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viernes, 6 de diciembre de 2013

Mandela: Cómo convertir a un terrorista en héroe



Que el cine es un instrumento de opresión ideológica y de lavado de cerebro no es un secreto para nadie. Y si no que se lo digan al cine español, que viene haciendo exactamente eso. En España, fechorías como la de la “memoria histórica” jamás hubieran sido posibles sin la manipulación de masas que ha supuesto el cine español en los últimos años. Eso sucede también a nivel internacional y un buen ejemplo de ello es la película Invictus, que da una imagen completamente distorsionada de uno de los iconos de la progresía -y también de los liberales- de todo el mundo:Nelson Mandela. La película supone un serio intento de consolidar al antiguo líder del Congreso Nacional Africano (CNA) como un ídolo moderno.

Clint Eastwood relata en Invictus el triunfo del equipo sudafricano de rugby liderado por François Pienaar en la Copa del Mundo de rugby. El triunfo queda asociado a la figura de Nelson Mandela, que da a los miembros del equipo los uniformes verdes y amarillos, símbolo de la “Nueva Sudáfrica” post-apartheid. El hábil gesto de Mandela le ganó el apoyo de muchos sudafricanos blancos y consiguió que buena parte de la población le identificara con los colores nacionales. Sin embargo esto no es todo, ya que tan solo se trataba de un mero gesto en el océano de la violencia marxista que asolaba la Sudáfrica de entonces.

La película edifica toda su estrategia de manipulación sobre los estereotipos raciales políticamente correctos de los blancos fanáticos y crueles y los negros oprimidos y bondadosos. Se trata de un estereotipo ya recurrente en el cine y en los medios en general, muy empleado en la guerra de propaganda que ciertas fuerzas -especialmente interesadas en la progresión del Nuevo Orden Mundial- emplean contra Occidente. En estas coordenadas, pronto resulta evidente que detrás de Invictus, una película magistralmente llevada y de enorme belleza cinematográfica, hay una clara intencionalidad política.


Primero, lo más sorprendente es la manera en que el triunfo se vincula a la figura de Nelson Mandela, por entonces solo un astuto político más al servicio del imperialismo soviético. Su estrategia de apoyo al equipo de rugby, en contra de las intenciones de su propio partido, constituyó un movimiento genial que, si bien aparece en la película, ignora deliberadamente el contexto complejísimo de la Sudáfrica de entonces. Eastwood no puede -no puede honestamente- separar la figura de Mandela de los treinta años de terrorismo y violencia por parte su CNA. En este sentido, la película recurre a reiterados flashbacks del encarcelamiento de Mandela en la isla de Robben, un lugar donde, según la película, parece que Mandela fue a parar por oponerse al apartheid. De manera subrepticia, se oculta que otros personajes de la Sudáfrica de entonces, como el obispo Desmond Tutu, se opusieron igualmente al apartheid sin ser jamás encarcelados. Entonces, ¿por qué fue encarcelado Mandela? El hecho es que Madela no recibió siquiera el apoyo de Amnistía Internacional ya que, pese a cometer numerosos crímenes violentos, habia tenido un juicio justo y había sido razonablemente sentenciado.

Mandela era el dirigente del brazo armado del CNA y del Partido Comunista de Sudáfrica, el célebre “Umkhonto we Sizwe”. Fue hallado culpable de 156 actos de violencia pública que incluían oleadas de atentados con bomba, muchos de ellos en lugares públicos, como el atentado de la estación de ferrocarril de Johannesburgo. Pese a que el presidente Botha ofreció a Mandela la libertad en varias ocasiones si renunciaba a la violencia, su ofrecimiento siempre fue rechazado. La película transmite la idea de que los negros tienen todo que perdonar a los blancos y que este es el fin de la historia. No se dice una palabra de las décadas de violencia espantosa del CNA no solo hacia los blancos sino hacia otros negros que no pertenecían al CNA. 

La Sudáfrica del apartheid, pese a todos sus defectos, atraía a dos millones de trabajadores de las naciones vecinas, muchas en poder de regímenes marxistas, fracasados y sanguinarios. La película silencia las bombas en los grandes almacenes o incluso en instalaciones nucleares, la supresión de críticos y opositores o el terrible necklacing -la especialidad de las guerrillas de CNA- en el que la gente, con frecuencia otros negros, eran quemados vivos con un neumático en torno al cuello incendiado con gasolina. Por entonces, los terroristas de Mandela asesinaron y torturaron a miles de campesinos blancos para, más tarde, reintegrarse en el Ejército Sudafricano actual, sin que ninguna plañidera internacional haya pedido un “ajuste de cuentas” como se hace con Chile o Argentina. Por muchísimo menos de lo que Mandelahizo en su día, Hamas o Hizbolah son tildadas de “terroristas” en todo el mundo occidental.

Tampoco habla la película del apoyo de Mandela y su partido a regímenes así mismo sanguinarios como el régimen castrista, el de Robert Mugabe o el régimen chino. Aunque Invictus liga la victoria del equipo de rugby a la figura de Mandela, no hace igual, como correspondería en justicia, con el crimen galopante y la ruina de la economía. En la película, solo durante un momento Mandela mira los titulares de un periódico en el que se habla de crimen y ruina económica. 

Esto no hace justicia en absoluto a la situación real: de hecho, durante los 46 años de gobierno del Partido Nacional, 18.000 personas murieron en tumultos, atentados o en calidad de víctimas de la policía o el ejército. La cifra contrasta con las 20.000-25.000 personas que mueren todos los años en la actual Sudáfrica, en tiempo de paz, convertida en uno de los países más violentos del mundo. Además, la Sudáfrica del apartheid, abominada por todos, se hallaba entonces en una situación económica que hoy debería de envidiar: pese a estar entonces acosada por el bloque soviético en un amplio frente subversivo y por las sanciones de los EEUU y sus aliados, pese a sostener una guerra instigada desde Cuba en su frontera, el Rand era mucho más fuerte de lo que es hoy. 

La Sudáfrica de Nelson Mandela, sin ninguno de esos problemas, es ya un gigantesco fiasco económico y ha dejado de sacar las castañas del fuego a los países circundantes que, dicho sea de paso, cuentan con todas las bendiciones de la comunidad internacional de naciones “democráticas”.
Por último, queda por señalar el giro copernicano impuesto por el gobierno de Mandela en lo moral. De hecho, precisamente él y sus camaradas del CNA son quienes legalizaron en Sudáfrica cuestiones como el aborto -legal desde el 1 de febrero de 1997-, la pornografía y el juego. Nada de esto sale en la película, por supuesto. Como tampoco sale -ha sido completamente distorsionado- la importancia que para los componentes de aquél equipo de rugby tenía su fe cristiana. 
Sorprendentemente, y pese a que la película indica justo lo contrario, es un hecho constatable que aquél histórico equipo oraba tras cada victoria en el terreno de juego. El propio líder del equipo, François Pienaar, declaró en una entrevista a la BBC en 1995 tras la victoria que, cuando sonó el silbato que indicaba el final del encuentro “me puse de rodillas. Soy cristiano y quería decir una rápida plegaria por hallarme en aquél acontecimiento maravilloso y no solo por ganar. De repente, todo el equipo estaba en torno mío; fue un momento especial”.
Toda este simplismo a la hora de tratar una situación incomprensible sin conocer el contexto africano de entonces, la guerra fría y el papel del CNA en la subversión de todo el Sur de África, solo puede entenderse como un acto de pura propaganda, encaminada a fabricar un falso héroe a la medida de los intereses de la mundialización.
Extraído de: http://elsilenciodelaverdad.wordpress.com/2012/07/18/mandela-como-convertir-a-un-terrorista-en-heroe/

martes, 3 de diciembre de 2013

Pablo Escobar: Un capo de culto



Por Rafaél Croda


Para las autoridades colombianas y para el mundo Pablo Escobar era un asesino sin escrúpulos, el jefe de un poderoso cártel que puso en jaque al Estado. Para los habitantes de los barrios más pobres de Medellín, en cambio, el capo fue un benefactor a quien rinden culto y al cual han convertido en un santo, como ocurrió con Jesús Malverde en Sinaloa. A 20 años de la muerte del Patrón, su tumba es ahora un lugar obligado de peregrinación.

Desde hace 20 años la tumba 032-7-1 del cementerio Jardines Montesacro de Medellín no ha dejado de tener flores frescas y visitantes. A ella se acercan cada día decenas de curiosos, turistas y personajes del ámbito popular en lentes oscuros, circunspectos, que llevan a cuestas su devoción por el difunto.

Muchos le rezan, tallan la lápida y dicen que hace milagros –afirma la empleada administrativa del cementerio, Silvia Restrepo.

El sitio de peregrinación es la tumba del narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, quien este lunes 2 cumplirá 20 años de muerto. Convertido en un mito y un capo de culto para amplios sectores marginales de su natal Medellín, es visto por éstos como un modelo, como un bandido icónico capaz de hacer que las “vueltas” del bajo mundo –desde el envío de un cargamento de cocaína a México hasta un homicidio por encargo– salgan bien.

Hace un mes sus familiares mandaron remodelar la tumba. Se trata de un espacio de cinco metros cuadrados a un costado de la iglesia del cementerio y sobre el cual ahora se tiende una capa de grava blanca de la cual sobresalen dos lajas y un bonsái.
Es un diseño austero pero digno del Patrón, a quien acompañan en su última morada sus padresHermilda y Abel; su hermano menor, Luis Fernando; su tío Juan Manuel Escobar; su nana Teresa Vergara y su guardaespaldas Alfonso de Jesús Agudelo, Limón, quien murió con él en un enfrentamiento con la policía.

Antes de la remodelación del mausoleo familiar, al pie de las siete lápidas de mármol verde sólo había pasto. Con frecuencia el jardinero encargado del mantenimiento del lugar encontraba entre la hierba casquillos y municiones. Desde que desapareció el pasto del módulo central, los casquillos son arrojados tras la lápida de Escobar.
Por aquí se encuentra uno de todo. Drogas, mariguana, polvito blanco que le arrojan a su tumba esas gentes (narcotraficantes, delincuentes); muchas balas, estampitas del Santo Niño de Atocha y mensajes de gracias por favores recibidos –dice a Proceso un trabajador del cementerio quien se identifica como Andrés–, pero eso no le gusta a su familia y por eso limpian diario.

Un hombre de unos 40 años con lentes Ray-Ban de gota, tenis amarillos y gorra café llega a visitar la tumba. Permanece en silencio frente a la lápida de Escobar 10 minutos, al cabo de los cuales se persigna y se retira. Más tarde llega un grupo de turistas en un pequeño autobús. Todos posan para la foto junto a la sepultura del abatido jefe del Cártel de Medellín.
Juan Carlos Velázquez, sacerdote dedicado a trabajar con jóvenes de las pandillas de Medellín, considera que desde la muerte de Escobar la figura del capo ha vivido “un proceso de mitificación el cual lo tiene convertido en una leyenda: es el modelo a seguir para la masa reprimida, olvidada, para los delincuentes de las comunas que no encuentran otra salida y se ven abocados al narcotráfico y al sicariato.

“Ellos lo ven como un santo y un personaje que, de la pobreza, llegó a ser uno de los hombre más ricos del mundo (con una fortuna de tres mil millones de dólares, según la revista Forbes)”.

–¿No le preocupa la religiosidad distorsionada que Pablo Escobar suscita entre esos jóvenes? –preguntamos al sacerdote.
–No me escandalizo –afirma–. Son jóvenes que nunca han tenido una formación en la fe y han buscado su propia religiosidad. Si Pablo Escobar es visto como un santo es porque para ellos es una figura cautivadora con plata y poder y relativizó criterios morales y religiosos. Relativizó el robo, el asesinato, como muchos de ellos lo hacen.
El politólogo colombiano Gustavo Duncan, estudioso del narcotráfico, considera que Escobar se ha convertido “en el Malverde paisa (forma popular para referirse a los oriundos del departamento de Antioquia, cuya capital es Medellín)”. Los bandidos paisas le rinden culto y lo veneran, como los delincuentes del noroeste mexicano con Jesús Malverde.
Bandido social

Para Duncan, Escobar fue “un bandido social y debe ser comprendido en esos términos. Fue alguien que organizó a los bandidos rasos de las comunas (las barriadas pobres de Medellín), los sacó de robar bancos y carros y los convirtió en delincuentes de primer orden a su servicio”.
“Escobar”, explica, “asumió el control de quienes manejan la violencia y lo hizo además con una aspiración de dominación social y control político. A través de los bandidos de barrio repartía plata en las comunidades y ante ellas asumía funciones de autoridad.
“Ocupó los vacíos que dejó el Estado, les prometió a esos sectores excluidos que a través del crimen obtendrían lo que nunca han tenido. Y lo cumplió. Por eso era demasiado poderoso. Era una fuerza criminal, social, política y económica.”
–¿En ese sentido fue un mafioso innovador? –preguntamos al autor del ensayo Una lectura política de Pablo Escobar.
–¡Claro! Fue uno de los tipos más talentosos del siglo XX. Él inventó esa superestructura en Medellín y él decide usar esa fuerza no sólo para someter a los narcotraficantes y hacer funcionar su negocio de exportación de droga, sino inclusive para declararle la guerra al Estado.
Además de ser un pionero en la industrialización del negocio de la cocaína, la cual según estudios le generó a Colombia al menos 18 mil millones de dólares en los ochenta –equivalentes a 3.6% del producto nacional de la época–, Escobar usó la base social que creó en Medellín para hacerse elegir congresista en 1982.
El entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, emprendió una cruzada en su contra hasta lograr, en octubre de 1983, que la Cámara de Representantes (diputados) le retirara el fuero para juzgarlo por los homicidios de dos policías, lo que lo obligó a anunciar su retiro de la política.
El 30 de abril de 1984 Lara Bonilla fue asesinado por dos sicarios de Escobar en Bogotá en una acción que marcó el principio de una guerra del jefe del Cártel de Medellín contra el Estado colombiano y la cual se prolongó casi una década. El entonces presidente Belisario Betancur respondió ante el homicidio de su ministro de Justicia con la reactivación de un tratado de extradición con Estados Unidos. El capo y sus socios se convirtieron en objetivos de la justicia estadunidense, lo que dio un sentido político a la narcoguerra contra el Estado.
“Preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”, fue el lema con el que surgió en 1984 el grupo de Los Extraditables, brazo armado del Cártel de Medellín que desató una ofensiva militar y narcoterrorista. Según estimaciones oficiales, ese embate dejó 5 mil 500 víctimas, entre ellas el director del diario El Espectador, Guillermo Cano; el procurador Carlos Mauro Hoyos; el exdirector de la policía antinarcóticos Jaime Ramírez; el comandante de la policía de Medellín, Valdemar Franklin Quintero; el exministro de Justicia Enrique Low Murtra y el candidato presidencial Luis Carlos Galán.
Tras la muerte de Galán en agosto 1989, su sucesor como candidato presidencial del Partido Liberal, César Gaviria Trujillo, debía abordar un vuelo de Avianca de Bogotá a Cali; era el 27 de noviembre de ese mismo año. Gaviria no llegó a tiempo y el avión explotó en el aire poco después de despegar. Escobar había hecho colocar una bomba en la aeronave, cuyos 110 ocupantes murieron.
Para Fernando Cepeda, exministro de Gobierno del presidente Virgilio Barco (1986-1990), Escobar representa “la mayor amenaza que haya enfrentado la gobernabilidad democrática en Colombia. Penetró todas las instituciones del Estado, corrompió todas las instituciones y esto ocurrió porque hubo importantes sectores del país que se relajaron frente al fenómeno del narcotráfico y no sólo lo toleraron, sino que se beneficiaron del mismo”.
Memorial

La alcaldía de Medellín prepara un memorial de las víctimas de Escobar. Será el primer paso de un proceso que busca la reparación simbólica para los miles de coterráneos del capo que padecieron su violencia.
“Queremos que esa reparación contribuya a que los habitantes de la ciudad tomen conciencia real de lo que significó ese periodo negro de nuestra historia. En esa época surgió el sicariato y miles de jóvenes fueron reclutados por Escobar porque no tenían otra manera de hacerse de ingresos.
“En lo económico muchos sectores se vieron beneficiados de esta actividad criminal y en lo cultural hubo un trastocamiento de los valores. Muchas personas de Medellín consideraron que el dinero fácil proveniente de esa actividad ilícita podría ser una fuente de ingresos legítima, y no el trabajo y la educación”, dice el consejero de la alcaldía para la Convivencia y la Reconciliación, Jorge Mejía.
Según la investigación de Mejía, la guerra de Escobar produjo en Medellín unos 200 atentados explosivos, más de 500 policías asesinados y 38 mil 400 homicidios entre 1984 y 1993, lo que convirtió a esta urbe –la segunda más importante de Colombia– en la más violenta del mundo. Sólo en 1991 la cifra de homicidios llegó a 6 mil 349, cinco veces más que la de 2012.
De acuerdo con Mejía, el jefe del Cártel de Medellín fue “una tragedia para el país y para la ciudad y las consecuencias de sus acciones criminales y corruptoras las estamos sufriendo hoy, cuando tenemos un sector de la población que todavía no distingue claramente las fronteras de lo legal y lo ilegal y al cual le da lo mismo moverse en uno u otro ámbito. Estos sectores son lo que lo han convertido en un mito”.
Para Mejía las labores de tipo social que desarrolló Escobar en la ciudad, como la construcción de casas y deportivos, “simplemente eran parte de una estrategia política clientelista en busca de un respaldo social que le permitiera potenciar sus ambiciones políticas y hacer frente a la persecución de las autoridades”.
El barrio

Por más que las autoridades de Medellín se han empeñado en cambiar el nombre del barrio, no hay remedio. Sus 16 mil habitantes lo llaman “Pablo Escobar” y ni siquiera en los actos oficiales de titulación de viviendas aceptan omitir la marca de la casa.
Se trata de un conjunto de casas de ladrillo apiladas en la pendiente de un cerro en la Comuna 9 de Medellín. Hay largas escaleras en vez de aceras y sólo la calle principal, la 38-B, está pavimentada. No hay cómo perderse para dar con el lugar. Basta seguir cuesta arriba por la 38-B hasta que aparece un anuncio sobre una gran pared en vistosas letras azules: “Bienvenidos al barrio Pablo Escobar. ¡Aquí se respira paz!”
El presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio, Wberney Zabala Miranda, exmilitar lisiado en un combate con la guerrilla, dice que los habitantes de ese asentamiento popular han pagado un precio alto en su empeño por reivindicar la figura y el “buen nombre” de Escobar. “No tenemos escuela, centro de salud, parque ni cancha de juegos”, se queja.
El barrio tiene, en cambio, un santuario dedicado al capo, construido con los aportes de la comunidad y en el que sobresale una imagen del Santo Niño de Atocha. Está colocada sobre un pedestal y bajo una media cúpula decorada con la pintura de un jardín y un cielo muy azul. Varias placas alrededor del santo, del cual Escobar era devoto, patentizan la gratitud de más de una decena de fieles por los favores recibidos y por las labores de protección que cumple la efigie.
Zabala no considera que el jefe del Cártel de Medellín sea un santo “porque aún no ha sido canonizado, pero de que fue un hombre supremamente bueno, lo fue, y también fue muy católico”.
–¿Está consciente de que fue un narcotraficante y un asesino?
–Claro –sostiene–, y esto sonará feo decirlo, pero si no fuera porque él abrió las puertas al mercado de drogas, Colombia fuera un país pobre como Haití. Como ser humano quizá cometió errores, pero por todo lo bueno que hizo Diosito le abona eso a favor.
–¿No le parece poco edificante convertirlo en una figura casi religiosa?
–¿Se imagina lo que es vivir en un basurero y que de un día a otro le den una casa digna gratis, a cambio de nada? Pues eso es un milagro de Dios y pues a Dios se le agradece a través de la persona que hizo posible ese milagro.
Hace 29 años, doña Irene Gaviria era pepenadora en el basurero de Moravia, en el centro de la ciudad, cuando Escobar fundó este barrio y le regaló una casa donde vive desde entonces con su esposo, Francisco Flores Berrío.
“Todos los días oro por él. Era un hombre muy amable, educado, que quería mucho a los pobres. Debe estar en el reino de los cielos intercediendo por nosotros”, asegura mientras sostiene un viejo retrato del Patrón, quien en 1984 construyó 443 viviendas en este asentamiento. Todas las regaló a pepenadores de Moravia. Ahora son más de 4 mil casas con servicios básicos y “diablitos” en el tendido eléctrico.
Iván Hernández, uno de los fundadores del barrio, afirma que “los problemas de Pablo eran con el gobierno, no con la comunidad; ahí es donde hay un malentendido y por eso hemos sido víctimas del abandono estatal”.
Escobar se proclamaba nacionalista y de izquierda. Simpatizó con la guerrilla del M-19, desmovilizada en 1990, y mantenía duras posiciones contra “la oligarquía nacional”. En 1991, en el prólogo de un libro sobre la extradición, escribió que la guerra de esos años en Colombia no era entre el Estado y un grupo de delincuentes.
“Todo lo contrario”, agregó: “Es la lucha de una clase dirigente vetusta y caduca que quiere, con el pretexto de estar luchando contra el narcotráfico y el terrorismo, erradicar las fuerzas sociales comprometidas con el cambio institucional.”
El 19 de junio de 1991 Escobar se entregó a la justicia colombiana horas después de que la Asamblea Nacional Constituyente prohibiera la extradición.
Lo recluyeron en “La Catedral” –prisión en un cerro en la zona metropolitana de Medellín–, donde tenía billar, jacuzzi, chef personal, armas, mariguana (su vicio favorito) y una guardia pretoriana con sus sicarios de mayor confianza. Siguió manejando su empresa trasnacional desde las sombras y convirtió el recinto en un centro de tortura y muerte para sus enemigos.
El 21 de julio de 1992 él y sus escoltas huyeron de ahí en medio de un errático operativo del gobierno para trasladarlo a un penal militar. Exhausto de la persecución policiaca y del acoso de sus enemigos, Los Pepes (alianza entre paramilitares y el Cártel de Cali), El Patrón fue ubicado mediante seguimiento de sus llamadas telefónicas en una casa del sector Los Olivos de Medellín, donde fue abatido el 2 de diciembre de 1993 junto con Limón, su último sicario y quien hoy yace junto a él en Jardines Montesacro.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Orígenes Étnicos del Pueblo Chileno




Por Hoffmann


Antes De La Llegada De Los Españoles

Hacia comienzos del siglo XV de la Era Común, el territorio comprendido entre el río Petorca y el canal de Chacao estaba poblado por tres grupos étnicos: los pikunche, los mapuche y los williche. Compartían ellos el idioma (mapudungún); la actual toponimia confirma lo anterior. Cómo, si no es por transmisión oral, iban a mantenerse numerosos topónimos en mapudungun hasta el día de hoy.

Sin embargo, compartir un idioma no equivale a compartir una raza. En efecto, en su "Historia de Chile", Francisco A. Encina señala asertivamente que los mapuche eran muy distintos a los pikunche y a los williche. Mediciones de las proporciones craneales mostraban claramente que los pikunche y los williche estaban emparentados, y que los mapuche tenían otro origen étnico.

Resulta verosímil la hipótesis de la invasión mapuche desde el oriente de los Andes, introduciéndose como una cuña en el territorio de un pueblo que perdió su nombre, y que por falta de otro mejor, llamaré "pikunche-williche". La vía de ingreso resulta absolutamente lógica: para pasar al occidente de los Andes, los mapuche tuvieron que buscar un punto que no estuviera tan al norte que los pasos cordilleranos fueran inoperables gran parte del año, ni tan al sur que el clima fuese inhóspito.

Se asentaron entre los ríos Bío Bío y Toltén. Adquirieron el idioma del pueblo derrotado y desplazado. Se llamaron a sí mismos "los hombres de (esta) tierra" (mapu-che) y llamaron despectivamente a los derrotados "nortinos" (pikun-che) o "sureños" (willi-che), es decir, algo así como "nosotros somos nosotros y a esos cobardes los echamos hacia el norte y hacia el sur, más allá del territorio que nuestra población puede efectivamente controlar".

La Invasión Inka

A mediados del siglo XV de la Era Común, el Imperio inka inició el avance hacia el sur. Ignoro si los pikunche habrán presentado alguna resistencia, pues no nos ha llegado esa información, pero si la hubo, no debió ser de cuidado. Así es, los inkas cruzaron el territorio probablemente hasta aproximarse al río Bío Bío y, al encontrar una resistencia más encarnizada decidieron volver marcha atrás unos 200 km y establecer la frontera en el río Maule, dejando sabiamiente ese territorio como amortiguador frente al ímpetu de los mapuche.

Pero a los pikunche no les pareció tan malo ser vasallos. Se adaptaron a la servidumbre que les impuso el inka y supongo que deben haber sentido algún tipo de orgullo al "formar parte" del Imperio. Adoptaron palabras de los inkas, olvidando las propias: guata, guagua, chacra, etc. Los inkas trajeron colonos, que deben haber actuado como "dueños de fundo".

La Invasión Española

A comienzos del siglo XVI de la Era Común se produjo la invasión española. Inicialmente se trató de la expedición de Diego de Almagro, numerosa y bien apretrechada, que buscaba los tesoros de un "segundo Perú" en estos pobres territorios. Almagro no encontró resistencia. Sólo una partida de exploración sostuvo una batalla que merece ese nombre en las cercanías de la confluncia de los ríos Ñuble e Itata, en Reinowelén, esto es, fuera del territorio mapuche. Según Encina, el territorio entre el Maule y el Bío Bío estuvo habitado por los "promaucaes", quizá un pueblo mestizo de pikunche y mapuche.

La segunda ola de españoles fue conducida por Pedro de Valdivia. Su objetivo estratégico no consistía en apoderarse de riquezas fáciles sino de expandir las fronteras del Imperio español hasta el estrecho de Magallanes, y "plus ultra", tal vez hasta el Polo Sur.

Fundó la primera ciudad (Santiago) a una distancia suficiente de los rebeldes mapuche, como base y trampolín para saltar más al sur. No olvidemos que Valdivia llegó al Mapocho en Diciembre de 1540 y recién fundó la ciudad dos meses después, es decir, tuvo tiempo (dos meses de verano) para explorar el territorio. La segunda ciudad fundada (La Serena) aseguraba la ruta terrestre con las bases peruanas y la tercera ciudad (Concepción) estaba en la misma frontera del territorio mapuche, como una cabeza de puente. Avanzó más al sur, fundó numerosas ciudades, pero todas excepto Valdivia (en territorio williche y por lo tanto en zona sin resistencia) debieron ser despobladas. La brava resistencia mapuche obligó al orgulloso español a mantenerse en la frontera natural escogida por el enemigo.

El Español

Nicolás Palacios, en su "Raza Chilena", señala y muestra argumentos que indican que una proporción importante, quizás mayoritaria, de los españoles llegados a Chile entre 1540 y 1598 eran de ascendencia germánica, principalmente visigodos. Lo anterior estaría confirmado por el carácter voluntario que tenía el servicio de la guerra de Arauco, que atraía sólo a aquellos hombres que tenían como ideales el valor, el honor, la lealtad y el sentido del deber, acordes con la identidad germánica y no con la mediterránea. Los guerreros españoles de origen visigótico habrían venido a Chile atraídos por una guerra interminable, de caracteres épicos, pero no trajeron a sus mujeres, apareándose con las indígenas con tal ímpetu que los sacerdotes católicos informaban a sus superiores que "se hacía un mayor servicio a la religión creando nuevos cristianos que el pecado que ello conllevaba". Francisco de Aguirre, refundador de La Serena, reconoció 50 hijos. Así nació el pueblo chileno.

El Error De Palacios

Palacios señala que el chileno es visigótico-araucano. Sin embargo, es imposible que el núcleo principal de la población chilena haya tenido origen en un territorio en guerra permanente. Lo verosímil es que el mestizaje se haya producido en territorio pacífico, donde los veteranos de la guerra (¿mayores de 30 años?) recibieron territorios en pago a sus sacrificios, mientras las nuevas generaciones, de guerreros más jóvenes, seguían hacia el sur.

Pero ese territorio se encontraba al norte del Bío Bío, es decir, en territorio pikunche. (¿Habrá que repetir que los pikunche apenas resistieron a los españoles, a los que combatieron una sola vez, mediante el artero ataque de Michimalonko a Santiago, siendo este derrotado por una mujer (Inés Suárez), tras lo cual volvieron a ser vasallos, cambiando de amo?).

En consecuencia, el núcleo del pueblo chileno fue español-pikunche, y en cierta proporción visigótico-pikunche. Que cada uno haga las deducciones que de aquí se infieren. Podemos sentir admiración de la valentía del mapuche pero, ¿qué podríamos sentir hacia los pikunche?

Después De 1598

En 1598 Alonso de Ribera crea el ejército permanente, lo que implica el grave hecho (desde una perspectiva racial) del término de las huestes voluntarias. Ahora el servicio de las armas se transformaba en un asunto del Estado, una función fiscal, un empleo. Las nuevas corrientes de sangre española fresca ya no podían ser atraídas por el honor, el valor, el sentido del deber o la lealtad. Chile dejaba de atraer a los visigodos. Sus descendientes mestizos, cruzados con una raza cobarde y vasalla, se seguían multiplicando en los campos, mientras que los nuevos españoles, funcionarios, comerciantes (empresarios, diríamos hoy) comenzaban a asentarse en las zonas "bien" de las ciudades.

El Pueblo Chileno

Algo en lo que no se ha reparado concierne a las proporciones de visigodos y pikunches que dieron origen al pueblo chileno. Sólo un iluso podría creer que se encuentran en proporciones similares. Los españoles de origen visigodo deben haber sido notoriamente menos numerosos que los pikunche, y la perpetuación de un grupo étnico mestizo predominantemente blanco se habrá debido a una discriminación racial instintiva. Pero ante el número mucho mayor de los pikunche, inevitablemente esta etnia se iría diluyendo.

Cuando se produjo la guerra del Pacífico, las crónicas cuentan que los escolares escapaban de hogares y colegios para enrolarse voluntarios en el Ejército. No está muy claro que los latifundistas vieran con buenos ojos la partida de sus peones, por lo que podemos suponer que los habitantes de las ciudades fueron a engrosar las poco pobladas filas del ejército, pasando de 1.500 hombres del Ejército de Línea (de carácter permanente, formado por veteranos de la guerrilla en Arauco) a unos 20.000 voluntarios tras la ocupación de Lima, en menos de dos años.

Esos voluntarios, sin duda, fueron aquellos en los que la sangre visigótica estaba menos diluida.

El Fin De La Guerra

Ya no hubo más guerras. El chileno visigótico se fue diluyendo frente a la marea pikunche. Entre sus artes no estaba el comercio, que fue quedando en manos de otros especímenes que llegaron después que estaba asegurada la calma en este territorio. ¿Cuántos empresarios de hoy llevan los apellidos de los primeros conquistadores?

Los chilenos visigóticos se fueron refugiando en su propio ghetto sin murallas, que se llama la "clase media". Arriba están los blancos no germánicos, buenos para ganar plata; abajo están los pikunche, sin plata. Ambas clases sociales (ricos y pobres) se reproducen mucho más que la clase media. Los ricos tienen mucho que repartir a sus hijos; los pobres no tienen nada que repartir, así que da lo mismo tener más y más hijos. Sólo la clase media debe hacer sacrificios y pensar detenidamente si se puede tener más de un hijo, qué decir más de dos, con lo que se asiste a la extinción de este grupo.

Nosotros

Han pasado generaciones y generaciones. El instinto de selección racial, expresado en el sentido de la belleza, pues lo bello es lo semejante a uno mismo, ha sido minado por una política de base materialista-economicista, donde escalar posiciones sociales tiene más importancia que hacer hijos bellos, fuertes, duros, puros y seguros.

El chileno de origen visigótico se va extinguiendo. Nosotros, nacionalsocialistas, somos aún conscientes de ello y de nuestros orígenes. Por eso nuestra alma entra en resonancia con los valores germánicos. Nuestra diluida sangre (una afortunada combinación de genes manifestados) nos permite escribir y leer estas palabras.



Al menos hasta hoy.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

El Nacismo antes del 5 de Septiembre




Por Alexis López Tapia


En el día del aniversario de la Batalla de Maipú, el 5 de abril de 1932, un año antes de que en Alemania Adolf Hitler fuera electo Canciller del Reich, se fundó en Chile el Movimiento Nacional Socialista, M.N.S.

Su "Declaración Fundamental" señalaba que estaba formado "por aquellos que no creen ni en el capitalismo ni en el comunismo, sino que se proponen armonizar y unir en un solo haz los intereses divergentes de la clases sociales".

Entre las propuestas programáticas del Movimiento, se incluía el reemplazo del sistema representativo propio del liberalismo por uno de corte gremial; la igualdad de derechos políticos para ambos sexos; el control estatal de la economía; la socialización de la Banca y la supresión del interés; la socialización de las empresas de utilidad pública; la expropiación de los latifundios y el fomento de la natalidad en el pueblo, entre otras medidas. En su acción política posterior, el Partido sería el primero en proponer un impuesto especial a la explotación del Cobre por las Compañías Norteamericanas, en lo que sería el primer paso hacia la nacionalización de este recurso.

A los dos meses de fundado, un golpe militar da origen a la llamada "República Socialista". Ante ello, el M.N.S. precisa las diferencias con el socialismo dialéctico-materialista de tipo marxista y rechaza el golpe de fuerza.

No obstante, más tarde, una vez restaurada la legalidad democrática, será el M.N.S. el único en defender al Ejército, que era blanco de todas las críticas de la clase política, en medio de un clima abiertamente antimilitarista.

Desde muy temprano el Movimiento se vio forzado a tomar distancia con el Nacionalsocialismo Alemán, si bien reconocía su génesis a partir del mismo.
Esto estaba justificado desde al menos dos posiciones.

Por una parte, el Nacismo Chileno poseía variables ideológicas que le hacían ser ciertamente diferente al Nazismo alemán, específicamente al Hitlerismo, como visión particular del fenómeno ideológico que se generó en Alemania.

Por otra, la posición de Chile en el concierto sudamericano, a la sombra de los EE.UU. no permitía un abierto apoyo a las potencias del Eje -por lo que fácilmente podía acusársele de "quintacolumnista", fenómeno que ciertamente se polarizó al comenzar la guerra en Europa.

En este sentido, podemos afirmar que de algún modo, el Nacismo Chileno fue más claramente Nacional Socialista que el Nazismo alemán, al menos en lo que respecta a la orientación hitleriana de este último.

Ambos perfiles ideológicos, no obstante, poseían demasiados paralelos como para pretender que hayan sido enteramente diferentes. En términos estrictamente ideológicos, el Nacionalsocialismo es una cosmovisión en la que perfectamente cabían las expresiones alemanas, chilenas y del resto de los países en que la ideología tuvo expresión política.
Sin embargo, ya en 1932 González von Marées replicaba a los que acusaban al Movimiento de replicar al hitlerismo.

No pretendían los nacistas ser originales, puesto que la "cultura criolla" era un apéndice de la cultura europea; los propios partidos históricos eran un reflejo de las ideologías de Europa. De lo que se trata, decía, es de adaptar el fondo de universalidad del fascismo a las necesidades de nuestra raza. Y describía así el fondo de universalidad:

"(El fascismo) encarna la reacción espontánea y natural de los pueblos contra la descomposición política producida por el Estado democrático-liberal. Significa el triunfo de la gran política, o sea, de la política dirigida por los pocos hombres superiores de cada generación, sobre la mediocridad, que constituye la característica del liberalismo; significa también el predominio de la sangre y la raza, sobre el materialismo económico y el internacionalismo.

En este sentido somos fascistas, sin que ello signifique, por ningún motivo, que pretendamos copiar el fascismo italiano o el hitlerismo alemán" (...) Fuerza del espíritu, de la sangre y la raza, reacción contra el liberalismo y el marxismo.

Esto es, en esencia, lo que se ha llamado 'fascismo' y que puede adquirir múltiples formas nacionales y cobijarse en los más diversos nombres: fascismo italiano, nacionalsocialismo alemán, integralismo brasileño, APRA peruano, Partido Nacional Revolucionaria de México, Nacismo Chileno... (Respecto a estos tres últimos grupos) su doctrina fundamental es la misma. Y al respecto, González ironizaba sobre los afanes de originalidad del APRA, que no obstaba a que fuese 'el legitimo movimiento fascista del Perú'." (A1).

La diferenciación que von Marées señaló tan explícitamente, terminó por transformarse en abierta contradicción y final oposición con el tiempo.

Este fenómeno se extendió y radicalizó después de la masacre del seguro obrero, al transformarse el M.N.S. en la Vanguardia Popular Socialista (V.P.S.), al punto que los sobrevivientes y muchos de los adherentes a ese movimiento que quedan vivos, reniegan hasta hoy del Nacional Socialismo.

Este es un lamentable y aún no solucionado error de interpretación ideológica que ha ensombrecido y distanciado la relación de los antiguos militantes con las nuevas generaciones y que al parecer no será fácilmente solucionado. En especial, porque la mayoría de los jovenes adherentes a estas ideas no tienen suficientemente claro el significado estricto del nacionalsocialismo, y, aún más, habitualmente lo ignoran.

En 1933 se comienza a publicar el diario oficial del Movimiento, llamado simplemente "Trabajo".

Ese año tiene lugar el primer enfrentamiento de las T.N.A. -Tropas Nacistas de Asalto-, con las Milicias Comunistas, en ocasión de un acto del M.N.S.

En Alemania, por su parte, el 30 de Enero, a los 43 años de edad, Adolf Hitler presta juramento como Canciller del Reich. Ha nacido el Tercer Reich.

Ese mismo año, el sionismo internacional declara la guerra a Alemania, publicando la resolución en la portada del diario inglés "Daily Express", con el titular "Mundo Judaico declara la Guerra a Alemania", imponiendo un boicot general a los productos alemanes.

La guerra económica contra el Nacional Socialismo comienza seis años, cinco meses y ocho días antes del inicio de la guerra armada.

En Chile, durante 1934 el Movimiento comienza a hacerse fuerte en las Universidades, especialmente en "la Chile", donde se opone a la acción de sus rivales que pretendían impedir sus acciones de propaganda. Por su parte, el gobierno comienza la seguidilla de actos represivos contra el Movimiento, impidiendo la distribución del diario "Trabajo". En Alemania, a la muerte del anciano canciller Hindemburg, hitler asume como Führer del Reich.

Mientras en Santiago se fundaba el M.N.S., en el sur del país los descendientes de alemanes, que habían sido declarados ciudadanos Alemanes de pleno derecho por el Gobierno del Reich, se integraron a las estructuras que el N.S.D.A.P. creó para los alemanes en el extranjero, los denominados Auslander. De este modo, ya en 1932 se habían formado los primeros núcleos N.S.

En 1935 cae en Chile el primer mártir de la causa Nacional Socialista, Pablo Acuña.

En 1936, el M.N.S. comienza a obtener importantes triunfos en las Universidades. En la Federación de Estudiantes de Chile, Fech, el Nacismo obtiene alrrededor de un tercio del total de votos, superando a la derecha y los radicales, siendo aventajado sólo por la coalición de izquierda. Ese año también celebra un "Congreso Agrario" en Temuco.

Finalmente, presionado por las acusaciones de estar favoreciendo la actividad de espionaje del Eje en Chile, el M.N.S. declara la incompatibilidad entre la militancia en sus filas y la adhesión al "Jugendbund", la asociación patriótica germánica (A).

En Alemania se celebran las Olimpíadas, en un marco arquitectónico especialmente diseñado por el gobierno Nacional Socialista. Se constituye el "Eje Roma-Berlín". En España, comienza la Guerra Civil que llevará a Francisco Franco al poder.

En 1937, el Nacional Socialismo Chileno obtiene su primera victoria electoral, siendo elegidos tres diputados nacistas: Jorge Gonzáles von Marées, Fernando Guarello Fitz-Henry y Gustavo Vargas Molinare, con casi 15.000 votos -el 3,5% del total-, un resultado extraordinario si se considera que el Movimiento era el más jóven de los nuevos partidos y podía crecer aún más. En las mismas elecciones, el Partido Comunista obtuvo 17.162 votos (4,2%) y seis diputados; el Partido Agrario (que más tarde llegaría al poder como Partido Agrario-Laborista) logró un 2,3%, y el Partido Socialista un 11,2% (en las elecciones anteriores obtuvo sólo un 2,6%).

Durante esta época tanto el Nacismo como los demás partidos políticos constituyeron grupos de choque uniformados. Las "T.N.A." tenían sus similares en las "Milicias Comunistas", y en las "Milicias Republicanas", a las que respaldaba el Gobierno. Era una época de partidos con uniforme, de acciones de lucha callejera y un alto grado de violencia política civil, que se encontraba legitimada por la supuesta amenaza a la legalidad que suponía la actitud de las Fuerzas Armadas.

Podemos suponer que -de no haber mediado la Masacre del Seguro Obrero-, además de que Gustavo Ross Santa María hubiera ganado las elecciones, el Movimiento Nacional Socialista habría continuado creciendo en militancia y representación parlamentaria. Ello queda sugerido tanto en el aumento de las votaciones que señalamos con anterioridad, como por los éxitos que en Europa estaba obteniendo el Nazismo alemán. Efectivamente, el 13 de marzo se lleva a cabo el "Anchluss", la anexión de Austria a Alemania. Posteriormente, el 1 de octubre, Alemania anexiona los Sudetes.

Estos éxitos de la política exterior germana, sumados a la polarización creciente en Europa, habrían incidido en Chile fortaleciendo al M.N.S., aún más si consideramos que en 1939 se consolida en Gobierno de Franco, y que hasta septiembre de ese año existe la posibilidad de que la guerra no se desarrolle.

La Alemania de Hitler no sólo no era mal considerada, sino que tenía abiertos y decididos partidarios entre los países sudamericanos que veían en ella un posible oponente a la hegemonía de Estados Unidos sobre el continente. El caso de Argentina al respecto es esclarecedor.

Ciertamente, el papel de un M.N.S. en la política chilena hubiera sido determinante una vez iniciada la guerra y de no mediar el 5 de septiembre. Con la instauración de la red de espionaje de Von Bohlen, en 1941, y considerando un Ross ganador en las elecciones del '38, el ambiente hubiera sido propicio para cualquiera que quisiera desestabilizar al régimen y apoyar al Eje. Clave hubiera resultado, nuevamente, el papel de Ibáñez, y en estas condiciones un golpe como el que intentaron los jóvenes nacistas el '38, hubiera tenido muy distinto destino a contar del 39'. Pero, esto es sólo elucubración.


Lo efectivo es que Alessandri logró detener el avance del Nacionalsocialismo en Chile muy a tiempo. En 1938 se eliminó no sólo a un grupo ejemplar de jóvenes chilenos: se cambió el curso de la historia del país en una época de cambios políticos profundos, que marcarían el devenir de la historia de Chile durante el presente siglo.

martes, 3 de septiembre de 2013

¿Qué fue el NaCismo en CHILE?

Con este logo lucharon y murieron los Nacistas en 1938.



Por Erwin Robertson


Este mes de septiembre se cumplen cincuenta años de uno de los más viles crímenes políticos cometidos en Chile: el asesinato de 63 jóvenes nacistas en la llamada "torre del Seguro Obrero" de Santiago. La sangrienta represión provoco en su época universal condena, y los poetas alzaron sus voces en homenaje a aquella juventud inmolada. Año tras año resuena el "presente" por los caídos, sea ante la placa que los recuerda frente al Palacio de la Moneda, sea en el monumento en el Cementerio General. Sin embargo, la buena conciencia nacional quisiera olvidar esos hechos; y, por otro lado, abundan las tergiversaciones y los malentendidos... Ciudad de los Césares ha querido recoger testimonios e indagar la verdadera naturaleza de aquello que se llamo Movimiento Nacional Socialista de Chile. Con simpatía, ciertamente, pero sin partidismo; con interés histórico –conocer lo que realmente fue-, pero también con ánimo de mostrar a las generaciones de hoy, llamadas en este momento a decisiones políticas y solicitadas por multitud de "referentes", esa otra vía de pensamiento y de acción.

El  Movimiento Nacional Socialista (MNS), se ha sostenido, no es una reproducción mimética de corrientes políticas europeas. Considerado como tal por algunas historias de los partidos o de las ideas políticas chilenas -algo que, incluso, se da por supuesto-, ese juicio simplificador se revela inexacto e insuficiente. Testigos más fieles, analistas más profundos, pueden mostrar la dimensión nacional de este movimiento.

Se trata, en primer lugar, de una de las expresiones de una generación juvenil que, por vias diferentes, buscaba lo nuevo frente a la sociedad y a la cultura heredada del siglo XIX, y que encontraba eso nuevo en corrientes europeas, sentidas, si, más hondamente y de forma más fecunda que lo que fue el liberalismo en el siglo anterior. Así lo han entendido historiadores más recientes y comprensivos: Mario Góngora considera como un todo a la "generación de 1932-1940", señalando como su característica general mas saliente la "ruptura con el pasado", y apuntando que esta generación estuvo muy marcada por las "recepciones" (marxismo, hispanismo, social-cristianismo, fascismo, nacional­socialismo), como ha ocurrido, por lo demás, "tantas veces en la historia hispanoamericana".  Y en efecto, de su análisis parece  desprenderse  un  parentesco  entre  los jóvenes católicos de la Juventud Conservadora -luego Falange Nacional- y de la "Liga Social", un cierto socialismo y el nacismo[1]. "A la postre –dice por su parte Gonzalo Vial-, "toda la generación –socialistas, nacis (sic), católicos-, en sus críticas, en sus actitudes vitales, en su desprecio por los viejos, en su preocupación por los problemas de los pobres, en sus ansias innovadoras -políticas y sociales-, en la tentación de la violencia física e intelectual, nos aparece con un sello común, que trasciende sus diferendos filosóficos e ideológicos" [2].

Es claro que ni el catolicismo social ni el marxismo que fue tiñendo el socialismo chileno[3] son productos autóctonos de America. Tampoco, por cierto, el liberalismo de los partidos "históricos". El punto está en la copia mecánica o en la adaptación creadora y fecunda de una idea o corriente de ideas a nuevas realidades. No es lógica, entonces, la critica al MNS (y sólo al MNS) por sus "recepciones".

Por otra parte, tanto el MNS como la Liga Social o la Falange Nacional permanecerán minoritarios. Eran principalmente, observa Gongora, "grupos juveniles" que constituyen una "generación perdida": a la larga políticamente desaparecerán o se plegarán a los frentes "macropolíticos" [4].

Con todo, ¿puede ser explicado el nacismo como un fenómeno puramente local? o en otras palabras, ¿qué significan en él esas "recepciones" a que se ha aludido?

Un movimiento "fascista":

El MNS se ubicó a sí mismo –por un tiempo, al menos- dentro del "fascismo", entendido como una corriente universal que comprendía, por tanto, las diversas particularidades nacionales (fascismo mussoliniano, nacionalsocialismo alemán, rexismo belga, Movimiento Legionario rumano o Guardia de Hierro, entre otros) Ya se indicó que ésta ha sido, a priori, la opinión de algunos estudiosos [5].

Desde luego, calificar de "fascista" a un movimiento político o a una corriente de pensamiento no debería tener carácter peyorativo. Pero es un hecho que el término "fascista" es usado a guisa de injuria a derecha y a izquierda –más a izquierda, hay que reconocerlo. ¿No revela esto una mentalidad inquisitorial y totalitaria: la idea de que existe el "mal" político por excelencia, y que debe ser denunciado allí donde se insinúe? Pues una de las mayores curiosidades de nuestro tiempo, en que aparentemente la libertad se extiende a todo y a todos, es que ciertas ideas aparecen proscritas; no tanto por la ley (el caso chileno es una precaria excepción; mas sólidas y tristes son, en cambio, las de Italia y Alemania Federal), como por la "opinión pública", por el "consenso" creado por los medios de comunicación de masas. Por lo menos aquí, queremos utilizar el concepto "fascismo" –como cualquier otro concepto político- propiamente, esto es, con rigor científico y neutralidad valórica.

Entonces, ¿qué se quiere decir al afirmar que el MNS fue un movimiento fascista? O sea, ¿qué es el fascismo? Cientistas y filósofos políticos e historiadores no logran ponerse de acuerdo. Para unos, es probable que el termino fascismo sea el "más vago de los términos políticos contemporáneos"; para otros, debería ser desterrado por un tiempo del vocabulario de los historiadores, por las confusiones que produce [6]. ¿Designa una forma de "extrema derecha", interpretación ésta más o menos "canónica"? ¿O presenta sospechosas afinidades con la izquierda o la extrema izquierda, una interpretación que ha hecho fortuna en ciertos ambientes políticos y periodísticos chilenos? ¿O es más bien un "extremo centro", como ha llegado a afirmarse a partir de datos empíricos? [7].

En una obra que pasa por clásica, Ernst Nolte definía el fascismo como un "antimarxismo que pretende destruir al enemigo por medio de la formación de una ideología radicalmente opuesta y, sin embargo, próxima; de métodos casi idénticos y sin embargo con características propias, pero siempre en el marco insustituible de la afirmación nacional y de la autonomía”. Pero la definición del fascismo como principalmente "antimarxismo" no es adecuada por entero para el nacionalsocialismo alemán (el orden de Versalles era el enemigo, más que el Rotfront; y en el fondo, los judíos), y nada o muy poco para la Guardia de Hierro, los Cruces y Flechas húngaros o los fascistas británicos. Consciente de esta insuficiencia, Nolte volvía a la carga en el plano "metapolítico" y buscaba caracterizar al fascismo como oposición a lo que él denominaba "trascendencia" ("trascendencia teórica": lo Absoluto, lo Universal,  Dios; "trascendencia práctica": el proceso de modernización, la eliminación de los vínculos tradicionales en la vida individual y social)[8]. El concepto, se ha observado, es abstruso y, nuevamente, no puede decirse de todas las formas de fascismo que se hayanopuesto a la "trascendencia", teórica o práctica; tal vez el fascismo tuvo su propia "trascendencia", como apunta G.  L. Mosse [9].

Desde otras perspectivas se destaca el carácter esencialmente revolucionario del "fascismo", sin que esto signifique confundirlo con las tendencias revolucionarias de izquierda. Según Eugen Weber, es el "jacobinismo de nuestro tiempo". Combinó nacionalismo y socialismo (un socialismo "liberado del sentimentalismo humanitario y de la dialéctica marxista") y, por más que se haya sostenido que sus demandas sociales fueron una especie de camuflaje, "en la práctica, lo contrario parece haber sido el caso". Fue democrático, no en el sentido liberal, sino en el de la identificación del movimiento con el líder, y en cuanto los movimientos fascistas crearon internamente un espíritu de comunidad e igualdad social. "Nueva caballería", el fascismo exaltaba el sacrificio, la abnegación y la devoción a la causa [10].

A su vez, Payne distingue agudamente entre fascismo, derecha radical y derecha conservadora, distinción que la mayoría de los autores no ha percibido [11]. Otros han creído necesario distinguir diversos tipos de fascismo: el de Europa occidental no es el mismo de Europa oriental (donde había una realidad más campesina y tradicional); hay un fascismo de derecha y uno de izquierda; hay un "fascismo del Tercer Mundo", cuyo ejemplo más característico sería el peronismo... En fin, hay quienes cuestionan la utilidad o la propiedad del concepto genérico de "fascismo" para describir fenómenos tan dispares: se trata de los "falsos fascismos". De Felice quisiera delimitar el fenómeno, cronológicamente, a la época entre las dos guerras mundiales; geográficamente, a Europa occidental; socialmente, a las clases medias[12]. Excluye así a movimientos Como la Guardia de Hierro, movimiento popular y campesino, antiburgués y místico. Excluye también a fenómenos hispanoamericanos o asiáticos. S. Payne se inclina igualmente por descartar la autenticidad de un "fascismo" fuera de Europa, tras pasar revista a una serie de "candidatos", entre ellos el MNS chileno [13].

En suma, y simplificando, puede decirse que el fascismo (admitamos el sentido genérico) pretendió ser: a) una alternativa revolucionaria a la democracia capitalista y al comunismo, considerándose a sí mismo una forma de socialismo nacional, orgánico y jerárquico; b) una reacción "neorromántica" frente a la cansada civilización burguesa: la apelación a un estilo de vida heroico y juvenil. En este sentido mereció ser llamado "la poesía del siglo XX" (Robert Brasillach) y el "desquite de la juventud" (Gonzague de Reynold). Y que fue así, lo prueban las conclusiones con que algunos autores descartan la posibilidad de un nuevo fascismo en Europa: la atmósfera política tiende allí a ser "sobria y aburrida. No es la atmósfera en la que podría prosperar un verdadero movimiento fascista" (Carsten)[14]. Sus bases culturales se han visto totalmente erosionadas: "hoy día todas las fuerzas ideológicas... comparten un materialismo humanista común, que excluye tanto el vitalismo como el idealismo anteriores" (Payne)[15].

Intento de síntesis:

Por la discusión anterior, se puede apreciar lo problemático que es definir el "fascismo" en Europa misma. A fortiori, lo es decidir si el MNS chileno debe ser englobado en esta categoría genérica. Es innegable cierta afinidad entre aquel y sus contemporáneos europeos; pero, aun en el caso de adscribir el movimiento chileno a la corriente universal, el ver lo multifácetica que fue ella, el comprobar que los factores nacionales fueron en cada caso los determinantes, excluyen pensar en una imitación servil o reproducción mecánica.

Las citas de Góngora y Vial ya han permitido vislumbrar algunas de las características del nacismo chileno. Podríamos atribuirle tres rasgos fundamentales:

i) Nacionalismo, no entendido como chauvinismo, como expansionismo o nostalgia por "territorios perdidos" (que han caracterizado algunas manifestaciones del nacionalismo chileno), ni como un puro "nacionalismo económico", como en la Generación del Centenario. Más bien significó la adscripción a toda una tradición que se hacía remontar a Portales: la tradición del Estado nacional, autoritario, dinámico, supraclasista y suprapartidista: el Estado que había hecho la "grandeza" de Chile en el siglo pasado y del que, restaurado, se esperaba que solucionara las crisis sociales de la época, integrando a las masas proletarizadas y demoliendo el dominio de la "oligarquía" (la clase dirigente liberal, de base agraria y financiera). El MNS representaba en su forma más radical y más pura lo que Mario Góngora llamó la "noción de Estado" en Chile [16].

De aquí la oposición al imperialismo plutocrático, representado desde la I Guerra Mundial por EEUU. Precisamente, muchas tendencias "modernizantes" preconizadas y aplicadas por esos años-suponían la incorporación plena de la economía nacional a la economía norteamericana (en vías de llegar a ser, lisa y llanamente, economía mundial) y la aceptación de la hegemonía de Washington en Sudamérica. En este sentido, el MNS se consideraba próximo al Apra peruano –de esa época- y a otros movimientos hispanoamericanos (a los que consideraba, también, "fascistas" con gran disgusto de los apristas).

ii) Socialismo: entendido a la manera de tantas tendencias de los años 20 y 30 ("socialismo nacional", "socialismo prusiano"): no una forma económica, sino la supeditación del yo a la comunidad. Reaparece aquí la idea de Comunidad, de Pueblo, concebido como un todo orgánico, sentido místicamente, por oposición a la mera "sociedad", suma de individuos sin más lazos entre sí que los extrínsecos y mecánicos [17]. Esto, sin perjuicio de las proposiciones que se pueden considerar "socialistas" en el sentido corriente de la expresión: nacionalización de las compañías extranjeras explotadoras del cobre, salitre y el hierro; división del latifundio, socialización de ía banca... Pero obsérvese que aquí se trataba de fortalecer la soberanía dei Estado sobre las riquezas esenciales y frente al mundo de las finanzas; o de promover una clase de pequeños propietarios campesinos, como parte del regreso al "seno materno del paisaje": en general, no son los supuestos del socialismo corriente, marxista.

Socialismo etico, el socialismo nacista era, fundamentalmente, una gran empresa educadora: había que socializar al pueblo, a empresarios y trabajadores, a las clases medias, a los estudiantes. El Servicio del Trabajo desempeñaba aquí un papel básico; y "hombres, antes que programas", era la expresión del ideal. Como para la Guardia de Hierro,  también  aquí  la   reforma   del hombre era la piedra angular, si bien de forma implícita y más vaga.

iii) El estilo: "hombres, antes que programas" y la llamada "chilenos, a la acción", representan el "estilo nacista". Era el ethos de la acción directa, de la energía y dinamismo juveniles, y una nueva forma de movilización política. Los himnos, los uniformes y la ordenación militarizada, si bien no exclusivos del MNS, iban en el mismo sentido. No en vano un notorio representante de la clase política chilena pudo comparar al nacismo a alguna de las grandes herejías medievales y hablar de "posesión" por una idea, en lugar del "tener" una idea de modo racionalista e intelectual [18]. Nada podría distinguir más al MNS de los partidos históricos, o aun de los partidos "nuevos" surgidos en esos años: el PS, el PC y la Falange (luego, PDC), herederos todos del racionalismo decimonónico y, en lo político, integrados en definitiva al establishment parlamentario y a su estilo.

Aquí es donde se acaban las comparaciones al interior de una misma generación, de las que hemos partido: las reivindicaciones sociales de los jóvenes católicos suenan a efusión sentimental o a pura posición intelectual, sin que hubiese voluntad de romper con el sistema imperante ni, menos, de pagar con la propia persona. La ambigüedad política de la Falange, oscilando entre izquierda y derecha, pero en todo caso dentro del marco legalista y parlamentario, es una manifestación de lo que decimos; del mismo modo, el revolucionarismo más bien retórico y ritual de la izquierda marxista, que observaba uno de sus más lúcidos dirigentes, treinta y tantos años después[19].

No es el caso extenderse aquí sobre las limitaciones de la ideología nacista. A través de sus publicaciones doctrinarias, el Movimiento podía pasar revista al pensamiento europeo mas afín y, también, el más novedoso: las distintas tendencias fascistas y nacionalsocialistas, la "Revolución Conservadora" alemana (de Spengler a Möller van der Bruck), algunos autores católicos. Pero nada de esto llegó a formar parte de la "cultura política" del nacismo (ni, en general, del nacionalismo chileno).

En cambio, es necesario detenerse sobre la responsabilidad del Jefe, Jorge González von Marées. Si bien el MNS se concebía como un movimiento y una escuela que trascendía las individualidades, si reconocía de buena gana que el Jefe debía saber despersonalizar su acción, la personalidad de González resultó determinante (pero, ¿en que movimiento político, incluidos los marxistas, no es asi?). Sus cualidades personales no se niegan: "ascético fondo interior", "sobriedad y desinterés excepcionales", "oratoria brillante, didáctica", "valentía moral y física", son algunos de los atributos que le asigna uno de sus antiguos seguidores. "Personalidad magnética", "brillante escritor y perceptivo analista", admiten los historiadores [20]. Pero este Jorge González parece presa de una exaltación que lo lleva al fracaso: en mayo de 1938 habla de revolución violenta; inicialmente se atribuye toda la responsabilidad del "putsch" que desemboca en el asesinato colectivo del 5 de septiembre (aunque después atribuye la culpa del fracaso al general Ibañez, que no habría cumplido su papel de levantar al Ejército)[21]. Su inclinación hacia la izquierda lo lleva a transformar el MNS en "Vanguardia Popular Socialista" (sin embargo, reconocía que era sólo un cambio de nombre) y a unirse en efímera alianza con el Frente Popular en el poder. Continúa su trayectoria nacionalista, para finalmente dar en el liberalismo y respaldar al candidato presidencial de la derecha en 1952 (contra Ibañez).

¿Cómo explicar tal conducta? "Impaciencia", se ha dicho, y también "locura"[22]. La explicación más sugerente es la de Miguel Serrano: González era un spengleriano que habría interpretado "maquiavélicamente" a Spengler, y para él la toma del poder llegó a ser lo substancial [23]. Como se sabe, Spengler sostenía que en las fases más tardías de la vida de las culturas ya la lucha política no se libra entre doctrinas o partidos, como en el siglo XIX, sino entre caudillos. En Años de Decisión formula críticas al partido fascista y al NSDAP, en cuanto partidos, mientras alaba a Mussolini. El lema nacista "hombres, antes que programas" podía interpretarse en el sentido de que el "hombre providencial” lo era todo. González pudo llegar a pensar que era independiente de su propio movimiento, mero instrumento éste en manos del "César".

En verdad, muchos de los militantes del MNS acompañaron a González en peregrinaciones igualmente curiosas: a través del agrario-laborismo (que sí pudo constituir un vehículo político nacionalista), o directamente, en algunos casos, pasaron a casi todos los partidos políticos chilenos, en especial a la Democracia Cristiana. Y, lo más curioso, muchas veces reconociendo orgullosamente su pasado, aunque, eso sí, congelado en un recuerdo romántico y despolitizado.

¿Que queda del Nacismo?

En el párrafo inmediatamente anterior está, en parte, la respuesta: un recuerdo romántico y despolitizado, que se traduce en un ritual repetido por los antiguos militantes –o mejor, por quienes han tomado su representación- cada 5 de septiembre.  Entonces comparecen algunos, devenidos exponentes de ese mundo que el MNS combatió, junto a otros que se han mantenido "en la línea" pero a veces con mas nostalgia y "fe de carbonero" que real sentido de militancia política.

Por otra parte, el símbolo del 5 de septiembre ha sido asumido por las sucesivas generaciones nacionalistas, con variada intensidad. Especialmente, hoy, los que han dado en llamarse "nacional-revolucionarios" quieren recogerlo como símbolo de lucha activa contra el sistema burgués. No se trata de repetir ese pasado, sostienen ellos, sino de desarrollar algunas ideas contenidas como germen en el nacismo: sólo así el "¡chilenos, a la acción!" puede resonar revolucionaria y vivificadoramente.

De aqui la oposición entre "viejos" y "nuevos"; el año pasado* los observadores pudieron presenciar dos ceremonias diferentes en el Cementerio General, en días distintos: una, en que el recuerdo de las víctimas del Seguro Obrero se asociaba al homenaje a Rudolf Hess –recientemente fallecido entonces-, concibiendo su íntima solidaridad, por sobre diversidades locales y temporales; se veía alli juventud y espíritu militante (aunque, justo es decirlo, con mucha fanfarria y decorado "de época"; los "nacional-revolucionarios" tienen compañeros de ruta nostálgicos de otro pasado). La otra, la ceremonia de los "viejos", pobre en asistencia y más bien mortecina; allí se puso énfasis en el carácter "criollo" y democrático (!) del MNS. Sin duda este año, en la celebración del cincuentenario se harán presentes de nuevo estas contradicciones.

 En suma, en la interpretación del MNS caben dos "lecturas": una lectura histórica y una lectura militante. Para la primera, se trata de comprender lo que realmente fue ese movimiento, en su contexto propio, con sus características y limitaciones; guste o no, sin que la verdad histórica pueda ser desvirtuada por las conveniencias del presente.


Por la lectura militante, en cambio, se busca en el nacismo puntos de referencia en una lucha política e ideológica actual, hitos en un camino, fundamentos de una tradición, exempla, arquetipos... Nada de nostalgia, sino reactualización permanente de los gestos ejemplares; en último término, importa ser dignos de los "mayores". Y aquí la lectura militante se hace simbólica, y las distancias temporales, como las espaciales, no cuentan: los arquetipos trascienden la historia.

[1] M. Góngora: "Libertad política y concepto económico de gobierno hacia 1915-1935", en revista Historia N° 20 (1985), Santiago, pp.38 y ss.
[2] G. Vial: "El pensamiento social de Jaime Eyzaguirre", en revista Dimensión Histórica de Chile N° 3 (1986), Santiago.p. 138.
[3] Debe recordarse que el partido socialista nace (1933) de un movimiento militar (que llegó a proclamar la "República Socialista" el año anterior), y muy influido por el indoamericanismo de Haya de la Torre
[4] Góngora, ibidem. Respecto de la Falange Nacional hay que observar que experimenta, como PDC, un crecimiento vertical luego de fusionarse con el antiguo "agrario-laborismo", surgido del Partido Agrario (corporativista y representativo de algunos sectores de empresarios agrícolas), enriquecido con el aporte de viejos nacistas y de los nacionalistas de Guillermo Izquierdo Araya, y beneficiado pasajeramente con el carisma del general Ibañez, "hombre providencial" por cierto bien ajeno a las inquietudes intelectuales de los jóvenes social cristianos.
[5] Es verdad que, a la postre, el MNS llegó a rechazar la identificación con el fascismo y cambio su nombre por "Vanguardia Popular Socialista". Pero ello no significa mucho, ya que un movimiento tenido por auténticamente fascista, la Falange Española, también declaró en un momento dado no serlo (en circunstancias de que el fascismo estaba de moda y aún no había sido desacreditado): José Antonio Primo de Rivera, ante el congreso fascista internacional de Montreux, fines de 1936. Seguramente, en el caso español como en el chileno, se hubiera podido esperar interesantes maduraciones.
[6] Stanley Payne: El Fascismo, Alianza Editorial, Madrid, 1986, p.10; Stuart Woolf: II Fascismo in Europa, Laterza, Barí, 1968, respectivamente.
[7] Radicalismo de centro: Seymour Lipset, El Hombre  político, Bs Aires, 2a. ed.,1968,cap. 5.
[8] Ernst Nolte: El fascismo en su época, Ed. Península, Barcelona, 1967, pp. 37 y 487 y ss.
[9] George L Mosse: "E. Nolte on three faces of Fascism", en Journal of History of the Ideas, Dec. 1966, v. XXVII, No. 4, p. 263.
[10] E. Weber: Varieties of Fascism, New Jersey, 1964, pp. 139, 24-29, 38-40, 40-42
[11] Payne, op.cit., p. 23.
[12] Renzo De Felice: Entrevista sobre el fascismo, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1979, p. 102.
[13] Op.cit., p. 178-179.
[14] Francis L. Carsten: La Ascensión de Fascismo, Seix Barral, Barcelona, 1971, p. 319.
[15] Op.cit., p. 209
[16] Cf. Góngora: Ensayo histórico sobre la noción de Estado er Chile en los siglos XIX y XX, Ed. La Ciudad, Santiago,
1980.
[17] Gemeinschaft (comunidad) y Gesellschaft (sociedad), en 1a terminología de Ferdinand Tönnies (Comunidad y Sociedad, Bs Aires, 1942)
[18] E. Frei/A. Edwards: Historia de los partida políticos chilenos, Ed. del Pacífico, Santiago. 1949, pp. 240-41.
[19] Raúl Ampuero: La izquierda en punto muerto, Ed. Orbe, Santiago 1969. Como una excepción a lo dicho, entre los que salieron de aquella juventud católica puede mencionarse al sindicalista Clotario Blest.
[20] Respectivamente: Sergio Recabarren, Mensaje Vigente, Santiago, 1964 ,p. 101-102; Fernando Silva, Historia de Chile, Ed. Universitaria, Santiago,1974, t. IV,p. 936; Frederick Pike, Chile and the United States 1880-1962, University of Notre Dame, 1963 p.206.
[21] Cf. el diario nacista Trabajo del 5 de Septiembre de 1939. Ver también los "Cuadernos Históricos" de la revista Qué Pasa, Santiago, Nos. 116-121, Julio-Agosto 1973.
[22] Recabarren, ibidem. Carlos Keller, segundo hombre y doctrinario del nacismo, sostenía la tesis de la locura, alusivamente en su novela La Locura de Juan Bernales (1949), pero directamente en la reedición de la misma (Ed. Jerónimo de Vivar, San Felipe, 1974).
[23] Miguel Serrano, en un coloquio del Centro de Estudios por una Alternativa Iberoamericana, de Santiago, en seprtiembre de 1980.

*(1987, NdlR.)