lunes, 22 de julio de 2013

El Principio de Justificación (El filisteo y la superficie del alma)





Por Velsungeland


El  hombre común, el filisteo, no puede reconciliarse con la muerte, y es así por lo cual fabrica innumerables filosofías y teologías. He aquí el principio de justificación. No cabe duda que ante la amarga persistencia de la fe en la inmortalidad, tenemos una prueba del terrible miedo a la muerte. el hombre ante el pensar schopenhaueriano es un animal metafísico, los demás animales desean sin metafísica,  todo en el desear del hombre es justificación; así el intelecto puede parecer a veces que guía a la voluntad, pero lo hace sólo como un guía que conduce a su amo.

En la conciencia, he ahí la superficie de nuestro espíritu, y en el inframundo, bajo el intelecto consciente, se encuentra la voluntad (consciente o inconsciente); que no es otra cosa que la extraña  esencia que hace entrar en movimiento las cosas. Es un esfuerzo, una fuerza vital persistente, una fuerza vital psíquica.

La voluntad es el principio de precisión, es quien pone en su justa medida el mundo en armonía. En esta voluntad de imperioso deseo elaboramos siempre filosofías y teologías para disfrazar nuestros deseos, para dejarnos secuestrar por nuestro propio ocultamiento; no necesitamos una cosa porque hemos hallado razones para ello, sino más bien que hemos hallado razones porque la necesitamos.

Esta es la forma operativa con la cual el filisteo reflexiona, con el principio de justificación; empero, el hombre común, el filisteo, no puede reconciliarse con la muerte, y es así por lo cual fabrica innumerables filosofías y teologías. He aquí el principio de justificación.

No cabe duda que ante la amarga persistencia de la fe en la inmortalidad, tenemos una prueba del terrible miedo a la muerte. el hombre ante el pensar schopenhaueriano es un animal metafísico, los demás animales desean sin metafísica, todo en el desear del hombre es justificación; así el intelecto puede parecer a veces que guía a la voluntad, pero lo hace sólo como un guía que conduce a su amo. en la conciencia, he ahí la superficie de nuestro espíritu, y en el inframundo, bajo el intelecto consciente, se encuentra la voluntad (consciente o inconsciente); que no es otra cosa que la extraña esencia que hace entrar en movimiento las cosas. Es un esfuerzo, una fuerza vital persistente, una fuerza vital psíquica.

La voluntad es el principio de precisión, es quien pone en su justa medida el mundo en armonía. En esta voluntad de imperioso deseo elaboramos siempre filosofías y teologías para disfrazar nuestros deseos, para dejarnos secuestrar por nuestro propio ocultamiento; no necesitamos una cosa porque hemos hallado razones para ello, sino más bien que hemos hallado razones porque la necesitamos.

Esta es la forma operativa con la cual el filisteo reflexiona, con el principio de justificación; empero, nadie se halla más sujeto a equivocarse que el que obra sólo por reflexión, amparado en los supuestos necesarios. 

La inteligencia en Schopenhauer se nos presenta como subordinada y como instrumento del deseo; y cuando intenta sustituir a la voluntad por medio de la justificación de carácter teológica o filosófica, viene la confusión. La inteligencia está destinada únicamente a conocer las cosas en cuanto ofrecen motivos para la voluntad. O, nadie se halla más sujeto a equivocarse que el que obra sólo por reflexión, amparado en los supuestos necesarios.



La inteligencia en Schopenhauer se nos presenta como subordinada y como instrumento del deseo; y cuando intenta sustituir a la voluntad por medio de la justificación de carácter teológica o filosófica, viene la confusión. La inteligencia está destinada únicamente a conocer las cosas en cuanto ofrecen motivos para la voluntad.

2 comentarios:

José Puente dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
aktionreinhard dijo...

¿¿¿???