martes, 3 de septiembre de 2013

¿Qué fue el NaCismo en CHILE?

Con este logo lucharon y murieron los Nacistas en 1938.



Por Erwin Robertson


Este mes de septiembre se cumplen cincuenta años de uno de los más viles crímenes políticos cometidos en Chile: el asesinato de 63 jóvenes nacistas en la llamada "torre del Seguro Obrero" de Santiago. La sangrienta represión provoco en su época universal condena, y los poetas alzaron sus voces en homenaje a aquella juventud inmolada. Año tras año resuena el "presente" por los caídos, sea ante la placa que los recuerda frente al Palacio de la Moneda, sea en el monumento en el Cementerio General. Sin embargo, la buena conciencia nacional quisiera olvidar esos hechos; y, por otro lado, abundan las tergiversaciones y los malentendidos... Ciudad de los Césares ha querido recoger testimonios e indagar la verdadera naturaleza de aquello que se llamo Movimiento Nacional Socialista de Chile. Con simpatía, ciertamente, pero sin partidismo; con interés histórico –conocer lo que realmente fue-, pero también con ánimo de mostrar a las generaciones de hoy, llamadas en este momento a decisiones políticas y solicitadas por multitud de "referentes", esa otra vía de pensamiento y de acción.

El  Movimiento Nacional Socialista (MNS), se ha sostenido, no es una reproducción mimética de corrientes políticas europeas. Considerado como tal por algunas historias de los partidos o de las ideas políticas chilenas -algo que, incluso, se da por supuesto-, ese juicio simplificador se revela inexacto e insuficiente. Testigos más fieles, analistas más profundos, pueden mostrar la dimensión nacional de este movimiento.

Se trata, en primer lugar, de una de las expresiones de una generación juvenil que, por vias diferentes, buscaba lo nuevo frente a la sociedad y a la cultura heredada del siglo XIX, y que encontraba eso nuevo en corrientes europeas, sentidas, si, más hondamente y de forma más fecunda que lo que fue el liberalismo en el siglo anterior. Así lo han entendido historiadores más recientes y comprensivos: Mario Góngora considera como un todo a la "generación de 1932-1940", señalando como su característica general mas saliente la "ruptura con el pasado", y apuntando que esta generación estuvo muy marcada por las "recepciones" (marxismo, hispanismo, social-cristianismo, fascismo, nacional­socialismo), como ha ocurrido, por lo demás, "tantas veces en la historia hispanoamericana".  Y en efecto, de su análisis parece  desprenderse  un  parentesco  entre  los jóvenes católicos de la Juventud Conservadora -luego Falange Nacional- y de la "Liga Social", un cierto socialismo y el nacismo[1]. "A la postre –dice por su parte Gonzalo Vial-, "toda la generación –socialistas, nacis (sic), católicos-, en sus críticas, en sus actitudes vitales, en su desprecio por los viejos, en su preocupación por los problemas de los pobres, en sus ansias innovadoras -políticas y sociales-, en la tentación de la violencia física e intelectual, nos aparece con un sello común, que trasciende sus diferendos filosóficos e ideológicos" [2].

Es claro que ni el catolicismo social ni el marxismo que fue tiñendo el socialismo chileno[3] son productos autóctonos de America. Tampoco, por cierto, el liberalismo de los partidos "históricos". El punto está en la copia mecánica o en la adaptación creadora y fecunda de una idea o corriente de ideas a nuevas realidades. No es lógica, entonces, la critica al MNS (y sólo al MNS) por sus "recepciones".

Por otra parte, tanto el MNS como la Liga Social o la Falange Nacional permanecerán minoritarios. Eran principalmente, observa Gongora, "grupos juveniles" que constituyen una "generación perdida": a la larga políticamente desaparecerán o se plegarán a los frentes "macropolíticos" [4].

Con todo, ¿puede ser explicado el nacismo como un fenómeno puramente local? o en otras palabras, ¿qué significan en él esas "recepciones" a que se ha aludido?

Un movimiento "fascista":

El MNS se ubicó a sí mismo –por un tiempo, al menos- dentro del "fascismo", entendido como una corriente universal que comprendía, por tanto, las diversas particularidades nacionales (fascismo mussoliniano, nacionalsocialismo alemán, rexismo belga, Movimiento Legionario rumano o Guardia de Hierro, entre otros) Ya se indicó que ésta ha sido, a priori, la opinión de algunos estudiosos [5].

Desde luego, calificar de "fascista" a un movimiento político o a una corriente de pensamiento no debería tener carácter peyorativo. Pero es un hecho que el término "fascista" es usado a guisa de injuria a derecha y a izquierda –más a izquierda, hay que reconocerlo. ¿No revela esto una mentalidad inquisitorial y totalitaria: la idea de que existe el "mal" político por excelencia, y que debe ser denunciado allí donde se insinúe? Pues una de las mayores curiosidades de nuestro tiempo, en que aparentemente la libertad se extiende a todo y a todos, es que ciertas ideas aparecen proscritas; no tanto por la ley (el caso chileno es una precaria excepción; mas sólidas y tristes son, en cambio, las de Italia y Alemania Federal), como por la "opinión pública", por el "consenso" creado por los medios de comunicación de masas. Por lo menos aquí, queremos utilizar el concepto "fascismo" –como cualquier otro concepto político- propiamente, esto es, con rigor científico y neutralidad valórica.

Entonces, ¿qué se quiere decir al afirmar que el MNS fue un movimiento fascista? O sea, ¿qué es el fascismo? Cientistas y filósofos políticos e historiadores no logran ponerse de acuerdo. Para unos, es probable que el termino fascismo sea el "más vago de los términos políticos contemporáneos"; para otros, debería ser desterrado por un tiempo del vocabulario de los historiadores, por las confusiones que produce [6]. ¿Designa una forma de "extrema derecha", interpretación ésta más o menos "canónica"? ¿O presenta sospechosas afinidades con la izquierda o la extrema izquierda, una interpretación que ha hecho fortuna en ciertos ambientes políticos y periodísticos chilenos? ¿O es más bien un "extremo centro", como ha llegado a afirmarse a partir de datos empíricos? [7].

En una obra que pasa por clásica, Ernst Nolte definía el fascismo como un "antimarxismo que pretende destruir al enemigo por medio de la formación de una ideología radicalmente opuesta y, sin embargo, próxima; de métodos casi idénticos y sin embargo con características propias, pero siempre en el marco insustituible de la afirmación nacional y de la autonomía”. Pero la definición del fascismo como principalmente "antimarxismo" no es adecuada por entero para el nacionalsocialismo alemán (el orden de Versalles era el enemigo, más que el Rotfront; y en el fondo, los judíos), y nada o muy poco para la Guardia de Hierro, los Cruces y Flechas húngaros o los fascistas británicos. Consciente de esta insuficiencia, Nolte volvía a la carga en el plano "metapolítico" y buscaba caracterizar al fascismo como oposición a lo que él denominaba "trascendencia" ("trascendencia teórica": lo Absoluto, lo Universal,  Dios; "trascendencia práctica": el proceso de modernización, la eliminación de los vínculos tradicionales en la vida individual y social)[8]. El concepto, se ha observado, es abstruso y, nuevamente, no puede decirse de todas las formas de fascismo que se hayanopuesto a la "trascendencia", teórica o práctica; tal vez el fascismo tuvo su propia "trascendencia", como apunta G.  L. Mosse [9].

Desde otras perspectivas se destaca el carácter esencialmente revolucionario del "fascismo", sin que esto signifique confundirlo con las tendencias revolucionarias de izquierda. Según Eugen Weber, es el "jacobinismo de nuestro tiempo". Combinó nacionalismo y socialismo (un socialismo "liberado del sentimentalismo humanitario y de la dialéctica marxista") y, por más que se haya sostenido que sus demandas sociales fueron una especie de camuflaje, "en la práctica, lo contrario parece haber sido el caso". Fue democrático, no en el sentido liberal, sino en el de la identificación del movimiento con el líder, y en cuanto los movimientos fascistas crearon internamente un espíritu de comunidad e igualdad social. "Nueva caballería", el fascismo exaltaba el sacrificio, la abnegación y la devoción a la causa [10].

A su vez, Payne distingue agudamente entre fascismo, derecha radical y derecha conservadora, distinción que la mayoría de los autores no ha percibido [11]. Otros han creído necesario distinguir diversos tipos de fascismo: el de Europa occidental no es el mismo de Europa oriental (donde había una realidad más campesina y tradicional); hay un fascismo de derecha y uno de izquierda; hay un "fascismo del Tercer Mundo", cuyo ejemplo más característico sería el peronismo... En fin, hay quienes cuestionan la utilidad o la propiedad del concepto genérico de "fascismo" para describir fenómenos tan dispares: se trata de los "falsos fascismos". De Felice quisiera delimitar el fenómeno, cronológicamente, a la época entre las dos guerras mundiales; geográficamente, a Europa occidental; socialmente, a las clases medias[12]. Excluye así a movimientos Como la Guardia de Hierro, movimiento popular y campesino, antiburgués y místico. Excluye también a fenómenos hispanoamericanos o asiáticos. S. Payne se inclina igualmente por descartar la autenticidad de un "fascismo" fuera de Europa, tras pasar revista a una serie de "candidatos", entre ellos el MNS chileno [13].

En suma, y simplificando, puede decirse que el fascismo (admitamos el sentido genérico) pretendió ser: a) una alternativa revolucionaria a la democracia capitalista y al comunismo, considerándose a sí mismo una forma de socialismo nacional, orgánico y jerárquico; b) una reacción "neorromántica" frente a la cansada civilización burguesa: la apelación a un estilo de vida heroico y juvenil. En este sentido mereció ser llamado "la poesía del siglo XX" (Robert Brasillach) y el "desquite de la juventud" (Gonzague de Reynold). Y que fue así, lo prueban las conclusiones con que algunos autores descartan la posibilidad de un nuevo fascismo en Europa: la atmósfera política tiende allí a ser "sobria y aburrida. No es la atmósfera en la que podría prosperar un verdadero movimiento fascista" (Carsten)[14]. Sus bases culturales se han visto totalmente erosionadas: "hoy día todas las fuerzas ideológicas... comparten un materialismo humanista común, que excluye tanto el vitalismo como el idealismo anteriores" (Payne)[15].

Intento de síntesis:

Por la discusión anterior, se puede apreciar lo problemático que es definir el "fascismo" en Europa misma. A fortiori, lo es decidir si el MNS chileno debe ser englobado en esta categoría genérica. Es innegable cierta afinidad entre aquel y sus contemporáneos europeos; pero, aun en el caso de adscribir el movimiento chileno a la corriente universal, el ver lo multifácetica que fue ella, el comprobar que los factores nacionales fueron en cada caso los determinantes, excluyen pensar en una imitación servil o reproducción mecánica.

Las citas de Góngora y Vial ya han permitido vislumbrar algunas de las características del nacismo chileno. Podríamos atribuirle tres rasgos fundamentales:

i) Nacionalismo, no entendido como chauvinismo, como expansionismo o nostalgia por "territorios perdidos" (que han caracterizado algunas manifestaciones del nacionalismo chileno), ni como un puro "nacionalismo económico", como en la Generación del Centenario. Más bien significó la adscripción a toda una tradición que se hacía remontar a Portales: la tradición del Estado nacional, autoritario, dinámico, supraclasista y suprapartidista: el Estado que había hecho la "grandeza" de Chile en el siglo pasado y del que, restaurado, se esperaba que solucionara las crisis sociales de la época, integrando a las masas proletarizadas y demoliendo el dominio de la "oligarquía" (la clase dirigente liberal, de base agraria y financiera). El MNS representaba en su forma más radical y más pura lo que Mario Góngora llamó la "noción de Estado" en Chile [16].

De aquí la oposición al imperialismo plutocrático, representado desde la I Guerra Mundial por EEUU. Precisamente, muchas tendencias "modernizantes" preconizadas y aplicadas por esos años-suponían la incorporación plena de la economía nacional a la economía norteamericana (en vías de llegar a ser, lisa y llanamente, economía mundial) y la aceptación de la hegemonía de Washington en Sudamérica. En este sentido, el MNS se consideraba próximo al Apra peruano –de esa época- y a otros movimientos hispanoamericanos (a los que consideraba, también, "fascistas" con gran disgusto de los apristas).

ii) Socialismo: entendido a la manera de tantas tendencias de los años 20 y 30 ("socialismo nacional", "socialismo prusiano"): no una forma económica, sino la supeditación del yo a la comunidad. Reaparece aquí la idea de Comunidad, de Pueblo, concebido como un todo orgánico, sentido místicamente, por oposición a la mera "sociedad", suma de individuos sin más lazos entre sí que los extrínsecos y mecánicos [17]. Esto, sin perjuicio de las proposiciones que se pueden considerar "socialistas" en el sentido corriente de la expresión: nacionalización de las compañías extranjeras explotadoras del cobre, salitre y el hierro; división del latifundio, socialización de ía banca... Pero obsérvese que aquí se trataba de fortalecer la soberanía dei Estado sobre las riquezas esenciales y frente al mundo de las finanzas; o de promover una clase de pequeños propietarios campesinos, como parte del regreso al "seno materno del paisaje": en general, no son los supuestos del socialismo corriente, marxista.

Socialismo etico, el socialismo nacista era, fundamentalmente, una gran empresa educadora: había que socializar al pueblo, a empresarios y trabajadores, a las clases medias, a los estudiantes. El Servicio del Trabajo desempeñaba aquí un papel básico; y "hombres, antes que programas", era la expresión del ideal. Como para la Guardia de Hierro,  también  aquí  la   reforma   del hombre era la piedra angular, si bien de forma implícita y más vaga.

iii) El estilo: "hombres, antes que programas" y la llamada "chilenos, a la acción", representan el "estilo nacista". Era el ethos de la acción directa, de la energía y dinamismo juveniles, y una nueva forma de movilización política. Los himnos, los uniformes y la ordenación militarizada, si bien no exclusivos del MNS, iban en el mismo sentido. No en vano un notorio representante de la clase política chilena pudo comparar al nacismo a alguna de las grandes herejías medievales y hablar de "posesión" por una idea, en lugar del "tener" una idea de modo racionalista e intelectual [18]. Nada podría distinguir más al MNS de los partidos históricos, o aun de los partidos "nuevos" surgidos en esos años: el PS, el PC y la Falange (luego, PDC), herederos todos del racionalismo decimonónico y, en lo político, integrados en definitiva al establishment parlamentario y a su estilo.

Aquí es donde se acaban las comparaciones al interior de una misma generación, de las que hemos partido: las reivindicaciones sociales de los jóvenes católicos suenan a efusión sentimental o a pura posición intelectual, sin que hubiese voluntad de romper con el sistema imperante ni, menos, de pagar con la propia persona. La ambigüedad política de la Falange, oscilando entre izquierda y derecha, pero en todo caso dentro del marco legalista y parlamentario, es una manifestación de lo que decimos; del mismo modo, el revolucionarismo más bien retórico y ritual de la izquierda marxista, que observaba uno de sus más lúcidos dirigentes, treinta y tantos años después[19].

No es el caso extenderse aquí sobre las limitaciones de la ideología nacista. A través de sus publicaciones doctrinarias, el Movimiento podía pasar revista al pensamiento europeo mas afín y, también, el más novedoso: las distintas tendencias fascistas y nacionalsocialistas, la "Revolución Conservadora" alemana (de Spengler a Möller van der Bruck), algunos autores católicos. Pero nada de esto llegó a formar parte de la "cultura política" del nacismo (ni, en general, del nacionalismo chileno).

En cambio, es necesario detenerse sobre la responsabilidad del Jefe, Jorge González von Marées. Si bien el MNS se concebía como un movimiento y una escuela que trascendía las individualidades, si reconocía de buena gana que el Jefe debía saber despersonalizar su acción, la personalidad de González resultó determinante (pero, ¿en que movimiento político, incluidos los marxistas, no es asi?). Sus cualidades personales no se niegan: "ascético fondo interior", "sobriedad y desinterés excepcionales", "oratoria brillante, didáctica", "valentía moral y física", son algunos de los atributos que le asigna uno de sus antiguos seguidores. "Personalidad magnética", "brillante escritor y perceptivo analista", admiten los historiadores [20]. Pero este Jorge González parece presa de una exaltación que lo lleva al fracaso: en mayo de 1938 habla de revolución violenta; inicialmente se atribuye toda la responsabilidad del "putsch" que desemboca en el asesinato colectivo del 5 de septiembre (aunque después atribuye la culpa del fracaso al general Ibañez, que no habría cumplido su papel de levantar al Ejército)[21]. Su inclinación hacia la izquierda lo lleva a transformar el MNS en "Vanguardia Popular Socialista" (sin embargo, reconocía que era sólo un cambio de nombre) y a unirse en efímera alianza con el Frente Popular en el poder. Continúa su trayectoria nacionalista, para finalmente dar en el liberalismo y respaldar al candidato presidencial de la derecha en 1952 (contra Ibañez).

¿Cómo explicar tal conducta? "Impaciencia", se ha dicho, y también "locura"[22]. La explicación más sugerente es la de Miguel Serrano: González era un spengleriano que habría interpretado "maquiavélicamente" a Spengler, y para él la toma del poder llegó a ser lo substancial [23]. Como se sabe, Spengler sostenía que en las fases más tardías de la vida de las culturas ya la lucha política no se libra entre doctrinas o partidos, como en el siglo XIX, sino entre caudillos. En Años de Decisión formula críticas al partido fascista y al NSDAP, en cuanto partidos, mientras alaba a Mussolini. El lema nacista "hombres, antes que programas" podía interpretarse en el sentido de que el "hombre providencial” lo era todo. González pudo llegar a pensar que era independiente de su propio movimiento, mero instrumento éste en manos del "César".

En verdad, muchos de los militantes del MNS acompañaron a González en peregrinaciones igualmente curiosas: a través del agrario-laborismo (que sí pudo constituir un vehículo político nacionalista), o directamente, en algunos casos, pasaron a casi todos los partidos políticos chilenos, en especial a la Democracia Cristiana. Y, lo más curioso, muchas veces reconociendo orgullosamente su pasado, aunque, eso sí, congelado en un recuerdo romántico y despolitizado.

¿Que queda del Nacismo?

En el párrafo inmediatamente anterior está, en parte, la respuesta: un recuerdo romántico y despolitizado, que se traduce en un ritual repetido por los antiguos militantes –o mejor, por quienes han tomado su representación- cada 5 de septiembre.  Entonces comparecen algunos, devenidos exponentes de ese mundo que el MNS combatió, junto a otros que se han mantenido "en la línea" pero a veces con mas nostalgia y "fe de carbonero" que real sentido de militancia política.

Por otra parte, el símbolo del 5 de septiembre ha sido asumido por las sucesivas generaciones nacionalistas, con variada intensidad. Especialmente, hoy, los que han dado en llamarse "nacional-revolucionarios" quieren recogerlo como símbolo de lucha activa contra el sistema burgués. No se trata de repetir ese pasado, sostienen ellos, sino de desarrollar algunas ideas contenidas como germen en el nacismo: sólo así el "¡chilenos, a la acción!" puede resonar revolucionaria y vivificadoramente.

De aqui la oposición entre "viejos" y "nuevos"; el año pasado* los observadores pudieron presenciar dos ceremonias diferentes en el Cementerio General, en días distintos: una, en que el recuerdo de las víctimas del Seguro Obrero se asociaba al homenaje a Rudolf Hess –recientemente fallecido entonces-, concibiendo su íntima solidaridad, por sobre diversidades locales y temporales; se veía alli juventud y espíritu militante (aunque, justo es decirlo, con mucha fanfarria y decorado "de época"; los "nacional-revolucionarios" tienen compañeros de ruta nostálgicos de otro pasado). La otra, la ceremonia de los "viejos", pobre en asistencia y más bien mortecina; allí se puso énfasis en el carácter "criollo" y democrático (!) del MNS. Sin duda este año, en la celebración del cincuentenario se harán presentes de nuevo estas contradicciones.

 En suma, en la interpretación del MNS caben dos "lecturas": una lectura histórica y una lectura militante. Para la primera, se trata de comprender lo que realmente fue ese movimiento, en su contexto propio, con sus características y limitaciones; guste o no, sin que la verdad histórica pueda ser desvirtuada por las conveniencias del presente.


Por la lectura militante, en cambio, se busca en el nacismo puntos de referencia en una lucha política e ideológica actual, hitos en un camino, fundamentos de una tradición, exempla, arquetipos... Nada de nostalgia, sino reactualización permanente de los gestos ejemplares; en último término, importa ser dignos de los "mayores". Y aquí la lectura militante se hace simbólica, y las distancias temporales, como las espaciales, no cuentan: los arquetipos trascienden la historia.

[1] M. Góngora: "Libertad política y concepto económico de gobierno hacia 1915-1935", en revista Historia N° 20 (1985), Santiago, pp.38 y ss.
[2] G. Vial: "El pensamiento social de Jaime Eyzaguirre", en revista Dimensión Histórica de Chile N° 3 (1986), Santiago.p. 138.
[3] Debe recordarse que el partido socialista nace (1933) de un movimiento militar (que llegó a proclamar la "República Socialista" el año anterior), y muy influido por el indoamericanismo de Haya de la Torre
[4] Góngora, ibidem. Respecto de la Falange Nacional hay que observar que experimenta, como PDC, un crecimiento vertical luego de fusionarse con el antiguo "agrario-laborismo", surgido del Partido Agrario (corporativista y representativo de algunos sectores de empresarios agrícolas), enriquecido con el aporte de viejos nacistas y de los nacionalistas de Guillermo Izquierdo Araya, y beneficiado pasajeramente con el carisma del general Ibañez, "hombre providencial" por cierto bien ajeno a las inquietudes intelectuales de los jóvenes social cristianos.
[5] Es verdad que, a la postre, el MNS llegó a rechazar la identificación con el fascismo y cambio su nombre por "Vanguardia Popular Socialista". Pero ello no significa mucho, ya que un movimiento tenido por auténticamente fascista, la Falange Española, también declaró en un momento dado no serlo (en circunstancias de que el fascismo estaba de moda y aún no había sido desacreditado): José Antonio Primo de Rivera, ante el congreso fascista internacional de Montreux, fines de 1936. Seguramente, en el caso español como en el chileno, se hubiera podido esperar interesantes maduraciones.
[6] Stanley Payne: El Fascismo, Alianza Editorial, Madrid, 1986, p.10; Stuart Woolf: II Fascismo in Europa, Laterza, Barí, 1968, respectivamente.
[7] Radicalismo de centro: Seymour Lipset, El Hombre  político, Bs Aires, 2a. ed.,1968,cap. 5.
[8] Ernst Nolte: El fascismo en su época, Ed. Península, Barcelona, 1967, pp. 37 y 487 y ss.
[9] George L Mosse: "E. Nolte on three faces of Fascism", en Journal of History of the Ideas, Dec. 1966, v. XXVII, No. 4, p. 263.
[10] E. Weber: Varieties of Fascism, New Jersey, 1964, pp. 139, 24-29, 38-40, 40-42
[11] Payne, op.cit., p. 23.
[12] Renzo De Felice: Entrevista sobre el fascismo, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1979, p. 102.
[13] Op.cit., p. 178-179.
[14] Francis L. Carsten: La Ascensión de Fascismo, Seix Barral, Barcelona, 1971, p. 319.
[15] Op.cit., p. 209
[16] Cf. Góngora: Ensayo histórico sobre la noción de Estado er Chile en los siglos XIX y XX, Ed. La Ciudad, Santiago,
1980.
[17] Gemeinschaft (comunidad) y Gesellschaft (sociedad), en 1a terminología de Ferdinand Tönnies (Comunidad y Sociedad, Bs Aires, 1942)
[18] E. Frei/A. Edwards: Historia de los partida políticos chilenos, Ed. del Pacífico, Santiago. 1949, pp. 240-41.
[19] Raúl Ampuero: La izquierda en punto muerto, Ed. Orbe, Santiago 1969. Como una excepción a lo dicho, entre los que salieron de aquella juventud católica puede mencionarse al sindicalista Clotario Blest.
[20] Respectivamente: Sergio Recabarren, Mensaje Vigente, Santiago, 1964 ,p. 101-102; Fernando Silva, Historia de Chile, Ed. Universitaria, Santiago,1974, t. IV,p. 936; Frederick Pike, Chile and the United States 1880-1962, University of Notre Dame, 1963 p.206.
[21] Cf. el diario nacista Trabajo del 5 de Septiembre de 1939. Ver también los "Cuadernos Históricos" de la revista Qué Pasa, Santiago, Nos. 116-121, Julio-Agosto 1973.
[22] Recabarren, ibidem. Carlos Keller, segundo hombre y doctrinario del nacismo, sostenía la tesis de la locura, alusivamente en su novela La Locura de Juan Bernales (1949), pero directamente en la reedición de la misma (Ed. Jerónimo de Vivar, San Felipe, 1974).
[23] Miguel Serrano, en un coloquio del Centro de Estudios por una Alternativa Iberoamericana, de Santiago, en seprtiembre de 1980.

*(1987, NdlR.)

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