martes, 24 de julio de 2012

Apuntes sobre la Técnica




Por Augusto Bleda


La técnica moderna transformó el mundo, a pesar de cuanto haya tenido de valioso, de moral, de “divino” o de razonable el mundo antiguo. La técnica avasalló todo a su paso, y se erigió como el factor característico del mundo contemporáneo. Este titán avasallante no solo transformó los medios de producción, la agricultura, las construcciones, la guerra, la comunicación, sino que nos ha cambiado a los humanos mismos, sus creadores. La técnica como hoy la conocemos nos exige un consciente fortalecimiento individual para no ser sometidos por su poder. Nos desafía a integrarla como parte de nuestro espíritu en un acto de entereza, de soberanía y decisión. Cuando se ha dicho que la técnica uniforma, es mentira, es imposible uniformar el espíritu del hombre. Muy por el contrario, es un espíritu poderoso el que puede hacer bailar las máquinas a su ritmo. Lo que verdaderamente enajena al hombre es el régimen de trabajo asalariado instrumentado por el capital, que lo despoja de cualquier fruto y goce de sus capacidades.

La revolución que supuso la técnica ante las concepciones mismas del tiempo y del espacio es algo que no puede merecer una valoración maniquea, moral, sino que representa en si misma una fatalidad producto de lo que los hombres han hecho con su mundo, del devenir.

El mundo se ha empequeñecido y el tiempo se ha acortado. Hoy día, en su avance revolucionario, la técnica ha dispuesto un avance que ha democratizado el acceso a la información y que nos ha hecho capaces de ser mediadores, comunicadores, partes activas de la representación del mundo, cosa que los televisores nos habían negado. Me refiero por supuesto a Internet y todos sus complementos representados hoy por cámaras y videograbadoras digitales, softwares de diseño, de edición de video, sintetizadores de música, etc. Los libros mismos se digitalizan. La cultura se hace accesible a todos, por todos y desde cualquier lugar, haciendo una salvedad hacia los más marginados, por supuesto.

Las valoraciones adversas a este fenómeno tecnológico no son más que sollozos histéricos de un mundo agonizante que no puede admitir que la mayoría de su población está gravemente idiotizada y que no tiene interés alguno en salir de esa situación. Por eso, para ser políticamente correctos se habla de “límites” en Internet. Estos reclamos nostálgicos, y de índole moral o judicial no logran rebatir ni disminuir el avance técnico. El embrutecimiento y la propagación de nueva tecnología están asociados a un mercado de consumo que ha montado el capitalismo, por lo que pretender regimentar la libertad de información y de cultura en internet es una política clara de intereses alineados con dicho mercado. Así es, los humanos, esa masa de brutos útiles, necesitaría ponerle límites a las máquinas para que estas no sean instrumento de su autodestrucción. Tal, la naturaleza de una sociedad movida por el lucro y que en su ética del tener, es favorable al aniquilamiento de toda personalidad crítica y creativa, y como si fuera poco, parece dispuesta a avanzar hasta destruir la existencia de vida sobre la tierra, esa es su “moral” y sus leyes. No se llegará muy lejos en el afán de frenar internet, es imparable.

El siglo XXI encarna esa puja cada vez más favorable a la técnica ante los miedos de las generaciones casi extintas que nos precedieron. Aún así, las formas políticas de antaño, el saqueo imperialista, las guerras económicas, y las fachadas democráticas-humanitarias, siguen caracterizando esta postmodernidad. Es este mismo afán que le dio nacimiento lo que lleva la técnica hasta el extremo de la depredación natural. Lo que hay detrás de ello son intereses, humanos, y eso es lo que hay que combatir. Debemos apoderarnos de la técnica en todos los campos en que podamos antes de que sea demasiado tarde, haciendo primar la sustentabilidad natural del ambiente, la integración con el entorno, el respeto a las tradiciones populares, rescatando todo lo que el capitalismo (y no la técnica) se ha encargado de sepultar.
El capitalismo ha dado impulso a un proceso, el desarrollo técnico, que finalmente acabará por significar el principio de su fin. La lucha es contra los intereses materiales de quienes hoy, a través del dinero, utilizan la técnica para perpetuar el modelo de saqueo imperialista y la desigualdad económica.

La técnica ha sido acusada como la contraparte de todo lo que es calidad, diversidad, creatividad. Si la técnica ha sido repetición en serie de productos despersonalizados es por el signo que el capitalismo industrial siempre le ha impreso, abocado a la maximización de ganancias a toda costa. Es hora por eso, de que una revolución que nazca de lo profundo del hombre se disponga a anteponer el sentido común y la creatividad a las pretensiones de los poderes mundiales. Gigantes pulpos multinacionales financieros, farmacéuticos, militares, industriales, alimenticios, hoy instrumentan el mundo a su antojo. Pero nadie le ha podido quitar al hombre ese ansia de hacer de si mismo el dueño de su destino, y esto no puede ser de otra forma que luchando por la liberación de sus pares oprimidos, para acabar con la explotación del hombre por los parásitos y afirmar una comunidad de destino anclada en la tierra, y las tradiciones que el mismo pueblo elija cargar sobre sus hombros. Lo más profundo de una identidad no se pierde ante la técnica si esta no está imbuida de sucios intereses ajenos.

Es hora de que el hombre, que cada uno de nosotros y cada uno de nuestros pueblos, decida hacer de la vida su voluntad y no la de quienes durante tanto tiempo han venido haciendo de nosotros, sus servidores. La revolución de las máquinas ya está en proceso.

Ahora nos resta, la revolución del espíritu, el arrebato febril de la voluntad y el retorno de los guerreros, de los héroes olvidados. No asistiremos a ninguna revolución profunda que no este trazada por una síntesis de esta naturaleza, la integridad y dignidad del hombre, una profunda conciencia popular, y un destino histórico compartido, es decir, un proyecto de comunidad, de nación asumiendo el pasado y asaltando al futuro.

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