jueves, 20 de septiembre de 2012

El Movimiento Nacionalista en CHILE (1940 - 1943)





Por Juan Bragassi Hurtado


El 25 de agosto de 1939, a pocos meses de haberse iniciado el gobierno del Presidente radical Pedro Aguirre Cerda, se realizó un intento frustrado de golpe de Estado encabezado por el general Ariosto Herrera.

Por ese entonces, la Vanguardia Popular Socialista (ex movimiento nacional socialista), se encontraba en una estrecha relación con la coalición de gobierno y muy especialmente con el Partido Socialista.

Ante la magnitud de los acontecimientos, los sectores pro-gobiernistas, organizaron una multitudinaria concentración en apoyo a la figura del presidente y su coalición de partidos.
Ella se realizó en la plaza que está frente al Palacio de la Moneda, oportunidad donde además de tomar la palabra los próceres del Frente Popular, hizo uso de ella el Jefe de la vanguardia popular, Jorge González Von Mareés.

En esa oportunidad, el líder y diputado por Santiago, aprovechando sus dotes de oratoria, hizo una ardorosa defensa del gobierno, siguiendo con una ácida crítica hacia los gestores del intento de conato.

La posición adoptada por el jefe vanguardista, produjo al interior de su partido, la deserción de un numeroso contingente de militantes. Esta fue la segunda crisis que asoló a esa agrupación, desde su cambio de nombre en enero de 1939 y su aparente “giro hacia la izquierda”.

Así, a fines de 1939 y comienzos de 1940, los disidentes de la gestión de Von Mareés, asisten a una serie de reuniones con el encargado de la defensa de Ariosto Herrera: el abogado, académico y gremialista Guillermo Izquierdo Araya.

La finalidad de dicha gestión, fue la de organizar una nueva agrupación política de carácter nacionalista, el cual debía ser patrocinado y presidido por el militar procesado.

Fundación del MNCH

El 12 de febrero de 1940, fue firmada en la ciudad de Santiago, el acta de fundación el Movimiento Nacionalista de Chile, donde este se presentaba a sí como un “Movimiento popular destinado a unir a todos los chilenos, sin distingo de clases, a fin de constituir una fuerza nacional capaz de encauzar y dirigir por el camino de la grandeza futura, los destinos espirituales y económicos de la Nación”.

Expresando que su base fundamental encontraba “en la organización, en la selección, la disciplina, el patriotismo y la subordinación a una jerarquía que comienza en el Consejo Nacional, dirigido por el Comisario Nacional, Jefe del consejo”.

Así mismo, el MNCH, se definía como una organización “integralmente revolucionaria” que no aceptaba las combinaciones políticas, “ni soluciones parciales”.

Es necesario destacar, por razones históricas y en consideración a diferenciarlo con la Vanguardia Popular Socialista, que este partido expresaba dentro de sus actas fundacionales, un proyecto de restauración nacional, en el cual atribuía la destrucción de los principios espirituales del cristianismo al Marxismo, la Masonería y el Judaísmo denunciando de ellas, el estar al servicio del Capitalismo Internacional.

Su divisa fue: “Ni con la izquierda, ni con el centro, ni con la derecha: ¡Con Chile!”. Así mismo, siguiendo con la moda de los partidos de la época, fue un movimiento jerarquizado y militarizado, contando con cuadros uniformados, con pantalón y camisa de color azul, similar al de la Milicia Republicana de los años '30.

Sus futuros cuadros, debían pasar por un período básico de instrucción, para posteriormente oficializar su ingreso a la agrupación en una ceremonia, donde debían pronunciar el siguiente juramento: “En el nombre de Chile, en el nombre de los que labraron el prestigio y la gloria de Chile. Juramos por Dios, consagrarnos por entero y por siempre a la grandeza de Chile”.

El MNCH, también contaba con un grupo de protección y choque, denominado “Tropas Nacionalistas de Acción” (TNA), las que estaban dirigidas fundamentalmente a prestar apoyo a la labor propagandística callejera.

Inicialmente, la sede de este movimiento estuvo en una casa de la Calle Matías Cousiño, pero al poco tiempo se trasladó a un segundo y tercer piso de un edifico ubicado, en la Calle Agustinas.

Sus Primeros Años

La agrupación logró captar en sus filas, la adhesión de los ex nacistas y vanguardistas, así como algunos ibañístas independientes, como militares retirados e incluso militares y carabineros en servicio activo.

Así, Rápidamente a lo largo del país, fueron creándose pequeñas células activistas, unas más numerosas que otras, siendo de gran importancia las sedes de Valparaíso, Viña del Mar, Concepción y Temuco.

Sin embargo, el movimiento al poco tiempo de su creación, se vió obligado a reemplazar en la jefatura a Ariosto Herrera, quien debió partir al exilio, dejando al mando de la organización a don Guillermo Izquierdo.

Guillermo Izquierdo, era entonces profesor de historia, geografía, educación cívica y economía de variados establecimientos educacionales.

Izquierdo, si bien jamás había sido militante de partido político alguno, participó en su juventud en la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional y la Nueva Acción Pública (NAP); así también, había colaborado con el primer gobierno de la República Socialista (1932); desarrollando también una labor gremial como Consultor Jurídico de la Confederación de la Producción y Comercio; adhiriendo en 1938, a la candidatura presidencial de Gustavo Ross Santa María.

Bajo este nuevo liderazgo, el movimiento nacionalista comenzó su labor opositora hacia el gobierno y los demás partidos políticos, logrando desarrollar algunas publicaciones de su autoría, cuando los medios económicos les fueron más auspiciosos.

Durante esa época, en consideración a los acontecimientos internacionales, la organización mantuvo una posición a favor de la neutralidad de Chile, frente a los bandos en conflicto durante la Segunda Guerra Mundial, criticando la intervención política, económica y propagandista de que era objeto nuestra patria.

Durante 1940, la coalición gobiernista del Frente Popular sufrió un rápido desgaste, generado por el estado de corrupción y las pugnas intestinas, que culminó con el rompimiento de dicho pacto político a fines de ese año, más el acercamiento entre los radicales y comunistas.

Con ello, también comenzó el definitivo alejamiento de la VPS de los sectores gobiernistas, pasando a ser un partido en franca oposición.

Sobre este tema, declaró en un discurso radial Von Mareés en febrero de 1941:
“(…) hemos realizado todo lo humanamente posible para contribuir a obtener una fórmula de entendimiento para salvar al país de la desintegración y del caos.

Lo intentamos primero proponiendo la candidatura nacional de Ibáñez a la Presidencia de la República; lo volvimos a intentar, buscando un acercamiento, leal y sincero, con el Partido Socialista; lo intentamos por tercera vez, tratando de armonizar nuestra acción anticomunista con la de los partidos de Derecha.

En ninguna de estas tentativas obtuvimos éxito, y no por nuestra culpa. En la actualidad, ya sabemos a qué atenernos. Por nada en éste mundo renunciaremos a la lucha. Pero, en lo sucesivo la mantendremos en un terreno exclusivamente nuestro.

No volveremos a hacer concesiones a nadie en la esperanza de encontrar una fórmula de concordia. No sacrificaremos un ápice de nuestros ideales en la búsqueda de un entendimiento con otros grupos políticos.

Estamos convencidos de que únicamente nuestros principios, aplicados ciento por ciento a la vida nacional, podrán redimir a este desgraciado país. Y también estamos absolutamente compenetrados de que sólo nosotros, es decir, la Vanguardia y sus hombres, somos capaces de aplicar y hacer aplicar tales principios (…)”

Así, vanguardistas y nacionalistas pasaron a estar en una misma trinchera política, aunque sin desarrollar esfuerzo alguno por desarrollar un trabajo conjunto.

Recordemos que estas dos agrupaciones sólo se habían unido en 1940, en las protestas callejeras que se realizaron en el puerto de Antofagasta, con motivo de la llegada desde Europa de Arturo Alessandri Palma.

Mientras tanto, el gobierno de Aguirre Cerda, debió anular rápidamente otro brote golpista al interior del ejército, liderado esta vez por el coronel Ramón Álvarez, quien finalmente fue traslado a Punta Arenas.

Persecución hacia los Vanguardistas y Nacionalistas

Próximo a las elecciones parlamentarias que se realizaron a mediados de 1941, la fragmentada coalición gobiernista, logra crear un nuevo pacto político llamado: “Alianza Democrática de Chile”, el cual incluyó esta vez a partido Falange Nacional y que por otro lado, no incorporó a los sectores de izquierdas disidentes del estalinismo.

Alguna influencia, debe conferírsele al rompimiento en el mes de junio de ese año, del pacto germano soviético y al efecto que había producido meses antes, el asesinato en México del exilado líder de izquierda Trotski, creador del Ejército Rojo.

Paralelamente, con la instalación de la VPS como partido de oposición, se rearticuló toda una campaña comunicacional de desacreditación pública y amedrentamiento hacia la oposición, especialmente dirigido hacia los vanguardistas y nacionalistas, generando graves enfrentamientos callejeros entre los partidarios de este nueva coalición gobiernista y sus detractores.

El gobierno, amparado en estos acontecimientos, ordenó la detención y reclusión ilegal en un manicomio, del jefe y parlamentario vanguardista Jorge González Von Mareés, el allanamiento y clausura de sus sedes, más la persecución de sus cuadros.

El Movimiento Nacionalista de Chile, corrió con la misma suerte, siendo confiscada además su documentación interna, donde estaban los datos de cada uno de sus miembros.
El objeto de todo este complot, fue la anulación de dichas fuerzas opositoras, para así incapacitarlas de participar en las elecciones parlamentarias.

Los implicados en esta tentativa fueron: el Ministro del Interior Arturo Olavaria; el Director General de Beneficencia, doctor Castro Oliveira; el Asesor de la Junta de Beneficencia Abraham Ortega Aguayo; el Prefecto de Investigaciones Osvaldo Sagüés Olivares; el Jefe de Investigaciones Fuenzalida Correa.

Pese a ello, y en el caso en particular de la VPS, logró mantener dos de sus tres diputados: Jorge González por Santiago y Vargas Molinari por Cautín, quienes fueron elegidos para el período comprendido entre 1941 y 1945.

Las Elecciones Presidenciales de 1942

A partir del sorpresivo fallecimiento de don Pedro Aguirre Cerda, el 25 de noviembre de 1941, se decidió convocar a lecciones presidenciales para comienzos de 1942.

Tras un intenso debate interno, la “Alianza Democrática de Chile” decidió presentar como candidato único a don Juan Antonio Ríos. Mientras que los partidos Conservador y Liberal, postularon al general (R) Carlos Ibáñez del Campo, quien sumó finalmente a los vanguardistas, nacionalistas y elementos independientes.

Otro candidato presidencial, fue el destacado líder de izquierda Humberto Valenzuela, quien contó con el apoyo del Partido Obrero Revolucionario (POR).

Sobre esta elección presidencial, recordaba Guillermo Izquierdo en una entrevista realizada en 1983 por Erwin Robertson: “(…) Durante esa campaña electoral nos encontramos en el mismo campo político – pro Ibáñez – con la VPS.

El cuerpo directivo de la campaña de Ibáñez, se reunía al llegar a San Martín (…) componían ese comité ejecutivo Jaime Larraín (representante de los elementos gremiales), Hugo Cepeda (Partido Liberal), yo, como Jefe del MNCH y además por la VPS, y un conservador (…)”.
En los últimos días de enero de 1942, se efectuaron los cierres oficiales de campaña, de los principales postulantes a la “silla” presidencial.

Ibáñez, fue recibido con una multitudinaria concentración de partidarios, en la Estación Central de la ciudad de Santiago y Juan Antonio Ríos, fue vitoreado por sus afines, en el bandejón central de la Alameda, frente a la Plaza Bulnes.

Un hecho político importante, fue la presencia en el cierre de campaña de Antonio Ríos, del destacado miembro del Partido Liberal, don Arturo Alessandri Palma.

Alessandri en esa oportunidad, pronunció un incendiario discurso, donde atacó a la figura de Ibáñez – su histórico enemigo personal -, previniendo a los asistentes a dicha concentración, que el posible triunfo de esta candidatura: “(…) constituiría una inmensa amenaza para el país y sus instituciones fundamentales”.

El discurso del ex -presidente, produjo en el electorado liberal alessandrista, el efecto de atraerlos hacia la candidatura de Ríos, quien curiosamente en el pasado había sido un fervoroso ibañista.

Finalmente, esto se reflejó en el voto popular que le dio el triunfo al radical Juan Antonio Ríos por 260 mil votos, en tanto que el general en retiro, obtuvo 206 mil sufragios, seguido bastante lejos por Humberto Valenzuela con 5 mil sufragios.

El Rompimiento de Chile con el Eje

Tras la derrota en la campaña presidencial, los nacionalistas tuvieron que sobrevivir en un escenario creciente mente adverso, producto de la asociación comunicacional que se hizo de estos, con las fuerzas del Eje, cuyo objeto posible fue el de crear un precedente interno, para impulsar el rompimiento de la neutralidad de Chile, a favor del bando Aliado.

Efectivamente, en ese período ya empezaba a hablarse de las “quintas columnas”, los “espías nazis infiltrados” y la creación de las “listas negras”.

El debate iniciado por los comunistas y radicales, sobre la posición que debía adoptar nuestro país frente a los sectores en pugna en el conflicto mundial, generó la creación de agrupaciones ciudadanas a favor de uno u otro sector.

“(…) los sectores pro–alemanes controlaban el teatro Comedia y el cine Principal donde se pasaban películas pro-nazis. A su vez, los sectores proclives a los aliados manejaban casi todos los cines y un diario que se llamaba La Prensa Aliada”.

Silva, Miguel; En: “Los partidos, los sindicatos y Clotario Blest…”; Mosquito Editores; septiembre del 2000.

Esta pugna, también produjo algunos incidentes diplomáticos con los Estados Unidos, debido a las presiones e intervención que desarrolló en ese período, a fin de lograr del gobierno de Chile una definición a su favor.

Por su parte, los nacionalistas y vanguardistas, que tenían una inclinación por el sector del Eje, coincidían oficialmente - y por esas cosas de la vida - , con la posición de don Arturo Alessandri, quien estaba a favor de mantener la neutralidad de nuestro país.

Sin embargo, un trágico acontecimiento vino a inclinar definitivamente la balanza hacia el sector aliado.

A mediados del mes del mes de marzo de 1942, a 30 millas de Nueva York, un submarino alemán, hundió el transporte de la Amada Nacional “Toltén”, perdiéndose la vida de 27 chilenos.

Ante la indignación pública de la sociedad chilena, el 19 de mayo se realizó la votación en el Senado, que decidió por 30 votos a favor y 10 en contra, la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con el Eje, la cual fue ratificada al día siguiente por el Presidente Ríos.

Tiempo después, el 12 de abril de 1945, Chile les declaró finalmente la guerra.

La Fusión Vanguardista y Nacionalista

Mientras se sucedían estos acontecimientos, gracias al acercamiento promovido por Carlos Ibáñez del Campo, los líderes de la Vanguardia Popular Socialista y el Movimiento Nacionalista de Chile, dieron comienzo a una serie de conversaciones, con objeto de estudiar la conveniencia de una posible fusión de ambos conglomerados políticos, dando pié a una nueva agrupación de carácter nacionalista.

Sobre este punto, Guillermo Izquierdo comentaba en 1983:

“(…) Ibáñez nos llamó, nos recibió dos veces en casa de sus suegra (Alameda frente a la Gratitud Nacional) , para decirnos que los nacionalistas, que estaban divididos en dos fuerzas, que se fusionaran e hicieran de ambas una sola, y que él iba a recomendar a sus partidarios que también ingresaran a esta nueva fuerza nacionalista (…)”.
Por su parte, González Von Mareés, una vez convencido de la necesidad de participar de dicha iniciativa, acordó integrarse y promover en sus antiguos cuadros su ingreso: “La tarea de la Vanguardia no se pudo realizar en la amplitud que sus miembros anhelábamos, será continuada por el nuevo movimiento (…) el ideal común, será en lo sucesivo, impulsado por la colaboración estrecha de todos (…)”.

Así a finales de 1942, las negociaciones llevaron a la unificación de ambos conglomerados en el nuevo partido denominado Unión Nacionalista, cuyo liderazgo recayó en el futuro Rector de la Universidad de Chile y Ministro de Educación, el destacado académico Juan Gómez Millas.

Raza Chilena: 100 Años. Homenaje a Nicolás Palacios





Por Rafael Videla Eissman


Chile, fértil provincia y señalada,
en la región antártica famosa,
de remotas naciones respetada,
por fuerte, principal y poderosa;
la gente que produce es tan granada,
tan soberbia, gallarda y belicosa,
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida.
-
Alonso de Ercilla y Zúñiga, "La Araucana"-
Raza Chilena, 100 Años
Es el cerebro humano
la más grande maravilla
de la Creación, superior
al Sol i el firmamento,
i por medio del cual la Naturaleza
misma tiene conciencia
de su propio ser.

(Nicolás PalaciosRaza Chilena. Página 406)

Don Nicolás Palacios (9 de Septiembre de 1854 - 12 Junio 1911) postuló en su extraordinario trabajo titulado Raza Chilena, publicado de manera anónima en Valparaíso en 1904, la composición racial del pueblo chileno, develando allí la estructura biológico – étnica de nuestra población, bajo el audaz concepto de Raza Chilena, conformada ésta por el elemento gótico peninsular, por una parte; y el araucano – aborigen, por otra.

Éste grupo estructural ha sido la base de la población chilena   -en el pensamiento de Palacios-, el cual, producto de la configuración étnica basada en Godos y Araucanos, ha adquirido características tanto fisiológicas como psicológicas únicas, siendo así, la Raza Chilena, un grupo esencialmente patriarcal y guerrero.

¿Cómo llega Palacios a concebir la idea de Raza Chilena? Intentando una aproximación a la dilucidación del problema, se podría señalar que es la observación del conglomerado étnico nacional, especialmente durante y tras la Guerra del Pacífico (1879 – 1883), donde participa en la entrada triunfal a Lima y las batallas de Chorrillos y Miraflores, y su posterior estadía en la pampa nortina de Chile. Fundamenta sus postulados en diversas investigaciones y trabajos de sociología, antropología y filosofía, de autores como Le Bon, H. Spencer, Gumplowicz, Uriel Smith Hancock, Ammon, Varcher de Lapouge y Nietzsche, entre otros.
Pero es sin duda alguna, su propio genio el gran responsable de la más grande obra de la identidad nacional, su extraordinario trabajo titulado Raza Chilena, libro escrito por un chileno y para los chilenos.

Los Godos Peninsulares

La selección orgánica
marcha sobre los cadáveres
de los vencidos
.

(Nicolás Palacios, Raza Chilena. Página 292).

Fueron los Godos una de las ramas de la antigua raza germánica, quienes habitaron extensas zonas de Europa. El historiador Jordanes establece que los godos, con su rey, llamado Berig, salieron antiguamente de esta isla, llamada Scanzia, recipiente de naciones o vivero de pueblos. Esta isla se ubicaría en el Océano Ártico, de acuerdo a las informaciones otorgadas por otro historiador, Ammiano Marcelino.

La isla de la cual provenían los Godos poseía una forma de hoja de cedro, y se hallaba circundada por un inmenso mar al Occidente y al Septentrión y rodeada también por ese Océano sin límites en el que jamás se ha navegado, y del que se destaca a manera de brazo, el mar Germánico (…). Los Godos, como señala Jordanes, salieron del seno de esta isla como un enjambre de abejas para hacer irrupción en la tierra de Europa. Ellos surgen del seno de la isla ártica, es decir, son originarios de la misma tierra.

Curiosamente, semejante concepción del origen en la tierra, expone el historiador latino Tácito, acerca de los Germanos, expresando: Yo creería que los Germanos tienen su origen en la misma tierra, y que no están mezclados con la venida y hospedaje de otras gentes. Asimismo, uno de los principales dioses del panteón germánico, Tuisto, es nacido de la tierra, como a su vez lo es la diosa Hestha.

El nombre de los Godos (y sus variaciones, tales como GottsGotonesGuttonesGutans, etc.),  deriva de la raíz ario-indoeuropea Got - Gott, es decir, Dios (God en Inglés Antiguo; Guth en Alto Irlandés; Goth en Antiguo Nórdico; Got en Antiguo y Alto Alemán y Guth, en Gótico).

Los Gottones ó Guotanes fueron las tribus seguidoras del antiguo dios germánico, Wuotan (Gotan ó Votan). Son los Godos, entonces, el pueblo de Wuotan, consagrados por nombre al antiguo dios de las runas, plasmado en las rocas de Externstein, en el corazón de la Antigua Germania.

Palacios afirma que el descubridor y conquistador del Nuevo Mundo, vino de España, pero su patria de origen es el Mar Báltico, el Sur de Suecia, la Gotia actual. Siendo los Godos, de ésta manera, el prototipo de la raza teutónica, jermana ó nórdicaDe ésta manera, quienes venían al “Nuevo Mundo”, al mal llamado continente de “América”, antaño conocido como Huitramannaland, esto es, la “Tierra de los Hombres Blancos”, eran los Hidalgos, esto es, los Hijo-del-godo, los nobles de la antigua estirpe europea, a quienes los Araucanos llamaron Quellu - Pallum (roja - barba), es decir, los de barba roja.

Son los Godos los grandes aventureros y “conquistadores” del “Nuevo Mundo”, quienes enfrentarán una gran resistencia por parte de los rebeldes indígenas del Reino de Chile, del cual Góngora de Marmolejo expresará que es la tierra de la manera de una vaina de espada, angosta y larga.

Los Araucanos Aborígenes
Ello es cierto que no hay cosa
mas natural ni de mayor fuerza
en los pechos humanos,
que el amor de la libertad,
i a mi parecer, sobre todas las naciones
del mundo,  han mostrado
siempre gozar de ella
estos rebeldes de Chile

(Santiago Tesillo, Guerras de Chile).

El recuerdo más remoto de su origen mítico se halla en la Catástrofe diluviana que inundaba todas las tierras, en la cual se enfrentaban en mortal combate dos serpientes. Una de ellas era llamada Kai Kai, la Serpiente del Mar. Y la otra, Ten - Ten (ó Thren - Thren), la Serpiente de los Cerros.

La Catástrofe se desarrollaba y ante el aumento del nivel de las aguas, los hombres encuentran refugio en las alturas de las montañas; quienes morían, se transformaban en rocas ó peces, poblando así el mundo emergente de las aguas.

El mundo se inundaba. Es el Diluvio, la Gran Catástrofe que sumergió continentes. Sin embargo, a través del ritual del Nguillatún, los sobrevivientes del cataclismo piden a la Divinidad Creadora -Nguenechen- detener la crecida de las aguas, hecho que finalmente acontece.

Desde aquel entonces, según las antiguas tradiciones orales, transmitidas de generación en generación, aparecen los Lituches, los Hombres Primigenios, los Habitantes de la Aurora de los Tiempos, quienes serán posteriormente denominados Mapuches u Hombres de la Tierra, los pobladores del Chili - Mapu, la tierra de Chile, quienes defenderán su tierra a muerte, tanto de la oleada Inkaika como luego de los europeos, siendo reconocidos por sus sorprendentes dotes de grandes guerreros, liderados por un Nügue – Toqui, una especie de “Supremo Sacerdote”, que guiaba a los Araucanos en la Batalla, concebida ésta asimismo como un acontecimiento sagrado.

Y es en esa lucha de centurias por las tierras, la libertad y sus propias existencias, en medio de aquellos dramáticos acontecimientos, donde surge la Raza Chilena.

La Última Raza: La Raza Chilena

Somos una raza homogénea
con sentimientos
y pensamientos análogos
a los de las razas
que han creado las naciones
más cultas y poderosas
de la Tierra.

(Nicolás PalaciosRaza Chilena).

 El poeta guerrero, Don Alonso de Ercilla y Zuñiga (1533 - 1594) es testigo de la grandeza de éstas razas que se combatirán por más de cuatrocientos años: las luchas de razas guerreras por su libertad y autodeterminación, lo inspiraron para escribir el gran poema épico de nuestra tierra, La Araucana, considerada una de las cuatro más grandes epopeyas de los Godos, junto a Los Nibelungos, los Edda y El Cid Campeador.

Del elemento Godo y el Araucano surge el Chileno. Palacios establece que los componentes que estructuran al grupo racial chileno, las dos razas primitivas fueron lo que se llama razas puras, esto es, poseyeron cualidades estables i fijas desde gran número de jeneraciones anteriores.

Ambos grupos étnicos que conforman la Raza Chilena, es decir, el Gótico - Araucano, remontan sus orígenes en el dualismo tierra - agua (la isla en medio del Océano en el caso de los Godos y la catástrofe diluviana, en el caso de los Mapuches). Ambas razas, traspasaron su herencia genética y cultural al nuevo grupo que se conformó producto del contacto acaecido en el Chili - Mapu, la tierra de Chile, cuna donde se origina un tercer grupo, ésta tercera raza, nuevamente con el trasfondo de las Aguas (el Océano Pacífico) y la Tierra (los valles y montañas de Chile).

El profundo amor a la tierra de Chile ha sido algo común entre los aborígenes y los antiguos europeos, y será un factor presente asimismo en la Raza Chilena: La idea espresada por Valdivia respecto al objeto de la conquista de nuestras tierras era la de todos sus compañeros i sucesores de la misma raza: conseguir tierras en los que se perpetuara el linaje de los conquistadores i quedara memoria bendecida «dellos para adelante». Ese es el sentimiento correcto i justo, sentimiento que se perpetuó en Chile por herencia sicológica, i reforzado jeneración a jeneración por la lucha permanente con el Araucano, la que ofrecia como galardón de la victoria las tierras de esa raza legendaria. Con esa esperanza alimentada en todos los instantes se ha desarrollado nuestra raza.

Existen además, un conjunto de factores que asemejan y compatibilizan a éstos dos grupos, como el culto al Árbol Sagrado -el Eje del Mundo-. Es el Irminsul de los Godos – Germánicos, y el Canelo de la Reche Araucana.

Asimismo, la concepción de la Guerra Sagrada, profesada fervientemente tanto por los Godos como los Araucanos, quienes al morir en combate, van a morar al Walhalla y la Mansión Celeste, respectivamente. Así, ambos grupos conforman a la Raza Chilena, una de las últimas, sino la última de las razas históricas llegadas al escenario del mundo (…). 

Importantísima revelación desarrolla de éste modo Nicolás Palacios, al establecer a la Raza Chilena como la última rama del gran árbol ario-indoeuropeo, surgida y desarrollada en la tierra de Chile – Chalinga.

El autor de Raza Chilena sintetiza sus investigaciones, concluyendo que de la enseñanza que se desprende del estudio de la demografía chilena en el último trienio del siglo que acaba de pasar es que nuestra raza está dotada de magníficas condiciones orgánicas, de un poder vital de primer órden (…)
*              *              *
Nicolás Palacios cristalizó la idea de unidad del conglomerado nacional bajo el concepto de Raza Chilena. Los planteamientos expuestos a lo largo de su obra, desatacan el sentido ideal de la Nación y de su población, desarrollando ampliamente el concepto de nacionalidad. Las críticas hechas por el autor en aquel entonces a las clases dirigentes, el internacionalismo en desmedro del bien nacional, el ansia de dinero fácil y la decadencia moral en general, son fácilmente aplicables a la realidad actual de Chile, no existiendo la posibilidad -al parecer- de contrarrestar tan sombríos acontecimientos.

Citemos a Palacios:

 ¿Habrá algún remedio? Sí que lo hai. I aun el mal no existiría si, en lugar de justificar, de proteger, de fortalecer el instinto natural i correcto del pueblo chileno, su clase«ilustrada» i dirigente no estuviera imbuida en las doctrinas absurdas de la fraternidad universal, de la raza universal, de la patria universal i de la mezcolanza universal de razas para formar la civilización, i en tantas otras utopías funestas i latinas.

Gran opositor de las doctrinas “librecambistas”, y de todo el edificio “mundialista” y la “fraternidad humana”, Palacios explica:

¿Por qué? Por esto: porque no hai tal Patria Mundo, ni tal Familia Humana, ni tal República Cósmica, ni nada que lo valga, i por lo tanto la tal construcción, por hermosa que sea, resulta solo una fantasía, aplicable tal vez a los habitantes de la Luna o de otro planeta, porque lo que es en la Tierra la especie está formada de razas cuyas diferentes capacidades van, por lo menos, de uno a cien, i el mundo no está dividido políticamente en rejiones sino en naciones distintas i rivales unas de otras.

Naciones que son seres superorgánicos de reciente formación, por lo que les es indispensable para conservar su existencia poseer el egoísmo del niño o de los seres inferiores; porque para la seguridad de su vida i de su progreso necesitan no depender de otras naciones en nada que sea indispensable a su existencia.

*              *              *

Cien años han transcurrido desde la primera edición de Raza Chilena, obra que generó grandes polémicas por los audaces planteamientos de su autor. Sin embargo, en los tiempos actuales, existe desconocimiento de su contenido, a pesar de las menciones siempre cuidadosas en algunos círculos académicos. En otros grupos sociales, Raza Chilena es una obra prácticamente desconocida. ¿Qué motiva tal desconocimiento, tal ignorancia de la obra, al menos peculiar e interesante de éste pensador nacional? La divulgación de la extraordinaria obra Raza Chilena, en su centenario, cumple con el objeto de difundir el conocimiento del origen de nuestra población, elevando el espíritu nacional en la presente época. Y quizás cien años hayan tenido que transcurrir, para que finalmente, el mensaje, la solución propuesta por Palacios, tenga un eco en la tierra que tanto defendió y amó, y así, como él mismo expresó, lograr la inquebrantable voluntad de alcanzar gloria en el mundo.

martes, 11 de septiembre de 2012

Pero (La evidencia del 11 S) - Mero


El Hit del día, para que los imberbes conmemoren la farsa del 9/11 en su aniversario número 11. DIFUNDE .


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Stratega

Pinochet y el paso del tiempo





Por José Miguel Serrano

Muchos historiadores, o al menos escritores sobre asuntos históricos, creen necesario aplicar juicios morales a la historia y distribuyen su elogio o reprobación con la solemne complacencia de un maestro de escuela primaria. Este es, sin embargo, un método necio, lo cual viene a demostrar que el instinto moralista puede ser llevado a unos niveles tan elevados de perfección, que hace su aparición cuando menos es requerido. 

Ninguna persona con verdadero sentido histórico se atrevería a reprobar a Julio César, regañar a Gengis Khan, o censurar a César Borgia. Esos personajes son como los intérpretes de una representación. Pueden llenarnos de admiración, terror o disgusto, pero no pueden hacernos daño. No están directamente relacionados con nosotros y por lo tanto no tenemos nada que temer de ellos. Han pasado a la esfera del arte, de la ciencia, o incluso de la literatura, y ni el arte ni la ciencia tienen como única meta la aprobación o desaprobación moral.

Así puede suceder algún día con Augusto Pinochet Ugarte, esa figura omnipresente de nuestra historia reciente. Por el momento, siento que él es demasiado actual para ser tratado con ese fino espíritu de curiosidad desinteresada, al que debemos tantos estudios de algunas controvertidas figuras del Renacimiento italiano, o incluso de la Antigüedad. Tendrá que pasar mucha “agua debajo del puente” antes de que un escritor - quizás del género dramático -, se atreva a rendirle una tangible consideración a quien fuera tan poderoso actor del acontecer nacional. Algo de esto, aunque de manera tangencial, ha ocurrido con las recientes declaraciones de don Patricio Aylwin sobre Pinochet y su rol en el acontecer nacional.

Ser inspirador para un drama podría considerarse, de alguna manera, mucho más importante que una simple realidad. Para comprobar esto, bastaría estudiar ciertos personajes históricos de Shakespeare, como el usurpador Ricardo III, quien bajo la pluma del genial autor británico se transforma en un individuo tremendamente vigoroso, aunque poco sutil. Es famosa la exclamación shakesperiana de Ricardo, que busca una nueva cabalgadura al final de la batalla de Bosworth en 1485, poco antes de su muerte: “Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo”. Todo, con tal de aferrarse al poder.

Indudablemente, las heridas en Chile son recientes y obnubilan la visión. Mucho de esto también se dio con Bernardo O’Higgins, quien había despertado grandes odiosidades durante su gobierno autoritario, las que tardaron más de medio siglo en atenuarse y desaparecer después de su abdicación, en 1823. Pero ni O’Higgins, ni Pinochet, retuvieron el poder hasta la muerte.

miércoles, 29 de agosto de 2012

La Guerra: Manifestación Visible de la Enemistad





Por Carl Schmitt


Los conceptos de amigo y enemigo deben tomarse en su sentido concreto y existencial; no como metáforas o símbolos; no entremezclados y debilitados mediante concepciones económicas, morales o de otra índole; menos todavía psicológicamente y en un sentido privado-individualista como expresión de sentimientos y tendencias privadas. No son contraposiciones normativas ni "puramente espirituales". El liberalismo, con su típico dilema entre espíritu y economía (a ser tratado más adelante), ha intentado diluir al enemigo convirtiéndolo en un competidor por el lado de los negocios y en un oponente polemizador por el lado espiritual. Dentro del ámbito de lo económico ciertamente no existen enemigos sino tan sólo competidores y en un mundo absolutamente moralizado y ético quizás sólo existan adversarios que polemizan. Sin embargo, que se lo considere — o no — detestable; y, quizás, que hasta se quiera ver un remanente atávico de épocas bárbaras en el hecho de que los pueblos todavía siguen agrupándose realmente en amigos y enemigos; o bien que se anhele que la diferenciación desaparecerá algún día de la faz de la tierra; o que quizás sea bueno y correcto fingir por razones pedagógicas que ya no existen enemigos en absoluto; todo eso está aquí fuera de consideración. Aquí no se trata de ficciones y normatividades sino de la realidad existencial y de la posibilidad real de esta diferenciación. Se podrán compartir — o no — las esperanzas o las intenciones pedagógicas mencionadas; pero que los pueblos se agrupan de acuerdo a la contraposición de amigos y enemigos, que esta contraposición aún hoy todavía existe y que está dada como posibilidad real para todo pueblo políticamente existente, eso es algo que de modo racional no puede ser negado.

El enemigo no es, pues, el competidor o el opositor en general. Tampoco es enemigo un adversario privado al cual se odia por motivos emocionales de antipatía. "Enemigo" es sólo un conjunto de personas que, por lo menos de un modo eventual, esto es: de acuerdo con las posibilidades reales puede combatir a un conjunto idéntico que se le opone. Enemigo es solamente el enemigo público, porque lo que se relaciona con un conjunto semejante de personas — y en especial con todo un pueblo — se vuelve público por la misma relación. (...)

Al enemigo en el sentido político no hay por qué odiarlo personalmente y recién en la esfera de lo privado tiene sentido amar a nuestro "enemigo", vale decir: a nuestro adversario. La mencionada cita bíblica no pretende eliminar otras contraposiciones como las del bien y del mal, o la de lo bello y lo feo, por lo que menos aún puede ser relacionada con la contraposición política. Por sobre todo, no significa que se debe amar a los enemigos del pueblo al que se pertenece y que estos enemigos deben ser apoyados en contra del pueblo propio.

La contraposición política es la más intensa y extrema de todas, y cualquier otra contraposición concreta se volverá tanto más política mientras más se aproxime al punto extremo de constituir una agrupación del tipo amigo-enemigo.

(...)En primer lugar, todos los conceptos, ideas y palabras políticas poseen un sentido polémico; tienen a la vista una rivalidad concreta; están ligadas a una situación concreta cuya última consecuencia es un agrupamiento del tipo amigo-enemigo (que se manifiesta en la guerra o en la revolución); y se convierten en abstracciones vacías y fantasmagóricas cuando esta situación desaparece. Palabras como Estado, república, sociedad, clase, y más allá de ellas: soberanía, Estado de Derecho, absolutismo, dictadura, plan, Estado neutral o total, etc. resultan incomprensibles si no se sabe quien in concreto habrá de ser designado, combatido, negado y refutado a través de una de ellas. El carácter polémico domina sobre todo, incluso sobre el empleo de la misma palabra "político"; tanto si se califica al oponente de "impolítico" (en el sentido de divorciado de la realidad o alejado de lo concreto) como si, a la inversa, alguien desea descalificarlo denunciándolo de "político" para colocarse a si mismo por sobre él auto-definiéndose como "apolítico". (...)

Al concepto de enemigo y residiendo en el ámbito de lo real, corresponde la eventualidad de un combate. En el empleo de esta palabra hay que hacer abstracción de todos los cambios accidentales, subordinados al desarrollo histórico, que ha sufrido la guerra y la tecnología de las armas. La guerra es el combate armado entre unidades políticas organizadas; la guerra civil es el combate armado en el interior de una unidad organizada (unidad que se vuelve, sin embargo, problemática debido a ello). Lo esencial en el concepto de "arma" es que se trata de un medio para provocar la muerte física de seres humanos. Al igual que la palabra "enemigo", la palabra "combate" debe ser entendida aquí en su originalidad primitiva esencial. No significa competencia, ni el "puramente espiritual" combate dialéctico, ni la "lucha" simbólica que, al fin y al cabo, toda persona siempre libra de algún modo porque, ya sea de una forma o de otra, toda vida humana es una "lucha" y todo ser humano un "luchador". Los conceptos de amigo, enemigo y combate reciben su sentido concreto por el hecho de que se relacionan especialmente con la posibilidad real de la muerte física y mantienen esa relación. La guerra proviene de la enemistad puesto que ésta es la negación esencial de otro ser. La guerra es solamente la enemistad hecha real del modo más manifiesto. No tiene por qué ser algo cotidiano, algo normal; ni tampoco tiene por qué ser percibido como algo ideal o deseable. Pero debe estar presente como posibilidad real si el concepto de enemigo ha de tener significado.

Consecuentemente, de ninguna manera se trata aquí de sostener que la existencia política no es más que una guerra sangrienta y cada acción política una operación de combate militar; como si cada pueblo estuviese ininterrumpida y constantemente puesto ante la alternativa de amigo o enemigo en su relación con cualquier otro pueblo y lo correcto en política no pudiese residir justamente en evitar la guerra. La definición de lo político aquí expuesta no es ni belicista, ni militarista, ni imperialista, ni pacifista. Tampoco constituye un intento de presentar a la guerra victoriosa, o a la revolución triunfante, como un "ideal social", ya que ni la guerra ni la revolución constituyen algo "social" o "ideal".

El combate militar en si mismo no es la "continuación de la política por otros medios" como reza la famosa frase, generalmente mal citada, de Clausewitz. [25] El combate militar, en tanto guerra, tiene sus propios puntos de vista y sus propias reglas estratégicas, tácticas y demás, pero todas ellas dan por establecido y presuponen que la decisión política de definir quién es el enemigo ya ha sido tomada. En la guerra los contendientes se enfrentan como tales, normalmente hasta diferenciados por medio de un "uniforme", y por ello la diferenciación de amigo y enemigo ya no constituye un problema político que el soldado combatiente tenga que resolver. Por esto es que resultan acertadas las palabras del diplomático inglés que decía que el político está mejor adiestrado para el combate que el soldado, puesto que el político combate durante toda su vida mientras que el soldado sólo lo hace excepcionalmente. La guerra no es ni el objetivo, ni el propósito de la política. Ni siquiera es su contenido. Con todo, es el pre-supuesto — en tanto posibilidad real permanentemente existente que define el accionar y el pensar del ser humano de un modo especial, suscitando con ello un comportamiento específicamente político.

Por eso es que el criterio de la diferenciación entre amigos y enemigos tampoco significa, de ninguna manera, que un determinado pueblo deba ser eternamente el enemigo o el amigo de otro determinado pueblo; o bien que una neutralidad no sea posible o que no pueda ser políticamente razonable. Es tan sólo que el concepto de la neutralidad, como todo concepto político, también está subordinado al pre-requisito último de una posibilidad real de establecer agrupamientos del tipo amigo-enemigo. Si sobre la faz de la tierra existiese tan sólo la neutralidad, no sólo sería el fin de la guerra; sería también el fin de la neutralidad misma — de la misma forma en que cualquier política, incluso una política de evitar el combate, termina cuando desaparece en forma absoluta toda posibilidad real de que se produzcan combates. Lo concluyente es siempre tan sólo que exista la posibilidad del caso decisivo del combate real, y de la decisión respecto de si este caso está, o no está dado.

Que el caso se produzca sólo en forma excepcional no anula su carácter determinante sino, por el contrario, lo fundamenta. Si bien las guerras no son hoy tan numerosas y frecuentes como antaño, no por ello ha dejado de aumentar su arrolladora furia total , en la misma y quizás hasta en mayor medida aún que en la que ha disminuido su número y su cotidianidad. Aún hoy el "casus belli" sigue siendo el caso planteado "en serio". Podemos decir que aquí, al igual que en otras cuestiones, es justamente la excepción la que adquiere un significado especialmente decisivo y pone al descubierto el núcleo de las cosas. Porque recién en el combate real queda demostrada la consecuencia extrema del agrupamiento político en amigos y enemigos. Es desde esta más extrema posibilidad que la vida del ser humano adquiere su tensión específicamente política.

Un mundo en el cual la posibilidad de un combate estuviese totalmente eliminada y desterrada, una globo terráqueo definitivamente pacificado sería un mundo sin la diferenciación de amigos y enemigos y, por lo tanto, sería un mundo sin política. Podría existir en él toda una variedad de interesantes contraposiciones, contrastes, competencias e intrigas de toda clase; pero razonablemente no podría existir una contraposición en virtud de la cual se puede exigir del ser humano el sacrificio de la propia vida y en virtud de la cual se puede autorizar a seres humanos a derramar sangre y a dar muerte a otros seres humanos. Para una definición del concepto de lo político tampoco aquí se trata de si se considera deseable arribar a un mundo así, sin política, como un estado ideal de cosas. El fenómeno de lo político se hace comprensible solamente a través de su relación con la posibilidad real de establecer agrupamientos del tipo amigo-enemigo, más allá de los juicios de valor religiosos, morales, estéticos o económicos que de lo político se hagan a consecuencia de ello.

La guerra, en tanto medio político más extremo, revela la posibilidad de esta diferenciación entre amigos y enemigos, subyacente a toda concepción política, y es por eso que tiene sentido solamente mientras esta diferenciación se halle realmente presente en la humanidad o, al menos, mientras sea realmente posible. Por el contrario, una guerra librada por motivos "puramente" religiosos, "puramente" morales, "puramente" jurídicos o "puramente" económicos, carecería de sentido. De las contraposiciones específicas de estas esferas de la vida humana no se puede derivar el agrupamiento amigo-enemigo y, por lo tanto, tampoco se puede derivar una guerra. Una guerra no tiene por qué ser algo devoto, algo moralmente bueno, ni algo rentable. En la actualidad probablemente no es ninguna de esas cosas. Esta simple conclusión se enmaraña la mayoría de las veces por el hecho de que las contraposiciones religiosas, morales y de otro tipo se intensifican hasta alcanzar la categoría de contraposiciones políticas y con ello pueden producir el decisivo agrupamiento combativo de amigos y enemigos. Pero en cuanto se llega a este agrupamiento combativo, la contraposición decisiva ya no es más puramente religiosa, moral o económica, sino política. La cuestión en ese caso es siempre tan sólo la de si un agrupamiento del tipo amigo-enemigo está, o no, dada como posibilidad concreta, o como realidad; más allá de cuales hayan sido los motivos humanos lo suficientemente fuertes como para producir ese agrupamiento.

Nada puede escapar a este rasgo consecuencial de lo político. Si la oposición pacifista a la guerra pudiese hacerse tan fuerte como para llevar los pacifistas a la guerra contra los no-pacifistas; si esa oposición desatase una "guerra contra la guerra", con ello no haría más que probar que tiene realmente fuerza política porque, en dicho caso, sería lo suficientemente fuerte como para agrupar a los seres humanos en amigos y enemigos. Si la determinación de evitar la guerra se hace tan fuerte que ya no retrocede ni ante la guerra misma, es simplemente porque se ha vuelto un móvil político, es decir: afirma, aunque más no sea como eventualidad extrema, a la guerra y hasta al sentido de la guerra. En la actualidad ésta parece haberse constituido en una forma especialmente extendida de justificar las guerras. La guerra se desarrolla así bajo la consigna de ser siempre la "última y definitiva guerra de la humanidad". Guerras de esta índole son, por necesidad, guerras especialmente violentas y crueles porque, transponiendo lo político, rebajan al enemigo simultáneamente tanto en lo moral como en las demás categorías, y se ven forzadas a hacer de él un monstruo inhumano que no sólo debe ser repelido sino exterminado, por lo que ya no es tan sólo un enemigo que debe ser rechazado hacia dentro de sus propias fronteras. Sin embargo, en la posibilidad de tales guerras puede demostrarse con especial claridad que la guerra, como posibilidad real, todavía existe en la actualidad y ello es lo único relevante en cuanto a la diferenciación entre amigos y enemigos y en cuanto a la comprensión de lo político.