Por Alexis López Tapia
Independientemente de cómo se
presente el próximo resultado electoral, tanto a nivel presidencial como
parlamentario, y a las diferentes e incluso contradictorias posiciones que
diversos grupos y movimientos de carácter nacionalista han adoptado respecto del
voto en las mismas, es indudable que existen hechos permiten proyectar un
cambio bastante radical en las tendencias que este sector ha venido sosteniendo
hasta el presente.
En este breve análisis,
quisiera presentar algunos de estos hechos, y comentar mi visión sobre su
potencial desarrollo a mediano plazo.
a)
El quiebre con la derecha:
Aunque desearíamos que se
tratara de una ruptura político-ideológica definitiva, y no un mero quiebre
circunstancial como es el caso, hay evidencia clara de que un amplio sector del
nacionalismo en cualquiera de sus variantes, ha optado por no concurrir a votar
por Evelyn Matthei, ni en primera ni en segunda vuelta, incluso arriesgando el
triunfo de Bachelet en la primera –cosa que a nuestro juicio no ocurrirá pese a
sus deseos–, marcando una inflexión bastante notoria en las relaciones
tradicionales del sector con los partidos de la Alianza y con la derecha en
general.
El principal responsable de
este hecho, y habrá que saber agradecerle por ello en el futuro, ha sido el
Presidente Sebastián Piñera, que motivado por un enorme voluntarismo ideológico
y electoral, tensó sistemáticamente durante su gobierno las relaciones con los
sectores más conservadores de la derecha, con los militares en retiro, y con el
mundo nacionalista en general, situación que llego a su clímax con el suicidio
dl General (R) Odlanier Mena, quien en un acto absolutamente consciente de sus
efectos políticos, estuvo dispuesto a entregar su vida para provocar un quiebre
definitivo de estos sectores, no sólo con el mandatario, sino de paso, con los
sectores claramente (neo)liberales y globalistas de la derecha en el poder.
Si bien no creo que sea posible
cuantificar electoralmente los efectos de este hecho –ya que veo gran
dificultad técnica en contabilizar los votos que dejará de recibir Matthei
producto de su respaldo al mandatario en el caso mencionado–, al menos
Políticamente es claro que se trata de una situación nueva, que no ha tenido
precedentes similares durante los últimos 30 años.
La profundidad de este quiebre,
sus efectos políticos a mediano plazo, y las reacciones que estos efectos
provocarán tanto al interior del nacionalismo, como en la propia derecha a la
que hasta ahora había venido apoyando, serán determinantes para definir el
futuro tanto de estas relaciones, como aún más importante, la potencial
articulación de este sector como un actor operativo dentro de la realidad
política nacional.
b)
Las estructuras políticas que vienen:
La llegada al poder de la
Derecha, lejos de constituir un freno como probablemente habría sido su
intención, sirvió de acicate a las intenciones de diversos sectores por
constituir nuevos referentes políticos en torno a las ideas del Nacionalismo.
Sumado a ello, la desaparición
o mejor dicho, descomposición, de algunos grupos y pequeños movimientos
juveniles que habían venido intentando articularse a nivel nacional, ha dejado
un amplio margen para el surgimiento de estructuras de mayor relevancia y
consolidación político-ideológica, directamente Partidos Políticos, varios de
los cuales se encuentran o bien en formación, o bien a punto de lograr su
constitución a nivel regional.
Si bien esas iniciativas son
incipientes, permiten determinar una tendencia que seguramente irá en aumento
en los próximos años: daba la actual factibilidad cuantitativa de reunir las
firmas necesarias para inscribir Partidos –gracias al voto voluntario que ha
reducido la cantidad necesaria para generar esas estructuras–, es claro que
asistiremos a muchos intentos y algunos éxitos por inscribir nuevos partidos de
carácter nacionalista.
Independientemente de qué
organización lo logre, este será un hecho políticamente novedoso, ya que desde
el Partido Nacional, salvando las críticas ideológicas que se pueden hacer a
esta calificación, el nacionalismo no ha contado con partidos propios desde
hace más de 40 años.
Es claro que este hecho no
augura el éxito electoral de esas organizaciones, que como muchas otras, pueden
desaparecer tras la primera barrera electoral que les toque sortear. Sin embargo,
permitirán por primera vez que el sector posea algunos candidatos propios
enmarcados en esas estructuras, lo que a su vez permitirá medir electoralmente
al sector.
Quizá la probabilidad más
interesante, sea la potencial formación de un pacto o coalición entre diversos
partidos regionales, e incluso nacionales, para lograr obtener mejores
resultados electorales que los que obtendrían en forma aislada, y a la vez,
para presentar mayor cantidad de candidatos en cada elección.
Pese a ello, estimamos que
estos esfuerzos aislados –aunque incluso lleguen a coordinarse electoralmente–,
no lograrán transformarse en partidos de masas con capacidad política y
electoral suficiente para comenzar a incidir de manera relevante en las
tendencias actualmente vigentes.
Se requerirá además, una dosis
bastante elevada de altruismo y realismo político para que esos referentes
logren coordinarse, y aún más para que acierten estrategia de trabajo en
conjunto que les permitan obtener algunos resultados viables a mediano plazo.
Aun así, el hecho político es que habrá algunos o varios partidos de carácter
nacionalista que comenzarán a actuar en el país durante los próximos años, y
eso constituye un avance.
c)
La necesaria redefinición ideológica
Aunque la tendencia anterior es
predecible, no necesariamente ocurre lo mismo con las definiciones ideológicas
de estos posibles referentes.
En general, la tendencia a
comprender el nacionalismo desde perspectivas tradicionales, occidentales o
eurocéntricas, hispanistas, románicas, raciales e incluso de clase, sigue pesando
gravemente en el sector.
Esta herencia del Determinismo
–biológico, cultural o materialista–, supone un escollo muy difícil de superar
para la mayoría de los referentes a nivel nacional, y por ende, es muy posible
que durante las primeras etapas de este nuevo proceso veamos repetidas, una vez
más, consignas que se encuentran completamente superadas tanto desde la
perspectiva ideológica estricta, como aún más importante, de la doctrina y los
hechos políticos que estas determinan.
Es en este ámbito, a nuestro
juicio, que se hace absolutamente necesaria la redefinición ideológica del
nacionalismo chileno, no como una simple reiteración de las ideas de la
Generación del Centenario en el Bicentenario, sino efectivamente como una nueva
concepción que dé cuenta cabal de los procesos políticos que vivimos tanto a
nivel Nacional, del Continente y el Mundo.
Esta es sin duda la labor más
difícil, tanto porque se enfrenta al lastre de la tradición mal entendida, como
al desafío del Deconstruccionismo, el Asistemismo y la Globalización como
principales contradictores en el campo ideológico y político.
Por ello, la tentación siempre
presente del nacionalismo por actuar en “reacción” ante el proceso en
desarrollo, y con ello volverse nuevamente funcional a los intereses de la
derecha, será uno de los principales obstáculos que deberá sortear en el futuro
próximo.
Ello será aún más evidente en
el caso del posible triunfo total de Bachelet, en primera vuelta y con mayoría
parlamentaria, en que las presiones para “acelerar el proceso revolucionario”
se volverán imperiosas.
Ante este escenario potencial,
el primer requerimiento que deberá hacerse es que las sean las propias bases
fundantes del nacionalismo del bicentenario las que cambien, y claramente, su
eje fundamental deberá ser la Identidad, como concepto básico de la
Nacionalidad, a partir de bases que superen ampliamente las conocidas críticas
ideológicas que han minado y vaciado de contenido las concepciones
tradicionales.
Cómo se logre realizar este
cambio y quiénes están llamados a hacerlo escapa a este análisis de coyuntura,
pero resulta evidente que se trata del desafío inmediato más relevante que
deberá asumir este sector si quiere ser algo más que “el tonto útil de la derecha”,
en los hechos que comenzarán a ocurrir pasadas las elecciones.
d)
Los liderazgos requeridos
De todo este análisis fluye la
necesidad básica de contar con liderazgos eficaces, pragmáticos, políticamente
realistas, comunicacionalmente eficientes, y formados estratégicamente para los
desafíos que comenzarán a hacerse presentes tras las elecciones.
Y adicionalmente, es claro que
esos liderazgos deberán tener una amplia capacidad de diálogo, de
transversalidad y de capacidad de concitar acuerdos, tanto a nivel de base como
a nivel político operante, toda vez que la magnitud de los desafíos hace
improbable que un único referente logre alcanzar relevancia nacional a corto
plazo.
De allí que desde ya dejemos
planteados que los mesianismos deberán o deberían estar excluidos por defecto
en el nuevo escenario que se está desarrollando. No se requieren salvadores,
iluminados, caciques, caudillos ni héroes de pacotilla.
Se requiere básicamente mucho
sentido común y mucha sabiduría popular, que son a la vez, el menos común de
los sentidos así como de la sabiduría. Y por cierto se requiere trabajo,
intelectual, ideológico, doctrinario y fundamentalmente político.
Pero por sobre todo, se
requiere de un verdadero Sentido de lo Relevante, de lo Nacionalmente
Relevante. De aquello que –cuando se
entiende y se aplica correctamente–, ha hecho y hace que las ideas nacionales
logren encarnar la fuerza y el poder suficiente, para transformar radicalmente
la realidad de la comunidad del pueblo en función de un objetivo nacional
ampliamente compartido.
Esperamos que este breve
análisis ayude, junto a muchos otros, a dar el primer paso en esa dirección.
Saludos a todos.
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