Jefe del NaCismo en un acto político en el Teatro Carrera. |
Por Juan Bragassi Hurtado
Con
la desaparición, a comienzos de los años 20', del Partido Nacionalista
-agrupación política integrada entre otras destacadas personalidades por:
Francisco Antonio Encina, Alberto Edwards, Guillermo Subercaseaux y Tancredo
Pinochet Le brum -, pasará prácticamente una década, en que el nacionalismo
chileno no logrará encontrar una expresión pública, capaz de proyectarse como
una fuerza política popular organizada.
Sin
embargo, este estado no durará mucho tiempo, ya que a comienzos de la década de
los años treinta, aparecerá una agrupación política, que por su definición
“Nacionalista” y su anexión con un “Socialismo” no marxista, será catalogada
por la propaganda opositora en relación con el Partido Nacional Socialista
Alemán (NSDAOP) y al “Hitlerismo”, estableciéndose con ello un estigma muy
difícil de poder sobrellevar, tanto para esta colectividad como para las que en
el futuro tomaron la bandera del nacionalismo criollo.
Del
Movimiento Nacional Socialista de Chile (MNS), con suerte en los textos escolares
existen tres o cuatro líneas escritas, las cuales se remiten principalmente – y
en forma muy superficial – a los acontecimientos ocurridos el la escala del
Seguro Obrero, siendo una organización de la cual hoy se habla y supone mucho,
sin tener muy en claro su realidad histórica, fundamentos, trayectoria política
y aporte al escenario público nacional.
Ello
es lo que nos impulsa a desarrollar este trabajo, el cual pretende esclarecer
su particular relación con el concepto “nacionalismo”, cómo es que se dio su
filiación con la idea “socialista” y por su puesto –como tarea para el lector-,
si era o no una simple copia de fenómenos, tales como: el Fascismo italiano y
el Nazismo alemán.
Orígenes
del Movimiento Nacional Socialista
El
5 de abril de 1932, días antes que en Chile se implantara por la fuerza una
breve dictadura socialista, es fundado el Movimiento Nacional Socialista (MNS). La
ceremonia se desarrolló en una oficina ubicada en el segundo piso de un
edificio ubicado en Calle Agustinas con Teatinos, de la ciudad de Santiago de
Chile.
La
actividad se desarrolló en presencia de Emilio Aldunate, Fernando Calvo,
Francisco Infante, Carlos Keller, Mauricio Mena, Eduardo Undurraga, Raúl
Valdivieso, Benjamín Pizarro, Alberto Bravo Walter y Jorge Gonzáles Von Mareés,
quienes establecieron tiempo después, la sede nacional de la agrupación, en un
local ubicado en la Calle Huérfanos 1540.
Sus
principales líderes fueron, el abogado Jorge González Von Mareés (“El Jefe”),
quien se desempeñó entre los años 1925 a 1932, como jurista, secretario
municipal y Alcalde de la Comuna de Ñuñoa; así también González fue un
destacado dirigente de la agrupación denominada Nueva Acción Pública (NAP),
siendo autor de algunos ensayos relacionados con temáticas sociales.
Otro
cuadro importante fue el economista, filósofo y sociólogo con estudios en
jurisprudencia Carlos Keller Rueff, quien entre los años 1916 a 1921 fue alumno
del destacado filósofo Oswal Spengler (autor del conocido libro “La decadencia
de Occidente”).
Keller
fue un prolífico estudioso de la realidad, teniendo entre sus más destacadas
obras el libro titulado “La eterna crisis chilena”, desempeñándose
respectivamente como secretario y posteriormente como director del Departamento
de Estadística en el gobierno del Presidente Carlos Ibáñez y Juan Esteban
Montero.
Nacionalismo criollo y socialismo no marxista
Nacionalismo criollo y socialismo no marxista
En
sus bases fundamentales, el MNS abogó por la implantación de un gobierno
nacional fuerte, capáz de superar las divisiones partidistas, devolviéndole a
las instituciones del Estado el impulso de eficiencia y austeridad que le había
caracterizado hasta antes de la caída de Balmaceda.
En
el orden social y económico, proclamaba la caducidad del régimen individualista
y la necesidad de su reemplazo por la concepción socialista de vida en común, a
través del predominio de los intereses de la colectividad nacional sobre todo
interés individual, de grupo o de clase.
En
el orden moral, se impuso como misión, el reestablecimiento de las virtudes
ancestrales del pueblo chileno por medio de su práctica, vislumbrándolo como el
camino hacia el reencuentro de la Patria, en el camino de la justicia, de la
grandeza material y la dignificación.
Expresaba
Keller en un escrito publicado en la revista “Acción Chilena”: “(…) Para el
liberalismo, el motor de toda la vida económica lo constituye el afán de lucro
del “homo economicus”, para el marxismo la solución de todos los problemas
consiste en el colectivismo (…) socialismo no es colectivismo, como suponen los
marxistas.
Socialismo
no es una fórmula económica, sino que es un estado de ánimo, una conciencia
social. El socialismo no se realiza por fuera, sino que por dentro. El
verdadero socialista es aquel que es capaz de dar un ejemplo personal de
realizar en su vida, por sus actos, lo que reclama la sociedad.
Precisamente
es la conciencia social, este genuino y verdadero socialismo que propiciamos,
constituye la única manera de superar a la escisión que separa al liberalismo
del marxismo. La primera de las escuelas, defiende al criterio patronal; la
segunda, el proletariado. En la práctica, ambas han fracasado. El liberalismo
ha desencadenado las luchas sociales, que amenazan arrasar con toda la
civilización cristiano-occidental. El marxismo ha educado al obrero en el
sentido de ver a un enemigo en la empresa, en la máquina y en el mismo trabajo.
Sin embargo, todos los elementos son indispensables para que pueda funcionar la
economía (…)”.
Uniformes,
desfiles, canciones y discursos
El
emblema de esa colectividad, fue la bandera de la Patria Vieja, cruzada por un
rayo ascendente de color rojo y no como algunos han declarado la svástica,
propia del partido nazi alemán.
En su insignia, se destacaba la presencia de un brazo musculoso empuñado, con un fondo tricolor entre cielo mar y el saludo del militante, se hacía extendiendo el brazo derecho en ángulo, reflejo de las influencias “nazi-fascistas” entonces en boga, que al hacerse era acompañado por el grito: ¡Chilenos a la Acción!
En su insignia, se destacaba la presencia de un brazo musculoso empuñado, con un fondo tricolor entre cielo mar y el saludo del militante, se hacía extendiendo el brazo derecho en ángulo, reflejo de las influencias “nazi-fascistas” entonces en boga, que al hacerse era acompañado por el grito: ¡Chilenos a la Acción!
El uniforme del militante nacista, estaba compuesto por una camisa, corbata y sombrero militar de color gris oscuro; una piocha metálica con la insignia del movimiento; un terciado de cuero y un cinturón de gruesa hebilla circular, adornada con un rayo ascendente; más en el varón, de un pantalón y calzado oscuro y en la mujer de una pollera y calzado oscuro.
Sus himnos más populares fueron “En alto banderas” (inspirado en el himno de las S.A.) utilizado por las TNA; “Chilenos a la acción” canto oficial de la agrupación; y la “Canción del Machitún”, la cual era entonada en las actividades de camaradería.
El MNS, poseía dos medios escritos para propagación de sus ideas, el diario nacista “Trabajo” y la revista de formación política “Acción chilena”.
Otra forma de promocionar sus ideas, fueron los discursos radiales; la producción y distribución de afiches, volantes y panfletos; las concentraciones y desfiles públicos, acompañado por la música marcial producida por sus bandas de guerra; la gira a lo largo del país de sus principales dirigentes; y los trabajos sociales, desarrollados por su Cuerpo Voluntario del Trabajo, Brigadas Femeninas, Cuerpo de Dadores de Sangre, Grupo Nacista Universitario y la Juventudes Nacistas, conocidas en ese tiempo como “ La jota”.
“Un partido con un “Jefe”, en este país de rebeldes e insubordinados, resultaba algo simplemente ridículo. Y el hombre que se atreviese a afrontar ese ridículo, no podía ser sino un loco. Un partido cuyos miembros vestían uniforme y saludaban con el brazo en alto, y que, en vez de las tradicionales “asambleas”, realizaba “concentraciones”, en que se entonaba el Himno Nacional y otros cantos patrióticos; un partido que desfilaba marcialmente por las calles, precedido de bandas de músicos y banderas; un partido así no podía responder a la mentalidad chilena, tan contraria a todas estas exterioridades.
Por las razones dichas, nuestra organización fue tildada de artificial y extranjerizante. Y a decir verdad, algunas de sus exterioridades parecían confirmar este aserto.
Desde luego, el nombre. Es cierto que los ideales “nacionalistas” y “socialistas” que el Movimiento preconizaba, no podían quedar mejor definidos que con la denominación de “nacional- socialista” que había adoptado. Pero el hecho era que en Alemania acababa de triunfar un grupo político que llevaba ese mismo nombre. Por consiguiente, el movimiento político chileno no podía ser sino un prolongación, en nuestro país, de la organización germana. Por más que la lógica de semejante argumentación no era muy fuerte – ya que con igual razonamiento podría haberse sostenido que todos los partidos chilenos no eran sino prolongaciones y agencias de sus similares europeos- el hecho es que la similitud de nombre dio base para que, de buena y de mala fe, se nos supusiera en concomitancia directa con el nacional socialismo alemán.” (“El Jefe habla a los chilenos”; discurso radial de 1941)
La violencia callejera hacia el nacismo
Hacia 1933, la violencia física se desató tanto hacia el nacismo, sus locales fueron objeto de ataques, así como su militancia, obligando a la creación de las Tropas Nacistas de Asalto (TNA), organización defensiva militarizada, que se enfrentará en las calles a los variados grupos de choque existentes en los demás partidos políticos.
La violencia política hacia el nacismo, significó además de los daños materiales, un gran número de contusos y heridos.
Sin embargo, un cuadro más pasmoso, fue el asesinato en 1935, del joven nacista Pablo Acuña y en el otoño de 1936 de los nacistas porteños Moisés Carreño, Blas Riquelme y Armando Muñoz.
Por su parte sus rivales, debieron lamentar la muerte de tres de sus hombres, uno de ellos el joven poeta Héctor Barreto.
Los políticos macucos, que hasta entonces habían despreciado olímpicamente al organismo en ciernes, experimentaron cierta inquietud por su incesante desarrollo. Ello los impulsó a iniciar, en la prensa y en el Congreso, una violenta campaña de desprestigio en su contra. Al mismo tiempo, urdieron la manera de ponerle cortapisas desde el Gobierno.
A su vez, los partidos marxistas – el socialista y el comunista – contrariamente a lo que pensaban en 1932 los “conocedores” de la idiosincrasia popular, adquirieron en los años siguientes un auge insospechado. Des de un comienzo, esos partidos concentraron sus ataques sobre nosotros.
A una voz de orden, surgieron en todas partes las “consignas” en contra nuestra. Las más socorridas fueron la de estar nosotros “vendidos a Hitler” y la de ser “asesinos del pueblo”. Al éxito de la primera de estas consignas ayudaba poderosamente nuestro nombre; a la segunda, el hecho de que en las refriegas callejeras a que habíamos sido provocados, hubiesen caído algunos militantes comunistas o socialistas” (Jorge González, 1941).
Ese año de 1935, el MNS cuenta con un número de 20.000 afiliados, logrando además una significativa presencia en las federaciones de estudiantes universitarios (Universidad Católica y de Chile) y el cargo municipal de Regidor por Santiago, en la persona de Mauricio Mena.
Su distanciamiento con el nazismo y hitlerismo alemán
Por esa época el movimiento nacista chileno, desarrolla un mayor distanciamiento con el Hitlerismo alemán, declarando públicamente en 1936, la incompatibilidad de sus ideas con las del NSDAP, prohibiendo a sus cuadros la doble militancia, en consideración a la presencia en el Sur de Chile de una filial de la Jungebund, denunciando y condenando paralelamente su accionar en nuestro país.
Desde el plano ideológico, el MNS se diferenciará del partido nazi alemán, tomando como base para su concepción ideológica no el fenómeno material de la “Raza”, sino que hablará de ella desde una concepción espiritual, cultural e idiosincrática, denominada por ese tiempo como “el alma de la raza” (A. Cabero; “Chile y los chilenos”) o “Ser nacional”, concepto el cual derivará en su discurso, en una nueva concepción nacional: el de la “Chilenidad”. Proyectando esto, hacia el ámbito continental, reconociendo, valorando y defendiendo las diversas expresiones que conforman la “raza y cultura americana”, vislumbrándolas como el resultado y muestra de lo que ellos denominarán como: “crisol de razas” (E. Zorrilla; “La nueva emancipación”).
Respecto a las influencias nazi-fascista sobre el MNS, Jorge González se refería el 25 de octubre de 1932: “Consideramos que el fascismo, en sus ideas fundamentales, no es un movimiento italiano, sino mundial. El encarna la reacción espontánea y natural de los pueblos contra la descomposición política producida por el estado democrático liberal (...) Significa también el predominio de la sangre y de la raza, sobre el materialismo económico y el internacionalismo.
En este sentido somos fascistas, sin que ello signifique, por ningún motivo, que pretendamos copiar el fascismo italiano o el hitlerismo alemán. Nuestro movimiento se caracteriza por su tendencia esencialmente nacionalista. Los problemas colectivos sólo nos interesan desde el punto de vista chileno, y las soluciones que les daremos serán también genuinamente chilenas (…)”
Su presencia en el parlamento
Ya en las elecciones parlamentarias del 7 de marzo de 1937, los nacistas obtienen un número de tres bancas: Jorge González Von Mareés por Santiago; Fernando Guarello Fitz – Henry; Y Gustavo Vargas Molinare, elegido por Temuco; perdiéndose por un estrecho margen, la candidatura de Carlos Keller por Concepción.
Los parlamentarios nacistas ejercerán sus cargos para el período comprendido entre los años 1937 a 1941, pasando el MNS a ser una fuerza representativa del 3,5 % del electorado con derecho a voto.
En materias económicas y sociales, los representantes nacistas, presentaron en el parlamento sendos proyectos de ley, los que proponían entre otros, la derogación momentánea del pago de la deuda externa y la necesidad de gravar un impuesto progresivo a las exportaciones de cobre; la reforma agraria; la instauración de un servicio obligatorio del trabajo; más otras en relación con la mejora en la situación de los conventillos y otros referidos a materias particulares, de mejoramiento de las condiciones de trabajo y retiro de los funcionarios de Gendarmería de Chile.
Elecciones presidenciales con olor a sangre
Para las elecciones presidenciales de 1938, el nacismo propone la candidatura del general (R) Carlos Ibáñez del Campo, formando para ello la coalición llamada “Alianza Popular Libertadora”.
Este pacto político, congregará no sólo a los nacistas, sino que también a sectores de izquierda disconformes con la formación del Frente Popular y a un vasto sector de independientes, simpatizantes de la figura del general.
El 4 de septiembre de 1938, el nacismo organizará una de las más numerosos concentraciones de la época, la “Marcha de la Victoria”, la cual congregó en el Parque Cousiño un número superior a las 100.000 personas en apoyo de Ibáñez.
Al otro día, lunes 5 de septiembre, se produce un sorpresivo intento de conato, el cual culmina con el asesinato a manos de las fuerzas policiales de Carabineros de Chile, de 59 nacistas y tres civiles inocentes rendidos, hecho que se conoció como la “matanza del Seguro Obrero”.
“La sangre de nuestra juventud corrió a raudales, y oleadas de odio se vaciaron sobre nuestras cabezas. No sólo se nos cubrió de los más viles improperios, sino que se nos imputó la intención de cometer los crímenes más nefastos. Durante días y semanas, después del 5 de septiembre, diarios que se dicen serios, publicaron, con respecto a nuestros propósitos en caso de que la revolución hubiese triunfado, las más absurdas y escalofriantes mentiras.
Nuestros muertos, que aun en sus últimos estertores habían balbuceado el nombre de la Patria, fueron calificados de “criminales del hampa”. Yo recibí, entre innumerables otros, el calificativo de “monstruo”.
Toda la furia gubernamental se desató en contra nuestra. Centenares de nuestros hombres fueron encarcelados o desterrados. Nuestros locales fueron ocupados por la policía y saqueados sin piedad. Nuestro diario fue clausurado y empastelada la imprenta en que se editaba. Se nos persiguió en toda forma y por todas partes como perros rabiosos, con el decidido propósito de exterminarnos” (Jorge González, 1941).
Meses después del trágico suceso, se formará en el parlamento una comisión investigadora, figurando en ella la presencia del joven parlamentario Salvador Allende, estableciéndose la responsabilidad en la matanza del mismísimo presidente de la república don Arturo Alessandri Palma.
El apoyo del nacismo al Frente Popular y su cambio de nombre
El alzamiento del 5 de septiembre, echó por tierra la candidatura de Ibáñez, plegándose formalmente el apoyo nacista y del resto de la “Alianza Popular Libertadora”, hacia el abanderado del Frente Popular Pedro Aguirre Cerda, quien es finalmente elegido Presidente de la República por un estrecho margen de votos sobre sus contendor, el derechista Gustavo Ross Santa María.
Así mismo, la trágica aventura del 5 de septiembre, propiciada personalmente por Von Mareés, al igual que el mencionado apoyo hacia el “frentismo”, generará el retiro de Carlos Keller Rueff, una de las figuras más emblemáticas y estimadas al interior del MNS.
A comienzos del verano de 1939, tras un congreso de dirigentes y a sugerencia del “Jefe” nacista, el MNS pasa a llamarse Vanguardia Popular Socialista.
Respecto a este tema, recordaba Jorge González en un discurso emitido a través de la honda de la Radio Agricultura” de 1941: “el nombre de Movimiento Nacional Socialista había pasado a constituir una rémora para su crecimiento. En especial la masa popular, intoxicada por las consignas lanzadas a través del mundo entero por la Internacional Soviética, había llegado a identificar nuestra denominación con la de sus más brutales enemigos. En vano exponíamos al pueblo nuestros principios y propósitos, tan de acuerdo con sus más sentidos anhelos. El pueblo no nos creía. Nuestra sinceridad, nuestra fe, nuestro infatigable tesón para no desmayar en la tarea, se estrellaba contra el repudio que provocaba nuestro nombre. La táctica comunista había obtenido un formidable triunfo sobre nosotros, cerrándonos, mediante una consigna tan hábil como falsa, el camino hacia la conquista del alma popular.
El cambio de nombre se hacía, pues, imperioso. Sólo así podríamos salvar la barrera que los adversarios habían levantado entre nosotros y el pueblo. Y esa barrera era absolutamente indispensable salvarla, pues sin el concurso de la masa popular, jamás nos sería dado alcanzar la meta anhelada.
El paréntesis abierto en nuestra existencia por los acontecimientos del 5 de septiembre nos deparó la ocasión propicia para efectuar el cambio doloroso, pero impostergable, que las circunstancias exigían. Es así como a mediados de enero de 1939, un Congreso de dirigentes convocado al efecto, resolvió sustituir el antiguo nombre del Movimiento, por el de Vanguardia Popular Socialista.” (Jorge González, 1941)
Las reflexiones del “Jefe”
Décadas más tarde, en 1960, retirado de la política y afectado en su salud (debido posiblemente a los efectos de las torturas recibidas en las numerosas detenciones que fue objeto), el ex jefe del nacismo formulaba un análisis desencantado de la trayectoria del MNS, escritos los cuales fueron años más tarde incluidos en el libro “El Jefe. Biografía de Jorge González Von Mareés”, texto publicado en 1990, del cual destacamos lo siguiente:
"Si el nacismo no triunfó fue sencillamente porque no podía triunfar. Aun colocado en las circunstancias más favorables y aunque hubiese contado con un jefe más capaz que yo, el nacismo, tal como fue concebido por mi, estaba condenado a un inevitable fracaso. Y ello porque el alma, o sea el espíritu con que animé dicho movimiento no se amoldaba a la mentalidad chilena (…) El nacismo nació impregnado de un patriotismo romántico ajeno a nuestro espíritu criollo."
En
su primera declaración pública sobre los fines del nuevo “movimiento”, se habló
de un lenguaje totalmente desconocido hasta entonces en Chile. Se comenzaba
diciendo que el nacismo era un “movimiento” y no un partido político. Con
semejante definición se quiso destacar que no se trataba de uno más de los
muchos partidos políticos que hasta entonces se había conocido en Chile, sino
que de opinión, destinados a modificar sustancialmente la vida política de la
república (…) la diferenciación entre “partido” y “movimiento” no fue captada
nunca por la mentalidad criolla (…) Para el chileno, las organizaciones
políticas, por muy avanzadas y revolucionarias que sean, son simplemente
“partidos” y cualquier intento por cambiar este calificativo se estrellará con
la mentalidad nacional.
Los Chilenos de hoy – y gran parte de los de aquella época- Sólo han podido conocer dicho movimiento a través de la fraseología de sus detractores.
Los Chilenos de hoy – y gran parte de los de aquella época- Sólo han podido conocer dicho movimiento a través de la fraseología de sus detractores.
La circunstancia de haberse creado bajo la inspiración ideológica del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán, lo colocó, desde su nacimiento, en la categoría de partido “extranjerizante” en conformidad con la terminología comunista.
Es así como el nacismo fue presentado, ante la imaginación popular, desde el día mismo de su iniciación, como un enemigo jurado del pueblo chileno.
Hago este recuerdo, por consideración de la más elemental justicia histórica, el de reivindicar para el nacismo la absoluta Chilenidad de sus propósitos (…) La expresión “Chilenidad” que hoy se ha hecho común en nuestro lenguaje político, fue un vocablo que nadie había usado antes que el nacismo comenzara al empleado para sintetizar con le las virtudes y el alma de nuestro pueblo.
Del mismo modo, fueron los nacistas quienes sacaron a la calle el tricolor nacional y enseñaron al pueblo sus “concentraciones” – palabra con que el nacismo sustituyó las asambleas de los partidos- a entonar en forma marcial y vigorosa el himno patrio.
También fue el nacismo el que desenterró de los archivos y dio a conocer, por primera vez, a las masas chilenas la figura de don Diego Portales (…) Posteriormente, todas estas exteriorizaciones de patriotismo fueron incorporadas a los hábitos de las demás organizaciones políticas (…) Es, pues falsa la aseveración de que el nacismo fuera una organización de tendencia extranjera.
No sólo no fue, sino que en su seno se arraigaron los más puros sentimientos de la Chilenidad”.