martes, 19 de noviembre de 2013

El Nacionalismo después de las elecciones




Por Alexis López Tapia


Independientemente de cómo se presente el próximo resultado electoral, tanto a nivel presidencial como parlamentario, y a las diferentes e incluso contradictorias posiciones que diversos grupos y movimientos de carácter nacionalista han adoptado respecto del voto en las mismas, es indudable que existen hechos permiten proyectar un cambio bastante radical en las tendencias que este sector ha venido sosteniendo hasta el presente.

En este breve análisis, quisiera presentar algunos de estos hechos, y comentar mi visión sobre su potencial desarrollo a mediano plazo.

a) El quiebre con la derecha:

Aunque desearíamos que se tratara de una ruptura político-ideológica definitiva, y no un mero quiebre circunstancial como es el caso, hay evidencia clara de que un amplio sector del nacionalismo en cualquiera de sus variantes, ha optado por no concurrir a votar por Evelyn Matthei, ni en primera ni en segunda vuelta, incluso arriesgando el triunfo de Bachelet en la primera –cosa que a nuestro juicio no ocurrirá pese a sus deseos–, marcando una inflexión bastante notoria en las relaciones tradicionales del sector con los partidos de la Alianza y con la derecha en general.

El principal responsable de este hecho, y habrá que saber agradecerle por ello en el futuro, ha sido el Presidente Sebastián Piñera, que motivado por un enorme voluntarismo ideológico y electoral, tensó sistemáticamente durante su gobierno las relaciones con los sectores más conservadores de la derecha, con los militares en retiro, y con el mundo nacionalista en general, situación que llego a su clímax con el suicidio dl General (R) Odlanier Mena, quien en un acto absolutamente consciente de sus efectos políticos, estuvo dispuesto a entregar su vida para provocar un quiebre definitivo de estos sectores, no sólo con el mandatario, sino de paso, con los sectores claramente (neo)liberales y globalistas de la derecha en el poder.

Si bien no creo que sea posible cuantificar electoralmente los efectos de este hecho –ya que veo gran dificultad técnica en contabilizar los votos que dejará de recibir Matthei producto de su respaldo al mandatario en el caso mencionado–, al menos Políticamente es claro que se trata de una situación nueva, que no ha tenido precedentes similares durante los últimos 30 años.

La profundidad de este quiebre, sus efectos políticos a mediano plazo, y las reacciones que estos efectos provocarán tanto al interior del nacionalismo, como en la propia derecha a la que hasta ahora había venido apoyando, serán determinantes para definir el futuro tanto de estas relaciones, como aún más importante, la potencial articulación de este sector como un actor operativo dentro de la realidad política nacional.

b) Las estructuras políticas que vienen:

La llegada al poder de la Derecha, lejos de constituir un freno como probablemente habría sido su intención, sirvió de acicate a las intenciones de diversos sectores por constituir nuevos referentes políticos en torno a las ideas del Nacionalismo.

Sumado a ello, la desaparición o mejor dicho, descomposición, de algunos grupos y pequeños movimientos juveniles que habían venido intentando articularse a nivel nacional, ha dejado un amplio margen para el surgimiento de estructuras de mayor relevancia y consolidación político-ideológica, directamente Partidos Políticos, varios de los cuales se encuentran o bien en formación, o bien a punto de lograr su constitución a nivel regional.

Si bien esas iniciativas son incipientes, permiten determinar una tendencia que seguramente irá en aumento en los próximos años: daba la actual factibilidad cuantitativa de reunir las firmas necesarias para inscribir Partidos –gracias al voto voluntario que ha reducido la cantidad necesaria para generar esas estructuras–, es claro que asistiremos a muchos intentos y algunos éxitos por inscribir nuevos partidos de carácter nacionalista.

Independientemente de qué organización lo logre, este será un hecho políticamente novedoso, ya que desde el Partido Nacional, salvando las críticas ideológicas que se pueden hacer a esta calificación, el nacionalismo no ha contado con partidos propios desde hace más de 40 años.

Es claro que este hecho no augura el éxito electoral de esas organizaciones, que como muchas otras, pueden desaparecer tras la primera barrera electoral que les toque sortear. Sin embargo, permitirán por primera vez que el sector posea algunos candidatos propios enmarcados en esas estructuras, lo que a su vez permitirá medir electoralmente al sector.

Quizá la probabilidad más interesante, sea la potencial formación de un pacto o coalición entre diversos partidos regionales, e incluso nacionales, para lograr obtener mejores resultados electorales que los que obtendrían en forma aislada, y a la vez, para presentar mayor cantidad de candidatos en cada elección.

Pese a ello, estimamos que estos esfuerzos aislados –aunque incluso lleguen a coordinarse electoralmente–, no lograrán transformarse en partidos de masas con capacidad política y electoral suficiente para comenzar a incidir de manera relevante en las tendencias actualmente vigentes.

Se requerirá además, una dosis bastante elevada de altruismo y realismo político para que esos referentes logren coordinarse, y aún más para que acierten estrategia de trabajo en conjunto que les permitan obtener algunos resultados viables a mediano plazo. Aun así, el hecho político es que habrá algunos o varios partidos de carácter nacionalista que comenzarán a actuar en el país durante los próximos años, y eso constituye un avance.

c) La necesaria redefinición ideológica

Aunque la tendencia anterior es predecible, no necesariamente ocurre lo mismo con las definiciones ideológicas de estos posibles referentes.

En general, la tendencia a comprender el nacionalismo desde perspectivas tradicionales, occidentales o eurocéntricas, hispanistas, románicas, raciales e incluso de clase, sigue pesando gravemente en el sector.

Esta herencia del Determinismo –biológico, cultural o materialista–, supone un escollo muy difícil de superar para la mayoría de los referentes a nivel nacional, y por ende, es muy posible que durante las primeras etapas de este nuevo proceso veamos repetidas, una vez más, consignas que se encuentran completamente superadas tanto desde la perspectiva ideológica estricta, como aún más importante, de la doctrina y los hechos políticos que estas determinan.

Es en este ámbito, a nuestro juicio, que se hace absolutamente necesaria la redefinición ideológica del nacionalismo chileno, no como una simple reiteración de las ideas de la Generación del Centenario en el Bicentenario, sino efectivamente como una nueva concepción que dé cuenta cabal de los procesos políticos que vivimos tanto a nivel Nacional, del Continente y el Mundo.

Esta es sin duda la labor más difícil, tanto porque se enfrenta al lastre de la tradición mal entendida, como al desafío del Deconstruccionismo, el Asistemismo y la Globalización como principales contradictores en el campo ideológico y político.

Por ello, la tentación siempre presente del nacionalismo por actuar en “reacción” ante el proceso en desarrollo, y con ello volverse nuevamente funcional a los intereses de la derecha, será uno de los principales obstáculos que deberá sortear en el futuro próximo.

Ello será aún más evidente en el caso del posible triunfo total de Bachelet, en primera vuelta y con mayoría parlamentaria, en que las presiones para “acelerar el proceso revolucionario” se volverán imperiosas.

Ante este escenario potencial, el primer requerimiento que deberá hacerse es que las sean las propias bases fundantes del nacionalismo del bicentenario las que cambien, y claramente, su eje fundamental deberá ser la Identidad, como concepto básico de la Nacionalidad, a partir de bases que superen ampliamente las conocidas críticas ideológicas que han minado y vaciado de contenido las concepciones tradicionales.

Cómo se logre realizar este cambio y quiénes están llamados a hacerlo escapa a este análisis de coyuntura, pero resulta evidente que se trata del desafío inmediato más relevante que deberá asumir este sector si quiere ser algo más que “el tonto útil de la derecha”, en los hechos que comenzarán a ocurrir pasadas las elecciones.

d) Los liderazgos requeridos

De todo este análisis fluye la necesidad básica de contar con liderazgos eficaces, pragmáticos, políticamente realistas, comunicacionalmente eficientes, y formados estratégicamente para los desafíos que comenzarán a hacerse presentes tras las elecciones.

Y adicionalmente, es claro que esos liderazgos deberán tener una amplia capacidad de diálogo, de transversalidad y de capacidad de concitar acuerdos, tanto a nivel de base como a nivel político operante, toda vez que la magnitud de los desafíos hace improbable que un único referente logre alcanzar relevancia nacional a corto plazo.

De allí que desde ya dejemos planteados que los mesianismos deberán o deberían estar excluidos por defecto en el nuevo escenario que se está desarrollando. No se requieren salvadores, iluminados, caciques, caudillos ni héroes de pacotilla.

Se requiere básicamente mucho sentido común y mucha sabiduría popular, que son a la vez, el menos común de los sentidos así como de la sabiduría. Y por cierto se requiere trabajo, intelectual, ideológico, doctrinario y fundamentalmente político.

Pero por sobre todo, se requiere de un verdadero Sentido de lo Relevante, de lo Nacionalmente Relevante. De aquello que –cuando se entiende y se aplica correctamente–, ha hecho y hace que las ideas nacionales logren encarnar la fuerza y el poder suficiente, para transformar radicalmente la realidad de la comunidad del pueblo en función de un objetivo nacional ampliamente compartido.

Esperamos que este breve análisis ayude, junto a muchos otros, a dar el primer paso en esa dirección.


Saludos a todos.

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