el MNS pasa a llamarse Vanguardia Popular Socialista.

Respecto a este tema, recordaba Jorge González en un discurso emitido a través de la honda de la Radio Agricultura” de 1941: “el nombre de Movimiento Nacional Socialista había pasado a constituir una rémora para su crecimiento. En especial la masa popular, intoxicada por las consignas lanzadas a través del mundo entero por la Internacional Soviética, había llegado a identificar nuestra denominación con la de sus más brutales enemigos. En vano exponíamos al pueblo nuestros principios y propósitos, tan de acuerdo con sus más sentidos anhelos. El pueblo no nos creía. Nuestra sinceridad, nuestra fe, nuestro infatigable tesón para no desmayar en la tarea, se estrellaba contra el repudio que provocaba nuestro nombre. La táctica comunista había obtenido un formidable triunfo sobre nosotros, cerrándonos, mediante una consigna tan hábil como falsa, el camino hacia la conquista del alma popular.

El cambio de nombre se hacía, pues, imperioso. Sólo así podríamos salvar la barrera que los adversarios habían levantado entre nosotros y el pueblo. Y esa barrera era absolutamente indispensable salvarla, pues sin el concurso de la masa popular, jamás nos sería dado alcanzar la meta anhelada.

El paréntesis abierto en nuestra existencia por los acontecimientos del 5 de septiembre nos deparó la ocasión propicia para efectuar el cambio doloroso, pero impostergable, que las circunstancias exigían. Es así como a mediados de enero de 1939, un Congreso de dirigentes convocado al efecto, resolvió sustituir el antiguo nombre del Movimiento, por el de Vanguardia Popular Socialista.” (Jorge González, 1941)

Las reflexiones del “Jefe”

Décadas más tarde, en 1960, retirado de la política y afectado en su salud (debido posiblemente a los efectos de las torturas recibidas en las numerosas detenciones que fue objeto), el ex jefe del nacismo formulaba un análisis desencantado de la trayectoria del MNS, escritos los cuales fueron años más tarde incluidos en el libro “El Jefe. Biografía de Jorge González Von Mareés”, texto publicado en 1990, del cual destacamos lo siguiente:

"Si el nacismo no triunfó fue sencillamente porque no podía triunfar. Aun colocado en las circunstancias más favorables y aunque hubiese contado con un jefe más capaz que yo, el nacismo, tal como fue concebido por mi, estaba condenado a un inevitable fracaso. Y ello porque el alma, o sea el espíritu con que animé dicho movimiento no se amoldaba a la mentalidad chilena (…) El nacismo nació impregnado de un patriotismo romántico ajeno a nuestro espíritu criollo."

En su primera declaración pública sobre los fines del nuevo “movimiento”, se habló de un lenguaje totalmente desconocido hasta entonces en Chile. Se comenzaba diciendo que el nacismo era un “movimiento” y no un partido político. Con semejante definición se quiso destacar que no se trataba de uno más de los muchos partidos políticos que hasta entonces se había conocido en Chile, sino que de opinión, destinados a modificar sustancialmente la vida política de la república (…) la diferenciación entre “partido” y “movimiento” no fue captada nunca por la mentalidad criolla (…) Para el chileno, las organizaciones políticas, por muy avanzadas y revolucionarias que sean, son simplemente “partidos” y cualquier intento por cambiar este calificativo se estrellará con la mentalidad nacional.

Los Chilenos de hoy – y gran parte de los de aquella época- Sólo han podido conocer dicho movimiento a través de la fraseología de sus detractores.

La circunstancia de haberse creado bajo la inspiración ideológica del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán, lo colocó, desde su nacimiento, en la categoría de partido “extranjerizante” en conformidad con la terminología comunista.

Es así como el nacismo fue presentado, ante la imaginación popular, desde el día mismo de su iniciación, como un enemigo jurado del pueblo chileno.

Hago este recuerdo, por consideración de la más elemental justicia histórica, el de reivindicar para el nacismo la absoluta Chilenidad de sus propósitos (…) La expresión “Chilenidad” que hoy se ha hecho común en nuestro lenguaje político, fue un vocablo que nadie había usado antes que el nacismo comenzara al empleado para sintetizar con le las virtudes y el alma de nuestro pueblo.
Del mismo modo, fueron los nacistas quienes sacaron a la calle el tricolor nacional y enseñaron al pueblo sus “concentraciones” – palabra con que el nacismo sustituyó las asambleas de los partidos- a entonar en forma marcial y vigorosa el himno patrio.

También fue el nacismo el que desenterró de los archivos y dio a conocer, por primera vez, a las masas chilenas la figura de don Diego Portales (…) Posteriormente, todas estas exteriorizaciones de patriotismo fueron incorporadas a los hábitos de las demás organizaciones políticas (…) Es, pues falsa la aseveración de que el nacismo fuera una organización de tendencia extranjera.

No sólo no fue, sino que en su seno se arraigaron los más puros sentimientos de la Chilenidad”.