Por Velsungeland
El hombre común, el filisteo, no puede reconciliarse con la muerte,
y es así por lo cual fabrica innumerables filosofías y teologías. He aquí el
principio de justificación. No cabe duda que ante la amarga persistencia de la
fe en la inmortalidad, tenemos una prueba del terrible miedo a la muerte. el
hombre ante el pensar schopenhaueriano es un animal metafísico, los demás animales desean sin metafísica, todo en el desear del hombre es justificación; así
el intelecto puede parecer a veces que guía a la voluntad, pero lo hace sólo
como un guía que conduce a su amo.
En la conciencia, he ahí la superficie de nuestro espíritu,
y en el inframundo, bajo el intelecto consciente, se encuentra la voluntad (consciente
o inconsciente); que no es otra cosa que la extraña esencia que hace entrar en movimiento las cosas. Es un
esfuerzo, una fuerza vital persistente, una fuerza vital psíquica.
La voluntad es el principio de precisión, es quien pone en
su justa medida el mundo en armonía. En esta voluntad de imperioso deseo
elaboramos siempre filosofías y teologías para disfrazar nuestros deseos, para
dejarnos secuestrar por nuestro propio ocultamiento; no necesitamos una cosa
porque hemos hallado razones para ello, sino más bien que hemos hallado
razones porque la necesitamos.
Esta es la forma operativa con la cual el filisteo
reflexiona, con el principio de justificación; empero, el hombre común,
el filisteo, no puede reconciliarse con la muerte, y es así por lo cual
fabrica innumerables filosofías y teologías. He aquí el principio de
justificación.
No cabe duda que ante la amarga persistencia de la fe en la
inmortalidad, tenemos una prueba del terrible miedo a la muerte. el hombre
ante el pensar schopenhaueriano es un animal metafísico, los demás animales desean
sin metafísica, todo en el desear del hombre es justificación; así
el intelecto puede parecer a veces que guía a la voluntad, pero lo hace sólo
como un guía que conduce a su amo. en la conciencia, he ahí la superficie de
nuestro espíritu, y en el inframundo, bajo el intelecto consciente, se
encuentra la voluntad (consciente o inconsciente); que no es otra cosa que la
extraña esencia que hace entrar en movimiento las cosas. Es un
esfuerzo, una fuerza vital persistente, una fuerza vital psíquica.
La voluntad es el principio de precisión, es quien pone en
su justa medida el mundo en armonía. En esta voluntad de imperioso
deseo elaboramos siempre filosofías y teologías para disfrazar nuestros
deseos, para dejarnos secuestrar por nuestro propio ocultamiento; no
necesitamos una cosa porque hemos hallado razones para ello, sino más bien que
hemos hallado razones porque la necesitamos.
Esta es la forma operativa con la cual el filisteo
reflexiona, con el principio de justificación; empero, nadie se halla más
sujeto a equivocarse que el que obra sólo por reflexión, amparado en
los supuestos necesarios.
La inteligencia en Schopenhauer se nos presenta como
subordinada y como instrumento del deseo; y cuando intenta sustituir a la
voluntad por medio de la justificación de carácter teológica o
filosófica, viene la confusión. La inteligencia está destinada únicamente a
conocer las cosas en cuanto ofrecen motivos para la voluntad. O, nadie se
halla más sujeto a equivocarse que el que obra sólo por reflexión, amparado en los supuestos
necesarios.
La inteligencia en Schopenhauer se nos presenta como
subordinada y como instrumento del deseo; y cuando intenta sustituir a la
voluntad por medio de la justificación de carácter teológica o
filosófica, viene la confusión. La inteligencia está destinada únicamente a
conocer las cosas en cuanto ofrecen motivos para la voluntad.
2 comentarios:
¿¿¿???
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