martes, 26 de marzo de 2013

El Socialismo Heroico de Georges Sorel




George Sorel y Sindicalismo Revolucionario. PRESENTE.




Por Jacques de Mahieu


Egresado de la Escuela Politécnica, en la cual se forman, en Francia, los ingenieros civiles y militares del más alto nivel,) e ingeniero de los Ponts et .Chaussées ( Vialidad”) Georges Sorel es un desconocido, salvo para los escasos lectores de revistas filosóficas a las cuales había dado artículos de poca trascendencia, cuando, en 1892, renuncia a su cargo para dedicarse al análisis del socialismo e Colabora entonces, hasta su muerte, (1922) en varias revistas francesas, italianas y alemanas, recopilando sus artículos en libros entre los cuales se destacan, por su importancia, Las Ilusiones del progreso y Las Reflexiones sobre la Violencia, ambos publicados en 1906. Escribe un francés pésimo, cuyas incorrecciones no siempre pudieron corregirse en la presente traducción, con una puntuación estrafalaria que sí se rectificó. Pero lo que nos importa no es el aspecto literario de su obra, sino las ideas que ésta contiene.

Sorel ya ha recibido la influencia de Proudhon' cuando, en 1892, descubre el marxismo del que jamás renegará. Pero muy pronto se da cuenta que la sistematización del pensamiento del maestro por discípulos abusivos no responde a la realidad de la evolución histórica y que el mismo Marx se había equivocado, no sólo en Sus previsiones, sino también en la elaboración de lo que consideraba como las leyes del dinamismo social. El marxismo, pues, no es más que el punto de partida de un análisis que lo lleva, a lo largo de treinta años, a poner en tela de juicio las bases mismas del socialismo "científico".

La teoria marxista de las clases, es en primer lugar para Sorel Una “abstraccíon”, una “simplificación• La historia no se reduce a una pugna entre dos clases, sino que defiende el dinamismo cambiante de una multiplicidad de conjuntos sociales. Es cierto que la conquista del Estado por la burguesia, en 1789, ha suscitado, a lo largo del sglo XIX, un antagonismo preponderante entre ésta y el proletariado. Pero se trata de un proceso momentáneo. Las llamadas clases medias, en particular, muy lejos de desaparecer, como lo había anunciado Marx, ejercen una influencia creciente sobre la evolución social. Por otro lado, El materialismo, según el cual, dicha evolución procede exclusivamente de factores económicos, sólo es válido, y hasta cierto punto, para la sociedad capitalista que Marx estaba observando y que había nacido afuera, medio siglo antes del Manifiesto Comunista. Tratar de interpretar el pasado y de prever el porvenir en función de constantes inducidas de una situación, temporal es idealismo puro, heredado de la filosofía de Hegel.

Por fin, el determinismo histórico, según el cual la revolución socialista sería fatal, está en contradicción con la misma naturaleza humana y, para peor, con las necesidades de la acción. En resumidas cuentas, el marxismo no es una "religión revelada" : es preciso revisarlo profundamente para que pueda dar cuenta de la realidad social.

En el momento en que Sorel inicia su crítica del "marxismo de los marxistas “para reivindicar un mítico "marxismo de Marx” estalla, en Francia, el affaire Dreyfus: el enjuiciamiento y condenación de un oficial judío del ejército por alta traición. Independientemente de la culpabilidad o inocencia del hombre, el país se divide en dos bandos' por un lado, los nacionalistas antisemitas que respaldan un ejército tradicionalista y, en gran parte, legitimista (no olvidemos que sólo veinte años antes, el conde de Chambord, jefe de la rama mayor de los Borbones, había estado a punto de ascender al trono con el nombre de Enrique V); por otro, la burguesía liberal orleanista, los francmasones, los socialistas y, por supuesto, los judíos. Llevado por sus tendencias anarquistas y por su anticlericalismo, Sorel se une a la coalición dreyfusista. Esta no se apoya en infraestructura económica alguna; las clases sociales están divididas y sus fracciones, asociadas con elementos que, según Marx, hubieran debido ser sus antagonistas. 

Los socialistas parlamentarios, liderados por Jean Jaures, proclaman, la unión en la democracia por ella se llegará al socialismo mediante ' reformas graduales concedidas por, la Burguesía liberal. Sorel vacila. El reformismo de juares durante algún tiempo coincide coincide con el de Bernstein y de Kautsky', quienes, en Alemania, están desarrollando una crítica del "marxismo vulgar" muy semejante a la suya. Rápidamente, sin embargo, se da cuenta del engaño por lo que buscan los reformistas no es la revolución por medios legales, sino la mediatización de la clase obrera mediante concesiones, por la burguesía capitalista, de mejoras materiales, vale decir la absorción del proletariado en el sistema. Lo que le abre los ojos es que la minoría activa de los trabajadores, agrupada en las Bolsas del Trabajo, no entran en este juego muchos de sus integrantes son antidreyfusistas; Todos, antidemocráticos. Hasta el punto que, el primero de mayo de 1900 Perlloutier dirigente máximo de las bolsas llega hasta colgar el Busto de Marianne, símbolo de la República, en la ventana de la sede de París. Para los sindicalistas revolucionarios, el enemigo primordial es la democracia.

Ya de vuelta de la "unión dreyfusista”, del jauresismo que lo asquea¡ y del reformismo de Bernstein, Sorel se encuentra entonces, por su antidemocratismo, muy cerca de los nacionalistas de la Acción Francesa' cuyo jefe y maestro, Charles Maurras, veía en el capitalismo la cara de la democracia y no había vacilado en escribir, en su Enquete sur le monarchie; "La antropofagia aparece a las mentes superficiales: como un carácter peculiar de algunas hordas, tan lejanas como salvajes, y que decrece cada día más. Qué ceguera! La antropofagia no decrece ni desaparece sino que se transforma. Ya comemos carne humana, comemos trabajo humano". Y también, en la misma obra de 1909 una nueva escuela, representada por Georges Sorel y Hubert Lagardelle ha hecho perfectamente sentir la oposición que existe entre el régimen sindicalista, basado en un interés social común, y el régimen democrático, fundado en derecho en la voluntad o la opinión del .

Individuo”. No es de extrañar, en estas condiciones, que la Acción Francesa y la Nueva Escuela lleguen a programar con iniciativa de Sorel una revista común, Cité Francaise”, cuyo manifiesto• proclama: "La democracia confunde las clases… Es preciso, pues, organizar las clases al margen de la democracia, a pesar de la democracia y contra ella”. Esta revista nunca salió. Fue remplazada por L’Independance, nacionalista y socialista, en la cual Sorel colabora durante dos años -1911- 1912- de su publicación. Pero, ya en 1910, aparece en el diario de Maurras, L’Action Francaise, un artículo con su firma. Discípulos de ambos fundan, en 1911, EL Círculo Proudhon. La guerra del 14 interrumpe una colaboración que hubiera podido modificar, en Francia, el curso de los acontecimientos. En 1911, Sorel se entusiasma por el bolchevismo. Ve en la Repú¬blica de los Soviets la realización de su proyecto de, sociedad sin Estado y de manejo de las fábricas por los trabajadores. No tiene tiempo de desengañarse fallece antes de que se imponga en Rusia el socialismo de Estado que tanto odiaba Pero, en sus últimos meses de vida, sigue atentamente la ac¬ción de Mussolini que, socializando a los nacionalistas y nacionalizando a los socialistas, estructura un movimiento que, pronto, va a liberar El Estado y el Proletariado del yugo burgués Ignoramos cuál hubiera sido su actitud ante el fascismo. Pero sí sabemos que su discípulo predilecto, Hubert Lagardelle, fue uno de los asesores del Duce antes de convertirse en el ministro de Trabajo del mariscal Petain.

La obra de Sorel es la expresi6n de la larga búsqueda que lo lleva del democratismo dreyfusiano a una concepción del socialismo que llamamos, en nuestro ensayo Maurras y Sorel., la fase del humanismo heroico. Tomando de Proudhon su visión de la sociedad orgánica como creaci6n de los mismos productores y de Marx su tesis de la evolución dialéctica, pero sin el finalismo mesiánico ni el materialismo, Sorel, por otro lado fuertemente influido por el intuicionismo bergsoniano, trató de realizar una síntesis original de esas doctrinas tan desemejantes. No lo hizo mediante una elaboración sistemática sino por saltos provocados por acontecimientos temporales. No es de extrañar, pues, que se encuentre en sus escritos, además de una redacción desprolija, cierta incoherencia que proviene de resabios de opiniones abandonadas y de previsiones falladas. De ahí la necesidad de extraer de su obra, y en especial de sus Reflexiones sobre la violencia-, las aportaciones positivas que se le deben.

La primera es su concepción del productor. El obrero no es una máquina y su papel social no se reduce al gesto más o menos automático exigido por su trabajo. El proletario, en cuanto proletario, es un hombre, con sus pensamientos y sus pasiones, un hombre viviente y no un 'instrumento para producir y hacer la revolución. Este hombre se encuentra disminuido por el sistema capitalista que le niega su condición humana y por el socialismo democrático, que lo considera exclusivamente como un elector que hay que ganar, inclusive engañándolo. La lucha no es una penosa necesidad impuesta a la clase obrera, sino, por lo contrario, el factor esencial de su rehabilitación humana. El sindicalista revolucionario de Sorel no es el casi autómata del marxismo vulgar, empujado a la acción por la fatalidad de la evolución social, sino un héroe que se realiza en la lucha violenta. El proletariado no es una masa de maniobra, una “carne de cañón" en manos de un Estado Mayor partidista de pequeños burgueses o de un "faraón', sino una sociedad de productores que se alza a la altura de un nuevo patriciado, como decía Proudhon, Su unanimidad heroica romperá la resistencia del desorden burgués para constituir un orden libre de la producción. El éxito de la revolución proletaria no consistirá tanto en la toma del poder como en la redención de los combatientes por el combate. Pero los héroes son pocos: a una minoría militante corresponde la misión de arrastrar la masa.

La evolución social es el producto deconflicto de fuerzas humanas y la revolución, el resultado de una guerra entre hombres agrupados en dos ejércitos. El vencedor no está designado por una historia que imponga su solución a los combatientes, sino por el valor de estos últimos, creadores de la historia. Pero cómo transformar a los proletarios en combatientes, y en combatientes provistos de las más altas calidades del guerrero? Explicándoles las leyes de la economía política y el principio de la dialéctica de Hegel? Cómo hombres sencillos incapaces de tener en la mente más de una idea a la vez podrían entender doctrinas tan complejas?. Entonces”, hablándoles de sus intereses inmediatos? Pero el éxito puede lograr sino con el sacrificio de los mejores y, además, el capitalismo reformista perfectamente capaz de satisfacer, por lo menos en apariencias, las necesidades de los más exaltados. La utopía, por otro lado, no pasa de una construcción imaginaria que responde muy bien a los deseos de intelectuales analistas, pero no, en absoluto, a las exigencias de los hombres de acción. Estos se representan su lucha en forma de imágenes de batalla que aseguren el triunfo de su causa. 

Hay, por tanto, que presentarles el combate necesario y su fin, no mediante razonamientos, sino en forma de mito, de un conjunto de imágenes capaz de "evocar el bloque y por una única intuición, antes de todo análisis reflexionado, la masa de los sentimientos que corresponden a las varías manifestaciones de la guerra iniciada por el socialismo contra la sociedad moderna" Poco importa que los detalles que el análisis percibiría en el mito deban o no realizarse en la historia futura. Solo se trata de un medio de acción presente, de un motor del hombre social. ¿Qué ha quedado del Imperio napoleónico, escribe Sorel? Nada sino la epopeya del Gran Ejército. Lo que quedará del movimiento socialista actual será la epopeya de las huelgas". De ahí el mito de la huelga general, irrealizable, que constituye el incentivo de las huelgas parciales, instrumento de lucha del sindicalismo revolucionario. 

El mito social no es, para Sorel, sino un medio destinado a suscitar, en la minoría Sindicalista, una moral heroica. 
Esta no vale solamente para el ejército sindicalista, sino también para la sociedad futura. La sociedad proletaria tendrá, en efecto, para/permanecer, que ganar la batalla de la producción, batalla jamás acabada. En el taller diríamos hoy día la empresa- "sin amos, cada productor actuará por entusiasmo individual, como un verdadero artista, sin preocuparse por recibir una recompensa proporcional al trabajo efectuado. Trabajará en "un estado de espíritu épico”. La sociedad proletaria nacerá, no de la realización de, un plan, necesariamente utópico, sino de la evolución normal de los• sindicatos obreros por efecto del mito heroico de la huelga general. Será, por consiguiente, una unión de sindicatos, como el sindicato será, después de la eliminación del capitalismo, una unión de empresas. La influencia del federalismo anarquista sobre el pensamiento de Sorel es aquí evidente, como lo es también en lo que atañe a la negación del Estado Socialista, que no sería sino el amo monopólico de los medios de producción. Sorel no vio que el socialismo de Estado no es la consecuencia necesaria de la conquista del Estado burgués por las fuerzas revolucionarias ni que es posible concebir un Estado otra vez libre como el federador de las comunidades de producción. Ahora bien: la teoría de una sociedad sin órgano rector -de una federación sin federador- es el tipo por excelencia de la utopía.

El sindicalismo revolucionario no concretó las esperanzas que Sorel había depositado en él. Fue copado por dirigentes reformistas a las órdenes de partidos socialdemócratas y por comunistas que sólo respondían a los intereses cambiantes de la Unión Soviética en la cual se había implantado el socialismo de Estado tan temido. La minoría de los combatientes "homéricos de la "epopeya de las huelgas fueron sustituidos, en el mundo Pluto democrático, por profesionales del regateo y, en el mundo" socialista, por policías trabajo. Sin embargo, su teoría del mito social fue retomada por movimientos revolucionarios que Sorel, antes de la primera guerra mundial, había contribuido a suscitar. La fusión de las minorías heroicas del nacionalismo y del Socialismo se realizó, en Europa y en Sudamérica, bajo el influjo de los mitos del Imperio, del suelo y la sangre, de la tercera posición. Esos movimientos fueron aplastados por las fuerzas aliadas de la democracia y el comunismo. La historia venidera nos dirá si el heroísmo revolucionario murió con ellos.

El Error de la "Raza Pura"





Por Jacques de Mahieu


Hemos considerado hasta ahora el conjunto racial como conglomerado estático de individuos. Corresponde, para poder contestar la pregunta anterior, examinarlo en su aspecto evolutivo. ¿Cuándo decimos que un ovejero alemán es de raza pura? No cuando alcanza la perfección teórica del tipo, sino cuando es nacido de padres no mestizados. 

Remontándonos así generación tras generación, llegaremos al origen de la raza, vale decir al momento en que, por mutación o de cualquier otro modo, una camada de ovejeros alemanes nació de padres que no eran tales. Podríamos remontarnos así, de raza en especie y de especie en género, hasta la pequeña masa de proteínas que, un día, se puso a vivir. Todo eso carecería de sentido. Si consideramos el origen común, la raza abarca la animalidad entera. Si fijamos arbitrariamente su principio en el instante de su última diferenciación, está fundada en una heterogeneidad originaria aunque se suponga que ninguna mestización haya intervenido desde entonces, lo que difícilmente se podrá afirmar aun en lo que atañe a las razas animales mejor y más antiguamente fiscalizadas. Esto no significa, ni mucho menos, que los datos genealógicos carezcan de interés, puesto que los caracteres comunes y la frecuencia de su aparición dimanan de ellos según un proceso que examinaremos más adelante, sino que es erróneo hacer de la pureza un criterio de existencia y, con más razón, de valía de la raza. 

En lo que concierne, a los conjuntos humanos, se necesitaría, si se admitiera su filiación a partir de una pareja primitiva, considerarlos como perteneciendo a una raza única, lo que es contrario a los hechos. Y si se considerara una multiplicidad de mutaciones originarias, tendríamos todavía que olvidarnos del factor mestización. Las definiciones teóricas que no corresponden a la realidad no sirven en biopolítica. Lo que se llama "grado de pureza" de una raza es simplemente su homogeneidad relativa, vale decir el hecho de que cada uno de sus componentes posea en mayor o menor número y grado los caracteres distintivos del conjunto en cuestión.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Sudáfrica: PAÍS BLANCO





Por el Sub-Brigadier


La República de Sudáfrica, en el extremo sur del continente africano consiste básicamente en una extensa meseta rodeada de "velder" o planicies cubiertas de verdor y algunos montes. En la Edad de Piedra recibió diversas migraciones desde el valle del primitivo Nilo, las que no pasaron jamás del estado paleolítico. 

Aunque descubiertas por portugueses en el siglo XVI, fue en l652 que los holandeses establecen en El Cabo un puerto para el avituallamiento de sus barcos. Los descendientes de estos primeros colonos constructores y creadores, blancos holandeses y alemanes, recibieron el nombre de BOERS (del holandés "boeren": cultivadores). Convertidos en ganaderos fueron adentrándose en busca de nuevos pastos y se encontraron sorpresivamente con indígenas, hotentotes y bantúes. Esto es de singular importancia pues los Blancos no sólo llevan allí más de 3 siglos sino que además se establecieron en tierras africanas deshabitadas, por lo que son tan africanos como las 20 o más tribus negras que pueblan o poblaban una porción de esta superficie, aún cuando sigan manteniendo por supuesto sus características de europeos arios.

Acertadamente el Dr. Peter Aldag nos dice que 'De la estrecha unión entre los hebreos y el Reino Unido resultan también las causas de la Guerra de los Boers', en su libro "La Dominación de los Judíos en Inglaterra". En 1806 la eterna voracidad de la pérfida Albión sojuzgó a los legítimos dueños del suelo sudafricano, los que ante múltiples atropellos y abusos optaron por emigrar pacíficamente al interior creando los estados de Transvaal y Orange, mientras que los invasores judeo-británicos se apoderaban de El Cabo y Natal, despojo legitimado en 1815 por el Congreso de Viena. 

En 1884 estos estados boers y otros más pequeños se fusionan creando la República Sudafricana. Quiso el destino que precisamente estos nuevos territorios fueran ricos en oro y diamantes, lo cual atrajo a una avalancha de aventureros y abrió nuevamente el apetito insaciable del gobierno inglés, a esas alturas ya inexorablemente bajo la sombra ominosa de los Rothschild.

Tal riqueza atrajo a muchos británicos y a un número considerable de judíos procedentes del Reino Unido y posesiones inglesas. Johannesburg, la capital del oro, llegó a tener 100.000 habitantes y rápidamente los cabarets, salas de juego, prostíbulos y garitos hicieron prosperar a sus dueños judaicos. Luego, con el apogeo de la banca internacional y el control de los bancos centrales, dominaron la vida económica del país hasta convertirse en propietarios exclusivos de las minas de oro. Por ejemplo, la firma Wernher Beit & Co. llegó a poseer 29 minas. Y todo a costa del esfuerzo y sacrificios de mineros y trabajadores, mediante la concesión o incluso imposición de créditos en condiciones usurarias. La City de Londres, y en especial los Rothschild, se apoderaron de la Bolsa, instaurándose la extraña costumbre de cerrarla los días de fiesta judíos, costumbre que con el tiempo se extendió a todas las demás actividades.

También la prensa fue poco a poco engullida y los usureros controlaron así la llamada 'opinión pública', la que igual que hoy no era más que la opinión de los propietarios de los medios de difusión, quienes dictan qué, cuándo, cuánto y especialmente cómo se informa. Pero todavía el gobierno seguía en manos Boers, quienes mantenían el control de la dinamita y de los ferrocarriles; situación enojosa para los amos económicos de la población productiva, algo que la City en Londres no estaba dispuesta a seguir tolerando pasivamente.

Asiéndose del débil pretexto de que los Boers negaban la ciudadanía a los ingleses, o por lo menos "sus plenos derechos" (léase control de la dinamita y de los ferrocarriles), añadiendo supuestos malos tratos orquestaron una gran campaña de prensa encabezada por sus órganos "The Cape Times" y "The Cape Argus", para convencer a la población de que las autoridades Boers eran responsables del clima bélico y de inseguridad que ellos mismos, judíos y británicos, habían provocado artificialmente.

Simultáneamente la prensa aparentemente boer, como el "Leader" y el "Star", se dedicó a zaherir el orgullo inglés. En fin, la prensa concertada en manos judías se concentró en predisponer a la población inglesa en Sudáfrica primero, y luego a exacerbar los ánimos en Gran Bretaña. En estas circunstancias y aferrándose descaradamente a que el gobierno boer había dejado insatisfechas una o dos de las interminables peticiones británicas es que estalló la guerra que necesitaban los Rothschild y sus asociados.

Tras algunas victorias de los sudafricanos dirigidos por Paul Krüger, éstos son finalmente derrotados por los ingleses, apertrechados desde Londres por Joseph Chamberlain y desde El Cabo por Cecil B. Rhodes, socio de Albert Beit en la formación de un imperio colonial; ambos lograron con sus típicas argucias y malas artes que el rey de los matabelés, Lobengula, les cediera derechos exclusivos sobre todos los minerales y metales hallados en su territorio y autorización para atacar a todos los que osaran buscar algo en sus tierras. 

Formaron la Cía. Británico-Sudafricana con jurisdicción sobre 450.000 millas cuadradas y que contó entre sus directores a los judíos Ernest Oppenheimer, Frederic y Emile D'Erlanger y Edmund Davis, amasando fortunas fabulosas. Es en esta guerra, que se extiende de 1899 a 1902, que estos grandes benefactores de la Humanidad inauguraron el uso de CAMPOS DE CONCENTRACIÓN encerrando a 117.000 mujeres y niños Boers, de los cuales perecieron por hambre y carencia de atención sanitaria 26.370 mujeres y niños sudafricanos arios, según las propias estadísticas británicas.

En 1909 el parlamento británico creó el Dominio de la Unión Sudafricana, el cual encubierto por el Dictado de Versalles rapiñó en 1919 la colonia Alemana de Africa del Sudoeste. En las elecciones de 1948 triunfó la Coalición Nacionalista Africana que implantó el Apartheid. Gracias a un plebiscito se independizó de la Comunidad Británica el 31 de mayo de 1961 naciendo la República de Sudáfrica. 

Es este sistema de Apartheid el que ha significado la desalmada persecución contra la joven república europea enclavada en el sur de Africa, con una población mayoritariamente negra que dista mucho de ser homogénea o siquiera unitaria, pues la veintena de tribus que la componen pasan en guerra entre sí. A pesar de ello la ONU, el Consejo Mundial de las Iglesias, la Unesco y cuanta entelequia tercermundista pergeñada por el judaismo exista, condenó el Apartheid y terminó entronizando la implantación de la obligada 'igualdad', pusilánime eufemismo para la deleznable mezcla racial, pretendiendo a la larga el sojuzgamiento de los Blancos por los negros. La calidad aplastada bajo la cantidad.

La conspiración mundial judeosionista ha conseguido ya despojar a los creadores de Sudáfrica y entregar la presidencia a un mono controlado por ellos, el que junto a su hembra cuentan con un grupo de sicarios que han cometido ya decenas de asesinatos políticos, contando con la más absoluta impunidad, garantizada por la ONU. Lo consiguieron pujando torcidamente y con tozudez contra un sistema lógico que promovía el desarrollo por separado de las diversas comunidades que conviven en la RSA: Blancos, hindúes, mestizos y negros de diferentes tribus. Cada comunidad tenía sus propias universidades, sus propios entornos, su propia administración interna, todas tuteladas por el gobierno central, elegido por los creadores europeos casi exclusivamente. Este era el ultraje supremo que las autonominadas vestales de la sacrosanta democracia igualitarista no podían tragar.

Que el país más moderno y pujante de toda Africa haya sido construido durante más de tres siglos por Blancos europeos, partiendo de la selva inhóspita, entre pantanos y bajo un clima adverso, y no con la ayuda sino contra la desidia e ineficiencia de los nativos negros, es algo que se olvida u oculta deliberadamente sin reconocerlo jamás.

Los títeres del judaismo en su afán de destruir este país africano Blanco, recurren a la abyecta mentira de que todos los portentos que muestra Sudáfrica fueron obtenidos sólo gracias a la explotación del negro. La verdad es que la alergia al trabajo de parte del negro hacía de él más un estorbo que una ayuda, y sólo se le contrataba para poder trabajar libre de la amenaza de disturbios o ataques de sus diversas tribus. Fueron en realidad los judíos quienes, para bajar sus costos, obtuvieron del gobierno de Transvaal autorización para ocupar negros en las minas, con lo que ocasionaron cesantía y graves repercusiones en la economía de los Boers.

Además, negros procedentes de Mozambique, Malawi, Botswana, Angola y otros, cruzaban ilegalmente las fronteras dando la espalda a las bendiciones de sus flamantes gobiernos democráticos rojos para vivir bajo la 'atroz tiranía racista' de Sudáfrica. Notable.

Esto no lo niegan ni los más feroces difamadores de la RSA, quienes concentran su ácido en el problema de la 'igualdad', callando que la llegada de la sacrosanta igualdad, desde El Chad hasta Mozambique y desde Angola hasta Somalía, no haya traído más que hambruna, miseria, abyección y muerte; paradojalmente trajo también desigualdad presidida por reyezuelos tribales que ungidos como 'presidentes' se asoman grotescamente a la ONU, cada vez más digna de ellos por lo demás. Lo que se persigue es la expulsión sangrienta de los europeos que crearon esos países de la nada, para que los usurpen títeres de los yanquis o de los bolcheviques, los verdaderos mandatarios, pero a su vez obedientes a la sinarquía del Nuevo Orden.

Lo justo, natural y humano es la EQUIDAD, la que definiríamos como el trato desigual a seres desiguales, pues eso somos todos: desiguales. Ayudaría algo despejar las siguientes incógnitas para entenderlo mejor:

- ¿Conocían los negros el uso de la rueda antes de la llegada del hombre Blanco?

- ¿Conocían asimismo la navegación a vela, siendo su continente una inmensa isla?


- ¿Poseían algún idioma escrito?


- ¿Tenían alguna arquitectura, más allá de la choza de follaje recubierto con excremento?


- ¿Algún código o sistema legal?


- ¿Algún tipo de vestimenta, más allá del taparrabos o las plumas del hechicero?

Para qué seguir. El negro no tiene la culpa de ser lo que es. Pero que no vengan algunos, o muchos no-negros a culpar al Blanco sudafricano, pues todo lo que éste ha hecho es elevar el nivel de vida de las tribus que se cobijaron bajo su alero de progreso y darles estándares que ya se quisieran los pobres negros de Etiopía y Haití, las dos naciones negras más antiguas de la tierra. 

Da que pensar, siempre que se cuente con esa tan poco común facultad, el hecho de que al momento de salmodiar la gastada cantinela de que 'todos los hombres somos hermanos' formen un insólito coro curas y comunistas por igual, en abigarrada y nauseabunda mescolanza.

Desde el asesinato del gran estadista Dr. Verwoerd, siguiendo con Vorster, Botha hasta el rastrero De Klerk, el sistema natural de Apartheid fue desmoronándose. Y cada gobierno bailó al son que le tocaba el multimillonario Oppenheimer, el rey de los diamantes, de acuerdo con los intereses de sus 350.000 hermanos de sangre, los que gozando de todas las ventajas del Apartheid lo corroen escupiendo canallescamente la mano que les da de comer.


Sí, definitivamente ¡Sí! No es un bantú, sino el judío Joe Slowo, el que desde Mozambique, dirigía las bandas de terroristas que descarrilaban trenes y ponían bombas en los colegios. No fue un matabelé, sino el judío griego David Pratt, quien atentó contra el Dr. Verwoerd. No fue un xhosa, sino el judío Cooper quien defendió a ese magnicida ante los tribunales. No eran bosquimanos los jefes del movimiento terrorista 'Pogo' pues se llamaban Goldreich, Goldberg, Bernstein y Finkelstein.

No cabe duda entonces QUIEN es el verdadero enemigo de Sudáfrica, en su eterno caballo de Troya. Y no es ninguna sorpresa. No es más que el único y gran enemigo de toda la Humanidad, que va gangrenándola quejumbrosamente encubierto por barricadas de oro, gobiernos corruptos y la prensa internacional. 

Para complementar esta presentación objetiva y real sobre la República de Sudáfrica reproduciremos información textual de "La Historia Ilustrada del Pueblo Judío", del rabino Nathan Ausubel, editada en 1960 en Buenos Aires: 'Saúl Solomon, el mayor, fue un antiguo colonizador de Colonia del Cabo (1806). Trató de ayudar a Napoleón para que huyese de Santa Elena pero la conspiración fue descubierta y fracasó.

A su sobrino se le conoció como el 'Disraeli de Sudáfrica'. Fue dirigente del Partido Liberal en el Parlamento de El Cabo, y rechazó varias ofertas para asumir el cargo de Primer Ministro. Sus hijos y nietos también se destacaron en la política de El Cabo. Sir Richard Solomon llegó a Fiscal del estado, sir William Henry Solomon fue presidente de la Corte Suprema de Justicia y Saul Solomon nieto, juez de la Corte Suprema. Muchos otros judíos se distinguieron en la vida pública de Sudáfrica. Sir Matthew Nathan fue gobernador de Natal (1907-1910), Max Danziger, ministro de Finanzas de Rhodesia del Sur (1941), el juez Leopold Greenberg es actualmente juez presidente del Transvaal. Otros distinguidos juristas son el juez Manfred Nathan y el juez Phillip Millin, esposo de Sara Gertrud Millin la popular novelista. Ha habido alcaldes judíos en todas las principales ciudades: Ciudad del Cabo, Johannesburgo, Durban, Pretoria,etc. También los judíos han ocupado bancas en todos los parlamentos provinciales de la Unión Sudafricana.

El descubrimiento de los campos diamantíferos en 1871, seguido entre 1875 y 1885 por el de los yacimientos de oro en el Transvaal, provocó un nuevo flujo de inmigantes judíos desde Lituania, Galitzia y Polonia'.

Estas y otras aseveraciones del distinguido rabino confirman plenamente lo aseverado respecto del control judío del poder y la fortísima atracción que sobre ellos ejercieron el oro y los diamantes. También vemos que como jueces, parlamentarios y alcaldes tuvieron el poder para terminar con el supuestamente odioso sistema de Apartheid, pero jamás lo hicieron, sino que se aprovecharon de todas sus ventajas al tiempo que su prensa bastarda se desgañitaba denunciándolo y atacándolo. Todo esto en el más estricto seguimiento de las precisas instrucciones contenidas en el tan poco conocido texto de 'LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION'

martes, 19 de marzo de 2013

Genocidio Blanco en Sudáfrica



Por David Duke

El Genocidio Invisible en Sudáfrica: Los granjeros lanzan un SOS al mundo ante los ataques de la población negra





Alberto Granados Garmendia.- Henk van de Graaf, vicepresidente de la Unión de Agricultores de Transvaal (Sudáfrica), ha lanzado un SOS al mundo frente a los ataques planeados por motivos políticos y raciales contra los afrikáners y que cuentan con el silencio cómplice de los organismos internacionales.

Más de tres mil granjeros eurodescendientes (conocidos como “Boer”) han sido asesinados y varios miles más han sufrido ataques raciales, según informó Graaf, quien ha pedido que se investiguen estos horrendos crímenes, como los cometidos contra un matrimonio y su hija de tres años, que fueron torturados hasta la muerte.

El partido gobernante en Sudáfrica es el ANC (Congreso Nacional Africano), cuyo líder popularizó en su juventud las consignas “matar a un Boer, matar a un granjero” o “Un Boer, una bala”.

“Cuando los campesinos llaman a la policía para denunciar algún intento de ataque, ésta se niega a acudir bajo cualquier excusa, como que no tienen combustible”, dijo.

También denunció que durante la Copa del Mundo en Sudáfrica (cuando el Gobierno sudafricano estaba preocupado por su imagen), los asesinatos se detuvieron milagrosamente, pero solo de forma temporal.

El número de población eurodescendiente se ha reducido a la mitad en lo que puede calificarse como una auténtica limpieza étnica. Las propiedades de los blancos se han reducido un 33% al serles confiscadas sus tierras para entregárselas a la población negra. En la actualidad esas tierras han dejado de ser productivas.

La ironía es que Sudáfrica tenía excedencia de producción hasta hace una década, pero la producción de alimentos empezó a decaer conforme las tierras les eran confiscadas a los blancos, y ahora es insuficiente.

Los medios de comunicación internacionales también son conniventes con este genocidio, pues se niegan a escribir sobre la verdadera historia de Sudáfrica después del Apartheid, silenciando las atrocidades cometidas contra la población blanca.

Un informe del parlamento europeo, sobre países emergentes, describe la situación en los siguientes términos: “Sudáfrica tiene un historial de transición exitosa y pacífica a la democracia y hacia un Gobierno idóneo, donde se fomenta la integración económica regional y se apoyo la reconciliación nacional…”.



FUENTE: http://www.alertadigital.com/

Hacia una Ciencia del Hombre




Por Alexis Carrel


En suma, las ciencias de la materia han hecho inmensos progresos, mientras que las de los seres vivientes han permanecido en estado rudimentario. El retardo de la biología es atribuido a las condiciones de existencia de nuestros antepasados, a la complejidad de los fenómenos de la vida y a la naturaleza misma de nuestro espíritu que se complace en las construcciones mecánicas y las abstracciones matemáticas. Las aplicaciones de los descubrimientos científicos han transformado nuestro mundo material y mental. Estas transformaciones han tenido sobre nosotros una influencia profunda y sus efectos nefastos provienen de que han sido hechas sin consideración hacia nosotros. Y es la ignorancia sobre nosotros mismos, lo que ha dado a la mecánica, a la física y a la química, el poder de modificar, al azar, las formas antiguas de la vida.

El hombre debería ser la medida de todo. En realidad, es un extranjero en el mundo que ha creado. No ha sabido organizar este mundo para él porque no poseía un conocimiento positivo de su propia naturaleza. El avance enorme de las ciencias inanimadas sobre las ciencias de los seres vivientes es uno de los sucesos más trágicos de la historia de la humanidad. El medio construido por nuestra inteligencia y nuestras invenciones no se ajusta ni a nuestro tamaño ni a nuestra forma. No nos queda bien. Somos desgraciados. Degeneramos moral y mentalmente. Y son precisamente los grupos y las naciones en que la civilización industrial ha alcanzado su apogeo los que se debilitan más. Es allí donde el retorno a la barbarie es más rápido. Permanecen sin defensa ante el medio adverso que les ha proporcionado la ciencia. En verdad, nuestra civilización como las que la han precedido, ha creado condiciones que, por razones que no conocemos exactamente, hacen que la vida misma se torne imposible. La inquietud y las desgracias de la Ciudad Nueva provienen de sus instituciones políticas, económicas y sociales, pero, sobre todo, de su propia decadencia. Son víctimas del retardo de las ciencias de la vida sobre las de la materia.

Solamente un conocimiento mucho más profundo de nosotros mismos puede aportar un remedio a este mal. Gracias a ello veremos por qué mecanismos la existencia moderna afecta nuestra conciencia y nuestro cuerpo. Sabremos cómo adaptarnos a este medio, cómo defendernos, y también cómo reemplazarlo, en caso de que una revolución dentro del mismo se hiciera indispensable. Mostrándonos a nosotros mismos lo que somos, nuestras potencias y la manera de actualizar con ellas, este conocimiento nos dará la explicación de nuestra debilidad fisiológica, de nuestras enfermedades morales e intelectuales. Y sólo él puede revelarnos las leyes inexorables en las cuales están encerradas nuestras actividades orgánicas y espirituales, hacernos distinguir lo prohibido de lo permitido y enseñarnos que no somos libres para modificar, según nuestra fantasía, ya sea nuestro medio, ya sea a nosotros mismos. En verdad, desde que las condiciones naturales de la existencia han sido suprimidas por la civilización moderna, la ciencia del hombre ha llegado a ser la más necesaria de todas las ciencias.

lunes, 18 de marzo de 2013

La Reconstrucción del Hombre





Por Alexis Carrel


Ha llegado el momento de comenzar la obra de nuestra renovación. Sin embargo, no estableceremos el programa porque hacerlo ahogaría la realidad viviente en una armadura rígida, impediría la aparición de lo imprevisible y fijaría el porvenir en los límites de nuestro espíritu.

Es preciso que nos levantemos y que nos pongamos en camino, que nos libertemos de la tecnología ciega y que realicemos, en su complejidad y su riqueza, todas nuestras virtualidades. Las ciencias de la vida nos han mostrado cual es nuestro fin y han puesto a nuestra disposición los medios de alcanzarlo. Estamos sumergidos, sin embargo, en el mundo que las ciencias de la materia inerte han construido sin respetar las leyes de nuestra naturaleza. En un mundo al que no podemos adaptarnos porque, nacido de un error de nuestra razón y del desconocimiento de nosotros mismos, no está hecho para nosotros. Nos rebelaremos, pues, contra él. Transformaremos sus valores y le daremos un orden con relación a nosotros. La ciencia nos permite hoy desenvolver todas las potencialidades escondidas en nosotros al mismo tiempo que nos deja conocer los mecanismos secretos de nuestras actividades fisiológicas y mentales y las causas de nuestra debilidad. Con saber que hemos violado las leyes naturales sabemos por qué somos castigados y la razón de que estemos perdidos en la oscuridad; pero comenzamos, al mismo tiempo, a distinguir a través de las nieblas de la aurora, la ruta de nuestra salvación.

Por la primera vez en la historia del mundo, una civilización llegada al comienzo de su decadencia, puede discernir las causas de su mal. Puede que sepa servirse de este conocimiento y evitar, gracias a la fuerza maravillosa de la ciencia, el destino común a todos los grandes pueblos del pasado... 

Es necesario que desde este momento iniciemos nuestra marcha por la vía nueva.

viernes, 15 de marzo de 2013

Capitalismo de Estado a todo tren





Por el Emboscado


En 2007-2008 estalló la crisis financiera mundial con gravísimas consecuencias de índole social, económica, política y militar entre otras. En esas fechas el capitalismo se desplomó completamente con la quiebra, y en algunos casos desaparición, de infinidad de bancos y grandes empresas. Sin embargo, fueron los Estados los que salieron al rescate del capitalismo al reflotarlo con multimillonarias inyecciones de dinero en forma de préstamos, subvenciones, avales, etc…, que fueron directamente a parar a las grandes empresas y bancos afectados. En la práctica la economía fue estatizada en su mayor parte a través de sucesivas nacionalizaciones, y por medio de un creciente intervencionismo económico de las diferentes empresas y agencias reguladoras estatales, lo que en la práctica significó la transición hacia un capitalismo de Estado.

El rescate económico y financiero del capitalismo por los Estados dejó boquiabiertos a muchos que no llegaban a comprender, y mucho menos a explicar coherentemente, dentro de sus averiados esquemas políticos e ideológicos por qué el Estado, con todos sus recursos, reflotaba a empresas y bancos que estaban en la quiebra. Las razones son muy obvias, a pesar de que toda la propaganda se empeña en presentar los hechos de forma tergiversada. El sistema económico capitalista es tremendamente funcional para los intereses estratégicos del Estado al proveerle de ingentes ingresos vía impuestos, pues toda la actividad económica que genera a través de la plusvalía, el comercio y la monetización del conjunto de las relaciones sociales constituyen la base económica que provee al Estado de los recursos para costear sus instrumentos de dominación, y con ello poder competir con otros Estados por mayores cotas de poder en la esfera internacional. Prueba de esto es que un tercio de los beneficios de las grandes corporaciones van a las arcas del Estado, lo que explica que le interese que las empresas tengan las mayores ganancias posibles. Asimismo, en el caso concreto de España nos encontramos con que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria desencadenó una fortísima caída en los ingresos del Estado, pues la actividad económica que producía este sector al que estaban vinculados, a su vez, otros sectores auxiliares proveía de importantes ingresos al ente estatal. El capitalismo lejos de debilitar al Estado lo refuerza económica y financieramente, de tal forma que el Estado se sirve del capitalismo para conseguir sus propios intereses.

La hipertrofia estatal es un hecho desde el momento en el que el Estado español constituye la mayor corporación con más de 3 millones de asalariados a su cargo, lo que supone casi el 20% de la población activa. Pero esta hipertrofia se ve agravada por el hecho de que el sector estatal es por definición improductivo y despilfarrador de recursos, lo que exige nuevos y mayores impuestos para su mantenimiento. Debido a esto el Estado, vía impuestos directos e indirectos, acapara el 45% del PIB, más que ninguna otra empresa, lo que nos da una imagen muy clara acerca de dónde reside realmente el poder económico. Por otro lado es importante destacar que, al menos en el caso del Estado español, la mayor parte de sus ingresos provienen de las cotizaciones realizadas por los trabajadores a la Seguridad Social, de la que recauda unos ingresos que constituyen el 47% de sus presupuestos. Esto es lo que explica que el Estado esté tan interesado en reimpulsar el capitalismo mediante inyecciones de dinero a gran escala en empresas y bancos, pues el Estado se queda en torno a un 40% del total del sueldo bruto de cada trabajador. Así, cuanta mayor sea la actividad económica dentro de un sistema en el que su principio rector es la búsqueda del máximo beneficio particular, mayores serán los ingresos del Estado derivados de las plusvalías de los trabajadores, de los beneficios de las empresas y del trasiego de mercancías que produce el propio comercio.

Además de todo lo anterior hay que apuntar que los mercados, tras un período de liberalización, demostraron ser irracionales, lo que exigió la consiguiente intervención estatal para restablecer el capitalismo que ya en 2008 se había desmoronado. En este sentido es muy significativa la siguiente declaración de la que fuera vicepresidenta del gobierno del PSOE Mª Teresa Fernández de la Vega: “la mano invisible del mercado necesita la mano visible del Estado”. Esto viene a probar una vez más que no es posible un capitalismo sin subsidios y sin asistencia estatal, pues como los hechos han demostrado el Estado es mucho más estable al disponer de muchísimos más recursos que cualquier multinacional que, como hemos visto, son débiles y susceptibles de ser barridas por alguno de los ciclos del capitalismo. Sin subvenciones, sin determinadas regulaciones fiscales, en definitiva, sin la acción ordenadora, en tanto que reguladora, y directora del Estado en la economía el capitalismo no es viable, como tampoco la empresa capitalista. Son ilustrativas las partidas presupuestarias anuales destinadas a subvencionar la empresa privada con fondos estatales, y que todos los años se ven reflejadas en el BOE y en los demás boletines oficiales de las comunidades autónomas, lo que expresa con meridiana claridad no sólo los intereses estratégicos del Estado en el ámbito económico para su control y dirección, sino el simple y mero hecho de que la mayoría de esas empresas receptoras de subsidios no serían viables sin ellos.

En cuanto el funcionamiento contradictorio del capitalismo pone en peligro el sistema económico y social que le es inherente, y con ello deja de servir a los intereses estratégicos del Estado, es cuando este último interviene directamente, tal y como hemos observado los últimos años, con la ampliación de su poder a escala colosal en el conjunto de la economía a través de sucesivas nacionalizaciones de empresas y bancos, por medio de nuevas leyes, normas y reglamentos reguladores, así como diferentes protocolos de supervisión y control de las multinacionales y entidades financieras. Pero esta hiperextensión del Estado tiene una factura muy grande que se la pasa a los ciudadanos mediante nuevos y mayores impuestos, al mismo tiempo que se llevan a cabo recortes en los presupuestos y reformas laborales que devalúan la mano de obra.

La socialdemocracia y la izquierda subvencionada sostienen un discurso político totalmente irrealista al abogar por un incremento de los impuestos sobre las empresas y bancos, todos o la inmensa mayoría de ellos en quiebra de no ser por la ayuda estatal. Naturalmente este tipo de propuestas se inscriben en el contexto ideológico de quienes consideran que el Estado, este Estado capitalista, desempeña una función salvífica como redentor de la sociedad frente a las empresas, los bancos y en general el Capital. Todo ello parte de la ingenua, y por lo demás falsa, idea de que el Estado, de manera completamente altruista, renuncia a sus propios intereses para salvaguardar los del conjunto de la sociedad, lo cual es posible, siempre según ellos, mediante otro tipo de gestión de sus instituciones que anteponga esos intereses frente a los del gran Capital.

Pero la realidad es muy tozuda al negar todo lo anterior en la medida en que el Estado es un ente político anterior al capitalismo, que se sirve a sí mismo antes que nada tal y como históricamente queda demostrado en su obrar. De esta manera es imposible otra gestión distinta de la que los sucesivos gobiernos de derechas e izquierdas vienen realizando en el contexto general de la crisis, y prueba de ello es que en Andalucía la izquierda gobernante está aplicando recortes y medidas semejantes a las que el gobierno central, de derechas, lleva a cabo. Pero esto también es extensible a Asturias como un ejemplo más de esta realidad. Lo cierto es que la lógica que impone la razón de Estado obedece a sus intereses definidos en términos de poder, los cuales prevalecen por encima de cualquier gobierno de derechas o de izquierdas.

El elevado tamaño del Estado hay que pagarlo, y cuando el capitalismo ha naufragado y el Estado lo ha ido a rescatar la factura se hace todavía mayor en la forma de más impuestos a cambio de menos. El Ministerio de Hacienda, la Agencia Tributaria, el Banco de España (de capital estatal y con amplios poderes de supervisión y regulación aunque supeditado al BCE), el ICO con participación en multitud de empresas del capitalismo privado, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la Comisión Nacional de la Competencia, el FROB, y tantos otros organismos estatales son los que ejercen el poder real sobre la economía con sus regulaciones, supervisiones y toda clase de normativas que hacen de ella un instrumento al servicio del poder de poderes encarnado por el Estado. El capitalismo es de Estado porque sin él no puede existir ni sobrevivir, lo que le permite profundizar su dominio sobre las personas.

Pero el poder económico del Estado no sólo ha aumentado a nivel interno con un control sobre las personas nunca antes conocido, sino que a nivel internacional su presencia se ha hecho todavía mayor a través de un creciente y cada vez más virulento imperialismo en el que las instituciones supranacionales, lejos de ser organismos neutrales, son su más viva expresión al operar como instrumentos al servicio de los intereses estratégicos de estas potencias. Así comprobamos cómo la UE, el BCE, etc., son herramientas del imperialismo del gobierno alemán para la consecución de mayores cotas poder en la esfera internacional con la extensión de su influencia a lo largo del continente europeo y del mundo. 

La pertenencia del Estado español a estas instituciones es lo que ha facilitado que en la actualidad esté directamente supeditado, política y económicamente, a las directrices del gobierno alemán al ser los principales bancos alemanes, ahora de propiedad estatal tras la inyección de más de 500.000 millones de euros gubernamentales, los mayores tenedores de deuda soberana española. Vemos cómo el imperialismo es la máxima expresión del poder estatal al adquirir unas dimensiones colosales a través de las instituciones supranacionales, con lo que dicho poder ya no sólo se ejerce sobre los nacionales propios sino también sobre otros pueblos a los que se vampiriza, subyuga y desintegra al modo de cómo ocurre en Grecia. Por esta razón hablar hoy de desregulaciones, retroceso del Estado, de liberalización económica, etc., carece de completo sentido cuando los hechos demuestran que estamos completamente inmersos en un proceso de capitalismo de Estado a todo tren.

La Realidad que vemos





Por Welsung


¿Qué o quiénes somos?

Lo primero que uno observa cuando se mira es el cuerpo, este cuerpo evidentemente está relacionado con un mundo físico que nos rodea, que participa de las mismas leyes, que está constituido por los mismos elementos. La primera respuesta es entonces que somos una entidad física, más específicamente, biológica.

Un segundo paso es atestiguar que pensamos, imaginamos y sobre todo soñamos. Existe una compleja realidad que no corresponde a un elemento físico puro y que por no tener otro nombre a la mano lo llamaré psíquico. Podría llamarlo de muchas otras maneras, unas más acertadas que otras, pero creo que relacionar nuestra vivencia interior con la palabra psiquis no es tan malo pues la etimología de la palabra es el término griego usado para denominar al alma (en el sentido griego por supuesto, no cristiano).

Tenemos entonces dos mundos que nos rodean, desde el exterior y desde el interior. Podríamos decir que nosotros somos la frontera de ambos mundos, que tanto nos sumergimos en el uno como en el otro y que ambos nos afectan. De hecho podríamos decir que existe un flujo permanente entre ambos mundos que nos atraviesa, no sin dejar huellas y que hay influencia del uno al otro y del otro al uno, a través de nuestro ser.

Todos hemos atestiguado el cómo hechos de la vida cotidiana nos afectan emocionalmente y cómo, también, nuestros estados de ánimo pueden afectar nuestros actos hacia el exterior.
Esta es la primera definición que podemos dar de nosotros mismos, sin ir más allá de lo evidente.

¿Uno o muchos?

Al decir “nuestros estados de ánimo”, estoy dando cuenta de otra verdad que nos asalta en cuanto somos sinceros con nosotros mismos. No somos una persona, somos muchas.

Claro, el que no quería ir a trabajar en la mañana no es el mismo que predica a sus hijos que deben ir al colegio, el que le juró amor eterno a una pareja hoy, no es el mismo que le juraba el mismo amor eterno a otra pareja hace unos años.

Claro, podríamos decir que el que así actúa es en realidad un mentiroso, que no es constante, que es farsante, pero yo creo que todos hemos vivido cosas así y sabemos a ciencia cierta, que en cada momento hemos sido sinceros. NO estábamos mintiendo ni engañando cuando decíamos lo no o lo otro, en ese momento creíamos firmemente que lo decíamos con todo nuestro ser.

Atestiguamos entonces que dentro de nosotros existe una realidad compleja, tal como la que nos rodea desde el exterior y que el que dice “yo” hoy, no es el mismo que dirá “yo” mañana. Nuestro interior parece entonces un reino que no tiene un jefe único, si no que una rotativa de jefes que toman el mando de forma más o menos caótica, dependiendo de las circunstancias.

Uno de los objetivos de la psicología de Jung es lograr imponer un orden dentro de ese caos y establecer un mando que sea permanente. ¿No les parece una acción creadora ese “poner orden”? ¿Les recuerda a la Voluspa? No es casualidad y en su momento veremos el por qué. Además, hay que notar dos cosas: El ser muchos y no uno es una razón más que plausible para ser politeístas y no monoteístas (como decía Nietzsche). Y además nos llama a realizar un esfuerzo por lograr ese orden que nos permitirá ser guerreros siempre consecuentes con nuestros juramentos. ¿Cómo puede prometer alguien que no controla su propia identidad? ¿Quién se compromete cuando dice: “Sí, me comprometo con esta causa”? ¿Será el mismo de mañana? Sólo una persona que logra un grado de orden y control de sí mismo puede prometer, sólo quien lleva un grado de camino de individuación avanzado, puede convertirse en guerrero. 

Porque éste es el propósito de la individuación, poner orden, encontrarse con la autoridad interna que puede dar ese orden, llegar a ser UNO, un individuo y no muchos los que estén a cargo. Significa que aunque existen muchos (por que no se eliminan, se integran), existe un centro alrededor del cual gravitan y se ordenan. Ése es también el sentido del Grial, del mismo Wothan, ambos pueden ser identificados con lo que Jung llamó el Sí mismo, para distinguirlo del pequeño yo, ese que le anda prometiendo cosas a todo el mundo.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Espiritualidad y Materialismo






Por Alexander Wilckens Bruhn


Ninguno de los dos extremos satisfará nuestra alma. En el religioso aislado de la sociedad tenemos uno de los extremos, quien evadiendo la realidad cotidiana, pretende despejar sus limitaciones. Solo quien enfrenta sus temores es capaz de superarlos, evadirlos es cobardía y no lleva a nada. Y el otro en el trabajólico-consumista que solo desea el éxito material; quien cree que el poder a través del éxito en lo tangible, lo convierte en un ser superior. Otra vez tenemos una búsqueda errada e incompleta. La mayoría de los seres que transita a nuestro lado diariamente, son solo zombies, carne muerta sin alma o como en el primer ejemplo seres idos sin consistencia.

No basta con nacer para trascender, debe desarrollarse el canal para ello y sin él solo seremos polvo que vuelve al suelo o aire que se disipa. Para despertar o desarrollar nuestra alma, debemos superar nuestras limitaciones y lograr un verdadero avance en nuestras encarnaciones, debemos aprender estando sumergidos en sociedades materialistas, a enfrentar el medio que desea enajenarnos de nuestro propio ser y extraer del solo lo que le sirve al sistema para su retroalimentación. Nuestro verdadero desarrollo como seres espirituales, se logra enfrentando las manifestaciones ilusorias de una creación hecha a imagen y semejanza de la verdadera. Verdad oculta a nuestro ser, hasta ser capaces conviviendo diariamente con la falsedad, sobreponerse a ella y rescatar así dentro de nosotros la verdadera creación, la espiritualidad que nos lleva al todo y como almas recuperar al Dios que somos y al cual pertenecemos. Esa es la Senda del Guerrero, que enfrentándose a si mismo es capaz de vencerse y resucitar en un nuevo ser completo y superior, un Héroe (Dios-Humano).


jueves, 7 de marzo de 2013

El Gran Timo





Por Joaquin Bochaca


La inmensa mayoría de la gente imagina que un banco es un lugar respetable y seguro, para depositar, o bien para ir a tomar prestado dinero que otras personas han depositado. No obstante, los bancos prestan hasta nueve veces más dinero que el que realmente guardan en sus cajas. ¿Cómo es esto posible? Porque los bancos, realmente, no prestan nada. Sólo lo hacen ver.

Cuando un banco presta dinero, o, para emplear la terminología bancaria, abre un crédito, lo único que realmente hace es aceptar el crédito del prestatario. Vamos a exponer, tratando de aunar brevedad y claridad, cómo se perpetra este auténtico timo, porque timo es al concurrir en su comisión todos los requisitos de tal delito.

Aun cuando el negocio bancario y su corolario, la usura, se remontan a la época de Babilonia, la Banca, en su forma moderna, apareció en Europa a principios del siglo XVII, primero en Lombardía y en Holanda, luego, inmediatamente, en Inglaterra va renglón seguido en los demás países de nuestro Continente, para aparecer en los Estados Unidos poco después de su configuración como Estado independiente.

En aquéllas épocas, los poseedores de oro y plata -metales que, por su relativa escasez, eran los más adecuados para servir de .moneda oficial ténder en un tiempo, precisamente de escasez- lo entregaban, para su custodia, al banquero que los guardaba en una caja fuerte.

Evidentemente, no era cómodo, ni seguro, desplazarse llevando constantemente encima el oro y la plata -o las monedas que de ambos metales más adelante se hicieron- y, por otra parte, era recomendable guardar el dinero en un banco, dotado de una sólida caja fuerte, custodiada constantemente por un guardián armado. El banquero prestaba, pues, un servicio, y por tal servicio era lógico que cobrara, decimos “cobrara”, unos honorarios. Al entregar su dinero en el banco, los depositarios obtenían un recibo que les entregaba el banquero, y sobre tal recibo -documento, en sí, intachable- se iba a montar el mayor timo de todos los tiempos.

En efecto, el banquero era un hombre observador y pronto se dió cuenta de que la gente utilizaba esos recibos como si de auténtico dinero se tratara. Esos recibos, respaldados por dinero auténtico, hacían la misma función que el dinero, es decir, servían para adquirir mercancías y contratar servicios. Como tales recibos no eran nominativos, cualquier persona, que a lo mejor nunca había depositado dinero en el banco, podía presentarse en la ventanilla de pagos del mismo, y, exhibiendo un recibo por una cantidad determinada de dinero oficial, o legal, exigir tal cantidad en el acto. Un inciso imprescindible: decimos dinero oficial, o legal, porque esos recibos, al ser aceptados por la comunidad como medio de pago, se convertían automáticamente, de hecho, en dinero. También se dió cuenta, el banquero, de que, en promedio, los impositores sólo retiraban, en un período determinado de tiempo, el diez por ciento del dinero depositado. O dicho en otras palabras, que el noventa por ciento de sus depósitos permanecían en sus cofres, y que con el diez restante tenía suficiente para hacer frente a los recibos que se le irían presentando al cobro.

La tentación era demasiado grande para el banquero, hombre cuya conciencia no sentía excesivamente el embarazo de los escrúpulos, o no podía sentirlos por sus condiciones étnicas y religiosas. Y se formuló a sí mismo la siguiente pregunta: ¿Por qué no poner en circulación más recibos, representando nueve veces más valor que el dinero que, efectivamente, tenía en su caja fuerte? Para él, formular así esa pregunta equivalía a responderla en el sentido deseado por su yo íntimo. Es decir, que multiplicó por nueve sus recibos -comprometiéndose a pagar un dinero que no tenía, o, como máximo, sólo tenía en una novena parte -y empezó a prestarlo a particulares y, sobre todo, a comerciantes, cobrando un interés por ese dinero inexistente. 

En realidad, más que inexistente, ficticio; pues existencia, aunque fraudulenta, la tenía, al entregarse mercancías y servicios por él. Este fue el fraude original, que ha perdurado hasta nuestros días, y que está en la raíz de todos nuestros males económicos. Como dice Gertrude Coogan, “los banqueros pueden justificar sus prácticas como gusten, pero el hecho es que cuando prestan su ‘crédito’ a interés lo único que hacen es crear dinero privado, que luego pueden reclamar y destruir a su voluntad para desesperación y empobrecimiento del prestatario” quien periódicamente se ve obligado, por la artificial escasez del dinero-crédito, a entregar bienes auténticos por el dinero-crédito que tomó en préstamo.

El banquero, al proceder de esta guisa, efectivamente, ha creado dinero. Y para crearlo lo único que ha necesitado ha sido que un empleado del banco tomara una pluma, o un bolígrafo, y escribiera en el Libro Mayor del banco, una cifra cualquiera, pongamos diez millones de pesetas, en el saldo deudor del prestatario. Pero, al mismo tiempo, en el saldo acreedor del mismo, se ha anotado la garantía que éste ha debido ofrecer contra el préstamo bancario. Dicha garantía, que siempre debe ser un bien tangible, una casa, unos terrenos, unas cosechas o el título de propiedad de una industria, siempre vale más que el dinero que el banco presta. Al prestatario se le entrega un talonario de cheques, que permiten fraccionar cómodamente el importe del préstamo, luego se le carga en cuenta un interés por dicho préstamo, interés que oscila entre un cinco y un nueve por ciento en las épocas relativamente “tranquilas”, pero que puede ser mucho más elevado en las épocas turbias y la operación ha sido puesta en marcha.

Detengámonos un momento para hacer las siguientes observaciones:

a) Al poner en circulación de hecho, más dinero, que aparece en el mercado antes de que el mismo haya podido generar más riqueza, se ha puesto en movimiento un proceso inflacionario, es decir, se ha hecho perder valor al dinero que existía ya en circulación.

b) Las mercancías que, con el nuevo dinero, irán apareciendo en el mercado, llevarán su costo gravado con el interés bancario -como ya hemos dicho, de un 5 a un 9 por ciento- que deberán pagar, en última instancia, los consumidores. Nueva contribución al proceso inflacionario.

c) Mientras el banquero ha entregado sus “promesas de pagar” dinero -pues nadie, por muy banquero que sea, puede crear algo de la Nada, y así, lo que él presta no son más que promesas- en cambio, el prestario ha entregado al banquero títulos que representan una riqueza que, aparte de ser muy superior al préstamo, es real. Ha habido, pues, un notorio abuso de confianza por parte del banco. Como decíamos en otro lugar 2 “mientras el banco dispone contra la comunidad de garantías representando una riqueza real, tal como fábricas, fincas, cosechas, etc. la comunidad no dispone, contra los bancos, de ninguna garantía. La menor tentativa hecha por los acreedores de un banco para ejercitar sus garantías contra éste, pone de manifiesto que dichas garantías, de hecho, no tienen substancia alguna. Si tales acreedores le “aprietan demasiado las clavijas” al banco, son castigados perdiendo todos sus ahorros. El banco cierra sus puertas poniendo de manifiesto que sus “promesas de pagar” son falsas promesas... a menos que el gobierno no acuda en su ayuda con una moratoria.... moratoria cuyas consecuencias serán que, al fin y a la postre, la comunidad en bloque deberá pagar para cubrir las falsas promesas del banquero”. La objeción de que esto muy raramente ocurre no tiene validez alguna. Si ocurre raramente es porque en todos los países existe un Consejo Superior Bancario cuya principal misión consiste, precisamente, en corregir las desviaciones excesivas de la permanente inflación crediticia procurando que ningún banco sobrepase el fatídico cociente 9 en la división entre los créditos abiertos y el dinero registrado en las cuentas corrientes. Y cuando, no obstante, un banco se dispara y franquea el límite de la zona de peligro, los demás acuden en su ayuda, pues la Finanza funciona como un todo, a escala nacional para lo ordinario, e internacional para los grandes problemas económicos. Pero esa ayuda, en definitiva, la pagará el pueblo, es decir, cada ciudadano o ciudadana que van al mercado, pues hemos dicho, y hay que tenerlo bien presente, que los llamados gastos bancarios se incluyen en los costos de producción.

Según se demuestra en los apartados a) y b) el banco, al crear una situación inflacionaria, ha robado a todos y cada uno de los miembros de la comunidad. El hecho de que las actividades bancarias hayan sido legalizadas por la Administración Pública en todos los países no disminuye  en un ápice su ilegitimidad fundamental. El que un Estado, o cien Estados, decreten, como testaferros que son de la Alta Finanza, que la creación privada de Dinero es legal cuando la realiza un banco e ilegal cuando la lleva a cabo un falsificador de moneda no modifica en absoluto el hecho de su radical inmoralidad, desde el punto de vista ético, y de su inoperancia, desde el punto de vista económico, exceptuando, claro está, la privada economía de los bancos y sus adláteres.

Y tal como queda demostrado en el apartado c), no contento con robar a la comunidad, el banco ha cometido, con su cliente al que ha concedido un préstamo, un verdadero abuso de confianza, al cambiar una promesa que vale, digamos X menos los intereses cobrados anticipadamente, por una realidad (títulos de propiedad de bienes tangibles) que vale, por lo menos X multiplicado por dos. Y que no se objete que el cliente es muy libre de aceptar o no el “cambio” que le propone el banco. El cliente está convencido de que lo que el banco le presta son los ahorros de otro conciudadano y que por este préstamo hay que pagar un alquiler, llamado “interés”. Pero no terminan aquí las actividades del banco; en realidad, los funestos efectos de sus actividades apenas tienen relieve alguno si se comparan con lo que sigue.

Volvamos al momento en que el banco -en realidad, más que el banco o los bancos se trata del sistema bancario, pues todos actúan de manera mancomunada- ha abierto créditos representando hasta nueve veces más dinero del que realmente tienen en caja. De momento, el sistema parece dar resultado. La euforia general disimula el robo que se ha cometido. Pues es evidente que un auténtico robo ha tenido lugar; al crear dinero nuevo, el banquero, al igual que un vulgar falsificador, ha robado un poco a cada uno de sus conciudadanos y ha obtenido interés sobre el “dinero” robado. Gracias a la emisión brusca de dinero nuevo se ha podido desarrollar nueva riqueza, el comercio se halla en pleno apogeo y se ha llegado al, por todos, soñado “pleno empleo”. Cada vez que un prestatario devuelve un préstamo al banco, con sus intereses acumulados, el banco se apresura a ponerlo de nuevo en circulación. Se ha originado lo que los economistas clásicos llaman el “boom” que en los países latinos se denomina “euforia de mercado”. Los precios suben en vertical, mientras toda clase de productos se ofrecen a la venta. Pero el banquero se da cuenta de que esta subida de precios continúa sólo mientras continúan produciéndose préstamos. Cada vez que el banquero deja de hacer dichos préstamos - o, en otras palabras, de crear nuevo dinero- los precios dejan de subir, y al dejar de subir, los negocios se hunden.

La posibilidad de continuar haciendo más negocios en un mercado alcista ha desaparecido. ¿Por qué? Pues porque ahora el banquero empieza a verse en dificultades, a causa de que el volumen de sus préstamos se halla ya rondando el 900 por ciento de sus reservas en caja. Ya corre el riesgo de que cualquier demanda de dinero auténtico por parte de sus impositores, que por cualquier motivo se produzca en un momento dado, ponga en evidencia, ante toda la comunidad, el verdadero timo a que ésta se ha visto sometida por parte del aludido banquero. Cada crédito que él ha abierto, representado por cheques, así como cada recibo que ha extendido a sus impositores por el dinero que le han cedido temporalmente para que los custodie, representan promesas de pagar oro y plata (en la actualidad papel moneda ténder del Estado). Es decir, que tanto sus impositores como sus prestatarios pueden exigir, de un momento a otro, dinero auténtico, es decir, oficial, emitido por el Estado, a cambio de sus recibos.

¿Qué le queda por hacer al banquero en la circunstancia dada? Sólo una cosa: cancelar una parte sustancial de los créditos que ha abierto. En consecuencia, llama a su oficina a algunos de los industriales a quienes ha prestado sus “promesas de pagar” y les invita a devolver, digamos, la mitad del crédito. Los industriales, probablemente, protestarán, no comprenderán nada ante la súbita demanda del banquero en unos momentos en que todo parece ir a las mil maravillas, pero, finalmente, en vista de la cada vez más firme insistencia del banquero, deberán devolver la cantidad solicitada. Para convertir en dinero líquido -el dinero que les exige el banquero con tan súbita celeridad- sus stocks, los industriales deberán vender como sea, es decir, deberán malvender una parte substancial de los mismos, y, al mismo tiempo, se verán obligados a forzar a un pago inmediato a algunos de sus clientes Que habían comprado sus mercancías a plazos. Toda la operación generará, en cascada, una serie de pérdidas para industriales e intermediarios del comercio y, por vía de consecuencia, provocará una reducción general del volumen de los negocios, es decir, en última instancia, el paro.

Pero éste es sólo un aspecto del caso, ya que, en muchas de las situaciones que se van creando, los industriales no logran realizar sus stocks cuándo y cómo lo exige el banquero, y éste ejecuta las garantías que contra ellos posee, apoderándose así, a cambio de nada, -pues nada más que falsas promesas les prestó- de bienes reales, que pasan, de este modo, con toda la legalidad y toda la inmoralidad del mundo, a ser propiedad del banco.

La normalidad ha vuelto. Entretanto, muchos industriales y comerciantes -más de aquéllos que de éstos- se han arruinado. Los precios de todos los artículos han subido; los salarios, por fuerza, también, pero menos que aquellos. Una gran parte de la sociedad, sobre todo las llamadas clases medias, se ha proletarizado un poco más. El único ganador, en toda la línea, es el banquero. El, que no ha hecho nada, aparte de perpetrar una falsificación de moneda en gran escala, ha obtenido beneficios inmensos, en bienes tangibles, y, lo que es más importante, ha visto confirmada su facultad de continuar creando dinero a expensas de la comunidad, lo que le convierte en el hombre más poderoso del país.

Todavía más, en el colmo del cinismo, aún se permite amonestar severamente a sus conciudadanos, diciéndoles que la reciente crisis se ha producido porque han querido vivir por encima de sus medios. La sencilla objeción de que la comunidad sólo pretendía consumir lo que había producido con su trabajo, es olímpicamente despreciada. La ignorancia general en asuntos financieros, cuidadosamente cultivada por los testaferros al servicio de la misma. Es el muro del silencio ante el que se estrellan el sentido común y el instinto popular, que rechazan vigorosamente la idea de que una gran parte de los miembros de una comunidad se hayan arruinado precisamente porque han trabajado demasiado y han producido, con su trabajo, una oferta de bienes que no ha colmado aún la demanda de los mismos.

La normalidad ha vuelto, decíamos. Nuestro banquero ya puede volver a poner en funcionamiento la máquina del Gran Timo. Las ovejas del humano rebaño ya se hallan prestas a ser esquiladas una vez más.