Por el Emboscado
La Acción Colectiva, a
diferencia de lo que pudiera pensarse, no surge de la necesidad de la gente ni
tampoco de la desorganización de sus sociedades, sino por el contrario como
consecuencia de la aparición de ciertos incentivos y oportunidades políticas para
los movimientos sociales.
Se distinguen, entonces, dos
escuelas que abordan la acción colectiva de los movimientos sociales, por un
lado la escuela americana y por otro la de Europa occidental. En la primera se
busca una explicación de la acción colectiva a partir de la disposición y la
actitud de los ciudadanos individuales; la escuela europea, por el contrario,
hace hincapié en la búsqueda de una explicación por medio de los factores
estructurales. Así, estas escuelas abordan el “cómo” y el “porqué” de la acción
colectiva, pero no el cuándo.
A este respecto, sobre cuándo
se produce la acción colectiva, Sidney Tarrow destaca los ciclos económicos y
los finales de las guerras como un primer factor explicativo. Por un lado se
encontraría la depresión económica que generó durante los años 30 del s. XX una
serie de movimientos sociales en Europa y EE.UU., en el que el acceso al poder
de administraciones reformistas generaría un incremento de la acción colectiva.
Al mismo tiempo Tarrow destaca que en los períodos de bonanza económica se incrementa
también la acción colectiva debido a las exigencias de los trabajadores por un
aumento de salarios, mejora de las condiciones de trabajo, etc…
Asimismo, según Tarrow, la
dimensión de las oportunidades políticas resulta fundamental para entender y
explicar cuándo surge la acción colectiva. De este modo, el concepto de
estructura de oportunidades políticas ayuda a comprender el motivo por el cual
los movimientos sociales adoptan una significativa capacidad de presión contra
las autoridades pero que luego pierden a pesar de sus esfuerzos.
Dentro de esta estructura de
oportunidades se encuentran: la apertura del acceso a la participación, los
cambios en los alineamientos de los gobiernos, la disponibilidad de aliados
influyentes y las divisiones entre las elites.
El acceso a la participación es
un importante incentivo para la acción colectiva, así, cuando se abre esta
oportunidad es habitual que entre los descontentos se abra paso a una serie de
protestas y reivindicaciones. En otro lugar, los alineamientos
inestables producirían la acción colectiva en tanto en cuanto la existencia de
nuevas coaliciones de gobierno en las democracias liberales generan cierta
incertidumbre entre los seguidores, y esto propiciaría en gran medida a
fomentar la acción colectiva.
La existencia de aliados
influyentes anima la acción colectiva, ya que estos pueden actuar como amigos
en tribunales, garantes contra la represión o como negociadores aceptables. Es
un factor importante que explica la acción colectiva, ya que en gran medida
determinan el éxito o el fracaso de los grupos. Suelen suponer un importante
recurso externo del que se sirven actores sociales carentes de recursos.
Finalmente, la existencia de
elites divididas suponen un factor que anima a los grupos no representados a
iniciar acciones colectivas. Estas divisiones y conflictos internos en las
elites generan realineamientos políticos, induciendo a elites insatisfechas a
buscar apoyos fuera. La combinación de facciones minoritarias de la elite junto
con la alianza con elementos exteriores, produce una presión interior que crea
incentivos para el cambio político e institucional.
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