Por Augusto Bleda
Si hoy las diferentes alternativas políticas no llegan a ninguna parte
es por la ausencia gigantesca de un compromiso militante y de una conciencia
comunitaria. “¿Por qué comprometerse?” Se pregunta el individuo liberal, hecho
de nihilismo, de una vida de vacio consumista.
Comprometerse es un deber de todo quien vive en una comunidad y sabe
que sus perspectivas individuales dependen del tejido social en que se
sustenta. El futuro de sus hijos depende del porvenir y el destino común de su
comunidad, y por eso se la defiende, y se intenta mejorarla, reforzarla,
hacerla indestructible.
Muchos confunden política con partidocracia, cuando se habla de
compromiso militante.
Política es toda actividad que se inserte en la comunidad, tanto las
actividades que resultan positivas para el bien común, como las que resultan
nocivas, todas ellas hacen a la totalidad de la realidad política comunitaria y
en consecuencia, de la realidad política universal. Incluso influye en la
realidad política todas las actividades sociales de los autodenominados “apolíticos”.
El arte, la cultura, la televisión, los libros, los bancos, el trabajo, el
fútbol, todo es Política.
La conciencia de comunidad, por esta razón, es el principal obstáculo
para el accionar político del establishment financiero internacional, de los
grandes poderes multimediáticos capitalistas, y de los colaboracionistas
políticos de todos los colores y tenores.
Promovieron por ello la despolitización de la vida social, atomizando
y dividiendo a los jóvenes en “tribus urbanas”, despojándo al hombre de toda
referencia supra-personal que no sea un elemento de comercialización, una moda,
una pose.
Por el contrario, quienes poseemos un deseo de volver a lo social, de
luchar por una comunidad organizada, más justa, más libre, entendemos que el
compromiso militante es el espíritu participativo que le da sustento a una
nación, a todo estado de raíz popular, que moviliza toda ética, idea y voluntad
superior.
La democracia que tenemos no es el único sistema posible, ni el mejor
ni el menos malo. El hecho de criticar los fundamentos de este sistema no nos
hace reaccionarios, marginales, ni extremistas de ninguna índole, a diferencia
de lo que el pensamiento único nos induce a creer.
Los fundamentos hipócritas de la democracia actual pueden resumirse
afirmando que:
1 1) Es falso que sea “liberal” pues garantiza libertades y seguridad solo
a quienes tienen dinero.
2) Es falso que sea democrático en tanto no cumple la voluntad del pueblo
sino la del poder del dinero.
3) Es falso que le importen los derechos humanos en un mundo de pobreza e
inequidad económica.
4) Es falso que sea un sistema
igualitario, en tanto es una falacia la
noción de igualdad abstracta que postula.
Estas verdades de la democracia actual han arrastrado el mundo al
saqueo, a las peores guerras económicas, al narcotráfico, al calentamiento
global, al negocio de las armas y los medicamentos, etc.
Este modelo político, este sistema, ha sido la primera garantía para
el proceso llamado “globalización”.
Una globalización que no fue más que el triunfo de la ética del
mercader, del paria, de la tecnología usada para adormecer y someter a los hombres.
Esta globalización que se encarga de estupidizar juventudes. La Globalización
es un plan de los grandes banqueros internacionales.
La principal herramienta
de este sistema fue y sigue siendo la usura, el mecanismo nefasto del préstamo
a interés. Esto es lo que mejor nos habla de su naturaleza intrínseca: este
sistema es una estafa, una injusticia, es esclavitud a los dueños del dinero.
Esta y no otra es la verdadera cara, el poder real que se esconde tras
nuestras “democracias”. No caeremos en el error tan grosero de confundir
república o democracia con liberalismo.
Hay que saber ver los matices y señalar al liberalismo como el enemigo
de los pueblos, como el principal instrumento del poder financiero global para
subyugar y colonizar naciones. La democracia no fue más que una excusa, porque
en los hechos nunca fue tal, es decir, nunca fue una democracia lo que nos
gobernó, y si más bien una plutocracia, un gobierno de los adinerados.
Tampoco fue una república de hecho, pues la división de poderes es un
mero formalismo que no garantiza la primacía del bien común y permite al poder
del dinero corromper todas las estructuras institucionales.
Todo esto nos indica una necesaria toma de conciencia comunitaria, de
respeto y amor a la riqueza de nuestro suelo y nuestra gente. Hoy más que
nunca, nos resulta urgente. Para construir un verdadero gobierno del pueblo, es
preciso un despertar de conciencia en todos los hombres. Sabemos que hoy
existen minorías activas, pero que no están lo suficientemente organizadas como
para guiar al pueblo hacia la emancipación. En este sentido, la toma de Conciencia
Comunitaria, y el compromiso militante puesto en marcha en cada uno de nosotros
es el primer paso fundamental para organizar la resistencia y combatir por la
revolución en cualquier parte del mundo.
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