domingo, 24 de febrero de 2013

Un Cambio Universal de Actitud




Por Carl Gustav Jung


Si las tendencias reprimidas de la sombra no fuesen más que malas, no habría problema alguno. Pero, de ordinario, la sombra es tan solo mezquina, inadecuada y molesta, y no absolutamente mala. Asimismo contiene propiedades pueriles o primitivas que en cierto modo vivificarían y embellecerían la existencia humana; mas choca uno con las reglas tradicionales.

El público culto -flor y nata de nuestra civilización actual- hállase un tanto separado de sus raíces y en vías de perder su conexión con la tierra. En la actualidad son contados los países civilizados cuyas capas de población inferiores no se encuentran en un inquieto estado de conflictos de opinión. En muchas naciones europeas este temple se apodera también de las capas superiores. Tal estado de cosas exhibe, en escala aumentada, nuestro problema psicológico, pues las colectividades no son sino acumulaciones de problemas individuales. Una parte se identifica con el hombre superior, y no puede descender, en tanto la otra, identificada con el hombre inferior, desea asomar a la superficie.

Tales problemas nunca se solucionan mediante legislación o artimañas, solo puede resólverselos mediante un cambio universal de actitud. Y este cambio no se emprende con propaganda o mitines de masas, o menos aún, con la fuerza. Se incia con la transformación interior del individuo. Producirá sus efectos en forma de una alteración de sus inclinaciones y antípatias personales, de su concepción de la vida y de sus valores, y sólo el acopio de esos cambios individuales traerá la solución colectiva.

viernes, 22 de febrero de 2013

Sobre el Cristianismo





Por Alain de Benoist


Al establecerse en Europa, en una cultura que, cuando apareció, ya tenía tras de sí dos o tres mil de años de existencia, el cristianismo contribuyó enérgicamente a su transformación. Aportaba en efecto "novedades" inauditas. En primer lugar la idea de una humanidad universal, compuesta de individuos iguales esencialmente en tanto que dotados con un alma en igual relación con Dios. Luego la distinción, heredada de los hebreos, entre un ser no creado, necesario y perfecto, y un ser creado, contingente e imperfecto. Colocados como abismalmente distintos, el mundo y Dios debían por lo tanto pensarse separadamente.

El mundo perdía al mismo tiempo su autosuficiencia y su calidad de ser: no sólo ya no era el lugar de lo divino sino que, siendo imperfecto, podía legítimamente garantizar la esperanza de su mejoramiento. Desacralizado, lo existente tal como es, el todo se encontraba sometido a un deber-ser. Se añadía el concepto de una salvación, que se mantenía sobre todo como especie de compensación: confortar el individuo de su pertenencia a este mundo imperfecto. Se añadía aún una concepción de la historia como creación terminada, es decir, como sistema irreversiblemente orientado hacia el futuro. Y finalmente, la idea de pecado, combinada a la de una corrupción original, hereditaria. Estas nuevas ideas contribuyeron a hacer de Europa lo que pasó a ser progresivamente: un mundo ajeno a sí mismo. 

El cristianismo también aportó una intolerancia de una clase nunca vista. Esta intolerancia, ligada a los nuevos conceptos de dogma, herejía y conversión, le han caracterizado desde sus principios. Toda la primera literatura cristiana no es más que un largo grito de odio, de apelaciones a la prohibición, a la destrucción, al saqueo. Más tarde, en todas partes donde tuvo el poder, la Iglesia persiguió. Estas persecuciones, asociadas a las cruzadas, a las conversiones forzadas, a la lucha contra los herejes, los indígenas, los paganos o los judíos hicieron víctimas a decenas de millones. Con la Inquisición, la exigencia de conformidad se extendió hasta el ámbito privado, creando el modelo de todas las futuras "policías del pensamiento". 

La modernidad vio la transferencia sistemática de todos los grandes conceptos teológicos a la teoría del Estado. El modelo de la "monarquía de Dios", transpuesto en el sistema papal, inspiró todas las formas del absolutismo político. El universalismo moderno, que extiende por todas partes el reino de lo mismo (igualitarismo), también es mérito del cristianismo. El universalismo cristiano personifica un elemento de estandarización igualitaria contra un universo concebido en términos de pluralidad: "Quien destruye los cultos nacionales destruye también las particularidades nacionales y ataca al mismo tiempo el Imperium romanum que respeta a los cultos y particularidades nacionales" (Celso).

El mundo moderno nació de un movimiento dialéctico. Por una parte, se emancipó de la religión, que envió al ámbito privado como mera opinión individual, atrayéndose así, inicialmente, la hostilidad de la Iglesia. Del otro, se construyó a sí mismo por medio de un proceso de secularización de ideas cristianas reflejadas de forma profana, es decir, sobre una interpretación "mundana" de los valores inscritos en la fe cristiana y en su concepción del tiempo. 

El cristianismo significó históricamente una preparación para la llegada de la modernidad, por lo tanto termina con ella su papel estrictamente religioso. Esto es lo que explica el carácter paradójico de la situación actual del cristianismo: al mismo tiempo que decae como creencia, triunfa como ideología. El mundo contemporáneo apenas cree ya en Dios, pero sigue más que nunca pensando en categorías cristianas. Se puede, por lo tanto, hablar de una "monoteización" de lo social. El cristianismo puede denunciar el indiferentismo o el materialismo del que ha sido víctima hoy, pero nunca reconocerá que él mismo lo ha generado. Finalmente, la modernidad no es más que la última de las enfermedades cristianas.

La Música: Un Arte Hiperbórico, Una Lengua del Espíritu





Por El Lobo Estepario, Sebastián


He decidido plantear esta idea principalmente por mi cercanía con este hermoso arte, el musical, ya que a través de mi vida ha ocupado un papel fundamental en el desarrollo de esta, como persona, como individuo y como estudiante, puesto que actualmente soy estudiante de música.

A través de la historia de la humanidad, sin darnos cuenta, la música ha ocupado un papel preponderante, pero ahora, es cuando debemos valorar este rol dentro de la vida del ser humano, ya que vivimos en un mundo, aunque ya sea cliché esta frase, cada vez más gris, donde lo único importante es el dinero y el desarrollo económico, fabricando seres sin espíritu, sin humanidad, y quizás por eso las artes han sido relevadas a un segundo plano donde se les llama artes sin utilidad y donde se valora más que nunca el arte a gran escala, hecho en una especie de fábrica sin sentimientos, sin una motivación más que el de llenar un espacio ficticio del sistema imperante hace ya varios años.

Como planteo al comienzo, el arte de la música ha sido preponderante dentro de la historia de nuestra humanidad, el hecho de que en los comienzos conocidos de nuestros antepasados se maravillarán con los sonidos de la naturaleza y empezarán a jugar con los cantos de las aves, con el sonido del mar, con el de los ríos, hasta con el dulce silbar del viento, demuestra que la música es más que simples notas ordenadas de una manera concreta. La música en este sentido es el arte de conjugar sonidos, y si descompones esta palabra (conjugar) podremos asociarla a jugar, con un ente que nos desarrolla un algo que por el momento no sabemos definir, en síntesis el arte de la música, es el arte de jugar con los sonidos; no tiene por qué haber un ordenamiento o leyes en este sentido que concreticen este noble arte. Luego, la música ocuparía un rol de suma importancia dentro de los rituales, esto porque la gran parte de las civilizaciones, la música permitía una comunicación, una cercanía con sus deidades, pero lo que quizás nunca se dieron cuenta que esas deidades más que estar lejos, estaban tan dentro de sí, que la música tan sólo los acercaba a su más puro interior, sus espíritus eran ellos mismos.

Con los griegos, en especial con Pitágoras, quien veía un ordenamiento en el universo, pero no lo como lo entendemos, como algo rígido; más bien, él y su grupo de discípulos, veían al universo y a la vida en general como una red de relaciones precisas y fuertemente ligadas unas a las otras, y en especial complementarias, ellos sentían que este ordenamiento era perfecto, que en este mundo existía la armonía, es decir una relación pura y natural entre las actos de los humanos y entre el universo, el cual para ellos era más que el Sol y los planetas, también encerraba a la Naturaleza y el lado etéreo de esta. Quizás Pitágoras sea la piedra angular de esta manera de ver la Música, puesto que para él y su escuela todos debían conocer las artes musicales, aunque esta no era para la creación, más bien era una forma de entender el mundo, una manera de poder comprender las relaciones armónicas de este, ellos veían la perfección en la Naturaleza, más que en sus dioses, a quienes los veían como seres poderosos y ejemplos de lo que debían seguir. Pero la Naturaleza era muy importante dentro de esta cosmovisión de la escuela pitagórica, esta era la fuente del conocimiento más puro de nuestra esencia, y entender sus relaciones, era más bien entender las nuestras, comprender el mundo de la Naturaleza y como esta conjugaba con nosotros, era comprender cómo nosotros nos relacionábamos en nuestro interior y cómo también nos relacionamos con la Naturaleza. Es de esta escuela donde quiero sentar el primer fundamente de este sencillo artículo, en que la Música, era un puente entre lo menos palpable de nuestra esencia y el mundo, y nosotros, esa relación de cosmos, tan mística como la misma energía nos mueve en esta vida.

Dentro de la cosmovisión pitagórica (quiero aclarar que me referiré así a su escuela, puesto que tanto él como sus discípulos desarrollaron esta visión) todo vibra, todo tiene movimiento interior, y en cierto modo tiene vida, ya que tiene el poder de formar parte del mundo que lo rodea, y eso es de suma importancia, porque para esta escuela hasta los planetas vibran y eso refleja más que nada que la relación con el universo va más allá de lo que vemos, que las energías con un puente entre estos dos mundos, el impalpable y el palpable. Muchos creerán que me estoy alejando del tema principal, que es el de explicar el título de este artículo, pero no es así, porque nuestra relación con los planetas y los astros es muy fuerte, es tan fundamental que nos determina y nos da el fundamento de nuestra personalidad, es por ello que el horóscopo sea importante en el momento que se sepa leer e interpretar sabiamente, porque habla como las energías de estos astros nos influirán en nuestra vida; además la carta astral expresa lo mismo, nos muestra que tipo de alineación tenían los planeta y las estrellas en nuestro día de nacimiento, donde nuestra madre nos da a luz, donde salimos del refugio del útero y salimos por fin al universo que nos guiará y nos alimentará con sus energías; es por ello que para cada fecha hay un signo zodiacal, para cada año un signo del horóscopo chino, porque habla de la relación que existe entre los astros y nosotros. En este sentido quiero relacionarlo con la música de la siguiente forma.

Las energías son fuentes que no podemos ver y es muy difícil manipular, son tan extrañas a nuestra naturaleza que no creemos que formen parte de nosotros, pero es todo lo contrario, nosotros no las comprendemos en nuestra forma física, pero en el plano espiritual (astral) son parte de nuestro alimento, del alimento de nuestra alma, por eso que durante la noche los quedamos viendo a la luna, porque sus energías nos conmueven y nutren nuestro espíritu de una manera; con la música pasa lo mismo, la música es un alimento de nuestro espíritu, como dice un gran músico de mi país (Wilson Cuturrufo), ¿alguien se ha puesto ha meditar lo que sucede después de escuchar música? O ¿después de asistir a un concierto dónde el músico te conmueve con sólo escucharlo?, eso es a lo que me refiero, la música te llega a lo más profundo de tus entrañas, a tu naturaleza menos física, más allá de tu mente, llega al fundamento esencial de tu existencia, aquella que te acoge cuando la necesitas, aquella que te abraza cuando menos acompañado te sientes, aquella esencia cósmica que te anima, en el sentido de darte vida, es por ello que la sociedad actual del Siglo XXI de la era cristiana, muchas personas parezcan pálidas, en el sentido de que no parecen personas felices, relacionadas sanamente consigo mismas y quizás por eso nuestra sociedad cada día caiga en un círculo vicioso donde sólo conseguirá su destrucción como humanidad, alejada de la Naturaleza, la alma mater de su esencia.

Durante los siglos posteriores a la escuela de Pitágoras, la música nos fue tan entendida concientemente como lo fue por ellos, aunque si ocupo un sitial único dentro de la sociedad, también, es mencionable, el hecho que para Platón, cada modo musical griego simbolizaba un sentir, un momento de ver la vida, esto demuestra la fuerte relación entre nuestra alma y la música, en cierta manera, cada modo musical, era una palabra que nos memoraba a un estado.

La música dentro de los siglos siguientes era muy importante, los músicos, aunque no ocupaban cargos políticos, sí eran considerados seres fundamentales dentro de toda sociedad, es por ello que mucha gente los apoyaba monetariamente, y es de ahí donde nacen los mecenas, como una opción de que el músico desarrollara su arte para los demás, sin embargo, muchos creerán que la música estaba limitada a un solo segmento de la sociedad, pero no fue así, la única diferencia es que los estratos más bajos (dentro de la sociedad jerarquizada) sólo querían un momento de redención, de entretención, después de sus largas jornadas, pero siempre la música estaba relacionada con su alma, después de una jornada de trabajo físico, era la hora de alimentar sus almas, con una especie de chocolate, sin aventurarse con platos excéntricos, la música de algunos nobles. Los músicos de esta época, como varios artistas, más que realzar la figura de una persona, lo que trataban de hacer era comunicarnos con nuestro sentir más íntimo, por ello que la música exige un silencio más puro, un silencio de introspección, de meditación casi nirvánica, por la comunicación que se produce con nuestra alma.

Para muchos esto será una forma trivial de justificar la fuente laboral de muchos, pero no lo es, las artes en general forman una piedra angular de nuestras vidas y de nuestra existencia, cada arte es una lengua del espíritu, cada arte es una forma diferente de expresar lo que siente nuestro interior, es como el español, el inglés, el alemán, y todas las lenguas del mundo, donde cada sociedad la ha desarrollado con sus características, con sus comodidades para poder expresar sus ideas y para poder entablar una comunicación con su cercano. Con la música pasa lo mismo, es una lengua de nuestra alma, es una forma en que esta se expresa hacia nosotros y hacia los demás, por eso que hay gente que prefieren algunas ramas del arte sobre otras, por su cercanía y su relación con esa lengua.

Como tal, como un lenguaje, es necesario aprender sus códigos, y comprender su forma estructural, por ello, el estudio de la música tiene distintas fases, y también por eso la música es parte de todos los planes educativos básicos, porque estimula la expresión interior que la lengua a veces no da abasto, a excepción de la poesía, la dramaturgia, y la literatura en general. La música, en su enseñanza y estudio, comprende primero su forma de escritura, sus “lexemas”, sus oraciones, sus conjugaciones y hasta sus formas ya más estructuradas que ayudan a la expresión de sentimiento e ideas tan insustanciales de nuestra esencia. Luego, viene la fase donde uno conoce como esta se ha utilizado a través de la historia, de esta manera uno puede comprender la música de otras épocas y como usaba para expresar el acontecer de ese momento histórico, esta etapa también incluye una estudio de los instrumentos por cada época, ya que cada instrumento musical, como dice la palabra era un medio para expresar una idea musical, que traía una idea mística de nuestra alma. Cada instrumento es la síntesis de un periodo histórico y social, al igual que un músico.

Como una lengua va variando a través del tiempo por millones de factores, la música como tal, ha pasado por lo mismo, por eso muchas veces nos es más fácil comprender la música de ahora, ya que corresponde al momento que estamos viviendo, más allá que sea correspondiente a nuestra realidad o no, y por ello mismo, la música antigua no es más difícil de comprender, o nos genera cierta reticencia a su audición y comprensión, por ello el oír música, requiere una madurez que sólo se desarrolla con el tiempo, también por ello los músicos son seres que se destacan del común de sus seres sociales.

La música es una fuente de conocimiento interior única, una fuente de nuestro autoconocimiento, es por ello que nos acompaña en todo momento, pero si no existe un darse cuenta, un concienciar de nuestra parte, la música sólo sonara como un adorno más de la pragmática realidad.

La música, un arte hiperbórico, un arte más allá del Sol, más allá de la bórea, es un arte de las energías de nuestra más pura esencia, de nuestra más primigenia forma, de nuestra naturaleza más sana de la realidad, pero no la más preocupada por nosotros.

La música un arte más allá de “tocar”, es un arte de interpretar los signos con que nuestro espíritu se intenta acercar a nosotros, como este nos intenta comunicar y a la vez alimentar, un espíritu bien alimentado, te ayudará con sus energías en todo momento y te guiará a una vida plena. La música como una lengua de nuestra alma, una de las tantas formas que esta se intenta comunicar y recordarte que tu naturaleza va más allá de tu cuerpo físico que ves y sientes por el simple hecho de verlo en todo momento.

La música es tan tuya, como tú eres de la música, es tu lengua, es tu arte, es parte de tu esencia como ser humano, es quizás una de las bellezas más asombrosas de la naturaleza, porque con sus energías te transporta a un mundo olvidado, pero que siempre debe ser recordado, el mundo más virgen de nuestra esencia.

lunes, 18 de febrero de 2013

Contra los "Derechos Humanos"





Por Fernando Trujillo


La doctrina de los derechos humanos nació con las ideas filosóficas de la Ilustración que sirvieron de base para las revoluciones democráticas en Estados Unidos y en Francia, la subida al poder del tercer estado derrocando a la aristocracia que ya estaba en decadencia e imponiendo la dictadura democrática. Sin embargo, la doctrina de los derechos humanos es mucho más antigua, en la ilustración tomo una forma pero su espíritu viene de los primeros tiempos del cristianismo cuyos jefes iniciaron la primera gran revolución de los esclavos contra los amos. Tras la muerte de Cristo sus seguidores alentaron a la chusma de plebeyos a rebelarse contra los romanos, poniendo en el mismo plano de igualdad a todo este vulgo con la estirpe conquistadora de los romanos.

Es precisamente a ellos a quienes hablan los derechos humanos, a la plebe de ladrones, enfermos mentales, usureros, putas, viciosos, asesinos, violadores y a toda esa chusma vil y repugnante de parias que en el mundo moderno de las democracias burguesas son tolerados y defendidos. “Todos los hombres son iguales” es la principal proclama de esta doctrina que se ha convertido en la religión del mundo moderno, así un violador, un secuestrador o un pederasta está en el mismo plano de igualdad que un trabajador honesto o un hombre de familia, a esto nos ha llevado la “maravillosa” igualdad que tanto proclaman los progresistas políticamente correctos. Los derechos humanos y sus profetas defienden a los criminales (y a los criminales más sanguinarios), les dan un abogado, una defensa, hablan sobre el “arrepentimiento” de un violador, asesino, hacen proclamas contra la pena de muerte pero al mismo tiempo defienden el aborto. 

Este es el mundo de los derechos humanos, el mundo de los criminales, de la chusma, es el mundo de la igualdad caótica e histérica. ¿Hasta cuándo se va a aguantar esta faena? Cada día los politiquillos democráticos aprueban más leyes para beneficiar a esa horda de piojosos que hoy son mayoría en este asqueroso mundo moderno plagado de masas imbéciles. 

Metafísicamente hablando, estamos en una regresión de castas, se ha pasado de la casta de los aristócratas a la de los comerciantes, de esta se ha pasado por medio de la revolución roja a la casta de los trabajadores y ahora el quinto estado el de los parias es el que está en el poder. 

En este mundo “perfecto” tenemos en el poder a violadores, narcos, asesinos, mediocres, no es nada raro entonces que sea al vulgo de parias a quienes van dirigidos los derechos humanos del mundo democrático.

Desde que estamos en la escuela se nos lava el cerebro diciéndonos que el periodo de la Ilustración llamado “Siglo de las luces” fue el periodo en que el hombre alcanzo el derecho a la “libertad” y la “igualdad”, se nos enseña que el mundo “progreso” de la monarquía absoluta a la democracia el gobierno “perfecto” según se nos enseña en la sociedad moderna. 

Se nos enseña igual que antes de la Ilustración el hombre era un ser “ignorante” y “esclavo” que vivía en una “horrible” desigualdad, en un periodo “primitivo” de la historia lleno de guerras, ignorancia y superstición, es así como los historiadores progresistas ven la historia antigua mientras la historia moderna de las revoluciones democráticas lo ven como un periodo de “luz” para el pensamiento racional del hombre moderno. La igualdad es una utopía progresista, es imposible que los hombres sean iguales, los hombres son desiguales culturalmente, biológicamente y espiritualmente, no existe la igualdad eso es solo una fantasía de los optimistas ilusos. 

La igualdad lleva a la mediocridad ya que el hombre superior está en la misma condición de igualdad que el plebeyo y el idiota, es imposible que los hombres vivan en paz, fraternidad e igualdad como predican los hippies-progresistas, la violencia es natural en los seres humanos, ni la educación ni el progreso podrán cambiar la naturaleza violenta del hombre como nos quieren hacer creer los amanerados progresistas democráticos. Biológicamente, culturalmente y espiritualmente el hombre nació para la guerra, el hombre es un guerrero por naturaleza y el odio, el sentimiento de superioridad están en su sangre. Ninguna idea moderna-pacifista podrá cambiar eso. Así las ideas de los filósofos de la Ilustración son gigantes de pies de barro que son derribadas por el poder de la historia, es la historia la que nos ha demostrado lo risible que es el lema “igualdad, paz y fraternidad” que tanto proclaman los defensores acérrimos de los derechos humanos. 

La historia de la humanidad desde el hombre de las cavernas hasta el militar moderno ha sido una continua sucesión de guerras, conquistas, ambición pero más que nada ha demostrado la desigualdad natural del hombre, el hombre superior siempre sobresale entre la masa. La historia nunca ha pertenecido a los llorones hippies, ni a los progresistas optimistas, ha pertenecido a los guerreros y a los inconformes con una visión superior a las aspiraciones del hombre mediocre. 

Según el etnólogo Robert Ardrey “Una sociedad es un grupo de seres desiguales organizados para hacer frente a las necesidades comunes. En toda sociedad fundada sobre la reproducción sexual, la igualdad de los individuos es una imposibilidad natural. La desigualdad debe ser considerada la primera ley de las estructuras sociales, que incluye tanto a las sociedades humanas, como a las demás.” Es así todas las grandes civilizaciones han estado regidas por una JERARQUIA sagrada, natural, esta jerarquía no debe ser vista como algo meramente material si no como algo metafísico, que va más allá de lo simplemente político o social, una jerarquía que vaya hacia lo divino, que oriente a su pueblo hacia un ideal superior al consumismo y mediocridad hacia el que va dirigido el mundo democrático. 

Otra cosa que hay que entender de esta jerarquía es que esta jerarquía no diferencia a ricos y pobres, si no que diferencia al hombre superior del hombre común, debajo de los ascetas-aristócratas se encontraban los trabajadores y mercaderes, todos estos grupos desiguales estaban unidos como Pueblo trabajando hombro con hombro para mantener su sociedad y guiarla hasta un ideal en común. Digo esto ya que muchas veces los historiadores políticamente correctos hablan de las sociedades de castas como sociedades llenas de discriminación entre ricos y pobres, obviamente estos mediocres ven la historia antigua desde un punto de vista acorde con el establishment actual.

Irónicamente, es en esta sociedad democrática donde se tiene a la igualdad como religión es donde más discriminación y división hay entre trabajadores, empresarios y militares, el Sistema ha logrado que cada uno de estos grupos se vea como un enemigo todo para que sea el Sistema gobernado por usureros el que termine ganando siempre a costa de la división del pueblo. 

La igualdad, los derechos humanos todo es ilusión, la realidad es que vivimos en la oscuridad de la decadencia democrática, quienes verdaderamente gobiernan son los usureros amados por la plebe de parias a los que van dirigidos los derechos humanos. 

Contra los derechos humanos se debe reafirmar que todos los humanos son desiguales, que jerárquicamente el hombre superior debe de estar por encima de las hordas de hombres comunes sin aspiraciones más que consumir y vivir de placeres, que los parias e infrahumanos no tienen derechos ya que ellos no cuentan como seres humanos, que las ideas sentimentaloides judeocristianas de compasión y perdón deben ser borradas de la historia. El Sistema nos pide (léase ordena) que debemos ser tolerantes, que debemos tolerar a quienes nos escupen y nos hacen daño, tolerancia es la palabra más amada por la escoria políticamente correcta. Yo prefiero la palabra intolerancia porque soy intolerante ante esa doctrina repugnante y ante la plebe de piojosos que se benefician de ella. 

Ya no tolero a los parias ni que la justicia los prefiera sobre a las víctimas de sus crímenes. No queremos seguir tolerando a los parias, si alguien me daña a mí o a los míos le pego un tiro, ya basta de dar la otra mejilla, ya basta de no arrojar piedras, yo doy un puñetazo a quien me ataca, yo tiro mil piedras sobre los derechos humanos y aquellos que los defienden, ya no los toleraremos más. Que las mentiras políticamente correctas se las siga tragando la masa, que la ilusiones de progreso se las sigan creyendo los imbéciles, a nosotros no nos van a mentir más. Liberémonos de esas cadenas llamadas tolerancia, progreso e igualdad, seamos guerreros como nuestra naturaleza manda y saquemos a occidente de esta oscuridad democrática a la que ha estado sumidad desde que el tercer estado gobierna por medio de sus nefastas doctrinas. 

viernes, 15 de febrero de 2013

La Desobediencia Civil




Por el Emboscado


Como una primera aproximación a la definición de la desobediencia civil, podríamos decir que esta se trata de una acción política dirigida al sentido de justicia de la mayoría, con el fin de instarla a reconsiderar las medidas que son objeto de protesta.

Por regla general la desobediencia civil constituye un acto público, no violento y hecho en conciencia, el cual es contrario a la ley y llevado a cabo con la intención de dar lugar un cambio en las políticas o leyes del gobierno, por este motivo la desobediencia civil es considerada un acto político, además de ser un acto justificado por unos principios morales que definen una concepción de la sociedad civil y del bien público. Por esto mismo, la desobediencia civil descansa en una convicción política y no propiamente en la búsqueda del propio interés o del interés de un determinado grupo.

Otro de los rasgos característicos de la desobediencia civil es la aceptación del arresto y castigo que ocasionan, siendo esperados y aceptados sin resistencia. Así es como se manifiesta un respeto por los procedimientos legales, expresando desobediencia a la ley pero dentro de unos límites, lo cual ayuda a demostrar a los ojos del resto de la sociedad el carácter sincero de la misma, por lo que intenta dirigirse a su sentido de la justicia. Se asume de esta manera que se tiene que pagar un precio por demostrar que se cree en las propias acciones, y que estas tienen como base moral las convicciones de la comunidad.

La justificación de la desobediencia civil en los regímenes democráticos viene dado por una serie de condiciones: apelaciones políticas a la mayoría que han sido rechazadas, y utilización de los medios institucionales corrientes para hacer llegar al poder político las demandas y reivindicaciones. Esto se produce cuando los partidos políticos son indiferentes a las pretensiones de la minoría, y cuando los intentos de revocar leyes que son objeto de propuesta han topado con la represión. Así, la desobediencia civil es el último recurso cuando han fallado los procesos democráticos habituales.

La desobediencia civil es también un acto deliberado dirigido al sentido de justicia de la sociedad, por lo que en un plano moral su llevada a cabo está condicionada por las violaciones substanciales y claras de la justicia, como cuando se trasgrede  el principio de igual libertad que todo régimen democrático debe garantizar, o el principio de libre acceso a cargos que protege la igualdad real de oportunidades. Estas situaciones significan justificaciones en el plano moral de la desobediencia civil, ya que su base descansa en los principios de la justicia, por lo que se apela a estos principios contra una legislación injusta.

Vemos de esta manera, qué es lo que confiere una legitimidad moral de cara a emprender la desobediencia civil: cuando se es objeto de una injusticia más o menos deliberada a lo largo de un prolongado espacio de tiempo a pesar de las protestas políticas habituales; cuando la injusticia se plasma en una violación de las libertades de igual ciudadanía propio de todo régimen democrático; y cuando la disposición general a protestar tenga consecuencias aceptables. Son este conjunto de condiciones las que pueden justificar, dentro de un sistema democrático, la llevada a cabo de desobediencia civil.

El Estado como Corruptor Moral




Por el Emboscado


Todo empezó con Platón que no dudó en utilizar la filosofía como instrumento para sus propios fines políticos: la conquista del poder. Con este claro objetivo Platón desarrolló todo su sistema filosófico con el establecimiento del Bien como idea central, cuyo conocimiento quedaba reservado a una elite intelectual de filósofos. Así es como el Bien se identifica con una autoridad intelectual que se erige por encima de los demás al afirmar conocer aquello que es bueno para la sociedad. De este modo es el filósofo rey junto a los guardianes quien determina la organización de la sociedad, y con ello las relaciones que se desarrollan en el seno de esta. El Estado es, en suma, la encarnación de esa idea de Bien en tanto en cuanto el filósofo rey y los guardianes son quienes la conocen, aplican y mantienen con el orden social por ellos instituido.

Esta idea tan antigua es la misma que se ha desarrollado a lo largo de la historia para justificar la existencia del Estado por un lado, y para conseguir el consentimiento de sus súbditos por otro. Lo que en su momento Platón planteó a través de su particular sistema de pensamiento fue reformulado infinidad de veces por otros filósofos e intelectuales que, al igual que Platón, aspiraban a conquistar el poder sobre los demás o en su caso servían con sus teorías y elucubraciones a quien lo detentaba. Esto explica que ya en el s. XIX fuera Hegel quien con su filosofía política constituyera la culminación y máxima expresión de lo iniciado por Platón al definir el Estado como idea moral, y por tanto como encarnación de la idea de Bien.

En la medida en que el Estado es el Bien doblega y somete al sujeto que de un modo u otro se ve abocado a obedecerlo. La corrupción moral alcanza su grado máximo en las leyes creadas por el Estado y en las autoridades encargadas de supervisar su cumplimiento, lo que significa la aceptación y consentimiento por parte del sujeto de una realidad que prescribe aquello que debe o no hacerse, que define el Bien y el Mal. En tanto en cuanto el poder es el Bien no sólo exige la sumisión del sujeto a la autoridad, sino que al mismo tiempo determina como Mal a todo aquel que se le oponga. En este sentido las leyes que el Estado crea son la concreción del Bien que representa, pues estas son las que organizan la sociedad y determinan las relaciones en su seno.

La identificación del Estado con el Bien da lugar al culto al poder, pues todo cuanto hace es bueno. La policía, el ejército, los tribunales, las leyes, etc., al ser el Bien exigen la aceptación de su autoridad, y con ello la sumisión al orden establecido. Todo esto conduce a la interiorización de la inmoralidad que el poder impone al sujeto, es decir, su más completa corrupción moral al asumir los códigos de conducta que hacen posible su alineamiento incondicional con el poder y su orden vigente. Cualquier cuestionamiento, contestación u oposición es concebido como una expresión del Mal que justifica su persecución y represión. Así es como el Estado institucionaliza la inmoralidad, pues la moral no pasa de ser para el Estado un instrumento de poder con el que dominar a la población para conseguir su aceptación y consentimiento a su orden impuesto, es decir, un elemento de legitimación.

El Estado hace uso del poder ideológico para adoctrinar a la población e inculcarle su propio código de conducta, pues al determinar desde sí mismo lo que está bien por medio de las leyes que moldean el orden establecido y del sistema educativo, justifica la permanente extensión de sus mecanismos de control y dominación para que su orden, como expresión del Bien, prevalezca.

El Estado lleva a cabo una simplificación extrema del mundo que conlleva una infantilización de la conciencia del sujeto, pues el universo se reduce a una lucha entre buenos y malos en el que el papel de bueno corresponde al Estado y a todos los que lo respaldan. Así es como el Estado acrecienta su poder en tanto en cuanto se presenta como una realidad bondadosa, y por ello legítima, destinada igualmente a hacer el Bien en la sociedad al ser esta incapaz de realizarlo por sí misma. Los diferentes sistemas de control, vigilancia y represión se presentan como una necesidad, como una expresión de ese Bien que encarna el Estado de cara a su realización exitosa en la sociedad, al mismo tiempo que todo el sistema educativo está encaminada a adoctrinar a la población para hacer aceptable y legítima esa realidad construida por el propio Estado. De este modo se logra conciliar a la persona, y con ella al colectivo, con su condición de esclavo, al mismo tiempo que esa realidad es presentada como la consecución de la mayor libertad posible.

Como consecuencia de tamaña corrupción moral que se inculca a través del aparato adoctrinador y de todos los instrumentos de manipulación de los que dispone el poder, se anula la capacidad crítica, intelectiva, reflexiva, volitiva e innovadora en tanto que imaginación. El alineamiento social con el poder es prácticamente completo a costa de la destrucción moral del sujeto y con este del conjunto de la sociedad. La falta de un criterio propio al regir el interés del Estado en la definición de lo bueno y lo malo conlleva la aceptación y colaboración con la injusticia instituida desde el poder, así como con todas y cada una de sus aberraciones que tienen como finalidad principal el acrecentamiento del poder estatal a costa del sujeto, que es reducido a la condición de una marioneta cada vez más proclive a aceptar sin rechistar los dictados del poder.

Bajo las circunstancias antes descritas la única opción real para una recuperación de lo humano en tanto que ser libre, con personalidad, juicio crítico, criterio propio y capacidad de pensar de manera autónoma, es la destrucción de la legitimidad sobre la que se asienta el orden establecido, y más concretamente el Estado como máxima expresión de la corrupción moral. La labor de concienciación que esta tarea implica significa denunciar el carácter profundamente perverso de una institución cuya finalidad máxima es la anulación de la libertad del ser humano, y con ello la destrucción de su esencia concreta para sustituirlo por una realidad artificial construida desde el exterior por medio de los aparatos de manipulación y adoctrinamiento, para así anular todo cuanto pueda haber de genuino en este.

viernes, 8 de febrero de 2013

Castas y Clases Sociales





Por Fernando Trujillo

Los términos casta y clase social mayormente son considerados sinónimos por la sociedad actual, un grave error que sin embargo casi nadie se ha tomado la molestia de corregir. Esta confusión de términos se hizo más patente con la llegada del marxismo cuya terminología fusionó estos dos conceptos en uno solo y lo asoció al capitalismo.

En la actualidad, diferentes grupos de tendencias marxistas usan el término casta para definir a la oligarquía. En los colegios el termino—igual simbiotizado—se usa para definir la desigualdad en el mundo antiguo y esta confusión lo que ha provocado es que nuestra sociedad piense que ambos términos son lo mismo.

El origen de la confusión de estos términos está en la Ilustración y en el nacimiento del marxismo. Tanto los pensadores de la Ilustración como Marx veían a las clases altas como una continuación de las castas antiguas, vieron un enemigo al que se debía destruir para imponer la igualdad.

No era suficiente con derrocar a una aristocracia decadente si no también tergiversar la historia de manera que solo hubiera dos bandos, las clases oprimidas y las clases altas, obreros y burguesía.

El concepto de “lucha de clases” se fundamenta entonces en la ridícula hipótesis de que toda la historia ha sido una lucha entre los oprimidos contra las castas, idea absurda que sin embargo ha sido la base de la educación moderna.

Ambos términos no son sólo antónimos si no que también son totalmente opuestos, el concepto de casta de la antigüedad es algo que se opone al concepto de clase social de la época moderna. Esta diferencia se basa en algo muy sencillo: casta es un término biológico no económico.

La gran diferencia entre casta y clase social reside en que la primera es cerrada mientras que la segunda es abierta.

Un hombre puede aspirar a ser de una clase social alta por medio de un matrimonio, ganando la lotería, cometiendo un fraude, siendo un mafioso, pero para pertenecer a una casta se debe de nacer dentro de ella.

En las clases sociales uno puede ascender o descender de acuerdo a la economía, es decir, que si una familia es de clase social elevada y por una crisis cae de posición mientras que caso contrario una familia de clase media baja debido a una buena economía pude ascender hasta una posición y será considerada de clase alta.

En las castas esto no sucede, el mundo de las castas no conoce las crisis económicas ni está sujeta a intereses monetarios. Un hombre puede ser expulsado de su casta si deshonra a los suyos o si traiciona el código ético de esta.

Las clases sociales siempre están abiertas, pero las castas permanecen cerradas para mantener puro su linaje y para evitar que costumbres extrañas entren en ella, esto para la mentalidad moderna puede parecer un acto de soberbia, pero en el mundo antiguo se veía como una forma de proteger la sangre y el espíritu de una casta.

El hombre de una clase social ha sido educado para pensar de forma económica, todo su mundo gira en torno a la economía.

El hombre de casta era un espíritu ascético, duro, reflexivo y elevado espiritualmente. En el hombre de casta se conjugaba el guerrero, el sacerdote y el poeta.

He dicho que el término casta es biológico. La sociedad de castas fue fundada por guerreros, hombres de sangre fuerte y por lo tanto de un material genético de alta calidad por lo que se prohibía mezclarse con castas inferiores. Los matrimonios eran entre los mejores, la mejor mujer para el mejor hombre. Sucede lo contrario en las clases sociales, donde pesa más el dinero que la calidad genética, si el hombre tiene una posición alta no importa si su material genético es deficiente entonces podrá casarse con la hija de papi.

La sociedad de castas es patriarcal. En ella es el guerrero, el hombre sabio y el asceta el jefe mientras que las clases sociales son matriarcales, la figura de la madre, socialite, de ropa cara, que dona cada cierto tiempo a fundaciones de caridad sobresale en revistas y en televisión.

En las castas es el hombre fuerte el que sobresale, en las clases sociales es el hijo mimado de mami. El hombre de una casta elevada era sometido desde temprana edad a un entrenamiento tanto militar como ascético para fortalecer su cuerpo y su espíritu, un hombre de casta iba a ser quien gobernara por lo que debía de ser endurecido desde la infancia.

En las clases sociales si el niño se tropieza la madre va a socorrerlo, mimarlo, tenerlo en su pecho y abrigarlo con toneladas de suéteres en invierno. Así, mientras el hombre de casta era un guerrero capaz de soportar el dolor, sabio y de espíritu elevado. El hombre de la casta social es inepto y siempre preocupado por la economía.

Las civilizaciones pre-cristianas eran regidas en su totalidad por un sistema de castas en cuya cima estaban los sacerdotes-iniciados y los aristócratas-guerreros. Este tipo de jerarquía era el que imperaba en todas las culturas indo-europeas y en civilizaciones de América como los aztecas, mayas e incas. De todas estas culturas son dos las que serian el mejor ejemplo de la sociedad de castas, me refiero a la civilización hindú y a la antigua Roma.

Estas dos culturas llevaron una sociedad jerarquizada, totalitaria y ascética que les permitió ser civilizaciones elevadas espiritualmente y admiradas.

El sistema de castas de la India fue fundado por los invasores indoeuropeos que llegaron a ese territorio en el año 1400 A.C, fue el periodo de la India Védica cuando la civilización estaba dividida en castas regidas por una aristocracia de iniciados y aristócratas.

La primera casta era la casta Brahmánica que correspondía a los sabios e iniciados, esta casta estaba representada por el color blanco, se trataba como su color lo indica de una casta con altos valores espirituales quienes eran los asesores del rey.

La aristocracia estaba conformada por la casta Chatria, según el Código Manu la función del Chatria era la de proteger a sus súbditos y este título no era hereditario, quien aspirara a tener el poder debía tener aptitudes y valores propios de un guerrero.

Con esto vemos que nacer en una casta no era el único requisito para pertenecer a ella, se debía pasar por pruebas iniciáticas tanto físicas como espirituales, el superar estas pruebas era como un segundo nacimiento, por eso los Chatrias y Brahmanes eran llamados “Nacidos dos veces” porque nacían como humanos una vez superado este duro entrenamiento pasaban a ser Chatrias.

En la antigua sociedad hindú cada casta tenía su lugar. Los mejores elementos convivían con los mejores mientras que los peores elementos de la sociedad se encontraban aislados. El dalit, el chandala( termino que usaba Nietszche para referirse al judío o al cristiano), el sin-casta es decir los más bajos elementos convivían entre ellos sin mezclarse con los más altos elementos, asilados en los más miserables lugares.

En palabras del científico ucraniano Theodosius Dobzhansky "El sistema de castas de la India ha sido el mayor experimento genético jamás realizado por el hombre". Los mejores elementos se reproducían mientras que los peores elementos iba muriendo debido a enfermedades, asesinándose entre sí, de ese modo su número disminuía.

La sociedad romana por otro lado estaba dividida en dos castas, patricios y plebeyos, la primera era la clase dirigente mientras que la segunda era el populacho.

Los patricios eran los patriarcas o jefes de cada una de las 300 familias nobles que gobernaban Roma y eran descendientes directos de los invasores itálicos que fundaron Roma y expulsaron a los etruscos.

Estos invasores eran de sangre nórdica y fueron ellos quienes fundaron el patriarcado romano, el patriciado era una aristocracia guerrera en el que imperaba el culto al padre y a los antepasados, los patricios eran respetados por su sabiduría y su autoridad.

Desde temprana edad los jóvenes patricios eran sometidos a duras pruebas físicas, a soportar el dolor. También se les enseñaban las tradiciones ancestrales y religiosas, los cultos y como debían llevarlos a cabo.

De esta manera los patricios eran hombres sabios, duros, ascéticos, disciplinados y con un alto sentido del honor. Los patricios eran llamados Hijos del Cielo ya que tenían un origen divino, entre sus rituales se encontraba el rito funerario de incinerar el cuerpo en una pira funeraria, ceremonia propiamente indoeuropea mientras que por el contrario los plebeyos eran llamados Hijos de la Tierra y tenían como principal rito funerario enterrar a sus muertos, algo que más tarde heredaría el judeo-cristianismo.

Eran patricios Julio Cesar, el emperador Octavio-Augusto, Pompeyo Magno, los grandes generales que lucharon contra Cartago, todos ellos grandes hombres de un genio nunca visto. No obstante las guerras Púnicas diezmaron a las familias patricias, los pocos que quedaron fueron quienes gobernaron el imperio sin embargo con el paso del tiempo el patriciado fue perdiendo su poder cuando elementos extranjeros se mezclaron, cuando su sangre y su espíritu fueron contaminados por un orientalismo que se iba extendiendo por el imperio.
Entonces el patriciado paso de ser una casta a ser una clase social, un ser aberrante que fue exterminado por los barbaros germanos.

Las clases sociales de la época moderna vienen a ser entonces una parodia de las castas, cuando una casta abre sus puertas a elementos extraños entonces es cuando llega a su decadencia y pasa a ser una clase social. Actualmente, las modernas “aristocracias” de Europa no son más que una burguesía, una clase social bonita y que brilla en cada revista de categoría, pero nada más.

No se puede considerar una casta a la familia real española o a la familia real británica cuando su sangre y su espíritu permanecen contaminados. No se puede considerar una casta a los Rockefeller o a los Hilton porque carecen del espíritu aristocrático que tuvieron los Chatrias y patricios.

Por más que nos intenten vender el que casta y clase social son lo mismo, no lo son. Ambas palabras están fusionadas pero sus caracteres son distintos. Solo hay que mirar un busto que representa a un patricio romano y mirar la foto del príncipe Charles, en el primero se verá un rostro severo y sabio, en el segundo se verá a un idiota.

Tiene más porte una joven iraní con su sangre pura que el fantoche príncipe Harry, tiene más sangre noble una niña palestina que un miembro de la familia Bush.

Ser aristócrata no es ser millonario, para ser aristócrata se nace, se tiene sangre y espíritu no millones de dólares y un rostro en una revista.

Actualmente, en la India existen lugares que todavía se rigen por castas. El socialista Gandhi suprimió este régimen, pero existen comunidades que todavía son gobernadas a través del sistema de castas y los Vedas, comunidades que se niegan a abandonar su tradición.

Asociaciones de derechos humanos y el gobierno hindú (influenciado por el colonialismo británico) quieren suprimir por completo este sistema, pero aun encuentran la oposición de la sociedad hindú. Las castas se fueron y en su lugar quedaron las clases sociales, pero sin la cosmovisión, jerarquía y espiritualidad de las grandes castas.